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Balcei 189 mayo 2020
# alcorisasaleunida
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Héctor Abel Pérez Conesa, párroco de Mora de Rubielos, Gúdar, Alcalá de la Selva y Cabra de Mora
Héctor Abel Pérez Conesa es el párroco de Mora de Rubielos, Cabra de Mora, Alcalá de la Selva y Gúdar. Por primera vez en el año y dos meses que lleva allí destinado ha faltado a su cita con los fieles, pero es por una causa mayor, ya que las iglesias están cerradas a consecuencia de la crisis del coronavirus y él atiende a sus feligreses por teléfono y WhatsApp. Se ha ofrecido a todas las personas mayores para llevarles alimento o comida, pero dice que, de momento, la única ayuda que ha prestado es hacerles compañía al otro lado del teléfono.
—¿Cómo vive un cura la cuarentena?
—Como todo el mundo, con un poco de pena y agobio, pero con esperanza porque de esta salimos.
—¿Vive solo?
—Sí, pero no me siento solo, gracias a los móviles y a los medios de comunicación, que hacen una gran labor, no me aíslo. —La crisis del coronavirus ha suspendido las misas, ¿no es así? —No hay misa, pero rezo todos los días por todos los pueblos que tenemos encomendados, es la mejor misión que podemos hacer, rezar por la gente que lo está pasando mal y rezar porque esto no sea tan grave como lo pintan y pase pronto.
—¿Usted sigue celebrando en la iglesia a puerta cerrada?
—No, he habilitado una habitación en mi casa y hago misa allí, no salgo de casa más que para comprar pan y cuatro alimentos que necesito. Lo que sí he respetado son los horarios de celebración de los pueblos, hago la misa a las mismas horas porque la gente las conoce, para que se una en espíritu desde sus casas.
—¿Mantiene el contacto con sus feligreses?
—Sí, gracias al WhatsApp y con llamadas al móvil, sobre todo les he dicho que si alguno necesita algo que no dude en decírmelo, que yo tengo coche y puedo ponerme a su servicio.
—¿Tiene llamadas de sus feligreses para tareas propias de un párroco, como la confesión?
—Tengo llamadas, pero más que nada para ver cómo estoy, esta situación está intensificando los contactos para ver cómo lo estamos pasando, para preocuparnos unos de los otros. Yo también les llamo, sobre todo a los más mayores y que viven solos, para que oigan una voz y no sientan tanto la soledad.
—¿Es la primera vez que la iglesia cierra sus puertas a lo largo de la historia?
—Por lo menos en mis diez años de cura sí. La iglesia se cierra al culto y se recomienda a todos los fieles que no salgan de casa. Estoy totalmente de acuerdo con este cierre, hay que evitar el contagio y esta es una forma. Tuve mucho dolor cuando lo comuniqué a los feligreses, pero es un dolor con esperanza, no nos queda otra mas que aceptar de buen grado todo lo que sea para que se corte el contagio del coronavirus.
—Usted reside en Mora de Rubielos. ¿Cómo se está viviendo la situación allí?
—Vivo en la plaza de la Iglesia de Mora y, acostumbrado a verla llena de vecinos y de turistas, impone que esté tan vacía, pero se ve con esperanza, agradecimiento y respeto por cómo se lo ha tomado la gente. Aquí en Mora no sale nadie, no ves casi ni a gente con animales y los que salen con los perros lo hacen solo unos minutos a pasearlos.
—¿Aprenderemos algo de esta crisis?
—Sí, vamos a sacar una cosa positiva, nos vamos a dar cuenta de lo que vale la unión, la afectividad y apreciar cosas cotidianas que habían perdido su valor, vivir, estar y convivir. A nivel de eucaristía hacemos muchas misas y, ahora que vamos a estar tiempo sin compartir una de ellas, cuando podamos retomarla se va a vivir con intensidad, todo eso podemos volver a recuperarlo.
—Para los fieles los días de Semana Santa serán especialmente duros, ¿no es así?
—Sí, por ejemplo el Septenario de la Virgen de los Dolores de Mora no se va a poder celebrar, yo animo a los fieles que lo hagan desde sus casas y ya lo celebraremos más adelante todos juntos.
—¿Una fiesta como la Semana Santa se puede aplazar?
—De momento no se ha dicho nada de la Semana Santa, pero los fieles pueden unirse desde sus casas y, cuando acabe el confinamiento, retomaremos la liturgia en el momento que sea, la Semana Santa no se aplaza, tiene sus días y sus fechas y el momento litúrgico se retomará donde toque, será lo más correcto.
—¿Y las comuniones y las bodas?
—Las comuniones están a la vuelta de la esquina y lo primero es lo primero, por lo que no hay ningún problema en aplazarlas, se pueden celebrar en julio o agosto. También hay bodas programadas que se están aplazando, se trata de celebraciones que la gente quiere hacer con sus personas queridas. Esto es un poco secundario, lo primero es salir de este bache y ya iremos atando los cabos. La diócesis tiene una página web donde hay materiales para que los niños puedan
Héctor Abel Pérez Conesa, párroco de Mora de Rubielos.
continuar la catequesis desde casa. La peor parte será para la hostelería, que se le juntará luego todo.
—¿Y los funerales?
—La Conferencia Episcopal aconseja hacer el funeral con la mínima gente, solo los más cercanos, pero para mí lo más factible es llevar al difunto directamente al cementerio y, cuando se pueda, hacer la misa para su eterno descanso con todos los familiares y amigos. Hay que buscar la solución donde menos riesgo de contagios haya.
—¿Qué mensaje lanzaría a los creyentes?
—Este es un momento de fe, un momento de prueba, deben pensar que nunca Dios nos abandonará ni nos dejará de la mano. Dios está especialmente en las personas que están ayudando, sanitarios, comerciantes, ejercito… En toda la gente que está trabajando para superarlo. Nuestro trabajo es quedarnos en casa, tranquilos y confiar en que Dios está con nosotros. «Celebro las misas en casa, a la misma hora, para que la gente se una en espíritu». «Las comuniones y las bodas habrá que aplazarlas, ya se harán en verano, cuando salgamos de este bache».
Balcei 189 mayo 2020
# alcorisasaleunida
«La desinfección diaria de las calles en los pueblos tranquiliza a la gente» José Antonio Bernuz, coordinador de la brigada de limpieza de Alcorisa Afirma que en el municipio bajoaragonés se desinfecta cada rincón del pueblo con una solución de agua y cloro
José Antonio Bernuz coordinador de la brigada de obras y limpieza de Alcorisa.
José Antonio Bernuz es el coordinador de la brigada de limpieza de Alcorisa. Con la colaboración de tres agricultores del pueblo, él y sus compañeros recorren palmo a palmo las calles del pueblo de lunes a viernes para desinfectar todo lo que se les eche por delante. José Antonio lleva 30 años viviendo en Alcorisa, 25 de los cuáles trabajando para el Ayuntamiento, siempre en la brigada de obras y de mantenimiento.
—¿Cómo ha cambiado su trabajo en los últimos veinte días?
—Un montón. Antes nos dedicábamos a hacer pequeñas obras en el pueblo, a arreglar acometidas de agua, a pintar barandillas, remodelar jardines y arbolado. Y ahora todo ha cambiado, porque hacemos lo mismo, pero también salimos con las mochilas a limpiar y desinfectar. Sulfatamos los alrededores del centro salud, de las residencias de ancianos, del centro Atadi y también los de los comercios, panaderías, farmacias, etc. En definitiva, en todas partes por donde pasa mucha gente.
—¿Y también tienen el apoyo de tractores que han cedido agricultores locales?
—Sí, dos veces por semana salen tres tractores voluntarios, uno con un atomizador que no necesita a nadie de apoyo y los otros dos con mangueras. Con estos dos vehículos vamos cuatro personas de la brigada, dos en cada tractor. Sulfatamos las fachadas de todas las casas a una altura de un metro o dos y también las calles.
—¿Cuántos son en la brigada?
—Siete. Distribuimos el trabajo entre todos y nos hacemos cargo de la jardinería, de
las papeleras, de escobar las plazas y calles… Tenemos un fontanero, un electricista, que también nos echa una mano para la limpieza con el cloro. A limpiar salimos por la tarde después de plegar. También hay un enterrador, que se encarga de hacer obras cuando toca, además de otro compañero y yo, que hacemos de todo: averías, arreglar acometidas de agua, columpios, barandillas, etc.
—¿Hay que ser un manitas para hacer de todo, no?
—Eso se aprende con el tiempo. Es lo que tiene estar en la brigada.
—¿Ha sido difícil adaptarse a la nueva situación y compaginar toda esa faena?
—Ya estábamos preparados. Este año tenían que haberse celebrado en Alcorisa las Jornadas Nacionales del Tambor. Lo teníamos todo planificado para que toda la brigada, en días alternos o todos consecutivos, acudiese a limpiar las calles. Además, también en las fiestas de septiembre salimos y vamos con agua y cepillos y con tractores. La diferencia es que ahora hemos puesto cloro.
—¿Hasta dónde llegan?
—Llegamos a todo el pueblo, porque las zonas donde no entran los tractores las hacemos con las mochilas, sobre todo si son escalinatas, calles estrechas por las que no entra el tractor, etc. Dos días salimos con los tractores y los otros tres vamos los operarios con las mochilas. De momento hemos llegado a todas partes. A veces puedes tener un lapsus y olvidarte de alguna calle, pero, si ocurre, al día siguiente vamos con las mochilas.
—¿Qué medidas de protección han adoptado?
—Llevamos un mono blanco, una careta, gafas y guantes.
—¿Y cuesta mucho adaptarse al nuevo ‘uniforme’?
—Al principio cuesta un poco, pero ahora es cuestión de acostumbrarte. Hay que ir con mucho cuidado para ponérselo, porque todo es de usar y tirar, en los coches viajamos uno delante y otro detrás. La Cruz Roja y la agrupación local de la Asociación española contra el cáncer han hecho mascarillas para todos nosotros.
—¿Se imaginó que esto que está viviendo pudiera suceder?
—Hace quince días ninguno de nosotros pensaba nada parecido.
—¿Con qué producto desinfectan?
—Con cloro. En cada mil litros de agua echamos quince litros de cloro. Es una mezcla que nos facilitó la farmacéutica del pueblo. Para hacerla nos vamos a la cooperativa, donde hay un cargador para sulfatadoras. Allí, un caldero de quince litros que se usaba para pintura se llena hasta arriba de cloro, y luego lo introducimos en la sulfatadora llena de agua. De ahí hacemos un recorrido por las calles que ya se nos ha preparado desde el primer día.
—¿Qué medidas adoptan?
—Hay que tener cuidado. Cuando echas el producto hay que estar vestido y no de cualquier manera, con guantes, con mascarilla, con el traje porque el cloro es un producto puro y hay que estar preparado.
—¿Cómo se ha tomado la gente esta limpieza de las calles diaria?
—Muy bien. Los vecinos están muy contentos, porque huele a limpio y se nota que está todo muy bien desinfectado. Yo creo que este trabajo que hacemos ayuda a que la gente esté mucho más tranquila, aunque la verdad es que se ve a pocos vecinos en la calle. Van a comprar, están mucho en casa y ni siquiera se ve a gente que saca al perro a pasear.
—¿Y en casa qué medidas tienen que tomar ustedes?
—Relacionadas con el trabajo no demasiadas. No hacemos un trabajo peligroso, lo que pasa es que cuando llegamos nos quitamos los zapatos en la puerta y todo lo que llevamos que pueda oler. El mono, las gafas, los guantes y todo lo demás se queda en el almacén.