Pregón de las fiestas 2011

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PREGON DE LAS FIESTAS DEL STMO. CRISTO DE LA MISERICORDIA Y NTRA SRA. DEL VALLE DE PRAVIA SEPTIEMBRE DE 2011 PRONUNCIADO POR ANTONIO ARGÜELLES “CLARIVÁN”

Buenas tardes: Querido y admirado alcalde, Antonio de Luis Solar, edil responsable de festejos, concejales, familia, en especial a mi mujer, pilar indispensable y definitivo cuando una de mis actividades atravesaró momentos cruciales y comprometidos, Nieves, un beso; señoras y señores, público en general, amigos todos: En unos instantes explosionará el “chupinazo” que anunciará el arranque de nuestras FIESTAS PATRONALES. Se encenderán las luces multicolores, sonará la música y pravianas y pravianos harán un alto en el trajín diario para entregarse a la alegría y diversión bien merecidas. Pero antes de que todo esto suceda, permitidme que reclame de vuestra benevolencia el perdón a mí atrevimiento por aceptar convertirme en vocero oficial de los festejos pravianos. Gran atrevimiento el que cometo porque no puedo ni debo compararme, sería un iluso, a los personajes que, con anterioridad, desempeñaron esta hermosa tarea. Que yo pretenda integrarme en la lista de aquellas voces no me lleva a otra cosa que rogaros perdón a mi atrevimiento. Porque pregoneros de las fiestas patronales de Pravia fueron ilustres e ilustrados personajes como el profesor universitario y estudioso de Silo y Adosinda, el sacerdote Javier Fernández Conde; políticos como el ex consejero de industria José María Urrutia, de ascendencia praviana; el polifacético y promotor artístico, Aquiles Tuero; el cineasta vinculado a esta villa Sergio Sánchez; escritores y columnistas de prensa, como Luis Arias Argüelles-Meres o nuestro paisano Pepe Monteserín; periodistas importantes y valiosos como Juan de Neguri, Ceferino de Blas y el siempre querido y amigo José Luis Balbín, o los sacerdotes, bien recordados por los pravianos, José Manuel y Andrés, párroco y coadjutor, que llevaron a sus nuevos destinos el rezume de un pravianismo profundo. Y recordar aquel primer pregón de fiestas pronunciado en el salón de actos del Hogar Infantil “Santiago López”, hoy felizmente convertido en centro público de enseñanza, ¡qué recuerdos me traen a mí estas cosas!, pronunciado por el profesor y escritor avilesino Víctor Carreño. Ahora sucedo en esta tribuna nada menos que a una persona que fue presidente del gobierno regional, Juan Luis Rodríguez-Vigil. Ante esta nómina, aceptadme mis disculpas por el atrevimiento que cometo, aunque tenga que echarle un poco de culpa a este entrañable amigo y mejor alcalde que es Toni Solar. Confío en vuestra amabilidad y que, en esta ocasión, ni tan siquiera me metan en “la cárcel de papel”.


Llego a Pravia en mi niñez. Y, desde la cabina de aquel camión Saurer que mi padre conducía para una empresa minera con instalaciones en el entorno de ese soberbio edificio, en estos momentos rehabilitándose, que es “La Azucarera”, me asombra la altitud y esbeltez de su chimenea, con el año 1900 en relieve entre los aros que coronaban su altura. Los ojos del niño quedan ensimismados. Nos instalamos en la calle de La Estación. No me llaman la atención los trenes. Veníamos con anterioridad de localidades con ferrocarril, mar, playa y barcos. Pero mi curiosidad de niño, ya era muy curioso de pequeño, me detiene ante la longitud de aquellos trenes carboneros que circulaban día y noche entre Cabañaquinta y San Esteban, transportando el carbón de las cuencas del Caudal y el Aller y cuyos maquinistas, en ocasiones, demostraban su habilidad para colocar aquella extensión de vagones entre “piquete y piquete” para facilitar el resto de la circulación ferroviaria y que eran arrastrados por aquellas impresionantes locomotoras como las “tender”, las “ciento” o las “cincuenta” , en contraposición con las pequeñas y coquetas destinadas al servicio de viajeros y bautizadas como “Victor Chavarri”, “Oviedo”, “Mieres” y Pravia”. Las correrías de la chiquillería de entonces se centraban en la plazuela de La Victoria, donde Amadorín Barrera era una especie de “cápot” y donde las populares “carretonas”, Pacita, Patato, Palmira o Luisa unas veces nos llamaban la atención pero otras nos ofrecían agua para sofocar nuestros juegos infantiles. Nos escondíamos por “el Oruelo”, donde vivía María con su gallina en una casa de aspecto siniestro que la chiquillería llamábamos la “casa de la bruja”. Asisto a la Escuela Pública. Ese hermoso conjunto arquitectónico ocupado en la actualidad, tras eficaz acondicionamiento, en biblioteca pública municipal, y recibo enseñanza, según acudiese a segundo o tercer grado, de los maestros don Alfonso y don Jesús que me aprendieron aquel popular latiguillo que era obligado añadir a continuación de tu nombre y apellidos, algunos lo recordaréis: fulanito de tal para “servir a Dios y a usted”. Hago grupo con aquéllos inolvidables escolares venidos de Prahúa como era Jesús Mazo, Emilín, el hijo de un maquinista del Vasco o los hermanos Cofiño: Esteban y Tinín “Cerilla”. Con los de Cañedo como Indalecio del Río, los parientes Avelino y Manolo “Repanocha”, Luis y Manolo de “Las Brisas”, Manolo y Segundo del molino de “La Veiga” y Luis, que más reciente se conoció como el “Fontanero”, pero que, en la escuela, para todos, era “Zarra” por lo bien que jugaba a la pelota. U otro inolvidable que vivía en Buenavista, hijo de Tiva, “la Valentana” que llamábamos Tino el “Bucha” que nos dejó prematuramente y que fuimos a darle sepultura a Santianes en un día de lluvia espantoso. Llegan las fiestas y participamos con nuestra adolescencia alegremente. Vamos de un lado a otro y corremos detrás de las varas de voladores que, muchas veces, caían en la gran finca de la familia Moutas que ocupaba el centro de la villa, hoy gozosamente recuperada para el urbanismo y espacios públicos. Por aquella época, yo no sé por qué, Pravia celebraba solamente las fiestas del Cristo. El Valle era cosa de su lugar y de las


gentes de Prahúa de Arriba, la rural, y Corralinos. Pero en este día nos acercábamos al barrio alto, porque el célebre “Peixe” y los suyos tenían siempre algo preparado en aquel hermoso castañedo, donde el popular Lorenzo Villahoz descansaba su enfermedad en una tumbona tapado con una manta. Este popular personaje del barrio alto también nos abandonó prematuramente. Las fiestas del Cristo son en los últimos días de septiembre. Hace frío y son pocos los años que se libran de la lluvia. Es demasiado y las gentes se cansan de tanta inclemencia. El Ayuntamiento toma la decisión de adelantar los días de fiesta. El alcalde Santiago López lo decide. Cristo y Valle comienzan a celebrarse conjuntamente. Se inicia la fusión y Pravia comienza a rendir su pleitesía patronal a nuestra Sra. del Valle. Se abre una más intensa devoción a nuestra virgen, de manera muy especial por parte de la mujer praviana que ve en ella su guía y su protectora. Y la Virgen del Valle es tan agradecida a ese amor de sus gentes que podríamos entonar aquella copla que canta: Nuestra Señora del Valle tiene un cartel en les “manes” con un letrero que dice: ¡Qué guapes son les pravianes! Y razón tiene la copla porque hay otro cantar que proclama: De les neñes de Pravia, según la gente, se enamoren los mozos muy fácilmente, ye que son como flores de Primavera, que alegren el ambiente de la ribera. Con la fusión, las fiestas adquieren otra dimensión, tienen más relieve y nombradía. Todo, entonces, adquiere pujanza y brillantez. Las fiestas de Pravia adquieren nombradía en todo el contorno y más allá de las proximidades limítrofes: es el Cristo y El Valle en Pravia. Y el programa tiene buenas atracciones. En especial, bandas de música. Por aquella época no estaban en boga los grandes conjuntos orquestales. ¡Vaya banda de música que viene a Pravia!, exclamaban voces foráneas. Y aquí actuaron aquella memorable banda del Regimiento de la Guardia Civil de Madrid, la de Aviación de León o nuestras asturianas de su época de oro como la del Regimiento Milán, la Municipal de Mieres o la del Hospicio de Oviedo. Con estas agrupaciones competía, desde su modestia de ejecutar de oído, la popular orquesta “La Estrada” que, para nosotros que procedíamos de Salas eran “Los Panderetos”, porque este grupo para los salenses siempre fueron “Los Panderetos”. Recientemente falleció el último de los componentes de esta inolvidable orquesta, el popular “Chapelo”, saxofonista del grupo. El programa preparado por la Comisión era destacado. Era importante el desfile de carrozas que se organizaba contando con la inestimable colaboración del Ayuntamiento de Gijón, por aquellos años regido por el militar Cecilio Olivier, que había sido capitán de la Tercera Bandera de Asturias, formada en Pravia para participar en la guerra incivil. De ahí el gran vínculo de relación del militar con la villa. Y quién no tiene en la


memoria las brillantes becerradas organizadas en la llamada “plaza cubierta”, con intervención de becerristas gijoneses, el bombero bufo de Langreo y los destacados espadas locales, Ismael El Ingeniro, Barrerina o Ciro Solís, actuando de don Tancredo el popular Gervasio. El festival taurino se iniciaba con la llegada en calesas de las damas ataviadas con la mantilla española y abría la comitiva en corcel enjaezado Alfonso Solís Fabina. La plaza de toros se construía con aportaciones de los industriales madereros y aserradores de la localidad. El ruedo no era circular. Las exigencias de espacio obligaban a realizarlo en forma cuadrada. Y, qué cosas, este modelo de construcción hacía que la plaza praviana, compitiese, por forma y trazas, con una auténtica joya arquitectónica de plaza de toros cuadrada, del siglo XVII, que se conserva en el pueblo manchego de Las Virtudes y es única en el mundo. El presupuesto económico tendría que ser alto en relación a aquéllos años. Pero se cubría con la aportación municipal, la ayuda de industria y comercio y todos los vecinos que eran solicitados por Eladio “El Francés” que recorría puerta a puerta los domicilios de los pravianos. Y también se reforzaba el arca de los festejos con el “impuesto revolucionario” que, por decreto municipal, se impuso en cada una de las libretas de racionamiento de los pravianos, con cincuenta céntimos por cartilla. Pero como las fiestas tenían categoría, nadie se acordaba de otras circunstanciasEl programa era más que atractivo. ¡ Quién no recuerda la Avenida atestada de tómbolas y salones de tiro. Destacaba la popular tómbola avilesina de “los pollos”. El agraciado se marchaba contento y había solucionado el menú festivo. Porque en tiempos normales en la mayoría de las casas se comía “arroz con pollo” dos veces al año: en la fiesta mayor y en la Nochebuena. La Avenida a tope y caballitos y carruseles llenaban otras calles. Ante el Casino, las cadenas y en la Plaza Guadalhorce aquella maravilla de los caballitos de Román con unos espléndidos corceles blancos que subían y bajaban a la marcha circular del aparato. Junto a Casa Laureano la alta noria de los hijos de Manolo y Jesusa, dos populares feriantes gijoneses. Y al lado del banco Herrero el “muro de la muerte”, donde un habilidoso motorista portugués hacía inverosímiles ejercicios en aquel tubo. Y al lado del ya no existente café “El Francés” nunca faltaba la popular “ratita” ¿Quién no se llevó para casa una tartera premiada por aquel simpático animalucho? Y en la plaza del Ayuntamiento los coches de choque donde yo recuerdo al amigo Ramón de “La Roxa” haciendo exhibiciones que le convirtieron en “el amo de la pista”. Las fiestas se fueron modificando. Llegó la época de los grandes grupos orquestales con los impresionantes escenarios móviles y el derroche de luz y sonido. Desaparecieron las bandas de música que se fueron contratando para momentos puntuales. “La Estrada” pasó a ejercer de titular del Xiringüelu, poniéndose de moda los grupos gallegos. La primera en llegar a nuestras fiestas fue la lucense “Maseda”. Después llegaron otras de gran renombre: “Los Satélites”, “La Compostela”, “Los Trovadores” y una pontevedresa que causó furor por su espectacularidad e interpretación: la orquesta “Montes”. Y llegó, también el tiempo y uso de las grandes atracciones individuales: la eurovisiva Massiel, Lolita, Víctor y Ana, Rosa o David Bustamante entre una larga nómina que llenaban con su nombre el programa y ponían a rebosar los espacios libres urbanos.


Ahora están al comenzar una nueva edición de nuestras fiestas patronales. Llega el momento de divertirse y, como se suele decir, olvidar cuitas y querellas y entregarnos a la alegría como dios manda. Nos han preparado un buen programa festivo, no sin esfuerzo y sin poder dejar a un lado la crisis. Pero lo vamos a pasar bien; nos vamos a divertir, estoy seguro. Porque, además, vosotros, pravianas y pravianos y forasteros que nos acompañarán, bien lo merecéis. Habrá un programa variado y diverso. Para niños y mayores. Excelentes conjuntos musicales y broche final con el grupo émulo del famoso Abba, el grupo Abba Revival. Y nos volveremos a recrear y entusiasmar con nuestra recién formada Banda de Música de Pravia. Y no faltará, claro que no, la noche mágica de los fuegos. Y se cerrará la programación festera con la concentración popular en el parque Heno de Pravia para degustar el “bollo preñau” con el acompañamiento de las charangas “El Compango” y “Pepe el Chelo”. Y primeramente nos recrearemos con la intervención del grupo folclórico “Brisas de Aguilar” de Muros de Nalón, recientemente renacido a la actividad de la Asturias más tradicional. En definitiva, festejos para una diversión cordial y familiar. Como en Pravia se suelen programar los festejos. Vaya, por ello, nuestra felicitación a los encargados de confeccionar el programa, capitaneados por este joven y activo concejal que es David Alvarez. Y como final, e insistiendo en que me concedáis perdón a este atrevimiento mío cometido convirtiéndome en vocero de las fiestas patronales pravianas, dejadme copiar la quintilla del poeta y modificando un poco la letra deciros: ¡Viva mi Pravia ¡, Aunque de Pravia, no soy por amor a este Pravia, en Pravia estoy, que no me lleven de Pravia, que, por mi voluntad, no me voy. Muchas gracias. Y ¡¡ felices fiestas ¡!

Pravia, 5 de septiembre de 2011


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