

Esa mañana, cuando Zoe y David bajaron al sótano en casa de la abuela, encontraron libros y juguetes que ya habían olvidado.

David estaba tan emocionado por reencontrarse con aquel cochecito naranja que le había regalado papá cuando cumplió dos años que, sin darse cuenta, su pie se atascó en una trampa pegajosa para ratones.

Sin pensarlo dos veces, intentó despegarla, pero fue imposible. Luego pidió ayuda a su hermana y, entre los dos, trataron de arrancarla, pero fue inútil.