62 Balcei 203 septiembre 2022
#alcorisasaleunida
1949. Listado de racionamiento de Ernesto Calvo, cuñado de José Ibáñez, en la mina La Paloma.
Durante la República iba a escuela en el Seminario, pero con curas no porque los mataban a todos. Años después pusieron el Seminario en Alcorisa cuando tiraron el de Belchite. Si no sabías la lección pues para mañana o para pasado, no había ninguna seriedad, todo iba a volteras, «no vas a escuela, pues no vas a escuela», no era tan severo como ahora. La verdad es que no pegaban mucho, entonces no hacías caso a nada. Pero chicas y chicos cada uno en su sitio, cada uno a su clase porque las chicas tenían su maestra y nosotros los maestros. Dicen que iban los menos adelantados, pero también hubo gente de bien allí y no pagábamos nada. En la clase había mesas de dos con un cajón debajo y el tintero en el medio, mapas y un cuadro de Alfonso XIII antes y de Franco después de la guerra. Estaban los tres grados y en cada uno su enciclopedia: primera, segunda y tercera. Allí estaba todo: Matemáticas, Geometría, Geografía, Historia de España, historia religiosa. Salí de la escuela sabiendo leer, sabiendo escribir y conociendo las cuatro reglas correctamente, pero quebrados y decimales ya no aprendí más. De los quintos míos ya han muerto veintidós. Sé el nombre y apellido de todos, y ya sólo quedamos cinco en el pueblo: Gabino Sanz Zaragoza, Federo Azuara Carbó, Perfecto Burriel Pérez, Rafael Hernández Pascual y José Nuez Rueda. Travesuras gordas no hacíamos, pero sí alguna pelea entre chicos. Una vez, cuando la guerra, estábamos en el Seminario y unos chicos decían “¡fascistas!” y nosotros “¡rojos!” Íbamos a San Cristóbal a emprendernos a peñazos y aquello me costó un día sin salir de la escuela, a mediodía sin comer. «¡Venga, vosotros sois los rojos y nosotros somos los fascistas!”. A un chico le hicieron un agujero, cosas de chicos. Nadie decía nada. A lo mejor no ibas a escuela y te ibas por ahí a hacer males por donde fuera. Jugábamos a pajarito corriendo por las calles, a cogernos, a muchos juegos que sacaban todos los chicos, pero juguetes ninguno. A lo mejor de pequeños potes de latas atándolos con una cuerda lo tirabas y ya tenías un carrico. MALOS AÑOS, MALOS Malos años, malos. Desde que empezó la guerra ya no fui más a escuela. Que vienen unos, que vienen otros, que los bombardeos, que te marchabas por ahí y menudas corridas por ese Calvario a esconderte las cuatro o cinco veces que bombardearon aquí. Yo, como chaval, estaba por esas plazas y había una sirena en la torre que tocaba cuando venía la aviación y corriendo al Calvario porque había refugios para meterte. Cuando ya había desaparecido la aviación, tocaba otra vez y ya se podía salir y veías la destroza. Las calles estaban deshechas por los bombardeos, llenas de enruna y de cables; la casa del carpintero era una fábrica de aceite y todo voló, muchas casas volaron.
ecos de infancia “ahora os criáis a la sopa boba,” Ahora yo a mi hijo qué le puedo decir. Yo le decía a mi padre: “Si nosotros nos hemos criado a la sopa boba, ¿cómo se criaría usted?” Eran tiempos que no te podías comer un pedazo de pan. Yo iba a la mina y ganaba 11,50 pero el pan negro estaba racionado y el pan blanco de estraperlo valía 10 pesetas, así que me quedaba 1,50, ¿qué merienda podía llevarme yo al trabajo con 1,50? 1970. Ingeniero, Facultativo, Marcario Alquézar y José Ibáñez en la Mina Ahora comen, cenan y Oportuna. echan la merienda para ir a trabajar. A mí no me llegaba. Venía un hombre en el pueblo “oye ¿me puedes ayudar a segar?, ¿me puedes ayudar a entrecavar patatas?» y te daba un par de duricos a faena y aquello es lo que me salvaba para ir un ratico por ahí si venía bien. Y a la fiesta con la camisa que llevaba toda semana en la mina, el sábado me la quitaba y me la ponía ya limpia el domingo. Había un baile en el trinquete, pero yo no iba. Con veinte y pico años fui a la mina en Mas de Ruiz, si ibas a la mina ya no tenías que hacer la mili y allí estuve cuatro años. Se trabajaba a puro sudor, con un pico en una mano, con una miaja de tiro y allí se estrellaba un tío sin ventilación, ni botas. En todas las minas hay agua y barro y llevaba abarcas como si fuera descalzo, todo mojado, todo el día así, mal. Nevaba y con unas pieles de conejo atadas y tira. Había sitios que las caballerías no podían ir por dónde íbamos nosotros, llovía o nevaba, pero 1963. José Ibáñez, en Pascua, camino del pantano de sin botas ni para el camino. Gallipuén. Después trabajé en «La Paloma» y durante veintitrés años en Endesa, en la «empresa», de En los campos y en las montañas hubo frentes. vigilante. En la «Innominada» que venían los de En la Cortada yendo al Mas de las Matas, en lo Albalate, en la «Oportuna» de Andorra, en el más alto de la Cuesta del Caballo hubo un frente «Tremedal» de aquí y en la «Maruja». Nos daban de miedo. Ahí murieron muchos soldados. Donde racionamiento: tantos kilos de harina, tantos de estaba enterrada la abuela había catorce franjas de patatas, una o dos botellas de aceite, azúcar cada soldados muertos y los que se quedaron por ahí. De mes y en ese mes o quincena cobrabas menos. eso me acuerdo de todo. Malos tiempos. La guerra En 1978 me jubilé, después de treinta y tres años estalló en julio del 36 y terminó el 1 de abril de de minero, porque teníamos descuentos para reti1939. Cuando empezó yo tenía once años, iba para rarnos antes. doce, y cuando terminó iba para catorce años, así que al morir mi padre empecé a trabajar cuando entraron los nacionales. A LOS JÓVENES Coches ya había dos o tres antes de la guerra. Uno el taxi del Amancio y el otro del Valencia, No había juguetes, ni comida y la ropa que que por cierto subió a Teruel y ya no bajó porque llevábamos era toda pasajera. La que tiran aholo mataron. Y luego los Sauras tenían uno y los ra hubiera venido bien en los tiempos malos que “Guarnicioneros” otro, hasta que ha ido subiendo la nos tocaron a nosotros, los tiempos malos de la cosa. Se vestía de cualquier manera, para el invierguerra. Al salir de la escuela iba a casa, cogía un no piales y abarcas, lo que se podía. Las madres pedazo de pan en cada mano y otro en el bolsillo hacían piales y calcetines hilando en casa con la y no esperaba a que hubiera ninguno más. Nunca rueca la lana de las reses, echaban piazos en los pedía más porque no había y éramos siete hijos pantalones y la camisa te la quitabas para lavarla para un jornal sólo de mi padre. Ahora no quieren y llevarla otra vez. Eran los tiempos de la guerra, de esto, no quieren de lo otro, no quieren lo de ahora los piazos que se ven son aposta. más allá. Toda la gente, mientras viva, es importante que sepan lo que hemos pasado. Yo algunas cosas EL TRABAJO DE MINERO se las contaba a mi chico y dice «usted siempre Conforme me he criado, yo hablo por ejemestá…”, y yo le digo ¡mira, te has criado a la sopa plo con mi hijo en casa, mis padres nos decían boba! que nos decía mi padre a nosotros.