Los Reformadores protestantes del siglo XVI no lo cambiaron todo. Poco después apareció una "Reforma radical", clandestina y marginada por las autoridades. Ellos entendían que en la era apostólica, sólo eran cristianos aquellos que seguían a Jesús por su propia voluntad y deseo. Así empezó una de las grandes aventuras de la espiritualidad cristiana: el empeño "anabaptista" —conocido a la postre como "menonita"— por vivir una forma de cristianismo que se hace fuerte en la persecución y en la debilidad; que se empieza a parecer a Jesús cuando perdona a sus enemigos, adoptando —como él— formas no violentas de defender su verdad.