entrevista
Mike Amigorena
De mendigo a principe Empezo haciendo obras en el off y cantando en el subte. Recorrio todo el circuito under antes de que la television lo volviera un personaje del espectaculo. Ahora, protagonizando a Hamlet en el Shakespeare de Juan Carlos Gene se siente a sus anchas: es que ahi el principe de Dinamarca se permite la duda. Y Amigorena es, desde chico, una duda permanente. texto Gabriela Radice Fotos Nora Lezano Produccion Andy Benegas
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er o no ser? Esa es la pregunta de Hamlet. ¿Es o se hace? Esa podría ser la pregunta de Mike. Mike no es Miguel, ni Michael, como quería llamarlo su madre, allá en Mendoza, en memoria de su abuelo. Su madre no pudo, él sí. Mike es, en el documento de identidad, Ricardo Luis, como su papá. “De movida hay algo que no es y es, desde que nací”, reflexiona. Amigorena es irreverente 24 x 7, aunque dé la sensación de no hacerse cargo de sus provocaciones. Juega con los bordes, explora todo el tiempo. Llega al extremo y lo pasa. Y es contradictorio porque, quizá por su formación familiar, muchos valores conservadores están bien enraizados en lo más profundo de su ser. Con la contradicción como estandarte, quién mejor que él para interpretar al príncipe Hamlet, ese ícono soñado por la mayoría de los actores y erigido por los críticos del mundo como el personaje de los personajes. Sin embargo, este universo no es nuevo para Amigorena. El caminó el territorio shakesperiano con autoridad. Aunque, claro, Hamlet siempre es Hamlet. “Es una tesis que hace el actor, que te elijan para hacer Hamlet es un premio en sí”, dice sobre este desafío inesperado, que le llegó luego de hacer La noche antes
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Amigorena es irreverente 24 x 7, aunque de la sensacion de no hacerse cargo de sus provocaciones. Juega con los bordes, explora todo el tiempo. Llega al extremo y lo pasa. y lleva la contradiccion como estandarte. ¿quien mejor que el, entonces, para interpretar a hamlet?
de los bosques. Justo a él, que le gusta hacer teatro-televisión, teatro-televisión-cine, esta posibilidad le rompió todas las estructuras. Era impensado un no, porque además de ser Hamlet, además de ser Shakespeare, venía de la mano de Juan Carlos Gené -“un animal de teatro, un formador de actores, un prócer”que aceptó cada una de las propuestas del actor para sumar osadía al personaje, patines incluidos. Claro que Gené no se quedó atrás, si hasta propuso que se ponga un vestido de mujer o una escena en la que Horacio le pintaba las uñas a Hamlet, escena que no llegó a concretarse sólo por una cuestión de tiempos. “¿Por qué te pintás las uñas?, me preguntó Juan. Le contesté: qué sé yo… por aburrimiento, por adorno, por Ambulancia. Ahí me sacó la cabeza. Ah, ¿eso querés?, me preguntó. Y me dijo: ¡Vamos mañana mismo a hacer Hamlet!”. Y ahí fueron juntos. Es que Mike es de los que piensan que esa solemnidad ante los clásicos, ese respeto frente a la letra inmaculada, en un punto, sólo están esperando a que alguien se anime a la ruptura. Y Gené también. ¿tv or not tv? El corrosivo Amigorena trata por sobre todas las cosas de perfeccionar el instrumento. Como persona y como artista. Hace varios años ya que su nombre empezó a tomar fuerza en el mundo teatral con obras como Shakespeare comprimido, o El niño argentino, o con su banda Ambulancia. Sin embargo, fue la televisión la que tras el suceso de Los exitosos Pells, le dio el reconocimiento, la entidad como artista ante los ojos de mucha gente. - ¿Ser o no ser... parte de la Tv? - Lo que pasó hace dos años fue un compendio de muchas cosas que explotaron… Fue una eclosión… No, no, no, decían, yo
lo vi en Shakespeare comprimido. ¡Ah no!, este pibe cantaba en los subtes. ¡Ah! hizo Tiempo Final… Dio un casting en el ’94 conmigo, era pésimo… Fue el camino caminado, la madurez. -Y con la tele viene el reconocimiento del público. ¿Cómo te llevás con ello? ¿Te gusta que te aborden, vos que aparecés a los ojos de la gente tan cool y a veces tan hermético? - Es una dicotomía. Me gusta, sí, pero me gustaría saber por qué… A ver, ¿por mi trabajo? ¿Porque soy loco? ¿Por admiración? ¿Porque te curo? Es difícil, pero me gusta, he notado cariño. Pero depende de cómo esté. Odio las fotos y es lo primero que te piden. Hay que convivir con eso. Eso va a ser así hasta que me muera. Y si no te pasa, ¿qué? Es horrible si no te pasa. Ahí viene la reflexión y decís, loco, agradecé que te pasa esto. Nunca estudió. Ya en Buenos Aires hizo algunos seminarios, pero le huye a los maestros. “Creo en los lugares en los que uno puede desarrollar lo que uno es. Soy un convencido de que hay algo que uno tiene, que en un espacio se desarrolla. Si hay algo que está enquistado, el maestro te ayuda a sacarlo, te pule lo que ya sos, pero ¿enseñar? No, les escapo a los maestros, a los profesores”, dice con la autoridad de un maestro. - ¿Importa más crecer que aprender? ¿O se aprende creciendo? - Hay un paralelismo entre el actor y su madurez. No podés ser bueno si no sos maduro, si tu cuerpo no transitó, no carreteaste vida... Por más que seas simpático, ¡ay!, hace ruido, canta… es lo que hice toda la vida cuando niño. Pero lo otro estaba como cerrado, porque estaba esperando ser experimentado por este hombre que soy ahora. -Muchos son los personajes que te ha tocado construir en tu carrera, pero ¿hay una construcción también para el personaje Mike Amigorena?
- No te podés proponer ser así o asá, se te nota. No podés ser rarísimo por técnica. Soy así desde que nací, soy un espíritu libre. vivir en la paradoja Mike dice de sí mismo que es terco, quisquilloso, detallista, reflexivo, exigente. Y crítico. “No obsesivo, ¿eh? Me quiero. Mi método es la disciplina. Disciplina… No me puedo dormir si no me sé la letra.” Dice que no va al teatro porque se aburre y no puede sostener la atención. Se ha reconocido públicamente más de una vez como vago a la hora de estudiar. Resulta curioso, o contradictorio una vez más, ya que en teatro ha representado textos complejos y extensos. “Es una paradoja. No leo, porque vivo leyendo. No soy vago porque no dejo de ser disciplinado. Lo hago porque es mi trabajo. Es un desafío y es el alma que me pide eso y me premia con la capacidad de sostener algo. Mi misma alma que me dice bueno, ahora podés hacer cualquier cosa, ya está, no hagas nada, quedate en tu casa, no sepas nada de nada...” Mike, el que se dice quisquilloso, es respetuoso, puntual, amable, acepta sugerencias, chequea las fotos en la sesión y celebra cada toma como un chico feliz. Feliz como se lo nota en escena. Intenso. Un feliz provocador que encuentra una cuerda que vibra en su misma frecuencia en el texto de Shakespeare, la cuerda de la contradicción. -En Hamlet, las escenas con la madre o con Ofelia están cargadas de un gran desborde, sobre todo cuando se mezclan amor con recriminación, amor con locura. ¿Cómo vivís esos momentos? - Por amor, en lugar de crecer, uno puede involucionar con el otro. O el otro activa lo peor de uno o viceversa… Amigorena parece responder por Hamlet,
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"Es una paradoja. No leo, porque vivo leyendo. No soy vago porque no dejo de ser disciplinado. Lo hago porque es mi trabajo. Es un desafio y es el alma que me pide eso y me premia con la capacidad de sostener algo. Mi misma alma que me dice bueno, ahora podes hacer cualquier cosa."
pero aparecen esos paralelismos y, entonces, desanda el camino y responde a la pregunta por Mike: - Esas cosas yo las comparto, no me cuesta hacer eso. Ni por la madre… no quiero ser pesimista pero con ese tema estoy refrío. Estoy refrío y a la vez es como que necesito mimos. Hace mucho que no veo a mi madre, hablo con ella, pero corté una relación que era muy pegote. - ¿Ponés barreras? - Son anticuerpos… Son necesarios los mimos, como la comprensión, la contención. No es fácil para mí encontrar afinidad… vas como viendo qué le suministrás al corazón, hablás con él. De vez en cuando le das mimos, tampoco tengo paciencia con lo que no es querido. No es como a los 24 que me daba lo mismo, cogía con todas, bueno con todas tampoco… (se ríe). No, no, no, ahí está mi lado conservador, siempre fui una persona para una mujer. - ¿Te bancarías estar solo? - No creo… (piensa un poco… duda, como Hamlet)… ¿si me bancaría? ¡Soy solo! -Ser o no ser, ¿cómo modifica esta duda a un hombre? ¿Ser qué? - Yo me lo preguntaba, me lo pregunto…Es más simple, Shakespeare es muy inteligente. Tengo una afinidad muy grande con ese pensamiento. Y más cuando empezás a tener éxito. Cuando vos no tenés éxito todo es una duda. Uy, ¿qué me pasará? Pero cuando vas empezando a tener logros, comenzás a entender que todo es efímero, tanto el fracaso como el éxito. ¿Qué es? Es un escape del hombre ese “no ser” y por otro lado es un acto de cobardía, no enfrentarse con lo que uno es, con la especie. Lo primero que soñé ya lo tengo, entonces ¿qué se hace ahora? ¿Uno debe volverse a poner objetivos? Alguno dirá que eso se puede leer como la actitud de un disconforme. ¿Te aquietás, te quedás en el molde? Otros dirán que esa es una actitud conformista. - Entonces, ¿cuál es la próxima zanahoria? - Me queda un par de zanahorias, no muchas, pero intuyo que puede llegar a ser el hijo.
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Aunque no sé. Porque cero, soy cero… Hay un lugar donde me pone ese tema, un lugar que es tan poderoso, que no quiero ni verlo. Hay una parte interna mía de paternidad y de cuidado que ni la miro. Eso sería interesante, pero por ahora me voy a dedicar a alimentar o respetar mi espíritu libre, porque también soy consciente del paso del tiempo. - ¿Te tortura el paso del tiempo? - No, no me tortura pero es muy evidente. Voy a cumplir 40. ¿Qué hago? ¿Me apuro o me aquieto? Mirá como es, la vida hace así (chasquea sus dedos) y... ¡voy a tener 50! ¿Cómo la disfruté? ¿No haciendo nada? ¿Viajando? ¿Hice lo que quise? Ojo, que con esa me muero tranquilo… Pero ¿y no tuve un hijo? ¡No tuve un hijo! Hay una dicotomía ahí, una contradicción. Me encantaría tener un hijo, creo. Pero si es no así, será no, entonces. - El espíritu libre o un hijo, el encadenamiento mayor… - Es tremendo… El espíritu libre también es casi un encadenamiento. Porque el espíritu libre habla de hacer lo que uno quiere. No hay ataduras, entonces te ata tener libertad. En esos casos, no sabés qué sos, no sabés qué querés. - ¿Y cuáles son los placeres de un espíritu libre? ¿De qué disfruta? - ¡De comer! Vivo para comer. Vivo para dormir. Vivo para escuchar la radio. Pequeñeces. La música, siempre. La música es el bálsamo, una anestesia para soportar o adornar lo que estás viviendo. - ¿Y hacer Shakespeare? - Eso es trabajo, es un combo… Hacés la obra cinco veces por semana, vas al teatro, ya empieza, me pongo nervioso. Uy, me toca entrar. Me meto en la obra, me olvido de cómo me sentía hace 5 minutos, me entrego. Me digo divirtámonos, hagámosla mejor. Y ya en el final, estando triste, estando en el cementerio, ya estoy pensando en el chori que me voy a comer al lado. ¡Qué felicidad! Y ahí se produce la ceremonia, la vuelta a casa. Está buenísimo estar en tu casa.
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