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CatedraldeSanIsidro catedraldesanisidro
CATEDRAL DE SAN ISIDRO - SANTA MARÍA DE LA CABEZA NUESTRA SEÑORA DE LA RIBERA - STELLA MARIS
Año 15
Septiembre 2019 n 154
Distribución gratuita
Nómades del siglo XXI Caballos de fuerza
¡Bienvenida primavera!
INFO
CAPILLAS
Párroco
Nuestra Señora de la Ribera
P. Carlos Avellaneda
Párroco emérito P. Pedro Oeyen
Vicario parroquial P. Juan Manuel Bianchi Jazhal
Diáconos permanentes Wenceslao Gómez Caride José Hamed
Horarios de misa Lunes a viernes 8, 10 y 19 h Sábados y feriados 10 y 19 h Domingos 9.30, 12.30, 19 y 20.30 h
Confesiones Diarias: media hora antes de la misa de 19 h Dominicales: media hora antes de cada misa
Secretaría parroquial De lunes a viernes de 8.30 a 12 y de 16 a 20 h Adrián Beccar Varela 530 Tel.: 4743 0291/4990
Cáritas Atiende en Anchorena 469
Elcano 172, Acassuso Tel. 4742 7198 Horarios de misa: sábados 18 h domingos 11 h
Horarios de secretaría: jueves 15 a 17 h sábados 16 a 18 h
Santa María de la Cabeza 33 Orientales 1301, Beccar Horario de misa: domingos 11 h
Stella Maris
España 1016, Beccar Horarios de misa:
sábados 19 h (de niños) domingos 11 h Distribución gratuita Tirada: 3.500 ejemplares 1era edición: año 2004
STAFF Director Padre Pedro Oeyen Dirección y coordinación Mechi Ruiz Luque Diseñadora Mechi Brousson mercedesdesign@gmail.com Correctora Sofi Costa fb e inst: Lantia Traducciones Ilustradoras Ana Ugarte ugarteana@outlook.com Paula Martínez reynartallerdecuentos@gmail.com Redactores Cata Beccar Varela Mechi Ruiz Luque Juanjo Mayer Felipe Dondo Ignacio Rico Teby Mentruyt
Si querés anunciar en Bienaventurados, escribí a publicidadbienaventurados@catedraldesanisidro.org Para hacernos llegar un comentario, escribí a bienaventurados@catedraldesanisidro.org
CARTA DEL PÁRROCO
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Bienvenida primavera Llegamos a septiembre, uno de mis meses favoritos. En este tiempo, el frío del invierno afloja su rigor dando paso a un clima más templado. Los colores de nuestro entorno empiezan a modificarse. El cielo se torna más celeste, el sol hace resplandecer más el día, y los verdes de nuestro San Isidro nos dicen que la vida vuelve a renacer. Los ciclos de la naturaleza se reiteran silenciosos y solidarios, con una fidelidad que los seres humanos necesitamos. Es verdad que, cada tanto, irrumpe alguna sorpresa indeseada, como las sequías, inundaciones o heladas; pero, en general, hay que agradecer que la naturaleza nos cobije. El sol es nuestro hermano; la luna, nuestra hermana y la tierra, nuestra madre. El cosmos fue pensado y creado para el hombre, que es el centro del universo y su expresión más elevada. Nuestra superioridad respecto del mundo se debe a nuestra espiritualidad. Sólo el hombre es capaz de amar consciente y libremente. No obstante, la entera creación nos ama a su manera. Ella es pródiga con nosotros y las leyes de la naturaleza regulan su generosa entrega. Si el invierno la muestra más íntima y reservada, la primavera la despliega extrovertida y comunicativa. La dinámica de las estaciones del año, donde la intimidad del otoño y el invierno dan paso a la extroversión de la primavera y el verano, se repite cada día. Al anochecer, la vida se repliega en la oscuridad y el silencio, y cuando amanece vuelve a manifestar su belleza diciéndonos “aquí estoy”. Todo lo que la creación nos ofrece en primavera estuvo preparándose en secreto durante el invierno. Todo lo que descansó por la noche se despliega activo durante el día. Hay en esta dinámica un mensaje para nosotros, los hombres. Sin intimidad, nos falta fecundidad; y sin vida interior, no hay auténtica comunicación.
Dios nos fecunda para que revivamos y nos renovemos. Todo lo que podamos ofrecer a los demás puede ser expresión de nosotros mismos y de nuestra riqueza personal. Pero para eso necesitamos momentos de recogimiento que nos hagan tomar contacto con nuestro valor y belleza. De ese modo, el despliegue de nuestras acciones expresará autenticidad, no apariencia; profundidad, no superficialidad; paz, no pasividad. En la próxima primavera la naturaleza tendrá mucho que ofrecernos. Dios fecunda su creación incesantemente. Es tiempo de fertilidad y renovación. Qué lindo sería que todos nosotros seamos conscientes de que Dios también nos fecunda a cada uno para que revivamos y nos renovemos. Por su fecundidad natural, cada ser vivo da más de sí mismo en primavera, pero sólo puede dar lo propio de sí. Un manzano florecerá para llegar a producir sólo manzanas. Y lo mismo con cada especie frutal. El ganado, las aves, los peces y las mascotas, todos podrán regalarnos su originalidad en uno o muchos nuevos ejemplares. Todo esto nos dice que cada uno de nosotros tiene en sí mismo una gran riqueza que el calor del amor de Dios en nuestro corazón puede volver a despertar. Es una riqueza propia y exclusiva de cada uno. Es nuestra vida con un sabor y una belleza originales. Les deseo que en este tiempo sean fecundados por el Señor y así puedan dar a los demás los frutos más sabrosos de sí mismos. Un abrazo. Padre Carlos.
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PADRE PEDRO
La Santa que entró por la ventana Cada 9 de septiembre, se celebra la fiesta de Santa María de la Cabeza. El modo por el que fue declarada santa es curioso e interesante. Nació hacia el año 1100 en Torrelaguna, se llamaba María Toribia, era muy devota de la Virgen y se casó con Isidro. Acompañó a su marido en su vida ejemplar y tuvieron un hijo. Al quedar viuda, en 1170, se mudó a Carraquíz y cuidó la capilla de Nuestra Señora de la Piedad. Murió allí en 1180. En 1212 desenterraron el cuerpo de Isidro y lo encontraron incorrupto, tal como lo habían sepultado, con la ropa y la mortaja intactas, despidiendo fragancias agradables. Inmediatamente comenzaron a rezarle, y por su intercesión se obraron muchos milagros. En la Edad Media este era el modo normal por el cual se declaraba santo a alguien. También exhumaron el cuerpo de su esposa y, aunque sólo encontraron su esqueleto, pusieron el cráneo en un relicario y el resto bajo el piso de la capilla. Por su intercesión también se obraron milagros, especialmente curaciones de los males de la cabeza, por lo que comenzaron a llamarla María “de la Cabeza” y la honraron también como santa. Como se habían
multiplicado la cantidad de los que habían sido proclamados popularmente, sin que se supiera mucho sobre ellos, el Concilio de Trento (1545-63) estableció que sólo el Papa podía proclamar santos y autorizar su culto público. Los grandes santos rápidamente fueron confirmados, pero para otros todo fue más difícil. El primer paso era comprobar que realmente habían existido, para lo cual era necesario localizar los restos del cuerpo. El juez apostólico fue a Carraquíz, vio el cráneo en el relicario, quiso ver el esqueleto e hizo levantar el piso de la capilla, pero no encontraron nada. Estaba desconcertado, no sabía qué hacer. Esa noche en sueños la santa indicó que levantaran el umbral de la puerta. Allí aparecieron. Era el 10 de marzo de 1596. El trámite siguió lentamente su curso y recién un siglo más tarde, el 7 de agosto de 1697, Inocencio XII firmó el decreto que la declaraba “beata”. Después el proceso se estancó. Sin embargo, el 14 de septiembre de 1739, Clemente XIII firmó un documento que concedía gracias especiales a los que visitaban la ermita. En él se la mencionaba como “santa” y no como “beata”. ¿Error del que lo escribió o el Papa la estaba canonizando de esta manera poco ortodoxa? Para salir de dudas, el arzobispo de Madrid solicitó permiso para celebrar la misa en honor de “Santa María de la Cabeza”. El papa Benedicto XIV lo autorizó el 15 de abril de 1752, con lo cual ya estaban seguros de que era realmente “santa” y no sólo “beata”. Podemos pensar que nuestra querida María de la Cabeza se cansó de tanto papeleo y decidió cortar por lo sano de un modo poco convencional. O sea, entró por la ventana a la lista oficial de santos, en la que cinco siglos antes había sido incorporada por el pueblo de Dios.
SOCIEDAD 5
Nómades del siglo XXI Las historias de viajes suelen fascinar a las personas, sobre todo cuando detrás hay amores, búsquedas y reencuentros familiares, o aventuras con amigos. Pero hay algunos viajes que, aunque sus historias sean atrapantes, son recuerdos de dolor, de conflicto, de divisiones de familias y de abandono. En muchas de ellas, los protagonistas escaparon de guerras y epidemias, de persecuciones o genocidios. Así, entre 1870 y 1930, más de 6 millones de europeos llegaron a nuestro país; y por ende es muy probable que algún familiar tuyo tenga ascendencia española o italiana. En el grupo de Whatsapp de mis primos, nos pusimos a averiguar sobre nuestros ancestros: ¿quiénes eran?, ¿de dónde venían?, ¿a qué se dedicaban? Empezamos a armar un árbol genealógico, y recolectar documentos, libros y fotos. En agosto recibimos un llamado al teléfono de la casa que solía ser de mis abuelos. Resultó ser un pariente lejano, con el mismo apellido, que averiguaba por mi abuelo Carlos. La cuestión es que nos contactamos por Whatsapp y nos compartió un árbol genealógico enorme que había armado. ¡Él estaba haciendo lo mismo que nosotros! ¿Por qué? “No quiero criar a mi hijo en este país, no quiero que crezca en este contexto”, me dijo en una nota de voz. Él encajó el árbol que armamos con mis primos en el suyo y ahora, uniendo las piezas, cada vez se hace más grande. No son tantos los mitos y leyendas que recibí de mi familia, pero la
curiosidad me está ganando. Aunque algunos tienen el objetivo de probar que tenemos origen austrohúngaro para poder obtener la ciudadanía europea, a mí me interesa, más que los trámites, conocer la historia de los ascendentes. Por ejemplo, un tío tatarabuelo nuestro fundó un municipio en La Pampa y, aunque sabíamos que existía, nunca supimos de dónde había salido. Ahora tenemos fotos de él y de su hermano. Varios familiares se fueron yendo a vivir a otros países en búsqueda de una mejor calidad de vida, mejores opciones de trabajo y de crecimiento. Como nómadas, las células familiares deben construir su hogar en medio de otras costumbres, otro idioma o religión. Dejar la casa es dejar atrás lo construido, la familia, las amistades, el trabajo, y lanzarse en búsqueda de una vida nueva con
la esperanza de reconstruir. Hoy la problemática de la migración en Europa y Estados Unidos se cobra vidas, porque unos piensan que son más personas que otros, porque unos pocos deciden quién puede entrar y quién no. Mirar en retrospectiva hacia principios del siglo pasado e imaginar la cantidad de barcos llenos de personas en búsqueda de supervivencia y de un futuro me hace pensar en aquellos que hoy se encuentran en la misma situación, y que lamentablemente no son recibidos. ¿Cuántos son los casos, las historias? ¿Cuánto dolor hay detrás? ¿Cuántos inocentes seguirán perdiendo la vida? Así como Dios le pide a Moisés que guíe a un pueblo para su liberación, ¿qué nos pide Dios para acompañar a quienes tienen que dejar su hogar atrás?
6 REFLEXIONES
La historia de n
Hoy nuestra casa parroquial de Anchorena tiene cruces de madera colgando en sus cuartos. Estas acompañan la rutina de los jóvenes que se encuentran para compartir la vida, y quizás a más de uno le recuerden el porqué de tantas reuniones y alegrías. Son cruces que hicimos con José, el carpintero del barrio Martín y Omar, y cuya historia comparto a continuación. En el 2009 me invitaron a sumarme a San Agustín, grupo de infancia misionera de la Catedral que juega los sábados con los chicos del barrio Martín y Omar. Nunca me consideré muy ducho para con los chicos (no tengo tanta paciencia, realmente), pero me necesitaban para sumar energías a este equipo cuyas fuerzas se estaban apagando. Por mi parte, en esos tiempos transitaba el desafío de una adolescencia con pocos amigos. Aunque nunca dejé de saberme feliz y valioso, había momentos en los que la sensación de soledad y exclusión se hacía difícil de llevar. Desde mis primeros años en San Agustín, percibí que mis visitas al barrio distaban de ser una mera
asistencia al necesitado: un motivo personal me mantenía sirviendo tan comprometido, un mensaje presente entre esas calles de tierra y cascote que tenía que descubrir. Algo que, sabía, me estaba transformando el corazón. Intuía, sí, que lo que Dios quería decirme estaba conectado con mi cruz, con este desafío de sentirme solo y excluido. De a poco, me animé a pisar el barrio no solamente enarbolando la resplandeciente bandera que llevábamos como misioneros (“Jesús nos ama a todos”), sino ofreciendo también y en silencio mis preguntas, mis cruces, mi soledad. Lo que empezó temprano como un llamado de Jesús a servir a mi hermano, con el tiempo se convirtió en una especie de contemplación: había en ese servicio una certeza que se me revelaba y que yo necesitaba terminar de descubrir. Conocí entonces a José. José Da Costa era un carpintero que vivía en una de las casas más humildes del barrio y con quien charlaba cada vez que pasábamos a buscar a los chicos para ir a jugar a la capilla. Tenía a su mujer (a quien
llamaba “el alto mando”) y a una hija en Uruguay; y, aunque se hablaban a menudo, vivía y estaba solo. Varios veteranos de San Agustín se acordarán de aquel viejo cascarrabias que se paraba en medio de la calle con una pipa en la mano mirando con recelo la alegría de los chicos cuando los jóvenes de la Catedral pasaban por ahí. A José lo supe excluido, como sus vecinos pobres, y viviendo la vulnerabilidad de quien está solo. Fue obvio cómo la vida de José conectó con la mía, haciendo resonar mis propias cruces y soledades. Descubrí entonces que este servicio que Jesús me había pedido realizar en el barrio y que yo había atendido por obediencia era en realidad (también) la manera que Jesús elegía para sanar mi historia. Porque si al misionar necesitaba insistir en el “no estás solo, Jesús está con vos”, “no estás excluido, Él te incluye”, no transmitía un mensaje mío hacia José, sino un Evangelio de Jesús para él y para mí, para los dos. “No están solos, yo estoy con ustedes”, “no están excluidos, yo los incluyo”. En ese momento
REFLEXIONES Teby Mentruyt
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estebancarlosmentruyt@gmail.com
e nuestras cruces pasé de sentirme misionero a saberme testigo, junto a José, de una misma Misericordia. Formé una lindísima amistad con José. Tengo divertidas anécdotas que vuelvo a repasar muy seguido para recordarlo y emocionarme. Hemos comido juntos y charlado sobre infinidad de temas. Me acuerdo, por ejemplo, cómo me reclamaba que mis visitas fueran más cortas que “visita de médico”, cómo todo lo que no sabía (que era poco) se lo preguntaba al “viejito Gugle” o su insistencia paternal en que terminara mi carrera de ingeniero. Una vez me enseñó cómo se debe
saludar a quienes se respeta especialmente: un fuerte apretón de manos, tomándose del antebrazo con la mano izquierda. Esa misma tarde, y todas las siguientes, nos despedimos de esa manera. Y fue con José que fui haciendo camino, sintiéndome acompañado, sabiéndome parte. Cuento corto, las cruces las hicimos con José y algunos jóvenes de esta comunidad, un poco porque necesitábamos cruces para Anchorena y otro poco porque él necesitaba alumnos de carpintería que le hicieran compañía.
La familia de José y yo, recordándolo. José y yo en su carpintería.
Esta es la historia de nuestras cruces. Historia mía y de José, del barrio y de todos. Historia que cuenta que, si llevo mis cruces al barrio, si pongo mis heridas al servicio de mis hermanos, puedo vivir esperanzado, porque al tercer día se resucita. Historia de servir, y desde abajo, sabiendo que el llamado no es a atender mandatos sino a encontrarse con una persona que nos “primerea” en Misericordia. Estas cruces son también el recuerdo de José, a quien extraño, pero quien sé que ya resucitó.
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CONOCER
BELÉN San Francisco, el grupo misionero de invierno, vivió el mes pasado su primera misión en el barrio Belén en Reconquista, Santa Fe. Caminos de tierra, casas de chapa, niños descalzos y con hambre, adultos sin pan esperando que todo, alguna vez, cambie. En esta nueva edición de la revista cuatro integrantes del grupo nos cuentan cómo se vivió esta nueva experiencia. ¿Qué les parece si no tengo zapatos y camino en el barro? ¿Qué creen si tengo frío, pero nada de abrigo? ¿Y qué hay del hambre si no tengo nada que me sacie? ¿Alguien que me pueda hablar de la soledad si nadie me quiere escuchar? Me duelen los pies... Siento mucho frío... El hambre no me deja pensar... Hablar me haría muy bien... Cuántas preguntas que quedarían solamente en preguntas, y cuántas respuestas que faltarían. Me hace ruido, me molesta, me incomoda, me sacude lo poco que pensamos en su humanidad. Vemos y cuesta creerlo. Pensamos, pero nuestra razón se queda corta. Naturalizar es acortar la posibilidad que tenemos todos de utilizar nuestra propia libertad. No supongamos, no demos por hecho, sólo pido que no ignoremos. Su humanidad es digna de mucho respeto. Belén, un barrio con el corazón dispuesto a amar sin condiciones. Descubrirlo fue un verdadero regalo. ¡Hasta la próxima! (Francisca Mezzini, 21 años)
JÓVENES
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• ¿Cuál fue el objetivo/lema de este año en la misión? ¿Se cumplió?
• ¿Qué cosas se llevan en el corazón después de la experiencia de misionar? ¿El corazón se transforma?
El lema fue “Los últimos serán los primeros” (Mt. 19, 23-30). Buscábamos que la gente del barrio se diera cuenta de que ellos son los primeros, que al estar últimos geográficamente, con una situación económica muy baja, ellos son los primeros en el plan de Dios, y que, sin importar quién vivió la fe antes, a la larga todos somos iguales. Todos somos hijos de Dios, que vivimos hoy y ahora. En cuanto al objetivo, lo que queríamos era hacernos notar, que la gente descubra quiénes somos. Fuimos realmente a des-cubrirlos, a sacarles esos prejuicios que cuestan tanto al momento de conocer a alguien, y a ser 100 % nosotros, a ser transparentes conociéndonos en charlas interminables que nos enseñan que nadie es superior a nadie y que todos somos humanos, que sienten y buscan. Creo que pudimos cumplir el lema y el objetivo ya que no importaba ni la hora, ni el clima. Ellos estaban ahí, detrás de una puerta, con un mate hecho y un puñado de historias para contarnos. A ellos les tocó vivir otra realidad, pero la sonrisa con la que te reciben no tiene precio porque, aunque los ojos de muchos ellos los hagan parecer los últimos, ellos saben que son los primeros en el corazón de Jesús.
El corazón del misionero vuelve transformado, cambiado y renovado. Vuelve lleno de sentimientos. Lleno de felicidad, amor, cariño y esperanza; pero no todo es color de rosas. La realidad que vimos en Belén nos sorprendió a todos, y a todos nos generó un poco de angustia y tristeza. De todos modos, creo que es importante aceptar estos sentimientos para motivarnos y poder brindar todo el amor y cariño que tengamos a nuestro alcance, y ofrecerlo siempre. Después de esta misión aprendí que, no importa cuánto lo queramos, no podemos cambiar esas realidades tan duras de un día para el otro; y que misionando estamos cambiando sus vidas un poquito, al menos por una semana y, aunque parezca poco, con eso alcanza.
(Anita Lynch, 19 años)
(Julio Guyot, 18 años)
• ¿Cómo los recibió la gente? ¿Se abrieron a compartir con ustedes? Al principio la gente se sintió un poco rara, con toda esta experiencia nueva de jóvenes de Buenos Aires que viajaron hasta allá y, sólo para charlar con ellos. Tras un par de días, ese escepticismo empezó a pasar y se abrieron más. Cada uno desde su lugar se sintió cómodo, y nos contó lo que le salía del corazón. En lo personal, tuve desde charlas sobre aquello que más le costaba a una de las familias en estos tiempos, hasta chistes y charlas con un grupo de jóvenes. Lo que sí impresionó fue la calidez de la gente y lo respetuosos que son, siempre ofreciendo torta fritas y mate. En cuanto a las actividades que organizamos, la verdad es que fueron un éxito. Al principio éramos pocos, pero para el final de la misión reunimos a más de 9 adultos y 14 jóvenes. En las actividades de niños logramos atraer a 70, cosa que nadie se esperaba bajo ninguna circunstancia. (Felicitas Tobías Panizza, 20 años)
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10 SOCIEDAD
Pasión por dar dignidad Una visita a Akamasoa Argentina
Hace un par de semanas, junto a mi prima Lucila y Juanjo Mayer (compañero de esta revista), fuimos de excursión a Lima, en el partido de Zárate. A apenas una hora de viaje, este pueblito de 22.000 habitantes está viviendo una revolución: un ventarrón de dignidad está soplando para poner de pie a los 8 mil que viven en la pobreza. ¿Se acuerdan del padre Pedro Opeka? Es probable que lo hayan visto por la tele o acá mismo, en su visita a la Catedral. Es ese cura inmenso que hace cincuenta años decidió convertir un basural en una ciudad de amigos: Akamasoa. Con su fórmula de salud + educación + vivienda (y su lema de “ayudar sin asistir”), ya sacó a más de 500 mil personas de la extrema pobreza. Todo eso, en Madagascar (para más información, por favor googléenlo y lean su libro Rebelarse por amor, que es espectacular). Pero en Argentina también crece la pobreza. De un casi idílico 3 % (cuando Pedro se fue a África hace medio siglo) pasamos hoy a un desesperante 33,6 %. Por esta razón, Gastón Vigo Gasparotti, un joven economista santafesino, hace unos meses viajó a Madagascar, aprendió todo lo que pudo y volvió para darle forma a una Akamasoa acá en nuestro país. Es la primera vez que alguien se anima a replicar la obra del padre Opeka en otra parte del mundo. “Trabajamos mucho con la gente”, nos contó Gastón. “No por los pobres, sino con los pobres. Esa fue una de las mejores enseñan-
zas que me dio Opeka allá: si vos no estás en el medio de ellos, el trabajo es imposible. Imposible”. Efectivamente, mientras charlábamos con él el otro día, muchas madres con sus hijos, voluntarios y vecinos pasaban a saludarlo o a consultarle cosas. El revuelo que hizo esta fundación en Lima es inmenso. Por ejemplo, por la afluencia de voluntarios: “Todos los feriados, desde que comenzamos, se labura. Si quieren honrar a los próceres, laburen los feriados”. Van grupos de colegios, grupos de amigos, de parroquias, de lo que sea. Lo que pasa es que hay muchísimo que hacer, y cuando le preguntás qué necesitan, Gastón te dice: “¿Qué te imaginás haciendo, qué te gusta hacer? Estamos abiertos a cualquier cosa. Todas las manos son bienvenidas”.
El día que fuimos nosotros, aunque no era feriado, había ido un grupo de jóvenes a acondicionar un salón enorme del Club Social de Lima, que hasta hace poco estaba abandonado y lo acaban de ceder a Akamasoa. Allí van a funcionar algunos talleres de oficios y van a poner aulas para que los adultos terminen el secundario, entre otras cosas. Por lo tanto: estimados jóvenes de la Catedral de San Isidro, en Lima los esperan con los brazos abiertos para cuando quieran organizar un lindo día de servicio. Otro de los trabajos que están realizando intensamente en este período (y que también provoca mucho revuelo) es el relevamiento poblacional, porque como dice Gastón: “Si no hay buen diagnóstico, no hay un tratamiento efectivo”. El último que hicieron, con la Unidad Pediátrica Móvil Ronald McDonald, dio como resultado unos números preocupantes: censaron 200 casas ubicadas a pocas cuadras de la plaza y comprobaron que el 69 % no tiene agua caliente y en el 46 % hay hacinamiento. Además, la mitad de los adultos no tiene trabajo y sólo el 30 % hizo el secundario completo. Actualmente, Akamasoa Argentina trabaja en conjunto con la Fundación Más Humanidad y hacen un gran equipo. En un predio de 500 metros, ubicado en el centro del pueblo, reciben a 528 personas, entre las cuales hay 197 chicos con desnutrición. Allí aplican al 100 % la metodología CONIN, muy conocida en todo nuestro país. Un equipo de profesionales de la salud se ocupa
SOCIEDAD Felipe Dondo
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felipejmdondo@gmail.com
Estas son las 2 hectáreas donde se construirá el primer barrio.
de acompañar de manera personalizada a las madres y a los hijos: pediatras, nutricionistas, trabajadoras sociales, psicólogos, psicopedagogas, enfermeras… Y entonces, una vez que la familia está dentro del programa, aplican la “metodología Akamasoa”. Gastón no se cansa de repetir que “las tres patas de nuestro trabajo son: salud, educación y vivienda”. Por ahora, están abonando el terreno, es decir, preparando a la gente para esa etapa posterior que es la construcción de las casas. Proyectan hacerlo recién el año que viene, en un predio de dos hectáreas que un vecino de Lima les donó para el proyecto. Esa preparación es un proceso largo y requiere mucha paciencia, porque no es algo a lo que la sociedad esté acostumbrada: “Nosotros tenemos una forma de ver la pobreza que no es tan habitual. Somos anti plan social, antiasistencialismo, antiregalos… somos contraculturales para la gente que ya está acostumbrada a otra cosa, y también para lo que ofrece el Estado. Es un proceso que va a llevar años quizá, quién sabe…
Uno de nuestros principales objetivos, por ejemplo, es que, cuando nuestro programa avance, todas las familias hayan dejado el plan social. Hoy todas lo están cobrando, pero algún día vamos a ir a ANSES y les vamos a decir: ‘Tomen, señores, no lo necesitamos más’”. En Akamasoa se enseña que todos tenemos derechos, pero también obligaciones. Y no lo proponen como una sugerencia, sino como una regla. “Si no aceptan esto, no los vamos a poder ayudar”, asegura Gastón. Por este motivo, les importa mucho que las familias que ingresan al programa, además de comprometerse con su formación escolar y de oficios (tanto los chicos como los grandes), comiencen de a poco a autosustentarse. Por ejemplo, acaban de hacer dulces de calabaza y los vendieron por todo el pueblo, generando una importante ganancia. También tienen una huerta con la que apuntan a hacer sus comidas, pero la idea además es vender verdura orgánica en la zona (a restaurantes y al público en general), ya que también les interesa mucho formar a las familias en el cuidado del medio ambiente. Pero el proyecto
de producción más fuerte es el de la huerta hidropónica, para el cual ya ganaron (por concurso) el financiamiento, y en breve comenzarán a desarrollar. Los invitamos a todos a conocer más sobre esta organización que se dedica a cuidar la vida desde el principio hasta el final, dando dignidad a los más vulnerables para que se pongan de pie. Hay muchas maneras de colaborar: difundiendo, donando, yendo a dar una mano. Ah, y ¿saben qué? En la secundaria de adultos están por empezar un taller de modista para las madres, pero les falta algo esencial, y estoy seguro de que en nuestra comunidad hay en grandes cantidades: por lo menos 5 máquinas de coser. ¿Quién tiene una? Más información: akamasoaargentina.org. Correo electrónico: info@akamasoaargentina.org. ¡Seguilos también en Facebook y en Instagram para enterarte de todas sus novedades!
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REFLEXIONES
Cata Beccar Varela
catalinabeccarvarela@gmail.com
Caballos de fuerza Durante mis vacaciones de invierno, tuve la grandísima suerte de irme cuatro días a una chacra en Gualeguay, Entre Ríos. Como siempre, el hecho de vivir unos días de calma, sin preocupaciones y de profunda conexión con la naturaleza, me refrescó mucho la cabeza y me dio muchísimas ganas de empezar la segunda parte del año. Estando en el campo, me gusta levantarme temprano para disfrutar cada minuto de sol. Salir a buscar la fruta entre los mandarinos y naranjos, preparar las tostadas, calentar el agua para el mate y mi infaltable café se vuelve mi rutina preferida. Cuanto antes puedo, salgo de la casa y desde una silla al sol contemplo la gigantesca simpleza que me rodea. Detrás de la tranquera, se avistan las gallinas, gansos, ovejas, caballos y perros, todos cual postal decorando el lindísimo paisaje. Todo es armonioso y pacífico hasta que la pelota de fútbol, pateada por algún distraído, se dirige hacia los caballos ensillados, quienes con terror empiezan a tirar patadas para todos lados, sembrando el pánico de quienes los montan. El caballo se asusta, patalea, avanza, retrocede, casi casi como en una jineteada, y todo por una simple pelota que va a parar debajo de él. Claro, el caballo se asusta por un objeto que ni siquiera tiene vida propia. Se asusta por un remoto objeto volador que sería incapaz de hacerle
algún daño. Entonces pienso en el gran parecido que tengo (y tenemos) con los caballos... Somos humanos y eso nos da un gran premio: somos los seres más complejos del mundo, estamos dotados de una increíble inteligencia y, ni más ni menos, tenemos la capacidad de amar, de hacer, de deshacer, incluso de crear y de ser felices. Y, sin embargo, nos asustamos de esas “pelotas de fútbol” que algún distraído, sin querer o queriendo, nos patea. Nos desestabilizamos ante circunstancias que nos ponen a prueba, olvidándonos del gigantesco potencial que tenemos dentro. En nuestra vida hay pelotas de fútbol con forma de odio, de falta de atención, llenas de malas acciones, palabras que hieren y falta de confianza. Hay pelotas que nos miran con desprecio y que lastiman, lastiman hasta el fondo del alma. Hay pelotas que dejan
cicatriz y una huella de por vida. Pero creo entonces, y confío enormemente, en que es allí donde está nuestra fuerza, nuestra energía, nuestras ganas de luchar y vivir. Allí es donde nos parecemos a los caballos. Si aceptamos lo enormes que somos y la gran capacidad que tenemos, no podemos ir con la cabeza gacha y sin confianza. ¡Somos enormes y desbordamos vida! No nos dejemos pisotear, distraer ni maltratar, porque nos merecemos todo lo bueno. Y, permitiéndome fantasear un poco… ¿Qué sería del caballo si supiera que él es mil veces más fuerte que esa pelota? Quizá, sin dudarlo, la tomaría entre sus patas y nos sorprendería con alguna rabona... En fin, al igual que estos lindísimos animales, tenemos una fuerza inquebrantable, la fuerza de mil caballos de fuerza. ¡Aprovechémosla!
REFLEXIONES Ignacio Rico
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ignaciorico01@gmail.com
¿Piedras en el zapato o zapatos chicos? “¿Tomás algo para ser feliz? Sí, decisiones” reza un lindo dicho. ¿Cuándo fue la última vez que experimentaste la conocida sensación de “Piedras en el zapato”? ¿Y alguna vez intentaste caminar con zapatos que te quedaran chicos? Ni hablar de ir a una fiesta. Ambas situaciones nos remiten al padecer en el caminar, en el fluir de nuestra vida. Viktor Frankl afirmó que el dolor es consustancial de la existencia. Cuando se presenta inevitable en el camino, no podemos evadirlo. Esas son las piedras en el zapato. Están ahí. Pueden ser la frustración inevitable de ir creciendo y ver que no todo sale como queremos; las mañas conocidas e inherentes de los que amamos y elegimos; la renuncia y el sentimiento de pérdida como contracara del tomar decisiones; o la parte tediosa de un proyecto apasionante. Nos sacudimos un poco, y podemos seguir caminando, sin que estas piedras nos torturen. Me refiero a los dolores de crecimiento, de los pesares naturales del vivir. No menciono acá la experiencia de dolor del duelo, o de tantas otras experiencias más severas e implacables que puede imponer el vivir también. Ahora, cuando un dolor de crecimiento ya se cristaliza, y bloquea nuestro potencial haciéndonos vibrar bajo, quedándonos abrazados a la piedra fría, ahí es cuando puede transformarse en un
sufrimiento evitable. Eso ya no es una piedra en el zapato, sino que nuestros zapatos nos quedan chicos. Un ciclo que necesita ser cerrado; un proyecto que sirvió en un momento pero ahora no le aporta sentido al caminar; un vínculo desatendido que necesita ser renovado; una vuelt a de página; el postergar una decisión que crea males-
que cambiar los zapatos para caminar más fieles y renovados en nuestra existencia. Las piedras en el zapato seguirán estando, una detrás de la otra, porque son inherentes al camino; y la reacción más sana será que incomoden y que nos hagan sacudir los pies. Pero si los zapatos que tengo puestos quedan chicos y hay una queja constante al caminar, es momento de evaluar la necesidad de ponerme otros zapatos a pesar del frío que puede significar cambiar el calzado en medio de una senda invernal. Siguiendo con la conocida
tar al no tomarse. No enfrentarse a ese dolor evitable para desarmarlo nos convierte en quejosos existenciales, en víctimas del camino que nos “tocó” transitar, en barcos inertes que se mueven con la corriente, en aves con grandes alas que vuelan al ras del suelo. Hay que vivir un quiebre que nos abra a algo nuevo. Si nuestro pie existencial está aún en etapa de crecimiento, es posible que haya
imagen de que nadie pone vino nuevo en odres viejos, y nadie remienda un vestido nuevo con parches viejos, menos aún nos adentramos en un camino de montaña con zapatos que nos quedan chicos, o excesivamente grandes. La pista de la fiesta nos espera con zapatos no libres de piedras, donde se apoye nuestro ser auténtico y que le susurren a nuestros pies: “sigamos gastando las suelas”.
AVISOS
LUNES 2 DE SEPTIEMBRE
Misa de inicio de los grupos de Caminar (Post Confirmación) a las 19 h.
MIÉRCOLES 4 DE SEPTIEMBRE
SÁBADO 14 DE SEPTIEMBRE
Por la tarde se realizará la peregrinación de todas las parroquias de nuestro decanato al Santuario de Schoenstatt, que concluirá con la celebración de la misa allí mismo. Los invitamos a participar.
Cumpleaños del padre Juan Manuel (Turco). Presidirá la misa de 19 h. Día de la Secretaria. Saludemos a estas tan importantes colaboradoras nuestras.
SÁBADO 14 DE SEPTIEMBRE RETIRO PARA MATRIMONIOS CON MÁS DE 30 AÑOS DE CASADOS Para informarse o inscribirse: continuandoactivos@gmail.com Alberto Zavalía (15-4073-6581)
VIERNES 6 DE SEPTIEMBRE
Misa por la vida consagrada. Preside Mons. Fassi a las 19 h.
COLECTA MÁS POR MENOS
El 7 y 8 de septiembre se realizará, en todas las misas, la COLECTA + x -. Contamos con tu generosidad para ayudar a los más pobres.
REUNIÓN ANUAL DEL CLERO
Desde el lunes 16 al jueves 19 de septiembre se realiza el encuentro anual que nuestros obispos tienen con los sacerdotes de la diócesis. Invitamos a la comunidad a rezar por ellos.