viajero
Heroica, antigua y boutique Cartagena de Indias atesora un retazo grande de la historia colonial de America Latina. Esta perla colombiana invita a perderse en sus pintorescas callecitas, dialogar con su gente y disfrutar de sus playas de arenas blancas texto y fotos: Guido Piotrkowski (Desde Colombia)
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mi ciudad hay que visitarla por varias razones. Por su historia y su cultura. Pero lo que indiscutiblemente nos hace especiales es el sabor de nuestra gente. Somos cercanos, amables, generosos y con un corazón limpio.” Así define a los cartageneros Ariadna Padrón, periodista local. Y luego de pasar unos días por aquí, hay que reconocer que esta simpática morena tiene toda la razón. Fundada por Pedro de Heredia en 1533,
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Cartagena se constituyó en un enclave estratégico. Puerta de entrada a un inmenso y rico territorio, representaba uno de los puertos más importantes para la flota española. Aquí desembarcaban los esclavos negros traídos desde Africa. “Este fue un aporte cultural que determinó por siempre a su pueblo, su música y sus tradiciones”, apunta Gloria Mendiola, promotora cultural colombiana residente en Italia. Hasta aquí llegaban también viajeros y mercaderes de todas las regiones de la actual Colombia para comprar en la Feria de los Galeones. Asimismo, fue el primer mercado de productos españoles en Sudamérica. Todas estas circunstancias la constituyeron en uno de los sitios más importantes del Caribe colonial, favoreciendo la prosperidad del lugar, reflejada en su bellísima arquitectura de época, y protegida por una gran fortaleza con el fin de resguardarse de piratas que asediaban la ciudad en busca del algún tesoro perdido. “Cartagena es una ciudad exuberante para
Para Occidente, Marruecos es un paIs exOtico, calificativo que suele estar al borde de la discriminaciOn, pero QUE tambiEn puede significar admiraciOn por haber conservado sus raIces culturales, lengua y religiOn.
vivir. Está llena de encanto y alegría, de sabores y mil colores. Es maravillosa para divertirse, explorar y tocar con la mano la cultura caribe, de la cual es una de las más acertadas representantes -agrega Gloria-. Es la ciudad con el centro histórico más hermoso de toda Colombia, en un solo sitio encuentras reunida historia, tradición, arquitectura colonial y republicana, con casas de una belleza increíble que narran la historia de una de las más importantes ciudades de la colonia española en América.” antigua La mejor forma de recorrer Cartagena es a pie. No importa si uno se pierde por ahí, quizás hasta resulta una buena idea dejarse sorprender por la cantidad de casas históricas, monumentos, palacios reales, museos y fuertes que llevaron a la Unesco a declararla Patrimonio de la Humanidad en 1984, y a Gabriel García Márquez a elegirla como sitio para su morada y fuente de inspiración para ambientar algu-
Cartagena es una ciudad exuberante para vivir. Esta llena de encanto y alegria, de sabores y mil colores. Es maravillosa para divertirse, explorar y tocar con la mano la cultura caribe. nos de sus mejores relatos, como El amor en los tiempos de cólera. Poco importa desorientarse, siempre habrá algún cartagenero amable que indicará al forastero perdido cómo llegar al sitio buscado. Las calles tienen nombres llamativos que remiten a hechos históricos. Así, se transita de la Calle de la Amargura a la Calle de las
Damas, del Callejón de los Estribos a la Calle de la Soledad, de la Calle de la Inquisición a la Calle de las Carretas. Entre las plazas, que son muchas y bellas, se puede andar desde la Plaza de la Paz, donde está la Torre del Reloj -símbolo de la ciudad- a la Plaza de Armas, situada entre las Plazas de la Aduana y la Plaza de San Pedro Claver; de la Plaza de los Coches, que fuera el sitio de venta de esclavos, a la Plaza Bolívar, con un gran monumento del Libertador. En el centro histórico conviven dos estilos arquitectónicos: las casas coloniales originales y las que se construyeron o reformaron luego de la independencia, de estilo “republicano”, donde prevalece el uso del concreto. Este detalle se puede ver claramente en los balcones, donde la madera fue reemplazada por el hormigón. Cartagena es Patrimonio de la Humanidad y no se permite construir ni tocar una sola fachada sin permiso. La ciudad pasó por un largo y paulatino proceso de restauración, y hoy luce espléndida. Si se quiere restaurar algo, hay que
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hacerlo tal como figura en los libros de historia. Entre las iglesias del casco histórico se destacan San Pedro Claver, La Catedral Metropolitana y el Convento de Santo Domingo. No hay que pasar por alto el Teatro Heredia, el Museo de las Fortificaciones, y el Museo Naval del Caribe. Un paseo divertido es el que se hace en las chivas, típicos ómnibus coloridos en los que se recorre la ciudad con una banda en vivo y canilla libre de ron. Y por supuesto hay que caminar por la extensa muralla, con sus once kilómetros entre los que se cuentan veintiún baluartes y once fuertes. Desde ahí se puede ver cómo el sol se sumerge en las aguas del Mar Caribe. Al anochecer, el plan romántico consiste en montarse en un carruaje antiguo y apreciar la magia de esta ciudad iluminada. Y para terminar el día, hay que irse de rumba por algunos de los tantos bares que pueblan la vieja ciudad, “Cada casa, patio, rincón, balcón, las torres de las iglesias, el reloj, la ciudad vieja, el Castillo, los fuertes, las playas, las islas, La Popa, hablan de un pueblo que resiste frente a la adversidad y que aún en los tiempos malos, se la sabe gozar”, señala Mabel Gasca periodista de la vecina ciudad de Barranquilla. “Por eso el reinado de la belleza, las fiestas de la Candelaria, el Festival de Cine, el Hay Festival (festival de literatura) las corridas de toros, el Festival de Música del Caribe, la rumba....las islas...el amor... las mujeres.” Cómo llegar Vuelos: Aerolíneas Argentinas tiene tres vuelos semanales vía Bogotá. Mas info: www.aerolineas.com.ar. También Avianca, Lan, Taca, American Airlines y Copa vuelan a Cartagena. Dónde hospedarse: Red Evoca de Hoteles Boutique: www.evoca.co Más info: www.colombiatravel.com
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heroica Es viernes por la noche. Hace calor, pero en la ciudad de los treinta grados permanentes está agradable para caminar. Es que Cartagena parece haber sido concebida para andar y andar. Aroldo Días Gomes, un negro de ojos líquidos, está sentado en un banco de la Plaza Trinidad, en el antiguo barrio de Getsemaní, frente a la iglesia de la Santa Trinidad. “Aquí vivían los negros, y en esta plaza fue donde se dio el primer grito de libertad”, cuenta el hombre, y su mirada azul profundo se enciende sobre su piel curtida. Este arrabal es clave en la independencia de esta preciosa ciudad, a quien el libertador Simón Bolívar bautizara “La Heroica”, luego de que sus habitantes resistieran un intenso sitio en 1815, comandado por el sanguinario militar Pablo Morillo, conocido con el mote de “el Pacificador”, a quien el rey había enviado a reconquistar las ciudades de Nueva Granada (que comprendían la actual Colombia, Panamá, Venezuela, y Ecuador) que se habían independizado, entre ellas, Cartagena. Los cartageneros pasaron así tres meses hasta que empezaron a morir de hambre. En diciembre, finalmente, se rindieron. “Ese ejemplo de valor animó a los colombianos a luchar por la independencia. Por eso, esas murallas construidas con cal y canto mezclado con la sangre de los esclavos, esas calles regadas por la sangre de los patriotas, son tan queridas por nosotros”, dice Mabel Gasca. Si bien Getsemaní pertenece al centro histórico, muchos creen que el casco antiguo termina en la famosa Torre del Reloj. Pero cruzando la Avenida del Mercado, al otro lado del Parque Centenario, se encuentra uno con este barrio encantador. Es que hay un pedazo de la fortaleza, como bien señala Arturo, que hoy en día no existe. “A Cartagena le quitaron más de treinta kilómetros de muralla”, asegura con su acento colombiano, endulzado aún más por la tonada caribeña de los cartageneros. Por
aquí hay muchos menos turistas, sus calles no se ven tan impecables y prolijas como sus vecinas muralla. Pero irse de Cartagena sin pasear por Getsemaní, un sitio que la vuelve aún mas auténtica, es una suerte de pecado. “Getsemaní es mi barrio favorito. Conserva su tradición popular. Los domingos, la gente se viste especialmente para ir a la Plaza de la Trinidad. Esa es una imagen que llevo guardada en mi retina”, señala Ariadna. En Getsemaní hay que perderse en las callecitas donde los vecinos charlan en el umbral de sus coloridos hogares, mientras los niños patean una pelota de fútbol, batean una de béisbol o juegan a las carreras de caballos con un palo de escoba. “Sus habitantes son alegres, descomplicados, viven orgullosos de sus raíces, de sus tradiciones ancestrales. Y no es raro encontrarse en alguna plaza, en alguna casa de Getsemaní, con un grupo de bailarines, de tambores, de gaitas o de artistas populares que regalan su arte mientras practican al aire libre para un nuevo espectáculo”, concluye Gloria. boutique “Getsemaní era el lugar donde vivían los artesanos, los raizales, aquellos que ganaron la independencia. Por eso es tan importante. Su población estaba compuesta de los nacidos y criados aquí. Mientras que de este lado, en estas casonas, vivían los españoles” explica María Claudia Tovar, gerente del Hotel Alfiz, un caserón restaurado en el centro histórico que forma parte de la red de hoteles boutique Evoca. Boca Grande es la zona de los grandes hoteles frente al mar. Sin embargo, aquel viajero que desee sumergirse en el romanticismo cartagenero debería optar por alojarse en el centro histórico, que cuenta con una gran variedad de alojamientos, como estos refinados hospedajes de la novedosa red. Son once exquisitos hoteles boutique debidamente restaurados, que conservan el espíritu original de la casa, cada uno con un estilo diferente. La particularidad de
esta red radica en que el viajero puede optar por hospedarse en un alojamiento distinto cada día, despreocupándose de los traslados. “Cada uno es único. Es como una colección, una carta donde el huésped puede seleccionar cuál es el estilo que desea”, explica Karl Sandrock, otro de los gerentes del Hotel Alfiz. Desde caserones del 1700 como el mismo Alfiz, que fue llevado al estado original, hasta Delirio, que conserva su fachada pero tiene cuartos de estilo moderno. Desde el Quadrifolio, con enormes habitaciones y un patio colonial hasta el pulcro Casablanca, con sus amplios y lujosos cuartos y una terraza con piscina. Y otros como el casa Pestagua, un caserón espectacular muy bien conservado; el Santa Ana, con un spa donde se ofrecen masajes exóticos, o el Bantú, que ostenta un estilo más étnico. Para quienes deseen uno a la vera del mar, pueden optar por el Punta Faro, el único que se encuentra fuera del centro, ubicado en una hermosa isla del Archipiélago de San Bernardo. playa Luego de tanto trajinar, bien vale la pena una playa bien caribeña. Una visita al Archipiélago Islas del Rosario, que abarca 23 islas de playas de arena blanca y aguas cristalinas, es entonces la mejor opción para coronar una estadía
cartagenera. Sus lagunas costeras, manglares, bosques secos, praderas de pastos marinos y arrecifes de coral se destacan por su diversidad, tamaño y color. Estas islas son el escenario perfecto para practicar deportes acuáticos como el buceo, el wind surf o kayak, o simplemente para relajarse en el Parque Nacional Natural Rosario Coral. Para llegar hasta Barú, uno de los tantas islas, hay que tomar una lancha temprano en la mañana en el muelle de los Pegasos, frente a la muralla, y navegar por la Bahía de las Ánimas. La excursión sale temprano en la mañana y vuelve antes del atardecer, ya que no se permite navegar después del ocaso. El trayecto clásico que realizan las lanchas pasa por los manglares, característicos de la región. Una vez en Barú, se puede optar por descender directamente o continuar con la excursión que recorre las islas con tiempo para el snorkel, y luego se detiene en un acuario. Esta isla de arenas blancas y aguas tibias y cristalinas es un sitio especial para practicar buceo, ya que en esta región se encuentra uno de los ecosistemas más ricos del Caribe. En Barú vive una amable comunidad de pescadores y artesanos nativos. Algunos otros han encontrado en el turismo una buena alternativa de vida. A lo largo de la playa hay
varios chiringuitos que ofrecen pescados y también vendedores playeros que pasan vendiendo ostras frescas. Algunos locales también cuentan con hospedajes simples y familiares y alquilan hamacas para pasar la noche bajo las estrellas. Baru es entonces una buena forma de terminar el recorrido cartagenero. Y así encontrar aquellos que los piratas buscaban antaño y los visitantes obtienen hoy en día. Una auténtica perla caribeña.
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