Redescubriendo el mundo clásico con Mary Beard

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REDESCUBRIENDO EL MUNDO CLÁSICO CON

MARY BEARD

PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE CIENCIAS SOCIALES 2016 “…estudiar el mundo clásico siempre es igual y siempre es distinto (…) estudiamos el mundo el mundo antiguo a la luz de lo que las generaciones anteriores han dicho, pensado y escrito sobre el mismo. En ninguna otra materia se dispone de una compañía tan rica y variada.” El mundo clásico: una breve introducción


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Winifred Mary Beard (Much Wenlock, Reino Unido, 1 de enero de 1955), catedrática de Clásicas en la Universidad de Cambridge y miembro del Newnham College, es una de las especialistas sobre la Antigüedad más relevantes y una de las intelectuales británicas más influyentes. Tras licenciarse en Artes en el Newnham College de Cambridge, se doctoró en 1982 con una tesis sobre The state religion in the late Roman Republic: a study based on the works of Cicero. Al comprobar que muchos de sus compañeros de universidad cuestionaban el potencial académico de las mujeres, Beard se sintió aún más motivada para seguir adelante, adoptando un punto de vista feminista que ha sido, según ha declarado, muy importante en su vida, pues, según sus palabras “de verdad no puedo comprender lo que sería ser una mujer sin ser una feminista”. Beard impartió docencia en el King’s College de Londres (1979-1983) y en 1984 regresó a Cambridge, donde, en 2004, obtuvo la cátedra de Clásicas. Profesora visitante en la Universidad de Berkeley (2008), las seis conferencias Sather que impartió se publicaron en 2014 bajo el título Laughter in Ancient Rome: On Joking, Tickling and Cracking Up (Sather Classical Lectures). Mary Beard es editora jefe de clásicos del The Times Literary Supplement desde 1992 y escribe el blog “A Don’s Life” que se publica en The Times. Autora de obras de referencia como El triunfo romano (2008) y Pompeya (2009), ningún otro clasicista actual ha sabido combinar, en palabras del profesor de la Universidad de Saint Andrews, Stephen Halliwell, “con tanta eficacia la excelencia profesional en el estudio de las culturas de la Antigua Grecia y Roma con una habilidad excepcional para comunicar el interés y la importancia de tal investigación a una audiencia amplia. Al hacer eso, Mary Beard ha desarrollado una voz y un estilo únicos que caracterizan todo su trabajo –más de una docena de libros, trabajo periodístico, documentales televisivos y un blog de larga trayectoria y gran notoriedad–”. Ha escrito y presentado series documentales para televisión: Pompeii: Life and Death in a Roman Town (2010), Meet the Romans with Mary Beard (2012) y Pompeii: New Secrets Revealed with Mary Beard (2016). Colabora, asimismo, regularmente en radio. Entre sus principales obras están, además de las ya citadas, Rome in the Late Republic (1985, 1999), Pagan Priests: Religion and Power in the Ancient World (1990), The Parthenon (2002), Confronting the Classics: Traditions, Adventures and Innovations (2013) y SPQR: A History of Ancient Rome (2016). Elegida miembro de la Sociedad de Anticuarios (2005), de la British Academy en 2010 y miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias en 2011, en 2013 recibió la Orden del Imperio Británico y en la actualidad es catedrática de Literatura Antigua de la Real Academia de las Artes. En 2008 recibió el Wolfson History Prize (Reino Unido) por Pompeya y en 2013 el Premio de la Classical Association (Reino Unido) por su “contribución fundamental al conocimiento público de las Clásicas”. Está en posesión de la Medalla Bodley (2016).

Fuente y más información en la web de la Fundación Princesa de Asturias: http://www.fpa.es/es/premios-princesa-de-asturias/premiados/

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Emperatriz de Roma1 Mary Beard, experta en clásicos de la antigüedad, domina el género con sus estudios y críticas La británica sostiene que nuestros dilemas son los mismos que los de los tiempos de Cicerón JACINTO ANTÓN

La autora de 'El triunfo romano' tiene un enorme impacto sobre la opinión pública. ANDREW TESTA / PANOS

Mary Beard (Much Wenlock, Reino Unido, 1955) está considerada hoy en día la más relevante e influyente especialista en los clásicos de la antigüedad, pero también una mujer de armas tomar. Autora de obras de referencia como El triunfo romano o Pompeya, espléndidas monografías sobre el Partenón o el Coliseo, o una apasionante pesquisa sobre la pionera de los estudios clásicos Jane Harrison, es asimismo una persona con un impacto directo sobre la opinión pública a través de su columna en The Times y su seguidísimo (y a menudo tan divertido) blog en Internet, que ha dado origen ya a dos libros muy populares. Catedrática de Clásicas en Cambridge, Beard, editora de temas clásicos del Times Literary Supplement, es a la vez una crítica temible, que te zarandea una traducción de Tucídides como un terrier a un conejo, despedaza (con extrema propiedad todo hay que decirlo) una 1

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/27/actualidad/1395917091_531822.html. Consultado el 23 de septiembre de 2016.

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biografía de Adriano o descalifica a un prestigioso —y algo pomposo— estudioso del mundo aqueménida sin que le tiemble el pulso. Tras observar cómo trata a gente tan docta en su último libro La herencia viva de los clásicos (Crítica), me dirijo a la entrevista con Mary Beard comprensiblemente acongojado, con la negra ansiedad en la grupa, que diría Horacio (“post equitem sedet atra cura”). La historiadora vive a las afueras de Cambridge, en un tranquilo barrio de bonitas casitas, puro territorio Mister Chips, con chimeneas y amplias bibliotecas, en el que todos sus habitantes parecen ser profesores eruditos que consagran las tardes a releer a Eurípides, en griego. Por el temor a llegar tarde a la cita arribo tan pronto que tengo que esperar dando vueltas por el vecindario, cargando las flores que he comprado para propiciar a la estudiosa y también por compensarla un poco de la sucia campaña de ataques —con insultos misóginos y comentarios infames sobre su aspecto físico— que ha recibido de los troles de Internet tras hablar positivamente de los inmigrantes en un programa de la BBC. Llamo al final a la puerta y abre Beard. Me parece más joven, delgada y atractiva que en las fotos, pero igual de despeinada. Con algo de sibila, me digo, aunque trato de borrar de mi cabeza su descripción de cómo se sentaba la Pitia en su trípode con las piernas abiertas para que los vapores del espíritu profético pudieran entrarle en la vagina. La sigo por el recibidor y un pasillo lleno de libros apilados en el suelo y descendemos por una escalera hasta la amplia y abigarrada cocina —en un estante puedo ver una pequeña vitrina con dos mustélidos disecados— presidida por una larga mesa en la que se amontonan volúmenes de historia y papeles. No hay vino de una jarra sabina: la clasicista se prepara un café y me sirve un té. Le señalo un cuervo de plástico encima de la nevera, y, en un momento de feliz inspiración, le pregunto si es el de aquel pillo que se lo presentó a Augusto y que graznaba dando vivas al victorioso ganador de la batalla de Actium y vencedor de Antonio; previsor, el tipo tenía otro preparado que a quien adulaba era a Antonio, por si acaso (la historia la recoge ella en La herencia viva de los clásicos, en un capítulo sobre el sentido del humor de Augusto). Sonríe (he ganado un punto) y me relajo un poco.

Los romanos fueron sus grandes críticos. Es el propio Tácito el que dice lo de ‘crean un desierto y lo llaman paz’ El conocimiento de los clásicos antiguos ha tenido tradicionalmente un marchamo de high class en Reino Unido, apunto. “De alguna manera sigue siendo un sello de buena educación, el latín y el griego eran una forma de entrar en una élite sociocultural, aquí y en otras partes. La paradoja es que el conocimiento de los clásicos marca una frontera en el nivel de educación de una persona, pero a la vez está más extendido de lo que la gente admite”. Ante mi cara de sorpresa continúa con un brillo divertido en sus ojos grises —pura Atenea glaucopis—: “Los clásicos han invadido la cultura popular, desde la sitcom de 1969 de gran éxito Up Pompeii a la nueva comedia romana Plebs, pasando por tantas películas de sword & sandals, péplums. O ese Gladiator que tanto te gusta. En realidad, una cosa que muchos compartimos es haber sido conquistados por Roma. Eso hace que Asterix sea tan popular. La gente manifiesta una gran aprensión ante los clásicos, un miedo injustificado de que son extraños y difíciles, pero en realidad sabe mucho más de ellos de lo que cree. Todo el mundo sabe lo que son los gladiadores y no hay nadie que no reconozca lo que es una

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columna: sabes que estás ante un museo o un banco”. Levanto la cabeza del bloc y capto el malicioso destello de broma en la mirada de Beard. “En realidad usamos la cultura clásica todo el rato, aunque no nos demos cuenta. Hay que hacer a la gente más consciente de eso. Los bloques de construcción del mundo occidental tienen mucho que ver con los clásicos. Piensa en Dante, por ejemplo. Hay que estar en contacto con la cultura romana

para formar parte de la civilización occidental. ¿Sabrías qué representa un cuadro con una mujer abrazada por un cisne si no conoces los clásicos?, ¿entenderías por qué es un cisne y no un pollo?”. Aprovecho la referencia a Leda y Zeus camuflado de ave y copulando complejamente para preguntarle por la obsesión romana por esa extraña pareja. “Es sexo extremo”, zanja.

“Nuestros dilemas son los mismos de los romanos”, continúa. “En el 63 antes de Cristo, Cicerón salvó la República conculcando el Estado de derecho, la ley. ¿Cuán lejos debemos llegar en suspender la ley, las garantías, para salvar al Estado? Guantánamo es Cicerón. Cuando pones juntos a Cicerón y el 11-S los estudiantes enseguida lo entienden. Compartimos muchas cosas con los romanos. Eso no es raro. Porque en buena medida hemos aprendido a actuar leyendo a Cicerón. Hemos aprendido a resolver nuestros dilemas morales, a pensar nuestras cosas, a través de los clásicos. Ciertamente, hay también otras influencias en la cultura moderna. No estamos prisioneros del mundo clásico”. Se refiere al cristianismo, claro. “Sí, y el judaísmo y tantas otras cosas. Pero hemos heredado el pensamiento griego y romano y a gente que ha hablado con ellos, que los ha leído y asimilado. Gladstone leía a Homero cada noche. Y esa lectura condicionaba su forma de pensar y hacer. No es solamente que los grandes pensadores y políticos que nos han influido estuvieran a su vez influenciados por los clásicos, es que los clásicos son herramientas para entender a esas figuras de nuestro mundo, lo que pensaban y por qué actuaban como lo hicieron”. Los romanos tenían muchas cosas admirables, desde luego, acueductos, carreteras, el derecho, etcétera, pero ¿cómo podían juntar refinamiento y sabiduría con violencia como lo hicieron? “Eso es lo complejo, lo difícil, ver que eran tan parecidos y sin embargo presentaban algunos rasgos que nos inquietan. Hay que decir, sin embargo, que los romanos fueron los grandes críticos de sí mismos. Había muchas voces en Roma contra la corrupción, el militarismo, la injusticia”. Vaya, ¿por ejemplo? “Tácito. Recuerda el discurso de Calgaco, el jefe britano, que recoge en las páginas de Agrícola. ‘Los romanos, cuya soberbia en vano se evita con la obediencia y el sometimiento. Saqueadores del mundo, si el enemigo es rico se muestran codiciosos, si es pobre, despóticos’. Un discurso que culmina con las célebres palabras ‘a la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y donde crean un desierto, lo llaman paz” (atque ubi solitudinem faciunt, pacem apellant). “¡Qué gran encapsulación de la conquista imperial! Lo más grande es que por supuesto esa arenga a las tropas que pone en boca del líder enemigo es en realidad obra suya, de Tácito. Lo admiro mucho, especialmente al autor de los Anales”. ¿Si nos encontráramos con un antiguo romano nos entenderíamos con él?, aparte de soportar difícilmente su aliento —Beard ha explicado que tenían muy mala higiene bucal—. “Es la gran pregunta, nunca lo sabremos. A veces son como nosotros, cuando lees las

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cartas privadas de Cicerón no es difícil pensar que es alguien con quien podrías cenar esta noche. Y otras, cuando ves cómo ese mismo Cicerón castigaba a sus esclavos o trataba a su hija, parece haber una gran distancia”. Un elemento que nos los acerca y al cual Mary Beard dedica su próximo libro es el humor. “Algunas bromas romanas son incomprensibles, pero sorprendentemente muchas parecen de hoy mismo y son chistes de hace 2.000 años”. Vaya, y ¿cómo era el humor romano? “Muy Monty Python, un punto absurdo, surrealista”. Cuéntenos un chiste romano, va. “Vale: ‘¿Pero no estabas muerto?’, ‘ya ves que no’, ‘no sé, no sé, me fío mucho de la persona que me lo dijo”. Beard ha hecho una cierta reivindicación de algunos de los personajes más denostados de la historia romana. “Bueno, no imagino que Calígula fuera un tipo agradable. O Nerón. Pero la reputación de los emperadores estaba determinada por el que le sucedió. En caso de asesinato, el sucesor debía hacer propaganda negra del anterior. En términos de sucesión de poder tenías que decir que la muerte, el asesinato, del que te había precedido fue necesaria. Tiberio hizo bueno a Augusto que murió en la cama (quizá con alguna discreta ayuda), Claudio malo a Calígula. La historia está escrita por los sucesores”.

El secreto de las legiones era una combinación de poder de fuego, disciplina brutal y colaboración con las élites locales Aprovechando el palo que le da a la serie Yo, Claudio por alguna morbosa escena de, precisamente, Calígula —y que ella achaca al guionista y no a Robert Graves—, le digo a Mary Beard que es una crítica muy dura. “Es cierto que puedo parecerlo, pero tengo una regla de oro: nunca escribo nada que no diría a la cara”. Con la intimidad que da la cocina y hablar de Virgilio, me atrevo a preguntarle a Beard por la violación que sufrió de adolescente en un viaje estudiantil a Italia, en un tren en ruta a Milán, un episodio del que ella misma ha escrito y que parece tener bien conjurado. “No hubo violencia, sino abuso de poder, y eso me reportó que algunos dijeran que yo había consentido. En realidad fue una violación en toda regla, como la de Lucrecia. Los clásicos lo hubieran entendido así perfectamente”. Volvemos al sexo en Roma. Le digo que tengo un amigo que se ha hecho adicto al sexo romano, de tanto ver las series Roma y Spartacus, y la hago reír. “¡No me extraña! La antigua Roma ha sido muchas veces excusa y cobertura para pornografía. El caso es que lo romano parece todo desmesurado, larger than life, si me permites la expresión, los edificios, las esculturas, y también el sexo”. En la exposición sobre Pompeya en el British Museum, recuerda Beard, lo que más impactó a la gente fue la escultura de Pan copulando con una cabra en posición del misionero. “Una pieza así no se podría colocar en el museo, pero como son romanos…”. ¿Nos sorprendería lo que los romanos hacían en la cama? “No sabría decirte, no lo sé, ¿acaso sabemos todo lo que se hace y lo que no en nuestros días? En realidad oigo a gente y no doy crédito a lo que dicen que hacen. Supongo que exagerarán, pero no sé. Las reglas sexuales, lo que puedes hacer y no en una sociedad, son muy complejas. No sabemos lo que pasaba en la intimidad de un baño romano. La idea

de que Roma era un lugar de gran libertad sexual es un cliché, como la participación de Mesalina en un concurso de putas. Mucho de eso son imágenes creadas

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por los cristianos para denostar el paganismo. Es cierto que los hombres romanos tenían miedo a la penetración, pero era una cuestión de posición”. Me quedo masticando la polisemia (es sabido que los ciudadanos romanos podían, ejem, penetrar, pero ser penetrados por alguien inferior socialmente se veía como humillante). “Los romanos no tenían el sentido de pecado cristiano evidentemente, pero vergüenza sí y culpabilidad también, aunque fuera otra”. Hablando de vergüenza, parece que la calvicie les provocaba mucha. “Sí, era algo insoportable para ellos, a Julio César lo desazonaba en gran manera. Había muchos chistes de calvos, nosotros los hacemos más de los sordos”. ¿El amor era igual? “El romántico en el sentido que le damos nosotros es una creación muy posterior, pero existía un amor muy intenso como prueban las lápidas funerarias y los poemas. Pero no es Sylvia Plath”. Quedan tantos temas, ¡y se nos acaba el tiempo! (Beard tiene un compromiso académico). ¿Cuál era el secreto militar de las legiones? “Una combinación de poder de fuego, entrenamiento brutal y colaboración con las élites locales, que probablemente era lo más importante”. ¿El episodio más excitante de la historia de Roma? “¿Excitante?… Bueno, en un sentido muy gore escogería a Fulvia, la mujer de Marco Antonio, cosiendo a puñaladas con su horquilla del pelo la lengua de Cicerón en su cabeza decapitada”. Uh. ¿El romano más grande? “Es difícil elegir uno sin caer en el síndrome del gran hombre (grandes conquistadores = grandes carniceros). Mi personaje favorito es Eurysaces, un panadero”. Marcho de casa de Mary Beard apurando preguntas mientras ella se apresura como un improbable cruce de Boadicea y Cenicienta. Amplus mulier.¡Qué gran mujer!

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La antigua Roma aún importa2 Muchas tradiciones de aquel imperio siguen vigentes. Entenderlas, cree la experta británica en antigüedad clásica, nos ayuda a conocer mejor nuestro mundo MARY BEARD

Foto. EVA VÁZQUEZ A finales del siglo IV d. C., el río Danubio era el paso de Calais de Roma. Lo que solemos denominar las invasiones bárbaras, la llegada de hordas (quizá muchedumbres) al Imperio Romano, podrían calificarse también como unos movimientos masivos de inmigrantes económicos o refugiados políticos del norte de Europa. Y las autoridades romanas tenían tan poca idea de afrontar aquella crisis como las nuestras, además de que, por supuesto, eran menos compasivas. En una famosa ocasión, que incomodó incluso a algunos observadores romanos, vendieron carne de perro para alimentar a los que habían logrado cruzar el río en busca de asilo (entonces, como ahora, el perro no estaba destinado al consumo humano). No fue más que uno más de una serie de pulsos, concesiones y conflictos militares que acabaron por destruir el poder central de Roma en la parte occidental de su imperio. La situación se agravó por la calculada estrategia de los romanos orientales, que, en la práctica, eran entonces ya un Estado separado: su solución a la crisis migratoria consistió en dirigir a los inmigrantes hacia el oeste y traspasar el problema a otros. Es tentador pensar en los antiguos romanos como una versión de nosotros mismos. Pusieron en marcha desastrosas expediciones militares a las mismas zonas del mundo en las que hemos fracasado tantos siglos después. Irak fue una tumba para los romanos como lo http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/14/actualidad/1444839171_082887.html.Consultado el 27 de septiembre de 2016. 2

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ha sido para nosotros. Y una de sus peores derrotas, en el año 53, a manos de un imperio rival en el este, se produjo cerca de la frontera actual entre Siria y Turquía. Con un giro especialmente macabro, que recuerda a las bravuconadas sádicas del Estado Islámico: el enemigo cortó la cabeza del comandante romano y la utilizó como parte del atrezzo en una representación de Las Bacantes de Eurípides, en la que la cabeza del rey Penteo, decapitado por su madre, tiene un papel siniestro y destacado. En Italia, la vida romana también tenía aspectos que nos resultan familiares. Vivir en una

capital con un millón de habitantes, la mayor aglomeración urbana en Occidente hasta el siglo XIX, planteaba problemas que nos resultan conocidos: desde la congestión del tráfico (una ley intentó impedir que circularan vehículos pesados por la ciudad durante el día y, como consecuencia, la noche se llenó de un ruido espantoso), hasta problemas rudimentarios de urbanismo (¿qué altura debía autorizarse para los edificios de pisos, y en qué materiales debían construirse para que no fueran presa del fuego?). Por su parte, las clases políticas tenían todo tipo de preocupaciones. Hubo infinitas e inútiles leyes para evitar que los funcionarios se llenaran los bolsillos con dinero público. Hasta Marco Tulio Cicerón, político, poeta, filósofo y bromista, de reconocida honradez, dejó un puesto en el extranjero con una pequeña fortuna en la maleta; por lo visto había ahorrado mucho dinero de sus dietas. También había debates interminables sobre el reparto de cereal gratis o subvencionado a los ciudadanos que vivían en la capital. ¿Era un uso apropiado de los recursos del Estado y un precedente del que enorgullecerse, la primera vez en Occidente que un Estado había decidido garantizar la subsistencia básica a muchos de sus ciudadanos? ¿O era una forma de estimular la holgazanería y una extravagancia que las arcas del Estado no podían permitirse? Una vez descubrieron a un rico conservador romano haciendo cola para recoger su ración, que había criticado con vehemencia y que, desde luego, no le hacía ninguna falta. Cuando le preguntaron el motivo, respondió: “Si habéis decidido repartir las propiedades del Estado, yo no me voy a quedar sin lo que me corresponde”. No es una lógica muy diferente a la del millonario moderno que reclama su licencia de televisión o su abono de transporte gratuitos. Pero tal vez no sea tan sencillo. Estudiar la antigua Roma desde la perspectiva del siglo XXI es caminar por la cuerda floja, hacer equilibrios que requieren una imaginación muy particular. Si se mira a un lado, todo parece familiar, o puede manipularse para que lo parezca. No sólo las aventuras militares o los problemas de la vida urbana y las migraciones. Hay conversaciones a las que casi podemos incorporarnos sobre qué es la libertad o los problemas del sexo. Hay chistes que todavía entendemos, edificios y monumentos que reconocemos y una vida familiar que nos resulta comprensible, con todas sus peleas, sus divorcios y sus adolescentes problemáticos. Muchos hemos sentido la desilusión de Cicerón con su hijo Marco en el siglo I a.C., porque, en la Universidad de Atenas, prefería irse de juerga y beber que asistir a clases de filosofía. Igual que el dilema que revela un juego que vendían para que uno mismo pudiera predecir su fortuna. Entre las muchas preguntas que podían hacer los angustiosos compradores estaba: “¿Me pillarán cometiendo adulterio?”. Y entre las muchas respuestas posibles que podía recibir

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(dependiendo de cómo cayeran los dados) estaba la más prudente y realista: “Sí, pero todavía no”.

Al otro lado de la cuerda de equilibrista, sin embargo, se encuentra un territorio completamente ajeno. Parte de él es bien conocido. La institución del esclavismo trastocaba cualquier idea de lo que constituía un ser humano. La suciedad era estremecedora. En la antigua Roma y en todas las ciudades antiguas en general no existía apenas ningún sistema fiable de recogida de residuos, y se hablaba de perros vagabundos que entraban en cenas de lo más elegante llevando en la boca trozos humanos que habían cogido en la calle. Por no hablar de las carnicerías que eran los combates de gladiadores ni las muertes por enfermedades cuya cura hoy damos por descontada. Más de la mitad de los romanos morían antes de cumplir diez años. El parto era tan letal para las mujeres como la guerra para los hombres. La antigua Roma sigue siendo relevante por razones muy distintas; sobre todo, porque los debates romanos nos han proporcionado un modelo y un lenguaje que siguen definiendo nuestra manera de entender el mundo y reflexionar sobre nosotros mismos, desde la teoría más elevada hasta el humor más chabacano, capaces de provocar risa, asombro, horror y admiración más o menos en la misma medida. Desde luego, la cultura occidental no es sólo heredera del pasado clásico, ni querríamos que lo fuera. Por fortuna, hay muchas y variadas influencias que forman nuestro tejido cultural: el judaísmo, el cristianismo y el islam no son más tres de las más conocidas. Ahora bien, al menos desde el Renacimiento, muchas de nuestras premisas sobre el poder, la ciudadanía, la responsabilidad, la violencia política, el imperio, el lujo, la belleza e incluso el humor se han formado y puesto a prueba en un diálogo con los romanos y sus textos. Lo vemos en el vocabulario de la política moderna, desde los senadores hasta los dictadores, y en las frases hechas y los tópicos. “Desconfío de los griegos incluso cuando traen regalos” es la advertencia que Virgilio, en la Eneida, pone en boca de un anciano troyano al ver aparecer el famoso caballo de Troya, un regalo-trampa de sus enemigos griegos. Y la palabra plebeyo sigue utilizándose como insulto. Lo vemos también en la geografía política de la Europa actual. La razón principal de que Londres sea la capital del Reino Unido, pese a tener una situación incómoda en muchos sentidos, es que los romanos hicieron de ella la capital de la provincia de Britannia, una región peligrosa, decían, al otro lado del gran océano que rodeaba el mundo civilizado. Gran Bretaña es, en muchos sentidos, una creación de Roma. Sin embargo, lo que hemos heredado de Roma por encima de todo son muchos de los principios fundamentales y los símbolos con los que definimos y debatimos la política y la acción política. El asesinato de Julio César en los Idus de marzo del año 44 a. C. fue, en realidad, una operación chapucera. Pese al glamour que da a la conspiración la versión de Shakespeare, el cabecilla era Marco Junio Bruto, un tipo nada atractivo, cuyo único motivo de fama hasta entonces había sido sacar casi un cincuenta por ciento de interés de los préstamos a los desgraciados habitantes de Chipre.

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El asesinato causó varias víctimas inocentes por lo que llamaríamos fuego amigo. Y a medio plazo, no erradicó el poder unipersonal, como esperaban los asesinos, sino que contribuyó a reforzarlo. Aun así, entre otros gracias a Shakespeare, es desde entonces el modelo y la justificación para acabar con los tiranos en nombre de la libertad. No es casualidad que John Wilkes Booth usara Idus como clave para el día en el que planeaba matar a Abraham Lincoln. Casi todos los magnicidios cometidos en la política occidental han tenido como telón de fondo los Idus de marzo. Lo importante aquí es el debate, no la resolución. La antigua Roma no es una lección sin más, ni tampoco una civilización a la que debemos admirar y estar agradecidos. En el mundo clásico —tanto Roma como Grecia— hay mucho que reclama nuestro interés. Pero otra cosa es la admiración. Después de cincuenta años de trabajar sobre y con ellos, tengo que controlarme cuando oigo hablar de los “grandes” conquistadores romanos o incluso el “gran” imperio romano. Desde luego, no se lo parecía a quienes se encontraban con la espada de un romano en su garganta. No obstante, los debates romanos están en la base de los nuestros, y lo estuvieron en los de nuestros predecesores, que a su vez nos dejaron sus propios problemas, soluciones e interpretaciones. No sólo me refiero a Catilina y las libertades civiles, sino también a las anécdotas morbosas y a menudo ficticias de los emperadores, que han inspirado nuestras opiniones sobre la corrupción política y los excesos y las justificaciones, malas y buenas, de la expansión imperialista y la intervención militar.

La historia de Roma se reescribe sin parar. Es una labor en marcha, y siempre hay que corregir los mitos y las medias verdades de los que vinieron antes, como sin duda habrá que corregir los nuestros. En mi opinión, lo que más debemos revisar es la idea unívoca de los romanos como matones. Tiene una forma inocua y humorística, en las historias del valiente Astérix y sus enfrentamientos con las legiones romanas (que es la primera imagen que tenemos casi todos). Pero resulta mucho más engañosa cuando se disfraza en la respuesta a algunos de los mayores interrogantes sobre la Roma antigua. ¿Cómo consiguió una ciudad a orillas del Tíber, pequeña, corriente y sin grandes ventajas, llegar a dominar la península itálica y la mayor parte del mundo conocido? ¿Tal vez, como se dice muchas veces, no era más que una comunidad entregada a la agresión y la conquista, construida sobre los valores del triunfo militar y poco más? La realidad es que los romanos no empezaron su andadura con un grandioso plan de conquistar el mundo. Acabaron por justificar su imperio por un destino manifiesto, y Virgilio utilizó su épica nacional, la Eneida, para hacer en retrospectiva que Júpiter profetizara que Roma iba a ser “un imperio sin límites”. Pero los motivos iniciales de sus conquistas no son tan fáciles de discernir. De lo que no cabe duda es de que, al adquirir su imperio, los romanos no se dedicaron a avasallar cruelmente a unos pueblos inocentes. La conquista romana fue despiadada, desde luego. La campaña de César en la Galia se ha comparado, no sin razón, con un genocidio, y varios romanos la calificaron como tal en aquel entonces. Uno de los rivales políticos de César llegó a sugerir que se le juzgara por crímenes de guerra y que el jurado lo formaran miembros de las tribus a las que había derrotado. Sin embargo, Roma se expandió en un mundo que no estaba formado por

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comunidades que convivían en paz, sino que estaba plagado de violencia endémica, centros de poder apoyados en la fuerza militar y pequeños imperios. Casi todos los enemigos de Roma eran tan militaristas como los romanos y, desde nuestro punto de vista, igual de sádicos. Por eso es un problema la imagen de Astérix, que indica que los adversarios de César en la Galia contaban con el ingenio, la inventiva, la poción mágica y poco más. Un griego que visitó la Galia varias décadas antes de la invasión de César contó que había visto cómo colgaban las cabezas de los enemigos como trofeos delante de las cabañas. Lo que necesita explicación no es el carácter militarista de los romanos o su agresividad psíquica, sino por qué, en un mundo en el que todos eran violentos, los romanos triunfaban más que sus enemigos y rivales. La respuesta tiene poco que ver con tácticas superiores e incluso mejor material militar; está más relacionada con el número de soldados sobre el terreno. Al menos en sus primeros siglos, la costumbre habitual de Roma, única en el mundo antiguo y en la mayor parte del moderno, era convertir a los que había derrotado en ciudadanos romanos y transformar a los viejos enemigos en aliados y futura mano de obra. Fue un imperio construido —y eso era en lo que debían de confiar los desesperados refugiados en el Danubio, cuando hacía ya mucho tiempo que esta política era ya impracticable— sobre la base de ofrecer la ciudadanía e incorporar a los extranjeros. Fue además un imperio en el que las críticas más duras procedían de los propios romanos. Roma no fue simplemente la hermana pequeña, primitiva y revoltosa de la Grecia clásica, en la que sólo se dedicaban a la ingeniería, la eficacia militar y el absolutismo, frente a unos griegos que preferían la curiosidad intelectual, el teatro y la democracia. A algunos romanos les convenía fingir que era así, y a muchos historiadores modernos les ha convenido presentar el mundo clásico como una mera dicotomía entre dos culturas muy diferentes. Pero es un error en los dos sentidos. Las ciudades-estado de Grecia estaban tan deseosas de ganar batallas como los romanos, y en su mayoría tenían muy poco que ver con el breve experimento democrático de Atenas. Y varios escritores romanos no sólo no defendieron el poderío imperial, sino que analizaron con agudeza los orígenes y las repercusiones de sus intervenciones en el mundo. La historia de Roma duró más de mil años (más de dos mil si tenemos en cuenta los siglos del imperio bizantino en Oriente). Para bien o para mal, Roma está enraizada en

nuestras tradiciones políticas, culturales y literarias, en nuestras formas de pensar. No es arriesgado decir que, desde el año 19 a. C., no ha habido un solo día en el que alguien, en alguna parte, no haya leído la Eneida, y no hay muchos otros libros, aparte de la Biblia, de los que se pueda decir lo mismo. No pretendo formar un club de fans de la antigua Roma. No hacemos ningún favor a los romanos considerándolos héroes, pero tampoco demonizándolos. Y no nos haremos ningún favor a nosotros mismos si no los tomamos en serio y renunciamos a nuestra larga y complicada conversación con ellos.

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OBRAS DE MARY BEARD EN LA BIBLIOTECA DE PRAVIA

La herencia viva de los clásicos: tradiciones, aventuras e innovaciones “En esta selección de reseñas publicadas en revistas de literatura, y no en revistas científicas, se abarca un gran número de temas y personajes, divididos entre Grecia y Roma, siendo estos los mayoritarios. El lenguaje de Mary Beard es muy accesible y ameno sin que esto le reste el rigor que le caracteriza. Los temas son muy diversos y nos podemos encontrar desde un ensayo sobre el futuro de las clásicas hasta una crítica de los comics de Asterix. Así, es un libro dirigido a un público muy amplio pues aquellos no familiarizados con el mundo clásico pueden acercarse a él sin mayor problema con esta lectura mientras que los más especializados seguro que reflexionan y conocen nuevas opiniones sobre temas ampliamente tratados con anterioridad.” Carlos García Gual, en In illo tempore…3

Pompeya : historia y leyenda de una ciudad romana “Con un arte que roza lo forense, sin desviarse de lo histórico ni lo arqueológico, Beard disecciona las diferentes Pompeyas: la de los Oscos y Samios, la colonia romana, su papel en la Guerra Social, la conversión de la ciudad en villa de recreo estival –o de cercano exilio– de Roma y la del desastre, sin olvidarse de las otras pompeyas posteriores a la erupción, las re-creadas, que hicieron de la villa el centro del mundo que no fue en su vida real.” Margarita Márquez Padorno, en El Imparcial4

SPQR: una historia de la antigua Roma “Entre la fundación mítica de Roma y las rebeliones y los disturbios contra la ocupación, un recorrido intenso por el primer milenio de Roma de la mano de una autora cuya enorme capacidad narrativa es compatible con el rigor histórico, con la agudeza en el análisis de la historia y con una mirada crítica, no simplemente admirativa,…” Santos Domínguez, en Encuentros de Lecturas5

http://inillotemporeblog.blogspot.com.es/2014/10/la-herencia-viva-de-los-clasicos.html, consultado el 239-2016. 4 http://www.elimparcial.es/noticia/44482/Los-Lunes-de-El-Imparcial/, consultado el 23-9-2016. 5 http://encuentrosconlasletras.blogspot.com.es/2016/06/mary-beard-spqr-una-historia-de-la.html, consultado el 23-9-2016. 3

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OTRAS LECTURAS CLÁSICAS Y MODERNAS Esta selección de títulos, inevitablemente personal, es una invitación a profundizar y renovar nuestro conocimiento de la antigüedad greco-romana. Se incluyen, sin pretensión de exhaustividad, algunos textos clásicos analizados por Mary Beard en sus obras y otros relacionados con las diferentes formas de concebir esa antigüedad a lo largo de la historia, en un intento de recoger, en palabras de Beard, “el diálogo que mantenemos con la cultura del mundo clásico” y “el diálogo que entablamos con aquellos que antes que nosotros dialogaron con el mundo clásico”6.

“Con todos estos cambios y redefiniciones, solo una cosa permanece más o menos constante: la idea de que la Grecia moderna y los griegos modernos preservaban algo del espíritu y las costumbres del mundo antiguo. En los relatos de quienes viajaban a Grecia en los siglos XVIII y principios del XIX, se había convertido en un tópico afirmar que, por muy impresionantes que fueran los restos arqueológicos, los habitantes eran una pálida y decepcionante sombra de sus antiguos ancestros.” El mundo clásico: una breve introducción

GOETHE, Viaje a Italia “En 1786, el escritor clasicista y erudito Goethe (J. Wolfgang von Goethe, que entonces tenía treinta y siete años) dejó su puesto en el gobierno de Weimar y partió para Italia en un Grand Tour donde experimentó un intenso despertar al que acompañó un ferviente estallido de escritura. Relató aquella experiencia, así como el impulso que cobró su vida tras su estancia allí, en su Viaje a Italia (…) En la que iba a ser su dilatada vida, había de inspirar a aquella corriente helenizante del romanticismo cuyos jóvenes miembros –entre ellos Lord Byron, Charles Cockerell y sus amigos– se lanzaban entusiastas al redescubrimiento de Grecia, a extasiarse con sus paisajes, sus ruinas y sus vestigios.” El mundo clásico: una breve introducción

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La herencia viva de los clásicos, p. 25.

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PAUSANIAS, Descripción de Grecia “Pausanias, nacido en una ciudad griega de la actual Turquía que no especifica, escribía en griego y para un público grecoparlante sobre la geografía, la historia y los lugares clave de Grecia, pero no conviene olvidar que lo hacía más de doscientos años después de la conquista romana del mundo griego (…) su itinerario es un itinerario histórico por las antiguas ciudades y santuarios que formaron parte de un pasado lejano, previo al dominio de Roma, y las historias que refiere sobre los monumentos que visita se remontan, en su mayoría a aquella misma época temprana de la historia griega, con sus costumbres , mitos, festivales y ritos tradicionales. (…) La guía de Pausanias enseña, con otras palabras, cómo debe concebirse Grecia;…” El mundo clásico: una breve introducción

SHAKESPEARE, William, Julio César “El asesinato de Julio César fue un asunto turbio. Como con todos los asesinatos, fue más fácil para los conspiradores planear el primer golpe que predecir lo que ocurriría después: da igual que tuvieran en la recámara un plan para librarse, las cosas iban a acabar mal.” La herencia viva de los clásicos

TÁCITO, Anales e Historias “Tácito es considerado hoy en día el más perspicaz, neutral y cínico de los analistas antiguos que trataron el poder político en Roma, aunque hay pocas pruebas que demuestren que sus libros fueran ampliamente leídos en la Edad Antigua (y muchas que sugieren lo contrario).” La herencia viva de los clásicos

BELMONTE, María, Peregrinos de la belleza: viajeros por Italia y Grecia Entre la biografía y el libro de viajes, María Belmonte nos acerca a nueve viajeros enamorados del Mediterráneo cuya huella ha llegado hasta nuestros días: desde el arqueólogo e historiador Johann Winckelmann, a Lawrence Durrel y Henry Miller, pasando por el fotógrafo Wilhelm von Gloeden, el médico sueco Axel Munthe, Norman Lewis, Patrick Leigh Fermor y Kevin Andrews.

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MATVEJEVIĆ, Predrag, Breviario mediterráneo “Una gran voz que llega de Europa central, es decir, de un mundo continental, de las grandes llanuras croato-panonias, ha escrito sobre el Mediterráneo un libro genial, imprevisible y fulminante, que enriquece tanto la historiografía cultural como la auténtica literatura del mar con sus milenarios tesoros poéticos que desafían a los que se hundieron en los abismos.” Extracto del prólogo de Claudio Magris

DURRELL, Gerard, Mi familia y otros animales

DURRELL, Lawrence, Las islas griegas

LEIGH FERMOR, Patrick, Roumeli: viajes por el norte de Grecia y Mani: viajes por el sur del Peloponeso “… Mani y Roumeli siguen siendo libros extraordinariamente cautivadores, en parte gracias a la capacidad de Leigh Fermor de convertir un conocimiento en una frase reveladora … y en parte gracias a su capacidad de tejer una historia seductora a veces a partir de material poco prometedor.” La herencia viva de los clásicos

MILLER, Henry, El coloso de Marusi “En El coloso de Marusi se refieren, pues, las experiencias de un largo viaje a través de Corfú, Kalami, Atenas, Corinto, Micenas, el Peloponeso, Creta, etc., y es un libro dotado de un encanto raro y difícil de aprehender. Tipos, ambientes, anécdotas y, sobre todo, una esencia final que no cabe en esta enumeración y una buena serie de consideraciones filosóficas sumamente vitales.” Eduardo Tijeras7

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http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-coloso-de-marusi-de-henry-miller/e52f64b4-1ec5-11e2-b1fb00163ebf5e63.pdf. Consultado el 27 de septiembre de 2016.

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JAMES, Henry, Vacaciones en Roma

STENDHAL, Paseos por Roma

OLALLA, Pedro, Historia menor de Grecia: una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos "Cada breve capítulo es como una polaroid en la que la imaginación literaria se combina con el conocimiento histórico más serio para ofrecer un episodio de los orígenes o de la larga cadena de transmisiones y resonancias de la actitud humanista hacia el mundo, que es el legado específico de los griegos". Antonio Muñoz Molina8

REVERTE, Javier, Corazón de Ulises y Un otoño romano

FORSTER, Edward Morgan, Una habitación con vistas

8

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/06/13/actualidad/1339586017_375793.html. Consultado el 27 de septiembre de 2016.

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“El prestigio de la capital egipcia [Alejandría] se debía en buena parte a sus famosos monumentos y lugares turísticos. La tumba de Alejandro era solo uno de los sitios destacados, aunque era el monumento favorito de los generales romanos que visitaban la ciudad. (…) El enorme faro, encargado por Ptolomeo I al comienzo del siglo III a.C. y que tenía una altura de más de cien metros, en la entrada del puerto dela ciudad era una de las siete maravillas del mundo antiguo. La famosa biblioteca, que albergaba la mayor colección de textos antiguos jamás reunida, se encontraba cerca del palacio real, y justo al lado del Musaeum («el lugar de las musas»), una especie de jardines relajantes, de instituto de investigación y de club social, todo en uno.” La herencia viva de los clásicos

GARCÍA, Olalla, El jardín de Hipatia SAMPEDRO, José Luis, La vieja sirena

“Los orígenes de la versión más oscura del personaje de Livia se remontan al historiador Tácito, … ¿Qué clase de influencia ejerció Livia, y cómo? … Las mujeres cercanas al hombre que ostenta el poder pueden, por supuesto, capitalizar esa proximidad para promover sus propios intereses. Al mismo tiempo, también proporcionan al analista una manejable, e incontrastable, explicación acerca de por qué el hombre actúa como lo hace. Tal como la prensa moderna consideró a Nancy Reagan o a Cherie Blair herramientas convenientes para justificar, cuando todo lo demás fallaba, las decisiones políticas de sus esposos, del mismo modo los antiguos historiadores siempre podían caer sobre Livia o cualquier otra mujer del Imperio cuando se precisaba dar sentido a las extravagancias del emperador. No hay modo de decir si estaban en lo cierto.” La herencia viva de los clásicos

GRAVES, Robert, Yo, Claudio y Claudio, el dios, y su esposa Mesalina

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MONTEILHET, Hubert, Nerópolis

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YOURCENAR, Marguerite, Memorias de Adriano “Visto en un contexto más amplio, el reinado de Adriano marca el comienzo de una «revolución de terciopelo», el primer momento, después de la conquista del mundo griego, en el que la naturaleza del mundo romano fue revisada de forma exhaustiva. Fue un período de puesta en marcha de nuevas estrategias para la integración de la cultura tradicional griega y romana, cuando «romano», «griego» y «ciudadano del imperio mundial» venían a significar algo radicalmente nuevo.” La herencia viva de los clásicos

“El único testimonio ocular de la erupción que poseemos es un par de cartas escritas un cuarto de siglo después del desastre al historiador Tácito por su amigo Plinio, que se encontraba en el golfo de Nápoles cuando se produjo la erupción. … Y si, como piensan actualmente muchos arqueólogos, hubo una serie de temblores y pequeños terremotos durante los días o meses que precedieron al desastre final, semejantes indicios habrían incitado también a la gente a abandonar la zona. Pues no sólo era Pompeya la que estaba amenazada y acabó siendo tragada por la lava, sino una amplia franja de tierra situada al sur del Vesubio, incluidas las ciudades de Herculano y Estabia.” Pompeya

BULWER-LYTTON, E. G., Los últimos días de Pompeya

MAX, Conversación de sombras en la Villa de los Papiros


GREENBLATT, Stephen, El giro: de cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno “Con la obra maestra de Lucrecio, Poggio rescata para su época (y para las sucesivas) una fundamental reflexión acerca de nuestro universo, peligrosamente subversiva para los lectores de la católica Europa del siglo quince, y asombrosa premonición de las teorías astrofísicas de nuestro tercer milenio.” Alberto Manguel9

AZPEITIA, Javier, El impresor de Venecia “El impresor de Venecia conjuga un relato de aventuras, misterios y acción con una novela psicologista muy atenta a las inclinaciones pasionales y ambos componentes encajan en una narración histórica que va mucho más allá de la simple recreación arqueológica.” Santos Sanz Villanueva10

MÚJICA LÁINEZ, Manuel, Bomarzo

SÁNCHEZ VICENTE, Pilar, La diosa contra Roma

9

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/09/05/actualidad/1346843445_013428.html. Consultado el 27 de septiembre de 2016. 10 http://www.elcultural.com/revista/letras/El-impresor-de-Venecia/38214. Consultado el 27 de septiembre de 2016.

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RUINAS DE OLIMPIA

MUCHACHA ENAMORADA

Olimpia. Madrugada. Ya casi primavera.

Fue en el Museo, en Atenas, una hermosa muchacha sobre el mármol ˗realidad un día˗ se ataba su sandalia. No sé…, pero en sus brazos, en el gesto tan dulce de su cara, ˗la leve inclinación de sus caderas, los pliegues de su túnica o sus labios brillantes˗, reconocí que estaba enamorada.

Lenta, unta la luz del día su cuerpo con aceite muy tibio, como una diosa joven encaprichada en un mortal atleta. Es vida lo que veo, aunque es muy poco: un olivo, rocío sobre el mármol y la humana apariencia de la tierra.

Aurelio GARCÍA OVIES, en El canto del mirlo


SELECCIÓN DE TEXTOS, CRISTINA JEREZ PRADO. BIBLIOTECARIA

BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL “ANTÓN DE LA BRAÑA” DE PRAVIA

OBRAS DE MARY BEARD 25

Rome in the Late Republic (con Michael Crawford, 1985, revisado en 1999) The Good Working Mother's Guide (1989) Pagan Priests: Religion and Power in the Ancient World (editora con John North, 1990) Classics: A Very Short Introduction (con John Henderson, 1995); (en español, El mundo clásico: una breve introducción) Religions of Rome (con John North y Simon Price, 1998) The Invention of Jane Harrison (2000) Classical Art from Greece to Rome (con John Henderson, 2001) The Parthenon (2002) The Colosseum (con Keith Hopkins, 2005) The Roman Triumph (2007); (en español, El triunfo romano: una historia de Roma a través de la celebración de sus victorias) Pompeii: The Life of a Roman Town (2008); (en español, Pompeya: historia y leyenda de una ciudad romana) Confronting the Classics: Traditions, Adventures and Innovations (2013); (en español, La herencia viva de los clásicos: tradiciones, aventuras e innovaciones) Laughter in Ancient Rome: On Joking, Tickling, and Cracking Up (2014); SPQR: A History of Ancient Rome (2016); (en español, SPQR: una historia de la Antigua Roma)

Blog de Mary Beard: A Don’s Life: http://timesonline.typepad.com/


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