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CatedraldeSanIsidro catedraldesanisidro
CATEDRAL DE SAN ISIDRO - SANTA MARÍA DE LA CABEZA NUESTRA SEÑORA DE LA RIBERA - STELLA MARIS
Año 17
Septiembre 2020 n 164
Distribución gratuita CatedraldeSanIsidro
Un traductor con pluma y manuscrito Vivir la soltería
La sonrisa es la puerta del alma
P. Carlos Avellaneda P. Pedro Oeyen P. Juan Manuel Bianchi Jazhal Wenceslao Gómez Caride José Hamed Lunes a viernes 8, 10 y 19 h Sábados y feriados 10 y 19 h Domingos 9.30, 12.30, 19 y 20.30 h
Diarias: media hora antes de la misa de 19 h Dominicales: media hora antes de cada misa De lunes a viernes de 8.30 a 12 y de 16 a 20 h Adrián Beccar Varela 530 Tel.: 4743 0291/4990 Atiende en Anchorena 469
Elcano 172, Acassuso Tel. 4742 7198 Horarios de misa:
sábados 19 h (de niños) domingos 11 h
Horarios de secretaría: jueves 15 a 17 h sábados 16 a 18 h
33 Orientales 1301, Beccar Horario de misa: domingos 11 h
España 1016, Beccar Horarios de misa:
sábados 19.30 h (de niños) domingos 11 h Distribución gratuita Tirada: 3.000 ejemplares 1era edición: año 2004
Director Padre Pedro Oeyen Dirección y coordinación Mechi Ruiz Luque Diseñadora Mechi Brousson mercedesdesign@gmail.com Correctora Sofi Costa FB e IG: Lantia Traducciones Ilustradora Paula Martínez reynartallerdecuentos@gmail.com Redactores Cata Beccar Varela Mechi Ruiz Luque Juanjo Mayer Felipe Dondo Teby Mentruyt Álvaro Panzitta Ricardo Aranovich Community Manager Juanjo Mayer
Debido a la situación actual, las misas se celebran online en https://catedraldesanisidro.org/misas-online/. Para más info., ver página 15 de la revista. Si querés anunciar en Bienaventurados o hacernos llegar un comentario, escribí a bienaventurados_catedral@yahoo.com.ar o contactanos a través de nuestro instagram @CatedraldeSanIsidro ¡ SUSCRIBITE Y RECIBÍ LA REVISTA INTERACTIVA EN TU MAIL!
CARTA DEL PÁRROCO
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Una cuarentena con la Palabra de Dios
Durante estos meses de cuarentena, he escuchado testimonios de muchos de ustedes acerca de las consecuencias de este aislamiento forzado. Muchos han mencionado los efectos nocivos de la forzada convivencia en casa, de la falta de actividades recreativas y sociales, así como de la imposibilidad de participar de la celebración de la misa en la iglesia. También he recibido relatos alentadores sobre los beneficios de la vida más clausurada que, aunque asumida por la fuerza, generó frutos impensados pero muy saludables, tanto en lo personal como en la convivencia familiar. En estas líneas quiero hacer alusión a uno de ellos. Me refiero al gusto que muchos de ustedes han adquirido por escuchar y reflexionar con mayor detenimiento la Palabra de Dios. Las audiencias en nuestras misas online fue creciendo con el correr de los meses; y la posibilidad de seguirlas desde casa, con el ánimo más relajado por gozar de más tiempo y comodidad, les
Que este tiempo de más interioridad nos dé la oportunidad de conocer y amar más al Señor en su Palabra ha permitido escuchar con un corazón abierto y dispuesto la proclamación de la Palabra. Quizá por eso, la explicación de los textos bíblicos y su mensaje en las homilías en general han llegado más profundamente. Un hábito espiritual que tienen los monjes y monjas de clausura es el de la Lectio divina, la lectura meditada y orante de la Biblia. Durante estos meses, los fieles laicos han llevado una vida en cierto modo más parecida a la de esos hermanos nuestros, cuya vida interior les permite acoger más íntimamente la Palabra de Dios. Por supuesto que los laicos no tienen la misma vocación que los monjes y no deben asumir su estilo de vida, pero reconozco que la moderación de las actividades cotidianas les ha permitido a ustedes encontrar el tiempo para entregarse más generosamente a la meditación del mensaje con-
tenido en las Sagradas Escrituras. Muy brevemente, les sintetizo aquí cómo se desarrollan los pasos de la Lectio divina y así se animan a practicarla para crecer en el gozo de meditar la Palabra. 1. Lectura: • Leo el texto bíblico con la pregunta de fondo: ¿QUÉ DICE EL TEXTO? • Hago la composición de lugar de la escena narrada, notando lo más significativo. • Dios me habla en su Palabra. 2. Meditación: • Nos apropiamos del texto bíblico: ¿QUÉ ME DICE? • Confronto el texto con mi vida. • Dios me habla aquí y ahora, iluminando mi propia experiencia. 3. Oración: • Mi primera respuesta a Dios: ¿QUÉ LE DIGO DESPUÉS DE HABERLO ESCUCHADO? Diálogo con el Señor. 4. Contemplación: • Se unifican todos los pasos: HAGO SILENCIO PARA INTERIORIZAR LA PALABRA. • Desplazo mi atención de lo que dice la Palabra a Quién lo dice. • Reposo mi mirada en el Señor, en su amor por mí y por todos los hombres. 5. Acción: • Desafío: VIVIR Y ANUNCIAR LA PALABRA A LA VIDA. • Mi segunda respuesta al Señor: ASUMO UN COMPROMISO concreto de obrar según la voluntad de Dios que he discernido en su Palabra, en el contexto de mi realidad actual. Que este tiempo de más interioridad nos dé la oportunidad de conocer y amar más al Señor en su Palabra. Me despido con un abrazo a todos y mi bendición. Carlos.
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PADRE PEDRO
Nuestras raíces Hace muchos años tuve oportunidad de ir a Lima (Perú) por unos días. Sabía que en ese país había un dominico que era pariente lejano de mi madre y se me ocurrió ir al convento de Santo Domingo, en pleno centro histórico, para preguntar si lo conocían y si tenían idea de dónde estaba. El portero me dijo que vivía allí; pedí verlo, diciendo que era mi primo. Acudió enseguida y, con cara de asombro, me preguntó quién era yo y cómo conocía su nombre, ya que no nos habíamos visto nunca. Le hablé de mi madre, que había sido compañera de la suya en el colegio y además eran primas lejanas entre sí. Aunque los datos eran bastante imprecisos, se convenció de que éramos parientes. A partir de allí fue muy amable y me hizo conocer esa hermosa ciudad, donde vivía desde hacía mucho tiempo. Al volver, le conté la anécdota a mi madre y le pedí que me explicara cómo era el parentesco. Comenzó a detallar nombres, lugares y fechas de los parientes que teníamos en Bélgica, así como las
conexiones y lazos familiares que había con cada uno. En pocos minutos, yo estaba totalmente mareado y todos los datos se mezclaban en mi cabeza en una ensalada heterogénea. Decidí volver a empezar y tomar nota detallada de lo que decía. Esto dio paso a enormes esquemas de cada una de las ramas. Mis padres, con sus cinco hijos mayores y la familia paterna, llegaron a la Argentina en 1939. Se fueron de Bélgica porque preveían que estallaría un conflicto armado de grandes proporciones con Alemania y no querían sufrir sus consecuencias. De hecho, tres meses después de que llegaran comenzó la Segunda Guerra Mundial. Se arraigaron aquí, tuvieron más hijos y nos criaron en este país. Si bien mantuvieron contactos con los parientes de allá, para nosotros eran personas de las que casi sólo conocíamos sus fotos o sus nombres. La familia de origen, las anécdotas y los lugares donde vivían aparecían a menudo en conver-
saciones o recuerdos, pero con el paso del tiempo se iban olvidando. Para evitar esto, viajé a Bélgica para conocerlos; y durante 40 años reuní fotos y todo tipo de documentación. Además, logré que mis padres grabaran parte de sus memorias, que luego distribuí entre mis hermanos y algunos tíos. En los últimos años clasifiqué y ordené todo este material, y decidí publicarlo para que no se perdiese; así las generaciones futuras de mi familia podrán conocer sus orígenes, que son parte de nuestro ser. Conociéndolos sabemos mejor quiénes somos y de dónde venimos. El tiempo de cuarentena me sirvió para avanzar en esta tarea y publicarla en varios tomos (estoy trabajando en el último). Los invito a que no pierdan la oportunidad de hacer esto mismo también ustedes con sus mayores. No dejen que se mueran y sus memorias se pierdan para siempre. Si lo intentan, sin duda, a ellos y a ustedes les va producir grandes alegrías.
SERVICIO Paula Martínez
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paulipeinture@yahoo.com.ar
La sonrisa y el perdón ¿Cómo recomponerse cuando nuestra alma está en pena? ¿Cómo perdonar si el alma está aún en tinieblas? ¿Cómo damos ese primer paso para que las cosas vuelvan a brillar, para que recobren esa luz que se genera cuando nuestra alma sonríe? Parece poético, y lo es, porque el amor es una poesía creada por Dios. Una poesía que sale de nuestro interior cuando lo dejamos actuar a Él. Sólo desde ahí nuestras obras salen con la luz y el brillo de la presencia divina que deja sus huellas. Cuando sonreímos, el amor de Dios habita en nosotros.
¿Y todo este preámbulo para hablar de una simple sonrisa? Sí, porque en lo simple habita Dios. En una sonrisa se ilumina tanto la persona que la da como la persona que la recibe. Hay sonrisas que desde lejos te dicen “estoy con vos”; las hay que te dicen “vos podés”; y otras que con dolor te dicen adios. Las hay llenas de alegría, que desbordan la experiencia compartida; también las hay tímidas, esas que son pequeñas, con ganas de esconderse y desaparecer. Las que buscan perdón son de mis favoritas. Son las que quieren recom-
poner, volver a acercarse, volver a vivir lo que quedó tras algo deteriorado. Son simples, y comienzan acortando la distancia en corazones alejados. Corazones que quieren volver y no saben bien cómo, que quieren revivir la hermosa sensación de cercanía de cuando alguien ama. La sonrisa es como una puerta para entrar al corazón herido, con ella se empieza a entibiar lo frío del alejamiento. La sonrisa del perdón es una forma de empezar cuando no sabés cómo.
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MATRIMONIO
Ricardo Aranovich
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raranovich@yahoo.com
Matrimonio y cuarentena En artículos anteriores nos ocupamos de la transición entre el enamoramiento y el amor. Describimos el enamoramiento como una etapa emocionalmente intensa necesaria para que dos personas, que hasta entonces eran desconocidas, se conviertan recíprocamente en las más importantes del mundo. Esa etapa es pasajera y su recuerdo compartido refuerza la relación, pero no alcanza para sostenerla. Entonces nace otro estado: el de la intimidad, que implica un vínculo exclusivo de dos personas que se eligieron y procuran la felicidad de la otra. Pero la vida con sus exigencias a veces no da tiempo para que se complete esa metamorfosis; y el resultado son matrimonios que no están mal pero tampoco bien, y que llevan adelante sus vidas sumergidos en sus ocupaciones. La cuarentena reclama encuentro y es la oportunidad de lograrlo, aunque a veces no parezca el mejor momento por ser también esta situación fuente de malestar. El ser humano se sostiene, entre otras cosas, apoyándose en hábitos. Le dan seguridad, energía; se siente en funcionamiento, lo estimulan. Me contó un paciente que tuvo que ponerse corbata para una entrevista por zoom, y sintió que volvía a ser él mismo. Los cuadros de depresión que aparecen como
consecuencia de la cuarentena se caracterizan por pérdida de ganas de energía y aumento de las horas de sueño. Todo apunta a la falta de estímulo que proviene de los hábitos tejidos a lo largo de la vida. En consecuencia, el reencuentro adquiere características críticas: por un lado, aparece como más necesario que nunca y, al mismo tiempo, se hace más difícil por el malestar que se instala en el ambiente. Si recordamos la distinción que hace San Pablo entre cuerpo (soma), mente (psique) y espíritu (neuma), diríamos que la mente es la encargada de la supervivencia. Atesora todos los recursos, todo lo que hemos ido aprendiendo y desarrollando para vivir. Pero también atesora los accidentes, dificultades y frustraciones. Porque su función es conservar.
Si no, podríamos olvidarnos de golpe cómo manejar un automóvil o cualquier conocimiento relacionado con nuestro trabajo, etc. Los hábitos son recursos de la mente. La mente puede hacer muchas cosas, pero no puede modificarse a sí misma. Si lo hiciera, reinaría el caos. El modificar la mente, armonizarla, adaptarla a los cambios, generar aceptación, permitirle superar las frustraciones, reinstalarla en la esperanza, es la función del espíritu. Por eso es tan importante lograr convertir la cuarentena en una experiencia espiritual. Nos dirigimos, en especial, a los que se quedaron en el camino. Porque ellos son los verdaderos heridos. En primer lugar, podrían llegar a falsas conclusiones acerca de su relación, terminar enojados/as o resignados/ as a “aguantarse”. Ade-
más, en su fuero íntimo, podrían sentirse culpables por no haber podido llevar mejor las cosas. ¡Todos esos son espejismos de la mente! Se impone recurrir al espíritu que disuelve los agravios. Se tiene todo el tiempo del mundo por delante para hacer aquello que no pudo hacerse en la cuarentena. Busquen el reencuentro espiritual. No contabilicen ninguno de los malos momentos vividos, eso es propio de la mente. Aprovechen la reapertura de las iglesias para orar juntos y pedirles a Dios y a Jesús que los reúnan. Entiendan, por favor, que pasaron por la situación menos propicia y que el reencuentro en el espíritu siempre es posible. Y, así, lo que van a salvar es nada menos que el proyecto que en su momento Dios pensó para sus vidas.
JÓVENES
Amor que ilumine en la oscuridad
A veces miro. Miro a la gente y pienso… ¿Qué pasa con esas personas que viven amargadas? ¿Qué les pasa? ¿Acaso no se dan cuenta de todas las razones por las que sonreír? A medida que fui creciendo, se me hizo cada vez más notable. Crecí y desarrollé mucha pena por esas personas. Por esas personas que sólo le miran el lado malo a las cosas. Esas que odian al país, y lo único que quieren es irse. Esas que sólo quieren que pasen los días de la semana. Esas que sólo piensan en cuando sean grandes. Esas que no disfrutan. Esas que viven hablando de que la humanidad está perdida, que la sociedad es un desastre (y no hacen nada para cambiarlo). Pero, ¿por qué juzgo? Si a mí me pasa, a todos nos pasa. ¿Quién nunca se quejó? ¿Quién nunca se olvidó de sonreír? Creo que nadie. Yo también soy una de esas personas. Estamos todos en la misma. Lamentablemente, es algo frecuente. Pero creo que el hecho de que sea habitual no lo hace algo bueno. Miremos más allá. Les aseguro que, si nos fijamos, hay más que aquello que leemos en el diario. Si nos fijamos bien, detrás de todo hay personas. Personas con un corazón grande. Con ganas de amar y ser amadas. Porque, claro, es fácil que los malos actos queden en la tapa del diario. Pero estoy segura de que hay muchísimas noticias buenas que no percibimos. Hay más que eso. Somos más que eso. Por eso Dios nos creó como somos. Porque Él cree en nosotros. Cree que podemos llegar muy alto. ¡Vivamos! ¡Vivamos felices! ¡Seamos agradecidos! ¡Vivamos agradeciendo lo que tenemos! Irradiemos alegría. Esa alegría que tenemos de vivir. ¡Amemos! Demostremos ese amor que sentimos por esa persona. ¡Por esas personas! Si no lo hacemos ahora, puede que no lo hagamos nunca. No dejemos
pasar el tiempo. Dejemos de pensar tanto en el mañana y disfrutemos del ahora. Aprovechemos cada momento, que vale oro. Cada palabra, cada gesto, cada abrazo, cada mirada. Seamos instrumentos de Dios. Hablemos con obras. Que la gente vea esperanza en nosotros. Esperanza de vida. No tapemos nuestros ojos con los malos actos, no nos quedemos con eso. Estoy segura, segurísima, de que hay mucho amor acá. Mucha gente buena. Y, si a veces nos cuesta verlo, que empiece por nosotros. Tengamos gestos de amor sin esperar nada a cambio. Transmitamos amor, amor del bueno. Tanto amor que se propague, que a la gente le den ganas de seguir transmitiéndolo. Amor que ilumine en la oscuridad. Porque, después de todo, de eso se trata, ¿no? Yo les aseguro que, si abrimos los ojos, la vida es muy linda. Es increíble. Sólo hay que animarse a salir un poco de lo normal y ver más allá. Sólo un poco. Tenemos algo muy lindo en la palma de nuestras manos. ¡Vivamos! Martu Besio
30 DE SEPTIEMBRE: DÍA DE SAN JERÓNIMO
Un traductor con pluma y manuscrito “Cuando rezamos, le hablamos a Dios. Cuando leemos la Biblia, Él nos habla”. Por Sofía Costa (@lantiatraducciones)
Jerónimo de Estridón (347 d. C. – 420 d. C.) era cardenal y secretario del papa Dámaso, además de su traductor personal. Jerónimo era lo que se dice un políglota: sabía hebreo, griego y latín, y además conocía el árabe en sus distintas variantes. En ese entonces, las distintas versiones de la Biblia en latín tenían muchas imperfecciones e imprecisiones. No existían los escritos originales, ni de los profetas ni de los evangelistas; había varias interpretaciones que diferían entre sí, traducciones de traducciones de traducciones. Su gran trabajo no fue necesariamente traducir la totalidad de la Santa Biblia al latín, sino más bien unificar y tomar lo que parecía más adecuado al idioma original (griego y hebreo). En resumen, fue un gran traductor pero además fue un gran conocedor de la Biblia; por eso pudo elegir, entre las diferentes versiones que le iban llegando, cuál era la más adecuada. A su traducción de la Biblia se la llamó “Vulgata” (o traducción hecha para el pueblo o vulgo) que, durante 15 siglos, fue la versión oficial de la Iglesia (en los últimos años se la reemplazó por otras más modernas y exactas, como la Biblia de Jerusalén y El Libro del Pueblo de Dios).
C
omo traductora del siglo XXI, que no solo no sabe lo que es traducir a mano sino que ni siquiera trabajó con máquina de escribir, y que no entiende cuando un cliente le dice que no tiene el archivo digitalizado, me pregunto cómo habrán sido los días de trabajo de Jerónimo. Pilas de manuscritos, enormes candelabros y plumas por doquier… ¡Y yo que colapso cuando internet se cae durante diez minutos! Pero no solo pienso en la parte práctica, o en las herramientas con las que contaba, mejor dicho, sino que lo que más me asombra es la dificultad que implica no poder hablar con el autor del texto original para chequear dudas, errores de tipeo, o preguntarle cuál era la idea real a transmitir con su mensaje. Yo suelo tener una gran ida y vuelta de consultas con mi cliente, me pongo de acuerdo respecto de la terminología y estilo elegido, y escucho los cambios que la otra parte sugiere. Y veo en este intercambio algo indispensable para lograr el producto final. Él no podía hacer nada de todo esto, salvo charlar un poco con Dámaso (quien, desafortunadamente, falleció mucho antes de que Jerónimo terminara el trabajo). No podía hablar con Dios. O sí, pero bueno, ustedes entienden a lo que apunto: a la respuesta inmediata y concreta. No me lo imagino mandándole una paloma mensajera para aclarar que
había una coma de más. Los profetas y evangelistas hace tiempo habían muerto. Y tampoco podía consultar sus dudas con el destinatario final, es decir, el pueblo, pues en Roma la gente ya casi no hablaba griego y hebreo. Para poner un ejemplo práctico: en los textos antiguos no existían los signos de puntuación, no había ni puntos ni comas. Tomemos entonces el caso de Zaqueo. “Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura” (Lc. 19, 3). Ahora bien, ¿quién era de baja estatura?, ¿Jesús o Zaqueo? Todo depende de la puntuación y la estructura que le demos a la oración. Quizás, en el texto original, el petiso era Jesús. ¿Cómo saberlo? Por otro lado, son muchos los que nos acusan a los traductores de traicionar el texto original. ¿Quién nunca escuchó la frase “TRADUTTORE, TRADITORE”? Pero, como bien dijo Goethe, “Digan lo que digan de lo inadecuado de una traducción, esta tarea es y siempre será uno de los emprendimientos más complejos y valiosos de los intereses generales del mundo”. Y creo que el gran ejemplo de esto es Jerónimo. La realidad es que sí, es muy difícil hacer que un texto en otro idioma sea 100 % transparente con su original, y diría que es imposible que el texto meta transmita exactamente lo mismo que transmite el texto fuente. Porque la verdad es que los idiomas son distintos, las culturas son distintas, las personas son distintas y las circunstancias son distintas. En palabras de Arthur Schopenhauer: “Una de las mayores dificultades de la traducción radica en que una palabra en un idioma rara vez tiene un equivalente exacto en otro idioma”. Y, como les digo a mis clientes cuando me piden una traducción urgente: ¿A vos cuánto te llevó escribirlo? Bueno, pensá que yo tengo que leerlo, descifrarlo, entenderlo y transcribirlo. Sin embargo, si conocemos en profundidad la materia sobre la que nos toca traducir, con gran atención al detalle, mucho compromiso y responsabilidad, y sabiéndonos poner en el lugar del otro, podemos hacer de puente entre dos personas que de otro modo no podrían comunicarse. Pues esa es la labor esencial de un traductor: acercar culturas, acercar personas. Por eso, aunque la traducción de Jerónimo no haya sido perfecta, su intención fue acercarnos más a Dios, tornar su Palabra más accesible para nosotros. ¡Gracias por tanto!
DATO DE COLOR
(que me contó el padre Pedro) Jerónimo no escribía, sino que tenía secretarios que lo hacían. Como hablaba varios idiomas, tenía un secretario para cada idioma. Y, si alguno se equivocaba, se enojaba tanto que le tiraba con lo primero que tenía a mano. Se suele decir que los traductores somos muy perfeccionistas y exigentes, y a veces podemos pecar de soberbios, lo admito. Entonces, ¡qué bueno tener como ejemplo a Jerónimo! Aun con ese “carácter podrido”, fue santo. En definitiva, tener mal carácter a veces es una cruz para uno mismo, y puede ser camino de salvación si luchamos contra ello y nos reconocemos imperfectos.
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SOCIEDAD
Álvaro Panzitta
alvaro_panzitta@hotmail.com
buenascostumbres_ap
Cuidando lo que está a mi alcance Sobre la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación Hace algunos años que nuestro querido papa Francisco instituyó la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que volvimos a celebrar este primero de septiembre. En aquella oportunidad nos dijo que la crisis ecológica nos llamaba a los creyentes a una profunda conversión desde el encuentro con Jesucristo hacia el mundo que nos rodea; y nos exhortaba a ser protectores de la obra de Dios. Al pensar en estas cosas, me acordé de mi niñez, cuando jugaba a descubrir insectos en el jardín de la casa de mi abuela. Era una casa pequeña y un jardín grande. Me acuerdo de que un día encontré un tronco apolillado que se había convertido en hormiguero. No sé por qué, lo tiré al suelo, y se partió en dos. Enseguida me arrepentí, porque muchas larvas se esparcieron por el pasto y las hormigas adultas corrieron desesperadas a buscarlas para llevarlas a lo que quedaba de su hogar. Conmovido, empecé a ayudarlas, pensando en que mi intención no había sido que perdieran a sus crías, ni tampoco su casa. Fue una de las tantas veces que comprendí a San Francisco de Asís, que llamaba hermanas a todas las creaturas. Pero, volviendo al presente, me pregunto si soy tan consciente del cuidado de la Casa Común, nuestra amada Tierra. Y me parece que me sigue pasando como cuando era pequeño. Tengo la buena intención de hacer lo correcto, a veces me equivoco a conciencia y otras veces me veo superado por el enorme monstruo que llaman crisis ecológica mundial: “La contaminación constante, el uso incesante de combustibles fósiles, la intensiva explota-
ción agrícola, la práctica de arrasar los bosques que elevan las temperaturas globales a niveles alarmantes. El aumento en la intensidad y frecuencia de fenómenos climáticos extremos y la desertificación del suelo (…) El derretimiento de los glaciares, la escasez de agua, el descuido de las cuencas y la considerable presencia de plásticos y microplásticos en los océanos…”, nos recordaba Francisco el 1 de septiembre de 2019. Es tanto el trabajo que hay que hacer para ayudar a nuestra Casa Común que hay días en que siento la tentación de bajar los brazos, porque pareciera que muchas de las costumbres que aprendí estuvieran equivocadas. Sin embargo, la primera invitación que nos hace Francisco para esta Jornada es sencilla: orar. Pienso que tal vez la oración personal y comunitaria sea la fuente de la que salen las fuerzas e ideas para la construcción de un mundo mejor en obras concretas. Para poder, como dice Francisco, “reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos, consumo, desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos bienes materiales a menudo son imprudentes y perjudiciales”. Entonces vuelvo a conmoverme como cuando era niño y me ocupo de lo que me toca: no destruir la creación y salvar lo que está a mi alcance. Usar menos plástico y telgopor, reciclar lo usado, pero sobre todo rezar por mejores ideas y alabar a Dios por todo lo creado.
11 SOCIEDAD COMUNIDAD 7 Felipe Dondo
felipejmdondo@gmail.com
Amemos, que lo demás no importa nada Los antiguos griegos contaban que el dios Zeus, rey del Olimpo, quiso castigar a los hombres por su soberbia y por eso les envió un peligroso regalo: Pandora, la primera mujer. El asunto es que Pandora llegó a la Tierra con una cajita en sus manos. Una caja cerrada que no debía ser abierta. Por supuesto que la abrió. Cuando rompió esa prohibición divina, de la caja salieron todos los males que hasta el día de hoy inundan la Tierra: enfermedades, guerras, dolores, mentiras, fatigas, muerte y tantas tristezas más. Pero, cuando parecía que la caja ya se había terminado de vaciar, apareció algo más: aleteando tímidamente como una mariposa, salió la esperanza. Y acá aparece el problema: ¿qué hacía ahí la esperanza? ¿No era que la caja contenía males? ¿No era que Zeus quería castigar a la humanidad? Entonces, ¿es buena o mala la esperanza? Algunos dicen que es mala porque hace que los hombres avancen ciegamente hacia el abismo, creyendo que van a salir exitosos. Otros la consideran un bien porque mantiene a los hombres con la cabeza levantada aun en los peores momentos.
Actualmente, el mundo está pasando por uno de esos “peores momentos”. Se dicen muchas cosas que se podrían resumir en: finalmente, la Humanidad se está devorando a sí misma, sólo es cuestión de tiempo para que todo estalle. Sin ir tan lejos, nuestro país viene de crisis en crisis y no sabemos cómo vamos a recuperarnos después de esta larguísima cuarentena. Muchísima gente ha perdido por completo la esperanza en una recuperación. Unos cuantos se están yendo a otro país, o buscando destinos alternativos, porque “este país no tiene arreglo”. Sucesivos intentos de levantar cabeza han fracasado. Se tiene la sensación de que, cada año que pasa, estamos peor en todos los sentidos. Pero hace unos cuantos siglos, Dante Alighieri escribió un verso mucho menos ambiguo que el mito griego. Cuando el protagonista de la Divina Comedia está por entrar al infierno, sobre la puerta ve un cartel que dice: “Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis”. Ese es el único lugar a donde la esperanza no llega, y justamente por eso es tan terrible ese lugar.
Es decir: la esperanza es uno de los mejores regalos que Dios nos dio para caminar por esta Tierra. La esperanza es lo que hace que el padre Opeka siga construyendo casas en Madagascar. Es lo que sostiene a Abel Albino en su lucha contra la desnutrición y a Juan Carr en su Red Solidaria. La esperanza abre las manos de miles de madres, padres, trabajadores, empresarios, políticos que se arriesgan a sembrar sin saber si habrá lluvia o sequía. No es fácil vivir la esperanza en un mundo que no deja de sacudirse. Si estuviéramos acá solos, arrojados al azar y sin motivo… seguramente sería imposible. Por eso era tan difícil para los antiguos griegos. Pero hay alguien que nos conoce desde antes de que fuéramos engendrados, que nos tiene en la palma de su mano y contó hasta el último de nuestros cabellos. Quizás el problema no sea la falta de esperanza, sino dónde la ponemos: ¿en el mundo (un trabajo, una persona, un gobierno, un estándar de vida que a toda costa quisiéramos mantener) o en el Padre que una vez nos dijo “no tengan miedo” y nos invitó a amar, que lo demás no importa nada?
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REFLEXIONES
Mechi Ruiz Luque
mechiruizluque@gmail.com
7 @mechiruizluque
Antes que nada, quiero aclarar que siento una profunda vocación al matrimonio. Pero en esta oportunidad, me gustaría hablar de mi realidad actual; de esta querida soltería que estoy aprendiendo a vivir como un tiempo fecundo y propicio para muchas cosas. Puede pasarnos, a algunos de nosotros, que en ciertos momentos nos invada el miedo a no encontrar un compañero de camino con quien compartir la vida. A veces la espera puede ser larga y difícil, incluso frustrante. Pero lo mejor que podemos hacer es encontrar la paz en esta etapa que estamos viviendo y enfocarnos en todo lo lindo que tiene. La soltería es el tiempo favorable para conocernos mejor a nosotros mismos y ser cada vez
Vivir la soltería con paz en el corazón más auténticos. Es una oportunidad para descubrir en profundidad cuáles son nuestros intereses y pasiones. La soltería es un mundo de posibilidades en el que la independencia nos permite enfocarnos en proyectos personales, estar disponibles para quien nos necesite, aprender constantemente cosas nuevas... Es una gran etapa para crecer, para disfrutar, para ser feliz. Estar soltero no es lo mismo que estar solo. Tenemos familia, amigos, gente querida que nos rodea por todos lados. Y, por lo general, cuando uno está soltero, está más abierto a conocer personas. Por más de que después esas relaciones no prosperen, en la mayoría de los casos pueden enriquecernos. Uno va guardando experiencias y anécdotas. Va abriendo nuevos horizontes.
Como solteros, puedo afirmar que no nos falta ninguna media naranja. Somos seres completos en busca de un compañero completo con quien compartir la vida. Y tampoco somos la media naranja de nadie: no somos ninguna mitad. Sea cual sea nuestra condición de vida, todos somos seres íntegros, y debemos aprender a ser felices independientemente de si estamos con alguien o no. Nadie va a poder llenar los vacíos e inseguridades que tengamos. Eso es algo que cada uno tiene que trabajar y sanar por su cuenta... Si yo no estoy bien conmigo misma, no voy a poder estar bien con nadie, por más perfecta que pueda parecer esa relación. A lo más profundo de nuestro corazón sólo podemos llegar nosotros mismos… y Dios. Nadie más. Dios es el único capaz de saciar nuestra sed de amor, pero nosotros tenemos que reconocer esa sed para saber qué es lo que verdaderamente anhelamos.
Hay cosas que están en nuestras manos —predisposiciones, actitudes, decisiones—, y otras que no. En mi caso, voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para acercarme a ese sueño de formar una familia. Pero todo lo demás se lo voy a dejar a Dios. Sus tiempos son distintos a los nuestros. Tenemos que creer en el amor que Dios nos tiene y confiar en que nos conoce más que nadie en el mundo… y, por lo tanto, sabe qué es lo mejor para nosotros. Hasta que conozca a esa persona que Dios pensó para mí, voy a seguir tratando de ser la persona más plena y feliz que pueda ser. Voy a seguir haciendo las cosas que me gusten y aprendiendo lo que me dé curiosidad. Voy a seguir valorando a toda la gente querida que me rodea. Voy a seguir disfrutando de mis espacios y mis tiempos. Voy a seguir abrazando con cariño todo este “mundo” tan lleno de riquezas y oportunidades que es la soltería.
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¡Seguí nuestras misas desde tu casa! Entrá a https://catedraldesanisidro.org/misas-online/, y esta página te redirecciona a Youtube. A tener en cuenta: No hace falta tener cuenta de Youtube para poder verlas. Las misas aparecerán en su horario. Si al ingresar no las encuentran, cerrar y volver a abrir. Horarios: LUNES A SÁBADOS: 10 y 19 h. DOMINGOS: 9.30, 12.30, 19 y 20.30 h. (la de las 20.30 h se ve desde la aplicación de Instagram, como VIVO)
COLECTA ONLINE
Quedate en tu casa, pero seguí aportando a la colecta de tu comunidad. ¡Lo necesitamos! Hacelo a través de la aplicación de Mercado Pago (escaneando el código QR) o vía transferencia bancaria: Alias de CBU: ROJO.BOLA.BARRO CBU: 2850522030022387936014 CUIT: 30609906738 Obispado de San Isidro Catedral de S.I.
ATENCIÓN PASTORAL EN LA CATEDRAL (hasta nuevo aviso)
Según lo acordado con las autoridades, la Catedral está abierta todos los días de 9 a 13 h y de 16 a 19 h exclusivamente para oración individual. En esos horarios el Santísimo está expuesto en el altar mayor. Se distribuye la comunión todos los días a las 11 y 18.30 h (los domingos, además, a las 12 h). Rogamos respetar las normas sanitarias dictadas por las autoridades para preservar la salud de todos: llevar tapabocas, conservar la distancia social, lavarse las manos con el alcohol en gel que está junto a las puertas y sentarse en los lugares señalados. Además, en esos horarios los fieles pueden reconciliarse pidiendo turno previo en secretaría. La confesión se hace en los salones parroquiales detrás de sacristía. La secretaría atiende de lunes a viernes de 9 a 12 h, sólo a través de los siguientes medios de contacto: - TELÉFONO: 4743-0291 (int. 7) y 4743-4990 (int. 7) - CORREO ELECTRÓNICO: catedral_sanisidro@yahoo.com.ar También por medio de la página web de la Catedral. Por ahora no se realizan celebraciones comunitarias, misas, bautismos, ni casamientos. Cualquier cambio que haya, se comunicará a través de la página web de la Catedral.