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5Tips para mejorar tu comunicación
¿Por qué es importante mejorar tu comunicación si tú no trabajas en los medios de comunicación ni tienes un podcast? Normalmente cuando pensamos en comunicación, nos vienen a la mente los típicos espacios y no siempre la pen-
1. Aprender a escuchar
¿Qué piensas cuando piensas en un locutor profesional? Sin lugar a duda, imaginarás una voz agradable, con una dicción impecable y una proyección muy adecuada; sin embargo, el rasgo esencial de un gran locutor, en particular, y de un gran comunicador, en general, es uno solo y poco tiene que ver con la voz: saber escuchar. Todo lo demás —voz grave o aguda, proyección, dicción, entre otras virtudes— es importante, pero vienen después de saber escuchar. Lo mismo sucede si quieres mejorar tu comunicación, el primer paso será aprender a escuchar mejor.
Ser un buen oyente te permitirá asimilar toda la información, de ese modo podrás procesarla y utilizarla mejor. Esta capacidad recibe el nombre de escucha activa, una técnica de comunicación que consiste en centrarse por completo en la persona con quien estás hablando y, en cierto modo, comprometerte con ella, tanto en el lenguaje verbal como en el no verbal, para estar presente en el momento de la conversación, sin distraerte ni interrumpir abruptamente su discurso o su turno de comunicación. Esta habilidad comunicativa se integra de diversos elementos clave:
A. Prestar atención. Atender al interlocutor y evitar distracciones, desde las más habituales y visibles, como revisar el teléfono o mirar alrededor de la habitación, hasta las más extraordinarias y menos visibles, como divagar o tener la mente en otro lugar.
B. Demostrar interés. Mostrarle al interlocutor que estás interesado en lo que está diciendo. Una forma de hacerlo es mediante señales no verbales, como el contacto visual, asentir con la cabeza y expresiones faciales. Por supuesto, se trata de ser sinceros con estas expresiones, pues si solo finges que demuestras interés, en algún momento la otra persona lo detectará y entonces quedará cancelada cualquier posibilidad legítima de comunicación.
C. Aclarar y resumir. Consiste en formular preguntas o reafirmar lo que ha dicho tu interlocutor, pero con tus propias palabras, para asegurarte de que lo has entendido adecuada y correctamente.
D. Proporcionar retroalimentación. La retroalimentación te permite reconocer las emociones, ideas y pensamientos de tu interlocutor, pero al mismo tiempo, gracias a la interacción, te da la oportunidad de reconocerte a través de tu propio interlocutor.
La escucha activa es una habilidad importante para construir relaciones sólidas, resolver conflictos y promover una comunicación efectiva; sin embargo, requiere paciencia, empatía y disposición para escuchar y comprender verdaderamente la perspectiva de la otra persona, lo que muchas veces implica guardar silencio y reservar tus ideas, comentarios y puntos de vista para momentos posteriores, luego de haber comprendido lo que tu interlocutor deseaba compartir o expresar contigo. En otras palabras, la escucha activa significa prestar toda la atención a lo que dice la otra persona, con el sincero ánimo de comprender sus ideas, emociones y pensamientos.
Poner en práctica y dominar la escucha activa te ayudará a crear conversaciones mejor estructuradas y conseguir que las palabras que vas a usar resulten adecuadas, pertinentes y apropiadas para cualquier interacción, pues emergerán de una comprensión más profunda del discurso de tu interlocutor. Además, evitarás caer en preguntas innecesarias y malentendidos constantes; así, se abrirá la puerta a un verdadero intercambio de ideas, a debates respetuosos y a alcanzar acuerdos que estén en condiciones de satisfacer a todas las partes.
2. Tener en claro lo que vas a comunicar
De manera paralela al desarrollo de tus habilidades de escucha activa, convendrá poner en claro tus objetivos al momento de tomar la palabra. En este sentido, es fundamental precisar que todo discurso persigue un objetivo, ya sea que se trate de uno muy ambicioso, como persuadir a alguien, o bien, la sola intención de informar algo, sin alguna ambición extraordinaria en particular.
Ahora bien, antes de continuar conviene precisar el concepto de “discurso”, pues cuando escuchamos esta palabra normalmente visualizamos a una persona que pronuncia un mensaje o dedica palabras a una audiencia en el marco de un evento multitudinario. En este sentido, recordamos discursos muy célebres, que incluso tienen títulos, justo como sucedería, por ejemplo, con las grandes obras de la literatura. Es el caso de discursos famosos como “I have a dream”, de Martin Luther King; “Yes, we can”, de Barack Obama, o aquel en el que Steve Jobs habló sobre unir puntos y encontrar nuestra pasión o meta de vida.
Cuando utilizo la palabra “discurso” me refiero a cualquier acto que está en condiciones de comunicar algo, de ahí que podamos hablar de discurso visual, discurso sonoro, discurso fotográfico, etc., porque el discurso, en su acepción más amplia, no se limita al discurso verbal o lingüístico. En la conversación cotidiana, al igual que en un acto de habla más elaborado —como una mesa de debate, una conferencia magistral, un foro de expertos, etc.—, el discurso es un acto comunicativo que se integra de una parte verbal, pero también de una dimensión no verbal, que —como mencioné antes— persigue diversos objetivos: informar, persuadir, convencer, ordenar, pedir, etc. Por lo tanto, al mismo tiempo que mejoras tus habilidades de escucha activa, será necesario que pongas en claro el objetivo que persigues al momento de tomar la palabra.
El primer paso consiste en comprender quién eres, pues de ese modo podrás identificar tus fortalezas, pero también reconocerás tus áreas de oportunidad. De este modo, sabrás cuáles de tus aspectos fuertes podrás aprovechar para alcanzar tus objetivos, pero también tendrás certeza de aquellos a mejorar en función de tus debilidades. Una estrategia consiste en formularte las siguientes preguntas básicas:
¿Cuál es el propósito de lo que quiero decir?
¿Qué quiero lograr al tomar la palabra: informar, persuadir, entretener o algo más?
¿Para qué quiero lograrlo?
Por supuesto, en caso de que consideres que el objetivo no es del todo claro o le falta, puedes complementar las respuestas con la información que, a su vez, arrojen estas otras preguntas: dónde lo voy a decir, cuándo lo voy a decir, cómo lo voy a decir y por qué lo voy a decir.
3. Más objetivos específicos, menos objetivos generales
Una vez que tienes claro qué es lo que vas a decir, es importante establecer objetivos claros y específicos de comunicación, en lugar de objetivos generales y poco definidos. Para ilustrar lo anterior, valga el siguiente ejemplo:
Objetivo planteado de manera general:
- Alcanzar la libertad financiera.
Objetivo planteado de manera específica:
- Ahorrar 1,000 pesos cada mes.
Primeramente, quiero precisar que ambos objetivos son pertinentes; sin embargo, cada uno de ellos resultará más adecuado para fines y momentos específicos. El asunto es que el objetivo general es más bien el resultado de la ejecución correcta de otros objetivos más pequeños: para lograr la anhelada libertad financiera, en efecto, ahorrar una parte de nuestros ingresos será esencial, pero no lo único, pues, aunado a ello, tendremos que mejorar nuestra relación con el dinero que generamos, al eliminar los gastos hormiga o abusar de las promociones a meses sin intereses, entre otras prácticas perjudiciales para alcanzar la libertad financiera; de igual manera, será necesario llevar un registro de los ingresos y egresos, a fin de detectar con precisión a dónde se está yendo el dinero. En este ejemplo encontramos tres objetivos específicos que, a su vez, conducen o contribuyen a un objetivo más general.
Por lo tanto, más que enfocarnos en ese objetivo general, primero tenemos que atender aquellas acciones que nos llevarán a conseguirlo. Lo mismo sucede al momento de establecer los objetivos que perseguimos al tomar la palabra o pronunciar un discurso, pues resulta más conveniente plantear una meta específica o una serie de metas específicas, porque, en su momento, contribuirán a un objetivo más grande. Así, en lugar de que plantees algo como “Convencer a alguien de que el shampoo que yo vendo es el mejor del mercado”, será más adecuado que identifiques un aspecto en concreto y más específico, como por ejemplo: “Mostrar que mi shampoo ayuda a disminuir la caída de pelo, porque no contiene alcohol”, que de una u otra manera te ayudará proyectar el objetivo general que persi gues en tu comunicación.
Al identificar estos objetivos específicos también contaremos con mejores ele mentos para saber qué debemos decir, cómo lo debemos decir, qué evidencias debemos presentar, entre otros apoyos y estrategias. Por lo tanto, y según la situación comunicativa en la que te encuentres, resultará más conveniente tener dos o tres objetivos específicos y no solo un objetivo general.
4. Identifica a tu audiencia
El siguiente aspecto para mejorar tu comunicación consiste en identificar a tu interlocutor, a tu audiencia, pues ello te ayudará a definir de mejor manera tus objetivos al momento de tomar la palabra, pero también te permitirá modular tu mensaje, tu vocabulario, tu tono de voz, etc.
Una vez más, conviene que te formules varias preguntas: ¿quién es tu interlocutor?, ¿qué sabe del tema o del asunto que quieres presentarle?, ¿cuáles son sus intereses?, ¿en qué consisten sus necesidades? Y es que no basta con saber hacia dónde te diriges, también necesitas saber en qué posición te encuentras en relación con tu objetivo, pues finalmente el éxito de tu discurso dependerá de tu capacidad para conectar con tu interlocutor o tu audiencia, es decir, entregarle un mensaje que resuene y que permanezca.
Al conocer a tu audiencia, sabrás cómo modular tu discurso, a fin de que responda de mejor forma a sus necesidades, intereses y expectativas, lo que, a su vez, se traducirá en captar y mantener su atención mientras tengas la palabra durante tu discurso. De igual manera, es importante que seas consciente del nivel de conocimiento que posea tu audiencia o tu interlocutor, porque te ayudará a establecer pautas que faciliten la credibilidad; así, no correrás el riesgo de menospreciarlos, pero tampoco de suponer que cuentan con tu misma autoridad o grado de especialización en el tema que vas a presentar. Trata de utilizar ejemplos y un lenguaje que tu audiencia comprenda y con el que pueda vincularse, a fin de que establezcas una buena relación de confianza y cercanía. Además, cuando conoces a tu audiencia, también adquieres mejores elementos para anticiparte a sus reacciones y responder a sus inquietudes.
5. El cuerpo también comunica
El lenguaje corporal o no verbal es muy importante en la comunicación, pues te ayuda a proyectar con eficacia tus objetivos. Hablar de lenguaje no verbal es hacer referencia a tu postura, gestos, contacto visual y expresiones faciales, las cuales, a su vez, guardan una estrecha relación con tu actitud, emociones y el nivel de confianza que puedes llegar a tener con tu audiencia. Primeramente, te recomiendo que mantengas el contacto visual con tu interlocutor o tu audiencia, para conectar de mejor, pero también hacerlo sentir que participa. Para ello, evita mirar al piso, de cuando en cuando enfócate en tu interlocutor o en alguien de la audiencia, pero también cuida que la cruza de miradas no se prolongue durante mucho tiempo para que no resulte incómodo. En seguida, deberás cuidar el manejo que le das a tu tono de voz, pues es uno de los aspectos que más transmiten tu estado de ánimo: si es alto, quizá tu interlocutor piense que estás enojado, pero si es bajo, podrá suponer que te encuentras triste o desinteresado. En este caso, la clave es practicar, a fin de que la velocidad y el tono de tu voz se correspondan con aquellos aspectos importantes de tu discurso o comunicación: alzar o pausar la voz ante ideas clave, a la par que modulas tu voz para los momentos conmovedores o de mayor expectativa.
En esta dimensión también debes cuidar el uso excesivo de muletillas, no solo el recalcitrante “este”, sino aquellas muletillas que de manera particular tiene cada persona, que van desde alargamientos recurrentes a inicio o final de palabra, repetición de frases como “¿Me explico?”, “Em”, “¿De acuerdo?”, entre muchas otras, incluso hay personas que suelen arrastrar las palabras y terminan por dificultar la asequibilidad del mensaje. Para solucionar estos problemas, tenemos que volver un poco a lo que hablamos al principio, pero dándole un pequeño giro: escúchate y analiza lo que estás haciendo, pues será la única manera en que podrás detectar tus muletillas, repeticiones o titubeos, pero también será el primer paso para superarlas. De igual modo, es importante que cuides tu postura y te mantengas erguido, sin cruzar excesivamente los brazos ni dejar caer los hombros, pues podrías expresar cierto desinterés hacia tu audiencia o interlocutor cuando no necesariamente es eso lo que está sucediendo o lo que buscas proyectar.
El lenguaje no verbal es, hasta cierto punto, una comunicación inconsciente, de ahí la importancia de grabarte para que puedas detectar, hacer visible e identificar aquellos aspectos que lucen invisibles ante en ti en un primer momento. Así, conseguirás que tu comunicación se perciba más natural, coherente y eficaz con el mensaje que buscas transmitir.
A manera de conclusión
Para cerrar, solo quiero recordar la importancia de perderle el miedo a equivocarse, es decir, la única manera en que lograrás convertirte en un gran comunicador será al animarte a hablar en público, grabarte cada vez que puedas, contemplar tu desempeño e identificar aquellos aspectos que necesitas mejorar, pero para ello será necesario que no tengas miedo a equivocarte. Como reza el proverbio: todo tiene solución. Así pues, date el tiempo para preparar tus discursos o lo que debas comunicar, relájate y lanza la primera palabra. Blackstone