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Escritura creativa

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Investigación

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Discurso de un joven

Sin pretensión de ser un excéntrico o un visionario, este es mi discurso a los jóvenes.

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Ya que vivimos en una sociedad en la que la creatividad está en peligro de extinción, en la que el plagio forma parte de la cultura, quiero recordar que la vida es arte y que no es este mera estética, sino más bien sentimiento, propio, no ajeno. Recordad que debemos tomar lo hecho antaño como una inspiración, una tendencia en la que innovar o incluso que derrocar, pero nunca como un folio sobre el que posar nuestra hoja de calco.

Me dirijo a esas personas que se ajustan a los estándares socialmente aceptados solo por comodidad, que no se esfuerzan por revolucionar, conformistas. Pensad, pensad por vosotros mismos y sed conscientes de que lo ya estipulado, y hasta la propia realidad, no es más que arcilla para moldear a vuestro antojo, materia prima para confeccionar vuestras novedosas ideas. No desaprovechéis vuestros años más fértiles e intentad hacer de vuestra vida algo que os enorgullezca.

Y, por último, a vosotros, jóvenes, que llenos de inseguridad y complejos no sois capaces de expresar el talento que lleváis dentro, superad esa autocensura y atreveos a destacar, a sobresalir.

Alejandro Collado, 2.º BT

Microrrelatos/Flash fiction stories

Vámonos ya. Los muertos nos esperan...

(José Emilio Pacheco)

... Dijo la muerte, mientras me hacía un gesto con la guadaña y me invitaba a seguirla. ¡No podía ser! Era 3 de mayo de 2015, el día de mi muerte, tal y como aquel adivino había predicho. Hacía ya un año de aquello y, desde ese día, había procurado ser mejor persona para intentar compensar todos mis pecados pasados. Esperaba, de ese modo, salvarme o hacer mi futura eternidad más amena. –No puede ser. ¿Acaso no han servido para nada todas las cosas buenas e inútiles que he hecho durante el último año? –Solo hiciste cosas por los demás cuando supiste que ibas a morir y eso te hace más egoísta que todos los que no hicieron nada.

Mireya Ruiz, 2.º ESO A Gritábamos. Nadie nos prestaba atención. Estábamos aburridos y queríamos saber por qué los muertos nos esperaban, por qué nos reclamaban con tanta insistencia. De repente, la oscuridad se volvió luz y todos los muertos aparecieron. ¡Era una fiesta de disfraces!

Marta Moreno, 2.º ESO A

Pablo Avilés (1.º BC) y José Miguel García (1.º BTCS)

Javier Ortiz (1.º BC) y David Parra (1.º BHCS)

¿Quién no ha leído Instrucciones para llorar o Instrucciones para subir las escaleras de Julio Cortázar?

Los alumnos de 2.º A lo han hecho y han querido emular a este mago de la palabras escribiendo textos instructivos sobre actividades cotidianas.

Instrucciones para…

...PONER UNA LAVADORA

Lo principal para realizar esta tarea es tener una lavadora y mucha ropa, la suficiente. También es importante tener suavizante y detergente.

El primer paso de esta tarea es seleccionar la ropa: blanca, negra o de color. Precaución: no mezclar si no quieres tener la ropa blanca, negra, y viceversa.

Vamos a por el segundo y tercer pasos. Mete la ropa en el tambor (parte principal de la lavadora) y pon en el cajón (parte también de la lavadora; no vayas al cajón de los calcetines) el detergente y el suavizante (el detergente en el primer y tercer cajones y el suavizante en el del medio).

El cuarto paso (y más peligroso en cuanto a tu ropa, porque la podemos liar parda) consiste en marcar en la ruedita central el tipo de ropa que hayas metido (seda, lana...) y darle al botón de comienzo. En el caso de tener mucha ropa, dale al botón de centrifugado para que al sacarla no tenga tanta agua (antes de darle al botón de inicio).

Al terminar, te avisará; aunque ten en cuenta que no te va a llamar por tu nombre.

Después de este largo y costoso proceso, tienda la ropa y en algunas horas estará seca y lista para poderla utilizar. Atención: plancharla antes.

Paula Sánchez, 2.º ESO A

...ESTUDIAR

Lo primero que se debe hacer para estudiar es coger un libro, pero no uno cualquiera: debe ser uno en el que vengan explicaciones, ejercicios... Una vez con el libro abierto por la página y tema adecuados, se debe colocar sobre una mesa, en un lugar sin ruidos ni entretenimientos como televisión, mascotas, amigos... Debe sentarse en una silla y agarrar un estuche con un bolígrafo y, si puede ser, algunos subrayadores de colores llamativos.

Ahora es el momento de ir a por un poco de agua y unas zapatillas cómodas. Después debe coger un papel en blanco y empezar a resumir todos los textos que hay que estudiar. Una vez hecho esto, lo siguiente es subrayar lo más importante. Esto se consigue sujetando el rotulador con la mano con la que suela escribir y pasándolo suavemente sobre las frases o palabras necesarias, incluyendo el título. Debe esperar unos segundos –cinco, aproximadamente– para que se seque y después deberá empezar a leer unas cincuenta y cuatro veces los resúmenes.

Una vez memorizada y entendida toda la información de los apartados, debe coger otro papel en blanco y empezar a hacer ejercicios del libro del que hemos hablado anteriormente hasta que salgan todos correctamente.

Ahora debe buscar a un familiar, amigo, vecino, mascota o quien sea para que le pregunte todo lo que se ha estudiado y decírselo todo perfectamente. Después de quedar impresionada a la persona o animal que le haya preguntado, por lo bien que se lo sabe, es el momento de dejar de estudiar y descansar para el día siguiente.

Finalmente, se debe levantar unos treinta minutos antes de la hora en la que se despierta normalmente para repasar y poder realizar el examen perfecto. Y ya estaría todo listo para aprobar.

Noelia Lagar, 2.º ESO A

Pablo Rodríguez, 4.º ESO A

Volar

No os voy a mentir; soy una cobarde. Me he pasado la mayor parte de mi vida aterrorizada, pero hace poco tiempo decidí arriesgar la mitad de vida que me sobraba y atreverme a viajar en avión.

Mi familia y yo íbamos a visitar a unos familiares, a los que no había visto en mi vida, que vivían por el norte de Francia. A mí nunca se me había presentado la ocasión de volar y estaba completamente histérica. ¿Y si el avión se estrella? Por lo que cuentan en las noticias de la televisión, de esos accidentes se salvan muy pocas personas, y yo, que soy una debilucha, menos aún.

Cuando llegué al dichoso aeropuerto, ya estaba hiperventilando. Tenía mucho calor y las puntas de los pies completamente frías, como me pasa cada vez que estoy nerviosa. Mi madre no paraba de

mirarme; ya sé que se preocupaba, pero notar sus ojos clavados en mí me ponía cada vez más nerviosa. La hora de embarcar se acercaba y yo no quería ni pensarlo. ¿Y si me daba un ataque en el avión? ¿Cómo iría al hospital?

Ya era la hora, y estaba sentada en el avión, junto a mi madre. Iba a sentarme con mi hermano, pero, al verme tan nerviosa, se negó; lo único que él quería era dormir. Ojalá poder cerrar los ojos y despertarme en Barfleur, que era el pueblo al que íbamos. Era completamente imposible con el cosquilleo que sentía en mi barriga.

Antes de despegar, una chica que estaba sentada en la fila de la izquierda, al verme tan nerviosa, me ofreció unas pastillas que harían que estuviera la mayor parte del viaje dormida. Pero yo no quería eso, principalmente porque no me gusta tomar pastillas, y, además, en el fondo de mí, quería afrontar y superar el miedo a volar. Rechacé las pastillas, y al instante nos estaban avisando por el megáfono de que íbamos a despegar. En ese momento, no sé por qué, se me vino a la mente mi canción favorita. Cogí corriendo mi móvil, me puse los cascos y subí el volumen al máximo. Mi mente comenzó a relajarse, centrándose en la música y olvidándose de los ruidos del motor, que eran ensordecedores. Noté las turbulencias, pero estaba tan concentrada en la música que todo me daba igual. Mi madre, que parecía muy segura de sí misma antes de subir al avión, apretó con fuerza mi mano durante unos minutos. Cuando noté la relajación de su mano, abrí los ojos y la canción había terminado. Miré por la ventana; estaba volando. Desde aquí arriba podía ver lo insignificantes que somos en el mundo. En ese momento me avergoncé de mi cobardía. Volar es una experiencia cómoda y para nada alarmante.

La semana en Barfleur fue perfecta. Al fin conocí a mis primos, eran primos lejanos, pero la verdad es que fue un gusto conocerlos. Me enseñaron el puerto de Barfleur. Lo que más me gustó fue el cementerio marino.

Ahora, estoy a punto de embarcar. El avión despega, pero despega suave. Me recuesto en el cabezal y dejo que mis pensamientos se guíen por el camino que lleva a los sueños. La azafata pasa por mi lado. Qué raro, no va tan sonriente como siempre. Me reincorporo en la silla. La segunda azafata corre preocupada por el pasillo hacia la cabina del piloto. ¿Qué está pasando? Comienzo a alarmarme. La dulce voz de una de las azafatas suena por el altavoz, anunciando que estaban atravesando una zona con humo, procedente de un incendio repentino del que no tenían constancia. Los pasajeros comenzaron a alarmarse y se notaba el nerviosismo de las azafatas; algo no iba bien. Estamos sobrevolando Barcelona y al piloto no le queda otra que aterrizar aquí. Una mujer grita por los pasillos del avión y niños pequeños no dejan de llorar. Mis padres están asustados, pero intentamos guardar la calma. Varias maletas caen al suelo y los griteríos aumentan. Estábamos a punto de aterrizar y el terror vuelve a apoderarse de mí. Abrazo a mi familia y cierro los ojos lo más fuerte que puedo. Noto que el avión toca el suelo. El avión se desvía y una de las alas choca contra otro avión posado en la pista de aterrizaje. El choque hace que me golpee la cabeza y a partir de ahí comienzo a ver todo negro.

Me despierto en una habitación de hospital. A mi lado hay una mujer. Reconozco su cara, pero está un poco cambiada. Es mi madre, pero ha envejecido mucho. Han pasado 5 años. Yo tampoco soy la misma.

Elena Álvarez, 1.º BC

En el bosque de la aldea de Jonoluluco, un misterioso hechizo se apoderó de uno de los seres más feroces de los que allí habitaban. Todo ocurre cuando el sol se esconde y la luna torna al cielo, cuando un manto de niebla espesa empieza a asomarse y a cubrir los caminos asfixiando todo lo que toca; el frío helador marchita las flores desprendiendo un aroma nauseabundo, los grandiosos árboles cubiertos de hojas frondosas y verdes se vuelven grises dejando sus troncos al desnudo, los ruidos son fantasmagóricos: a veces, voces; a veces, gritos; donde el canto de la lechuza pone los pelos de punta…

Este bosque escondía una guarida de lobos conocida como la guarida de Luis Candela, dirigida por un rey, el jefe de la manada, que se llamaba Wolf. Este era enorme, de grandes ojos azules, grandes dientes afilados, unas garras enormes que ocupaban toda su pezuña y que desplegaba como cuchillos cuando se enojaba. Su pelo era duro y rizado, en forma de rastas; pero cuando la luna asomaba, su cuerpo se llenaba de grandes calvas, lo cual le llevaba a estar toda la noche aullando, malhumorado y rabioso.

Todos los lobos le temían.

El rey de la manada estaba triste y no solo porque se le cayera el pelo; también estaba triste porque la lechuza que habitaba en el bosque, que era muy cotilla, había contado su secreto a todos los animales, y estos se burlaban de él; tal era su tristeza que no plantaba cara a su agresor.

–Puedes pintarte las calvas de colores blancos y negros como si fueras una vaca– se burlaba la lechuza

–¡En cuanto te coja, lechuza, te hincaré el diente!

–¡Ja ja ja!– se reía la lechuza, con aires de matona mientras se alejaba.

Tal era la tristeza en que estaba sumido que los miembros de su manada nunca lo dejaban solo y lo animaban continuamente para prevenir que este acoso le impidiera ejercer como jefe, pero su sufrimiento era superior a sus fuerzas.

En el bosque vivían criaturas pequeñas y mágicas, capaces de convertirse en cualquier cosa. Eran los duendes. Uno de ellos se disfrazó de lobo brujo porque quería saber si era verdad lo que contaba la lechuza.

El duende, al ver al lobo rabioso y sin pelos, se apiadó de él y le dijo:

–Existe una aldea muy remota que tiene una runa espectacular para atusar el pelo y con capacidad para quitar las rastas. Te sugiero que envíes al mejor lobo explorador y fuerte, pues quien lo posee es enorme como un tractor, rápido como un rayo y fuerte como el acero.

El rey lobo, al coger el bastón de mando y volver la vista al mago, descubrió que había desaparecido. A pesar del susto que se llevó, el rey mandó a su fiel paladín a buscar el remedio secreto del que le había hablado el “lobo mago”.

Pasaron cinco semanas. Cuando el lobo explorador divisó la aldea, se agazapó debajo de un olivo y empezó a otear las casas de los vecinos del lugar para intentar descubrir dónde se encontraba el artilugio. Durante un buen rato estuvo observando los movimientos del pueblo… La suerte se tornó a su favor cuando logró capturar a Fox, un pequeño zorro que salía a jugar solo al balón por las calles del pueblo. El pequeño zorro lloraba, lamentándose por no haber hecho caso a la advertencia de su madre de no deambular por las calles solitarias a esas horas.

–¡No me hagas daño!– gritó Fox.

–Puedes estar tranquilo, pero solo si me dices dónde puedo encontrar un artilugio que en mi bosque conocemos como runas mágicas.

–¡Vale!Te lo diré –balbuceaba nervioso el pequeño zorro–. Lo puedes encontrar en casa del león. Cuando lo activa, su casa se llena de luces y destellos, como si fuera el final de una feria.

–Lo que me imaginaba: con esa melena tan bien peinada seguro que conocerá la ubicación de la runa mágica– y esperó agazapado.

Sonó el teléfono, la leona lo cogió y, al colgar, un sonido atronador chirrió en las orejas del león que se encontraba zachando.

–No puedo; estoy con los pequeños en el huerto, sembrando patatas y zanahorias.

–¡Espabílate! Tú eres el butanero del pueblo.

–¡Vale! Ya voy –respondió enfadado mientras entraba al baño para ducharse.

El lobo se acercó sigilosamente a la casa, se asomó por la ventana y vio al artilugio que estaba iluminando todo el cuarto de baño con luces de colores. Mientras el león se duchaba, el lobo aprovechó y lo cogió.

–¡Vaya! ¡Si es un secador! Es precioso y encima cubierto de cristales con formas redondas, triangulares y cuadradas. Si es capaz de reflejar la luz del sol y formar la figura de un arco iris, seguro que hará lo mismo con la luz de la luna. Así en mi aldea siempre sería de día. Además, mi rey se pondrá muy contento y me recompensará.

El león acabó de ducharse y quería secarse su enorme melena, pero no encontraba el secador por ninguna parte. Le preguntó a su mujer, pero ninguno de los dos fue capaz de encontrarlo.

Fue entonces cuando el león, todo despeinado, se asomó por la minúscula ventana. Tuvo la suerte de encontrarse con Rabit, el señor conejo, corriendo como una bala en dirección a su casa para avisar de la presencia de un lobo, el cual había secuestrado al pequeño zorro Fox y llevaba consigo un secador.

–¡Allí está!– dijo el señor Rabit.

Tan rápido salió el león de su casa que al lobo no le dio tiempo a salir huyendo. Lo atrapó, lo metió en un saco de tela de rafia y se lo llevó a rastras hasta el sótano oscuro de su casa donde lo interrogó:

–¡Ay!–dijo el lobo después del mamporro que le asestó el león.

–¿Dónde está Fox?– preguntó el león.

–Al zorro lo tengo atado en la higuera, a la entrada del pueblo– respondió el lobo

–¿Por qué me quitaste mi secador?– le gritó, muy enfadado mientras le agarraba por la pechera.

El lobo tartamudeaba, como había hecho el zorro Fox, mientras le contaba el problema que tenía su jefe…

El león, al escuchar su historia, se apiadó de Wolf, al que no conocía, y entonces le propuso al lobo lo siguiente:

–Donaré mi enorme melena asedada para que se la lleves a tu jefe. Él podrá rellenar sus calvas con pelo de mi enorme melena; a mí me volverá a crecer y tu jefe se pondrá muy contento. Pero tú, ¡devuélveme mi secador!

Fue así como el lobo explorador, dolorido por los golpes del león, emprendió el viaje de regreso a su bosque oscuro y misterioso con un saco lleno de la enorme melena del león.

Al llegar a la aldea, el jefe se enfureció porque no le había llevado el secador, pero al pegarse el pelo del león y cubrir las calvas, como le indicó el león, se puso contento y feliz:

–Parezco más grande y más joven– se dijo– y, además, huelo genial.

Estaba tan feliz que organizó un gran banquete para su manada.

Rubén Mora, informático

Tout a commencé le 13 juillet 1997. Je m'appelle Hans Schneider. Comme je l'ai dit, je m'appelle Hans et cette nuit du 13 juillet 1997, je suis rentré chez moi avec les mains moites, je n'étais pas nerveux, je n'avais aucune raison de l'être et moins d'avoir les mains moites.

Je suis arrivé chez moi et j'ai décidé de prendre un bain chaud pour me détendre et m’isoler du monde et de tout ce qui m'entourait juste pour cette courte période. Alors, je suis entré dans la baignoire et j’y suis resté un peu de temps avant de réaliser que mes mains étaient d'un rouge vif. C'est alors que j'ai su que je devais partir et c'est ce que j'ai fait. Je pouvais toujours percevoir que mes mains étaient toujours rouges mais je ne souffrais pas.

Le lendemain, mes mains étaient normales et je suis allée me promener avec des amis. Il s’est avéré que la chaleur était horrible, je me souviens que j’étais en train de rôtir, de brûler, de fondre … je me souviens aussi que j’ai eu une démangeaison excessive aux deux mains, ce qui m’a fait frotter et refrotter mes mains comme un fou, comme un possédé, comme un délire… Mais ce n'était pas la seule chose qui m'a surpris; étant donné qu'en plus de la démangeaison que j'avais, je pouvais contempler que mes précieuses mains étaient pleines de ruches, celles qui causaient ce picotement insatiable dans mon corps. Toutes les ruches n'étaient pas évidentes, il y en avait qui n'étaient presque pas visibles, mais toutes produisaient les mêmes démangeaisons. Après cela, je devais rentrer à la maison en courant parce que je ne pouvais plus le supporter et quand je suis rentré chez moi, j’ai pris une pommade rubefaciente pour l’appliquer sur mes mains à fin de voir si elle avait un effet sur les taches rouges. La démangeaison a été calmée même si les ruches étaient toujours et il semblait qu'elles ne voulaient pas quitter ma belle et douce

peau.

Après le temps, mes mains sont revenues à la normale sans démangeaisons, sans gonflement, sans ruches, sans rien qui me dérangeait à nouveau. Cependant, cette tranquillité est devenue mon propre désir de durer éternellement. Bien que ce bonheur ait duré peu de temps, c'est simplement parce que j'ai commencé à avoir des peaux blanches dans les mains et plus abondantes au bout des doigts. Alors, j'ai commencé à déchirer toute la peau et le sang a commencé à couler, accompagné d'une douleur intense résultant de mes actions.

Au fil du temps, j'ai progressivement récupéré et cette fois, j'ai pensé que je m'étais déjà débarrassé de tout ce mal qui m'avait rendu fou, mais ce n'était pas comme ça. Dans chacun de mes doigts, une bulle blanche au toucher rigide est apparue. J'ai fait la première chose encore une fois, tirer, déchirer, tirer, déchirer et attendre encore une fois que mes doigts commencent à saigner. Mais je n'ai pas pu le faire car ils étaient si durs qu'ils ne se sont pas déchirés d'un millimètre. Alors j'ai eu une idée, j'ai pris un couteau et j'ai commencé à couper les bulles mais le couteau n'a pas fait de blessure aux doigts. Alors, je n'avais pas le choix et j'ai décidé de brûler mes doigts pour voir si je pouvais me débarrasser des maudites bulles qui gâchaient ma peau majestueuse. D'abord, j'ai allumé le feu dans la cheminée, je

l'ai fait maladroitement à cause de ce qui est arrivé à mes mains. Et puis j'ai mis mes mains dans la cheminée qui était dans le salon où remarqué que le feu brûlant ne touchait pas ma peau. Cependant, j'ai ressenti une douleur insurmontable, que rien ne pouvait le calmer et je le répète, que rien ne pouvait le calmer. Les brûlures avaient été si horribles que j'avais passé presque quatre ans avec des mains bandées incapables de toucher quoi que ce soit pendant cette période; puisque tout ce que je touchais produisait une douleur insatiable impossible à guérir.

Quand j'ai pu enlever les pansements, j'ai eu peur parce que je ne savais pas ce que j'allais trouver entre mes mains, je ne le savais pas et pour cette raison, je paniquais à ce moment-là. Mais j'étais courageux et j'ai décidé d'enlever le bandage, et c'est ce que j'ai fait. Mon expression n’était pas meilleure que les fois précédentes, elle n’avait pas de bulles et cela m’a beaucoup soulagé mais tout de suite j'ai été submergé, j'ai été noyé, j'ai été angoissé parce que maintenant j'avais une sorte de trous minuscules et arrondis qui étaient répartis sur la peau de mes deux mains. Et dans ces trous, il y avait de petits yeux qui me surveillaient de près.

Moi, honnêtement, je ne peux plus le faire. Salutations et toujours de votre ami Hans Schneider.

Le 13 juillet 2001, cette lettre a été retrouvée à côté du corps de Hans Schneider dans le sous-sol; puisqu'il s’était pendu. Certains amis l'ont trouvé avec sa lettre de suicide et quand ils l'ont vu, ils ont constaté que son corps était rempli de trous comme ceux qu'il avait entre les mains. À l'intérieur de ces petits trous, il y avait de petits yeux qui n'arrêtaient pas de les regarder.

La police est arrivée et pendant qu'ils prenaient le corps, un ami a dit à l'autre:

- Et tu sais quel était le pire?

- Qu'il s'est suicidé - répondit l'autre ami.

Et l'ami qui a posé la question en voyant comment le corps de Hans avait été enlevé lui a montré la bonne réponse:

Non, le pire n'est pas qu'il se soit suicidé, non. Le pire était que notre cher ami Hans Schneider avait peur, et tu me répondras que nous aussi aurions eu peur, je le sais, mais Hans avait peur, il avait peur des petits trous, il avait simplement trypphobia.

Ilustración de María Galán, 4.º ESO B

Tony Terror, 2.º BC (Antonio Álvarez)

La Biblia emoji

La Biblia es uno de esos libros universales a los que el tiempo y las modas parece no afectarle, ya que es capaz de adaptarse a cualquier época o tendencia. Y esto es, sin duda, uno de sus encantos, que la convierten en un libro único y original.

Aunque la Biblia es uno de los clásicos más traducidos y del que más ejemplares se han vendido, hoy en día para nuestros alumnos cada vez pasa más desapercibido, cuando es una verdadera muestra de géneros literarios y un compendio de saberes de los que se puede extraer, aparte de enseñanzas morales para aplicarlas a la vida, multitud de curiosidades donde se fundamenta nuestra cultura y nuestra visión del mundo.

Está claro que para ser profesor, hoy en día, de Religión en mi caso, se necesita una constante actualización y adecuación pedagógica acorde a los tiempos que corren y a los tiempos de nuestros alumnos. Una de las necesidades para poder acercar a los alumnos los diferentes contenidos de cualquier materia es, sin duda, llamar poderosamente su atención, activar la motivación, y hacer que se impliquen y valoren el trabajo a realizar.

La Biblia emoji nace de una actividad de clase de Religión como una forma de acercar La Biblia a los alumnos con un lenguaje sugerente y con el que se sientan identificados. El lenguaje no verbal está cada vez más presente, en redes sociales sobre todo, ya que a través de herramientas como emoticonos, gifs o stickers nos comunicamos y expresamos nuestro estado de ánimo o nuestras emociones. El texto ya no está solo; ahora lo acompaña el emoticono para complementar su significado, aportando la dimensión emocional, en una simbiosis cada vez más recurrente por su originalidad.

Los alumnos de 2.º ESO han realizado en clase una transcripción de un texto de los evangelios a “lenguaje emoticono”. A continuación, se exponen los mejores trabajos donde se puede ver el resultado final.

Antonio Matito, profesor de Religión

Teresa Avilés, 2.º ESO A

Andrea Argüello y Nerea Godoy, 2.º ESO B

Azahara Ortiz y M.ª Mercedes González-Rodgers, 2.º ESO D

4. Ana Fernández, Manuela Moreno y Marta Gomato, 2.º ESO C

1

3 2

4

Fan fiction de La Odisea

Ana Gimeno, 2.º ESO D

Ilustración de Lucía Bermúdez, 4.º ESO A

Carla García, 2.º ESO D

Ilustración de Miguel Basco, 4.º ESO B

Óscar Azofra, 1.º ESO B

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