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Nuestra historia ...................................... 73 a
Balcei 196 julio 2021
#alcorisasaleunida
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mides de agua. Los que alcanzaban su objetivo destrozaban barcas y cuerpos. Muchos hombres desaparecieron, entre ellos, varios españoles, tragados por las aguas revueltas. Otros fueron identificados y enterrados después: Juan Garrido, Clemente Belsa, Emilio Blanc, Juan Lozano...
La batalla duró media hora. Treinta minutos indescriptibles, en los cuales no había tiempo para besar la fotografía de la madre, la esposa o el hijo que había quedado en España. Media hora sin tregua para pensar; ni tan siquiera para dejar correr una lágrima. En la guerra no hay tiempo para llorar, y los españoles tenían secos sus ojos, después de tanto sacrificio.
ESPíRITU DE LUCHA
Cuando llegaron a la costa empezó el desembarco de efectivos, y la persecución de los nazis. Había que cruzar más ríos y escalar montañas. El ayudante de una de las secciones de españoles encargó a un joven checo y a otro español la misión de guías. El español, un cenetista aragonés, Manuel Espallargas, llevaba encima el dolor de haber perdido a su esposa, fusilada en España.
Detrás de estos dos hombres iba la sección, luchando contra las inclemencias del terreno y el agua helada. Un testigo, el capitán francés Pierre 0. Lapie, condecorado con la Cruz de Guerra por su comportamiento militar en Noruega nos dice: «Los españoles reconocían en aquellos caminos tortuosos algo parecido a sus propias sierras. Saltaban de un lado para otro como tigres y nunca parecían estar agotados. Si hubo algunos oficiales que tuvieron aprensión de aceptar en la Legión —creyendo eran comunistas— a los republicanos españoles, ahora estaban orgullosos y satisfechos de su espíritu de lucha. Un ejemplo fue el caso del joven español que atacó y conquistó una posición de ametralladoras de los alemanes en Elvegaard» (With the Foreign Legion at Narvik).
El joven checo y el español, separados por unos cincuenta metros de distancia lograron alcanzar la otra orilla del río. Una ametralladora enemiga les fue persiguiendo todo el camino, revolviendo las aguas del río primero y la tierra después. La sección les seguía. Al alcanzar ésta, la pasarela resultaron varios heridos y un español muerto. Al llegar a la cúspide de la montaña se encontraron cara a cara con los alemanes, apoyados por un nido de ametralladoras. El asalto duró casi diez horas, muriendo un español llamado Mérida; los alemanes se rindieron. Tras breve descanso, prosiguieron el avance hacia las altas montañas todas cubiertas de nieve. A las tres horas de marcha descubrieron un lago helado que había servido de campo de aterrizaje de la aviación enemiga. Encontraron doce trimotores Junkers abandonados y armamento suelto. Sin tomarse ningún descanso, siguieron escalando. Cargados con armas y provisiones. Físicamente destrozados, cinco horas después, llegaron a lo alto de la montaña. No era el cielo, pero se hizo el milagro: en la cima más alta que domina Narvik había hombres. Guerrilleros noruegos, protegidos por la altura. Estaban allí desde el primer momento de la invasión alemana, y era la primera vez que resistentes y liberadores lograban confraternizar. Los primeros en establecer enlace y abrazar a los guerrilleros noruegos fueron los españoles Espallargas, Queralt y el ayudante de la sección.
ESPAÑOLES ENTERRADOS EN NARVIk
Tras de asegurar la posición en lo alto de la montaña, descansaron, no sin recibir frecuentes bombardeos de los aviones enemigos. Se recogían cuerpos inertes, entre ellos los españoles Roberto Fortunato, Manuel Ferrer, Alberto Alegre, Luis Lorenzo, José Goyot, Francisco Salvador, Juan Dulia y Luis Felipe. Sus vacíos en las secciones no podían ser cubiertos, pero los supervivientes continuaban. Unas veces desmoralizados, al verse protegidos solamente por cuatro cazas: dos ingleses y dos franceses, llegando a pensar que era toda la defensa aérea de que contaban contra los invasores alemanes. En otras ocasiones se sentían fortalecidos, especialmente cuando se ordenó a una sección de legionarios, la mayoría españoles, apoderarse de unas barcas enemigas. Aquella operación fue sólidamente protegida por dos baterías de tierra y los disparos de los buques de guerra que, sin descanso alguno, limpiaron la costa de alemanes, a la vez que abrían camino para el desembarco por la parte de atrás de Narvik, con la intención de cortar la línea ferroviaria y con ello todo medio de comunicación y transporte del enemigo. Los alemanes retrocedían, perseguidos hacia las montañas y hacia los túneles de la línea ferroviaria. También en esta zona de la guerra en Noruega murieron españoles: Pedro Bartolí, Jorge Chirol, Mariano García, Bautista Bernabé, Juan Mira, Antonio Sierra y el sargento Ramón Pujol, de Vilallonga (Tarragona), cuyos cuerpos fueron enterrados en el cementerio de Franske Kirkegarr. Otros desaparecieron en los barrancos cubiertos de nieve. Esa era la ofrenda a la libertad que España daba al mundo.
Dos españoles hicieron catorce prisioneros. Centenares de compatriotas protagonizaron una de las batallas más arriesgadas y peor conocidas. El pueblo noruego no los ha olvidado. De los 800 españoles desaparecidos en la batalla de Narvik, muchos aparecen con su nombre, grado y número de legionario en los cementerios militares del país.
Fuerzas polacas relevaron a los españoles. La misión de éstos en Noruega había terminado. A las órdenes de un general francés embarcaron hacia Francia, pero los precipitados acontecimientos militares en aquel país y el nuevo carácter de la guerra, hizo, una vez más, cambiar el rumbo de los expedicionarios. La campaña militar en ciernes debía librarse en Francia y en África del Norte. Era otro capítulo militar de la contribución española en la Segunda Guerra Mundial, sobre lo que sólo algo se ha dicho y escrito por sus participantes.
A.R.
“Eran hombres morenos, alborotadores, difíciles de mandar,… pero de una valentía extraordinaria”.
Diría el General Bethouart de los españoles.
Continuara…
VÍCTOR ASENSIO PÉREZ Fuentes: “La campaña de Noruega, 1940” Emilio Sánchez, Editorial Trafalgar Revista Historia y Vida nº 119 febrero 1978 Historia militar del siglo XX, Serga nº 7 Militaría Magazine nº 312 Air-History.net Photo Archive Foro de cultura de defensa
Balcei 196 julio 2021
#alcorisasaleunida
Ecos de infancia
Seguimos recordando las palabras que nos regalaron nuestros mayores para construir una radiografía de cómo era y cómo se vivía en nuestra localidad en otras épocas. Su memoria quedó plasmada para siempre en las páginas del libro ECOS DE INFANCIA. Alcorisa en la memoria, coordinado por Salvador Berlanga, y que publicamos en 2014. Su venta sirvió para mejorar algunos espacios del Museo de la Escuela. Seguramente en el otoño de este mismo año podamos presentar una continuación, una segunda parte con las aportaciones alcorisanas y alcorisanos nacidos entre 1950 y 1975, y de un nutrido número de personas destacadas en diferentes ámbitos profesionales de nuestra localidad y de otras zonas de Aragón. El resultado es extraordinario. Ahora estamos buscando financiación —algo muy complicado en estos tiempos— para su costosa edición, porque serán 400 páginas a todo color.
Y ahora vamos con la protagonista de hoy.
Salvador Berlanga Quintero
Presidente de la asociación “Amigos del Museo de la Escuela”
Emiliana Bella Morera
Emiliana Bella Morera.
EMILIANA BELLA MORERA (5 enero de 1923) nos cuenta que la trajeron los Reyes Magos un frío día de enero de 1923 y que, desde entonces, le tocó hacer de todo en la vida. Su escolaridad, hasta los trece años, la pasó en el colegio de las monjas, justo cuando empezó la guerra civil. Ahí aprendió todo lo que sabía y, aunque no era de las primeras de la clase, se defendía en el aprendizaje de las materias. Por las mañanas tocaban las cuentas, dictados, escribir cartas y cantar las tablas de multiplicar; por las tardes, las labores con sor María y con sor Celedonia, a la que una vez le dijo ¡confite!: pespunte, vainica, calaos, pasacintas, ojales, etc. Incluso nos cuenta el chiste de los cinco burros. Con sor María cantaba en el coro y ganaba puntos para ofrecerle flores a la Virgen. Como ella misma dice, “las monjas tenían mucho interés en que fuéramos mujeres de nuestra casa”.
Nací a las siete de la mañana del 5 de enero de 1923, me dejaron los Reyes Magos. Me ha tocado hacer de todo. Al campo he ido mucho a coger almendras si había y me tiraba tres meses cogiendo las olivas de rodillas y con la escalera si hacía falta. Entonces en mi casa teníamos la tienda y me gustaba mucho estar detrás del mostrador con mi hermano, ¡cómo envolvía las cosas! Pero esto fue ya pasada la guerra.
EN EL COLEgIO DE LAS MONJAS
A los dos añicos mi madre ya nos traía de parvulicas a mis hermanas y a mí al colegio de las monjas, y estuve hasta los trece años cuando empezó la guerra. Aprendí a sumar, a restar, a multiplicar y a dividir, que yo a mi manera me las entiendo.
En el colegio nos organizaban por edades y por secciones, pero yo de las primeras no era. Nos ponían en rolde para dar la lección y las que estaban primeras eran las más listas. A la escuela fui pero de estudiosa regular, no me entraban mucho los números ni las letras, me ha costado mucho, la verdad. Yo era del montón y castigada pues pocas veces. Una vez me bajaron a las escaleras de la bodega y nos daba mucha impresión. ¡Ay madre mía!, entrar allí con las ratas, alguna vez me tocó, no muchas, por no haber hecho bien las lecciones.
Por la mañana hacíamos las cuentas, el dictado, escribíamos cartas y cantábamos la tabla de multiplicar. Por la tarde las labores con sor Celedonia. “¡Haced bien el pespunte y en medio de la vainica!”, nos decía. Todo en su orden: el pespunte, después la vainica y sacar los hilos, en fin, lo preciso para hacer el paño. Para la incrustación había que hacer dos puntos, primero así, luego así, luego asá y también hacíamos calaos, pasacintas, presillas, ojales, según si era para sábanas, mantelerías o juegos de cama. Me acuerdo del chiste de “Los cinco burros” que empezaba así: “Uno, dos, tres, cuatro… si yo llevo cinco y sólo cuento cuatro…” Claro, él iba montado a caballo y no contaba el burro pero no a él, ¿lo has cogido? Iba el arriero con los cinco burros, llega a la posada y dice: “¡Pues si yo llevaba cinco burros y no llevo más que cuatro!” Él iba montado y no se contaba, por eso le faltaba un burro. Traviesa no he sido, la verdad, pero una vez Sor Celedonia me dice de repente “estás hecha buena peladilla”, y yo le respondí “y usted confite” porque era muy pequeñica. No es que tuviera mal genio la mujer pero le gustaba que fuésemos limpias y siempre nos decía: “Mirad lo que hacéis con los ancianos eh?, hay que llevarlos muy limpios, cuidarlos y respetarlos mucho porque os necesitan y vosotras por ser jóvenes ya tenéis bastante”.