La tortuga
mofletuda Raúl Dueñas Montes Ilustrado por Isa Ramírez Herrera
Y LA ORUGA CARA DURA
La tortuga mofletuda y la oruga cara dura
Érase que era una historia verdadera. Sucedió en una charca, lejos de la ciudad. Vivían libélulas y renacuajos, peces y mariposas, lagartijas y gamusinos, tortugas y algún que otro cocodrilo. Llegó un buen día, aquel en el que los huevos de las tortugas se rompen y dejan salir a las pequeñas tortugas para poder respirar aire fresco. Uno de esos huevos tardó mucho más en salir, y algunas tortugas pensaban que ese huevo no había cuajado, pero 3
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sí lo hizo, y una tortuga asomó su cabeza entre el cascarón. Nació una tortuga un poco diferente de las demás, su caparazón era un poco más oscuro, sus pezuñas eran un poco más grandes, y sus ojos eran más redondos. Todas las tortugas se quedaron boquiabiertas porque su rostro tenía una pequeña mancha en una de sus mejillas de un color rojo amapola, ninguna de ellas tenía ese aspecto, y además su cara parecía hinchada, como si estuviera masticando miga de pan, o como si se hubiera tragado un globo a medio hinchar y no pudiera escupirlo. Sus hermanitas tortugas, desde pequeñas, sabían que era diferente, por eso se metían con ella de manera fácil y cobarde. —Hola, cara pimienta, ji, ji, ji… —le decía una. 4
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—¿A dónde vas tan maquillada cara de cereza? Ja, ja, ja… —le decía otra. —¡Menudos mofletes tienes, parecen globos colorados, ja, ja, ja… Al final le pusieron un mote. —Te llamaremos «mofletuda», eso si no te molesta demasiado, ¿eh? —le dijo otra. Todas las demás se reían, pero a la tortuga mofletuda no le importaban sus pesadas bromas. Solo deseaba saber dónde se encontraban sus padres, nunca ninguna tortuga adulta la había reclamado como hija, y la pobre vivía de la caridad y buen ser del resto de las tortugas de la comunidad. —No te preocupes, tortuga mofletuda, tarde o temprano vendrán tus padres a por ti —le decía una tortuga amiga que siempre estaba pendiente de ella. 5
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Ninguna de sus hermanas se reía de la desgracia de no tener padres, sabían que eso sería muy cruel. A pesar de todo, la tortuga mofletuda vivía feliz, añorando el día en que su madre o padre entrara en la charca preguntando por ella. Pasaron los años, y la tortuga mofletuda se hizo mucho más grande y fuerte que sus hermanitas, a pesar de que comían todo lo que podían. La tortuga mofletuda miraba alrededor de la charca por si veía pasar a una tortuga tan grande como ella, pero solo podía ver una gran pendiente que casi rodeaba la charca, imposible de escalar para ella. Se quedaba mirando alrededor horas y horas, y un buen día la tortuga más anciana de aquella charca se acercó a ella para preguntarle: 6
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—Querida tortuga mofletuda, ¿qué te tiene tan ensimismada, mirando con perplejidad a donde tus ojos llegan? ¿Quizá buscas algo fuera de aquí? —La anciana tortuga sabía lo que le estaba pasando a la joven tortuga. —Sí, anciana tortuga, no entiendo por qué mis padres me abandonaron aquí a mi suerte, y todavía no han venido a buscarme.
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A la joven tortuga se le escaparon dos lágrimas, y entonces la anciana tortuga recordó algo. —¿Sabes lo que pasó una semana antes de que tú nacieras? Resultó que hubo una gran tormenta con un viento huracanado, y sé que ese día apareció un huevo más entre los nuestros, como por arte de magia. —Pero ¿de dónde vine? La pobre tortuga mofletuda necesitaba saberlo. Y en ese instante, la tortuga anciana miró por lo alto de la pendiente y señaló con un palo, diciendo: —Cuentan que en lo alto de aquel cerro hay una charca mucho más hermosa que esta, y que viven en ella tortugas mucho más grandes que nosotras. Quizá ahí esté tu familia, pero ninguna tortuga ha podido nunca llegar hasta allí arriba. 8
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La tortuga mofletuda no se lo pensó ni un instante y se dirigió hacia aquella pendiente; lo intentó una y otra vez, la pobre sudaba y se desesperaba, se pasó horas y horas durante días y días. Sus hermanas la miraban con pena y se ofrecían a ayudarla si fuera necesario. Después de explorar todos los rincones de aquella pendiente, la Tortuga mofletuda se dio por vencida, y suspirando dijo: —Imposible, nunca podré encontrar a mis padres… La tortuga anciana se acercó un buen día a ella y le dijo: —Primero hay que pensar, y luego actuar. Pasaron los años, y la tortuga mofletuda se hizo muchísimo más grande que las demás, crecía y crecía debido a que no paraba de 9
Ocho Suricatos
Nuestra amiga, la tortuga mofletuda, es una especie un poco rara entre las suyas, pero eso a ella no le importa, porque ayudar a quien haga falta es lo que más le importa, al final, terminan ayudándola a ella a encontrar a su familia. Además, hace muchos amigos, a los que poco a poco irá demostrando una serie de valores y principios que existen, y que todos debemos reconocer y practicar. VALORES IMPLÍCITOS: Hacer amigos es fácil, pero es necesario hablar y escuchar para entenderse, ayudarse mutuamente y hacerlo siempre de corazón. No todo el mundo sabe que nuestro sitio está en el hogar, con nuestros seres queridos, pues ahí es donde nacen los hilos del amor y el respeto. Por otro lado, este relato muestra la importancia de la valentía, nos ayudará a afrontar los problemas que van surgiendo, y además nos aportará claves para solucionarlos.
ISBN 978-84-17679-38-5
A partir de 8 años www.babidibulibros.com 9
788417
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