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Juan Chávez Rojas Caballos blancos (poesía)
JUAN CHÁVEZ ROJAS (Bolivia)
Nació en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia el 6 de abril de 1968. Abogado, escritor y docente universitario de grado y posgrado. Fue secretario de Partido de Arani y luego juez desde el 2002. Licenciado en Licenciado en Ciencias Jurídicas y Políticas de la UMSS. Realizó cursos de diplomado en Docencia Universitaria, Educación Superior, Derecho Procesal y Oralidad, Ciencias Penales; y posgrado en Derecho Penal. Magíster en Administración de Justicia. Juez Instructor de Tapacarí, Juez de Partido Mixto de Independencia y desde el 2007 hasta el 2018 Juez de Partido en lo Civil y Comercial de Quillacollo. Fue juez electoral de 2002 a 2013. Miembro de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Cochabamba y de Quillacollo Ocupó diversos cargos jurídicos en la Alcaldía de Quillacollo y jefe de Transparencia en el Gobierno Autónomo Municipal de Colcapirhua. Publicó ensayos y artículos en periódicos y revistas jurídicas. Forma parte de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo y el Ateneo Jurídico de Quillacollo. Es coautor del libro Cuentos y poesías para el escenario (2021). Es autor de los Libros: Conflictos en contratos de servicios y la ausencia de normativa (2014), El mentefacto y el Código Procesal Civil (2015).
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CABELLOS BLANCOS (poesía) Juan Chávez Rojas
Recuerdo que cuando era niño, de vez en cuando visitaban la casa de mis padres, una pareja de señores con cabellos blancos.
Llegaban con una sonrisa hermosa, traían mucho cariño y también me regalaban juguetes. Antes de todo siempre, pero siempre me abrazaban muy fuerte y me daban muchos besos hasta sacarme una carcajada.
Me gustaba mucho mirar y tocar esos cabellos blancos. Mi abuelo llevaba cabello corto; en cambio, el de mi abuela era largo sus rostros llevaban arrugas. Sus ojos, expresaban mucho amor.
Tenían una característica especial oían todo lo que les contaba no me cortaban mi palabra, no me callaban, sin importar que decía me escuchaban. Tenían mucha paciencia. Usaban todo el tiempo solo para mí.
Cada vez que venían a visitarnos los veía más viejitos, muchas veces sentían dolores en su cuerpo; pero yo me encargaba que no les duela el alma
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hacía que se sientan vivos, yo les daba mucho amor.
Un día, mi madrecita lloraba sin consuelo corrí a abrazarla, no entendía lo que pasaba mis abuelos, llegaron a casa, esta vez, ya no caminaban los trajeron en cajones negros.
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