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DE NUEVA YORK A LISBOA Y DE LONDRES A SAN PABLO, A LA VEZ QUE CRECE LA POBLACION VEGETARIANA, AUMENTA TAMBIEN EL MERCADO DE LOS ZAPATOS FABRICADOS SIN MOLESTAR A LOS ANIMALES.
texto Silvana Moreno
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fotos Facundo Manoukian y gentileza de las marcas
pasarlos buscando zapatos. La chica sigue registrando entre los estantes, sin convencerse de llevar nada, ni siquiera los modelos portugueses de Novacas, en microfibra y sin PVC, lo mejor del lugar. Al rato, el amigo se acerca, la empuja con ternura y le dice satisfecho: -Listo, encontré otro lugar muy cerca de acá. Vamos, vamos, vamos. -Pero si yo estuve días y días googleando en Buenos Aires… -En la guía vegana que venden acá había un buen dato, estamos a dos estaciones de subte. Y así llegan al East Village, subieron una escaleritas, tocaron timbre y se encontraron con 99X: un local orientado a la estética británica un poco punk, otro mod, otro skinhead, con marcas como Fred Perry, Ben Sherman, Londsdale, Merc, Alpha Industries, y una gran selección de zapatos veganos con mucho estilo. -No sé qué pasa que no aparecemos en Google últimamente, lo lamento -dice el vendedor, un chico lindo y con cara de bueno. Y sigue: -¿Qué número calzás? -35. -Mmm… No hay mucho en ese número, están estas botas de lluvia amarillas de Vans y… déjenme ver qué más tengo en el depósito. Ya faltan 15 minutos para el desfile. El chico baja, sube y, milagro, trae en la mano dos pares de las agotadas Dr. Martens veganas. El modelo 1460, las clásicas cortas y negras, el icono rockero desde el punk en adelante. Lo que la chica de la bota rota siempre había soñado. -Una es 35 y la otra 36, ¿te querés probar las dos? -Sí. ¿Cuánto salen? -70 dólares, porque es un remanente. -Llevo estas 35 puestas, gracias. La historia es verídica (aunque 99X ya no existe), pero no todos los veganos tienen esa suerte.
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orror. Faltan 40 minutos para ir al desfile de Custo Barcelona en una carpa del Bryant Park neoyorquino, durante la New York Fashion Week, y una bota de material sintético hecha en la porteña galería Bond Street se acaba de romper. Debajo asoma una media rosa flúo. -Acá tengo las direcciones de las zapaterías veganas, no tenemos mucho tiempo pero estamos cerca de una, ¿vamos rápido y me compro un par?, dice la chica de la bota rota. -¡Dale!, contesta su amigo. Y salen raudos hacia MooShoes, en Orchard Street. El espacio es grande y esperan cantidad de cosas fabricadas sin ser crueles con los animales. Hay desde buzos celestes con una vaca pastando en paz dibujada en el frente, hasta libros de cocina vegana que proponen delicias sin hacer intervenir a nadie del reino animal. Y, lo más importante, hay cantidad de botas, zapatos, zapatillas, cintos y carteras que no son de cuero. De todas formas, la tienda está lejos de ser el paraíso de la chica de la bota rota. Su amigo inspecciona todo y se indigna por lo bajo: -¡Pero no podés, no podés! Este material parece plástico, ¡parecen zapatos baratos de Once! ¡Y estas botas imitación Dr. Martens cuestan 150 dólares! No lo puedo creer. -Sí, ya sé… es feo y caro, ¿pero qué puedo hacer?, se angustia la chica. -¡Por favor, comprate unas Dr. Martens y listo! -Es que no entendés… ¡no puedo usar cuero! -¡Sí podés! ¡No querés! -No, no puedo. Por la misma razón por la que no como carne… respeto por la vida de los animales. Y me duele en el alma saber que nunca voy a tener unas Dr. Martens. Pero es así. También había leído que hace unos años tuvieron una edición limitada vegana, pero se agotaron y ya no las hacen más. Y esto sería al menos una opción real… Además, voy a estar en Nueva York sólo cuatro días, no voy a
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abundancia internacional, creatividad local Dejar de usar cuero es una decisión que muchas veces se toma en conjunto con la de dejar de comer carne. “Los vegetarianos evitan la carne a causa del sufrimiento animal, los efectos negativos en la salud y el daño ambiental que conlleva comer cadáveres”, como dijo León Tolstoi. “Los veganos llevan esta razón al lógico fin de evitar usar cualquier producto animal hasta donde sea posible”, se lee en The Vegan Guide to New York City (La guía vegana de la ciudad de Nueva York), de Rynn Berry y Chris Abreu-Suzuki, una lista de recomendaciones de restaurantes, casas de comida y de negocios respetuosos de los derechos animales, que desde 1994 se actualiza año a año. Y, también año a año, el panorama va mejorando, sobre todo en el Primer Mundo, donde la demanda vegana está satisfecha por un número creciente de emprendimientos. Hay que buscar, pero también hay qué encontrar. En la página de PETA, es decir, People for the Ethical Treatment of Animals (gente por el tratamiento ético de los animales), se pueden encontrar 80 tiendas en su Shopping Guide to Compassionate Clothing (guía de compras de ropa compasiva) que, además de zapatos, ofrecen carteras, cintos, billeteras, equipaje, bolsos de DJ, tiras para guitarra, zapatillas de ballet, botas de escalar y más. La ONG también dispone de www.petamall.com, un sitio web con recomendaciones que incluyen comida, ropa, joyería, libros, música, juguete, y más. Otra estrategia es pasar por un local de The Body Shop y preguntarle a cualquier vendedor sobre zapatos veganos: aunque no es lo que venden ahí, no se les permite usar cuero. Pero las cosas no son tan fáciles para un vegano que viva en la Argentina: por acá, la 84
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búsqueda de un par de zapatos se puede transformar en una verdadera peregrinación. Pablo Novella, uno de los DJ del Faena Hotel, es vegano. Cuenta su experiencia local: “En lo personal, a la hora de elegir calzado es fundamental el estilo, la buena calidad y el precio razonable, cosa que difícilmente se conjuga con el uso de material sintético, porque se puede encontrar algo con onda y bien hecho pero a un precio carísimo, o algo accesible pero sin estilo y de calidad regular o mala. Por eso, hace bastante tiempo que no compro zapatos. Tengo que reconocer, muy a mi pesar, que la última vez que lo hice, hace unos tres años, terminé comprando de cuero, porque no en-
Las cosas no son tan fáciles para un vegano que viva en la Argentina y alrededores: por acá, la búsqueda de un par de zapatos se puede transformar en una verdadera peregrinación. contré nada copado, sintético y a buen precio. Supongo que si voy por Palermo encontraré algo interesante y con material sintético, pero no voy a pagar precios de diseño. De todos modos, mis próximos zapatos serán veganos”. Un vegano local empezará investigando por su zona de influencia. Zapatillas de lona al principio, siguiendo por zapatos sintéticos de materiales más o menos elaborados (que respiren y permitan la ventilación del pie). Zara cuenta con un gran stock de zapatos sintéticos, y hasta marcas como Adidas tienen cada tanto productos que no llevan nada de cuero. Hay
que estar en el momento justo en el lugar justo. Habrá que permanecer alerta y no dejar escapar ninguna oportunidad. Los principiantes, desesperados al principio, seguramente apurarán el paso hacia zapaterías económicas, no tanto por ahorrar como animados por la evidencia de que lo que ahí se vende, aunque los vendedores lo afirmen exageradamente, no es cuero. La prueba del olor no falla. Aunque, claro, seguramente el producto durará intacto unos pocos meses, y se trata de sintéticos de baja calidad, sin ventilación. Otros veganos prefieren recorrer ferias americanas y usar cuero de segunda mano, como para no influir en la demanda. Una alternativa razonable sería la de encargar zapatos a medida. Pero no funciona en un país donde la importación de materias primas es tan irregular que difícilmente un zapatero se cruce dos veces con el mismo sintético. Le pasó, por ejemplo, al diseñador Marcelo Ríos, que se entusiasmó hace años con la idea de lanzar una línea vegana. Pero, cuando detectaba un material resistente, permeable, ideal, no pasaba mucho tiempo antes de que no volviera a importarse. Y otra vez a experimentar con cuerinas inciertas. Aún así, en su haber figuran algunos durables borceguíes veganos. “Por suerte, la cosa está cambiando y empiezan a haber componentes de buena calidad en el mercado. Porque el mercado vegano crece, y, si sigue al ritmo que viene, en poco tiempo ya no tendremos problemas en contar con buenos materiales para la construcción de un buen par de zapas”, se esperanza Ríos. Por eso, al menos para las mujeres veganas, la firma brasileña Melissa es una bendición. Sobre todo, porque hace un año también se consiguen en Buenos Aires estos zapatos de
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plástico recuperado en una sola pieza, irrompibles, hipoalergénicos, perfumados, blandos y cómodos, con versiones diseñadas por Vivienne Westwood, Jean-Paul Gaultier, la arquitecta angloiraquí Zaha Hadid y brasileños como Isabella Capeto y Alexandre Herchcovitch. Antes, la costumbre veganofashionista era comprarlos o encargarlos a alguien que viajara a Brasil, sobre todo a San Pablo, donde está su local bandera con infinidad de modelos, colores y acabados (gamuzados, con brillo, con texturas que hasta imitan gotas o el croco). Y, a pesar de tanto glam, el precio es menor al de un buen par de zapatos de cuero. MAPA DEL VIAJERO La estrella de la oferta internacional es, sin duda, Stella McCartney. La diseñadora, que heredó de sus padres, Linda Eastman y Paul McCartney, el respeto por los animales, es
la mayor activista vegana en el mundo de la moda. Tanto en sus desfiles en las grandes semanas de la moda como en sus locales que esperan en los barrios más elegantes del planeta, demuestra que el cuero no es indispensable. Y, por suerte, Dr. Martens volvió a fabricar su colección vegana, y ahí están las botas cortas y los zapatos acordonados, con microfibra símil cuero, con la misma garantía de duración de por vida que los modelos clásicos. Por su lado, H&M es un buen lugar para comprar, con una gran variedad de modelos en lona y poliuretano. Aunque de vez en cuando usan cuero, la multinacional es muy estricta con respecto al origen del material. Su política de producto, detallada en su website, no vende piel auténtica, no acepta cuero de especies exóticas (cocodrilos, serpientes, etcétera) ni proveniente de la India, “debido a la existencia de su cruel traslado de animales”.
El vegano viajero y buscador incansable de zapatos sabe que Londres y Nueva York son puntos imperdibles porque, además, suman otras marcas que, aunque tengan menos diseño y originalidad, son fundadas y dirigidas por veganos. Una de las pioneras es Vegetarian Shoes, en Gran Bretaña: desde 1990 ofrece zapatillas blancas deportivas hasta zapatos clásicos con taco, pasando por botas de cáñamo para trekking, para trabajar, y hasta camperas motoqueras. Su fundador, Robin Webb cuenta que empezó a hacer zapatos porque “siendo veggie no quería usar cuero. Entonces hice un gran descubrimiento: un material de microfibra sintética usado para velas de embarcaciones. Se veía y se sentía como cuero flexible pero, a diferencia de los otros sintéticos, respiraba”. Para aprovechar viajes propios y ajenos.
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