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de opinión
Balcei 200 marzo 2022
#alcorisasaleunida
¡Este año sí! El sonido de tambores y bombos empezó hace unas semanas a formar parte del eco de nuestros pueblos. Después de más de dos años de aplazamientos de todo tipo de actos culturales y sociales, parece que este año sí. En el 2022… ¡toca! Con todo lo que esa palabra conlleva. La Semana Santa volverá a todos los rincones del Bajo Aragón y esperemos que lo haga casi como si todo fuera ya normal. A la espera de concretar con qué medidas de seguridad se contarán, la bajada abrumadora de la curva de contagios de coronavirus en las últimas semanas, hace pensar que un evento como este, al aire libre, debería poder celebrarse sin muchos impedimentos. Esas ganas se multiplican en Alcorisa, donde ya se preparan las Jornadas Nacionales, que deberían haberse celebrado en los momentos más duros de la pandemia. La jornada virtual supo a poco y se espera que tamborileros de cinco comunidades autónomas se desplacen por fin al Bajo Aragón para llevar a cabo esta tradición, tan importante para unir lazos entre regiones. Lo peor de este tiempo de confinamiento será volver a infundir esa pasión por el tambor y el bombo entre los más jóvenes, que no lo «han mamado desde la cuna». Los más niños son importantes para continuar con una tradición, que esperemos que vuelva con más fuerza que nunca en este 2022. Mientras esperamos, escucharemos a lo lejos los ecos de esos sonidos hipnóticos, que nos transportan a otros lugares. Lucía Peralta. Zorros y gazapos
A vueltas con las macrogranjas El debate sobre las macrogranjas, de la que ya estarán ustedes más que hartos, copó el debate público en las últimas semanas y dejó de manifiesto, una vez más, la mediocridad de nuestros políticos y el hooliganismo que tratan de trasladar a la población. Y, a veces, funciona. Ganadería sí o ganadería no. Esos eran los dos bandos de los que quisieron que tomáramos parte cuando, evidentemente, no se trataba de eso. Sus pueblos lo agradecerán. Las granjas intensivas de porcino suponen el 3,5% del PIB aragonés y han ido creciendo a lo largo de los últimos 30 años de forma descontrolada. La Administración dirá que son diligentes en los controles, que cada vez hay más restricciones. Cierto, pero han llegado muy tarde, cuando hay once zonas saturadas
por exceso de nitratos y cuando cada año crece el número de pozos de agua contaminados por los excedentes de este tipo de ganadería. El ganadero sólo busca una forma de ganarse la vida en este mundo cada vez más hostil. Yo también defiendo la labor del ganadero. Pero, desde los gobiernos es necesario un poco de autocrítica y, sobre todo, un plan de futuro. El ‘cortoplacismo político’ en el que vivimos pronto nos pasará factura. Aquí también habría que pensar en la transición ecológica, de la que tanto se habla para la industria. Porque en un futuro quizá un organismo superior limite ciertas instalaciones y nos quedemos en bragas y, ¿qué haremos entonces? Lucía Peralta – Independiente