

Cuenta la leyenda que, en un gran valle, entre colinas verdes y árboles centenarios, se encontraba una hermosa aldea de casas con tejados rojizos y calles empedradas.

Junto a la plaza, había una casa que destacaba de las otras por sus tejas verdes, que brillaban con el reflejo del sol, sus ventanales azules y sus grandes balcones adornados con singulares flores.

Es justo en esta casa tan especial donde, en una de sus habitaciones, justo en el hueco entre la mesilla de noche y la cama, en la pared, surgía una diminuta puerta verde con un pomo morado y adornos de colores. Tras aquella pequeña puerta, vivía una criatura chiquitita y adorable llamada Pompón.


Pompón era un monstruito muy particular; su casa estaba repleta de cuentos y muñecos. Era muy juguetón y se divertía imaginando grandes aventuras sobre un dragón que escupía nubes de algodón, un hada que no volaba, pero daba saltos de arcoíris en arcoíris, un pirata con miedo a las gaviotas y muchas otras cosas.

