102 Balcei 200 marzo 2022
#alcorisasaleunida
la expresión “no le da para”; en otros momentos habríamos dicho “no saben ni pueden”. Me resisto a escribir “ni quieren”. Lo único cierto es que el grupo no tiene recursos y cuando recibe un gol, que suele ser consecuencia de su flaccidez mental y física, nadie cree en que se pueda responder. El partido empezó razonablemente. Jim situó a la defensa clásica, de nuevo con Gámez, e incrustó a Eugeni en el centro del campo para gobernar una nave que mientras le dura el entusiasmo inicial es capaz de sujetar los choques. Eso ocurrió ayer también, con una propuesta correcta que propició algunos acercamientos interesantes, si bien no encontraron el remate necesario, el mal habitual. Pudo haberse adelantado tras un corner que no alcanzó a finalizar Francés, pero eso no pareció preocupar a los chicos del alicantino, que continuaron con su plan. Dominio del balón, correctas combinaciones y fe en el aprovechamiento de los balones parados que Eugeni maneja bien. Fue un período favorable, con un par de buenas ocasiones que ni Azón, torpe en el control, ni Narváez, inexacto en el contragolpe, supieron cerrar, pero se veía un partido nutrido con un cierto sentido que anunciaba buenas noticias. Los chicos lo trabajaban bien y propiciarion varias situaciones de peligro: Narváez, Azón y Borja acuciaban a la defensa de Butarque, cuyos muchachos caían en la comisión de duras faltas y recibieron dos amarillas, fruto del acoso zaragocista y el desequilibrio generado por los aragoneses. Pero hubo un momento en que el Leganés se desperezó y amaneció por la llanura madrileña. Bastó una sola acción de Arnaiz para mostrar de qué es capaz este equipo que anda tan mal como el Zaragoza pero que le ha derrotado en las dos ocasiones. Cristian tuvo que sacar una mano mágica para evitar el 0-1 y ahí ya se vio que el partido no iba a ser como habíamos creído hasta ese instante. Tras el descanso, y después de constatar un par de retoques en el dibujo local, comprobamos que ya estábamos en otra dimensión. En tan solo cinco minutos el “Lega” le había roto la vajilla al equipo tomate. Un contraataque muy mal defendido por los de Jim dio con el balón en los pies de Cissé, quien armó un disparo seco y cruzado que rasgó la red de Cristian. Como escribía antes, lo malo no es encajar: lo malo es tener la certeza de que tras el gol ya no hay posibilidad de recuperar el terreno perdido. Y no erramos. Jim apostó fuerte y raro. Quitó a Petrovic y Francho, es decir, desarmó la estructura del centro del campo, y puso en el césped a Grau y Nano Mesa. No fue una buena decisión. El equipo se desequilibró aún más y una simple pérdida de balón fue el inicio de una bonita galopada de Arnáiz, quien pudo con todos y llegó hasta el área de Cristian resuelto, gallardo e inapelable. Su chut le
aire azul rompió las mallas a la portería aragonesa y apagó la luz de la posible remontada. El entrenador, falto de argumentos, metió a Vada y a Puche, últimos remedios para un desaguisado vergonzante. Con el corazón en la boca el Zaragoza trató de acotar la salida del Leganés y en una de esas consiguió el gol. Fue un buen centro de Puche que recogió Azón para batir a Riesgo. Una buena jugada de los dos jovencísimos futbolistas que se llevaron la alegría del tanto, pero que no sirvió para tapar las vergüenzas del equipo, al que los esforzados aficionados presentes ayer en Butarque trataron de activar con cánticos que hablaban de disparar a puerta. ¿Será posible que a esta bendita hinchada, maltratada, despreciada y humillada por la Historia y por los poderosos, aún le quede humor para expresarse y amor para entregarse? Sí, seguramente sí. Real Sporting, 1 – Real Zaragoza, 2 El fútbol tiene razón El rayo que ayer iluminó la negra decepción del zaragocismo cuando el partido ya moría merece formar parte de ese firmamento que nos ampara cuando solo los fuertes derrochan fe. Algo así debió pensar el joven Iván Azón cuando irrumpió ante la estupefacta mirada de Berrocal y le arrebató el leve soplo de aire que había supuesto el gol de Djurdjevic tres minutos antes. Final de locura; victoria que ayuda a la cordura. En un choque más anodino que atractivo, los chicos de Jim se vuelven a Zaragoza con un cofre en el que no solo podemos encontrar tres puntos, sino la casi total certeza de que la salvación es posible y hasta probable. Así es este deporte, así es esta odiosa competición en la que el equipo aragonés agoniza desde hace nueve años. Por eso es más valioso el triunfo si apreciamos que con un planteamiento sincero y sencillo se puede descubrir que la clave de todo no está tanto en los sistemas como en la corrección que algunos jugadores aportan al juego. Eso se pudo comprobar en seguida, cuando el Zaragoza abrió su libreta de instrucciones y se aplicó a ponerlas en práctica. El plan era marcar un ritmo cercano a la parsimonia, evitar la verticalidad del oponente y procurar que los delanteros asturianos no se acercaran al territorio de Cristian por nada del mundo. Y se consiguió con cierta soltura y sin grandes esfuerzos. Considerar la frágil situación futbolística del Sporting también es un valor, algo que entendieron a la perfección los futbolistas avispas. Además, desde hace unas semanas el equipo cuenta con un jugador que hace muy bien lo que sabe hacer muy bien y ese es Eugeni Valderrama. Jugar contra el equipo contrario puede significar también jugar con el equipo rival y para lograr ese objetivo es preciso contar con los jugadores adecuados. En ese tablero se mueve muy bien el jugador catalán. Su pausa, su clarividencia y su golpeo ajustado y sedoso son argumentos muy beneficiosos de los que está obteniendo el grupo un enorme beneficio. Mueve el balón para que el equipo se transporte en el espacio y en el tiempo y sus balones parados están demostrando ser la mejor, a veces la única, arma para hacer daño al enemigo. En el minuto 25 llegó el primer gol y fue gracias, de nuevo, a un córner deliciosamente botado por Eugeni. El balón buscó las alambradas del Sporting y en ellas
se engancharon sus jugadores y hasta su portero. Cuando ya estaban atrapados en la maraña, apareció Grau y le prestó su pecho al zaragocismo, al presente y al ausente, para regalarles un mensaje de ilusión. El descanso fue tiempo de cambios en el equipo local y la nueva apuesta de Martí, el recién estrenado míster, tuvo su efecto. Fue un período de presión y voluntad indesmayable, pero muy poco seria. El Zaragoza no sufría y las vías de agua en la nave gijonesa se hacían cada vez más anchas. Eso permitió que Eugeni finalizase una bonita jugada trenzada por Bermejo y Narváez, obligando a Mariño a despejar a córner. Y también hizo posible que Gámez invitase al portero del Sporting a rechazar un chut seco y diagonal que nadie supo aprovechar. Eran momentos de peligro que Martí interpretó bien, lo que le llevó a poner a Gaspar y Rodríguez. Fue el tramo de partido en que el Sporting se encontró más cómodo y ofreció más intención. Jim tampoco lo veía claro y movió la bancada. Quitó a Eugeni y Merino por Vada y Azón. Un murmullo recorrió la grada televisiva del zaragocismo, pues el catalán era de lo mejor hasta ese momento y no se entendió muy bien su sustitución. Ni tampoco el cambio de Borja en lugar de Bermejo, que había agitado en más de una ocasión a la timorata defensa del Molinón. El partido entró en ese terreno del no fútbol y ayer le tocaba jugarlo al Zaragoza. Alargar las pausas, eliminar las dinámicas y procurar que el reloj les diese la mano hasta llegar al final. Y si para ello había que poner una barricada en cada brizna de hierba, se ponía. Los nuevos se encargaron de entorpecer todas las salidas de balón de los de Martí y para dejar bien claro de qué iba aquello, Jim puso a Nieto como tercer central y besó varias veces la estampita que guarda en su bolsillo. Él y todos nosotros. La jugada estuvo a punto de salir muy bien si el latigazo de Vada no se hubiera encontrado con el larguero de Mario. Habría sido el 0-2 definitivo, sin posibilidad de perder la brújula, bien sujeta por los marineros avispa. Sin embargo, en fútbol no cabe el pronóstico y mucho menos en segunda división. Cuando el reloj marcaba el minuto 93, poco después de que Méndez fuese expulsado y luego perdonado por una entrada a Vada, un balón sobrevoló el área de Cristian, que bastante hizo con rechazar un precioso cabezazo de Campuzano, y acabó en la red empujado por Djurdjevic. Se pidió fuera de juego, se revisó, pero al final el gol subió. Increíble. Una vez más el Zaragoza era golpeado al límite de la vida por un gol inesperado que apagaba las luces de la victoria. Juan Antonio Pérez Bello realzaragozaaireazul.wordpress.com