«Una playa barcelonesa», J. Ruiz de Larios
Somorrostro, playa de la ciudad No hay guía de la ciudad que hable de la pintoresca población de Somorrostro. En la nomenclatura barcelonesa, el Somorrostro aparece sencillamente calificado de playa. Y uno queda un poquitín sorprendido. Por dos razones: primero, porque no se entiende tan fácilmente eso de que, de Barcelona, ciudad marinera, se bable con tanta frecuencia para presentárnosla como una población cerrada al mar. Sin playas. ¡Pero si en el plano las hay incluso con nombres delicadamente sugestivos y hasta poéticos! Y luego —segunda razón de la sorpresa—, que es curioso eso de que unos cuantos centenares de ciudadanos no tengan existencia oficial. Trabajan, pasean, se divierten, recorren las calles de la ciudad de punta a punta, y luego, al desembocar en sus hogares, se encuentran con que esos lugares no cuentan apenas nada en los núcleos urbanos. La barriada de Somorrostro —a cuatro pasos de la Ciudadela, a unos metros de la Barceloneta— tiene un vivir puramente fantasmático. Es decir, vive como de matute o contrabando.
Somorrostro, núcleo urbano Y, sin embargo —ése sin embargo que facilita a todo plumífero el paso de un capítulo a otro sin contraer grandes compromisos—, el Somorrostro es un núcleo de población
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