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Editorial
Balcei 189 mayo 2020
# alcorisasaleunida
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A PANDEMIA MUNDIAL, CIVISMO LOCAL
Nadie pensaba que en este siglo XXI, más allá ya de la posmodernidad y metidos en la plenitud de una revolución tecnológica que dará el nombre a una nueva edad histórica, iba a asomar sus narices un miedo atávico, antiguo como la propia Humanidad, que paralizaría a todo el mundo. Es el miedo de muchas épocas anteriores: las epidemias, las pandemias, es decir, la muerte y la destrucción generalizadas.
Ver a todo el mundo encerrado en sus casas, contemplar por la televisión la soledad de las calles de las grandes metrópolis, nos ha llevado a frotarnos los ojos de incredulidad. Mas, a males generales, soluciones locales. La solución del problema está dependiendo tanto de los avances científicos y de los grandes focos de población como también del comportamiento de otros territorios más recónditos. El virus maldito, esa diezmilésima parte de un milímetro, no reconoce fronteras, ni Estados, ni estatus económico, ni edades. Su invisibilidad, su rapidez en el desplazamiento, todo lo iguala. Nos iguala en la muerte inesperada.
Y así se ha entendido en Alcorisa cuando, sin fallar en la confianza de nuestros responsables sanitarios nacionales, se tuvo la perspicacia de no esperar a que cantara el gallo tres veces, sino que, manos a la obra, todos empezamos a prepararnos y a poner los medios necesarios para salvaguardarnos. El Ayuntamiento, tomando decisiones de policía sanitaria, de acuerdo con el Centro de Salud; los otros centro sociales asistenciales, tomando también precauciones, nacidas del sentido común. Y los ciudadanos, tomando conciencia de la responsabilidad que, como seres humanos que viven en comunidad, hay que ejercer.
Así, todos nos hemos sacrificado, hemos luchado, y lo estamos todavía, contra el miedo; hemos ejercido la sensatez y todos, niños y mayores, estamos orgullosos de ir venciendo a los que los niños pequeños denominan «el bicho».
En esta aventura de resistencia y de responsabilidad, siempre están los díscolos que quieren escaparse a la disciplina. Sin darse cuenta de que, con su conducta insumisa, están tirando piedras a su tejado y rompen el confinamiento, único escudo de protección, mientras no existan las vacunas correspondientes. Estos ciudadanos incívicos han merecido el rapapolvo de las autoridades competentes; y han ejercido de «echaos p’alante», provocando el rechazo de sus conciudadanos.
Todavía no se ha acabado la pesadilla. Pero los alcorisanos, al margen de reconocimientos públicos que animan, además de protagonizar noticias agradables en los medios nacionales de comunicación, están contentos, tanto por el comportamiento y permanente comunicación que con ellos han tenido sus instituciones públicas locales, como por el de los propios ciudadanos. Será un gran ejemplo para el futuro; una autoafirmación de nuestra capacidad para afrontar desgracias colectivas; una lección para nuestros hijos y para nosotros mismos; un aumento de la conciencia de ciudadanos cabales; una garantía de que Alcorisa se planteará salir adelante entre todos; y, finalmente, unas páginas escritas para que historiadores del futuro puedan contarlas a nuestros descendientes. Enhorabuena a todos y no nos durmamos en los laureles, que tenemos que reconstruir y mejorar muchas cosas que, en medio del trabajo por superar el miedo a la muerte y la incertidumbre, hemos perdido en el camino.