KU NA Mariángeles Guerrero Plaza Ilustrado por
Paula de la Fuente
KUNA SUEÑA Kuna, jugando en el patio de flores de su abuela, espada de madera en alto, sueña con ser la princesa guerrera del cuento que cada anochecer relee entusiasmada en la anticuada buhardilla donde duerme; desde la cual observa, abriendo la contraventana enmarcada, el cercano bosque. Todas las noches de aquel estío, cuando oye los pasos de María subir los gastados peldaños hacia su cuarto, esconde el libro entre sus brazos, enrollándose en la suavidad ajada de la colcha. La anciana entra, sus ojos sagaces escudriñan el orden de la estancia y complacidos se envuelven de ternura hacia la niña; Kuna escucha la bendición de siempre mientras se deja acariciar la fina mejilla y los rubios rizos con mano temblorosa mientras le dice: —¡Mi pequeña niña, que Dios te proteja! Los sigilosos pasos de la anciana desaparecen tras la puerta; la niña se levanta de puntillas con la lámpara de parafina en la mano izquierda y se acerca a la contraventana que abre con la diestra; se queda mirando el oscuro pinar que excita su imaginación, jugando a añadir al cuento de la
princesa variados finales; luego se fija en el jardín y ve su alargada sombra proyectarse en las rojizas baldosas, las plantas y hasta en las flores que la abuela cuida con esmero. Una de estas noches, con el mismo ritual, Kuna entreabre también la ventana, afligida por la canícula; entonces vislumbra entre la penumbra del cuadrado parterre, apenas alumbrado por la luz amarillenta de un farol, una sombra moverse velozmente; la niña, incrédula, posa su vista buscándola sobre la tierra, los arbustos, la abelia (que esparce su ligero perfume en cada pico de
blanca flor); sigue su vista en las rosas y, al fin, en la adelfa (la planta mimada de la abuela) que se halla protegida por una cerca en derredor. «¡Un pimpollo peligroso!», le advierte con un pícaro guiño a su nieta cada vez que la riega. Allí se ha arrebujado la sombra, quieta. Kuna agudiza la mirada; la aparición se materializa en bulto, se encoge y alarga rítmicamente; después de unos segundos hipnóticos, se gira y sus ojos brillan hacia la niña; esta se sobresalta, y el bulto se adentra rápidamente en el bosque, detrás del jardín. Kuna está tan intrigada por aquella criatura que la curiosidad, amiga de aventuras, se convierte en un acicate para emprenderlas. Con la luna llena por compañera, el temor mariposeando en su estómago y bajo el amparo de la lámpara, decide seguirla. Se viste apresuradamente con la misma amplia falda oliva y la blusa estampada de esa mañana; baja de puntillas las escaleras; ya en la entrada, se apropia de las llaves de la casa que, junto al poncho verde de la abuela y al sombrero de paja, cuelgan durante las cuatro estaciones en el perchero; sale aprisa pero apenas se oye, en el silencio, el ronco quejido del picaporte.
ISBN 978-84-18996-53-5
9 788418
996535
KUNA sueña; la aventura empieza.