Kevin johansen
De Nueva York
a Liniers
Integrante de una generacion de cantauautores que se despego del rock para explorar otros territorios, Kevin Johansen logro establecerse en un sitio donde lo popular y lo prestigioso van de la mano. Con una historia rica en anecdotas, habla sobre mujeres, viajes, amigos, bebidas y comidas. Un manual KJ.
texto Luz Marus fotos juan carlos CaSAS
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ay una historia, esa que cuenta los comienzos del músico Kevin Johansen, que ya está contada y, sin embargo, siempre parece nueva. Debe ser que esa historia tiene todos los condimentos para nunca aburrir, para jamás repetirse; un relato que, de algún modo, siempre puede reinventarse. Ahí, en esa historia que tiene a KJ como personaje, se combinan todos los elementos posibles: el nacimiento en un sitio, digamos, exótico; padres de fuerte figura -tanto en la presencia como en la ausencia-; un viaje iniciático que parece guionado; y un reconocimiento que fue dándose de a poco, lento pero implacable, hasta que un nuevo giro imprevisto -una canción en una telenovela, hace ya unos cuantos años- lo puso bajo el foco principal del escenario. Pero KJ, haciendo gala de su propio personaje -de su propia historia-, no se dejó tentar por esa luz estruendosa y salió
de ese lugar de manera elegante, casi sin despeinarse. Y lo más importante: sin olvidarse que debía seguir lidiando con su necesario futuro dentro de la música. Esto es: pidió que le bajaran la luz pero no se bajó del escenario. Kevin nació en Alaska, de madre argentina y padre estadounidense. Pasó la infancia en el hemisferio norte y su adolescencia en la Argentina. Más tarde, durante la nota dirá que eso, la adolescencia, lo definió como argentino. Y cuando esa adolescencia empezaba a cruzar el puente hacia la primera adultez, formó parte de Instrucción Cívica, una banda de rock en ese final tan pop que tuvo la década del 80 y con quienes editó un disco que tuvo su cuarto de hora de fama, Obediencia debida. Después, viajó a Nueva York. Ese viaje, en esos primeros noventa, lo llevó a reescribir su infancia y a cerrar un ciclo. Un viaje iniciático, si se quiere. Porque cuando regresó, a eso de 2000, ya traía muy claro el plan a seguir. También traía un disco en la mochila, The Nada. Pero no hay que adelantarse. O sí, hay que adelantarse mucho y después, desandar el camino. Entonces, violento flash foward hasta el verano de 2013. Un día de diciembre, barrio de Belgrano, a eso del mediodía. El calor lo invade todo. El fotógrafo le pide a KJ que pose y KJ no sabe mucho de posar. Se nota la ausencia de gimnasia en ese aspecto. Igual, se las arregla. Como lo hizo siempre en su pasado, como lo hará en su futuro inmediato al responder todas las preguntas con una sonrisa, como riéndose. Como quien tampoco se pone tan serio para hablar de sí mismo. -En todos estos años de carrera, nunca dejaste de lado la idea de banda. No jugaste la del cantaautor solista. Siempre fuiste Kevin Johansen + The Nada. ¿Por qué le das tanto protagonismo a la banda? -El público que nos sigue es el mismo desde siempre. La banda la armamos en la Argentina, cuando volví de Nueva York, en 2000 o 2001. Así nos empezamos a hacer conocidos. Pero The Nada es un proyecto que se armó en Nueva York y es también el nombre de mi primer disco. Ese disco que traje para acá con la intención de
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probar Buenos Aires de vuelta después de varios años, sin saber qué me iba a deparar el destino. Ese primer disco tiene Guacamole, McGuevara o Che Donalds, por ejemplo. Así que The Nada es el nombre de un proyecto, es una idea fuerza que viene conmigo desde lejos. -Ya lo contaste. Pero, para situarnos, describime un poco los años neoyorquinos. -Lo de Nueva York fue medio de peli. El asunto es que caí en el legendario antro punk C.B.G.B. para tocar unos temas un día y me quedé. Para explicarme más: yo iba recomendado por un amigo baterista para tocar un
"uno debe aceptar el reconocimiento y a las groupies, pero debe ser claro. Cuando hay algo de igual a igual, es mas lindo. De todas formas, a mi el reconocimiento me llego de grande, entonces todavia lo disfruto".
plano emocional -ese rito del cariño y de los amores-, cambia, se retuerce, se pone compleja y no siempre acompaña. Porque la vida en ese sentido -en verdad, en todos los sentidos posibles- tiene para todos algo de eso que tenía la sombra de Peter Pan: mientras nosotros queremos ir para un lado, ella se escapa por otros barrios. -Te fuiste a Nueva York con tu primera mujer pero la relación no duró. Y, desde ahí, en casi todas las etapas estuviste en pareja. ¿Cómo te llevas con la soledad? ¿Te gusta? -La llevo bien. O sea, hay dos soledades. La
rato un día de semana. Pero yo sabía muy bien qué era ese bar. Por ahí habían pasado los Ramones, Blondie, los Talking Heads, The Police, Iggy Pop, Patti Smith, por nombrar algunos. Y yo estaba ahí, un martes que llovía. Tenía un tiempo de cuarenta y cinco minutos para tocar y después tocaban otros. No había más de veinte personas en el bar. Pero entre esas 20 personas estaba Hilly Kristal, el dueño del C.B.G.B. Yo ya estaba hecho por tocar ahí, en ese templo de la música. Pensaba que después se lo iba a contar a mis amigos. Cuestión que toco y, cuando termino, viene un tipo grandote, de barba y panza de cerveza y me dice: “I like what you do”, (“Me gusta lo que hacés”). Y el tipo era Kristal. Pero Hilly no se queda ahí y agrega: “Podés tocar acá todo lo que quieras, foguearte, probar... empezar a hacer tu música”. Yo tenía 25 o 26 años. No lo
podía creer. Fue el momento justo. -O sea, que te descubrieron como a una modelo en la playa. -Sí, algo así, fui descubierto como una modelo en la playa.
buscada y la encontrada. La buscada me gusta porque la busco, justamente. -¿Nunca te tocó la encontrada? -Sí, por supuesto, te toca. Muchas veces. Pero no la sufro tanto como otra gente porque la música acompaña, me sirve para tocar, para conectarme, para elucubrar una idea. La encontrada es más difícil. Cuando te sentís solo. Cuando estás “con el cachete caído” como decía Calamaro. Es más dura. Pero me parece que todos vivimos en una película de Woody Allen y que hay que reírse un poco de uno mismo. -Supongo que ahora estar solo se te vuelve más difícil. La verdad, tengo que preguntarte esto: ¿Cómo manejas el tema de las groupies? Y no me digas que no tenés porque no te creo. -Sí, claro que hay groupies, por supuesto: el músico genera una atracción. Y, la verdad, eso te divierte, te gusta, te halaga, de todo un poco.
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mujeres Acá hay cierto momento acelerado de la historia -no será el último- donde KJ se convierte en house band del C.B.G.B. Pero, al mismo tiempo, comienza a tocar en otros lugares míticos de Manhattan en los 90, como Knitting Factory y el Mercury Lounge. La década va pasando rápido, concreta. Se vuelve real y, por momentos, cargosa la idea de KJ: ya no debe soñar con ser músico, ya es músico. Ahora los sueños deben picar más alto. Mientras tanto, la vida sigue, ahí en Nueva York y después en Buenos Aires. Y como suele hacer la vida, sobre todo en el
-¿Nunca te trajo problemas? -Lo mío no es tan rockero. Igualmente hay cancionistas que tienen muchas groupies desde Serrat para abajo… Sabina, sin dudas. ¡Hay tantos y tantas historias! Creo que sobre este tema uno acepta la ofrenda de alguien pero se debe ser muy claro. Todo depende de la claridad. Cuando hay algo de igual a igual, es mucho más lindo. De todas formas, creo que hay gente que le llegó el reconocimiento a los veinte años y ya están repodridos. A mí, como me llegó después de los treinta, treinta y cinco, todavía lo estoy disfrutando. Me río mucho
-Sí, algo hay, pero yo te diría que mis temas de amor están hechos sobre un estado más que sobre una persona concreta. Cuando hay un estado previo, de un enamoramiento que se viene, la previa. ¿Viste la previa como cuando vos estás enganchado con alguien y estás disfrutando como mera calentura mental? Eso de “uy qué bueno parece que voy a estar con esta persona", antes de estar. Y eso es lo más fuerte para mí. Esas canciones las compongo en ese momento, que es hermoso, porque es el momento de la fantasía, no de la concreción. Cuando uno está como en una nube de pedos,
de cierre. Ella en un momento me dijo: “¿Por qué no estudias aunque sea locución, con esa voz que tenés?” Pero, bueno, como era una época en que estaba todo confuso todavía por acá, mi vieja dijo: “Bueno, andate a Nueva York.” Me bancó mucho. Inclusive me dijo cosas muy lindas como: “Yo te veía tirado en el sofá, tocando la guitarra, y me asustaba. Pensaba: 'uy, este es un vago' y después me di cuenta de que estabas elucubrando ideas”. En realidad, tenía razón mi vieja al pensar eso: yo era un vago. Pero era un vago que estaba componiendo canciones.
de mí mismo y me divierto con la atención de un público y de las groupies y lo agradezco. Es como que digo: ¡Qué bueno que llegó! -¿Cuál fue tu primera admiradora? -Tal vez mi hermana, Karina. Con ella tenemos un amor muy fuerte, a pesar de que somos muy diferentes. Yo le llevo cuatro años y nací en Alaska y ella en Arizona. Y más allá de las diferencias, tenemos cosas muy parecidas. Nos vemos reflejados mucho el uno en el otro. Y creo que aparte nos unió la experiencia de ser hijos de una madre soltera, porque mi padre nunca estuvo. Imaginate que nuestra madre, con treinta y cinco años, volvió como el tango, a la casita de los viejos. Y con mi hermana pasábamos mucho tiempo solos porque mi vieja laburaba. Eso nos unió mucho. -¿Alguno de tus temas está dedicado a una mujer real?
y está buenísimo ese estado de ensoñación. Yo creo que es ambiguo. Parece que estás re volado, pero el soñador es un tipo que está desafiando a la realidad todo el tiempo. Y tiene que hacerlo con los pies bien en la tierra. El tipo que patea el tablero y dice: “Pará, parte de la realidad es el sueño también, es el combustible para que vos puedas seguir”. -Cuando todavía no ganabas dinero con la música, ¿eso te traía problemas con la familia o con algunas mujeres? ¿Te llegaron a decir: largá la guitarra y buscate un laburo de verdad? -Mi madre tenía mucho temor de que fuera músico. Primero, como ella era académica, el gran problema fue cuando le dije que no quería seguir ni un terciario. La secundaria la terminé creo que como ocho años después. Debía dos materias y las colgué años. Las rendí antes de irme a Nueva York, como una especie
amigos Volvemos a Nueva York y a la música. A la figura fuerte y un poco paterna de Hilly Kristal, diciéndole al joven KJ que siga tocando, que no deje, que no se agote antes de comenzar. “En Nueva York no la padecí porque si bien no vivía de la música, estaba en un ambiente musical. Aparte, mi encuentro con Hilly fue a los dos meses de haber llegado. Tuve mucha suerte. Llegué y conseguí un mentor groso. Para mí era un honor que viese potencial en mí. El siempre me decía: “No te veo llenando estadios porque lo tuyo es ser un cantaautor, un compositor. Te veo, si hacés las cosas bien, llenando teatros para dos mil, tres mil, cuatro mil personas”. Y yo por dentro me decía: ¿Dónde firmo? Quiero esto ya. El tipo vio algo ahí. Yo decía que era mi mentor tormentor. Porque era como el pajarito que te dice “dale dale dale”. Por ejemplo, cuan-
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do me separé de mi primera mujer, en 1993, yo estaba medio dejado. Si bien fue buscado, uno se pone triste igual. Y el resultado fue que había dejado de tocar en vivo. Entonces, Hilly me decía: “Tocá, seguí, no importa. Si querés cantar canciones tristes, cantalas. Pero seguí”, cuenta Kevin en este verano porteño con cero tristeza. En verdad, lo cuenta con alegría, con la alegría que aporta haber tomado nota del consejo correcto. -Los músicos suelen tener un gran ego. ¿Es difícil para un músico hacerse amigo de otro músico? -Vas encontrando amigos, y creo que la amistad con colegas es algo que nunca termina. A mí me gusta sobre todo cuando uno traspasa la cuestión del mètier, de la pose. De “ah bueno vos sos músico yo también, hablemos de música.” Nah… hablemos de otras cosas. Amigos son Jorge Drexler, Paulinho Moska, Lisandro Aristimuño. Creo que la amistad es algo que vas buscando y vas encontrando. Después, tengo amigos de la infancia y adolescencia: mi gran amigo Julián Benjamín, con quien tuve mi primera banda, y algunos otros. Yo digo, laburando con Liniers: “¡Qué bueno tener a uno que no sea músico arriba del escenario!”. -Hablando de Liniers. Leí que la idea de trabajar juntos surgió en un asado. Contame cómo se conocieron. -El siempre cuenta que me escuchó en la radio, en el programa de Fernando Peña. Me estaban haciendo una entrevista. Era 2001 y él se había enamorado de ese disco, The Nada. Enseguida pegamos muy buena onda y sur-
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"el humor me Sale natural, pero no en todos los temas. hay un guiño muchas veces. Me gusta la inteligencia en el humor. obligar a una segunda lectura."
bilingüe y ella me mezclaba los idiomas: italiano, portugués, inglés. Mi familia es de origen todo castizo, todo español. Así que soy mitad ibérico. Ella era muy musical y mi papá también. Siempre estaba presente la cosa lúdica, el juego de palabras, incluso en varios idiomas. Hacerla reír a ella era mi objetivo. Me divertía hacerla reír. De ahí, tal vez, la búsqueda en los juegos con las palabras. Y el humor en las ideas, siempre. En esa época de mi niñez empezó el tema de la escritura. Después, en La Escuela del Sol, estaba el típico taller literario. Y fui al taller, con Carlos María Carón y Betina Carón como profesores y talleristas. Ellos creo que inspiraron en mí el tema de la escritura, que arrancó con poesía y cuentos cortos. -¿Tenés idea de publicar algo, más allá de lo que hicieron con Liniers en OOPS? -Sí, hay ideas, van a salir cosas mías. Hay muchos cantautores o cancionistas que escriben, desde Chico Buarque hasta Leonard Cohen. En algún momento va a aparecer. Es posible y es probable. -¿Cómo te completás en el trabajo con Liniers? -No siempre es igual. Por ejemplo, el tema No me abandones, es una canción que yo compuse en Nueva York. Y surgió como referencia de los centroamericanos y caribeños que yo conocía. Eran hombres y mujeres muy cancheros, muy de los que se las saben todas, muy chantas. Estaban a veces borrachos y te contaban su historia en la plaza: “Que yo tengo musha noviaas y mi mujé me deja tener novia” y cosas así. Y Liniers le encontró otra salida genial, con la bala que le dice al revólver “no me abandones” o la tostada a la tostadora. Es una metáfora de las relaciones amorosas. -¿Hombres y mujeres cancheros o sólo hombres? -Hombres y mujeres. Ahí no hay distinción de género. Es como una actitud de falso espíritu libre. Yo les decía “tu mujer o tu hombre te va a dejar”. Tiene mucho que ver con la cultura centroamericana y caribeña. Me gustaba mucho la idea del tipo como chanta. -El chanta caribeño -Sí, chanta querible, pero chanta al fin.
Agarrarse de algo que sorprenda al público. -Esa respuesta suena más literaria que musical. Además de escribir canciones, ¿vos escribís ficción? -Sí, siempre. Bueno... veníamos con mi hermana de una madre muy particular. Una madre argentina muy leída, académica, hablaba siete u ocho idiomas. El lenguaje y los idiomas estaban muy presentes en casa. Jugábamos al Scrabble
miscelaneas Ahora entramos en una zona parecida a cierto limbo temporal. Es que cuando se hace esta nota todavía KJ no tocó con su banda en el Gran Rex el 28 de diciembre presentando su Fin de fiesta, un video-clip-excusa para recorrer su historia musical y, también, para mostrar los nuevos trabajos en conjunto con Liniers. Pero cuando aparezca esta nota, ese recital formará parte del pasado. Entonces, para romper con
gió la idea. En eso, Ediciones de la Flor sacó OOPS, que es un libro con letras mías y dibujos de Liniers. Ahí la cosa comenzó a tomar forma. -¿El humor en tus canciones te sale natural en la primera versión o es en una segunda revisión? -Sale natural, pero no sale en todos los temas. Sí hay como un guiño muchas veces. Me gusta la inteligencia en el humor. Me gusta el aspecto de las referencias. Como si te dijera: obligar al oyente a una segunda lectura. Como “a ver...qué quiso decir este hijo de su madre”.
esta paradoja del tiempo, lo mejor son las preguntas de respuesta rápida, las que obligan a elecciones sin demasiada reflexión o, si se quiere, donde la reflexión ya fue hecha hace mucho, tanto tiempo que ni siquiera se recuerda. -¿Qué tragos te gustan? -Soy sencillo. Me gusta una caipiroska o un Cuba libre. Me gustan también porque esos tragos tienen seudónimo. La caipiroska, como se hace con vodka, en Brasil le dicen: mentiroska, porque para los brasileños ese trago sólo se puede hacer con cachaça. Y al Cuba libre, los gusanos de Miami -los cubanos opositores de Fidel Castro- le dicen Mentirita. “Dame una Mentirita, porque Cuba no es libre, chico”. Antes me gustaba el destornillador que es vodka con naranja. O sea, todos tragos de minita. -Te faltó el daiquiri de frutilla -A tanto no llego, por suerte. En Nueva York me gustaba el White Russian y el Black Russian. Después, el Manhattan. -¿Y tu comida favorita? -La verdad es que soy muy amplio. Me eduqué bastante en Nueva York donde se puede comer muy bien, muy barato y muy accesible. En Nueva York lo caro es el alquiler. Yo comía desde japonés americano hasta hamburguesa de soja, comida hindú, sushi. Conocí también la cocina rusa y ucraniana, había un par de lugares que se llamaban Kiev que te servían unos raviolones riquísimos con cebolla y una crema. También me gusta mucho la comida mexicana. Pero acá eso es difícil porque con el picante los argentinos somos muy maricones. -¿Salís de noche en Buenos Aires? ¿Te vas de bares? -Me hice muy amigo de un personaje que le dicen “El tío” y tiene dos bares. Antes era uno de los dueños de Niceto, ahora es dueño de Río y de Congo. Y voy ahí a visitar a mi amigo. Porque “El tío” es un personaje divino. -Los músicos tienen fans, eso está claro. ¿Pero los músicos son fanáticos de algo o de alguien? -Soy re fan de Henry Miller. Y de las pelis de Alfred Hitchcock. Y, por supuesto, soy recontra fan de Caetano Veloso. Me encanta todo lo que hace, pero me quedo con una balada muy triste, Sozinho. Una balada con una letra muy triste y linda que habla de esas cosas que nos pasan o pasaron alguna vez a todos: eso de “la habíamos pasado tan bien y ahora dónde estás”. -¿Te sentís argentino, estadounidense o extranjero en todas partes? -Me siento mucho más argentino que cualquier otra cosa. Para bien o para mal, me siento muy argentino. Alguna vez alguien me dijo que uno es de donde pasó su adolescencia. Y mi adolescencia pasó acá.
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