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En busca de civilizaciones extraterrestres

Los investigadores que trabajan en los distintos programas SETI llevan rastreando el cosmos con la esperanza de encontrar indicios de inteligencias extraterrestres desde hace décadas. Por el momento, no ha habido suerte, pero ello no les arredra. Es más, se espera que en los próximos años este tipo de iniciativas experimenten un notable impulso.

Texto de MANUEL RUIZ RICO

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Si todo va bien, a finales de esta década entrará en funcionamiento el Square Kilometre Array (SKA), el mayor radiotelescopio del planeta, que está integrado por miles de antenas y 197 platos. Se distribuirán por Sudáfrica y Australia –en la imagen, una composición de ambas instalaciones–. Uno de sus objetivos será la búsqueda de señales alienígenas.

SKA OBSERVATORY

D

urante mucho tiempo, el ser humano imaginó y así lo trasladó a la literatura y el cine que el contacto con posibles civi lizaciones extraterrestres se realizaría en la Tierra, es decir, que los alienígenas via jarían hasta nuestro planeta y nos encon trarían. Pero en los años 60, ese enfoque cambió. A través de diversos programas impulsados, entre otros, por el famoso cosmólogo y divulgador científico Carl Sagan y el astrónomo Frank Drake, se em pezaron a enviar sondas y señales al espa cio exterior, con la esperanza de trabar contacto con ellos.

En las últimas dos décadas, con el desarrollo de radiotelescopios cada vez más potentes, se ha dado un paso hacia adelante. El ejemplo más reciente los tenemos con el proyecto Breakthrough Listen, que se puso en marcha en 2016. Los investigadores que participan en él rastrean las profundidades del cosmos, que cada vez se percibe con más detalle. La idea es tratar de detectar en él indicios de la existencia de inteligencias distintas a la nuestra.

En el fondo, con todo ello se trata de responder a una de las preguntas más profundas que podemos hacernos: ¿estamos solos en el universo? “La probabilidad de que existan civilizaciones extraterrestres es baja. No obstante, el cosmos es vastísimo, y resulta presuntuoso pensar que la nuestra es la única. Si disponemos de las herramientas para buscarlas, ¿por qué no hacerlo?”, indica a MUY el astrónomo Andrew Siemion, director de la iniciativa Breakthrough Listen y responsable del centro SETI de búsqueda de inteligencia extraterrestre de la Universidad de California, en Berkeley.

PARA TRATAR DE DETECTAR UNA HIPOTÉTICA CULTURA ALIENÍGENA, LOS GRU-

POS DE CIENTÍFICOS QUE COORDINA SIEMION escudriñan el espacio en busca de señales de radio. Para ello, emplean fundamentalmente los radiotelescopios de los observatorios Parkes, en Australia, y Green Bank, en Estados Unidos. Este último es el mayor instrumento de su tipo orientable del mundo. El equipo de Siemion utiliza asimismo la información aportada por el telescopio Allen, en California.

En los próximos años, se dará un avance trascendental en este sentido, cuando se ponga en marcha el radiotelescopio Square Kilometre Array (SKA), que, sin duda, será el más grande construido hasta la fecha. La idea es conectar miles de pequeñas antenas y cientos de platos y combinar sus capacidades, de forma que, al final, su potencia equivaldría a la de un dispositivo gigantesco, de alrededor de un kilómetro cuadrado.

“Recabamos una ingente cantidad de da tos a través de los radiotelescopios y des pués los analizamos pormenorizadamente. Tratamos de discernir si las señales de radio detectadas tienen un origen natural o artificial y, en su caso, si provienen de un artefacto humano, como un satélite, o un punto lejano del universo, quizá de una civilización extraterrestre”, señala Siemion. Es un proceso lento y laborioso, lleno de falsos positivos y que exige la dedicación de muchos científicos de distintas especialidades.

“La actividad de una de esas presuntas civilizaciones dejaría señales de radio que podríamos captar desde la Tierra. Del mismo modo, debido a la tecnología que usamos los seres humanos, se emiten transmisiones de radio desde nuestro planeta. Llegado el caso, estas podrían ser detectadas por una cultura alienígena”, asegura Siemion.

El programa Breakthrough Listen se presentó en Londres el 20 de julio de 2015, en la sede de la Royal Society, en Londres. Al acontecimiento asistió uno de sus principales impulsores, el físico Stephen Hawking. “Ha llegado el momento de comprometerse a encontrar la respuesta; de buscar vida más allá de la Tierra. El ser humano tiene una profunda necesidad de explorar, aprender y saber. También somos criaturas sociales. Es importante que averigüemos si estamos solos en la oscuridad”, afirmó entonces.

GETTY

El procesado de los datos obtenidos por los radiotelescopios es muy laborioso, y los falsos positivos son habituales

El emprendedor ruso Yuri Milner ha apadrinano el proyecto Breakthrough Listen, al que ha aportado 100 millones de dólares –en la foto, a la izquierda, durante su presentación, en 2015–. Este ha contado con el apoyo de importantes cosmólogos, como Stephen Hawking y Martin Rees –a su lado, a la derecha–.

Carl Sagan muestra el modelo de una de las placas que viajan a bordo de las sondas Pioneer 10 y 11. En ellas, se indica esquemáticamente la posición de la Tierra y algunos datos sobre nuestra especie.

El proyecto partió con mucho músculo: una financiación inicial de 100 millones de dólares –un tercio de los mismos se han destinado a comprar tiempo de observación con los telescopios–, una cantidad que se encargó de proporcionar el multimillonario ruso del sector tecnológico Yuri Milner.

Con la llegada del nuevo milenio, los hallazgos sobre el universo se han multiplicado y algunos han sido de tal envergadura que han abierto un escenario diferente para programas como el que dirige Siemion. “Recordemos que hasta no hace mucho tiempo se pensaba que los planetas como la Tierra eran una rareza, pero en las últimas dos décadas hemos descubierto que no es así, y que existen muchos mundos extrasolares como el nuestro y galaxias que podrían estar repletas de ellos. Es decir, sabemos que en multitud de enclaves es posible que se den las condiciones necesarias para que haya vida inteligente”, plantea. Puede que los humanos hayamos sido un caso único en los 13800 millones de años de historia del universo, pero en ese tiempo quizá haya habido margen para otras posibilidades.

A menudo se ha relacionado el encuentro con una civilización extraterrestre con el fenómeno ovni, esto es, con una toma de contacto con hipotéticos visitantes. Pero, como se indicaba al prin cipio, ¿por qué no ir a su encuentro? En este sentido, en las décadas de los años 60 y 70 se dieron varios acontecimientos que han pasa do a la historia de la búsqueda de inteligencias alienígenas. Todas ellas estuvieron protagonizadas por Carl Sagan y Frank Drake.

En 1960, cuando tenía treinta años, este último trabajaba en el radiotelescopio del observatorio de Green Bank, en Virginia Occi dental. “Fue en esa época cuando se desarrolló la radioastronomía. Calculé que los telescopios que usábamos podían detectar las radio transmisiones de la Tierra a una distancia de diez años luz, de modo que era razonable tratar de buscar este tipo de señales en estrellas que estuvieran en ese rango de distancia, y convencí al director del observatorio para que me dejara hacerlo”, comenta Drake a MUY.

DRAKE SE DEDICÓ A REGISTRARLAS Y ANALIZARLAS DURANTE SEIS HORAS AL

DÍA ENTRE ABRIL Y JULIO DE ESE AÑO. “Este trabajo recibió una enorme difusión mediática, y a partir de ese momento mucha gente empezó a hacer lo mismo”, recuerda. Fue una tarea metódica para la cual empleó unos medios que, desde la perspectiva actual, resultarían sumamente rudimentarios. “Con los instrumentos que tenía a mi disposición solo podía examinar un canal. Hoy, los telescopios per miten escuchar miles de millones de ellos, y los equipos modernos son de mucho mayor tamaño. El radiotelescopio de Green Bank, por ejemplo, tiene unos 100 metros de diámetro. Además, existen diversos proyectos para combinar cientos de antenas y formar uno de un kilómetro cuadrado. El telescopio que empleé al principio tenía apenas 25 metros. En la actualidad, los equipos son mucho más rápidos y sensibles. Podemos detectar señales que se encuentran a miles de años luz de la Tierra”, asegura este veterano astrónomo.

Aunque se ha ganado notablemente en potencia, alcance y sensibilidad, el mayor reto sigue siendo tener tiempo para observar. “La cuestión es que no sabemos a qué estrellas tenemos que apuntar, y, si desconocemos eso, al final tendremos que centrarnos en muchísimas de ellas. Asimismo, también debemos mirar en muchos canales de radio, pues tampoco sabemos cuál o cuáles de ellos podría estar usando una hipotética civilización extraterrestre. Por eso, necesitamos receptores de miles de millones de canales”, indica Drake.

TANTA FUE LA REPERCUSIÓN DE AQUELLA PRIMERA BÚSQUEDA QUE REALIZÓ

EN 1960, QUE LA FUNDACIÓN NACIONAL DE CIENCIAS de Estados Unidos le encargó que organizara una reunión en la que un grupo de expertos estudiaría si seguir ahondando en esa nueva vía de investigación. “Convoqué el encuentro para noviembre de 1961 en el observatorio de Green Bank y puse en conjunto a todos los especialistas en el mundo que conocía que estaban relacionados con este tema. Eran solo doce personas”, apunta. Entre ellas, se encontraban tres premios nobel y un hombre que haría historia junto a Drake en las dos décadas siguientes: el ya mencionado Carl Sagan. Aquella cita fue bautizada como Conferencia SETI. Drake se convertiría más tarde en el fundador del proyecto del mismo nombre.

En el simposio, este astrónomo presentó la mítica ecuación que desde entonces lleva su apellido, una especie de punto de partida para tratar de determinar las probabilidades de que existan extraterrestres capaces de comunicarse. “Calculé que habría una posibilidad de cada mil de que un planeta de nuestra galaxia estuviera enviando señales, pero todos los hallazgos realizados en las últimas décadas han acentuado la idea de que podría haber muchas civilizaciones ahí fuera”, comenta Drake. Y añade: “Hemos descubierto que existen planetas como la Tierra en casi cada estrella. Así, solo en la Vía Láctea habría muchas más de esas civilizaciones detectables de las que habíamos pensado en los años 60. Sin duda, hoy habría escrito una ecuación muy diferente”.

“Al final, el resultado de aquel primer encuentro de 1961 fue que era una buena idea dedicar recursos a la búsqueda de vida extraterrestre”, rememora Drake. Y así se acabaría haciendo. El 2 de marzo de 1972, la NASA lanzó al espacio la sonda Pioneer 10; y el 5 de abril de 1973, la Pioneer 11. El objetivo de ambas era viajar hasta los confines del Sistema Solar y, de paso, explorar el cinturón de asteroides, Saturno, Júpiter, Urano y Neptuno. Ambas naves llevaban una placa diseñada por un equipo de científicos coordinado por Sagan y Drake.

La citada placa, de oro y aluminio, contiene un mensaje sobre quiénes somos y la ubicación de nuestro planeta, de forma que si una de las Pioneer fuera interceptada por una cultura alienígena sabría su procedencia y algunos datos sobre la humanidad. La

Elastrónomo FrankDrake concibióen1961 unacélebreecuaciónqueseempleaparaestimar elposiblenúmero decivilizaciones presentesenla galaxiacapaces decomunicarse. Aquí,selevejunto aunarepresentacióndelmensaje deArecibo,queincluyeinformación sobreelSistema Solar,laTierrayel serhumanoqueél mismoideó.Fue transmitidodesde PuertoRico,en 1974,endirección alcúmuloM13,a 25000 años luz.

BIG EAR OBSERVATORY Algunos investigadores han atribuido a la señal Wow!, captada en 1977, un origen alienígena, si bien se ha atribuido a fenómenos naturales, como un cometa. En 2020, el astrónomo aficionado Alberto Caballero usó los datos de la sonda Gaia de la ESA para plantear que podría provenir de una estrella similar al Sol, a 1800 años luz.

Pioneer 11 mantuvo el contacto con la Tierra hasta el 24 de noviem bre de 1995, mientras que la última señal recibida de su hermana mayor sucedió el 23 de enero de 2003. Desde entonces, se alejan de la Tierra y vagan por el universo al albur de las corrientes cósmicas, como una de esas botellas que se lanzan al mar con un papel de so corro o con un último mensaje en su interior.

Un año más tarde, el 16 de noviembre de 1974, fue enviado al es pacio el llamado mensaje Arecibo. Este consistía en una señal de radio que contenía información sobre la humanidad. Se transmitió desde el radiotelescopio ubicado en dicha ciudad de Puerto Rico. La transmisión se dirigió hacia la constelación del cúmulo de Hércules o M13, a unos 25000 años luz de nuestro planeta. Drake ideó igual mente el mensaje que portaba.

“LAMENTABLEMENTE, ESTE TELESCOPIO, DEL QUE FUI DIRECTOR ALGUNOS

AÑOS Y QUE EN SU DÍA FUE EL MAYOR DEL MUNDO, con un disco de 300 metros, quedó irremisiblemente dañado en 2020 debido a un acci dente. Es una muy mala noticia, porque estaba sirviendo para ha cer muy buenas investigaciones y, además, disponía de un potente equipo para enviar mensajes”, dice Drake.

Las siguientes fechas clave en la búsqueda de E.T. se sucedieron en el transcurso de apenas veinte días, en 1977, los que pasaron entre el lanzamientos de la sonda Voyager 2 el 20 de agosto de ese año y el de la Vogayer 1 el 5 de septiembre . Fueron los nuevos intentos de la NASA de enviar un artefacto lo más lejos posible, al encuentro de una civilización alienígena. Para ello, ambas portan un peculiar disco dorado que contiene una selección de sonidos de la cultura humana incluye desde música de Bach y Mozart o el tema Johnny B. Goode, de Chuck Berry, hasta saludos en numerosos idiomas y un discurso del entonces presidente esta dounidense Jimmy Carter y de la natura leza de la Tierra grabaciones del viento, de tormentas y de animales . El contenido del disco fue decidido por un comité de la NASA formado entre otros por Sagan y Drake.

La Voyager 1 alcanzó en 2012 el espacio interestelar, una región situada más allá de la heliopausa el límite, por así decirlo, de la influencia del astro rey y que marcaría la frontera del Sistema Solar , a unos 18000 millones de kilómetros de la Tierra.

Fue la primera vez que un dispositivo hu mano alcanzaba esa región. El 5 de noviem bre de 2018, la Voyager 2 se convirtió en el segundo aparato que lo hizo.

Poco antes de que fueran enviadas al espa cio, el 15 de agosto de 1977, el radiotelesco pio de la Universidad Estatal de Ohio recibió una extraña señal procedente de la conste lación de Sagitario. El astrónomo Jerry Eh man se percató de ello días más tarde. Mien tras analizaba sus características en una hoja que contenía los datos impresos, marcó una

Hay astrónomos que no descartan que tras algunas ráfagas rápidas de radio haya algún tipo de tecnología exótica

ESA / ATG MEDIALAB

serie de números y anotó en el margen: Wow! Así es como tal detección aún se conoce.

La señal Wow! era unas treinta veces más fuerte que el ruido ordinario del espacio profundo y fue la primera firme candidata a provenir de una civilización extraterrestre. Aunque desde entonces se han ofrecido diversas explicaciones para la misma –se ha barajado que la originó un cometa–, ninguna se ha considerado concluyente. No obstante, entre los expertos la hipótesis más extendida es que, en realidad, provino de un fenómeno natural. En todo caso, no fue más que un mero parpadeo: se prolongó durante apenas 72 segundos .

Con el paso de los años, y a medida que se han perfeccionado la tecnología para captar las señales del cosmos, tal cosa ha dejado de ser algo extraordinario. Hoy, las llamadas fast radio bursts –en castellano, ráfagas rápidas de radio (RRR)–, son las que despiertan la curiosidad de los científicos. En un primer momento, algunos plantearon incluso que podrían ser el eco de la actividad de una lejana civilización alienígena. De hecho, el mediático astrofísico Abi Loev, catedrático en la Universidad de Harvard, mantiene que no habría que descartar tal posibilidad.

LA PRIMERA RRR FUE DESCUBIERTA EN 2007 POR EL ASTRÓNOMO DE LA UNIVER-

SIDAD DE VIRGINIA OCCIDENTAL DUNCAN LORIMER. La señal fue detectada por el radiotelescopio Parkes, en Australia. A menudo, las RRR son muy brillantes y tienen patrones fijos, algo sumamente llamativo. Lorimer admite que, al principio, se le pasó por la cabeza que quizá provinieran de una cultura alienígena. “Desde luego, no era algo disparatado, especialmente en aquellos momentos, cuando únicamente habíamos captado un episodio semejante, esto es, un solo pulso de radio”, señala en una entrevista con MUY. Y añade: “Se podía elucubrar incluso la cantidad de energía que habría sido necesaria para emitir una señal semejante desde lo que podríamos considerar el jardín trasero de nuestra galaxia, y si para una civilización avanzada sería posible producirla”. Pero Lorimer, que ya llevaba un par de décadas dedicándose a la astronomía, se sentía, según sus propias palabras, más cómodo pensando que se debían a algún tipo de fenómeno celeste.

La señal fue captada mientras el equipo de Lorimer buscaba púlsares –un tipo de estrella de neutrones– en las Nubes de Magallanes, unas galaxias satélite de la Vía Láctea. “Tenemos constancia de que en ellas existen unos veinte. El caso es que buena parte de ellos han sido descubiertos gracias el rastreo que se hizo durante la investigación en la que se halló la primera RRR”, indica Lorimer.

Desde 2007 se han observado muchas más de esas ráfagas de radio, pero los científicos aún no saben fehacientemente qué las produce. Eso sí, la gran mayoría están convencidos de que su origen es natural.

Una vez más, todo es consecuencia del desarrollo de la radioastronomía, que no solo está llevando a los investigadores del SETI a ser cada vez más ambiciosos y avanzar en la búsqueda de otras civilizaciones en el universo, sino que está permitiendo captar fenómenos hasta ahora desconocidos, como las RRR. “Los telescopios actuales son mucho mejores que los que había hace quince o veinte años. Lo que más ha cambiado es la cantidad de cielo que pueden cubrir de una vez. Los que usábamos en 2001 apenas podían ver una pequeña fracción, más o menos como un área equivalente a la Luna llena. Ahora, nos podemos centrar en zonas muchísimo más amplias”, dice Lorimer.

Según comenta ese astrónomo, la detección de aquella primera RRR fue inesperada e impactante por distintas razones. “En primer lugar, porque fue increíblemente brillante. Saturó la electrónica del telescopio y hasta eliminó las interferencias que se estaban recibiendo. Resplandeció durante unos cinco milisegundos y luego desapare-

Frank Drake está convencido de que el contacto con los alienígenas será pacífico y enriquecedor para la humanidad

ció. Además, cuando investigamos de qué parte del universo procedía comprobamos que su origen no eran las Nubes de Magalla nes, donde nosotros rastreábamos, sino un punto ligeramente al sur del cielo, una zona bastante aleatoria del universo”.

CON EL TIEMPO, SE EMPEZARON A CAPTAR MÁS RRR Y LAS INVESTIGACIONES EMPEZARON A descartar la hipótesis extraterrestre. “La teoría más extendida es que proceden de magnetares, unas estrellas de neutrones que generan un intenso campo magnético y un brillo miles de millones de veces mayor que el del Sol. Asimismo, pueden producir pulsos de cor ta duración”, apunta. Según Lorimer, todo indica que existen al menos dos variedades de RRR: las que se repiten y las que no. “Hay diferencias notables entre ambas, y eso su giere que no forman parte del mismo fenó meno, que ha de haber al menos dos tipos de fuentes que producen estas radiaciones”.

En ocasiones, los astrónomos han podido determinar el punto del que surgen estas se ñales. “La primera procedente de un encla ve en la Vía Láctea se originó en una fuente situada a unos 30000 años luz. El resto parecen provenir de otras galaxias, a miles de millones de años luz. Algunas fueron emitidas antes incluso de que se hubiera formado la Tierra”, indica Lorimer.

Con todo, el misterio que rodea a las ráfagas rápidas de radio está aún lejos de resolverse. De hecho, es muy probable que el empleo de radiotelescopios cada vez más potentes permita descubrir otro tipo de señales de las que a día de hoy desconocemos su existencia. Entretanto, el estudio de este tipo de fenómenos irá haciendo cada vez más completo nuestro conocimiento del universo. Aun así, lo que espera Drake, el equipo de Siemion y otros muchos investigadores embarcados en los diversos programas SETI es que algún día se demuestre que una de esas transmisiones fue emitida por una civilización extraterrestre.

En cualquier caso, la búsqueda continúa, porque la partida va en serio y los medios tecnológicos acompañan. Cuenta Siemion que él ya tenía claro que quería dedicarse a este asunto cuando empezó a estudiar la carrera, en los años 90. “Cuando me preguntaban en qué quería especializarme, yo respondía que quería buscar vida alienígena. A todo el mundo le parecía emocionante, y bastantes colegas decían que también optarían por esa vía. Pero muchos años después los he vuelto a ver y casi todos habían tomado otro rumbo. Es más, ¡se sorprenden de que yo no haya cambiado de objetivo! Así que parece que se trata de una buena idea cuando eres joven, pero que, por algún motivo, deja de serlo cuando empiezas a avanzar en tu carrera. Resulta curioso”.

ESO SÍ, A SUS 91 AÑOS, DRAKE SIGUE DEDICADO A ELLO. “SEMEJANTE HALLAZ-

GO TENDRÍA MUCHA MÁS TRASCENDENCIA que la llegada a la Luna o la de Colón a América. Contactar con una civilización extraterrestre es, sin duda, el mayor acontecimiento científico que podría suceder”, asevera el astrónomo estadounidense.

“Estoy convencido de que las civilizaciones que encontrásemos serían amigables. No hay nada que ganar atacando a otra. Se encontrarían muy lejos, y sería un gasto enorme de recursos y energía tratar de hacerlo”, argumenta Drake, que por este motivo confiesa que la película que más le gusta sobre este tema es E.T. (Steven Spielberg, 1982). “No solo porque está muy bien hecha, sino porque la criatura inteligente que nos muestra es muy distinta en su compor tamiento a la que nos presentan muchos filmes de este tipo, y que suelen ser malvadas”, indica. Y concluye: “Cualquier contacto con una cultura alienígena será pacífico y positivo, y, desde luego, se rá muy bueno para nosotros. Nos dará la oportunidad de aprender mucho de ella, quizá de intercambiar todo tipo de conocimientos. En realidad, imagino ese encuentro todos los días”.

CHIME

CHIME

Entre 2018 y 2019, el radiotelescopio CHIME –izquierda–, en Canadá, detectó 535 ráfagas rápidas de radio –arriba, su distribución en el cielo–, unos breves e intensísimos pulsos de energía de origen incierto. La mayoría se han observado en distantes galaxias, pero en 2020 este mismo ingenio captó una proveniente de la Vía Láctea. Algunos expertos consideran que podrían deberse a cierto tipo de tecnología exótica.

TANJA BOSAK LA BIÓLOGA DE MARTE

Esta experta en geobiología y geoquímica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) lleva años estudiando el registro geológico de nuestro planeta en busca de los indicios más antiguos de la existencia de vida en la Tierra. Ahora, trata de dar con ese rastro en nuestro mundo vecino.

Texto de JONATHAN O´CALLAGHAN

©NEW SCIENTIST

Bosak dirige el Laboratorio de Geomicrobiología y Sedimentología microbiana en el MIT (Massachusetts), donde investiga cómo evolucionaron conjuntamente la vida y el entorno cuando la primera surgió en la Tierra.

CASEY ATKINS / MIT

E

l Perseverance es el quinto róver que los humanos hemos conseguido hacer aterrizar en Marte. Su misión es la más emocionante de las que se han llevado a cabo hasta la fecha. Mientras que los anteriores ingenios se centraron en explorar la geología y la posible habitabilidad del planeta rojo, este vehículo robótico de la NASA está buscando directamente indicios de vida pasada. Por ello, podría decirse que el momento en el que tocó el suelo marciano, en febrero de 2021, fue, a la vez, épico e histórico.

No es de extrañar que los científicos responsables del programa estén exultantes. Una de las personas que celebraron el amartizaje fue la geobióloga Tanja Bosak, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE. UU.). Bosak ha estudiado durante mucho tiempo las primeras muestras de la existencia vida en la Tierra en el registro geológico. Ahora, está aplicando sus conocimientos a Marte.

Esta vez, el Perseverance está haciendo el trabajo de campo por ella. El róver se encuentra explorando el cráter Jezero, una estructura de unos 49 kilómetros de diámetro que, según se cree, albergó un lago alimentado por ríos hace millones de años. Según Bosak, su lecho está cubierto de sedimentos y rocas adecuadas para preservar fósiles, por lo que es un lugar propicio para buscar indicios de vida.

Una de las peculiaridades más interesantes del vehículo robotizado es que cuenta con la capacidad de tomar muestras de rocas que quizá contengan rastros de vida antigua y prepararlas para ser enviadas a la Tierra. Para ello, acarrea 43 tubos, que llenará con las citadas muestras y almacenará en su zona ventral. Está previsto que más adelante se ponga en marcha otra misión que recolectará esos contenedores y los llevará hasta una sonda en órbita alrededor del planeta rojo, desde donde serán conducidos a la Tierra, quizá en 2031. Pues bien, quienes tendrán que seleccionar esas rocas son Bosak y sus colaboradores. Curiosamente, esta investigadora piensa que el resultado más fascinante sería no encontrar indicios de vida. Al fin y al cabo, las condiciones en Marte y en nuestro mundo eran muy similares hace miles de millones de años. Para Bosak, sería un misterio que no se hubiera afianzado.

¿Cómo se relaciona su trabajo en la Tierra con el planeta Marte? La Tierra es el único planeta donde sabemos que la vida evolucionó. Pero los comienzos de este proceso son bastante turbios, porque no contamos con un buen registro del mismo. Nuestro planeta es muy activo desde un punto de vista geológico. Tiene un ciclo del agua, por lo que las rocas se erosionan, se entierran, se cubren con otras y se exponen a altas temperaturas y presiones. Por ello, es difícil saber cómo era aquí la vida hace 3000 millones de años o antes.

“Por primera vez, tenemos la oportunidad de obtener muestras en un contexto geológico extraterrestre muy bien estudiado”

De aquel periodo han sobrevivido unas es tructuras fosilizadas llamadas estromatolitos. Estas surgen de la actividad de ciertos mi croorganismos y constituyen la prueba más antigua de vida en la Tierra. Tratar de deter minar si también la había en ese momento en nuestro mundo vecino es algo que todos los biólogos anhelan. Para ello, primero debemos averiguar cómo se han preservado aquí las denominadas biofirmas algo que demuestre que la vida ha prosperado en un enclave . La idea es buscar rocas en Marte donde podría haberse dado tal tipo de preservación.

¿Cómo fue presenciar el amartizaje del róver? Fue increíble. Es mi primera misión espacial. El simple hecho de conocer a algunas de las personas involucradas, compartir su nervio sismo y ver lo bienqueparecíairtodohizoque se me cayeran las lágrimas. Como la mayoría de la gente, lo vi en la televisión de la NASA, pero los miembrosdelequipoorganizamosun encuentro virtual para comentarlo. El Perseverance ha despertado mucha expectación. ¿Por qué? Es la primera vez que podemos obtener muestras en un contexto geológico marciano que creemos entender bien, en el cráter Jezero, un lugar que una vez tuvo agua. Nuestra esperanza es poder estudiarlas a fondo cuando se traigan de vuelta a la Tierra.

¿Cómo es el cráter Jezero y por qué fue seleccionado? Se trata de un cráter de impacto bastante antiguo que se llenó de agua en algún momento de la historia de Marte. Lo sabemos porque presenta lo que parece un típico delta de un río terrestre. A partir de los datos recabados por la sondas que estudian Marte desde su órbita hemos podido comprobar que en el Jezero hay presentes varios minerales cuya existencia apunta a que una vez se dieron allí condiciones favorables para la aparición de la vida.

El róver Perseverance acarrea 43 recipientes cilíndricos –en la foto de la derecha, unos técnicos los colocan en un compartimento del vehículo– donde guardará las muestras que tome del suelo marciano –en la imagen grande–. La idea es enviar en los próximos años otra misión a Marte cuyo objetivo será recuperarlas y traerlas a la Tierra –a la derecha, abajo–.

“Si encontramos pruebas de la existencia de vida pasada en Marte no será un hueso fosilizado, sino restos microbianos”

Entre esos minerales hay carbonatos parecidos a la piedra caliza. Pero en Marte se trata de carbonato de magnesio, en vez de calcio. Si hubieran sido colonizados alguna vez por microbios, presentarían ciertas formas muy reveladoras que podemos buscar. También hay sedimentos de grano fino llamados lodolitas que contienen una gran cantidad de compuestos arcillosos. Los fósiles microbianos o las trazas de materia orgánica podrían enterrarse y conservarse en ellos durante miles de millones de años.

Su trabajo consiste en seleccionar algunas de estas rocas que serán devueltas a la Tierra. ¿Cómo se hace tal cosa? Hay un equipo de quince personas dedicadas a ello. Todas tienen experiencia en diferentes tipos de muestras. Algunas estiman la antigüedad de las rocas, otras estudian los registros de los campos magnéticos, otras son expertas en meteoritos... Necesitamos todas sus aportaciones para dar con los especímenes más adecuados, aquellos que nos permitan responder a más preguntas.

El Perseverance tiene todo tipo de instrumentos que podemos utilizar para analizar la composición de las rocas y distinguir los elementos presentes, lo que nos proporcionará información clave sobre las muestras. Por ejemplo, si se tratase de basalto, no buscaríamos vida, porque es una roca ígnea y el calor y la presión que habría experimentado habrían erradicado cualquier rastro de la misma. Sin embargo, nos ayudaría a datar la superficie. Si pudiéramos reconocer esas formas relacionadas con la vida en las rocas carbonatadas que antes mencionábamos, nos habríamos topado con unas muestras excelentes.

Estas rocas serán ciertamente importantes... Serán tan icónicas como las que los astronautas trajeron de la Luna. Estarán disponibles para la comunidad científica en las próximas décadas, por lo que es importante que registremos nuestros métodos con cuidado.

Si encontramos pruebas de la existencia de vida pasada en Marte, ¿cómo serán? No será algo demasiado obvio, como un hueso o una pluma fósil, sino microscópico. Dada la antigüedad del terreno, no podemos esperar otra cosa que no sea de carácter microbiano. Es más, si hubiera habido vida en Marte, no podría haber sido de gran tamaño. Como no tenemos microscopios en el róver, debemos buscar los mejores tipos de rocas y el entorno más adecuado donde podría darse. El agua lí quidaesnecesariaparalavida;eslacondición número uno. En parte, por ello se seleccionó el Jezero como lugar de amartizaje.

Los estromatolitos, como los de abajo, fotografiados en la Reserva Marina de Hamelin Pool, en Australia, son formaciones sedimentarias originadas por la actividad de microorganismos y la prueba más antigua de la existencia de vida en la Tiera. A la izquierda, un espécimen fósil de 3400 millones de años hallado en Pilbara, en el oeste de ese país insular.

El equipo de Bosak intentará determinar si en un pasado remoto, cuando existía agua en la superficie de Marte, se dieron en él las condiciones para el desarrollo de la vida y si esta llegó a prosperar.

EAPS / MIT

Entonces, ¿podríamos encontrar un estromatolito marciano? Me encantaría, pero no creo que vaya a ser necesariamente así. En principio, las rocas de Marte pueden preservar estructuras equiva lentes a los estromatolitos. Sin embargo, aún no sabemos lo suficiente de la geología de ese planeta para dilucidar si tal cosa sería posible en la práctica. Entre otras cosas, por ello queremos traer las muestras a la Tierra. Tendremos que llevar a cabo numerosos análisis. Encontrar indicios vida, si es que la hubo, podría llevarnos al menos una década.

¿Qué nos revelaría sin ninguna duda su existencia? En el mejor de los casos, encontraremos las mencionadas lodolitas, conseguiremos traerlas desde Marte y, cuando las analicemos, ha llaremos ciertos tipos específicos de moléculas orgánicas. Puede que, incluso, nos topemos con algún tipo de organismo fosilizado que nos recuerde a los que encontraríamos en la Tierra en tales compuestos arcillosos. Ello nos permitiría demostrar que la vida que se desarrolló en el planeta rojo cuando había agua líquida se parecía a la que lo hizo aquí. Descubrirlo nos podría revelar muchas cosas sobre la evolución paralela de la vida y cuán diferente sería en un mundo cercano.

¿Espera obtener una respuesta concluyente sobre la existencia de vida gracias a la misión del Perseverance? Enrealidad,no.CualquieraquehayaobservadofósilesenlaTierrasabe que su preservación o la de las biofirmas es algo sumamente irregular. Si tuviéramos tiempo y róveres infinitos podríamos hacer un estudio completo. No obstante, también es emocionante pensar qué pasaría si, al final, no hay indicios de vida. No espero que sea el caso, pero si observamos tal cosa en cada análisis, nos encontraríamos con un escenario fascinante. Otra posibilidad es que obtengamos muestras muy antiguas y veamos algunas moléculas prebióticas, esto es, un tipo de química que, por así decirlo, aún está aprendiendo a convertirse en vida. Para mí, eso sería aún más emocionante, porque no tenemos ni idea de cuándo los conjuntos de moléculas dieron origen a la vida.

¿Por qué le emocionaría tanto no dar con ella? Es difícil demostrar su ausencia total, pues se puede argumentar que, simplemente, no estudiamos los afloramientos adecuados. Pero digamos que no encontramos nada que ni siquiera la insinúe incluso en esas condiciones favorables, en un entorno con agua y los minerales adecuados. Ello nos indicaría que para que surja se precisa algo más. ¿Qué más podemos aprender en este sentido en el planeta rojo? El cráter Jezero no es el único que contuvo aguaenelpasado.Hayotrosenclavesquefue ronhabitables.Creoqueloscientíficosquees tudien Marte tras la misión del Perseverance tendrán muchas opciones.

Si el amartizaje te afectó tanto, ¿cómo será la llegada de las muestras a la Tierra? Creo que en medio de la pandemia necesi tábamos que sucediera algo bueno. Por eso, tanta gente quería el Perseverance, y que con él toda la ciencia e ingeniería invertidas en la misión tuviera éxito. En cuanto a lo que suce derácuandotengamoslasmuestras,nopuedo ni imaginarlo. Va a ser algo de otro mundo.

¿EN QUÉ LUGARES DEL COSMOS PODRÍA

EXISTIR VIDA? Escanea este código QR y descubre cómo los astrobiólogos buscan indicios de ella en los exoplanetas y en las lunas y asteroides del Sistema Solar.

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