Discurso de Pepe Monteserín en su toma de posesión como Cronista Oficial de Pravia

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Discurso de toma de posesión

Cronista Oficial de Pravia Salón de Plenos Ayuntamiento de Pravia 18 de mayo, 2013. 12:00 horas PEPE MONTESERÍN Antonio de Luis Solar, alcalde de Pravia; Carmen Arango, alcaldesa de Muros; Jaime Menéndez Corrales, alcalde de Soto del Barco; concejales todos. Cronistas oficiales que me apoyasteis expresamente: Carmen Ruiz Tilve, de Oviedo, Celso Peiroux, de Teverga, Floro Friera, de Sariego, Ignacio Gracia Noriega, de Llanes, José Antonio Rodríguez Losada, de Valdés, Juanjo Domínguez, de Siero, Leocadio Redondo, de Nava, y otros cronistas que hoy me honráis con vuestra presencia, bienvenidos; presidentes, ex presidentes, directores y delegados de entidades que arropasteis mi candidatura… Disculpad el desorden, falté a muchas clases de protocolo. Carmen Vigil, consulesa de México en Asturias; autoridades, coroneles, Baldomero Argüelles, a tus órdenes; secretaria de este Ayuntamiento, Sara Martínez, tertulianos de las tertulias en las que participo, familia, amigos, gente de los medios informativos, señoras y caballeros, niños, si los hay, alguno habrá, forasteros y forajidos si los hubiera, es decir, personas extrañadas de su casa. Buenos días. Vengo a deciros que estoy feliz, feliz de momento, digamos que temporalmente feliz, pero os necesito todo el rato. Disfruto una felicidad muy exigente, de alto consumo, una felicidad precaria; veremos cómo la conjugo en adelante con mi independencia. Tengo una sensación que me recuerda al día de mi boda, como si hoy me casara con Pravia. Por otra parte, desde que nací estoy en deuda con Pravia, en deuda con su luz, con el aire que aspiré en mi primera bocanada, en deuda con quienes me hicieron dichoso en este escenario. A lo largo de mis primeros catorce años, sin darme cuenta, me convertí en deudor, y hoy siento una gran responsabilidad porque, en este acto, vengo a reconocer mi compromiso, se hace oficial el ingente trabajo que me queda por hacer, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

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Nunca aspiré a ser Cronista oficial, no me tentaba el cargo porque soy escritor de imaginación desbordada y una infancia sin fondo. Si solamente me dedicara a contar mi niñez en toda su profundidad sumaría más de mil primaveras; me faltaría tiempo para ser cronista de mí mismo. Siempre tuve más hierba que tená. Pero en noviembre del año pasado Valle Iturrate y Antonio de Luis Solar, concejala de Cultura y alcalde, me preguntaron: «¿Aceptarías ser propuesto como candidato a Cronista oficial de Pravia?». Naturalmente, me acordé del único Cronista oficial que tuvo Pravia, al menos en la era moderna, don Manuel López de la Torre, profesor mío de Literatura y de Latín, en el Colegio San Luis, y me acordé también de otro cronista de facto, José Antonio Martínez, en sus últimos años amigo, valedor, asesor mío particular de la historia de aquí y coautor conmigo del Libro del Concejo. ¿Qué tengo en común con ellos? Mi cuna y mi interés por Pravia; y en esa sintonía, de ambos recibí reconocimientos, entre otros el Galardón de Oro «Reina Adosinda», de la Asociación Cultural «Manuel López de la Torre», que presidía José Antonio. Cuando me lo propusieron, me acordé además de mis padres; mi madre está aquí en cuerpo y alma, mi padre aquí sólo en alma, y no es poco. Él fue alcalde de Pravia de 1962 a 1968, y trajo al concejo el Instituto de Enseñanza Media. En 1968 nos fuimos a vivir a Oviedo y precisamente vino a sustituirlo en la alcaldía don Manuel López de la Torre. También me acordé de mi abuelo materno, Emilio Corrales, alcalde de Pravia en los años 1923 y 1924; constructor del Teatro Vital Aza, de muchísimas obras en el concejo, de una manzana entera en la calle San Antonio, y constructor de las Escuelas Públicas, hoy rehabilitadas y adaptadas para Biblioteca, Archivo Histórico Municipal, Telecentro, Radio Pravia y asociaciones diversas. Mi padre y mi abuelo materno son parte de mi currículum vitae, de ellos vengo. También me avalan los estudios de Primaria en el Colegio de Las Mercedes, con doña Lourdes y doña Pura, las mejores maestras que conocí y conoceré. En las Mercedes no, pero, agarraos con lo que voy a decir, en mis cuatro años de bachillerato en el Colegio San Luis falté a muchas clases; en -2-


aquellos años sesenta sabía yo pasar desapercibido y saltaba por la ventana del aula de Dibujo a la calle Ramón G. Valle, anteriormente llamada Carretera de Cañedo y antes Avenida del Porvenir. ¿Puede haber mayor tentación para un niño que el porvenir?, ¿un porvenir aguas arriba del Aranguín? Decía el escritor y cronista, Álvaro Cunqueiro, en un artículo titulado «El viajero desconocido»: Se viaja por una noticia o por una imaginación. Yo piraba las clases, saltaba por la ventana en busca de noticias, saltaba por la ventana de la esperanza. Y no piré en vano porque en esas fugas extramuros conocí la irresistible naturaleza de este paraíso, de este Praviaíso. Llegaron a interesarme más Pedro Villahoz y Carlos Avello que Pitágoras, más el Aranguín que el Mississippi-Missouri, más el rabión de Severiano, en el Narcea, que las cataratas del Niágara. Piraba, sí, mira con lo que salgo ahora, me perdía las clases de protocolo y las de Geografía, y para soslayar ese absentismo me especialicé en hacer chuletas; me volví experto en deshidratar los libros, resumirlos en papeles de diez centímetros cuadrados para, en los exámenes del colegio sacar de ellas una historia creíble y sustanciosa. Si lo mira uno bien, la chuleta es lo que escribo cada día en La Nueva España, en 140 palabras, y mis novelas son el desarrollo, por no decir el desenrollo. Pero todo copiado, ya digo, obtenido en fuentes de aquí; todo lo que escribo lo saco de esos catorce años de mi infancia, y de la retroinfancia, claro, lo que hay al otro lado del Río del Olvido. Bebo sueños. «¿Aceptarías ser propuesto como candidato a Cronista oficial de Pravia?», me preguntó Valle en la Casa del Busto. Por cierto, después de este acto iremos a comer al Hotel del Busto, aquí al lado, hemos ajustado un buen precio, 18 euros por comensal, y creo que incluirá el vermú. A lo que iba: -3-


«¿Aceptarías ser propuesto como candidato a Cronista oficial de Pravia?». Me lo preguntó Valle en la misma sala donde Jovellanos soportaba el histérico de su cuñada Gertrudis, en el verano de 1772. Cristina, nuestra bibliotecaria, puede explicaros luego qué es eso del histérico de Gertrudis. Cuando Valle me propuso lo de la candidatura me acordé de algunos de mis cronistas de referencia: Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés, Alfonso X el Sabio, o, por hablar de épocas más recientes, me acordé del Cronista Oficial de Mondoñedo, Álvaro Cunqueiro, al que mencioné antes, a quien suelo visitar y sentarme a su lado en la plaza de su pueblo, mirando a la catedral, en silencio, porque él ya dijo todo lo que tenía que decir. En la tumba de Cunqueiro, en el antiguo cementerio de Mondoñedo, hay una placa con este texto: «Aquí yace alguien, que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más». Diría yo que Pravia sale perdiendo hoy si el cargo de Cronista fuera excluyente; si por estar Pepe Monteserín, se hubiera marchado otro, o les hubiera quitado el sitio a otros que ejercieran por libre, como hago yo, que no pertenezco ni pertenecí a ningún partido político, aunque sea militante de mi conciencia. Pravia saldría perjudicada si por nombrarme a mí perdiéramos la memoria de los muertos o se inhibiera la sabiduría y el conocimiento de los vivos, de las muchas personas importantísimas, pravianas o no, residentes o no en este solar, y muy conocedoras de las características y vicisitudes de este bendito territorio. Algunos improperios recibí cuando, más de una vez, dije en el periódico que José Antonio Martínez era cronista de Pravia. Claro que lo era. Es cronista de Pravia el que la cuente, el que la cante, es cronista el que la pinte, el que la siembre, el que la interprete y difunda, el que la edifique, el que la rehabilite y es cronista de Pravia el que la invente. Pravia es lo que fue, lo que pudo ser, lo que queramos que haya sido y lo que nos gustaría que fuera.

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Yo, además de descendiente de los célticos y de los pésicos, de los Monteserín Corrales Miranda y Aguirre, y los Adán y Eva, procedo del mundo de la construcción y vengo a sumar. El signo «+», la cruz, la recta que corta a otra recta y forma cuatro ángulos rectos, es un signo ortogonal, un signo constructor, una señal del espíritu, huella de lo positivo, de la suma, de la adquisición, del orden; el signo «+», como la escuadra y el compás son icono de la maestría y símbolo de los maestros de obras. Obras son amores, amores son obras. Oficialmente, desde hace casi cuarenta años, entre otros diplomas, soy arquitecto técnico, aparejador aún suena más guapo; como geómetra me presentaron en Milán hace dos navidades, cuando el Instituto Cervantes me llevó para una comunicación donde terminé hablando de Pravia. Aquí me tenéis, un geómetra; un geómetra con el signo «+» a cuestas, con la cruz a cuestas, presto a firmar un buen montón de letras, y así pagar en cómodas crónicas mi deuda pendiente. Geómetra y escritor. Lápiz y compás. Mi abuelo materno, el constructor, decía que sólo la verdad que edificaba era verdad para él. Estoy aquí para sumar, para contar por los dedos, para fabular por los dedos, para soñar por los codos. Dije a Valle que por este carácter mío, un punto soñador, no sería yo cronista clásico, el relator de hechos, recopilador de documentos y escritor costumbrista, admirable y muy necesario por otra parte. No obstante, si el Cronista oficial es también un embajador independiente, interesado por la cultura del lugar, de fuera del lugar e incluso la cultura fuera «de» lugar, la cultura marginal, un cronista capaz de detectar los valores del aire, conservarlos, defenderlos y de ensanchar el territorio; si un Cronista es quien trata de conocer su casa y a sus paisanos, presumir de ellos, incorporarlos a su obra literaria y procura elevar la anécdota a categoría, acepto esta boda. «Siempre es demasiado pronto para renunciar», decía mi padre. Conste que tengo fracasos a mis espaldas. Aunque parezca una paradoja, en este acto solemne y dichoso, me siento como Oscar Wilde cuando, enfermo y arruinado, abrió una botella de champán para brindar con un amigo. Dijo el dublinés: «Muero por encima de mis posibilidades». -5-


Digamos que hoy me caso por encima de mis posibilidades, como en mi primer matrimonio, con Raquel. «¿Aceptarías ser propuesto como candidato a Cronista oficial de Pravia?». Los previne, les recordé quién soy, les hablé de mis limitaciones, de mis grandes desconocimientos, de mis lagunas y olvidos… Y me temo que no iré a mejor, por muy vitalicio que sea el cargo. Soy menos de lo que parezco; copio mucho, y me consta que ser Cronista oficial supone asumir una gran responsabilidad, además de lo arriesgado que resulta hacer servicios públicos, como diría nuestro paisano de Riberas, mi admirado y leído Antonio Juan de Bances y Valdés, que recientemente editó, compiló y explicó mi amigo Carlos Romero. Estoy feliz de momento, pero os necesito todo el rato; también a la Virgen del Valle y al Cristo de la Misericordia, o mejor dicho, a todos necesita Pravia. Yo no dejo de ser un recurso autóctono más, y lo sabe María Jesús Álvarez, nuestra Consejera de Recursos Autóctonos. Buenos cronistas serían también Fernando Inclán, Mario Pendás, Antonio Argüelles “Clariván”; Javier Fernández Conde, Pedro Marcos, Jesús Arango, la Hermandad del Pico Cueto, con Sito Yebra de portavoz y de vocalista. Pienso en muchos empresarios, Paco Casielles, Manuel Bernardo, Toscaf… Y en personas más jóvenes y doctas que yo: Jesús Álvarez Arango, arquitecto, artista plástico y algo cómplice de este acto de hoy; José Antonio García, topógrafo, fotógrafo y viajero erudito; Carlos Romero, geógrafo e historiador; Salvador Fernández, admirable profesor de Historia; Luis Arias-Argüelles Meres, hijo de un maestro praviano, “Antón de la Braña”, que dio nombre a nuestra Biblioteca. De Grao, de Castrillón, de Salas, de aquellas antiguas plazas de Pravia, segregadas en 1836... El lugar de nacimiento no excluye a nadie. Sí, Luis Arias-Argüelles muy guapamente podría ser Cronista oficial de Pravia, y de Salas; lo es, en verdad, y Cronista oficial de Asturias, tras la vacante de nuestro querido y admirado Joaquín Manzanares; su hijo Paco Manzanares-Mir nos acompaña hoy. Muchos son los cronistas; técnicos, humanistas, científicos, historiadores,

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filósofos y canteros; cada profesión y cada oficio tiene su aquello, también cada herida y cada quiebra son un merecimiento. «¿Aceptarías ser propuesto como candidato a Cronista oficial de Pravia?». Sólo me lo preguntaron una vez; lo de repetirlo aquí es un recurso narrativo, una especie de anadiplosis. Desconozco si lo preguntaron a otros, si otros se ofrecieron. Manuel Ruiz Bucesta, con muchísimos méritos, a quien no tuve oportunidad de conocer personalmente, optó a este cargo, propuesto por UP, y desde aquí le tiendo la mano. Pravia somos quienes queramos serlo. ¿Cómo liquidar mi deuda eterna y vital con Pravia? Con el apoyo y visto bueno del Consistorio, me gustaría realizar una Historia mínima y urgente de Pravia, una chuleta para turistas y desmemoriados; alentar los estudios particulares que están en marcha sobre nuestro prohombre, Ignacio Queipo de Llano; corregir y aumentar mi Libro del Concejo, realizado en su momento contra reloj, obligado por el corto plazo; animar a Salvador Fernández y a Cristina Jerez para seguir del brazo de Jovellanos, y hablar con mi entrañable y querido Heradio González Cano, para meter en un autobús y en una copa la ruta de Rubén Darío; animar a José Antonio Suárez, el hijo de José Luis y de Conchita, para realizar un plano turístico pormenorizado de esta «relinda tierra donde nací», como diría don Manuel López de la Torre; animar a que los hijos de don Manuel difundan el trabajo de su padre como mejor consideren; lo mismo diría del acopio documental de José Antonio Martínez, aunque estoy seguro de que ambas familias sabrán encauzar ese patrimonio de nuestra Historia de la manera más adecuada. Pravia, no obstante, es tierra de muchas fuentes. Pienso también en el Club Deportivo Praviano, en su extraordinario presidente Ángel Areces, y en mi peluquero Ciro Solís, que en paz descanse, eterno cronista del campo de Santa Catalina. Quisiera ayudar a poner en valor el archivo musical de nuestro compositor José Barrera, en atención a las conversaciones que tengo desde hace años con su hijo; por cierto, decidle a Pilís que llevo varios días llamándolo y debe tener el teléfono descolgado. Vengo con ganas de escuchar y hacerme eco de la Banda de Música, el Coro -7-


Santiago López, el Aula de Pravia y el grupo del Miserere, y de sus directores respectivos: Tino Cuesta, Pepe Avello y Charo, Carolina Muñiz Ramos y Luis García Valdés, y, en fin, «la música en Pravia». La música es la mejor crónica. Y quisiera seguir acompañando a la Asociación de Escritores de Asturias, de la que soy socio fundador, en las Jornadas que cada año convierten a Pravia en Neverland, el País de Nunca Jamás. Tampoco descartemos un entente con Oviedo para que nos pague un canon por la educación en nuestra corte de Alfonso II el Casto, a quien cedimos a ese municipio, y hermanarnos si acaso con la capital, con la ayuda de mi amiga Carmen Ruiz-Tilve. Hace cuarenta años quise hermanar a Pravia con Luarca y traje aquí a mi amigo José Mittelbrum, que también hoy me acompaña, pero le dio por carraspear al paso del señor alcalde y se torcieron las gestiones. Jose, ¿dónde estás que no carraspeas?, ¿ha mejorado tu garganta? Me gustaría también animar a la Corporación municipal, a propuesta de mi compañero César Álvarez, fundador de la ASPET, para erigir un monolito en la villa con la famosa estrofa de nuestra tonada inmortal: Soy de Pravia, soy de Pravia / y mi madre una praviana; y por eso en mi no cabe / partida ninguna mala. Abriré un Diario del Cronista y recorreré mi concejo desde Somao hasta Luerces, de Sangreña a Peñaullán, como dice la letra de nuestro himno; recorreré Pravia desde el fondo del Río Grande, en el Pedreón, donde desemboca el Pontigo, que viene de Monteagudo y la fuente de los Benures, hasta la cumbre de Lín de Cubel. Quiero contar la luz, narrar la luz de cada lugar. En fin, por ahí van los tiros. No sé si me estaré pasando. Es como si hoy volviera a saltar por la ventana del aula de Dibujo para enfilar la calle del Porvenir en busca de la noticia y de la esperanza. Le dije a Valle Iturrate que mi imaginación es el fermento de mi actividad creadora, raíz de mi entusiasmo, en su sentido etimológico, mi búsqueda del -8-


Cielo. Yo estuve en el Paraíso Terrenal, conocí Pravia en una Edad de Oro, aquí está el Paraíso Perdido. Percibo el aroma del heno y del lino, escucho el chapoteo de las chalanas, siento la mano de mi padre en mi mano, para ayudarme a alcanzar la orilla, y siento la mano de mi madre en mi frente, para medirme la fantasía. Veremos en qué queda todo esto, pero lo propio de un cronista será contar. «Contar –diría Cunqueiro al final de su libro Tesoros y otras magias- es lo propio de un cronista; contar claro, seguido y bien; contar para la totalidad humana», y yo añadiría que también el cronista puede enriquecer el cuento con nuevas miradas. La luz, la tierra de Garonda, el agua del Aranguín, del Güeyo y de la Guanga son imprescindibles, e imprescindible una ventana para descolgarse y una Avenida del Porvenir. Yo en Pravia bebo sueños. Ya termino. Agradezco al PSOE su valiente iniciativa y su firme apoyo; gracias también al PP y a Ana Álvarez «Pire», por darme su voto en el Pleno, y gracias a FORO por su entiendo que generosa abstención. Gracias a La Nueva España y a su directora, Ángeles Rivero, que me ofrecen cada día, y desde hace quince años, su tribuna para escribir sobre la mar de Pravia, incluso en mi sección de La mar de Oviedo. Hablando de mar, presumo de pertenecer a un concejo a veces costero y a veces del interior; tened en cuenta que a Pravia baña el Cantábrico en pleamar, que dos veces al día sube la marea Puente de la Portilla arriba, hasta más acá de la raya discontinua que pintan los mapas. Muchísimos apoyos tuve siempre, del santo al que rezo, Domingo Savio, de mi familia a la que adoro, de mi mujer, a la que amo, que nunca se celó de mi querencia por esta tierra, cuando la de ella está tan lejos, al otro lado del Atlántico; le salí pueblerino y no me quiere menos. Gracias a mis muchísimos y muy buenos amigos y gracias a mi pueblo. Ideas que poner sobre el tapete e iniciativas para apoyar no han de faltarme; veremos cómo compatibilizarlo con mi actividad diaria de ganarme la vida escribiendo. No soy un jubilado ni lo seré; desde que hago lo que quiero no tengo tiempo libre.

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Vengo a sumar. Es mi mundo imaginativo y pasional, pero también lógico; nada gregario pero con vocación coordinadora; exuberante, pero con capacidad de síntesis y entrenamiento para poner las ideas en acción, y no pocas veces estirar los pies más allá de la sábana; ya digo, siempre por encima de mis posibilidades. No ha de faltarme afán, coraje, independencia, honradez, fidelidad a mí mismo, a lo íntimo que se forjó de mí a doce metros de altura sobre el nivel de la confitería de Marina o de la Librería Arango o de la plaza de las Madreñas. Pravia y la calle del Príncipe son mi primer timbre de nobleza donde he dado el primer vagido. Abrí los ojos y vi el Mirabeche. En Pravia me hice persona. Mucho anduve desde entonces, pero no soy errático y quiero que cuando mi fiebre remita definitivamente me entierren en el cementerio de San Andrés; sépalo mi hijo Andrés. Estoy feliz, temporalmente feliz, pero os necesito todo el rato. Dice Pessoa en el Libro del desasosiego: Todo cuanto buscamos, lo buscamos debido a una ambición, pero esa ambición o no se consigue, y somos pobres, o creemos que la hemos conseguido, y somos unos tontos ricos. Yo sé que soy pobre, cronista pobre que necesita ayuda e indulgencia. «¿Aceptarías a Pravia por esposa? Dije que sí, no supe negarme, es un honor, patrimonio del alma, un honor que será un deber y un honor que será un placer. Dije sí y digo ahora «Sí quiero», porque sé que al abrigo de Pravia y de la mi Raquel puedo durar mil primaveras más. Buenos días y muchas gracias.

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