La batalla incierta de la guerra silenciosa sin toques de queda, sin hambrunas en la puerta, se viste de pandemia como ya pasara en la Antigüedad, restando a la humanidad capacidades y libertades.
El desafortunado desenlace, la escasez de medios, la información incoherente y desafortunada y, a veces, irrisoria, hace presagiar que tal vez el futuro ha entrado en el presente más actual.
Mas de 545 000 muertos acaparan nuestro planeta, la cifra va en aumento, no hay signos de recuperación y la confianza se ha dormido, el miedo ha abierto el cajón de la epidemia irracional, los créditos se disparan, la hambruna se instala en el descanso de los más desfavorecidos, las grandes industrias realzan sus cuentas, los laboratorios se frotan las conciencias, mientras la humanidad se reduce al confinamiento, al reposo de sus muertos, aislados en cemento, a la vasija de las cenizas, al lloro del desespero con mascarillas por compañeros, ahora estamos escondidos entre realidad y misterio.
Si no lo estuviéramos viviendo, d