C U LT UR A Estro Armónico
Hijos pintitos de tigre (II) SAMUEL MÁYNEZ CHAMPION
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corde con lo adelantado en la entrega previa, ahora nos corresponde ocuparnos del tercer heredero del destacado hombre de letras y distinguido funcionario público Francisco Ortega Martínez (1793-1849), empero, no debemos omitir compartiros, dilectos lectores, ulterior información que ratifica la extraordinaria labor formativa de este dedicado Pater familia, gracias a la cual su prole contó con un modelo ejemplar para distinguirse por sí misma, especialmente a la hora de educar a sus propios hijos. Anotamos que en la casa del licenciado Ortega se imprimió una disciplina de estudio en la que el tiempo de ocio estéril se desterró por completo, y que a los cinco vástagos y la hija, amén de haber recibido ahí las primeras letras y los conocimientos generales, se les exigió que estudiaran una carrera, aprendieran un oficio y cultivaran alguna de las bellas artes. De estas últimas fue el arte de Euterpe aquel al que más énfasis se le otorgó. En estos términos poéticos don Francisco concibió los poderes de la música: Los corazones todos/ a tu albedrío mandas;/ los subyugas y mueves de mil modos;/ ¡Cómo a los duros delicada ablandas!/ y en ellos de piedad la llama pura/ encendiendo, los llevas con dulzura/ Cartón de Maricruz Ruiz Gallut del amor a las aras adorandas.// ¡Para qué quiero el oro,/ si tú, Música, eres/ mi más Igualmente, asentamos que las lecciones precioso, mi mayor tesoro!/ Feliz yo, si de rígidos de piano fueron impartidas indiscriminadamendeberes/ libre algún día, puedo a ti entregarme,/ te, y no como un mero adorno o pasatiempo, y en tus delicias sólo recrearme/ ¡Oh fuente sino como una herramienta insustituible para perenne de mis placeres!”. cincelar la sensibilidad y refinar las emociones
Arte Paloma Torres: “El hilo de la tierra” BLANCA GONZÁLEZ ROSAS
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on una espléndida propuesta que asimila concepto, manufactura y contemporaneidad artística, Paloma Torres, en El hilo de la
tierra, desborda los límites de su propia creación. Sin abandonar la interpretación geométrica de esa mirada urbana que caracteriza toda su obra, la artista conjuga dualidades convirtiendo la suavidad del textil en contundentes volúmenes, y la solidez del barro en sobrios y fascinantes relieves intervenidos como si fueran gofrados. En toda la obra, la narrativa gráfica se impone registrando huellas, construyendo espacios y diluyendo alevosamente la
de los niños en formación. El primogénito Eulalio María Ortega del Villar (1820-1875) lo expresó de esta guisa: “Las lecciones que recibimos en los colegios y establecimientos públicos fueron nada comparadas con las que recibimos en el seno de la familia, de los labios y con el ejemplo de nuestro padre. En el hogar domestico no vimos sino ejemplos dignos de imitarse, honradez a toda prueba, virtudes de todo género y, cual verdadera punta de lanza educativa, los elevados trabajos del espíritu, el cultivo de las ciencias y bellas letras y la práctica cotidiana de la música, con el Piano Forte como catalizador”. Sobre la valía intelectual de Eulalio digamos, nada más, que desde los 15 años de su edad comenzó a escribir poemas y ensayos. Su debut literario –en el primer número de la revista Año Nuevo de 1837– versó sobre la Batalla de Otumba, refriega acaecida el 7 de julio de 1520, en la que los ejércitos mexicas sufrieron una derrota de la que ya no pudieron reponerse y que los fue empujando hacia la capitulación definitiva del 13 de agosto de 1521. El tono antiespañol, emanado de la postura ideológica familiar y acentuado por las directrices de las tertulias familiares de las que derivará la Academia de Letrán en 1836, no tuvo miramientos. Leamos su apertura para confirmarlo: El sol se hundía ya en el horizonte: sus rayos iluminaban apenas las cúspides de las montañas, dándoles un color tan sangriento como el que tenían los llanos que habían sido teatro de las horribles crueldades de la barbarie española. Y
distinción entre bidimensión y tridimensión. Emplazada en la galería del Seminario de Cultura Mexicana, en Mazaryk 526, en la ciudad capital, la muestra integra piezas realizadas entre 2013 y 2020 que evidencian el tránsito a una nueva etapa creativa. Sobresaliente por la originalidad de los lenguajes, la selección manifiesta un equilibrio de las poéticas características de Paloma Torres: el vigor del color, la síntesis del volumen y la marca en la superficie escultórica. En cuanto al
lenguaje, la abstracción geométrica se mantiene como la identidad de toda la obra. Al margen de un conjunto de sus características columnas de gran formato producidas en 2020, lo más interesante de la exhibición se encuentra en los textiles y relieves. Reconocida desde la pasada década de los noventa como una de las principales artistas de la tridimensión en barro, la escultora, sin abandonar el concepto urbano que define su propuesta, ha susti-
2334 / 25 DE JULIO DE 2021
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