13 BOCADESAPO Revista de arte, literatura y pensamiento
El viaje según Cees Nooteboom. Jorge Carrión Dossier Piraterías: Nina Gerassi, Vitullo, Merino, Néspolo y Fernández, Gelós, Mattelart. Cuento de Marcos Herrera. Entrevista no autorizada a Julian Assange. La revelación del sexo invisible. Opinan Mendoza y S. de Montfort Tercera época | año XIII | Nº13 | Agosto 2012
13 Tercera época | año XIII | Nº13 | Agosto 2012
SUMARIO
STAFF
• Editorial 1 • El viaje según Cees Nooteboom. Jorge Carrión 2 Dossier Piraterías
DIRECTORA Jimena Néspolo
JEFA DE REDACCIÓN
• Deslices de la piratería en la era de la globalización. Nina Gerassi-Navarro 10 • Malvinas: literatura y otras piraterías. Julieta Vitullo 18 • Falsificaciones genuinas. Marcos Herrera 26 • La ética del hacker. Susana Merino 32 • Una de malones no románticos. Eugenia Néspolo y Francisco Fernández 36 • Cerca de la revolución. Natalia Gelós 44 48 • Piraterías y economía informal de la comunicación. Tristan Mattelart
Natalia Gelós
CONSEJO DE DIRECCIÓN Diego Bentivegna - Emanuele Coccia Claudia Feld - Gisela Heffes - Walter Romero
JEFE DE ARTE Jorge Sánchez
Entrevista no autorizada
• Julian Assange: “Periodismo hacker”. Jimena Néspolo 56
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Mariana Sissia
Ensayo
• Vulva: La revelación del sexo invisible. Mithu M. Sanyal 64
ILUSTRADORES Paula Adamo - Víctor Hugo Asselbon
Opinión
Santiago Iturralde - Florencia Scafati
• El joven Hemingway. J.S. de Montfort 72 • Conciencia spam. Juan José Mendoza 74
Salvador Sanz
COLABORADORES
Historieta
• Cuento por encargo. E.E. Domínguez y Marcelo Damiani
Jorge Carrión - Francisco Fernández
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Nina Gerassi - Marcos Herrera Tristan Mattelart - Juan José Mendoza Susana Merino - J.S. de Montfort Eugenia Néspolo - Mithu M. Sanyal Julieta Vitullo
ARTISTAS INVITADAS Florencia Walfisch - Ivana Roitberg
El collage de tapa y los que ilustran el dossier Piraterías pertenecen a Jorge Sánchez.
E-mail: redaccion@bocadesapo.com.ar suscripcion@bocadesapo.com.ar
El tema musical que acompaña el flash-book de la revista es: “Puma Thurman”, de Acorazado Potemkin: Fede-
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rico Ghazarossian (bajo), Luciano Esaín (batería y voz), Juan Pablo Fernández (guitarra y voz). El tema pertenece
Editor responsable: Jimena Néspolo
al disco Mugre (Oui Oui Records, Buenos Aires, 2012).
Dirección de envíos postales: Casilla de correo N°60, Pedro Lagrave 451,
Derechos reservados - Prohibida la reproducción total o parcial de cada número, en cualquier medio, sin la cita bibliográfica correspondiente y/o la autorización de la editora. La dirección no se responsabiliza de las opiniones vertidas en los artículos firmados. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. BOCADESAPO no retribuye pecuniariamente las colaboraciones.
(1629) Pilar, Pcia. de Buenos Aires TE: (0230) 454-0064 / (011) 15 5319 5136 ISSN 1514-8351 Impresa en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
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EDITORIAL
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njustamente mutilado por las ediciones infantiles, la aparición de Los viajes de Gulliver suscitó un gran revuelo en Europa a comienzos del siglo XVIII. De los cuatro viajes que componen la saga de Jonathan Swift, los dos últimos son los más incisivos en la crítica a su época. Si en los dos primeros un naufragio era el desencadenante de la acción, en los dos últimos la aparición de la bandera pirata abre la puerta a lo desconocido: la piratería impone, pues, un cese de la legalidad y de toda causalidad realista. En el tercero –el preferido de Borges– la injerencia de los corsarios hará que el viajero arribe a una isla flotante, suspendida del cielo a fuerza de un extraño magnetismo y gobernada por hombres estrábicos, con un ojo que se les pierde en el horizonte y otro que araña su entorno, que necesitan tener siempre a su lado a los “despabiladores” (especie de asistentes que cada tanto les sacuden un golpe en la cabeza); en el cuarto, la sublevación de los tripulantes de su nave hará que Gulliver conozca un país donde los humanos se han bestializado y los caballos se han vuelto criaturas virtuosas, gobernadas por la razón y la justicia. Jorge Carrión analiza la poética viajera del escritor holandés Cees Nooteboom y abre esta nueva edición de BOCADESAPO, dedicada a reflexionar sobre las formas y moralidades de la Piratería. El artículo de Nina GerassiNavarro desmenuza la ideología política de las distintas representaciones populares de la figura del pirata y Julieta Vitullo reflexiona sobre el conflicto bélico de Malvinas y la temprana presencia de corsarios en las islas del Atlántico Sur a partir de algunas ficciones recientes. Susana Merino distingue las diferencias entre “hackers” y “crackers”, Natalia Gelós releva información sobre licencias, Creative Commons y Software Libre. Eugenia Néspolo y Francisco Fernández analizan el tráfico de bienes y cautivos en la frontera bonaerense de fines del siglo XVIII, y Tristan Mattelart, la circulación actual de bienes audiovisuales pirateados en los países del Sur y del Este. Completan el dossier ilustrado con collages de Jorge Sánchez, el cuento “Falsificaciones genuinas” de Marcos Herrera y una entrevista no autorizada al hacker australiano Julian Assange, creador del portal de noticias WikiLeaks. En las páginas finales, Mithu M. Sanyal rastrea las representaciones y significación del genital femenino en el discurso occidental. Antes de que la historieta de Marcelo Damiani y E.E. Domínguez cierre el número, opinan J.S. de Montfort y Juan José Mendoza.
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EL VIAJE SEGÚN CEES NOOTEBOOM Por Jorge Carrión
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“Siguiendo las huellas de una leyenda, los peregrinos se convirtieron ellos mismos en leyenda” C.N., El desvío a Santiago
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ice el tango que siempre se vuelve al primer amor. Si en las novelas y libros de viaje de Jack Kerouac o Bruce Chatwin predomina todavía la acción de ir a un lugar, de descubrirlo, en la literatura de los años ochenta, noventa y del siglo XXI, en cambio, la acción predominante es el regreso. Por supuesto existen miles de casos que desmienten esa afirmación; pero tal vez los que la sostienen sean más significativos. Incluso dentro de la trayectoria de un mismo autor se puede constatar ese giro. Si En La Patagonia (1977) es un libro que pone en escena el primer y único contacto de Chatwin con el Cono Sur, Los trazos de la canción (1987) en cambio narra dos viajes a Australia que se superponen y se entremezclan con escenas y apuntes de decenas de viajes anteriores. En una carta a Nin Dutton dejó escrito: “El libro no es sólo una ‘empresa australiana’, sino que contiene un montón de ideas descabelladas que me rondan por la cabeza desde hace veinte años”1. Es decir, si en su opera prima veíamos solamente el resultado de una única operación en el espacio (La Patagonia) y en el tiempo (los cuatro meses que duró el viaje), en la que tal vez sea su opera magna asistimos a un proceso que combina diversas operaciones en espacios y tiempos dispares. Un proceso de ida y vuelta y relectura y regreso y reescritura. Una Summa. Una evolución semejante podemos encontrar en la bibliografía de Juan Goytisolo, quien en los cincuenta y sesenta publicó tres libros que hablan de sendos descubrimientos personales (Campos de Níjar, La Chanca, Pueblo en marcha), y cuando regresó al género en los ochenta, con Crónicas sarracinas o Estambul Otomano, optó por un retrato de sus prolongadas idas y venidas por el mundo árabe sin respeto por las viejas unidades de tiempo y espacio. Como si el viaje fuera menos superficie que profundidad, menos un trayecto que una acumulación de estratos. Sólo desde esa premisa se asegura cierta densidad: la penetración intelectual en el espacio que se narra. Quizá no sea casual que tanto Chatwin como Goytisolo escribieran en esa misma época –los ochenta– sobre Walter Benjamin, a quien Susan Sontag estaba promocionando en plena posmodernidad, como un pensador imprescindible del siglo XX. ¿Qué es el inacabado y fragmentado Libro de los pasajes sino un proyecto de viajes, una visión estratificada de París desde los ojos de un viajero alemán que en las primeras décadas del siglo XX volvió una y otra vez a la capital del siglo XIX?
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Jorge Carri贸n Escritor viajero y docente de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es autor de los libros de viaje Australia (2006) y La piel de La Boca (2009), la novela Los muertos (2010) y los ensayos Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald (2009) y Teleshakespeare (2011). Editor del volumen Cr贸nicas ejemplares (2012). Fue miembro del consejo de redacci贸n de la revista Lateral y del consejo de direcci贸n de la revista Quimera.
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Esas poéticas híbridas, ensayísticas, en que un narrador cuenta uno o varios viajes en función de los que los precedieron por la misma topografía o por topografías similares, se hacen particularmente visibles a partir de El Danubio, de Claudio Magris, publicado en 1986, que será seguido por los libros de viaje de W.G. Sebald en los años noventa (principalmente: Los anillos de Saturno, de 1995, donde la peregrinación inglesa es saturada por digresiones sobre historia y literatura), y en la década siguiente por los de Jenny Diski (De los intentos de permanecer quieto, de 2006, enlaza Nueva Zelanda, la campiña inglesa y el Círculo Polar Ártico), o los de Sergio Chejfec (Baroni: un viaje, síntesis de quince años de vida en Caracas y de viajes por Venezuela, se publicó en 2007). Por citar una línea temporal posible. Sería fácil encontrar obras de Ryszard Kapuscinski, Predrag Matvejevic, J. M. Le Clézio, Jordi Esteva, Joe Sacco, Martín Caparrós, Rafael Argullol o Jan Morris, cuya trama no se expanda hacia un trayecto único por lo desconocido, como hizo la literatura de viajes desde siempre, sino que se retraiga en espiral, con digresiones, árborea o rizomáticamente, hacia lo relativamente familiar, a lo frecuentado durante mucho tiempo, porque sólo esa relación vagamente íntima con un paisaje y sus gentes asegura un cierto grado de profundidad. En un mundo en que ya todo ha sido mapeado, des-cubierto, tal es la forma en que operan los metaviajeros.2 “Me vuelvo hacia la ciudad, que sube despacio, y sé que busco algo; ¿pero qué? Algo que quiero volver a ver, y sólo sabré qué es cuando lo vuelva a ver”, dice el narrador de La historia siguiente.3 La novela de Nooteboom dramatiza el regreso. Y lo hace, en clave fantástica, como un trauma. Su protagonista se acuesta en Ámsterdam y se despierta en Lisboa. Esa tensión entre el hogar y el extranjero, entre la cotidianeidad y el viaje, es intrínseca a toda literatura del desplazamiento. Pero la mayor parte de ésta responde a un modelo que podríamos llamar aristotélico: unidad de tiempo y unidad de lugar. Suele comenzar en el primer punto del itinerario (sino un poco antes, en el horizonte que es todo topónimo, en la investigación previa, en el aeropuerto de origen o el de llegada, en el barco o en el avión) y acostumbra a finalizar en el último, tras haber recorrido los días y los kilómetros, en orden cronológico, que configuran el viaje. En esa novela de Nooteboom, en cambio, como en otras obras suyas y de sus contemporáneos, el viaje único es remplazado por el viaje doble. O por el viaje múltiple. Sucesión de regresos. No hay más que pensar en volúmenes emblemáticos como Hotel Nómada, El desvío a Santiago o Tumbas de poetas y pensadores.4 Aunque se trate de obras misceláneas, que reúnen textos diversos escritos en momentos distintos, ejemplifican a la perfección una figura fundamental en la obra de Nooteboom: la insistencia. El escritor mantiene una serie de líneas de investigación y de reflexión, que se prolongan durante décadas, y que quedan recogidas en volúmenes que de algún modo son testimonio (y testamento) de la cronología de ciertas obsesiones: el alejamiento, el desierto, España, la poesía, la muerte. Obsesiones que sólo se entienden desde un movimiento que Nooteboom siente como compartido, como si sus pasos soslayaran las distancias, los páramos, los versos o las desapariciones de los viajeros y de los escritores que lo han precedido por esos mismos contextos. “No se puede demostrar y, sin embargo, lo creo; en algunos lugares del mundo tu llegada o salida se amplían de un modo misterioso por las emociones de todos aquellos que han salido o llegado antes que tú”: así comienza El desvío a Santiago. Como
| Como si el viaje fuera menos superficie que profundidad, menos un trayecto que una acumulación de estratos. Sólo desde esa premisa se asegura cierta densidad: la penetración intelectual en el espacio que se narra. |
* Que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra –sigue el tango. Errante. “El andar ha producido arquitectura y paisaje”, ha escrito Gilles A. Tiberghien, “esta práctica, casi olvidada por completo por los propios arquitectos, se ha visto reactivada por los poetas, los filósofos y los artistas, capaces de ver aquello que no existe y hacer que surja algo de ello”5. La modernidad y la contemporaneidad ha sido en gran parte construida por caminantes: Dante, Petrarca, Rousseau, Baudelaire, Thoreau, Debord, Borges, Herzog; Nooteboom se sitúa en esa estela. El viaje tiene sus ritmos, que son los de la mirada. A pie, en tren, en coche, en avión: la velocidad del avance se acelera y se ralentiza y con ella la acción de mirar varía substancialmente, como lo hace la seducción del paisaje natural, humano, artificial en la percepción del viajero. Es el cerebro de este, mediante ese arte de la analogía que produce la química neuronal, el que hace surgir lo visible en aquello que, de tan evidente, es en realidad invisible. Lo revelado. De los distintos ritmos que el viajero puede imprimir a su desplazamiento, en la novela El día de todas las almas6 se nos dice que a Arthur Daane “No le atraía correr, alteraba el ritmo de lo que él definía como pensar”, más adelante esa lógica se convierte en epifánica: Podían caminar durante horas sin decir palabra. Sin haber llegado a expresarlo nunca, él sabía que ella sabía que todos los éxitos en su trabajo se habían producido de esta manera. No podía decir cómo funcionaba ese mecanismo. […] Y, sin embargo, ¿qué era ese pensar? Tenía algo que ver con el vacío; no podía explicar mucho más. El día debía estar vacío y, de hecho, él mismo también. Caminando, tenía la sensación de que ese vacío fluía traspasándole, de que él se había vuelto transparente, o que de alguna manera no estaba allí, no formaba parte del mundo de los otros, hubiera podido muy bien no existir. (19-20)
| En la literatura de viaje de Cees Nooteboom el revelado tiene que ver con la revelación y ésta se produce tras un vaciamiento. No se trata tanto de un progresivo despojamiento material, sino de un proceso interior, en que lo espiritual pasa a través del intelecto.|
En la literatura de viaje de Cees Nooteboom el revelado tiene que ver con la revelación y ésta se produce tras un vaciamiento. No se trata tanto de un progresivo despojamiento material, sino de un proceso interior, en que lo espiritual pasa a través del intelecto. Tampoco se trata se un despojamiento cultural, porque el autor de Perdido el paraíso viaja con su biblioteca a cuestas: “Nunca he viajado ligero, siempre arrastro libros conmigo, y poco a poco se van haciendo cada vez más numerosos”7. En una obra tan interesada por las palabras (su etimología, su significado, sus versiones en otros idiomas), la lectura y la traducción devienen constantes en todos sus viajes, tanto en los documentales como en los de ficción. Así describe a su personaje y al espacio en que se encuentra el narrador de El Buda tras la empalizada a orillas del Chao Phraya8:
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Chatwin, Juan Goytisolo o W.G. Sebald, Nooteboom es un metaviajero. Sus viajes son insistentes, elaboran el regreso, están siempre vinculados con los caminos que han recorrido otros artistas antes que él, y atravesados por la traducción y por la conciencia del lenguaje y de sus dificultades, en un mundo saturado de información y de signos, reiteradamente textualizado, donde a él le interesa menos ir que volver. Una y otra vez.
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Los dos hombres están en una soi de algún lugar apartado, o junto a la negra agua de bebible mortandad de un klong (paciencia, luego lo explicaremos). Si se pudiera hacer derretir el calor todo el mundo estaría con agua hirviendo hasta los tobillos; ahora sólo pende alrededor del cuerpo como una cosa acuciante y muy caliente. Uno de los hombres, eso se ve bien, es un viajero. Los tailandeses no poseen nada, él sí. Lleva una especie de pequeña bolsa de cartero, en ella están sus fruslerías. El mapa de Bangkok (Bangkok es un país), su pasaporte (de modo que pueda mirar de vez en cuando quién es realmente), su cuaderno de notas rojo encuadernado en lino (donde debe aparecer escrito este viaje), su aquí, su allá, su más allá. Es un poco gorda, esa bolsa, y le hace a él muy visible. Los pobres que pasan a su lado o los que se han envuelto graciosamente sobre el suelo (los ricos van en coche), la miran con deseo. En la soi (bocacalle de una gran arteria) la gran ciudad parece de repente muy lejana.(63) Los paréntesis son la estrategia retórica del extrañamiento lingüístico. El modo de introducir con fórceps al lector en la realidad remota, subrayando las palabras otras. Es habitual el subrayamiento también en su poética de la distancia entre el texto que leemos y la textualidad turística, cuyo epítome es la guía de viaje. El protagonista de La historia siguiente firma con el pseudónimo Doctor Estrabón las guías que escribe. El disfraz del nombre, en una poética obsesionada con la traducción, evidencia el rechazo, la separación necesaria. En una escena de Rituales su protagonista evoca “en la catedral de Toledo, un grupo de japoneses, con una guía en la mano, seguir el vía crucis”9. Siguiendo un mecanismo de ridiculización del turismo demasiado habitual en la literatura de viajes, que acostumbra a abusar del cliché precisamente del turista japonés, a continuación compara al grupo con un rebaño y ridiculiza las explicaciones del cicerone profesional. Pero una nueva evocación hace que el personaje se aparte de lo consabido y se adentre en un terreno mucho más interesante: Esto, a su vez, le recordó una estancia en Chieng Mai, en el norte de Thailandia, donde, también en la más desolada indefensión, libro en mano, había errado de templo en templo. Los libros no mienten y le daban los datos, las fechas, los estilos arquitectónicos hasta filtrarlos y dejar que se fueran posando en su cerebro. Sin embargo, no por eso se le iba aquel penetrante sentimiento de impotencia porque no captaba la diferencia de antigüedad entre un templo y otro, porque era incapaz de leer los signos; en definitiva, porque no había nacido en Thailandia y porque los matices, que son los que marcan el gusto, se le ocultaban a los ojos del cuerpo y del espíritu. Aquél no era su mundo. Hasta en la catedral de Lima, de estilo colonial, se sentía más en su casa, así que optó por ver desfilar todo aquello como un precioso decorado y dejar de buscar la trascendencia. (íbid., 159) Mientras que la guía de viaje es una interpretación que tiende hacia la objetividad, la novela que leemos es una obra profundamente subjetiva, que se complace en la posibilidad de conocimiento que alberga la duda. En una sola página encontramos tres localizaciones y, por tanto, tres viajes: España, Thailandia, Perú. Los tres viajes se retroalimentan, se reinterpretan, gracias a las asociaciones que brinda la memoria; cada uno de ellos apunta hacia un nivel distinto de profundidad, que en ninguno de los casos es definitiva. El viajero traduce, pero no siempre posee el mapa o los códigos necesarios para que se produzca el desciframiento. Dos son las palabras clave: gusto y trascedencia. Ambas remiten a una concepción del viaje que quiere distanciarse de la del turismo de masas. La primera nos conduce a una visión del viaje muy
| La novela tematiza de hecho la búsqueda espiritual. El turista que se resiste a admitir que lo es ha hecho del turismo constante su modus vivendi. |
similar a la que Pierre Bordieu tiene del amor en nuestra época: “Aquellos a quienes encontramos de nuestro gusto ponen en sus prácticas un gusto que no es diferente del que nosotros empleamos en la percepción de sus prácticas”10. El gusto del viajero es un proceso de construcción biográfico y por tanto histórico, que tiene que ver con su educación formal y con su clase social: en ambos ejes se enfatiza la distancia con el supuesto gusto del turista. Al asumir su condición de actor en el teatro de la experiencia turística, el personaje renuncia a la posibilidad de la trascendencia. Una trascendencia que no se codifica como religiosa, sino como cultural. Entender los matices de la arquitectura remota significaría alcanzar algún tipo de éxtasis, que pasa por la sensibilidad y por el intelecto. La novela tematiza de hecho la búsqueda espiritual. El turista que se resiste a admitir que lo es ha hecho del turismo constante su modus vivendi. A través de él consigue una paz interior que recuerda vagamente al vaciamiento del budismo: “había hecho de su existencia un movimiento continuo, sabía por experiencia propia que así se libraba de los demás, si hacía falta, y en última instancia hasta de sí mismo” (Rituales, 173). Toda su vida –toda la novela– se ha articulado a través de los rituales que señala el título, sinónimo posible de los desplazamientos que acompasan su existencia. Tres son los principales. Primero, su pareja se fuga a Italia; después su padre muere en Suiza; por último él asiste al rito del té japonés en Amsterdam. Entre esos tres sucesos, una maraña de viajes, cambios de lugar, trayectos, configuran la “madeja inextricable de operaciones rituales” (íbid., 205) en que se inserta toda vida humana. En la poética viajera de Nooteboom la intersección es fundamental. La zona de frontera donde el teatro, cuya performatividad es profundamente ritual, cuya genética retrotrae hasta los tiempos de la religión y del mito, se encuentra con el trance y la excitación. En ello insiste en la crónica “En los confines del Sáhara”: El shock que produce lo absolutamente desconocido es de una suave voluptuosidad. Si lo que quieres es integrarte en un nuevo mundo, hay mucho que debes dejar en casa. Tus máscaras ya no sirven. Para un bereber de Goulimine, tú podrías ser tanto de Ohio como de cualquier otro lugar, lo que significa que todos los matices que confirman nuestra identidad, conquistados con dolor y esfuerzo a lo largo del tiempo, se desvanecen. Por esta razón, el acto de viajar te instala en una especie de estimulante vacío, en un estado de ingravidez en el que, aun cuando no abandones del todo la actualidad, se te dispensa de mucho. Flotas por un territorio que te es extraño…, ves, miras, ves…, aquí y allá haces un arañazo en la indestructible superficie, desapareces de nuevo, y regresas más vacío aún pero con palabras. (11) Más vacío aún, pero con palabras. * Como si de una matriuska se tratara, cada viaje contiene un sinfín de viajes anteriores, propios y ajenos, en su interior. De modo que en el espacio actual se aglutinan, como raíces principales y secundarias, tiempos y textos de diversas procedencias, a menudo sin más conexión, sin la topografía que se recorre que la de la correspondencia o analogía. Un color, un sabor, a menudo una palabra, un paisaje, una referencia cultural, una imagen son los disparadores de una sucesión de cajas chinas:
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| En la poética viajera de Nooteboom la intersección es fundamental. La zona de frontera donde el teatro, cuya performatividad es profundamente ritual, cuya genética retrotrae hasta los tiempos de la religión y del mito, se encuentra con el trance y la excitación. |
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Al día siguiente había recibido por correo un pequeño paquete de Victor que contenía un disco compacto de un compositor cuyo nombre no le decía nada: Ken Volans. La carátula era una foto en color de un paisaje amplio y llano, desierto, sabana, vacío. Lo había asociado inmediatamente con Australia, donde había colaborado una vez como cámara en un documental sobre los aborígenes que no llegó a buen fin. La intención había sido explicar algo sobre el sentido de sus canciones, con motivo del libro de Chatwin, pero, obviamente, el director inglés no había comprendido nada de ese libro y se había dedicado a las piltrafas humanas que, expulsadas de su pueblo, habían ido a parar a la marginación de las grandes ciudades. (El día de todas las almas, 121) La memoria dibuja los hilos y los nodos de la maraña. Los pliegues del cerebro del viajero trazan el mapa personal de un mundo que sólo a él le pertenece: “Mi viaje se ha convertido en un desvío de desvíos complejos, e incluso me dejo apartar de estos últimos. Quizá este año ni siquiera alcance Santiago” (El desvío a Santiago, 69). El mundo que, artículo a artículo, libro a libro, el viajero ha cartografiado durante sesenta años de escritura se nos muestra, a vista de pájaro, como una red de caminos interconectados. Tal vez sea España la capital secreta de ese universo narrativo. Probablemente sea el país en que más insiste Nooteboom en el conjunto de su obra, al que más regresa: “Una de las pocas constantes en mi vida es mi amor –no hay una expresión inferior– por España” (íbid., 10). En La historia siguiente, el Doctor Estrabón es el autor de Guía de viaje para el Norte y Oeste de España. En Hotel Nómada leemos que antaño se sintió extranjero en España, pero que el sur de Europa dejó con el tiempo de ser un ámbito de extrañeza para ingresar en el de la absoluta familiaridad. En un pasaje revelador, la integración se vincula con la lectura: “en España puedo posar como un español, entregarme al placer de ser temporalmente otro, alguien que lee el periódico local en una terraza de Córdoba, lo cual no es sino otra forma de desaparecer (…), leo el Nice-Matin en Cannes y me pierdo en el asfalto de la Croisette, o leo el Corriere della Sera y me quedo sentado en la plaza mayor de Catania” (Hotel Nómada, 104). Mientras que el mundo árabe o el sudeste asiático se resisten a la interpretación del viajero, mediante idiomas, tradiciones culturales y códigos sociales que no es capaz de entender, Europa se convierte en un ámbito doméstico, amable, comprensible. España, el sur de Francia o Italia son intersecciones, zonas de frontera que ha ido desentrañando con el tiempo, a copia de asedios que se han ido superponiendo. Europa
Central es, en cambio, la zona heredada por vía familiar, el espacio natural. Una concepción del espacio tiene que conducir necesariamente a una teoría del tiempo. En ninguna otra experiencia humana (el amor, la paternidad, la escuela) hay tal grado de dependencia del espacio y del tiempo como en el viaje. Cuando Nooteboom descubre América Latina, utiliza su conocimiento de España como punto de partida, como diccionario de traducción: conocía las regiones extremeñas de donde procedían los conquistadores, había leído las cartas de Cortés, había visitado el Archivo de Indias de Sevilla, “había leído todo lo que mi mente podía soportar”, leemos. “Sin embargo aquí, en el Museo de Antropología, sentí el peso del propio tiempo, o al menos así lo experimenté” (Hotel Nómada, 166). El peso de los objetos precolombinos que lo rodean, esas piedras labradas, esas momias, esos collares de jade, esas armas talladas, esos instrumentos científicos son el peso del tiempo. Opresor. El viajero, lejos de la Europa que actúa como centro de interpretación de su universo, pese a conocer la lengua y la historia, se desorienta, se descentra, pero no a causa de coordenadas espaciales, sino por la fuerza temporal de lo remoto y desconocido. Como las ruinas tailandesas, las piezas expuestas en el Museo de Antropología de la Ciudad de México retrotraen a unos estratos históricos que no sabe interpretar. En vez de vaciarse de espacio, se satura de tiempo. Pero esos tiempos ajenos, colectivos, históricos, no son más que el reverso del espejo: el viaje es –sobre todo– una torsión, una intensificación, del tiempo personal. “El tiempo que estoy fuera de casa se paraliza, se solidifica, se convierte en una especie de cosa masiva y rara que se cierra tras de mí”, escribió en un ensayo de 1986 titulado “Hay siempre pasado, y no lo hay”, y añade: “me extiendo […], es una formación en aluviones, un anudamiento de imágenes, textos, de todo lo que fluye hacia mí desde la calle, la televisión, las conversaciones, los periódicos y se queda prendido junto a mí o dentro de mí” (El desvío a Santiago, 269). Pero para percatarse de ello, para convertir ese aluvión de materiales aprehendidos en una suerte de trance que sólo brinda el caminar, el viajero debe volver a casa. Tiene que tener una casa. Se produce entonces la transformación en páginas de todos esos materiales arrastrados por el viaje hacia el interior del escritor, de todas sus lecturas de textos, espacios y tiempos. El vaciamiento final, en un tiempo recobrado, ya fuera del paréntesis del largo viaje. Ya lo dice también el tango: el viajero que huye, tarde o temprano, detiene su andar.
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Obras de Florencia Walfisch. Para ver más, visite el sitio: http://florenciawalfisch.blogspot.com.ar/
1 Shakespeare, Nicholas. Bruce Chatwin. Trad. de José Manuel de Prada Samper. Barcelona, Muchnik Editores, 2000, pág. 484. 2 Carrión, Jorge. Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald. Madrid, Iberoamericana, 2009. 3 Nooteboom, Cees. La historia siguiente. Trad. de Julio Grande. Barcelona, Debolsillo, 2007, pág. 34. 4 Nooteboom, Cees. Hotel Nómada. Trad. de Isabel-Clara Lorda Vidal. Barcelona, Siruela, 2002. El desvío a Santiago. Trad. de Julio Grande. Barcelona, Debolsillo, Barcelona, 2007. 5 Careri, Francesco. Walkscapes. El andar como práctica estética. Trad. de Maurici Pla. Gustavo Gili, Barcelona, 2002, pág. 13.
6 Nooteboom, Cees. El día de todas las almas. Trad. de Julio Grande. Barcelona, Debolsillo, 2007, págs.19-20. 7 Nooteboom, Cees. El desvío a Santiago. Ob. cit., pág.302. 8 Nooteboom, Cees. ¡Mokusei! El Buda tras la empalizada. Trad. de Julio Grande. Barcelona, Debolsillo, 2007. 9 Nooteboom, Cees. Rituales. Trad. de Francisco Carrasquer. Barcelona, Anagrama, 1995. 10 Bourdieu, Pierre. La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Trad. de Mª del Carmen Ruiz de Elvira. Madrid, Taurus, 2012, pág.285. 11 Nooteboom, Cees. “En los confines del Sáhara” en: Hotel Nómada. Ob.cit., pág.104.
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Collages De Jorge Sรกnchez.
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Deslices de la piratería en la era de la globalización
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Por Nina Gerassi-Navarro
El signo pirata se desplaza por fronteras culturales y políticas. Ya sea en alta mar, en el aire o en la tierra, a través de transgresiones digitales, biológicas o de derechos de autor, la piratería está arraigada en el imaginario cultural transnacional por visualizar y articular de una forma clara un enfrentamiento con la autoridad. En este artículo se analiza la ideología política de distintas representaciones que la cultura popular ofrece sobre la figura del pirata.
E
n estos años de turbulencia política y enormes desfalcos económicos gracias a los manejos irresponsables de los bancos multinacionales e instituciones financieras en Europa y en Estados Unidos–basta pensar en los casos de Lehman Brothers (USA), Bankia (España) y Barclay (Inglaterra)– han surgido una serie de movimientos ciudadanos. A pesar de que los objetivos de dichos movimientos varían significativamente, ya que pueden ser de izquierda o de derecha como las agrupaciones de Occupy en Inglaterra y Estados Unidos, el movimiento ciudadano español 15-M/Indignados que aspira a una democracia más participativa, o los Verdaderos Finlandeses, todos comparten un común denominador que es la insatisfacción con el modelo político vigente. Entre estos grupos llama la atención uno en particular: el denominado Partido Pirata alemán. No sólo porque Alemania se posiciona como la fuerza reglamentadota que impone las condiciones del éxito de la
Comunidad Europea sino porque a pesar de llamarse “Pirata” la agrupación aboga por la transparencia económica y el respeto legal de los derechos civiles. Si pensamos que la piratería siempre ha estado al margen de la ley sorprende que el Partido Pirata no solo reivindique la transparencia legal administrativa sino que además haya logrado un 8% de los votos en cuatro estados.1 Esta aparente inversión semántica de lo que significa “pirata” es en realidad una corroboración de la doble carga ideológica intrínseca en el concepto de piratería. La piratería siempre se ha posicionado y ha sido catalogada como delito, pero no siempre se la puede considerar un acto ilícito o injusto. Si las leyes del gobierno no pueden proteger a sus ciudadanos de los abusos que cometen los bancos de hoy, por ejemplo, la piratería puede verse como uno de los recursos a los que algunos ciudadanos acuden justamente para reivindicar sus derechos.
* Nina Gerassi-Navarro, es egresada de la Universidad de Buenos Aires, se doctoró en Columbia University. Es profesora de literatura latinoamericana en Tufts University (Boston, USA), autora de Pirate Novels: Fictions of Nation Building in Spanish American (1999) y de numerosos artículos sobre la construcción de la nación, bandidos y cultura visual. Co-editó Otros estudios transatlánticos: Lecturas de lo latinoamericano (2009). El presente ensayo es una versión abreviada de un trabajo más extenso publicado en Figures of Mobility: Pirates, Drifters, Fugitives in the U.S. and Beyond (Universitätsverlag Winter, Heidelberg, 2012).
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La ambivalencia simbólica de la piratería está presente tanto en la historia como en la ficción. El historiador inglés Philip Gosse tuvo que reconocer esta doble mirada al categorizar a uno de los héroes más notables de la historia marítima inglesa, Francis Drake. Si bien Gosse se resiste a incluir a Drake en su catálogo por ser “un patriota ferviente” reconoce que los españoles lo consideraban un pirata por sus primeros ataques a las colonias españolas.2 Pero Gosse no puede aceptar que su héroe pase a la historia como pirata y rápidamente aclara que, dadas sus conquistas posteriores para el reino de Inglaterra, debe quedar excluido de su lista. Sin embargo, a pesar de su título de caballero, para la historia latinoamericana y española Drake figura como pirata por sus devastadores ataques en las costas de Perú y el Caribe, y por su asalto a la Armada española. Esta ambivalencia entre héroe y traidor acompaña toda definición de pirata y es la razón por la cual aumenta su fascinación tanto en la historia como en la literatura y el cine. En términos muy generales se entiende por piratería un robo o asalto en alta mar. Pero dado el aumento de piratería en el siglo XXI (en el estrecho de Malaca, el Cuerno de Africa y el mar meridional de China),
diferentes organizaciones gubernamentales e internacionales han propuesto nuevas definiciones con el fin de contener a los piratas, pero sin llegar a un acuerdo claro.3 Si bien la piratería no es un crimen político, siempre ha estado íntimamente ligado a la política y al poder del estado, lo cual ha permitido que la piratería se vinculara más recientemente con el terrorismo internacional. Por ejemplo, teniendo en cuenta las facciones islamistas en la zona de Africa del este, Douglas Burgess Jr. sugirió en el New York Times que los ataques de los piratas de Somalia en el golfo de Adén se consideraran “terrorismo marítimo”. Segun Burgess, este cambio ayudaría a que los Estados Unidos y otras naciones pudieran procesar a los piratas somalíes bajo jurisdicción internacional. Sin lugar a dudas los piratas de Somalia han modernizado nuestra imagen de la piratería, asaltando enormes buques de carga con pequeñas lanchas a motor, y hombres armados de rifles AK-47, granadas, GPS y sofisticados teléfonos de satélite. La propuesta de Burgess, sin embargo, no es redefinir lo que constituye un acto de piratería, sino detener a los piratas de Somalia de la forma más eficaz. Somalia carece de gobierno centralizado desde 1991 y está dividido en pequeños estados y facciones independientes, por lo cual la comunidad internacional tiene
Daniel Heller-Roazen sostiene que el término “pirata” es fundamental para entender el paradigma contemporáneo de lo que constituye el adversario universal. El autor canadiense rastrea las definiciones en el campo legal y político desde la antigüedad hasta el presente. Su conclusión expone el elemento subjetivo de la definición, ya que lo que une al pirata y al terrorista es que en ambos casos basta que el poder ejecutivo declare que sus actos representan un peligro excepcional para la seguridad civil o que sus actos estén avalados por un estado fallido para que se lo considere un enemigo de todos.6 Ya sea en alta mar, en el aire o en la tierra, a través de transgresiones digitales, biológicas o de derechos de autor, la piratería está firmemente arraigada en el imaginario cultural transnacional por visualizar y articular de una forma clara un enfrentamiento con la autoridad del estado. El problema central al enfrentar la piratería es su movilidad, tanto física como política y metafórica. Los ataques de piratas permean los territorios nacionales trascendiendo toda frontera por las consecuencias políticas y económicas que acarrean, provocando notables ansiedades dentro de las estructuras de poder. Si bien la piratería puede ser concebida como un crimen universal,
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enormes dificultades para imponer cualquier tipo de sanción. Como la mayoría de la población es musulmana, el catalogarlos de terroristas es una táctica para presentar el enfrentamiento en términos estereotipados de la “barbarie islámica” contra “la civilización occidental”, y así legitimar los actos de los Estados Unidos para contenerlos. Por su parte los piratas, en su mayoría pescadores artesanales, argumentan que recurrieron a la piratería por hambre, aludiendo a los buques pesqueros que desde 1995 saquean sus costas y contaminan sus aguas. Basándose en la definición de terrorismo del código oficial de los Estados Unidos sancionado por su congreso, Noam Chomsky afirma que si bien hay un consenso general de lo que constituye terrorismo, el discurso político es incapaz de delimitar específicamente los actos terroristas o de distinguir claramente entre terrorismo y agresión internacional. De hecho, su análisis demuestra cómo el término se ha convertido en “una categoría que cambia con las necesidades del poder y según la ideología”4. Jamal Nassar reitera el argumento de Chomsky agregando que “al carecer de una clara definición aceptable para todos, el terrorismo es definido por el observador: es terrorista para sus enemigos y defensor de la libertad para quienes lo apoyan”5.
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la ley internacional es jurisdiccional, es decir que debe ser instrumentada por un estado y la interpretación legal de lo que constituye un acto de piratería varía enormemente según cada legislación nacional. Como la mayoría de las operaciones piratas ocurren en alta mar, las dificultades para fiscalizar el tráfico pirata solo pueden realizarse a través de la comunidad internacional. Pero las leyes internacionales son jurisdiccionales, es decir que deben ser implementadas por una autoridad jurídica y la interpretación legal de lo que constituye la piratería varía enormemente según cada nación. Además, los piratas no están afiliados a ningún estado y al llevar su propia bandera no reconocen ni responden a ninguna jurisdicción nacional. Por otra parte, ningún estado quiere tener conflictos con los piratas por temor a que perjudiquen sus relaciones comerciales. Una nación puede ejercer un fuerte control sobre sus aguas territoriales pero esto puede ser problemático para otras naciones que navegan sus aguas con fines comerciales. La libertad de comercio exige la libertad de navegación. Curiosamente el libre comercio que protege el comercio entre naciones también facilita la existencia de la piratería. Para combatir la piratería se han decretado numerosas leyes y codificaciones internacionales, pero todas tienen limitaciones problemáticas. En su estudio de la piratería y el terrorismo marítimo contemporáneo,
Martin Murphy explica a qué se debe el fracaso de las legislaciones que se intentaron aprobar desde 1926 hasta los decretos mas recientes de la convención del mar de las Naciones Unidas de 1982: Hasta mediados del siglo pasado, toda ley internacional era entre estados. Los piratas obviamente son individuos. Salvo en muy raras excepciones, se puede procesar a individuos bajo leyes domésticas pero como las definiciones de piratería varían de un estado a otro y continúan variando, lo que se define como piratería en una jurisdicción puede no serlo en otra. De hecho, en algunas jurisdicciones ni siquiera puede considerarse un crimen, situación característica en algunos lugares aún hoy día.7 (19) La fluidez legal y metafórica que condicionan las interpretaciones acerca de lo que constituye un acto de piratería permite que ésta pueda usarse como una categoría crítica para reflexionar sobre los enfrentamientos políticos y culturales entre países. La piratería se caracteriza por su movilidad; para Tim Cresswell, la movilidad es un espacio en blanco que surge como alternativa a lo concreto, lo limitado, lo fundacional y lo estable; para Arjun Appadurai es también un signo de modernidad.8 Este es el enorme poder político e iconográfico del pirata: no se lo puede encasillar de un modo absoluto. La versatilidad de su representación simbólica demuestra que la identidad no es un concepto fijo ni inherente al signo. El signo pirata se desplaza por fronteras culturales y políticas. En este sentido las representaciones que ofrece la cultura popular del pirata abren una topografía referencial cargada de ideología política pero reconfigurada de una forma simplista, determinada por el contexto. Sin duda la figura del pirata se ha vuelto un ícono popular, desde las películas de Hollywood, las historias de aventuras, los video-juegos y más recientemente la famosa tetralogía cinematográfica de Disney, Piratas del Caribe, cuyo personaje Jack Sparrow parece poder sobrevivir a todo tipo de peligros. Pero lo interesante es ver cómo en cada una de esas representaciones se expone el modo en que la sociedad se apropia de la historia y la transcribe a través de una iconografía visual o de una narrativa que afirma determinados valores culturales y políticos fácilmente reconocibles por su comunidad imaginada.9 Un ejemplo útil para contrastar algunos de estos juegos iconográficos son justamente las historias que se
| …la figura del pirata se ha vuelto un ícono popular, desde las películas de Hollywood, las historias de aventuras, los video-juegos y más recientemente la famosa tetralogía cinematográfica de Disney, Piratas del Caribe, cuyo personaje Jack Sparrow parece poder sobrevivir a todo tipo de peligros. |
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han entretejido alrededor de Francis Drake y los piratas ingleses. A lo largo de la historia, la imagen de los piratas ha sido instrumental para articular diferentes tipos de enfrentamientos políticos. En los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, Hollywood fue una de las instituciones culturales más influyentes para impulsar el apoyo de la población a la guerra. La película Sea Hawk (1941) de Michael Curtiz (quien también dirigió Casablanca) es emblemática de cómo el cine logra articular una nítida representación de determinados valores que consolidan la “comunidad imaginada”. El poder seductor del cine yace en apropiar un mito, cuento, hecho histórico o inclusive una fantasía, darle voz e imagen y así inscribirlo como una experiencia colectiva. Sea Hawk retoma las luchas coloniales entre españoles e ingleses posicionando al pirata inglés como hereje (así catalogaba España a toda fuerza que interfiriera en sus asuntos), quien frente la codicia del imperio, decide resistir los acuerdos internacionales y ataca las posesiones españolas. Desde el punto de vista anglosajón los piratas son retratados como una fuerza ilegal, pero que pelea justamente contra los españoles quienes abusan de su poder acaparando tierras y oro americanos. Lo importante de esta visualización es cómo recrea un sentimiento patriótico. Películas como El bucanero (1938) y Sea Hawk (1940) son algunas de las producciones en que Hollywood articula un discurso de reafirmación, en el que la realidad se transcribe dentro de un conjunto de valores fijos, donde el conflicto, la tragedia y la inseguridad (productos de la guerra) son retratados dentro de un marco ideológico que explica la crisis y que, simultáneamente, reestablece el orden social en peligro. De allí que los españoles siempre aparezcan retratados de la misma manera: codiciosos villanos, católicos dogmáticos que esclavizan la población indígena robándole sus riquezas para enriquecer a España. Lo expresa claramente el Rey Felipe II de España en la primera escena de Sea Hawk, al discutir con sus asesores las estrategias de guerra frente a un enorme mapamundi que cuelga en la pared: “Un día antes de morir estaremos aquí sentados y miraremos este mapa en la pared. Habrá dejado de ser un mapa del mundo: ¡Será un mapa de España!” Frente a la codicia española cuyo rey aparece protegido por la Inquisición no puede haber un enemigo más evidente. Lo único que lo detiene es Inglaterra una “miserable isla rocosa tan estéril y traicionera como su reina”. En estas narrativas, los españoles, al igual que los Nazis de 1940, a los que aluden las películas antes mencionadas, anhelan consolidar su imperio a cualquier precio. En Sea Hawk, los piratas ingleses son los únicos que pueden detener la fuerza avasallante de los españoles, liderados por el valiente capitán Thorpe (Errol Flynn). Thorpe también se enamorará de una dama española (hija de padre
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| La piratería se caracteriza por su movilidad; para Tim Cresswell, la movilidad es un espacio en blanco que surge como alternativa a lo concreto, lo limitado, lo fundacional y lo estable; para Arjun Appadurai es también un signo de modernidad. Este es el enorme poder político e iconográfico del pirata: no se lo puede encasillar de un modo absoluto. |
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español y madre inglesa) que descubrirá que la lucha del pirata es justa y decidirá abandonar su tierra paterna para casarse con Thorpe. Al final de la película, antes del casamiento, la reina justifica la función del pirata al declararlo caballero: “Cuando la terrible ambición de un hombre amenaza sumergir al mundo, se vuelve la solemne obligación de todos los hombre libres afirmar que la tierra pertenece no a un solo hombre sino a todos los hombres.” La victoria de los piratas ya no es solamente para Inglaterra, es para el mundo entero y las futuras generaciones. A través de su coronación los piratas se vuelven ciudadanos legítimos que se sacrifican por su patria; se han vuelto además defensores de la humanidad. El pasaje de la ilegalidad a la legalidad ha sido completo. Thorpe representa al héroe norteamericano: fuerte, intrépido, leal, con un alto sentido de justicia, que triunfa sobre el mal, al igual que harán los norteamericanos al enfrentar a los nazis. De la misma manera en que Europa del norte creó la leyenda negra para legitimar sus incursiones contra España a partir del siglo dieciséis, Hollywood adaptó la leyenda en 1940 para preparar la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Cuarenta años más tarde, en 1982, otro enfrentamiento bélico volvería a articularse a través de la figura de pirata en la Guerra de las Malvinas. Para Argentina, la guerra era una oportunidad para afirmar su autonomía y orgullo nacional, y la prensa se embarcó en la misma lucha con exacerbado entusiasmo. El patriotismo enceguecido permitió que un dictador como Leopoldo Galtieri, quien días antes había dado la orden de desmantelar una masiva marcha contra su gobierno con gases lacrimógenos, fuera recibido el 2 de abril en la plaza de mayo con bombos y platillos al declarar la guerra a Inglaterra. En ese momento las referencias a la piratería volvieron a aparecer, pero esta vez los ingleses permanecieron en el lugar de piratas infieles como lo expresó una y otra vez la prensa popular. El diario Convicción, evocando el conflicto religioso colonial, reafirmaba la batalla religiosa contra los infieles al declarar que la guerra era una “Reconquista de las Malvinas”
(2 de abril, 1982); planteo que corroboró un piloto a la revista Gente: “esta es una Guerra entre cristianos y protestantes. Nosotros peleamos por una causa justa y ésa es una convicción que no deben sentir los ingleses”.10 Crónica también explotó la imagen de la piratería pero fue la tapa de la revista Tal Cual, la que se llevó el premio de la iconografía al presentar a Margaret Thatcher en la tapa de su edición del 30 de abril de 1982 con el ojo emparchado bajo el titular: “Pirata, Bruja y Asesina: CULPABLE!” (30 de abril, 1982). La figura del pirata sigue estando presente aun hoy, como lo demostró el mensaje en twitter de la presidente Cristina Fernández de Kirchner ante los ejercicios militares de los ingleses en Malvinas: “Síntesis. . . ¿piratas forever?” (Octubre, 2010). Las referencias e imágenes de la piratería sirven para describir la realidad política y social en momentos de guerra. Tanto en el caso de Hollywood como con otras imágenes populares la evocación del pirata se posiciona como un eje diferenciador entre culturas e imaginarios colectivos, trazando límites territoriales entre el bien y el mal, lo propio y lo foráneo, lo justo y lo injusto. Se produce lo que Jacques Rancière denomina “consenso”, un acuerdo entre un modo de representación sensible y un régimen de interpretación de datos.11 De la misma forma que para los ingleses o estadounidenses la figura del pirata evoca una imagen de justicia por encima de la ley, para los argentinos reafirma los deseos imperialistas de los ingleses que hacen caso omiso a la ley. Lo más importante de estos juegos simbólicos no es tanto exponer que existen dos caras de una moneda, sino reconocer que la imposibilidad de definir legal y simbólicamente el significado del pirata pone de manifiesto la arbitrariedad de la ley. En la era de la globalización, donde se supone que los circuitos de comunicación e interdependencia han unificado los mercados y sociedades, la piratería demuestra que el contexto político y cultural de cada sociedad sigue siendo determinante. La versatilidad significativa de la piratería nos recuerda que la ley del más fuerte no siempre se impone. Quizás éste sea el mayor delito del pirata.
Collages De Jorge Sánchez.
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1 Ver diario El País, 8 de Julio, de 2012, págs.34-35. Si bien el artículo de El País solo menciona el partido pirata alemán, existen numeroso partidos piratas a nivel global. El primero fue fundado en enero del 2006 en Suecia con el fin de reformar las leyes de propiedad intelectual e industrial. Ese mismo año fue fundado el partido pirata alemán. Hasta el presente existen 33 partidos, en coordinación con el Partido Pirata Internacional (PPI). Para más información véase www.pp-international.net. En Argentina específicamente: http://www. partidopirata.com.ar/ 2 Gosse, Philip. The Pirates’ Who’s Who: Giving Particulars of the Lives and Deaths of the Pirates and Buccaneers (New York, Burt Franklin, 1924). Todas las traducciones al castellano son mías. 3 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982) es un tratado que revela lo enormemente complejo que resulta reglamentar el uso del mar. El artículo 15 define los actos de piratería. Véase: www.untreaty.un.org/ilc/texts/.../ conventions/8_1_1958_high_seas.pdf 4 Chomsky, Noam. Pirates and Emperors. Old and New: International Terrorism in the Real World. Cambridge, MA: South End, 2002. 5 Nassar, Jamal R. Globalization and Terrorism: The Migration of Dreams and Nightmares. Lanham, Rowman and Littlefield, 2005, pág.15. 6 Heller-Roazen, Daniel. The Enemy of All: Piracy and the Law of Nations. New York, Zone Books, 2009. 7 Vale la pena notar que en 1926 la liga de naciones publicó un borrador de provisiones para la supresión de la piratería, pero no fue avalado por suficientes miembros de la comunidad internacional. Posteriormente, la facultad de derecho de Harvard elaboró otro borrador. En 1949 la Comisión Internacional de Leyes reelaboró ambas propuestas a la que agregaron algunas provisiones de la Organización Marítima Internacional. Véase: Murphy, Martin N. Small Boats, Weak States, Dirty Money: The Challenge of Piracy. New York, Columbia UP, 2009, pág. 19. 8 Cresswell, Tim. On the Move: Mobility in the Modern Western World. New York, Routledge, 2006. Appadurai, Arjun. Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization. Minneapolis, U of Minnesota Press, 1996. 9 Anderson, Benedict. Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. London, Versoand New Left Books, 1983. Véase también: Barbero, Jesús Martín. De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía. México, Gustavo Gili, 1991. 10 Verbitsky, Horacio. Malvinas: La última batalla de la Tercera Guerra Mundial. Buenos Aires, Legasa, 1984, pág.247. 11 Rancière, Jacques. El espectador emancipado. Trad. Ariel Dilon. Buenos Aires, Ediciones Manantiales, 2010, pág.69.
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Malvinas: literatura y otras piraterías Siempre presente en la historia nacional, la causa de Malvinas tiene la capacidad de convocar a todo el espectro cultural y político del país. Con la misma fuerza, pervive aún hoy en el imaginario hispanoamericano la representación de los británicos como piratas nacida en la época isabelina. Un análisis de esta pervivencia en distintas ficciones argentinas recientes. Por Julieta Vitullo
Relatos de piratas y corsarios en el Atlántico Sur
*Julieta Vitullo es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y doctora por la Universidad de Rutgers (New Jersey, USA). Editorial Corregidor acaba de publicar su libro Islas imaginadas. La guerra de Malvinas en la literatura y el cine argentinos. Próximamente va a estrenarse la película documental La forma exacta de las islas, dirigida por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, y basada en dos viajes de Julieta a Malvinas en 2006 y 2010.
En los recuentos británicos sobre las Falklands, los primeros dos siglos de historia de las islas están llenos de exploraciones y hazañas, relevamientos cartográficos y topográficos, expedicionarios y navegantes. Pero los nombres de esos mismos marineros figuran también en el inventario de piratas célebres que se halla en las páginas de cualquier historia de la piratería. El pasado de las islas está, en efecto, poblado de piratas, bucaneros y corsarios, en cuyos periplos resuena, ante todo, la literatura de aventuras. Nombres como el de William Dampier, Ambrose Cowley o Woodes Rogers se asocian con la historia de las islas hacia fines del siglo XVII. Dampier y Rogers, el primero responsable de haber trazado algunas marcaciones acertadas de las islas y el segundo de haber usado por primera vez el nombre Falklands Islands para designar a todo el archipiélago, eran expertos privateers, es decir piratas con patente, corsarios al servicio británico. Como parte de su excursión sudamericana, Rogers asoló las posesiones españolas del puerto de Guayaquil, yendo a parar finalmente al Caribe, donde más tarde terminó como gobernador de las Bahamas y usó su licencia de corsario y su consigna Expulsis piratas, restituta commercia para dedicarse a la caza de piratas tan temidos como Edward “Blackbeard” Teach (el famoso Barbanegra). Dampier había formado parte también de expediciones de bucaneros, arrasando varias posesiones españolas en México, Perú y las Galápagos. Fue en dos barcos de Rogers, el Duke y el Duchess, que Dampier rescató al náufrago Alexander Selkirk de la isla de Juan Fernández para devolverlo a Inglaterra y que Daniel Defoe pudiera escribir Robinson Crusoe. Cowley, por su parte, concibió su propia cartografía de las islas, dando lugar a la leyenda de la imaginaria isla Pepys. Más tarde, cuando hacía ya décadas que se sabía que la Pepys era una mera invención de Cowley, se apropió de la leyenda el editor, archivista y propagandista de Juan Manuel de Rosas, Pedro de Angelis, embarcándose en una batalla por el reconocimiento de la existencia de la isla que se transformó en obsesión. La Pepys es el espejo mítico o fantasmal de unas islas que, siendo ellas mismas imagen espejada una de la otra, se han constituido desde los inicios en fuente de mitos y relatos de aventuras. El legado topográfico francés Malouines, legible en la palabra Malvinas, presenta de manera aún más obvia la inscripción pirata de las islas. Los colonos franceses que habían sido expulsados de Acadia (actual Canadá) y para quienes en 1764 Louis Antoine de Bougainville quiso fundar una colonia remota en el Atlántico Sur, provenían de Saint Maló, tierra de corsarios y piratas. Es curioso que el historiador revisionista José Luis Muñoz Azpiri, autor de la historia más completa de las islas que se haya editado en español, prefiera usar una perífrasis antes que designar a los malonenses directamente como piratas:
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…a muchos presos de aquellos días los sentaban atados en las barcazas, les conectaban el motor y les trababan el timón apuntando al sur y los largaban así, sin marinos ni timoneles, porque las barcazas, que como las armas de ellos tienen por reglamento un tiempo de uso limitado, ya no les servían más. A los británicos les divertía mirar desde la playa cómo zarpaban esas lanchas cuadradas, parecidas a barcos, llenas de presos, y se iban a toda marcha con la bandera flameando en la popa como si fueran piratas ingleses saliendo a conquistar las últimas postrimerías del mundo. Fogwill, Los pichiciegos
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La acción de circunvalar el archipiélago por el oriente y el sur y doblar el cabo de Hornos rumbo al Pacífico y las costas occidentales era, para ellos, juego de niños, aunque la actividad que emprendieran al otro extremo del Cabo fuese entretenimiento para esa especie de niños que añora las andanzas de un caballero con pierna de palo, parche en un ojo, gancho de hierro en el antebrazo y una cacatúa en el hombro que se pasea por las páginas de La islas del tesoro de Stevenson.1
Muñoz Azpiri, como ya lo había hecho Paul Groussac y lo hará la tradición historiográfica de cuño nacionalista o liberal, rescata la herencia francesa de las islas y exime a los franceses de Bougainville de posibles críticas, amparándose en un relativismo histórico que exculpa “travesuras inevitables como el contrabando, la piratería y la trata de esclavos”. Al fin y al cabo, dice, “Guillermo Brown e Hipólito Bouchard navegaron también al servicio de la Argentina con patentes de corso”2. Según Muñoz Azpiri, lo que diferencia a viajes como el de Bougainville de “la gira filibustera” del capitán John
| La Pepys es el espejo mítico o fantasmal de unas islas que, siendo ellas mismas imagen espejada una de la otra, se han constituido desde los inicios en fuente de mitos y relatos de aventuras. |
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Strong en 1690, es que este “No era un viaje de descubrimiento ni de fundación, encomendado por un soberano”3. Históricamente, los clamores anticolonialistas por Malvinas no han estado insertos en una crítica verdaderamente integral al colonialismo y la opresión. Esa anteojera nacionalista explica en parte por qué cuando estalló la guerra de Malvinas un sector importante de la izquierda supuso que, al oponerse a una potencia imperial, la dictadura argentina se convertía instantáneamente en antiimperialista. La denuncia antibritánica de Muñoz Azpiri eclipsa una crítica global del colonialismo (y de la piratería como práctica al servicio de los imperios). Ni Muñoz Azpiri, ni Groussac, hacen notar el hecho de que cuando se habla de piratas, todo depende del lado desde el cual se miren las cosas. Para los taínos los primeros piratas venían del puerto de Palos en carabelas, traían a Cristo en sus estandartes y les cambiaban oro por espejitos de colores. En pleno auge de los imperios y de los grandes relatos que históricamente los sustentaron, las aventuras de estos piratas en las Malvinas/Falklands configuran una suerte de crónica latente de inevitable sesgo literario que, vista en retrospectiva, pareciera haber sembrado las semillas para lo que los siglos XX y XXI sean un rico y abundante terreno de producciones ficcionales. Pero no serán aquellos piratas los que inspiren de manera directa las ficciones de las últimas décadas, sino una guerra ocurrida en eso que Borges describió, en su famoso poema sobre el soldado argentino y el inglés, como “una época extraña”4. Los mares de las islas han visto a náufragos, buscavidas, espías, vagabundos, presidiarios, corsarios y piratas que imprimieron en sus estelas la materia narrable de sus aventuras. Pero serán la guerra y la política, no aquellas aventuras de la era preindustrial, las que en definitiva disparen el dispositivo ficcional. La película Verónico Cruz: La deuda interna (1988), de Miguel Pereira, da cuenta de cómo la guerra de 1982 irrumpe sobre ese latente relato de aventuras configurado en torno a las islas. Verónico (Gonzalo Morales) es un joven colla de la provincia de Jujuy, huérfano, pobre y marginado, a quien el nuevo maestro rural del pueblo (Juan José Camero) se empeña en proteger y educar. Verónico aprende sobre la creación de la bandera argentina, y una de las primeras palabras que escribe es “Belgrano”. Además de lo que le enseña el maestro, la única conexión de Verónico con el mundo exterior se da a partir de su contacto con una historieta sobre piratas y corsarios. Verónico se sorprende porque los personajes de la historieta “se la pasan peleando todo el tiempo” y el maestro le explica que así eran los piratas, “pero ahora ya no hay más piratas, por lo menos de esos”. La curiosidad de Verónico por los barcos y un mar que nunca ha visto profundizan la relación con su maestro, que aprovecha para contarle que hoy existen otros tipos de barcos, veleros, pesqueros, cargueros, de pasajeros. El joven lleva siempre consigo un caracol que ha encontrado, como un tesoro escondido, en medio de la salina jujeña, y que refuerza su fascinación por el mar. A partir de esos elementos históricos (los piratas ingleses, la creación de la bandera por Belgrano) y prehistóricos (el caracol en la salina), la película de Pereira presagia el destino de Verónico, que más tarde se unirá a la marina y terminará formando parte de la tripulación del Crucero General Belgrano, hundido durante la guerra de Malvinas el 2 de mayo de 1982. Entre todos los tipos de barcos de los que hablaban a partir de aquella historieta de piratas, Verónico y su maestro no hacían mención a los barcos de guerra, pero será en uno de esos barcos en donde Verónico morirá, tras el ataque de un submarino británico, versión contemporánea de aquellos galeones piratas que, según parece decir la película, y como el maestro sugería, existen todavía pero de otra manera.
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“¿Piratas forever?”
La imagen de los británicos como piratas dentro del imaginario hispano nace en la época isabelina, cuando corsarios como Francis Drake y John Hawkins (padre de Richard Hawkins, a quien la historiografía británica le atribuye uno de los primeros avistamientos de las islas) se dedicaban a saquear colonias españolas a troche y moche. Esa imagen crece y se afianza en la Argentina a partir de la intentona colonialista británica de la cual las invasiones inglesas de 1806 y 1807 fueron apenas el comienzo. En 1872, Martín Coronado escribe el poema “La cautiva”, una especie de romance de gesta en el que la cautiva representa alegóricamente a unas Malvinas raptadas y violadas por un bárbaro y gigante pirata inglés contra quien el soldado, alegoría de la patria, se lanza en una cruzada de rescate. La piratería existe desde que existe la navegación y la literatura ha documentado esas historias desde sus inicios (en Homero se saquean puertos y se reparten botines por aquí y por allá). El libro escrito por el corsario francés Alexander Exquemelin, Piratas americanos (1674), recuento de sus viajes bajo el mando de Henry Morgan, contribuyó al desarrollo de la novela de piratas durante los siglos XVIII y XIX, que romantizó la llamada “edad de oro” de la piratería (1689-1718). La novela de aventuras es una forma moderna del género épico, pero los discursos nacionales se obligan a censurar la inscripción en sus páginas
del elemento criminal, lo que explica que los recuentos históricos británicos prefieran vedarles la entrada a las aventuras de filibusteros o, para usar una expresión de Muñoz Azpiri, “vaqueros con catalejo”. Y si por un lado los recuentos que sustentan la posesión británica de las Falklands no pueden glorificar aquellas aventuras y evitan nombrar a los corsarios y, más aún, a los piratas como tales, por otro lado, desde la Argentina, los discursos nacionalistas de derecha y los discursos anticolonialistas nacionales y populares, sean estos más o menos de izquierda, se inclinan hacia la sinécdoque: de la reina Isabel a Darwin, de Thatcher a Cameron, “son todos piratas”. Para cuando estalló la guerra con Gran Bretaña en 1982, hacía tiempo que el concepto de imperialismo formaba parte no solamente de los campos de discusión de la izquierda argentina y latinoamericana, sino también de las discusiones de la derecha nacionalista (a partir de libros como Argentina y el imperialismo británico publicado en 1934 por los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta, cuyo blanco principal era, por supuesto, Gran Bretaña5). Siempre presente en la historia nacional y reivindicada desde posturas tan variadas como las de José Hernández, Paul Groussac, Alfredo Palacios, los Irazusta, Dardo Cabo o la última dictadura militar, la causa de Malvinas ha tenido la capacidad de convocar a todo el espectro político argentino. En ese contexto, se podría sugerir que la palabra pirata es un término dúctil y homogeneizador dentro de una causa en la cual la izquierda y la derecha se unen. Pirata es una palabra lo suficientemente desideologizada como para ser resignificada ad hoc, es decir, la puede pronunciar la izquierda, el peronismo o la derecha, aunque al hacerlo aludan a ideas divergentes; es lo suficientemente universal como para apelar al resto del mundo, esté o no informado sobre la situación histórica y actual de las islas; es, en fin, lo suficientemente simple como para que un niño la entienda, y todo niño, aunque se sienta identificado con el héroe-pirata, sabe que los piratas no hacen cosas buenas. La frase que da título a este apartado, expresada por la presidenta Cristina Fernández vía Twitter en octubre de 2010 a partir de un anuncio de la marina británica sobre ejercicios misilísticos en el este de la isla Soledad, se explica quizá por todas las razones aludidas (la verdad evidente del hecho histórico, su persistencia en el imaginario nacional, el amplio alcance del término, su potencial metafórico). Aquí la sinécdoque agrega riqueza estilística al anecdotario de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Gran Bretaña por la cuestión de Malvinas. Pero más allá de la curiosidad de una jefa de estado tuiteando en spanglish, esos tuits son testimonio de cómo el lenguaje nacional y popular sobre Malvinas hace uso de esa acepción amplia y convocante del término, según la cual pirata, equivale a colonialista.
| En 1872, Martín Coronado escribe el poema “La cautiva”, una especie de romance de gesta en el que la cautiva representa alegóricamente a unas Malvinas raptadas y violadas por un bárbaro y gigante pirata inglés contra quien el soldado, alegoría de la patria, se lanza en una cruzada de rescate. |
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Contrabandistas y ciberpiratas
Fue de la literatura, no de los discursos historiográficos, políticos, testimoniales o mediáticos de donde primero surgieron los planteos más radicales sobre la guerra de Malvinas. Fueron los discursos ficcionales los que lograron evadir la autoridad de los mitos nacionales, la glorificación de la causa justa y la defensa de la soberanía argentina sobre las islas como premisas para contar la guerra, cuestionando el concepto mismo de nación, desarmando el Gran Relato Nacional y anteponiendo al heroísmo una trama de picardía. Y en un giro de ciento ochenta grados que demuestra cómo la buena literatura desarma los lugares comunes del discurso nacional y usa productivamente el lenguaje y la imaginación para interrogar a la realidad, la vocación anti-épica de algunos de los personajes más memorables de esas ficciones resulta ser justamente la del pirata. Pensada a propósito de la literatura argentina en su totalidad, la convocatoria del tema, “piratas”, del presente número de BOCADESAPO quizá no arroje más que el recuerdo de la temible viuda Chi de Historia universal de la infamia de Borges. Pero si se trata de Malvinas, la literatura nos obsequia el recuerdo de algunos piratas memorables cuyas historias resignifican ese término tan caro al discurso reivindicatorio de la soberanía y permiten pensar otros sentidos en torno a la guerra y a la causa nacional que la hizo posible. En Los pichiciegos, un grupo de soldados desertan de la guerra y fundan una colonia subterránea en la que su principal medio de sustento es una actividad subsidiaria de la piratería, el contrabando de mercancías. Azúcar, yerba, cigarrillos, chocolate, pilas, querosén, los pichis tratan de conseguir provisiones por medio del robo y a cambio de colaborar con los británicos en operaciones de inteligencia y sabotaje. La deserción es para los pichis un modo de asegurarse una supervivencia a corto plazo; no hay en ella nada programático ni heroico sino el mero intento de subsistir. Hay sí, como en la empresa de todo pirata, la voluntad de acumular a partir de una actividad netamente improductiva. “El pichi guarda, agranda, aguanta”6: la aliteración resume el lema imperante en la pequeña sociedad que crean los pichis bajo tierra, acumular mercancías, hacer más espacio para amontonar, rebuscárselas sabiendo que será imposible sobrevivir al invierno. Desertores, marginados, pícaros sin bandera, los pichis son asimismo la antítesis del pirata. Mientras
que el pirata es un fugitivo en permanente movimiento, los pichiciegos son sedentarios y se hunden bajo tierra, como el armadillo del que toman el nombre. “Sedentarios en un desierto del que no se deserta” es la frase que usó Néstor Perlongher para referirse a los soldados conscriptos que fueron a Malvinas, pero vale el préstamo para describir a los personajes ficticios de Fogwill.7 La deserción, y a la vez la imposibilidad de desertar en una guerra insular, son tópicos de los testimonios y las ficciones de la guerra. El que no desertó antes y se dejó llevar a esas islas lo hizo, según uno de los pichis, “por boludo” (56). Así, los personajes evaden la imposibilidad de desertar de esas islas huyendo tierra adentro. Ese tierra adentro no es metafórico, como la huida de Martín Fierro en el poema de José Hernández, hacia el interior pampeano, sino literal (el subtítulo del libro es Visiones de una batalla subterránea). Esa huida vertical, hacia abajo, es la única posibilidad de salvación. Correr es inútil ya que, como dice Quiquito, el pichi que sobrevive para contar la historia, eso “no se puede llevar a la práctica porque atrás tuyo, los de tu propio regimiento habían estado colocando minas a medida que avanzabas” (122). En definitiva, si los piratas sobreviven gracias a su movilidad constante, los pichis hacen del encierro en la pichicera su propia trampa mortal. Como queda dicho en el epígrafe, según una de las fantasías exquisitas que crea la novela, los pichis que son tomados prisioneros son lanzados en barcazas a surcar los mares remotos del sur como si fueran piratas ingleses. Leer el tema de la piratería a partir de estas ficciones y, a la inversa, usar la piratería como clave de entrada a ellas, son herramientas que sirven para afirmar el lugar central que ha ocupado el campo literario dentro de la cuestión Malvinas al haber logrado evadir las prerrogativas nacionalistas de la “causa justa” que, al menos durante las primeras dos décadas de la posguerra, los discursos mediáticos, testimoniales e historiográficos habían sido incapaces de sortear. En estos relatos, el significado de la piratería y los piratas se desplaza del lugar común, distanciándose del Gran Relato Nacional, desarmando los términos de la contienda y diluyendo todos los elementos cohesivos que dan forma a la idea de nación y que justificarían no solamente la guerra sino, más importante aún, lo justo de la causa que la hizo posible.
| Desertores, marginados, pícaros sin bandera, los pichis son asimismo la antítesis del pirata. Mientras que el pirata es un fugitivo en permanente movimiento, los pichiciegos son sedentarios y se hunden bajo tierra, como el armadillo del que toman el nombre. |
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En Las Islas, de Carlos Gamerro, el protagonista es Felipe Félix, un excombatiente de Malvinas devenido hacker, es decir, un pirata informático. Fausto Tamerlán, un siniestro empresario multimillonario de la década menemista lo contrata para que extraiga de las computadoras de la Secretaría de Inteligencia del Estado los archivos donde figuran los nombres de los testigos de un crimen que ha cometido su hijo. En el transcurso de esta búsqueda con ritmo acelerado de thriller, Félix descubre que la guerra de Malvinas está mezclada con la trama policial que está investigando: el enigma policial confluye con un enigma de la historia nacional que se cifra en esas islas. Diez años después de la rendición, todavía existe una maquinaria obsesiva y paranoica mediante la cual los militares siguen peleando la guerra. Félix crea un videojuego de la guerra para complacer al capitán Verraco, otro personaje nefasto de la novela, ex combatiente de la guerra y líder del proyecto “Argentinas en el 2000”. El videojuego, en el que los argentinos ganan siempre, es la excusa para poder meterse en las computadoras de la SIDE e insertar un virus que se aferrará “con ganchos de pirata” a la información que Félix busca.8 En su trabajo de hacker, Félix reconstruye los paisajes, los soldados y los armamentos para crear un videojuego bélico de Malvinas sirviéndose de juegos de otras guerras como la Primera, la Segunda o la del Golfo, o sea pirateándolas, o hasta de un video de las tortugas ninja al que recurre para representar a los ghurkas. La guerra nunca ocurre en la novela a no ser por un sueño de Félix o por esa realidad virtual del juego. Es decir, la guerra es un hecho del lenguaje, imposible de ser narrado en presente, pese a que toda la novela, siguiendo las reglas del thriller, está narrada en presente. La guerra sólo puede transcurrir en esa realidad de la pantalla que, además de ser virtual, se hace de retazos robados a otras guerras, también virtuales. Ese pirateo implica también un pirateo de la historia: en el videojuego de Félix los argentinos ganarán siempre por muy inepto que sea el jugador que mueve el joystick; pero al mismo tiempo, el virus Malvinas 140682 restaurará la verdad de la guerra, “repitiendo la historia sin mejorarla”, convirtiendo “la derrota en derrota” (113). El virus que inventa Félix en paralelo con el videojuego es corrosivo como la misma novela de Gamerro, que cuestiona permanentemente la idea de representación a partir de la construcción de diversas realidades en torno a las islas con las que coexisten los personajes, desde videojuegos hasta mundos “utópicos” o contra-fácticos, realidades que Las Islas crea explotando plenamente el uso de los géneros (el policial negro, la ciencia ficción, el thriller) y parodiando determinados relatos (utópicos, proféticos, ultranacionalistas). Pirata ya no es el término que describe al enemigo como parte de un discurso reivindicatorio de la soberanía. El uso pirata que hace Félix de otras guerras, es decir, el robo, es una práctica que esta novela total y monumental de Malvinas reproduce al infinito: con habilidad e imaginación se puede piratear el lenguaje, la historia, la realidad, la literatura misma y, de paso, en el proceso, descubrir algo un poco parecido a la verdad, cosa difícil de alcanzar fuera de la ficción.
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1 Muñoz Azpiri, José Luis. Historia completa de las islas Malvinas I. Buenos Aires, Oriente, 1966. pág.39. 2 Ibid, pág.38. 3 Ibid, pág.47. 4 Borges, Jorge Luis. “Juan López y John Ward” en: Obras Completas III. Buenos Aires, Emecé, 2007, pág.593 5 Guber, Rosana. ¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda. Buenos Aires, FCE, 2001. pág.88. 6 Fogwill. Los pichiciegos. Buenos Aires, Sudamericana, 1994, pág.71. 7 Perlongher, Néstor. “Todo el poder a Lady Di” en: Prosas plebeyas. Ensayos 1980-1992. Buenos Aires, Puñaladas, 1997. 8 Gamerro, Carlos. Las Islas. Buenos Aires, Simurg, 1998, pág.111.
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CUENTO
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Falsificaciones genuinas por Marcos Herrera No hay nada que los chinos no puedan copiar, dice Misha Glenny. James Stephensen lo escucha divertido. Stephensen se pone de pie y le pregunta a Glenny si quiere más café. Glenny le dice que sí, y agrega: aunque esto no es café, no tiene ni un átomo de esos granos maravillosos que se cultivan en Colombia. Para vos todo es falso, dice Stephensen. Glenny dice: lo que pasa es que cuando descubrís que el contrabando, la falsificación y el crimen están metidos en la vida cotidiana de todo el mundo, se hace muy difícil no sospechar de todo. Es mucho más tranquilizador creer que vivimos en un mundo en donde las leyes están por encima de los intereses económicos, pero lo cierto es que no es así. Por ejemplo, uno de los componentes de los celulares es un mineral muy raro que se saca de algunas regiones de África y se comercializa mediante el contrabando. La obtención de esta substancia ha desencadenado guerras sangrientas. ¿Vos crees que a las empresas de celulares les importa esto? ¿Vos pensás que alguien se preocupó en el plano legal para regular la comercialización de este insumo? ¿Los usuarios de los teléfonos móviles saben que sus aparatos están fabricados con algo que tiene una procedencia turbia? Stephensen vuelve con el falso café y dice: por favor te pido que no te distraigas, no empieces a hablarme de Colombia o de África, seguí contándome de los chinos. Stepehensen sabe que la vida de Glenny estuvo en peligro muchas veces debido a su especialidad y sabe que uno de sus destinos (Colombia) fue particularmente peligroso para el periodista de la BBC y de The Guardian. Mientras me preparaba para cruzar la frontera de Shenzhen hacia Hong Kong, dice Glenny, y recorría un mercado que vendía toda clase de artículos falsos, desde Rolex hasta zapatillas Nike y DVDs, lo que más me sorprendió fue que los oficiales de aduana patrullaban despreocupados mientras los clientes compraban DVDs falsificados por menos de un dólar la unidad. El mercado de falsificación de DVDs alcanzó un virtuosismo increíble, tanto que algunas marcas de imitación se anuncian como “falsificaciones genuinas”: es decir, copias 100 % fiables. Esta clasificación se ha implementado para diferenciarse de la competencia de DVDs todavía más baratos. Por ejemplo, en Fuzhou, no conseguí “falsificaciones genuinas” y terminé comprando una copia de Noche en el museo con diálogos sólo en ruso o en ucraniano y mi hijo se llevó una gran decepción. Que un vendedor chino te ofrezca un DVD falso es una experiencia cotidiana en muchas partes del mundo. Pero
en China, si querés quedar bien con el mundo exterior, podés ser mucho más ambicioso, dice Glenny, y le da un sorbo al café que parece aguachirle debajo de la luz fluorescente de una de las oficinas de la cadena inglesa. ¿Por qué vas a gastar una fortuna en un Mercedes Benz cuando podés comprar un Geely que vale la cuarta parte y, su aspecto, es casi idéntico al del auto alemán? En enero de 2004, dice Glenny, Siemens y Thyssen Krupp, dos gigantes alemanes de la ingeniería y la maquinaria eléctrica, contemplaron con orgullo cómo su tren Maglev, el Transrapid, salía de la estación Long Yang de Shanghái en su viaje inaugural hasta el aeropuerto Pudong. Un trayecto de treinta kilómetros que el tren, gracias a su tecnología electromagnética, hacía en ocho minutos, ya que alcanzaba una velocidad de 435 kilómetros por hora. El medio de transporte terrestre más rápido del mundo. Pero era caro. Glenny hace una pausa, sonríe, toma otro sorbo del líquido oscuro al que Stephensen le dice café, hace una mueca de asco y sigue. Cuando los chinos anunciaron una posible prolongación de 137 kilómetros a Hangzhou, un destino turísitico, los muchachos de Siemens y de Thyssen Krupp empezaron a festejar y les pasaron un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Los chinos, con su amabilidad milenaria, dijeron que lo pensarían mientras silenciosamente los mandaban a la mierda. Finalizando el año 2004, un equipo de ingenieros chinos irrumpió en los galpones de mantenimiento del Transrapid de Shanghái y empezaron a medir, pesar y examinar el tren entero. No dejaron centímetro sin inspeccionar. Al año, China anunció que construiría su propio tren de alta velocidad Maglev. El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, no tardó en meterse en la pelea y la prensa alemana acusó a China de haber robado la tecnología y de piratear los conocimientos alemanes a una escala inimaginable. Siemens y Thyssen Krupp se enfrentaban a un dilema. Porque aunque el Transrapid era un gran proyecto que le estaban sacando de las manos, también estaban apostando por otras grandes inversiones en China y optaron por proceder con cautela. Glenny hace una pausa, termina el café frío que queda en el vaso de plástico y mira a Stephensen con ojos que chispean por la comicidad de la anécdota que está contando. Stephensen dice: arrugaron. Era lo mejor que podían hacer, dice Glenny. Shanghái es la única vidriera para el Transrapid y el consorcio necesita mantener
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relaciones cordiales con los chinos para mostrar su logro a otros clientes potenciales. Finalmente, llegaron a un acuerdo. El 90 % de los nuevos trenes se fabricarían en China bajo supervisión alemana. No estaba mal. Sin embargo representó una pérdida enorme para los alemanes. Tengo hambre, dice Glenny. Todavía tenemos que trabajar por lo menos dos horas más si queremos llegar a la presentación del proyecto en tiempo y forma; mañana a las diez es la reunión, dice Stephensen. Ya sé, ya sé, dice Glenny; ¿y si pedimos comida? Stephensen dice: me parece una buena idea, acá cerca hay un delivery bastante bueno de comida china. Perfecto, dice Glenny. Anochece en Londres. Misha Glenny se despereza mientras mira a Stephensen marcar el número de teléfono del restorán chino. Van a comer chau fan, arrolladitos primavera de carne y de verdura, chop suey de cerdo y van a tomar Coca Cola, ya que si quieren seguir trabajando no pueden tomar cerveza, aunque les encantaría. No hay nada que los chinos no puedan copiar, vuelve a decir Glenny. Ya sean apliques para baño suecos, repuestos para aviones, muebles, pinturas no tóxicas (las falsificaciones hechas, por supuesto, con materiales de elevada toxicidad), productos alimenticios, ropa, incluso una nueva serie de aventuras de Harry Potter: Harry Potter y la tortuga de cristal. Cualquier cosa
que se fabrique es un buen blanco para los falsificadores chinos. Se calcula que las mercancías falsificadas de todo el mundo suman un valor de entre los 250.000 y los 500.000 millones de dólares al año. Alrededor del 60 % proceden de China. Entre un 20 % y un 25 % de las exportaciones chinas son falsificaciones y entre el 85 % y el 90% de los productos vendidos en el mercado chino son imitaciones. Son cifras muy grandes, dice Stephensen. Cuando se habla de China siempre son cifras muy grandes, dice Glenny. Vos pensá que tienen cuatro veces y media más habitantes que Estados Unidos y que se calcula que para 2016, o tal vez antes, van a destronar a los Estados Unidos como primera economía mundial. Claro, por eso los yanquis están temblando: se les viene la noche, dice Stephensen. La noche china, dice Glenny. Los delitos contra la propiedad intelectual han ocupado un lugar central en la relación entre China, por un lado, y las otras tres principales potencias comerciales del mundo, por el otro; la Unión Europea, Estados Unidos y Japón. Estados Unidos en particular da dos razones cuando reclaman al gobierno chino que haga algo. En primer lugar, insisten en que no es justo que los falsificadores obtengan beneficios de productos en cuyo marketing y desarrollo no han invertido nada. En segundo lugar, está el problema de la seguridad. En 2003, las aduanas alemanas confiscaron productos falsificados por valor de doscientos millones de dólares, entre los que hallaron pastillas de freno de recambio para vehículos Volkswagen. Aunque los repuestos parecen auténticos, siempre están fabricados a las apuradas: la seguridad no es una de las prioridades de los fabricantes de falsificaciones y las pastillas de freno tienen el potencial necesario para transformar los vehículos que las usan en armas mortales. Aunque nos seduzca su espíritu emprendedor, los productores y vendedores de estos artículos forman parte de bandas de delincuencia organizada. Glenny se queda callado y mira a Stephensen. Sabe que va a decir algo. Pasan dos segundos y Stephensen dice: desde esta silla, en la comodidad de mi egoísmo, puedo hacer una teoría filosófica sobre la entropía, el caos y la perdición de la raza humana y decir que por mí está bien que los falsificadores sigan con su trabajo, pero la verdad es que… No te gustaría andar en un auto con pastillas de freno son de miga de pan, dice Glenny. Desde su administración en la Organización Mundial del Comercio en 2001, China introdujo rápidamente la legislación básica necesaria para combatir el robo de la propiedad intelectual. Sin embargo, su implementación topa con tres escollos. El primero, que si bien China es un Estado Policial y un sistema de partido único, sus diferentes fuerzas policiales adolecen de una financiación acorde con sus necesidades, además de incompetencia y corrupción. El segundo, que el Gobierno es reacio a lanzar una campaña concertada contra las empresas falsificadoras que emplean un número incalculable de trabajadores que, de lo contrario, estarían desocupados. Y por último, la Trama Político-criminal que controla las economías provinciales está todavía menos interesada que el Gobierno central en ceñirse a las normas, aunque eso signifique perder socios occidentales. ¿Y la comida?, dice Glenny cambiando el tono; ¿por qué no los llamás, no sea cosa que se hayan olvidado? Stephensen llama por teléfono y hace el reclamo. Cuando corta le dice a Glenny: dicen que nuestro pedido ya salió para acá. Son tres cuadras así que no van a tardar nada, dice Glenny; y agrega: ¿le avisaste al de seguridad?, porque no lo van a dejar pasar. Sí, dice Stephensen, ya le avisé, pero eso de que son tres cuadras es relativo. Nosotros podemos ser el último destino del repartidor. Glenny resopla y sigue: la expansión del comercio global que ha acompañado al ascenso de China en las dos últimas décadas sin duda ha ayudado a escapar de la pobreza a decenas de millones de personas, constituye un formidable paso adelante para China y para otras economías emergentes. Pero la avidez por hacer negocios ha colapsado la capacidad mundial de supervisar los intercambios comerciales. Se supone que la Organización Mundial del Comercio vela por el juego limpio y por una circulación de bienes tan libre como sea posible. Pero por nobles que sean sus objetivos, en la práctica la OMC se limita a sostener el cuadrilátero mientras
un gorila rudo y atlético muy bien entrenado, hizo señas a los de la moto para que frenasen. En ese momento, el pasajero sacó un machete del interior de su chaqueta y le cortó el brazo limpiamente al oficial. Se lo amputó como una guillotina. Aunque sus colegas lo llevaron al instante al hospital más cercano, a una hora de Xiamen, los cirujanos no pudieron reimplantar el miembro. La AMET averiguó de qué pueblo eran los agresores y exigió a sus ancianos que se los entregasen. Pero los ancianos se negaron a cooperar y, como resultado del ataque, la AMET desmanteló el programa de control de carreteras, que había sido elogiado como una gran iniciativa en el plan para neutralizar a algunos de los gánsteres más poderosos de China. El objetivo había sido localizar una gran fábrica clandestina que falsificaba marcas de cigarrillos americanos y japoneses. La región del sur de Fujian se llama Da Shan (Montaña Grande) y es el hogar de algunas de las fábricas de falsificación más grandes y lucrativas del mundo. Estas instalaciones enterradas en la montaña producen millones de cigarrillos por día, que luego se introducen en el enorme mercado doméstico chino o se llevan en contenedores por Asia hasta Estados Unidos. La preocupación por la salud y la legislación para combatir el tabaquismo en Estados Unidos y Europa pueden haber hecho mella en los beneficios de las empresas tabacaleras occidentales, pero en China y Asia ¡la fiesta continúa! Mientras los asiáticos prueban suaves mezclas virginianas cada vez en mayores cantidades, la industria pirata de Da Shan emplea a comunidades enteras y debilita el mercado con sus falsificaciones cada vez más perfectas. En Pekín la preocupación es tan grande –entre otras cosas porque el gobierno se perjudica porque no puede cobrar los impuestos correspondientes sobre la mercadería pirata– que se ha convertido a la AMET en la fuerza policial más eficaz del país. No es exactamente la guerra, pero se acerca: los productores de tabaco ilegal han tejido sus propias redes de inteligencia que vigilan las actividades de la AMET y los agentes de aduana. Todos los años varios agentes de policía y empleados de las empresas privadas de seguridad se pasan al bando de los productores de cigarrillos ilegales, y cuando la AMET monta una redada, lo hace con una potente fuerza paramilitar. Le pregunté a un agente implicado en la lucha contra la mafia del tabaco si le parecía una buena idea que me diera una vuelta por Da Shan, como turista para ver qué podía averiguar. Me dijo que si quería ir que fuera, pero que no iba a volver. Un tipo muy conocido en la mafia del tabaco y la policía china era Tung Yan Yuk, alias Tony Tung, que empezó como pescadero al norte de Xiamen, en Fujian. A finales de los noventa, la policía china dictó una orden de arresto contra él y sus dos hermanos menores. Se le imputaban evasión de impuestos y contrabando de cigarrillos por un valor de 600 millones de yuanes (78 millones de dólares). Uno de los hermanos fue capturado y encarcelado en 2001, pero Tony y el otro hermano lograron escapar. Según un informe confidencial, Tung ya no visita ni Hong Kong ni China continental por miedo a ser
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un grupo de pesos pesados usan sus músculos y mejores golpes para noquear a sus rivales. En el rincón azul, el equipo combinado de los países ricos que defienden subsidios injustos se enfrenta a los productores de mercancías falsificadas, del rincón rojo. Por supuesto los débiles e indefensos se llevan una buena tunda en cada round. La urgencia china por crear empleo mediante la exportación de mercancías hace que el Estado siga haciendo la vista gorda ante las falsificaciones, además de que la capacidad del Gobierno de fiscalizar los intercambios es limitada. Por otro lado, en China la piratería sólo es un delito civil, con lo cual se multa a los culpables pero no se puede meterlos en la cárcel; así que si se cierra una fábrica de productos falsificados, es seguro que en un par de días vuelvan a abrir la fábrica en otro lado. Actuar contra empresas oportunistas que fabrican bolsos Luis Vuitton como churros para el mercado turístico es un trabajo agotador, ya que parecen reproducirse como conejos. Así y todo, son vulnerables a la acción policial cuando las autoridades locales colaboran. Sin embargo, en diferentes partes de China están proliferando empresas más grandes y problemáticas que no se amilanan fácilmente. El “Imperio de las Falsificaciones” está empezando a contraatacar y el “Lado Oscuro” cada vez es más fuerte. Justo en ese momento, Glenny interrumpe su monólogo y dice: ¿y la comida? Ya tiene que estar por llegar, dice Stephensen. Me voy a tomar otro de esos asquerosos cafés de la máquina, dice Glenny; ¿vos querés? Yo voy, dice Stephensen. No, voy yo, quiero estirar las piernas, dice Glenny. Se levanta, abre la puerta de melamina y terciado fenólico y camina por el pasillo blanco hasta la máquina. Stephensen mira los papeles que tiene en el escritorio. Cuando vuelve Glenny con los vasitos de plástico humeando, le dice: después de comer largamos con el tramo final del trabajo, ¿te parece? Sí, me parece bien, vamos a estar medio nocaut con la comida china, pero está bien, dice Glenny; de todos modos es terminar de redactar un par de hojas y poner un par de moños. Sí, dice Stephensen; además, lo que me estás contando me viene bien para otro informe. ¿Me vas a robar la información?, dice Glenny, sonriendo. Vos sabés que yo no hago eso, te voy a convocar para que trabajes conmigo, dice Stephensen; así que quedate tranquilo que vas a tener tu tajada. Cuando viajás de Xiamen hacia el suroeste, tierra adentro, continúa Glenny luego de quemarse los labios con el falso café, la ruta empieza a subir. La vegetación se vuelve menos verde y los montes más escarpados. El bullicio constante de las ciudades chinas deja paso a una quietud confuciana. En noviembre de 2006, un joven agente de la Administración del Monopolio Estatal del Tabaco (AMET) estaba en un control de carretera cuando vio una moto con un piloto y un pasajero que se acercaba a gran velocidad. La AMET es una fuerza integrante de los cuerpos de seguridad que pasa gran cantidad de tiempo en estas montañas porque en esta zona hay enormes factorías subterráneas de cigarrillos falsificados. El joven agente,
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arrestado. Pero ahora está felizmente instalado en Singapur, desde donde controla uno de los mayores imperios de falsificaciones y contenedores de Asia. Muchos de los detalles sobre las actividades de Tung salieron a la luz cuando la policía nacional de Filipinas efectuó una redada contra su fábrica Forietrans, en Pampagna, al norte de Manila, donde se estaban fabricando ilegalmente cientos de millones de cigarrillos. Este pueblo es parte del distrito legislativo representado por el congresista Mikey Arroyo, que es el hijo del presidente Arroyo. Los investigadores descubrieron lo que llevaban tiempo sospechando: Tung estaba sobornando a los legisladores de Taiwan y estableció vínculos con una fábrica en Raijin, una miserable zona de libre comercio en Corea del Norte, que también introducía tabaco falsificado en el circuito de venta al por menor. Las conexiones con Corea del Norte son inquietantes. Por fin, dice Stephensen. Glenny está tan concentrado en su relato que se sorprende al ver al chino que trae la comida. Es alto y está vestido de manera demasiado elegante para ser un chico delivery. No dice ni una palabra. Se limita a entregar la comida, a cobrar y a dar el vuelto. Luego, desaparece sin saludar. Stephensen despliega la comida en el escritorio. Corea del norte, sigue Glenny con la boca llena de chau fan, casi ha hecho realidad la distopía que imaginó Fritz Lang en Metropolis. El mismísimo Stalin se pondría colorado ante el culto creado por la dinastía Kim, cuya megalomanía es directamente proporcional al sufrimiento que ha infligido a su pueblo. Millones de norcoreanos se enfrentan a una lucha diaria contra la inanición mientras sus líderes se atiborran de decadentes manjares de importación. Para financiar su obsceno estilo de vida, Kim Jong II y sus secuaces han convertido a Corea del Norte en una gran plaza de las economías fraudulentas y clandestinas de Asia. Considerada la mayor productora mundial de billetes falsos de cien dólares (los llamados “superbilletes”, virtualmente indetectables), gran parte de la industria farmacéutica de Corea del Norte está consagrada a la fabricación de anfetaminas para satisfacer la demanda de Japón. Según la CIA, un destacado delincuente ruso cultivó un próspero comercio de material físil (materia prima de las armas nucleares) con Corea del Norte durante los años noventa. Por otro lado, los norcoreanos descubrieron hace menos tiempo lo provechosa que puede llegar a ser la falsificación de artículos. Al igual que los chinos, su población está deseando dedicarse a cualquier cosa y han demostrado ser especialmente hábiles en la elaboración de cigarrillos falsos. Aunque la emergente reputación de Corea del Norte como falsificadora fortalece la economía clandestina mundial, la apuesta de este país por la fabricación fraudulenta tiene un efecto colateral inesperadamente positivo. Paradójicamente, hace de Asia un lugar más estable: cuanto más se aproxima Corea del Norte a la órbita económica china, mayor es la influencia de Pekin sobre Pyongyang. China no está interesada en que un vecino nuclearizado tan impredecible se maneje libremente en una región que está cambiando vertiginosamente. El surgimiento de China como superpotencia regional, con aspiraciones a ejercer este mismo papel a escala mundial ha roto la baraja de los equilibrios en Asia. ¿Está bueno, no?, dice Stephensen. Como se da cuenta de que Glenny no sabe de qué está hablando, agrega: la comida. Los arrolladitos un poco aceitosos, pero lo otro está bárbaro, dice Glenny, y sigue: las tensiones entre China, las dos Coreas, Japón, Taiwán y Rusia, que hasta hace poco parecían abstractas, están adoptando formas más concretas. La preocupación más inmediata tanto para Estados Unidos como para los grandes jugadores regionales –China, Japón y Corea del Sur– es la identidad emergente de Corea del Norte como una potencia nuclear disfuncional. Japón y Estados Unidos también están preocupados por el impacto del crecimiento chino en la estabilidad de toda la región Asia-Pacífico. En resumen, los días en que Estados Unidos imponía sus criterios sobre seguridad en Extremo Oriente están tocando a su fin. De todos modos, hay que destacar que, como dije antes, si bien el crecimiento chino les pone los nervios de punta a las potencias occidentales y a Japón, tiene un
efecto profundamente estabilizador en muchos de sus vecinos más pequeños y volátiles. En el caso de Corea del Norte, la política estadounidense de confrontación con Pyongyang mediante una retórica cargada de furia y amenazas implícitas podría probarse que es mucho menos eficaz que la lenta y firme absorción de la economía norcoreana por parte de Pekín. China puede ejercer una inmensa influencia sobre Corea del Norte, si así lo desea, ya que la subcontratación de la producción a Corea del Norte no se limita a los cigarrillos falsos. Ese país fabrica productos incluso más baratos que China, y algunas de las mercancías “Made in China” que surten las tiendas occidentales en realidad provienen de Corea del Norte. En vez de amenazar con bombardearla, los chinos obran con sensatez al transformarla lentamente en un satélite económico. Y gracias al que probablemente sea el programa más ridículo instigado por la guerra contra el terrorismo de la Administración Bush, los productos hechos en Corea del Norte a menudo tienen un pasaje rápido y sin trabas a Los Ángeles o Nueva York. ¿Por qué? Bueno, es que después del 11 de septiembre, Washington decidió que se reforzara la seguridad portuaria; entonces, el 90% del tráfico comercial mundial que se transporta en contenedores por alta mar es controlado para identificar contenedores de alto riesgo, pero lo que se controla es que no haya armas terroristas o incluso terroristas. Por lo cual toda mercancía que no tenga estas características, ingresan sin problemas ya que la aduana estadounidense no pone trabas. Los cuatro puertos extranjeros más importantes en envíos de mercadería a Estados Unidos son, en este orden, Hong Kong, Shanghái, Singapur y Kaohsiung (Taiwan). El comisionado Robert Bonner decidió que una postura proactiva de aduanas en la inspección de contenedores marinos contribuiría significativamente a los esfuerzos generales de la agencia para proteger las fronteras de amenazas que podrían introducirse a través del
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tráfico comercial. Así nació la CSI (Container Security Initative). Todo muy emocionante. De este modo Bonner envió equipos de agentes de aduanas de Estados Unidos a todos los puertos del mundo que firmaron convenio con la CSI; por supuesto, aquellos puertos que se negaran saldrían perdiendo frente a los competidores que también comerciaban con Estados Unidos. Por eso la mayoría estuvo dispuesta a sumarse a esta ampliación del poderío global de los norteamericanos. Una vez que los contenedores son revisados en Shanghái o Taiwán, tienen el acceso permitido por la puerta verde. Su entrada a Estados Unidos está asegurada. Pero, qué pasa: la gran mayoría de los agentes de aduanas enviados por todo el mundo nunca han trabajado en el extranjero y solo muy pocos hablan otro idioma. En Taiwán, uno de los mayores centros de la CSI, ni un solo oficial habla mandarín, y mucho menos el dialecto fujianés de Taiwán. O sea que para poder determinar qué contenedores podrían albergar material nuclear o no, dependen de los agentes de aduanas del puerto local. No hay gente más propensa al soborno y a la corrupción que estos agentes. Así que si lográs que tu contenedor sea seleccionado para el examen ¡estás a salvo! Y este es un método ideal para pasar cualquier producto de contrabando a Estados Unidos. Por supuesto mucha de esta mercadería se fabrica en Corea del Norte. Lo cual hace de todo este despliegue una gran farsa. Stephensen ya terminó su comida y mira con ojos somnolientos a Glenny, que con el entusiasmo dejó enfriar la mitad de la suya. Glenny continúa: le pregunté al periodista Mo Bang Fu si la corrupción y el fraude inherentes a la vida económica y política china no amenazan con corromper el comercio mundial en su conjunto. Y él me contestó que hacía doscientos años, los ingleses iban a Shanghái y no eran los legendarios gentleman sino ¡piratas! Por eso, del mismo modo que los piratas ingleses saquearon y asolaron sus costas, quizás haya piratas entre los comerciantes chinos de la actualidad que estén devolviendo las gentilezas. De todos modos, me dijo Mo, cuando el mercado alcance una cierta escala, las peores prácticas se abandonaran y emergerá algo que pida regulación y un mecanismo regulador adecuado y no esta payasada de la CSI. Si Mo tiene razón en su pronóstico, entonces los Gobiernos del mundo quizás sean capaces de contener el crecimiento de la economía en la sombra y la temible dosis de inestabilidad que inyecta en nuestras vidas. Pero si fracasamos a la hora de instaurar un mecanismo regulador apropiado –es decir, algún tipo de Gobierno Global–, la delincuencia organizada y la corrupción se combinarán como hasta ahora con el proteccionismo y el chovinismo, engendrando un mundo muy inestable y peligroso. Glenny se queda callado y mira entre los restos de papeles en los que venía envuelta la comida y descubre un paquete pequeño y rectangular. ¿Y esto?, dice. Y antes de que Stephensen pueda decir algo, Glenny ya lo abrió. Es un paquete de Dunhill Red con la leyenda obligatoria que dice Smoking kills remarcada con resaltador verde. El que trajo nuestro pedido no era empleado de la casa de comida, dice Glenny. No parecía, dice Stephensen. Ni quería parecerlo, ¿viste cómo empilchaba? Hasta su ropa formaba parte de un mensaje. Posiblemente, cuando salgamos encontremos tirado en la vereda el cadáver de un perro. ¡¿Por qué?!, dice Stephensen. Es un mensaje típico de las tríadas para que no nos metamos en lo que no nos incumbe, dice Glenny. ¿Qué son las tríadas?, dice Stephensen. Es una organización criminal china, dice Glenny. ¿Como la yakuza japonesa?, dice Stephensen. Parecido pero distinto. Se dedican al tráfico ilegal de personas, la falsificación de tarjetas de crédito, la extorsión, las muertes por encargo, el blanqueo de dinero que produce el tráfico de heroína, la falsificación, venta y distribución de todo tipo de productos, la prostitución, etc. Pero otro día te cuento. Ahora llamá al de seguridad para que se fije si en la vereda hay un perro degollado. Glenny sonríe. ¿Cómo podés estar tan tranquilo?, dice Stephensen. No estoy tranquilo, pero estoy acostumbrado, dice Glenny.
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El presente relato fue realizado a partir del libro de Misha Glenny McMafia, el crimen sin fronteras, (Editorial Destino, Buenos Aires, 2008). Misha Glenny ha sido corresponsal de The Guardian y de la BBC en Europa del Este, y como tal fue testigo del hundimiento del comunismo y de los conflictos bélicos en la antigua Yugoslavia. Ha ganado importantes premios por su obra periodística, incluido el Sony Gold Award por su contribución a la difusión informativa. * Marcos Herrera ha publicado tres libros de poemas, un libro de relatos (Cacerías, 1997) y las novelas Ropa de fuego (2001) y La mitad mejor (2009).
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LA ÉTICA DEL HACKER ¿A qué se denomina “hacker”? ¿A qué “cracker”? ¿Qué diferencia hay entre ambas figuras? Este artículo retoma la reflexión del filósofo Pekka Himanen para ofrecer algunas pistas.
Por Susana Merino
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os hackers no son –como suele creerse– unos diablitos cibernéticos que se cuelan por entre las redes de internet con el propósito de alojar sus nocivas amenazas en los lugares más atractivos de nuestras computadoras y alterar o destruir nuestros bien organizados archivos. Pues sí, parece ser que los hackers son exactamente lo contrario, es decir caballeros que pueden ser informáticos o no, con un extraordinario sentido de la ética, el pundonor y la responsabilidad y una enorme pasión por su “métier”. De modo que si nos atenemos a la definición de Pekka Himanen1, el hacker es en realidad “un experto o un entusiasta de cualquier tipo que puede dedicarse o no a la informática” pero que se caracteriza fundamentalmente por adherir a una nueva moral contraria a la ética protestante del trabajo que desarrollara Max Weber. El hacker destaca, en cambio, la creatividad para dejar de atribuir al dinero un valor en sí mismo y cifrar los beneficios en metas sociales, tales como el libre acceso y la transmisión del conocimiento. Pero los “diablillos” también existen y su diversión más inocente es inocularnos algún virus o algún verme con siempre renovado entusiasmo e inventiva, sin hacer *Susana Merino De profesión arquitecta pero con una postergada vocación por la política. Desde hace más de veinte años (desde su jubilación), ha volcado sus reflexiones en escritos que comparte con sus coetáneos en la prensa independiente y en su blog http://desdemimisma.blogspot.com. En el 2009 participó en la Cumbre por la Paz, realizada en Colombia. Milita en diversas organizaciones sociales y en las filas del Partido Pirata.
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distinción de archivos y sin detenerse a considerar el grado de organización-desorganización que ocasionalmente encuentren en el camino de sus asoladores instintos, arremetiendo indiscriminadamente contra ellos, pero con la diferencia de que nada tienen que ver con los “hackers” a no ser por la dedicación y el empeño con que también suelen ejercer su oficio. De modo que para no herir a los benévolos “hackers” tendríamos que aprender a llamarlos “crackers”, como en realidad han sido bautizados desde su aparición en las telarañas informáticas. Es decir que en definitiva, “cracker” debería ser el nombre oficial de los también llamados “piratas informáticos”. Pero volviendo a los “hackers” que son los que realmente merecen nuestra atención, resulta ciertamente llamativa la aparición, en nuestra época, de una corriente de pensamiento particularmente espiritual en un sector tan fuertemente vinculado a los tejemanejes financieros y especulativos. Muy por el contrario, el ideal del hacker es desarrollar al máximo los conocimientos pero no para ponerlos al servicio de intereses privados sino de la sociedad de la que se consideran parte. Pruebas al canto, el “hacker” más destacado y probablemente más conocido por la comunidad informática es precisamente Linus Torvalds, el creador del revolucionario sistema que lleva su nombre y que se difunde libremente en todo el mundo. El filósofo Pekka Himanen, el informático Linus Torvalds y el sociólogo y planificador urbano y regional Manuel Castells son algo así como los tres mosqueteros de la “nética” (o ética de la red), como la llaman en su jerga. Se conocieron en 1998 en la Universidad de California, plaza fuerte de los hackers, y desde entonces han compartido y elaborado sus teorías sobre la ética hacker que Torvalds define como la necesidad humana de ir cumpliendo diferentes estadios a lo largo de la vida, del mismo modo como se ha ido dando en la evolución de la humanidad. El primero es el de la “supervivencia”, le sigue el de la “vida social” y concluye con el “entretenimiento”. Es decir que, superadas las dos primeras etapas del progreso humano, estaríamos entrando en la tercera, en aquella en que todo trabajador encuentra su tarea más que interesante, disfruta enormemente con lo que hace y aspira a compartirla con los demás. Se trata sin duda de un verdadero y revolucionario reto que pone en jaque a la tradicional “ética protestante del trabajo” cuyo sentido de la obligación se nos impone y constituye el centro del espíritu capitalista nacido en el siglo XVII. Según Himanen “la naturaleza radical del hackerismo consiste en su propuesta de un espíritu alternativo para la sociedad red, un espíritu que finalmente cuestiona la ética protestante y solo en ese sentido cabe afirmar que todos los hackers son realmente crackers porque intentan romper el cerrojo de la jaula de acero”.
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| …para no herir a los benévolos “hackers” tendríamos que aprender a llamarlos “crackers”, como en realidad han sido bautizados desde su aparición en las telarañas informáticas. Es decir que en definitiva, “cracker” debería ser el nombre oficial de los también llamados “piratas informáticos”. |
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Una jaula cuyos barrotes están hechos del tormento de la responsabilidad, de la imposición del deber y de la exigencia de una dedicación casi absoluta al imperioso objetivo de generar beneficios económicos para terceros. En el modelo protestante, el trabajo y el dinero se constituyen en el centro y en el eje de la vida y –como dice Himanen– la autoorganización personal pasa a ser “una región de flecos laborales sobrantes: la noche pasó a ser lo que queda del día: el fin de semana lo que queda de la semana y la jubilación lo que queda de la vida”. La ética del trabajo de los hackers se opone al trabajo-centrismo no solo del capitalismo sino también del comunismo, ya que ambos sistemas se basan igualmente en la ética del protestantismo. Por el contrario, la filosofía hacker intenta hacer extensivos a toda la sociedad los beneficios de la transparencia y de la accesibilidad a la información considerando que el crecimiento colectivo de esa información generará “espectaculares beneficios individuales”, beneficios que, desde luego, no se ciñen a lo exclusivamente económico sino que amplían las posibilidades de desarrollo personal, del disfrute de actividades lúdicas y de optar por ritmos de trabajo más aptos a las condiciones y capacidades de cada ser humano. Los ejemplos más evidentes son sin duda el ya mencionado Linux e Internet, sistemas de acceso completamente abiertos que podrían emularse en otros aspectos de la vida, lo que hace que ambos no sean solo tecnologías vinculadas a la informática sino verdaderos modelos sociales en los que nada se halla ni se da por terminado sino que participan de una dinámica en la que los aportes, las críticas, los añadidos externos enriquecen y colaboran a su permanente y superadora evolución. Se trata, en realidad, de asimilar las experiencias que históricamente han encadenado los conocimientos científicos contribuyendo al conocimiento del universo, de sus leyes naturales y de los avances tecnológicos realizados que en modo alguno hubieran podido lograrse si la ciencia no constituyera también un modelo abierto. Convertir estos ámbitos en modelos cerrados, reduce considerablemente las posibilidades de incorporar otras miradas, otras iniciativas y sería tan absurdo como que cada generación de investigadores tomará la decisión de desechar todos los resultados –anteriores– y dejara que la siguiente generación volviera a empezar desde cero. Dicen los hackers que este modelo abierto tiene como único límite la imaginación y que sus ventajas derivan del espíritu de cooperación que se establece entre los individuos, lo que lo transforma en un nuevo modelo social en el que internet puede utilizarse por ejemplo para organizar recursos locales, como de hecho está sucediendo con toda la información que circula libremente por la red y que permite el intercambio de enfoques y de noticias alternativos a los que nos tienen sometidos la prensa radial, escrita o televisiva tradicional.
| La ética del trabajo de los hackers se opone al trabajocentrismo no solo del capitalismo sino también del comunismo, ya que ambos sistemas se basan igualmente en la ética del protestantismo. |
A partir de 1990, dos conocidos hackers norteamericanos, Mitch Kapor (creador de Lotus2) y John Perry Barlow pusieron en marcha la organización Electronic Frontier Foundation (EFF) cuyos objetivos eran potenciar los derechos del ciberespacio definiéndose como una organización sin ánimos de lucro que trabajaba en defensa del interés público para proteger las libertades civiles entre ellas la privacidad y la libertad de expresión en el ámbito de la informática e internet. Esta iniciativa surgió ante la necesidad de oponerse a la ya entonces evidente intromisión de los estados y de las empresas empeñados en conducir ambos instrumentos por senderos opuestos a los ideales de los hackers. Se trata, sin duda, de un terreno codiciado por los grandes intereses y que requerirá una protección decidida de los límites personales de cada individuo defendiendo el uso de la tecnología de alta encriptación que los gobiernos, comenzando por el de los EEUU, desaprueban por lo general y la creación de sistemas que permitan las transacciones anónimas contra la actual necesaria identificación que permite el almacenamiento de una infinidad de datos sobre las vidas de las personas. Para terminar, creo interesante e ilustrativo transcribir el sueño de John Gilmore sobre una sociedad basada en los principios hackers. Dice Gilmore en su manifiesto Privacidad, tecnología y sociedad abierta: “¿Qué sucedería si pudiéramos construir una sociedad en la que la información no pudiera ser recopilada nunca, en la cual se pudiera alquilar una cinta de video sin dejar una tarjeta de crédito ni el número de cuenta bancaria, en la que se pudiera demostrar que se tiene licencia para conducir sin dar ni siquiera el nombre, en la que se pudieran enviar y recibir mensajes sin revelar la situación física al igual que una oficina de correos electrónica? Una sociedad así es la que quiero construir.” Gilmore fue también cofundador de la Electronic Frontier Foundation, creador de la jerarquía alt.* en Usenet, uno de los diversos sistemas de noticias que existen en el mundo, integrante de una gran cantidad de servidores de noticias internacionales y una de las personas con mayor número de contribuciones al proyecto GNU, un sistema operativo similar a Unix de software libre. Estas palabras, fiel reflejo de sus principios, son parte de un discurso que pronunciara en el Primer Congreso sobre Ordenadores, Libertad y Privacidad, realizado en 1991, en Burlingame, California. Rectifiquemos entonces nuestra errónea idea sobre los hackers, despejemos el camino de su ética y finalmente asumámosla con entusiasmo como propia junto al sueño de Gilmore.
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1 Himanen, Pekka. La ética del Hacker y el espíritu de la era de la información. Destino, Barcelona, 2002. http://publishing.yudu.com/ Freedom/Af8p7/hack/resources/78.htm
2 Lotus: software de origen inglés que combinaba plantilla de cálculo, procesador de texto y otras aplicaciones para computación personal. Aunque al principio fue más popular que Microsoft Office, Lotus perdió la batalla en el mercado de aplicaciones de escritorio.
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¿PIRATAS DE LAS PAMPAS?
Una de malones no románticos El análisis de los documentos de comandancia de frontera en la Buenos Aires colonial del siglo XVIII revela la existencia de una compleja trama político-económica: las relaciones diplomáticas entre españoles, indígenas y mestizos eran concertadas de acuerdo a la necesidad y el tráfico de bienes y cautivos.
Por Eugenia Néspolo y Francisco Fernández
*Eugenia Néspolo es doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como coordinadora de la Licenciatura de la Universidad Nacional de Luján y docente de las cátedras de Análisis Socio-económico y de Historia Argentina I. Participa del grupo GEIPP (Grupo de Estudio de Investigación de los Procesos Políticos) en el Instituto Ravignani. Autora de numerosos artículos de investigación y del libro, recientemente publicado: Resistencia y complementariedad, gobernar en Buenos Aires. Luján en el siglo XVIII: un espacio políticamente concertado (Buenos Aires, Escaramujo Editorial, 2012). *Francisco Fernández es ingeniero por la Universidad Tecnológica Nacional.
Señor mío. Acabo de recibir noticia que los indios Auca en que se hallan en el Arroyo del Cayru y Salinas (hará distantes días pretendiendo estar?) en Paz daban muestras de que querer venir a hostilizar es frontera y el Pago de la Magdalena por cuya razón encarga mucho el Cacique Rafael Yhati se esta congregando especialmente en dichos Parajes pues la venida según se persuade de llegara acerca de 500 y (que se lo?) aguardan para venir el que (arriba?), por lo que y conviniendo elegir en ese Partido persona en quien concurran las circunstancias necesarias para el sargento mayor de las milicias, y que prontamente las pueda poner en estado de defender esas fronteras de cualquiera invasión de que intenten los enemigos (…) Prevengo a Vm. que así en este asunto como en los demás que en adelante se ofrecieren ordenen el mando de estas milicias defensa del partido y salir en busca del enemigo así siempre que se contemplare necesario deberá estar (ellas ordem?) y practicas las que (le comve..?) el Coronel y Comandante de la tropa de infantería de esta ciudad y su jurisdicción por el Ex. Señor y capitán General lo que ya (se viene?) hecho saber (a todos?). Dios que Vm. más años Bs. As. 20 de enero de 1758. Señor Don Joseph de Cheves.1 Este parte da cuenta del esfuerzo defensivo ante los ataques que, frecuentemente, propinaban los indios a los pobladores rurales de la frontera de Luján, obligados tanto a paliar su subsistencia cotidiana como a defender la región. El testimonio de Manuel de Pinazo claramente sintetiza una situación cotidiana en la jurisdicción, cuando afirma: “toda mi gente está desarmada pues no tienen municiones ni bocas de fuego y [...] todos están recogiendo sus cosechas pues [...] se mantienen, juntamente con las numerosas familias de que hayan cargados”2. Estos vecinos comprometidos en el servicio en las milicias, para recoger ganado, viajar a las salinas y patrullar la frontera,
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uién no ha soñado con ser pirata? Si hasta la industria de Disney le aporta una gran cuota de benevolencia con su zaga de piratas monstruosos y queribles. Armarse de un barco, conseguir tripulación fiel, el amor prohibido de una doncella de alcurnia e ir a emborracharse a Tortuga fue el sueño de muchos en todas las épocas… Y al grito de “¡Al abordaje!” tomar el tesoro de un Rey, para dilapidarlo o regalarlo a los pobres. Pero las ficciones nos enseñan que también se puede ser pirata en tierra. Si la piratería es el atentado contra la propiedad, el romanticismo llegó hasta nuestras pampas con esta película: en medio de un océano de tierra, pobres blancas soportaban los malones de unos indios dignos de una competencia de físicoculturismo, mientras desdichados chacareros pugnaban por hacerse un lugar en la América española. Pero, ¡alto! No todo es romanticismo. Ni las persecuciones fueron totales, ni los piratas tan buenos, ni los indios tan musculosos. Sabemos que Drake robó para la corona inglesa, que muchos piratas fueron pagados por Francia y Holanda y que... los indios también tenían lo suyo. Para el siglo XVIII, Buenos Aires no era más que un caserío en la frontera al sur del imperio español. Y si Buenos Aires era un caserío que contaba con un fuerte y tropa de defensa, Luján era la última frontera con el “otro”, el “Indio”. En el siglo XVIII el pago de Luján contaba con fuerte, cabildo y comandancia de frontera y aún así los pobladores rurales no estaban protegidos de los malones indígenas que asolaban la región. El parte de frontera de 1758 expresa:
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fueron necesarios por la existencia misma de un indígena que supo resistir al dominio español. Pero a su vez, éstos también debían ocuparse en actividades productivas que les permitieran subsistir. Los informes de Miguel Zalazar, Matías Cano y Martín Benites al comandante general de fronteras, Francisco Balcarce, permiten observar cómo el “recoger sus trigos” y “sembrar sus Huertas” es “el único medio con que estos pobres milicianos mantienen sus familias y se pueden constituir soldados”3. Así, en 1775 el capitán del fuerte informaba que por ser época de cosecha se dificultaba la concurrencia de los milicianos, “porque aun cuando se hallasen de los que no tuviesen trigos”, contempla, “harán mayor falta, por ser estos los peones que se conchaban para la siega”4. La imposibilidad de acudir al servicio en las milicias se encuentra, con recurrencia, en la época de siembra. La siguiente orden de Francisco Balcarce a Nicolás de la Quintana, capitán del fuerte de Luján, evidencia no sólo que la agricultura es un elemento vital para los pobladores sino que su ciclo productivo es respetado y asegurado por las autoridades.
| Los malones, como empresa punitiva y extractiva que se llevaba ganado y cautivos, no generaban una satisfacción en su contraparte, pero permitían mantener un cierto equilibrio de convivencia entre ambas sociedades. |
...que aunque es cristiano lo llevaron de pequeño de edad de 9 años en la invasión que hicieron en el pago de Magdalena por cuya causa se ha olvidado de la doctrina y misterios de la fee [...] Dice que el año pasado vino con su amo al Volcán y estuvieron en la reducción que havia allí en lo que estaban tres Padres y [...] que habiendo pretendido liberarse del cautiverio su amo pidió por el muchas yeguas cascaveles, frenos, espuelas, aguardiente y que su hermano le pidieron lo de él encargo que lo fuese a libertarle pidieron lo de él encargue pura ropa por lo que no pudo ir a rescatarlo con lo cual llevaron otra vez adentro.6 Con el rescate no sólo se cerraba una transacción comercial, sino que también se abría una instancia diplomática. El canje de cautivos implicaba ser mensajero ante las autoridades de la frontera. El conflicto imperante entre ambos conjuntos sociales constituye a los cautivos como un botín de guerra y como un recurso para mantener una cierta paz al entablar relaciones diplomáticas. De lo acaecido en el mes de julio antecedente con una porción de indios de que dio noticia al cacique de Paz llamado Calelian venían bajo de la misma buena fee amigos a que se les señalase paraje para su comercio, según costumbre, y no habiéndoseles permitido [...] les insito a vengarse, dejándose caer 15 días después sobre tres estancias de la frontera de Lujan, que sorprendidos sus alisadores por ser de noche aprisionaron 21 personas quitaron la vida a 13 antes que pudiesen ser socorridos de las milicias de caballería inmediatas.7
Numerosos documentos, como los siguientes extractos, testimonian la práctica de utilizar a los cautivos para entablar relaciones diplomáticas: …Llego un Cacique llamado Posmay, auca de nación, quien quedo apalabrado con los Padres de venir ha hacerse cristiano con toda su gente para lo cual dejo en prenda una cautiva prima del teniente alguacil mayor [...] como también trae consigo otra señora y un Paraguay cautivos”.8 Pehulchus, aucaes y serranos piden la paz para lo cual despachan tres cautivos9. La devolución conjunta de personas para ratificar la paz se constituyó en una práctica aceptada por ambas sociedades. La función de los cautivos como portadores de buenas intenciones para entablar relaciones diplomáticas es un aspecto más que repetitivo en este período, así como que el motivo de concertar la “paz” obedecía a la necesidad de comerciar. Lo acontecido en 1768, cuando Lepin se sitúa como interlocutor de las negociaciones, lo ejemplifica: “su cacique Lepin por cuyo motivo dicen [...] le rinda concederles licencia para que se queden los cuatro que vinieron con el cautivo puedan volver y conducir las dos chinas que trajeron, quedando dos de ellos asta el regreso”10. La compra de cautivos o su intercambio intra e inter-étnicos posibilitó –en parte– la ceremonia de la diplomacia. En 1777 llegó al fuerte de Luján “el cacique Lorenzo hermano de Yncayal ya muerto; quien dice viene a ver a V. Exia y verificar las pases que se habían pactado con su hermano, que para prueba de esto, ha comprado dos cautivos, que trae”11. El cacique Antepan recurrentemente aparece como poseedor de cautivos, que en
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El vecino rural se encontraba vinculado a un mercado local muy sensible a condiciones estacionales. Cuando la cosecha abundaba o caía la demanda de sus productos y con ello los precios, dichos milicianos o pequeños productores debían vender cantidades crecientes, a costa de poner en peligro la reproducción del ciclo productivo. En este sentido, casi ningún año era bueno, ni con precios altos ni con precios bajos. La mayoría debía conformarse con vender su producción en sus mismos pagos, en general a los pulperos. Del otro lado de la frontera, el indio, por su parte, utilizaba sus métodos para obtener lo que necesitaba del hispano criollo. Los malones, como empresa punitiva y extractiva que se llevaba ganado y cautivos, no generaban una satisfacción en su contraparte, pero permitían mantener un cierto equilibrio de convivencia entre ambas sociedades. Buena parte de los cautivos era obtenida de los vecinos rurales: la edad y el estado físico definía su suerte ya que recogían leña y domaban potros para los indígenas. Otro posible uso de cautivos pudo ser como mano de obra para la agricultura y para el cuidado de ganados vacuno y caballar. Esto se infiere de las observaciones de Falkner5, quien señala la negativa de algunos caciques Moluches a entregar sus cautivos, lo cual invita a examinar otras funciones posibles dentro de las sociedades indígenas. Los cautivos son utilizados –en parte– para ser intercambiados entre las parcialidades y en mayor escala con los españoles bajo el rótulo de “rescate”, a fin de lograr bienes hispano-criollos (sombreros, lomillos, mantas de bayeta, estribos, espuelas, freno sin copa, cabezadas con pasadores, mazos de cuentas, ropa y ganado). La declaración de Manuel Mazedo es un buen ejemplo para observar no sólo el tiempo que permanecen en cautiverio y el costo del rescate, sino los bienes requeridos a cambio:
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ocasiones le entrega a Lepin para que éste inicie conversaciones de paz, o para pedir permiso para pasar a vender sus efectos. La frecuencia de los malones y el tráfico de ganado fomentaron la circulación de una gran cantidad de personas, mayoritariamente mujeres y niños, que engrosaban la población local y aseguraban su reproducción (cuando no eran devueltos a cambio de rescate). Las cautivas podían convertirse en esposas de sus captores, que así lograban sortear su pago, o eran entregadas por éstos a otros hombres a cambio del equivalente al que obtenían por una mujer de la propia familia dada en matrimonio. Además de las funciones de reproducción biológica de estas mujeres, se agregaba su fuerza de trabajo. Es decir, la mujer cautiva se capitalizaba no sólo como un bien pasible de intercambio con el hispano-criollo, sino como “vientre” y como fuerza de trabajo dentro de la economía doméstica. Las actividades de la mujer dentro de la comunidad evidencian el valor de las cautivas, ya que ellas debían desempeñar “el cuidado de la casa (…), ellas acarrean la leña, el agua, cocinan, hacen, componen y barren los toldos, soban y cosen los cueros y también las pieles menudas de que fabrican sus mantas o carpas, e hilan y tejen ponchos o macun”.12 La dificultad de adquirir mujeres, por el costo del precio de la novia, marcan también su valor. ...los casamientos se efectúan por compraventa, como el marido compra a su mujer a los parientes más cercanos y no pocas veces a precio bien subido en abalorios, cascabeles, ropa, caballos, u otra cosa que entre ellos tenga valor. Muchas veces tratan por sus mujeres y hasta pagan parte del precio siendo éstas aún en tierna edad, y años de ser casaderas. A todo indio le es lícito tener tantas mujeres como pueda él comprar o sostener [...]. Rara vez acontece que el indio tenga dos y tres a un sólo tiempo [...]. La razón de esto es que no abundan las mujeres, y las hay son tan caras que muchos viven solteros [...] las mujeres principales, o a las parientas de los caciques se les permite que tengan esclavas, que toman sobre sí la parte más pesada de las tareas domésticas.13 En este orden Falkner caracteriza a los malones como una empresa que mata los hombres y cautiva a las mujeres y niños y se apodera de toda la hacienda. Esto le permite calificar a tehuelhets, chechehets, como “gente de mucha fuerza y esbelta, y no tan trigueños como los demás indios; algunas de sus mujeres hasta son tan blancas como las españolas”14. Todo lo cual invita a pensar que en su mayoría eran cautivas blancas o que el grupo había obtenido un alto nivel de mestizaje. Por su parte, el jesuita Cardiel notó que los aucas solían venir a las pampas sin sus mujeres, cuestión que pudo haber favorecido, aún más, los casamientos interétnicos y la demanda de las cautivas blancas.
En suma, los/as cautivos/as pueden ser considerados como medio indirecto de acumulación y, en menor medida, como medio político de la dominación de un grupo (o clase) que se pretende o se constituye como dominante: el cautivo como privilegio de una autoridad –factible a ser interpretado en los términos de “esclavitud”, antítesis del parentesco, en tanto su estado está vinculado a una situación de extranjero de-socializado que conlleva a una “negociación” (demostrar su utilidad, buscar un mejor espacio al interior de la nueva sociedad y su jerarquía)15. Por otro lado, los documentos relevados muestran en el período un activo comercio de ponchos y otros géneros como bien de uso, y evidencian una intensa circulación exenta de gravámenes hacia la campaña, la villa de Luján y la ciudad de Buenos Aires. El siguiente informe del fuerte de Luján ejemplifica comunicaciones recurrentes durante el siglo XVIII. | El canje de cautivos implicaba ser mensajero ante las autoridades de la frontera. El conflicto imperante entre ambos conjuntos sociales constituye a los cautivos como un botín de guerra y como un recurso para mantener una cierta paz al entablar relaciones diplomáticas. |
A este pedido del comandante de la frontera de Luján le responden desde de Buenos Aires que “no embarace la venida de los indios a esta ciudad a vender sus efectos pero deben ser escoltados con el mayor cuidado y vigilancia”. La reconstrucción secuencial de los contactos, a partir de una enorme masa documental desordenada –piezas de un rompecabezas que al ser resueltas interactúan en retratos que van construyendo una historia cotidiana (o micro)– permite advertir que dichos “efectos” incrementan a lo largo del siglo: ….Pasa el cacique Toroñam a esa capital con algunos indios y chinas, a expender sus efectos da por noticia haber llegado una partida de aucaes a los toldos de Nagualpan, lo que ha verificado para haber venido al día siguiente cinco indios de Canupy con algunos ponchos a vender, quienes dijeron les habían venido parientes de chile, estos pasado mañana se regresan pues ya casi han vendido lo mas.17 Es de observar, a su vez, que el pedido de autorización se realiza siempre y cuando la intención sea pasar a Buenos Aires a vender los ponchos, no siendo igual cuando el deseo es pasar a las “chácaras” cercanas. Cualquier sea el caso, el intercambio es autorizado generalmente por la autoridad del fuerte sin mediar mayores formulismos. Diferenciar este intercambio o comercio informal alternativo del que los indígenas realizan en Buenos Aires (también informal en cuanto que no paga “alcabala” o impuesto colonial) permite inferir su incidencia en la vida de los pobladores de la frontera. Aunque es imposible estimar la venta de ponchos en el pago, es significativo que el 30% de los registros de cuenta del mismo. La imposibilidad para establecer una cuantificación confiable se debe a que los testimonios repetitivamente señalan, por ejemplo: …Peguntándole si havia llegado el Cacique Negro con sus indios, responde que ha sabido que dicho Cacique paso muy retirado de los toldos de los demás Caciques, y que se fue a el río de los sauces a incorporarse con sus indios. Preguntándole que a que se dirige su venida, responde que vienen a hacer trato de sus efectos con Buenos Aires para lo que piden permiso.18 A estos pedidos desde Buenos Aires se les responde siempre: “puede decirle vengan acompañados y con las justas precauciones a presentarme esos indios”19. La situación en los últimos años de la década del setenta se complejiza, en parte, por los cambios políticos ocurridos durante los dos años previos y por el tenor de los contactos con los indígenas. Así, desde la frontera, Joseph Vague, el capitán de “blandengues” (tropa a sueldo) de frontera, debía cumplir las instrucciones que le llegaban de Manuel Pinazo, el comandante, y del virrey, y especialmente del señor Don Diego Salas, teniente del rey, cargo militar que sólo tuvo actuación significativa sobre los capitanes de blandengues durante el año 1778. El 1 de agosto de 1776 Don Pedro de Cevallos es designado virrey, gobernador, capitán general y superintendente general de real hacienda por real cédula. Al tiempo de crearse el virreinato, tomó posesión del cargo en Buenos Aires el 15 de octubre de 1777, aunque desde enero lo ejercía en
la Banda Oriental. Por su parte, el gobernador y capitán general, Juan José Vértiz y Salcedo, continúo en el cargo hasta la llegada de Cevallos. Años complicados en la estabilidad política relacional, ya que a tan sólo veintidós días que Cevallos tomaba posesión del cargo, el rey nombraba a Vértiz como el nuevo virrey, quien toma posesión del cargo en Montevideo, el 26 de junio de 1778. Mientras tanto, Manuel Pinazo para 1776 era nombrado comandante general de milicias de campaña, cargo que se sumaba al que detentaba como maestre de campo. Apenas puesto en funciones el virrey Don Pedro de Cevallos, luego de haber analizado la cuestión de las “fronteras con el indio”, dirigió una comunicación al Cabildo de Buenos Aires el 2 de julio de 1777 en la cual se manifestaba: “Admirado de saber la indolencia con que de algunos años a esta parte se toleran en los términos de esta ciudad las crueldades de los infieles cometen impunemente a los pobres vecinos de esta campaña”20. En consideración de esto pedía que se diera orden al maestre de campo Don Manuel Pinazo “para que con buenos prácticos pase a situar las compañías en los puestos más convenientes”. Pinazo se manifestó por adelantar la guardia del Zanjón a los Camarones, la de Luján a los Manantiales de Casco, y la del Salto a la laguna del Carpincho. La aceptación de lo que proponía Pinazo significaba llevar las guardias al sur del río Salado y los cabildantes dieron aprobación al proyecto. A fines de 1777 le fue presentado al virrey un amplio plan de defensa que se proyectaba a partir de la colonización; su autor había sido Felipe de Haedo, que vivía en la Banda Oriental y bien conocía Colonia de Sacramento pero no el sur de Buenos Aires, en este desconocimiento radican las mayores críticas al documento que presentara, titulado “Descripción de la Colonia de Sacramento y Sud de Buenos
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…Muy Sor. mío los indios que se quedaron en esta guardia con el Cacique Lepin [...] se siga en esta conformidad, como también lo que deberá practicar mi alférez con el indio Flamenco que esta esperando en la Sierra a principios del mes que vienen y se les ha de permitir el Vayan a Bs. Aires a hacer sus ventas de ponchos.16
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Aires”. Aunque este plan no fue llevado a la práctica, demuestra –según varios historiadores21– una vez más la preocupación del virrey Cevallos por hacer retroceder a los indígenas y lograr un avance de las fronteras más allá del río Salado –crecimiento de la territorialidad que no fue logrado ni por su sucesor. Cevallos planifica su entrada general para principios del mes de febrero de 1778, una vez que los pobladores de la campaña hubieran recogido sus cosechas, esperando regresar antes que empiece el invierno. Proyectaba “villas o lugares que sirvieran de antemural o auxilio a los viandantes en aquellos desiertos”22. La fundación de nuevas villas y fuertes no desatendía la consolidación de los existentes, ni una entrada general al territorio indígena. Cevallos expresaba: ...la entrada general que contemplo necesaria y más fácil de practicar; la que debe componerse de vecinos de Mendoza y de San Juan por las márgenes de la gran Cordillera de Chile hasta el Río Diamante y más allá siguiendo por el paraje y frontera nombrada de las Pulgas, hasta juntarse con aquellos en el punto de reunión que se les destine [...] de los vecinos de las inmediaciones y Sierras de Córdoba [...] y agregándose los muchos milicianos que pueden salir de los Arroyos y demás cercanías de Buenos Aires, es muy fácil componer un cuerpo de diez a doce mil hombres capaces de arruinar esa canalla de indios despreciables, y abominados aun de los propios de su especie que pueblan las serranías.23 Tal plan fue expuesto en la memoria que le dejara a su sucesor, lo mismo que un mapa para coordinar los movimientos de las fuerzas ofensivas. Los historiadores afirman que Cevallos no llevó adelante dicho proyecto porque esta acción era de tal envergadura que debía esperar la aprobación de la metrópoli. Las razones que ofrecen son el carácter extraordinario del mismo y el gran costo económico que insumiría. No obstante, el siguiente testimonio muestra otra faceta de la relación que las autoridades españolas mantuvieron con el indígena. Es que mientras se trataba de mantener el esfuerzo defensivo con vecinos milicianos y tropa a sueldo (“blandengues”) se mantenía comercio con los indios desde el alto mando local más decidido a dar término a la presencia indígena y lograr un avance de las fronteras. Exmo Señor. Señor. En virtud de la orden verbal que me trajo Don Manuel Cerrato de parte de V. Exia. para que comprase a los indios doce quiyapis; no he hallado ninguno que fuere de la circunstancia que V. Exia. desea, que es que no tengan en sus orillas nada de tigre y león. Por lo que he rehusado el remitir a V. Exia. los tres que traían y he hecho el encargue al cacique Lincopan para que me remita los doce quiyapis en la conformidad, que
V. Exia. los quiere. Pero para lograrse con mas brevedad, era comprar acá rodeos los que viniesen y sacrificando tres cueros más, se les puede poner la guardia aquí, las que se harían poner a las chinas que diariamente vienen con ellos. V. Exia. dispondrá lo que apreciare. Espero ordenes del agrado de V. Exia. y mientras lo consigo ruego a nuestro señor que [...] Joseph Vague Exmo Señor don Pedro de Cevallos. 24 No sólo el comercio ilegal con los indígenas es conocido y solicitado por el virrey Cevallos, sino que incluso hace referencia a la calidad requerida de la mercadería, a fin de que sean bien cotizados. Lejos de solicitar ponchos, como era habitual en el intercambio entre los pobladores, observamos un bien que, para obtenerlo de buena calidad, debe ser encargado al cacique Lincopan o comprar los rodeos que llegan a la guardia y poner a las “chinas” que los acompañan a confeccionarlos. En suma, nos encontramos con un circuito económico que satisface las necesidades de oferentes y demandantes y, por sobre todo, re-posiciona la imagen del indígena que ofrecen los historiadores que centralmente trabajan con las memorias. El carácter verbal y marginal del registro de este comercio oculta la trascendencia y el valor económico de un intercambio mercantil alternativo que, lejos de circunscribirse solamente a un análisis local, abarca un contexto relacional más amplio: un contexto que involucra a un demandante europeo que contradictoriamente valora y requiere un producto confeccionado por “bárbaros salvajes que habitan el confín del imperio español, que deben ser evangelizados”. Suponer que en los parajes del Río de la Plata sólo el virrey podía comprar esas mercancías es tan ingenuo como suponer que los doce quillangos los demandaba únicamente para su uso personal o secreto. Sin aventurar sobre sus posibles usos y valores, es útil repensar aquella cita de Cevallos que constantemente suelen reproducir los historiadores: ...no hay esperanza alguna, ni más remota de convertirlos ni de que se reduzcan a vivir en puesto fijo, [...] en estas circunstancia es indispensable por la natural defensa y la seguridad pública tratar de perseguirlos hasta su extinción”.25 Del mismo modo es preciso reformular la imagen que suele ofrecerse sobre el virrey Vértiz, sucesor de Cevallos, como gobernante reflexivo que supo poner el acento en un conocimiento previo de la topografía y la cartografía de la región antes de lanzar la expedición diseñada. Es cierto que en la memoria que le presentara a su sucesor el Marques de Loreto, en el acápite titulado “Indios infieles”, el funcionario saliente efectúa un extenso análisis de la cuestión de fronteras, sin desvincularla de las consideraciones de orden geográfico, y que al referirse sobre esto señalaba que “se carece del
En suma, contrabando y piratería fueron moneda corriente en la Buenos Aires colonial del siglo XVIII. Porque la frontera bonaerense no impuso la delimitación de un territorio de gobernabilidad y autoabastecimiento, ni tampoco la ausencia de “enemigos” (piratas, corsarios, contrabandistas27, ni indígenas). Sobre estos últimos, más precisamente los que integraban los malones, puede perfectamente decirse que fueron “piratas y corsarios” de sus caciques y sus parcialidades, “contrabandistas” de una sociedad hispano-criolla en la que hasta sus más altas autoridades participaban de tal comercio. Sin embate ni pasión, es posible preguntarse, “si la historia se repite…”, ¿estamos asistiendo ahora a la farsa?
1 Archivo General de la Nación (AGN), Comandancia de Frontera de Luján (1757-1778); Sala IX, legajo 1-6-1, Buenos Aires 20 de Enero de 1758. Documento [14]. 2 AGN, Comandancia de Frontera, Luján 23 de enero 1761, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento [2]. 3 AGN, Comandancia de Frontera, Fuerte de Luján 13 de noviembre 1783, Sala IX, Legajo 1-6-2, Documento [577]. 4 AGN, Comandancia de Frontera, Luján 14 de febrero 1775, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento [171]. 5 Falkner, P. Tomas. Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del sur. Trad. de Samuel Lafone Quevedo. Estudio preliminar de Salvador Canals Frau. Buenos Aires, Hachette, 1969, pág. 136. Ver también: Mayo, Carlos. “El cautiverio y sus funciones en una sociedad de frontera. El caso de Buenos Aires (1750-1815)” en: Revista de Indias. Madrid, XLV (175), 1985, págs. 235-245. 6 AHL, Archivo General de Indias, 1692-1752. [Estante 76, cajón 1, Legajo 38. Índice S. Montero 6/7471]. 7 AHL, Archivo General de Indias 1692-1752. [Estante 76 cajón 1 legajo 38. Índice S. Montero 6/7473]. 8 AHL, Archivo General de Indias, 1692-1752. [Estante 76, cajón 1, Legajo 38. Índice S. Montero 6/7474].
9 AGN, Comandancia de Frontera, Luján, 21 de noviembre 1768, Sala IX, Legajo 1-6-1, Doc. (73) [262] 10 AGN. Comandancia de Frontera, Luján 7 de Abril 1768, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento (64) [238] 11 AGN, Comandancia de Frontera, Luján 18 de diciembre de 1777, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento (168) [732]. 12 Falkner, T. Ob.cit., pág. 152. 13 Ibid, págs. 151-152. 14 Ibid, pág. 137. 15 Cfr. Meillassoux, Claude. Antropología de la esclavitud. México, Siglo XIX, 1990, pág.113. 16 AGN. Comandancia de Frontera, Luján 17 de febrero 1769, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento (76) [281]. 17 AGN. Comandancia de Frontera, Luján 19 de agosto 1774, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento (130) [614]. 18 AGN. Comandancia de Frontera, Luján 27 de diciembre 1784. Sala IX, Legajo 1-6-2, Documento [883]. 19 AGN. Comandancia de Frontera Luján, Bs. As. 28 de diciembre 1784. Sala IX, Legajo 1-6-2, Documento [884]. 20 Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, serie III, Tomo VI, 2 de julio de 1777. 21 Véase Ramiro Martínez Sierra, y entre otros a: Juan J. Cabodi, Alfredo Yribarren y Roberto Marfany. Juan J. Cabodi. “El Reconocimiento de Fronteras de Francisco de Betbeze” y “Un Proyecto sobre seguridad de las Fronteras, de Pedro Vicente Cañete” en: Primer Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Bs. As. Reunido en La Plata los días 25 y 28 de septiembre de 1950 (Homenaje al Libertador General San Martín, La Plata, Dirección de impresiones oficiales, 1952). Yribarren, Alfredo. “El origen de la Ciudad de Mercedes”, con advertencia de Ricardo Levene (Primer premio del concurso de monografías sobre historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires realizado en 1936), en: Contribución de la historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, VII. La Plata, Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1937. Roberto Marfany. “El cuerpo de Blandengues de la Frontera de Buenos Aires (1752-1810)” en: Revista Humanidades. Tomo XXIII, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, La Plata, 1933, págs. 313-374. “Frontera con los Indios en el sud y la fundación de pueblos” en: Historia de la Nación Argentina. (Dirigida por Ricardo Levene) Academia Nacional de la Historia, vol. VI, Buenos Aires, El Ateneo, 1940, págs. 307-333. El Indio en la Colonización de Buenos Aires. Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría de la Nacional, 1940. Martínez Sierra, Ramiro. El Mapa de las Pampas. Tomo I y II. Buenos Aires, Publicaciones del Ministerio del Interior, 1975. 22 Véase: “Memoria del Virrey del Río de la Plata D. Pedro de Zevallos su sucesor Dn. Juan José Vértiz” en: Revista del Archivo General de Buenos Aires, Tomo II, 1870, pág. 420. 23 Ibid, pág. 421. 24 AGN, Comandancia de Frontera, Frontera de Luján 29 Marzo 1778, Sala IX, Legajo 1-6-1, Documento (172) [760]. 25 Tomado de Jorge J. Cabodi (Ob. cit.) que cita la carta del Virrey Cevallos al ministro Gálvez, datada en Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1777 (Archivo General de Indias, en Sevilla, Audiencia de Buenos Aires, 27. Duplicado en Audiencia de Buenos Aires, 307). 26 Véase “Memoria del Virrey Vértiz su sucesor el Marqués de Loreto” en: Revista del Archivo General de Buenos Aires, Tomo III, pág. 411. Vértiz, Juan José de. “Memoria” [1784] en: Memorias de los Virreyes del Río de la Plata. Buenos Aires, Sigfrido Radaelli (Biblioteca Histórica Colonial, 4), 1945, págs. 25-197. 27 Recordemos que la fundación del Virreinato del Río de la Plata corona una serie de medidas (como la creación de la aduana seca en Córdoba en 1622) tendientes a evitar la salida de metálico del alto Perú.
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conocimiento de sus grandes y ocultos territorios, por no tener planos verdaderos ni sujetos que den siquiera una moderada luz de estos desiertos, principal base para formar expedición”26; pero entiendo que todo esto es sumamente anecdótico si no se resalta en términos generales que Vértiz gobernó la región con los mismos recursos y, fundamentalmente, con los mismos sujetos que sus antecesores. Vértiz, como virrey en 1778, no desconoce el contexto relacional entre hispano-criollos e indígenas, ni el delicado equilibrio que se había conformado en los pagos “fronterizos” de la campaña a partir de determinados sujetos, interlocutores reconocidos y respetados, por ambos conjuntos sociales.
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Software Libre y Creative Commons
Cerca de la revolución
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Desde hace dos décadas, organizaciones no gubernamentales pelean desde la web por democratizar los contenidos. Programas y licencias que desafían los sistemas de propiedad intelectual arcaicos y apuestan por el futuro.
Por Natalia Gelós
Las leyes deberían regular ciertas áreas de la cultura –pero debería regular la cultura solamente allí donde la regulación produce algo bueno. Y sin embargo los abogados raramente examinan su poder, o el poder que promueven, a la luz de esta sencilla pregunta pragmática: “¿Producirá algo bueno?” Cuando se los desafía en relación al ámbito de acción cada vez mayor de las leyes, responden “¿Por qué no?”. Deberíamos preguntar “¿Por qué?”. Demuéstrame que hace falta tu regulación de la cultura. Demuéstrame que produce un bien. Y mientras no puedas demostrarme estas dos cosas que tus abogados no se acerquen. Las discusiones se instalan en diferentes campos: legal, cultural, filosófico, económico. La batalla contra la propiedad intelectual que reditúa sólo a las grandes compañías, se da sobre todo, desde dos frentes: el Software Libre y el Creative Commons.
| Las discusiones se instalan en diferentes campos: legal, cultural, filosófico, económico. La batalla contra la propiedad intelectual que reditúa sólo a las grandes compañías, se da sobre todo, desde dos frentes: el Software Libre y el Creative Commons. |
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l cadáver exquisito beberá el nuevo vino; esta frase, que suena a lisérgico conjuro, se hizo famosa como una de las resultantes de las primeras partidas del juego de mesa llamado “Consecuencias”, que en los años 20 era practicado fervorosamente por los surrealistas. Se ha explicado varias veces: a partir de la unión de diferentes frases, palabras o dibujos que cada jugador agrega a lo escrito anteriormente, se da a luz un “cadáver exquisito”, una creación en cadena que prueba el pulso vital de la actividad artística. André Bretón, Tristán Tzara y el resto de la tropa de surrealistas encontraban en este juego la consumación del ideal de la creación: la unión exitosa entre el anonimato, lo grupal y lo lúdico. De alguna manera, el cadáver exquisito, ahora, está vivo y respira en la web. No es nuevo decir que Internet fue la puerta de entrada a conceptos que se volvieron las banderas de libertad para la cultura y la ciencia. Software Libre, Creative Commons: maneras de utilizar programas, pensamiento, arte, contenidos repensados y gestados para generar un cambio cultural que tiene su impacto en un cambio social a nivel global. Todos ellos con un componente que remite a la idea del juego, de lo colectivo y la participación social: la construcción comunitaria. Todos podemos crear y, proponen, decidir qué hacer con las ideas que parimos. Es que para hablar de Creative Commons, para hablar de Software Libre, es necesario hablar de la libertad como camino indispensable para la evolución cultural democrática y revolucionaria. Para rastrear la historia de estos conceptos es indispensable llegar a un nombre y a un libro que supieron interpretar eso que sucedía y ordenarlo en un texto que ya se considera la biblia de la cultura libre 2.0. El nombre es Lawrence Lessig. El libro, de su autoría, es Free Culture. ¿Quién es Lawrence Lessig? Un abogado y docente de Derecho de la Universidad de Stanford. Especialista en derecho informático, ideó lo que hoy se conoce como Creative Commons, una manera de desestructurar eso que se evidencia como arcaico y antidemocrático: el derecho de autor y la rigidez del Copyrigth. Es uno de los fundadores del movimiento de cultura libre y que puso en este libro un subtítulo bien claro: “Cómo los grandes medios usan la tecnología y las ley es para encerrar la cultura y controlar la creatividad”. De nuevo, la libertad como bandera. El poder sobre las ideas. La batalla por liberarlas. La historia de siempre, la de los tiempos que corren. Al decir de Lessig: “La manera en que se construye nuestra cultura”. Obvio que en este libro de 2004, Lessig dice mucho más. Por ejemplo: que “los instrumentos democráticos le dan a la gente corriente una forma de expresarse de una forma mucho más fácil que cualquiera de los instrumentos que había antes”. Y también afirma:
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Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de Software Libre? Hay que aprender otro nombre: el de Richard Stallman, responsable de esta idea, por la que ha recibido decenas de doctorados Honoris Causa de universidades del Norte, Perú e incluso, Argentina (en la Universidad Nacional de Córdoba). Este programador norteamericano fue quien ideó lo que hoy conocemos como el programa que busca, a través de la Free Software Foundation (FSF), creada en 1985, y de miles de organizaciones a lo largo del mundo, (en Argentina uno de ellos es Software Libre de Argentina), eliminar “las restricciones sobre la copia, redistribución, entendimiento, y modificación de programas de computadoras”. Para ello, promocionan el uso del software libre, un programa que, en tanto cumpla con su razón de ser, se rige por cuatro libertades: • La libertad 0: “de ejecutar el programa para cualquier propósito”. • La libertad 1: “de estudiar cómo funciona el programa, y cambiarlo para que haga lo que usted quiera”. • La libertad 2: “de redistribuir copias para ayudar a su prójimo”. • La libertad 3: “de distribuir copias de sus versiones modificadas a terceros”. La socialización de las modificaciones. Cuatro mandamientos que buscan despejar dudas: el “libre” no significa necesariamente “gratis”. Libre, dicen, de libertad. “Cuando los negocios respetan la libertad de los usuarios, les deseamos éxito”, ha asegurado Stallman. En la otra vereda, se ubicarían los softwares que él llama “privativos”, porque “privan de la libertad a sus usuarios y los mantienen en un estado de división e impotencia (porque no tienen el código fuente del programa y no pueden cambiar lo que no hace bien)”. Entre sus investigaciones, asistencias y monitoreos, la FSF creó la General Public License (GPL), que buscaba promocionar las potencialidades del Software Libre al servicio de la cultura. Fue justamente eso, el universo que posibilitaba –y las batallas que iniciaba– lo que prendió la mecha que originaría lo que empezó a conocerse como Creative Commons, una manera de trasladar la filosofía del Software Libre al campo de la cultura, la educación, el arte y la ciencia. Un complemento a eso que ya venían trabajando. A su vez, una organización sin fines de lucro que “promueve el intercambio y utilización legal de contenidos cubiertos por los derechos de autor”. Una manera de relativizar lo absoluto de los derechos de autor y permitir matices. Un autor puede elegir qué derechos conserva y qué derechos libera. La organización, entonces, se dedica a asesorar y promover estas posibilidades.
Así, una licencia en Creative Commons, que es totalmente gratuita, se expresa en tres niveles: el código legal (con el contrato redactado de manera tradicional, acorde a lo que dice la ley); el código humano (que explicita sin tecnicismos, para el público general, cuáles son las libertades y cuáles no en la obra en cuestión); el código digital (a ser descifrado por los software indicados). En Argentina, las licencias de Creative Commons están supervisadas por dos organizaciones, la Fundación Vía Libre y Wikimedia. Son válidas y de esta manera se prescinde del monopolio de la copia. Ponen en el autor la decisión de elegir la manera en que circula y se consume su obra. Se trata de una autorización previa, en ejercicio del derecho de autor que responde al artículo 2 de la Ley 11723 que dice: “el derecho de propiedad de una obra científica, literaria o artística, comprende para su autor la facultad de disponer de ella, de publicarla, de ejecutarla, de representarla, y exponerla en público, de enajenarla, de traducirla, de adaptarla o de autorizar su traducción y de reproducirla en cualquier forma”. En una entrevista dada al diario El País en el 2007, Lessig explicaba que, si bien quienes se vieron amenazados por el cambio fueron quienes dictaron este tipo de leyes, no puede pensarse a la creación sin la industria: …el copyright es esencial, incluso en la era digital. Nada de lo que hacemos intenta negar la importancia de la industria, pero el modelo de industria tradicional que fue desarrollado en el siglo XX no tiene sentido en el XXI. No es un debate a favor o en contra de la propiedad, es un debate sobre cuál es el régimen que permite a la mayor cantidad de gente posible ser creativa, mientras se protegen los necesarios incentivos comerciales de la
Desde músicos que han probado este tipo de licencia, como Daniel Melero, o la Universidad Nacional de La Plata, que puso todo el contenido de su página principal en Creative Commons, hasta sellos musicales como el platense Uf Caruf ! o Basura Discos, cada vez son más artistas los que apuestan por este tipo de licencias. Incluso el director Germán Doin registró su película documental La educación prohibida de esta manera, utilizó para su realización herramientas libres y detalló qué programas usó para promover su manejo. Es decir: se pueden hacer copias, se pueden hacer obras basadas en ella, pero no se puede hacer un uso comercial, hacer referencia a los autores originales, y registrar en una licencia similar a la obra resultante del abordaje de esta. Con Creative Commons el autor tiene el poder de decidir detalles, sociabilizar su trabajo y promover un nuevo modo de construcción cultural. Con el Software Libre sucede algo similar: su uso implica una militancia: difusión, defensa, explicación de sus fundamentos para la construcción de una mirada crítica. Entre las cientos de organizaciones que existen a lo largo del mundo, se encuentra, por ejemplo, Libre Bus, una organización centroamericana que recorre los países de América (en octubre estarán en Argentina) en una caravana destinada a entablar el diálogo con quienes comparten sus cuatro ejes: conocimiento libre y biodiversidad, software libre, libertad para compartir y libertad de expresión. ¿Dónde quedaría el concepto de piratería cuando las licencias se vuelven más elásticas y los permisos de acceso y difusión de una obra saltean las restricciones de las legislaciones de propiedad intelectual más arcaicas que favorecen, sobre todo, a las grandes industrias? En Free Culture, Lessig abordaba el tema y decía: Yo también creo en la propiedad, y especialmente en la importancia de lo que Valenti llama “la propiedad creativa”. Creo que la “piratería” está mal, y que las leyes, bien afinadas, deberían castigar la “piratería”, se produzca fuera o dentro de Internet. Pero estas sencillas creencias enmascaran en realidad una cuestión mucho más fundamental y un cambio mucho más drástico. Lo que yo temo es que a menos que lleguemos a ver este cambio, la guerra para librar Internet de “piratas” también librará a nuestra cultura de valores que han sido claves en nuestra tradición desde el principio. Sobre la idea de cadáver exquisito, André Bretón decía: “Lo emocionante para nosotros en este tipo de producciones era la certeza de que para bien o para mal, representaban algo que no era posible por el trabajo de una sola mente.” Claro que aquí no prima el devaneo, del que también hablaba como combustible para la poesía de esos textos colectivos. Aquí, en cambio, en las huestes de Software Libre, Creative Commons y este movimiento mundial que boga por mayor libertad en el acceso, la circulación y el consumo de la cultura y la ciencia, existe un acuerdo social de cuidado y respeto por esa libertad que se reclama. Habrá que ver dónde deriva, quiénes ganan, quiénes logran dejar su huella. Habrá que ver qué hacen las grandes compa-
ñías. Lessig, en su libro, por su parte, arriesgó lo siguiente: La arquitectura y las leyes que rodean el diseño de Internet producirá cada vez más un entorno en el que el uso de los contenidos exija tener permiso para ello. El mundo de “cortar y pegar” que define a Internet hoy día se convertirá en el mundo de “consigue permiso para cortar y pegar” que es la pesadilla de los creadores. Lo que se necesita es una manera de decir algo que esté en el medio –ni “todos los derechos reservados” ni “ningún derecho reservado”, sino un “algunos derechos reservados”– y por tanto una manera de respetar el copyright pero que posibilite que los creadores liberen contenidos de la manera que les parezca más apropiada. En otras palabras, necesitamos una forma de restaurar una serie de libertades que antes simplemente podíamos dar por sentadas. El año pasado, Alex de la Iglesia pronunció un discurso en la gala de los premios Goya, en España, e hizo historia. No era cualquier lugar. No era cualquier director. Era “el” artista de prestigio, presidente entonces de la Academia de Cine española, el que decía que algo tenía que cambiar en la industria, que había que despabilarse. Era poner una bomba en el corazón de la institución y no le tembló la mano cuando dijo: Internet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente. Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Internet es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo. A los internautas no les gusta que les llamen así. Ellos son CIUDADANOS, son sencillamente gente, son nuestro PUBLICO. Otro de esos históricos gritos de batalla.
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industria. Lo que hay que pensar es si el modelo de protección de las obras de Madonna es el que tiene sentido para todas las formas de creatividad del mundo. Es un modelo muy particular desarrollado en un momento muy particular, con un determinado tipo de tecnología. La idea de que debe haber un solo modelo para todos los tipos de creatividad es ridícula. Y CC no es una manera de impedir que la gente explote sus obras; es una manera de ayudar a los autores a decidir cómo hacerlo.
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Piraterías y economía informal de la comunicación Los escritos dedicados a pensar la piratería desde fines de la década del ´90 analizan principalmente el problema de las “descargas” de archivos de audio y video en los países desarrollados. En estas páginas se propone, en cambio, hacer foco en las dinámicas de producción y circulación de bienes físicos y simbólicos que estas prácticas habilitan en los países del Sur y del Este.
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Por Tristan Mattelart Traducción de Walter Romero
*Tristan Mattelart es profesor de Comunicación Internacional en la UFR del área de Cultura y Comunicación de la Université Paris VIII e investigador del Centre d’études sur les médias, les technologies et l’internationalisation (Cemti). Sus trabajos abordan los cruces sociales, culturales, políticos y económicos de la internacionalización mediática. Es autor del libro Cheval de Troie audiovisuel. Le rideau de fer à l’épreuve des radios et télévisions transfrontières (1997) y coordinador de los volúmenes: La mundialización de los medios contra la censura, Tercer Mundo y mundo audiovisual sin fronteras y Médias, migrations et cultures transnationales. En 2009 dirigió el dossier « TIC y diasporas » para la revista tic&société.
ebido en gran parte al crecimiento exponencial de los medios de reproducción y de difusión digital, el tema de la piratería televisiva, cinematográfica o musical, produjo, desde la segunda mitad de la década del ‘90, una abundante literatura que abordó fundamentalmente cuestiones relativas a las “descargas” on line de archivos de audio y de video tanto en América del Norte como en Europa. La piratería física de bienes audiovisuales –audio o videocasetes, CDs o DVDs- ha generado, por su parte, mucho menor interés e investigación. El tema parece, en verdad, condenado a la ilegitimidad. Lawrence Lessing, ardiente opositor a las interpretaciones extensivas de los derechos sobre la propiedad
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Comprender las piraterías audiovisuales
artística, condena sin reparos ese tipo de piratería –“Esta piratería es dañina”-, en razón de su carácter indiscutiblemente ilegal; sin dejar de subrayar, por otra parte, los aportes positivos de los intercambios entre pare a través de internet..1 Esta piratería física de contenidos no deja de representar un fenómeno social, político, económico y cultural de primera magnitud. Constituye, en efecto, una actividad de larga data fuera de Occidente, pero también en el seno mismo de los países occidentales, en tanto constituye una importante “infraestructura informal” de acceso a las producciones culturales2. El objetivo de este texto es alejarse –en la medida de lo posible– del punto inicial comúnmente abordado por los escritos que se han dedicado a pensar la piratería desde el fin de la década de 1990 –fundamentalmente referidos a las “descargas” de archivos de audio y video de los países desarrollados–, con el fin de concebir la cuestión en toda la variedad de sus manifestaciones, teniendo en cuenta tanto la piratería material como la inmaterial, y, privilegiando, a su vez, las dinámicas propias de los países del Sur y del Este.
Interesarse con estas perspectivas en un campo, que se mantuvo por mucho tiempo casi virgen, de la piratería, en particular de la piratería física, es enfrentarse de golpe a un obstáculo mayor: la saturación debida a los expertos que se han expedido al servicio de las principales organizaciones, mayoritariamente americanas, que defienden los intereses de los derechos de copyright en que se basan esas mismas industrias. El hecho es particularmente saliente en materia de estadísticas. Esas organizaciones publican periódicamente informes que contienen una avalancha de cifras que intentan medir la escala mundial de estas prácticas. Ante la ausencia de mediciones estadísticas alternativas, los investigadores se ven compelidos a trabajar con esta profusión de datos, con metodologías por demás discutibles, y ofertados por los mismos organismos… ¡que tienen el mayor interés en combatir el problema! En la mayoría de estos informes, la piratería –tanto material como inmaterial– tiende a ser designada como un conjunto homogéneo, y, resueltamente dañino, que es mejor condenar desde un principio. Tal como lo postula Florent Latrive, “el concepto general de la figura
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del pirata”, tal como está presentada por estos industriales, “sirve para crear terror, y conduce a un banquillo de los acusados, poco menos que adolescentes, por el solo hecho de descargar una canción en mp3 o que intenta amedrentar, no exento de pánico, al propietario de un galpón clandestino de duplicación en las afueras de Pekín”3. Sospechada de ser la causa de pérdidas realmente abismales, la piratería es mostrada en estos informes, muy cerca del crimen organizado4 o de contactos notorios con grupos terroristas internacionales. No se trata de desconocer el hecho de que la piratería, en particular la piratería física, pueda estar -o pueda haber sido-, en varios segmentos, sostenida económicamente por empresas relacionadas con el crimen organizado. Pero es preciso destacar, que lejos de ser este fenómeno totalmente homogéneo, como tienden a presentarlo, la piratería constituye un conjunto de gran heterogeneidad, de finalidades muy distintas, que hace intervenir a actores de los más diversos, desplegando soportes de variado tenor, y, donde coexisten prácticas de amateurs,
iniciativas artesanales, pequeñas o medianas empresas locales y redes industriales transnacionales. Los múltiples informes permiten medir el tamaño de la amenaza de la piratería a los ojos de estas empresas preocupadas por el negocio, pero no permiten entender todo lo que esta cuestión pone en juego en los países del Sur y del Este. Para entender eso, es necesario poner patas para arriba la agenda definida por los industriales del copyright y considerar la piratería como un fenómeno social, político, cultural y económico complejo, insertado en relaciones de fuerza, tanto a escala local, como nacional e internacional. La hipótesis central de nuestra investigación que intenta plantear la piratería como un tipo de “economía subterránea de la comunicación”, ofrece una mirada radicalmente distinta a la que ofrecen las empresas globales de la comunicación5. La ambición del proyecto, entonces, fue descentrar la perspectiva analizando el tema de la piratería a partir de los “márgenes”, concentrándonos en los países llamados del Sur y del Este. Enfrentarse a los desafíos en torno de la piratería en la
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experiencia social de países de América Latina, Asia, África subsahariana, el Magreb y el Medio y Lejano Oriente, pero también Europa Central y oriental, como así también en Rusia, donde prospera más que abiertamente, supone abordar, ya no los “hechos y figuras” de las industrias que se basan en el copyright, sino la puesta en consideración de todo el espesor social político y cultural de la cuestión de la piratería audiovisual en esas realidades. En contraposición a la literatura producida para o por las principales industrias del copyright –más interesada en las pérdidas ocasionadas por la piratería y en los medios de combatirla eficazmente, que en sus verdaderas causas–, nuestro objetivo fue, en principio, comprender los resortes sociales, económicos, culturales y políticos que han favorecido el desarrollo de este fenómeno. Entre los primeros factores que explican el éxito de bienes y de servicios culturales pirateados figura, naturalmente, su precio menor, más accesible que los bienes o servicios propuestos por las compañías oficiales, en muchos casos fuera del área de injerencia de los países
considerados en este estudio. Puntualmente, Abdelfettah Benchenna señala, a partir del caso marroquí, que “la clientela de productos (culturales) imitados es parte de la gran mayoría” de aquellos que, en ese país, no tienen un poder adquisitivo suficiente como para procurarse productos legales cuyos precios están “calcados de los que se practican en el Norte, a pesar de las manifiestas diferencias en el nivel de vida”.6 El acento puesto en el menor precio de los bienes o servicios piratas introduce un factor de explicación de su éxito, que está largamente ausente del discurso acusador de las grandes compañías. Como lo señala Majid Yar7, “la investigación de los beneficios condujo a las industrias del copyright a fijar sus precios más allá de las reales capacidades de compras de los objetivos de mercados (en los países del Sur y del Este), empujando a los consumidores a la compra de copias piratas de mucho menor costo”. No poner el acento sobre este factor económico con el fin de explicar el fenómeno, sería reducir drásticamente el tratamiento de los mismos.
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Es necesario, de hecho, para apreciar bien las dimensiones sociales culturales y políticas de la piratería audiovisual, comenzar por tener en cuenta su inscripción histórica. En el conjunto de los países estudiados en el marco de nuestra investigación, las tácticas de piratería de sonido y de imágenes que se han desarrollado, desde los años 70 u 80, gracias a la salida de los lectores y grabadores de cassettes de audio y de video, están descriptas como un franca apertura a las prácticas contemporáneas en la materia. La crecida exponencial de los soportes digitales –CDs y DVDs– y la llegada de internet, con las capacidades de reproducción y de circulación extendidas que ofrece, deben ser entendidas temporalmente en términos de una continuidad. Es, entonces, a partir de estas prácticas ya antiguas, ya largamente integradas a los hábitos de consumo de las poblaciones, que este fenómeno se produce y estabiliza. Por otra parte, la construcción de circuitos de difusión no oficiales de imágenes y sonidos es inseparable, en la mayor parte de los países considerados, de contextos políticos autoritarios, que se han mantenido en esas naciones, o que, en muchos casos, continúan aún vigentes. Como si los años de dictadura militar que experimentó Corea del Sur no hubieran favorecido las prácticas de difusión subterránea de productos culturales.
| La piratería está estrechamente ligada al tejido social de esos pueblos y muestra al desnudo la existencia de una economía informal de la comunicación que juega un rol central en la circulación de bienes culturales en los países del Sur y del Este. |
En su estudio desarrollado en Túnez, Riadh Ferjani muestra que hace décadas, cada generación de tecnologías de reproducción y de recepción de imágenes y sonidos, trae aparejadas tácticas, o prácticas puestas en juego por la población con el fin de traspasar el contrato social y político que ejerce sobre ellos el Estado. Desde el comercio paralelo de audiocassettes hasta el actual mercado negro de DVDs, desde la captación de señales televisivas internacionales hasta la actual decodificación high-tech para desencriptar packs de programación, han demostrado ser instrumentos más que óptimos para escapar a la hegemonía “cultural y política” de los medios de Estado.8 De la misma forma en Argelia, ya sea a través de los cassetes de video, o de sus copias, o bien de DVDs piratas, o a través de decodificadores comprados en el mercado paralelo, el acceso pirata a imágenes y otros productos culturales, es mucho más que un modo de entretenimiento: ya que permite la evasión de una realidad sobre la cual pesan dificultades económicas, insuficiencias democráticas y un orden social opresivo. Sería difícil de entender, hoy en día, la magnitud de la piratería audiovisual en Rusia y en Bulgaria sin poner en consideración, por otra parte, la inscripción histórica del fenómeno. En las encuestas que se han reali-
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zado para esta investigación, Ilya Kiriya y Mariya Dimitrova ponen así en consideración cronológica los muchos años de “prácticas culturales en la sombra” desarrolladas por las poblaciones durante la era soviética para acceder –en particular a través de los cassetes de audio y video– a los productos occidentales prohibidos. Luego de la caída de los regímenes soviéticos en esos dos países, los consumidores siguen nutriéndose hasta hoy en día, con gran naturalidad, de las redes del mercado pirata con el fin de satisfacer su sed de productos occidentales, avivados por años de restricción. Tampoco es extraño que, en la prosecución de esas prácticas, la piratería emerja, desde el comienzo de los años ‘90 hasta nuestros días, como una práctica generalizada para cubrir los déficits del nuevo sistema de “mercado” y sus lógicas de exclusión sobre el comercio de bienes culturales. Lo que ponen en relieve los diferentes casos estudiados es la fuerte demanda social que se expresa a favor de productos piratas, pero que tiende a ocultar las relaciones que muestran los organismos que defienden los intereses de la industria del copyrigth. Por otra parte, la cantidad de bienes simbólicos puestos en circulación merita ser vista como estrechamente imbricados en el entorno social, político y cultural de los países estudiados. Al operar a través de las estructuras de la economía informal, la piratería está directamente ligada al tejido social de esos pueblos y muestra al desnudo la existencia de una economía informal de la comunicación que juega un rol central en la circulación de bienes culturales en los países del Sur y del Este, cuya injerencia no es menor si observamos la forma en que esta región ha sido cruelmente ignorada.
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La economía informal de la comunicación: ¿una economía subterránea?
La hipótesis de partida sobre la cual se fundaba esta investigación sostenía que las redes de esta economía informal le dan cuerpo a una “economía subterránea” al organizar, más que profusamente, la provisión en soportes tecnológicos de imágenes y sonidos en los países del Sur y del Este. Pero la realidad se tornó compleja muy rápidamente: las actividades de la economía informal, toman prestados muchos segmentos de vías subterráneas –aunque se desplieguen más bien a plena luz del día–, al crear redes que, cada vez con mayor versatilidad, se entrelazan a la economía formal. El uso “metafórico” de las vías subterráneas para designar las realidades de la circulación paralela de bienes culturales no debe sin embargo llevarnos a pensar que lo que está en juego es una porción marginal de la economía de la comunicación en esos países. Por el contrario, estas redes informales ocupan un lugar central en el seno mismo de las economías de la comunicación. Al estudiar este fenómeno en el ámbito del Africa subsahariana, Annie Chéneau-Loquay subraya que “la economía informal de la comunicación” en esa región del mundo, “muy presente en los medios urbanos”, lejos de ser una “economía marginal o subterránea que tiende a desaparecer”, constituye “un sector pujante con el cual el Estado y las empresas formales están obligadas a convivir, y cuyo fin, por otra parte, está bastante lejos de agotarse”. A partir de un contexto diametralmente opuesto, como lo es el caso de Rusia, Ilya Kiriya propone una hipótesis adyacente al criticar con virulencia las investigaciones consagradas a los países “en transición” que tienden a mostrar al sector informal, es decir a la piratería, “como un fenómeno anormal llamado a desaparecer con el desarrollo de la economía mercantil”. Contraponiéndose a “esas visiones lineales que postulan la desaparición de la piratería en términos de entenderla como un proceso propio de la transición”, el autor sostiene que la economía informal de la comunicación en Rusia, en lugar de ser considerado como un “sector periférico”, debe ser pensado, por el contrario, como “un elemento indispensable de la economía formal” y duraderamente inscripto en el paisaje económico y social. Las economías formales e informales de la comunicación se entremezclan, por tanto, esfumando fronteras que muchos desearían distinguir con nitidez. Cómo hablar, entonces, de economía subterránea en Túnez cuando, por ejemplo, los productos audiovisuales pirateados son vendidos en pequeños comercios que el propio Estado ha contribuido a crear, o cuando esos mismos productos están disponibles en las grandes marcas insignias de la distribución –llámense Carrefour, Géant o Monoprix– que operan de manera hegemónica en esos países… En Argelia, por otra parte, los comerciantes de los pequeños puestos de venta de CDs o DVDs se nutren de un puñado de editores autorizados y completan a su vez sus catálogos con muchos y variados proveedores no oficiales. En Rusia, algunas de las mismas empresas que | La piratería constituye un conjunto de gran heterogeneidad, de finalidades muy distintas, que hace intervenir a actores de los más diversos, desplegando soportes de variado tenor, y, donde coexisten prácticas de amateurs, iniciativas artesanales, pequeñas o medianas empresas locales y redes industriales transnacionales. |
fabrican CDs o DVDs legales producen igualmente discos ópticos piratas de calidad equivalente, difíciles de diferenciar de los verdaderos. En su contribución a nuestra investigación, Annie ChéneauLoquay se internó en las relaciones que se establecen entre el sector informal y su homólogo formal: variando éstos de un sector al otro de la economía de la comunicación. En el dominio de lo audiovisual, el sector informal está percibido como “lesivo” para los operadores del sector formal, como lo ilustran las relaciones conflictivas entre el Canal Plus Overseas y los cableoperadores de Camerún que piratean sus programas. En el dominio de las telecomunicaciones, la situación es muy diferente, dado que los grandes operadores multinacionales de telefonía móvil utilizan las redes de los pequeños comercios o kioskos de venta al paso con el fin de favorecer la penetración de sus aparatos o de sus tarjetas de recarga en vastas capas de la población, y, especialmente, en aquellas que poseen un poder adquisitivo desfavorecido. Imbricada en las redes de la economía formal, la economía informal de la comunicación no es menos diversa que ésta. A contracorriente de las posturas que tienden a presentar la piratería física de bienes audiovisuales bajo los rasgos de un sistema homogéneo, la investigación realizada demuestra la vasta heterogeneidad de esta economía, tanto por la variedad de sus configuraciones como por la disparidad de los actores operantes.
Collages De Jorge Sánchez.
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1 Lessig, Lawrence. Free Culture. The Nature and Future of Creativity, Penguin Books, Londres, 2004, pág. 63. 2 Liang, Lawrence. “Piracy, creativity and infrastructure : Rethinking access to culture”, juillet 2009, pág 4. Disponible en: http://papers.ssrn.com/ sol3/papers.cfm?abstract_id=1436229. 3 Latrive, Florent. Du bon usage de la piraterie. Culture libre, sciences ouvertes, La Découverte, Paris, 2007 (1re édition en 2004), págs. 16-17. 4 Ver, en torno a este punto, el informe de la Organisation de développement et de coopération économiques, The Economic Impact of Counterfeiting and Piracy, OCDE, Paris, 2007, págs. 87-89. 5 Cfr. Mattelart, Tristan. Piratages et économie informelle de la communication, Paris, Ina, 2011. Esta obra converge en parte con esta mirada en torno de las perspectivas de ciertos trabajos consagrados a “la piratería mediática en los países emergentes”, intentando proponer una “alternativa” a la literatura producida por cuenta de las más importantes compañías de la industria del copyrigth. Véase también: Karaganis, Joe. “Rethinking piracy” in: Karaganis Joe (ed.), Media Piracy in Emerging Economies, Social Sciences Research Council, New York, 2011, pág. 1. 6 El proyecto se materializó, en 2007-2009, con la realización de un seminario sobre la cuestión y por la organización, en junio de 2009, de una conferencia consagrada a las “Piraterías audiovisuales”. La conferencia contó con el apoyo, además de las dos instituciones ya citadas, del Instituto Nacional Audiovisual (INA) y de la Inateca, depósito legal de la radio y de la televisión, por la búsqueda y la difusión de fragmentos de emisiones presentadas a los participantes. Queden estas tres instituciones calurosamente agradecidas por haber hecho posible el proyecto. 7 Yar Majid, «The global “epidemic” of movie “piracy”: crime-wave or social construction?», Media, Culture and Society, vol. 27, n° 5, 2005, pág. 681. 8 El trabajo de Riadh Ferjani y los mencionados a continuación fueron publicados en el volumen colectivo Piratages et économie informelle de la communication (Paris, Ina, 2011), editado y prologado por Tristan Mattelart.
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ENTREVISTA NO AUTORIZADA A JULIAN ASSANGE
PERIODISMO HACKER Por Jimena Néspolo
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Nació en Townsville, en el estado de North Queensland, Australia. Tiene cuarenta y un años y a los poderosos del mundo pisándole los talones. Su portal de noticias WikiLeaks, creado en el año 2006, revolucionó el modo de hacer periodismo en el mundo de hoy. Mediante un férreo modo de encriptar y proteger a sus informantes en la red, Assange ha llegado a tener acceso a información ultra clasificada que, difundida “por goteo”, ha hecho temblar a demasiados magnates, a demasiados gobiernos, a demasiados funcionarios corruptos, a demasiados mercenarios de la pluma autollamados periodistas. Tiene, por tanto, demasiadas razones para temer por su vida. Las dos órdenes de arresto en Suecia por presuntos delitos sexuales y los quinientos días de arresto domiciliario en Londres, la aceptación del reputado jurista español Baltasar Garzón de asumir su defensa y el asilo político que el gobierno de Ecuador recientemente le ha concedido son algunas de las aristas visibles de la profunda crisis política, de intereses y poder, que el periodismo de Julian Assange ha generado. Cada época tiene sus héroes, sus figuras de bronce. Sus modos. Es posible que antes de llegar a la centuria, la nuestra identifique en la de Assange, en su activismo hacker, su periodismo de filtraciones y su política de trinchera, al exacto epítome que la revolución tecnológica y social que este cambio de milenio ha generado. Este hombre que a poco cumplir los veinte años ya era un “squatter” (okupa), tenía un hijo y una causa judicial a cuestas, tiene una mirada limpia, casi infantil, que desconcierta. Antes de hablar se arregla el cabello largo, desprolijo. Pareciera dudar de su derecho –o su condena– de ser él, ahora, el entrevistado, quien sea puesto en jaque por las preguntas de un otro. Sonríe sin ganas ante la broma y, entonces, comienza el juego. ¿Quién es Julian Assange? Sonríe de nuevo y tras el primer titubeo frente a la pantalla encendida, como si hablara consigo mismo, como si mi voz o la suya fueran sólo medios de experimentar un mensaje y un desafío, dispara: “Las memorias son siempre prostitución”. Se supone que debo repreguntar, pero como estoy de acuerdo, prefiero dejar hablar al silencio.
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El hijo de una mujer, Christine, y un hombre que [se detiene pensativo unos segundos], que se conocieron en una manifestación antibelicista. Quizá el inconformismo sea la gran pasión que me transmitió mi madre... Como sabrás, sesenta mil australianos combatieron en la guerra de Vietnam, esa guerra acabó siendo el conflicto armado más largo en el que participó mi país. Quinientos soldados australianos perdieron la vida en él, hubo tres mil heridos, en fin. Cuando mis padres se conocieron, en mayo del ´70, en Australia se vivía ese clima. Hoy se recuerda a la década como el “decenio de las protestas”, porque los activistas ponían regularmente en las calles a cientos de miles de personas… Para que te des una idea, en Sidney se celebró por primera vez el Día del Orgullo Gay, en 1973. Mi madre andaba siempre metida en ese tipo de cosas. ¿Y tu padre? Mi padre, mi padre biológico quiero decir, estuvo desparecido de mi vida durante muchos años. De hecho mi apellido, Assange, es de quien hizo de padre en mi infancia, Brett Assange, hasta los nueve años en que mi madre se separa. Tengo de él un buen recuerdo, era uno de esos tipos magníficos de esos años que tocaban la guitarra y se metían en el mundo de la música del rock... Llevo su apellido y me gusta, me parece incluso bastante raro, pues se trata de una adaptación inglesa del apellido chino Sang, o ah-sang en cantonés. Su tatarabuelo había sido un pirata tailandés que terminó emigrando a Queensland y europeizando su apellido para librarse del racismo australiano contra los chinos. Dirías entonces que tuviste una infancia feliz… [Se arregla el pelo. Agarra una lapicera del escritorio y la empieza a hacer girar entre los dedos.] Sí, claro. Bueno, al menos los años en que estuvimos con Brett. Bah, no sé... porque todo fue muy loco después… Mi madre conoció un tipo llamado Leif Meynell, recuerdo que llevaba una melena rubia y que a mí no me agradaba para nada. Una vez curioseando en su cartera descubrí que tenía muchas tarjetas con nombres diversos. La cuestión es que al poco tiempo mi madre lo deja… pero él era un individuo que, cómo explicarme, tenía la habilidad de volver a presentarse y convencerla de que cambiaría. Entonces se metía de nuevo en nuestras vidas y la situación acababa siendo otra vez muy difícil de sobrellevar. [Tose.] Una vez me pegó un puñetazo en la nariz tan fuerte que me hizo sangrar, otra vez yo saqué un cuchillo para defenderme… Pero no puedo decir que hubiera siempre abusos de tipo físico de su parte, era capaz de resultar muy seductor. [El silencio se estira unos segundos.] El problema más grave era la extraña capacidad que tenía para ejercer alguna forma de poder psicológico sobre nosotros. A veces le pegaba a mi madre, y entonces te daba la sensación de que podía llegar a hacer cualquier cosa. Entonces acabábamos huyendo otra vez, cambiando de estado, de colegio, de trabajo, y al poco tiempo Leif aparecía de vuelta. Para nosotros era un misterio… Una pesadilla. ¿Cómo hacía para encontrarnos? Al final averiguamos que pertenecía a una secta australiana llamada “La Familia”, que incluso lo había criado a él, de allí su carácter obsesivo. La fuerza principal de esa secta era la red de influencias que tejía entre sus miembros que le permitía acceder a todo tipo de información. Actuaban de manera parecida a los masones… ¿Pensás que esta experiencia de infancia explica un poco tu situación actual? La experiencia del abuso del poder, la huida permanente… Bueno… supongo que sí. Pero yo le plantaba frente, no se la hacía nada fácil. Es que recién cuando fui un hombre, digo: cuando tuve cuerpo de hombre y logré averiguar qué carajo era esa secta y cómo actuaba, logré que el tipo nos dejara de molestar.
| Recuerdo que de noche me gustaba mucho mirar el cielo estrellado, luego volvía a mi cuarto y sentía que esa infinitud y esa negrura estaban dentro del mismo ordenador. |
| No era más que una gran diversión, absolutamente limpia, una diversión que enloquecía a las autoridades. Y nuestro grupo, la Internacional Subversiva, iba más allá que ninguno de los demás equipos australianos… |
Recibiste, a la fecha, importantísimas distinciones, el Premio Sam Adams, el Premio Amnistía Internacional por la exposición de asesinatos en Kenia con la investigación de “El Llanto de la Sangre”, el de Fundación por la Paz de Sydney… Grandes personalidades han pedido por tu libertad. ¿Qué sentís al respecto? Yo siento que hice lo que tenía que hacer. No me siento nada raro. La justicia al fin de cuentas es un asunto humano. Y lo que sucede o está sucediendo en distintos puntos del planeta tiene que ver con esa voluntad de equilibrar la balanza… La gente de mi edad, que nació con la informática, se crió en una época de cambios radicales. Hubo toda una vanguardia de expertos que surgió en los noventa que por un lado eran tratados como si fueran delincuentes y, por otro, los contrataban para trabajar para los gobiernos o las empresas. Entrando muy a fondo en nuestra mentalidad ciberpunks, quizá veíamos que una de nuestras grandes batallas se libraría en el esfuerzo por defender al mundo contra la vigilancia de los sistemas informáticos privados... Yo me he mantenido fiel a eso. El libro de Suelette Dreyfus, Underground. Historias de hacking, locura y obsesión refiere la existencia de un grupo hacker australiano del que formabas parte, llamado Subversivos Internacionales. ¿Qué recuerdos tenés de esa época? Uf estamos hablando de comienzos de los ´90. Teníamos apenas veinte años, mi novia de entonces, mi hijo y yo vivíamos en el barrio bohemio de Melbourne… en una casa de estilo eduardiano que habíamos ocupado. De día nos dedicábamos a solucionar los problemas más elementales (qué comer, cómo tener gas, electricidad, esas cosas) y de noche me metía a hurgar los sistemas informáticos. Se podría decir que los visitaba, junto con otros tipos más. En esas escaramuzas terminamos destacándonos tres: Prime Suspect, Trax y yo. Trax fue quién escribió el aquel libro sobre cómo controlar y manipular centralitas telefónicas… no sé si lo viste. Actuábamos en grupo, y competíamos mucho, cada uno quería ser el primero. Trabajé duramente para crear troyanos, métodos que te permitían hacerle trampas a los sistemas para convencerlos de que te dejaran entrar creyendo que eras un usuario legítimo y te confiaran sus secretos… No era más que una gran diversión, absolutamente limpia, una diversión que enloquecía a las autoridades. Y nuestro grupo, la Internacional Subversiva, iba más allá que ninguno de los demás equipos australianos, más allá que Phoenix y que de los miembros de The Realm. [Ríe como un niño, se le ilumina el rostro.] Tratábamos de penetrar en el interior del Xanadú de los sistemas, el ordenador del NIC, el Network Information Center del Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Oculto bajo mi seudónimo, “Mendax” [se le filtra una carcajada], trabajé codo con codo con Prime Suspect y, sí, lo logramos [otra]. Logramos entrar en el NIC y la sensación que experimentamos entonces fue abrumadora… ¡Eso era ser Dios! Pero sólo teníamos veinte años… aquello era para nosotros un juego, pero para los demás no.
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Para ese entonces ya estabas metido en el mundo de la informática… Claro, pasé mi adolescencia adentro del ordenador. Ahora las máquinas vienen cargadas con toda clase de software, pero cuando yo empecé eran un montón de metal y poca cosa más. Tecleabas y lo hacías en un vacío inmenso y maravilloso… A donde nos mudáramos, siempre tuve una mesa para mi computadora y una caja de discos. [Se queda pensativo.] Recuerdo que de noche me gustaba mucho mirar el cielo estrellado, luego volvía a mi cuarto y sentía que esa infinitud y esa negrura estaban dentro del mismo ordenador. Gran parte de los primeros conocimientos a los que uno podía acceder entonces procedían de los mismos manuales de uso, y no era sencillo hacerse de buenos manuales, pero nos pasábamos la información entre nosotros… Comenzó a formarse una especie de sociedad secreta de adolescentes, un grupo de chicos no muy estructurados que tenían un mismo principio de acción: la capacidad de compartir libremente la información a la que accedían, dejando incluso las tripas de los programas abiertos pasándote los códigos de acceso que otros tipos, pagados por las empresas, se habían encargado de cerrar.
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| Ser o convertirte en “hacker” te hace vivir de un modo diferente a como viven tus amigos o tu familia. No lo digo de modo jactancioso, ni otorgándole ningún tipo de valoración, sólo constato un hecho. Vivís al margen de todas las normas, oculto tras una máscara que a su vez oculta otras máscaras y otras, hasta que al final, si sos bueno, terminás siendo tu misma máscara… |
Pero, ¿y cómo te atraparon? Nuestras expediciones nocturnas se centraban en el núcleo informático de la NASA y del Pentágono, y también en la empresa canadienses de comunicaciones Nortel. La cacería llegó a su fin, precisamente, en Nortel, la red canadiense con más de once mil ordenadores a los que logramos acceder desde Melbourne gracias a un programa que yo creé que podía lanzar 40.000 contraseñas por segundo. Me atraparon cuando andaba paseando por sus galerías… aquello era como la Capilla Sixtina. [Sonríe] Terminé en juicio, con cargos firmes contra mí en 1996, pero había un vacío legal y un desconocimiento importante y por suerte la sentencia no supuso ninguna pena de cárcel para nosotros. Cada uno de los miembros de la Internacional vivió aquello de un modo distinto... [Juega otra vez con la lapicera entre sus dedos.] Ser o convertirte en “hacker”, ¿cómo decirlo?, te hace vivir de un modo diferente a como viven tus amigos o tu familia. No lo digo de modo jactancioso, ni otorgándole ningún tipo de valoración, sólo constato un hecho. Vivís al margen de todas las normas, oculto tras una máscara que a su vez oculta otras máscaras y otras, hasta que al
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final, si sos bueno, terminás siendo tu misma máscara. Pasar tanto tiempo frente a un ordenador, te hace un tipo distanciado de tu entorno… y sólo sos vos mismo cuando estás con otros locos que se te parecen, gente con un nombre inventado a los que quizá no has visto nunca. [Fija la mirada en un punto del escritorio, en silencio, unos segundos.] Pero volviendo a lo que me preguntabas, finalmente fui condenado a pagar una multa de U$ 50.000 sin saber bien por qué, cuando para entonces incluso la policía me convocaba a fin de que los ayudara a atrapar a una red de pedófilos –algo que por supuesto hice. ¿Cómo conciliás esa época “hacker” de tu vida con WikiLeaks? Siempre me ha obsesionado la cuestión del derecho a la intimidad. En la discusión de cómo difundir los materiales de WikiLeaks yo terminaba siendo siempre el defensor de la transparencia, como si ello fuera en contra al derecho de la intimidad, cuando más bien es todo lo contrario. La lucha de los ciberpunks es la lucha por preservar la privacidad de los individuos. Pero es claro que me opongo a que las instituciones utilicen el secreto para protegerse frente a la verdad del
mal que han cometido. Avancé hacia la creación de WikiLeaks porque traté de formarme una idea renovada de la honestidad periodística. ¿Cómo ser un periodista honesto hoy? [Hace un chasquido de lengua.] Como hacker y como activista establecí un método que permitía negar hasta el infinito dónde estaba la fuente de las informaciones. Y en esta nueva fase comencé a preguntarme si esta técnica podía servir también para que gente pudiese filtrar y difundir datos poniéndolos al alcance de todo el mundo. ¿La criptografía sería algo así como “el” método de protección del usuario y de la fuente? Los primeros criptógrafos, supercerebros de las universidades de Stanford o el MIT, gente que trataba de vivir en un mundo de matemática pura, de pensamiento creativo y no condicionado por nadie, advirtieron muy prontamente que el problema que traía la red se centraba en la cuestión de cómo proteger la intimidad de las personas. Todo aquel que hoy en día utiliza un ordenador sabe que el problema existe, pero la técnica de autentificación y protección mediante claves es
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algo que fue obra de un grupo de pirados que trabajó muy duro sin que nadie se lo agradeciera. Poco a poco fuimos comprendiendo que la criptografía era una idea liberadora que iba a permitir que los individuos se enfrentasen con los gobernantes, con gobiernos enteros, y que era posible que ciudadanos comunes y corrientes opusieran resistencia a los más grandes poderes. Sentíamos que formábamos parte de la vanguardia tecnológica. Hubo muchos matemáticos que trabajaron junto a los ciberpunks, yo mismo a los treinta y tantos me metí a estudiar matemática en la universidad… Timothy May redactó su “Manifiesto criptoanarquista” y John Gilmore fue otro de nuestros popes. Esos tipos fueron pioneros de la industria de la Tecnología de la Información y luego se largaron del mundo empresarial a fin de centrar sus esfuerzos en la puesta en práctica de sus ideales de liberación con la ayuda de las matemáticas y la criptografía. A finales de noviembre de 2010, el portal WikiLeaks sorprendió al mundo publicando cerca de 250 mil mensajes secretos de la diplomacia estadounidense. Amnistía Internacional menciona en su informe anual de mayo de 2011 a WikiLeaks y a los medios asociados, como catalizadores de la serie de levantamientos contra los regímenes opresores del mundo árabe. Dice: “El año 2010 será recordado como un año de inflexión en el que activistas y periodistas utilizaron las nuevas tecnologías para decirle al poder la verdad, y gracias a ello, presionaron a los poderes para que mostraran un mayor respeto por los derechos humanos.” ¿El Cablegate cambió el modo en que los ciudadanos comunes conciben las relaciones diplomáticas entre los países? ¿Esto puede involucrar a largo plazo un cambio en los modos de hacer política? Quiero creer que sí. Para mí fue un verdadero honor recibir las puteadas de Gadafi. Como recordarás a mediados de enero del año pasado el presidente Zine el Abine Ben Ali disolvía el gobierno tunecino, declarando el estado de emergencia, para después huir hacia Arabia Saudí, mientras en Libia, Gadafi pronunciaba un discurso en el que condenaba el levantamiento popular de Túnez y afirmaba que los manifestantes habían sido engañados por las revelaciones de WikiLeaks, que daban –por cierto– detalles de la corrupción de Ben Ali, su familia y su gobierno. Ahora [inspira profundamente], la cuestión que a mí me quita el sueño es cómo grandes situaciones de cambio y revolución que podrían llegar a ser gloriosas, pueden también ser abortadas, por miedo o cobardía o vaya a saber qué, y puestas al servicio otra vez del status quo… Porque nosotros nos movemos rápido, pero ojo, que el poder también.
¿A qué te referís? ¿A la capacidad de los poderosos de “quebrar” a la gente? A ver, quiero expresarme bien… [Silencio un tanto incómodo.] Esos materiales ahora públicos tienen un grandísimo valor para la filosofía política, pero en su momento “secreto”, por llamarlo de alguna manera, tenían un gran valor monetario. De haber querido podríamos haber vendido esos cables por varios millones de dólares, y de hecho me han ofrecido mucho dinero por ellos, incluso después de haber empezado a publicarlos. En ese momento creímos que The Guardian podía ser nuestro aliado para dar a la luz ese material, hoy ya no. El Cablegate, en todo caso, nos hizo perder la ingenuidad: miles de documentos que detallaban las actividades llevadas a cabo por embajadas en el mundo entero, levantando la tapadera muchísimas operaciones secretas; 25 millones de dólares pagados en sobornos a políticos en la India; señales de continuas interferencias norteamericanas en la política interna de Haití; revelaciones según las cuales un candidato presidencial peruano había aceptado dinero de una persona sospechosa de dedicarse al tráfico de drogas; diferentes niveles de presión ejercida por diplomáticos norteamericanos sobre políticos lituanos y periodistas de su país a fin de lograr que dieran de ellos una imagen positiva… En fin, la lista es interminable. En ese momento creímos que sería beneficioso trabajar junto a medios grandes para lograr una importante difusión, pero el modo en que The Guardian o The New York Times recortaron la información de los cables, protegiendo sus intereses, nos hacen ahora más escépticos… Escépticos de los medios monopólicos, pero no de que sea posible que se produzca un cambio en la política de los pueblos. Se está realizando en estos momentos el juicio al soldado norteamericano Bradley Manning, perteneciente a las fuerzas norteamericanas en Irak, que fue detenido en mayo de 2010 como sospechoso de haberles filtrado información secreta para la confección del video Collateral Murder. Manning afronta hoy un total de 22 cargos que pueden condenarlo a cadena perpetua. ¿Qué podés decir al respecto? En el caso de que hubiera sido él, le diría que es un héroe. Collateral Murder lo han visto hasta el momento más de doce millones de personas en la red y otros tantos millones han visto fragmentos pasados por las televisiones locales de cada país. Esas imágenes, al igual que las fotos de la cárcel de Abu Ghraib y la publicación que hicimos de los “Normas de combate de Irak” en 2008 contribuyeron de un modo crucial a la finalización de la guerra. Por otro lado, antes de que la persecu-
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ción contra mí se recrudeciera, en el 2010, pedí expresamente al New York Times que abandonara su campaña vergonzosa y consistente en publicar historias que nos difamaban tanto a mí como a Bradley Manning. Procediendo de ese modo el diario norteamericano se libró de las presiones del Pentágono... Hubo otros reporteros que contaron que hubo combates entre insurgentes y fuerzas aliadas, y que esos periodistas de Reuters fueron víctimas del fuego cruzado. ¡Todas mentiras! [Se enciende.] Pusimos al video una cita de George Orwell a fin de demostrar de qué manera se usa el lenguaje político para justificar asesinatos que son consecuencia de la falta de escrúpulos y humanidad. El vídeo es una prueba irrefutable de los excesos que genera el poder, de cómo las nuevas tecnologías bélicas son utilizadas por partes de sus actores como consolas de juego sin mayor conciencia de los daños generados. De hecho, las imágenes y los sonidos se parecen mucho a los de un videojuego y eso se debe a que así es cómo se pretende que los soldados asuman el ataque y la destrucción. “Collateral Murder”, el título que le pusimos, quiso dar cuenta de eso, de la falta de importancia que tiene la vida en manos de determinada gente.
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¿Cuáles fueron las circunstancias en que WikiLeaks dio a conocer el video? Decidimos darlo a conocer en una rueda de prensa que se celebraría en Washington, el 5 de abril del 2010, recuerdo muy bien esa fecha porque con mi equipo desde que decidimos el momento de la exposición, teníamos diez días para ir a Bagdad e intentar localizar a las familias de las víctimas… Fue una carrera contra el tiempo, pero lo logramos. El mismo día en que yo tomaba el avión desde Islandia hacia USA mi equipo me comunicaba desde Bagdad la noticia de que había logrado encontrar en el barrio de Al Amin a los niños y al viudo de la mujer que murió cuando el helicóptero lanzó los misiles Hellfire contra un bloque de pisos, justo después de haber disparado y provocado la masacre en la que murieron los doce hombres… [Realiza una inspiración fuerte, exhala y sigue.] Decidimos presentar el video en esa rueda de prensa para evitar que lo “cajonearan” los medios. En cuanto a la repercusión en la prensa norteamericana, eso es capítulo aparte. Ya conocemos las grandes manipulaciones y tergiversaciones de los hechos que pueden llegar a hacer algunos a la hora de interpretar cuál ha sido su propio papel, o incluso su responsabilidad, en todas estas cuestiones.
Fuentes utilizadas en la confección del presente texto: Assange, Julian. Autobiografía no autorizada. Barcelona, Los libros del lince, 2012. Dreyfus, Suelette. Underground. Historias de hacking, locura y obsesión desde la frontera electrónica. Barcelona, Seix Barral, 2010. WikiLeaks: http://wikileaks.org/
LA REVELACIÓN DEL SEXO INVISIBLE
*Mithu M. Sanyal (Düsseldorf, 1971) es historiadora cultural, periodista y autora alemana de origen hindú especializada en cultura popular, estudios poscoloniales y feminismo. Vulva es su primer libro y ha sido publicado recientemente por editorial Anagrama.
Entre el vacío representativo, la demonización y la inexacta alegoría, el discurso occidental no ha tenido palabras precisas para referir los órganos sexuales femeninos. Si el lenguaje es la instalación cultural que nos define como especie, ¿qué implicancias tiene la negación de la vulva en la percepción de los cuerpos concretos?
Por Mithu M. Sanyal Traducción de Patricio Pron
É
sta es una pequeña historia cultural de Occidente a través de la representación del genital femenino en la vida cotidiana, el folclore, la medicina, la mitología, la literatura y el arte. Sin embargo, esto puede parecer desconcertante a simple vista. ¿No basta ya con que existan historias culturales del beso o de la tetera? ¿Qué conocimiento puede obtenerse de la vulva? A objeciones de este tipo puede responderse que todo el mundo es libre de tener su propio concepto del beso o de la tetera, pero casi nadie negaría que estos fenómenos existen, a diferencia de lo que sucede con el genital femenino. Así, la estrella del psicoanálisis francés Jacques Lacan escribe: En sentido estricto diremos pues que no existe ninguna simbolización del sexo de la mujer como tal. En cualquier caso, la simbolización no es la misma, no tiene el mismo origen ni la misma forma de acceso que la simbolización del sexo del hombre. Y esto es porque el imaginario sólo provee una ausencia allí donde en otros casos hay un símbolo muy destacado.1
Ilustraciones de Paula Adamo.
O dicho en una sola frase: si no tienes pene no tienes órgano sexual “verdadero”. Una afirmación que de tan evidentemente falsa tendría cierta gracia absurda si con
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| La denominación del órgano genital femenino en su forma vulgar es efectivamente el insulto más fuerte del que dispone el idioma inglés. |
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ella Lacan no se situara en la línea de los pensadores más importantes de Occidente. Según Aristóteles, sólo el hombre dispondría de suficiente energía para desarrollar partes sexuales completas. Galeno veía el genital femenino como un genital masculino invertido. Y la postura de Sigmund Freud puede ser expresada con la siguiente fórmula: se coge un ser humano –es decir, un hombre–, se le quita el pene y así se obtiene una mujer. También teóricos más recientes como Jean Baudrillard y Roland Barthes explican que cuando las mujeres se desnudan en público, por ejemplo durante un striptease, éstas no podrían descrubrir su sexo sino sola y únicamente su carencia de él, es decir, dar voz a la ausencia de falo. La vulva es descrita como agujero, espacio en blanco o nada. En el mejor de los casos, como un pene insuficiente. Dependiendo de su carácter, cada mujer puede encontrar esto gracioso o desagradable, pero ¿cuál es el significado de la negación de un hecho biológico como la vulva para la percepción de cuerpos bien concretos? A través de una serie de ensayos que llevé a cabo en deferentes grupos de científicas constaté que todas podían dibujar penes pero ninguna podía representar gráficamente una vulva reconocible. Me sentí fascinada. ¿Por qué mujeres muy formadas podían reproducir genitales masculinos sin problemas al tiempo que sus propios genitales les resultaban tan extraños y misteriosos que ni siquiera podían dibujarlos rudimentariamente? Al pensar en ello, advertí que, con la salvedad de las ilustraciones médicas, tanto ellas como yo sólo podíamos ver imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene. Así que decidí ponerme a la búsqueda del lugar simbólico que ocupa la vulva en nuestra cultura. En primer lugar llamó mi atención la espectacular contradicción de que, por una parte, el sexo femenino no existe o por lo menos es insignificante e invisible, mientras que, al mismo tiempo, aparece como “agujero negro” y “abismo abierto”, como “puerta al infierno, fuente de todas las discordias y problemas en el mundo y posible ruina del hombre”.2 Su ilustración más persistente es la de la vagina armada con dientes afilados y cubiertos de sangre que aparece con tanta frecuencia en mitos y leyendas y que incluso tiene un nombre propio: vagina dentata. Allí donde la vagina dentata aparece, amenaza al pene con convertirlo, arrancándolo de un mordisco, en aquello a lo que la mirada fálica ha degradado a la vulva, esto es, una ausencia, un agujero, un espacio en blanco. ¿Cómo puede representar así algo que supuestamente
no existe? Nos encontramos aquí con lo que yo llamo un “parpadeo cultural”: cuando dos conceptos están en una situación contradictoria –como colores que se encuentran en los extremos opuestos del espectro– producen una irritación permanente tan pronto como entran en contacto. Se trata siempre de fenómenos profundamente interesantes que indican que detrás se ocultan otros estratos. Así, en la mayor parte de las mitologías pueden encontrarse historias en las que la humanidad ha sido salvada al menos una vez por la exhibición de la vulva. Existía la creencia arraigada de que las mujeres podían resucitar a los muertos, e incluso vencer al diablo, subiéndose las faldas. El genital femenino era un lugar sagrado y curativo. La vulva no fue ignorada, sino difamada primero con enorme esfuerzo y a continuación negada hasta provocar la opinión errada y absurda de que no valía la pena hablar de ella. Afortunadamente nada puede ser reprimido por completo; de hecho, a lo largo de mis investigaciones descubrí repentinamente referencias al órgano sexual femenino primario por todas partes en la literatura y el arte Occidental, es decir, en aquellos medios con los que nuestra cultura se representa y se explica a sí misma. No obstante, estas referencias estaban desfiguradas y eran apenas legibles puesto que lo que no puede ser comprendido tampoco puede ser representado ni, sobre todo, transformado. Y precisamente, de eso se trata. Es el intento de reconstruir la significación cultural del genital femenino y de hacer visibles los esfuerzos que hubo que realizar para reprimir la vulva, ya que en su re/presentación se ponía de manifiesto la lucha por el poder del que emanaba la autoridad para nombrar el cuerpo femenino, siendo en este caso el cuerpo una metonimia de aquello que definimos como “feminismo”. Es importante hacer esta distinción puesto que, finalmente, éste es el estudio de un ámbito cultural conflictivo y no una nueva equiparación de los conceptos “mujer” y “cuerpo”. Por encima de todo pretendo reconocer las reacciones que a lo largo de los siglos han hecho visible en palabra ye imagen al “sexo invisible”, ya que, como escribió el escritor nativo americano ganador del Premio Pulitzer Natachee Scott Momaday: “Somos nuestras representaciones. (…) Nuestra misma existencia consiste en las imágenes que nos hacemos de nosotros mismos (…). Lo peor que puede sucedernos es que no haya representaciones de nosotros.”3
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“Shaming and naming”
La expresión anglófona “naming and shaming” puede ser traducida como “exposición pública”. Por lo general va acompañada por una tercera palabra de sonida similar: “blaming”, o sea, “echar la culpa” o “culpar”. En la actualidad el gobierno británico utiliza ampliamente la estrategia del naming and shaming colocando en la prensa, en páginas web y en troncos de árboles imágenes de presuntos criminales o criminales probados, aunque con ello no despierta en absoluto la solidaridad vecinal sino más bien una violencia explosiva contra los “humillados” y contra aquellos que tienen la mala fortuna de parecérseles mucho. Lo mismo sucedió a gran escala con la vulva, sólo que sus imágenes no fueron ampliamente difundidas, sino que su exposición pública fue acompañada por una ocultación y una denominación errónea: “shaming and re-naming”. La periodista Gloria Steinem recuerda: “Soy de la generación del allí abajo. Allí abajo, ésas eran las palabras –pronunciadas raras veces y en voz baja– con las que
las mujeres en mi familia llamaban a todos los órganos femeninos, tanto internos como externos.”4 Gloria Steinem creció en las décadas de 1930 y 1940 en Ohio. Sus experiencias se diferencian visiblemente de aquellas de las jóvenes nacidas más tarde, situación a la que ella contribuyó considerablemente como figura central del movimiento feminista y cofundadora de la revista Ms, cuyo título hacía referencia a la, por entonces, revolucionaria forma de llamarse a sí mismas de aquellas mujeres que no deseaban permitir ser tratadas como “Miss/señorita” o como “Mrs/señora”. Pese a ello, en marzo de 2006 apareció en Alemania, país que al parecer es mucho menos pudibundo que los Estados Unidos, un libro con el título nada irónico de Ich nenne es “Da unten”. Fragüen resalen ubre ihre Vagina, die Lust und den Sex [La llamo “allí abajo”: las mujeres hablan sobre su vagina, el deseo y el sexo].5 También la revista femenina Woman llamaba al genital femenino en su entrega de marzo de 2006 “nuestra laguna de conocimiento”6 y seguí, jovialmente:
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Vagina
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“Nos hemos informado de cosas como las denominaciones, la función y el cuidado. ¡Y ahora, por favor, dejemos de cruzar avergonzadas las piernas!”7 Entre las definiciones presentadas por Woman aparecía en el primer puesto “allí abajo”, seguida de cerca por “entre las piernas”. Lo único a medias original que ofrecían las periodistas que habían confeccionado el artículo era la explicación de por qué rechazaban la expresión “vulva”: les recordaba una marca sueca de coches. Si el uso de la palabra “vulva” ya es difícil, el de “cunt” –o “Fotze” en alemán y “coño” en español peninsular– es absolutamente despreciado. La denominación del órgano genital femenino en su forma vulgar es efectivamente el insulto más fuerte del que dispone el idioma inglés. En los medios, cunt es incluso más impronunciable que fuck. Basta pensar en las controversia que desató la BBC en enero de 2005 al lanzar al éter las palabras “cunting, cunting, cunting, cunt” –algo así como “coño rastrero”– como descripción del diablo en Jerry Springer: la ópera. Si ni siquiera el diablo quiere tener algo que ver con el genital femenino entonces es porque algo debe andar realmente mal con él. A la vez, la antigua palabra inglesa “cunt” expresaba en su significado original de “lugar sagrado” el mayor elogio que podía hacerse etimológicamente, “cunt” está emparentado estrechamente con “queen”, “kin” y “country”: esto es, “reina”, “clan” y “patria” o “país”. Tras la conquista de Inglaterra por los normandos, “cunt” fue reemplazada oficialmente por el término latino “vagina” pero permaneció obstinadamente en uso en el idioma. El poeta y filósofo inglés del siglo XIV Geoffrey Chaucer la utilizó con varias grafías –“queynte”, “queinte”– en sus Cuentos de Canterbury, y en Londres había una calle con el elocuente nombre de Gropecunt Alley donde las prostitutas esperaban a sus clientes. A comienzos del siglo XVIII el “lugar sagrado” fue proscrito: comenzaba el desfile triunfal, definitivo, de la vagina.
| Toda la parte visible del genital femenino no sólo se hace invisible a través del idioma, sino que también pierde un significado independiente, es sólo un agujero en el que el hombre puede introducir su genital o, para continuar con la imagen, una vaina para su espada. Y precisamente de ahí proviene el término, ya que en anatomía era habitual utilizar analogías para dar nombres. |
Además de su traducción literal como “vaina”, “vagina” es la denominación más habitual y más aceptada del genital femenino en alemán. Como se ha dicho ya, sin embargo, “vagina” se refiere únicamente a la abertura corporal que une la vulva con los órganos genitales internos. De esa forma, toda la parte visible del genital femenino no sólo se hace invisible a través del idioma, sino que también pierde un significado independiente, es sólo un agujero en el que el hombre puede introducir su genital o, para continuar con la imagen, una vaina para su espada. Y precisamente de ahí proviene el término, ya que en anatomía era habitual utilizar analogías para dar nombres. El cirujano y anatomista italiano Matteo Realdo Colombo, que introdujo la palabra “vagina” en la medicina en 1599, justificó su elección en el tratado De re anatomica con la descripción del órgano sexual femenino como “aquella parte en la que la pica es introducida como en una vaina”.8 Esto es tanto más notable por cuanto el término “labia minora” –“labios menores”– también proviene de Colombo, por ejemplo. Es evidente, pues, que estaba completamente en condiciones de ver la vulva, de describirla, pero no de reconocerla. En su ceguera selectiva no estaba solo. Barbara Walter describe, en The Woman´s Encyclopedia of Myths and Secrets [Enciclopedia del conocimiento secreto de las mujeres: Durante un proceso por brujería en el año 1593, el esbirro a cargo del examen (un hombre casado) descubrió evidentemente por primera un clítoris y lo identificó como una marca del diablo, prueba segura de la culpabilidad de la acusada. Era un “pequeño trozo de carne, sobresaliente, como si fuera una tetilla, de media pulgada de largo” que el ayudante del verdugo “vio a simple vista pero estaba escondido, puesto que se encontraba en un lugar muy secreto que era indecoroso mirar; sin embargo, finalmente, ya que no estaba dispuesto a callar una cosa tan rara”, mostró la cosa a varios espectadores. Los espectadores no habían visto jamás algo así [sic].9 Esto es al menos sorprendente, ya que las actas de los interrogatorios “desagradables” y la confección de herramientas de tortura como la pera vaginal o la cuna de Judas10 muestran que el interés en el genital convertido en tabú era enorme. Sin embargo, como formuló el médico y filósofo Ludwick Fleck en la década de 1930, existe un mecanismo según el cual sólo se puede percibir aquello que se permite que sea percibido: “En las ciencias naturales al igual que en el arte y en la vida no existe ninguna fidelidad a la naturaleza que no sea fidelidad a la cultura.”11 Antes también de que en el siglo XVII anatomistas y médicos redujeran el genital femenino a la vagina, éstos
De igual modo que la humanidad es la más perfecta de las especies animales, así también el hombre es, dentro de la humanidad, más perfecto que la mujer […]. La mujer es menos completa que el hombre en relación con las partes que asisten a la reproducción. […] Naturalmente no debe creerse que nuestro hacedor habría creado deliberadamente a la mitad de toda la especie imperfecta, y, como es el caso, mutilada, de lo existir alguna gran ventaja en una falta de completitud tal.13 Esta ventaja se hallaba, según Galeno, en la supuesta disposición natural de la mujer a someterse y a servir. La superioridad de los órganos sexuales masculinos era explicada por Galeno, basándose en Aristóteles, en la mayor temperatura corporal interna del hombre,14 un concepto que fue dado por bueno durante más de mil años y que podía encontrarse todavía, por ejemplo, en el compendio medieval Secreta mulierum, cuyo autor advierte que durante el acto sexual la mujer quitaría al hombre el calor –simbolizado por el semen caliente–, hasta el punto de que el hombre que tuviera demasiado sexo con mujeres se debilitaría y se volvería oligofrénico.15
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no eran de ninguna manera más precisos con referencia al “área inefable”, Las obras ginecológicas se caracterizaban por eufemismos vagos como sinus pudoris –“cueva de la vergüenza”– y confusiones terminológicas graves. “Vulva” era empleada facultativamente para referirse a la vulva, a la vagina o al útero, o para todo ello junto. Puesto que de todos modos la Iglesia opinaba que los órganos genitales femeninos sólo servían para la reproducción, el interés principal de los investigadores estaba en la matriz, donde las vaguedades eran igualmente evidentes. Así, había descripciones serias de acuerdo con las cuales el himen debía evitar que el pene penetrara en el útero.12 Debido a que el lenguaje es el sistema con el que nos orientamos en el mundo y evaluamos las cosas, la desaparición de denominaciones que expresen aprecio o sean simplemente precisas va siempre acompañada de la desaparición de un contexto positivo de aprecio, la refleja o prepara su llegada. Y puesto que los seres humanos se identifican tan fuertemente con sus órganos sexuales que en razón de ellos se diferencian incluso en dos grupos fundamentales –hombres y mujeres–, las expresiones acerca de los órganos sexuales deben ser leídas por norma general como declaraciones sobre la totalidad del sexo. El médico romano Claudius Galenus (129-199 d.C.), llamado Galeno, autoridad absoluta en el terreno de la enseñanza europea de la salud hasta el Renacimiento, explicó:
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A diferencia de su vehemente colega medieval Pseudo Alberto Magno, Galeno no veía a la mujer como una amenaza directa para el hombre, pero sí la consideraba débil, lisiada y, en sentido amplio, inhumana, ya que sólo el ardiente feto masculino estaba en condiciones de volver sus genitales hacia fuera y con ello convertirse en un ser humano completo, mientras que los órganos sexuales femeninos permanecían invertidos y poco desarrollados en el interior del cuerpo. Alberto Magno fue más allá en esta línea de pensamiento: “Si en este proceso se origina una niña, esto se debe a que ciertos factores han impedido la fijación del cuerpo, de allí que la mujer no sea en su naturaleza un ser humano sino un nacimiento fallido.”16 La concepción del sexo femenino como equivalente idéntico al del hombre sólo que dentro del cuerpo se mantuvo obstinadamente. Así, a mediados del siglo XVI Andreas Vesalius representó en su tratado De humani corporis fabrica, obra básica de la anatomía moderna, la totalidad de los órganos femeninos como un inmenso pone con la vulva como bellota. Y a la pregunta de por qué “la sabia naturaleza no ha plantado testículos en el exerior de las mujeres de la misma manera en que la he hecho en los hombres”17, el sucesor de Vesalius en la cátedra de anatomía en Papua, Prospero Borgarucci, daba una respuesta que relacionaba la fisonomía “de inferior calidad” de la mujer con su psicología, también “de escaso valor”:
A sabiendas de la inconstancia y de la soberbia de la mujer, y para contrarrestar así su permanente anhelo de dominio, la naturaleza dejó a la mujer de esta manera para que, cada vez que ésta piense en su presunta carencia, deba volverse por el contrario más pacífica, más sumisa y finalmente más pudorosa que cualquiera otra criatura en el mundo. No debe suponerse ninguna otra razón para el hecho de que la naturaleza haya dejado las partes sexuales de la mujer en su interior más que su deseo de refrenar su arrogante exigencia.18 Aún entrado el siglo XVIII los ovarios eran descritos como “conducto espermático femenino”. “Esto significa simplemente que una doctrina anticuada y arbitraria dictaba que el hombre era la norma de acuerdo con la cual debía orientarse la mujer, y su pene, la norma para sus genitales”,19 resume Catherine Blackledge en su libro Historia de la vagina. En rigor, deberíamos decir que el discurso occidental no está basado en la dualidad de los sexos sino en su unicidad, puesto que ha fijado un sexo, a saber el masculino, y únicamente ha construido el femenino en oposición a él. Con ello, la mujer era la portadora de la diferencia entre los sexos, la –poco valiosa– desviación de la norma y –puesto que un ser humano completo sin pene era inconcebible– la castrada.20
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1 Lacan, Jacques. «Qu´est-ce qu´une femme ? » en: Lacan, Jacques. Das Seminar, libro III, Weinheim y Berlín, 1997, pág. 208 [El seminario de Jacques Lacan, texto establecido por Jacques-Alain Miller, trad. Rithee Cevasco y otros, Barcelona, Paidós, 1981]. 2 Blackledge, Catherine. The Story of V. Londres, 2004, pág. 6 [Historia de la vagina: un territorio virgen al descubierto. Traducción de Zoraida de Torres Burgos, Barcelona, Península, 2005]. 3 Natache Scott Momaday, citado en Gerald Vizenor, “Socioacupuncture. Mythic Reversals and the Striptease in four Scene” en: Out There: Marginalisation and Contemporary Culture, ed. de Russell Ferguson y otros, Nueva York, Cambridge (Massachusetts), Londres, 1990, pág. 420. 4 Gloria Steinem, epílogo a Eve Ensler, Monólogos de la vagina (trad. Anna Plata López, Barcelona, Planeta, 2000). 5 Krause, Bianca – Brandhurst, Christoph. Ich nenne es “Da unten”. Frauen erzählen über ihre Vagina, die Lust und den Sex. Berlín, 2006. 6 Anónimo, “Unsere Wissenslucke”, Woman, 3 (2006), pág.74. 7 Ibídem. 8 Colombo, Matteo Realdo. De re anatomica, citado en: Blackledge, ob. cit., pág.69. 9 Walker, Barbara. Das geheime Wissen der Frauen. Frankfurt am Main, 1993, pág.550. 10 Tanto la pera vaginal como la cuna de Judas fueron construidas explícitamente y principalmente con la finalidad de destrozar los órganos genitales femeninos. La pera vaginal se componía de cuatro piezas de metal unidas sin demasiada fuerza en su extremo más estrecho y con forma de pera. Las piezas de metal eran introducidas en la vagina y
abiertas mediante un tornillo hasta que se desgarraba el bajo vientre. La cuna de Judas era una pirámide de madera sobre la que se sentaba a la víctima con las piernas abiertas, de las que a menudo colgaban sacos rellenos de plomo, de modo que todo el peso del cuerpo recayese en la vagina, que de esa forma era desgarrada lentamente. 11 Fleck, Ludwik. “Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache. Einführung in die Lehre vom Denkstil und Denkkollektiv” en: Klinische Wochenschrift. 15 (1936), N°7, pág.239. 12 Véase Blackledge, Story of V, pág.71. 13 Kühn, Carolus Gottlob (ed.). Claudii Galeni Opera omnia. Leipzig, 1822, tomo II, libro XIV, cap.6. 14 Véase Galeno, libro XIV, cap.2: “El hombre es más perfecto que la mujer y la razón de su perfección es su excesivo calor, ya que éste es la herramienta original de la naturaleza. En consecuencia, la ejecución de aquellos animales que menos calor tienen es por fuerza menos perfecta, y no debe sorprender que la mujer sea tanto menos perfecta que el hombre puesto que es más fría”. 15 Véase Pseudo Alberto Magno, Secreta mulierum, ed. Johann Hartlieb, texto e investigación de Kristian Booselmann-Cyran, tomo 36, Pattensen, Hannover, 1985. 16 Pseudo Alberto Magno citado en: Blackledge, ob.cit. pág.81. 17 Borgarucci, Prospero. Della contemplatione anatomica. Sopra tutte le parti del corpo humano, libro V, Venecia, 1564, pág.130. 18 Ibid, pág.132. 19 Blackledge, ob.cit. pág.5. 20 Véase Irigaray, Luce. Speculum. Espéculo de la otra mujer. Trad. Baralides Alberdi Alonso. Madrid, Saltés, 1978.
J. S. DE MONTFORT
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El joven Hemingway: la construcción del héroe
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unque la versión más conocida de sí mismo que se esforzó en legarnos Ernest Hemingway (como por otra parte sucede casi siempre con los escritores, casi siempre si no es que se suicidan en la juventud) sea la de ese señor barbudo, un hombre bravo de acción, un resuelto y belicoso hombre de mundo, el viejo Hem también fue un joven despistado y algo ingenuo, al menos en una ocasión (e incluso casi guapo). Y en esa juventud incierta suya, un poco antes de ser pobre y feliz en París y recién salido del instituto, consiguió un empleo en Kansas –gracias a un tío suyo– como periodista en prácticas en el Kansas City Star. Tenía dieciocho años. Y estuvo seis meses y medio allí; suficiente, sin embargo, para conseguir que le enviasen a Italia con una de las ambulancias de la Cruz Roja que había patrocinado su propio periódico. Tras dos meses en la retaguardia es herido de gravedad por causa del fuego de mortero de los soldados austríacos y repatriado. De vuelta a casa, estando con su familia de vacaciones en Petoskey, Michigan, le piden que dé una charla en el club local de mujeres sobre su experiencia de la guerra. Hemingway, que veía como poco heroico el hecho de haber estado repartiendo chocolates y cigarrillos entre los soldados italianos, se viste –metafóricamente– para la ocasión con el uniforme de guerra de un soldado y relata sus –supuestas– experiencias bélicas con tal determinación y bravura que Harriet Connable, una rica ciudadana de Toronto que está de
visita, queda tan impresionada como para pedirle que se mude a su mansión de Toronto a ver si le sirve de inspiración a su hijo inválido, ayudándole en las tareas de cuidador y mentor. Gracias a los contactos del marido de Harriet, Hemingway consigue, además, un puesto de periodista en el Toronto Star. Sobre París (Elba editorial, Barcelona, 2012) recopila textos de la época que pasó el escritor norteamericano en el rotativo canadiense (entre los años 19201924). Una etapa que, tal como dice Scott Donaldson, uno de sus más eminentes biógrafos, le sirvió a Hemingway para poder escoger algunos de los temas ulteriores de sus novelas y depurar el estilo de lo que más tarde sería conocido como su método literario, sentencioso, de frugal economía de medios y elusivo con la explicitación del drama central. El paso del premio Nobel por el periódico canadiense, durante el cual escribió 191 notas periodísticas de diferente tamaño y temática, tuvo tres etapas. Una primera en la que Hem tenía la consideración de freelance y escribía desde Toronto, pero también desde Chicago, una segunda en la que se convierte en corresponsal en Europa (y es cuando vive en París, contando con el soporte económico del Star y algunas cartas de presentación de Sherwood Anderson) y una tercera en la que adquiere la consideración de periodista local en plantilla, de nuevo en Toronto. Hemingway comenzó cobrando medio penique por palabra, pero acabó doblando tal cantidad. Los viajes para cubrir eventos se los pagaban a 75 dólares más las dietas (téngase en cuenta que Hem y su primera mujer, Hadley Richardson, pagaban 20 dólares a la semana por su vivienda y vivían con menos de un dólar al día). Y esto es importante saberlo, pues algunos de los artículos parecen muy poco hemingwaianos, y es que se notan hinchados a la fuerza (a la fuerza de querer cobrar más peniques, claro). Y es esta época de juventud, los prolegómenos –por así decir– a su gran éxito gracias a Thesunalsorises (publicada en 1926), un momento de efusividad y duda; pero también de ambición y, por decirlo en términos del autor, de conquista de la personalidad. Ese momento previo antes de que Hemingway, como nos dice Clara Pastor en el prólogo del libro editado por Elba, se convierta en “ese personaje un poco fantasioso y bravucón [que] puede resultar ridículo”. Todo esto (bueno, una parte) es lo se nos muestra en la selección de textos incluida en Sobre París, vein-
tasioso París nocturno con el que sueña el escritor de la película de Allen y que (re)vive en su imaginación, dice Hemingway que no resulta emocionante para el foráneo. Y ello por la razón de que –es una especie de estado de ánimo, o bien estás en él o no lo estás–. Lo que se deduce de la lectura de Sobre París es más o menos lo mismo, la sospecha de que ese París que nos han contado es tan falso como el actual y que cualquier tiempo es como es y nunca como lo relatamos con el apoyo de la imaginación. O dicho de otra manera, que el único modo de compartir una sentimentalidad ajena (creada de manera literaria) es a través de la idealización de la nostalgia. Ernest Hemingway nunca quiso hablar en público de esta época suya en el Star, pero, sin embargo, se sabe que conservó hasta su muerte todos los recortes de sus artículos. Y es que, aunque en ellos se note a veces cierta bisoña pretenciosidad, una gravedad que peca de ambiciosa, no es menos cierto que son muestras patentes de un talento en ciernes, genio todavía embrionario al que, ya se ha dicho, Hemingway confería un secreto orgullo.
ILUSTRACIONES DE IVANA ROITBERG
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tinueve textos en total, que abarcan la segunda y la tercera etapa a las que nos referimos con anterioridad (febrero 1922-diciembre 1923), con una temática o bien centrada en la propia ciudad de París o bien se corresponden los textos con artículos que amplían el interés del asunto a la vida francesa en general, sus costumbres del momento o bien las intrigas políticas contemporáneas (“Francia es el país más hermoso que conozco”, escribe Hemingway el 14 de abril de 1923). Sépase, de todos modos, que el propio Toronto Star ha comenzado a poner a disposición de los internautas el archivo completo de los textos de Hemingway en la dirección http://ehto.thestar.com. Una cosa que ha de tener el lector en cuenta es que Hemingway escribía estos textos con una forzada mirada canadiense, por lo que lo relativo a Europa siempre se acaba relacionando con lo que sucede en Toronto. Esto es importante por dos razones. En primer lugar porque, como todo el mundo sabe, Hemingway nació y creció en Illinois. Es decir que la escritura de artículos para un determinado público, le obliga a adoptar un punto de vista diferente al suyo, y ello le proporciona la posibilidad de ensayar ya la paradoja, la estructura dialógica y la hipérbole (características de su recreación literaria de los hechos verdaderos) y de bascular entre una ironía fúnebre y una franqueza descarnada. La segunda razón por la que es importante saber quiénes eran sus receptores tiene que ver con la franca libertad con la que escribe, llegando incluso a veces a la acusación torva, como, por ejemplo, en el artículo –cuyo título no deja resquicio para la duda– “El gobierno paga por las noticias”. Ello tiene que ver, además, con la intención de los responsables del Star de dirigirse a un extenso grupo de lectores que pertenecen a la clase obrera. La consecuencia es que Hemingway se dirige a sus lectores con una estudiada pose de camaradería. Un ejercicio bien interesante es el de observar estos textos a la luz de la reciente película Midnight in París de Woody Allen. En ella, el escritor protagonista mira al París de los años veinte con nostalgia y estima, aceptando que hoy París es una ciudad artificial y desprovista de su antiguo encanto. Sin embargo, en los textos de Hemingway sobre la ciudad de la luz, escritos en esos años veinte (o sea, en directo), aflora esa sensación misma de farsa y artificialidad, de falsa bohemia, así como un reproche frontal a la zafiedad y provincianismo del carácter parisino. Sobre ese fan-
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POR JUAN JOSÉ MENDOZA
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Conciencia Spam*
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1 Me preguntan para un periódico de Buenos Aires “¿Qué es la literatura más rupturista en Argentina hoy?” Sin pensar demasiado, respondo: “son literaturas jackers: escrituras que se meten adentro de los códigos fuentes de la gran literatura y los desarman.” 2 Aunque quizá a muchos no les parezca una imagen feliz, probablemente la historia de la literatura también tiene mucho de programa informático: un viejo programa informático con muchos de sus códigos fuentes encriptados. La Vanguardia ha ido desarmando los viejos códigos fuentes. Pero sus exégetas siempre han ido corriendo detrás, armando otros nuevos. Me da curiosidad que cuando los programadores se sientan a programar no dicen “voy a programar”, sino que dicen “voy a escribir”. ¿Y si lo que están haciendo es “escribir literatura”? ¿Fabricando variaciones, inventando mundos? 3 El ciberpunk fue la “conciencia de clase” de los proletarios informáticos. No es casualidad que la ciencia ficción y el ciberpunk se hayan desarrollado en países con un fuerte desarrollo industrial. La carrera espacial y la industria armamentística fueron nafta para escritores
como Bruce Sterling o Lewis Shiner (los de la Verdad Barata (Cheap Truth)). Y fueron pólvora para morder para los escritores de la bohemia cibernética. Internet es el mundo compensatorio de la morosa carrera espacial. 4 La escritura tiene mucho que ver con la consolidación de las tecnologías; cuando no, la historia misma de la escritura figura entre los primeros capítulos de cualquier historia tecnológica. Por si todo esto fuera poco, detrás de todo “hardware” hay algún tipo de lenguaje asechando. Así lo entendieron Thomas Pynchon, William Gigson y Neal Stephenson. Y así lo entendió Roger Chartier cuando emprendió su historia de la escritura. E incluso escritores distópicos como Yevgeni Zamiatin, Aldous Huxley y Ray Bradbury. 4.1 A propósito de Bradbury: las Crónicas Marcianas de Bradbury hacen past con los “viajes” a la luna y al sol que en el XVII ya había “narrado” Cyrano de Bergerac. Hay un doble fondo de todo lo moderno. Como si la modernidad se fundara en la repetición. Repetición que a su vez es algo muy medieval. ¿No sería el Renacimiento, con su forma de retomar a los clásicos, la explosión simultánea de todo lo antiguo? 5 Y así lo entendió Roberto Arlt cuando imaginó la “Rosa de Cobre”, una flor quemada por ácidos, metáfora de lo que para él la modernidad hacía con la vida. Sus personajes sentían que la modernidad había perfeccionado la angustia usando el mismo método que la industria había usado para perfeccionar el motor de explosión. 6 Algo parecido había intuido ya Mary Shelley cuando, allá por los comienzos del siglo XIX, tuvo la ocurrencia de iniciar la saga de Frankestein. Para muchos el primer relato cyberpunk de todos los tiempos. 7 Ludditas o no, en las tecnologías hay siempre algo del orden de la imaginación que la literatura quiere explorar. Pero el problema es que, para poder explorar eso, lamentablemente, siempre es necesario algún tipo de
7.1 ¿Callarnos-Avanzar-Retroceder? El Bertold Brecht de Mahagonny nos recomendaría, con sorna: “¡fundemos de nuevo una ciudad!”. 8 La Experiencia Spiral Jetty o los mini-objetos de la Imprenta Argentina de Poesía, o libros como Spam de Charly Gradin, no tienen nada que ver con “operaciones” hacia dentro o hacia afuera del campo. Sólo se puede leer así desde el campo, porque el campo lee así, que es como confesar que no lee los textos sino que sólo se lee a sí mismo. El campo es algo parecido a lo que Windows es para los usuarios del Software Libre: algo a combatir y a desarmar. Por suerte, muchos de los textos que se publican en las editoriales independientes están alimentados por un pulso existencial, una fuerza poética que nos arroja, antes que a escribir, a “programar”: imágenes mentales sobre papel blanco. Muchas de ellas son «programaciones efímeras», impulsadas por la felicidad de un mínimo roce con las fuerzas poéticas del mundo. Otras de ellas son algo así como el dibujo de un “tatuaje invisible” sobre un paisaje de silencio. Paisaje Mental sobre fondo blanco. Y están impulsadas por una profunda necesidad expresiva. Sólo se trata de entrar en contacto con una mínima porción de toda esa energía que hay distribuida en el universo y capturarla. Capturar su minúscula presencia, perforar el corazón microscópico de la verdad. 8.1 Spam de Charly Gradin quizá sea otra cosa. 1. Porque no arroja sus textos sobre la hoja en blanco sino en marquesina sobre la pantalla. Y 2. Porque no escribe sus textos. Simplemente los captura. Él es, como muchos de nosotros, simplemente un cazador y recolector. Va con su caña de pesca y se sienta frente a la pantalla a esperar que la boya de la experiencia que flota en su cabeza se hunda en el pozo de agua de su Google. 8.2 En algún punto no se sabe bien qué son nuestras obras. ¿Son literatura? ¿Son arte conceptual?
8.3 Hay algo de experiencias semejantes a las del software colaborativo en trabajos como los de Pablo Katchadjian. Escrituras que abren los códigos y los vuelven de dominio público, ya accesibles para siempre. El Aleph de Borges estaba en Internet mucho tiempo antes de que a Katchadjian se le ocurriera copiarlo y pegarlo en su procesador de textos. Y mucho antes de que se decidiera a intervenirlo. Y lo editara. Y El Aleph de Katchadjian ahora está en la Nube de Internet: y ya ni siquiera es de él. Ha pasado a ser de todos los que a su vez lo recrean y lo reescriben con su lectura. Algo parecido ha ocurrido con El Martín Fierro ordenado alfabeticamente. 9 Se trata de experiencias que intentan lidiar con el presente, pero tramando su trabajo en contra del presente. Lamentablemente nos impulsa, como diría Kojève, una fuerza negativa: poder de negación del mundo. No son nuestras prácticas ni tecnofílicas (como la de muchos nativos digitales) ni tecnofóbicas (como la de muchos migrantes digitales). Hay acá, en todo caso, un uso desviado de las tecnologías. 10 Se suele etiquetar peyorativamente a estas escrituras como meros “experimentos”, como si los experimentos no fueran capaces de llevarnos a lugares deslumbrantes e inesperados. Yo creo que hay mucha escritura en los copy-paste. Puede que se trate de prácticas vanguardistas, pero no de una vanguardia ingenua que hace tabula rasa, sino de una vanguardia que explora zonas más o menos visitadas de la tradición y, en algunos casos, procura descubrir otras nuevas. Tiene algo de cruce entre literatura e hipnosis: todavía hay lugares del pasado a los que nunca hemos ido. 11 Con un grupo de amigos tenemos un foro de discusión interna. Hace unos días Malena Rey envió al grupo un email (Internet tiene esas cosas). El e-mail era solamente un link. Y el link llevaba a una palabra: era la palabra “pareidolia”. “Pareidolia” es una de esas palabras griegas que a veces olvidamos pero que están muy cerca nuestro. Significa algo así como “imagen adjunta”. La definición de la palabra dice: “es un fenómeno psicológico que consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) es percibido erróneamente como una forma reconocible.” Quizá el problema con
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contaminación con lo tecnológico. En palabras del propio Bruce Sterling: “En el universo moral del cyberpunk, nosotros ya sabemos Cosas Que No Teníamos Que Saber”. Una de las preguntas es: ¿qué vamos a hacer con eso?
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algunas escrituras sea ese. Que, cuando quiere referir a una imagen, lo hace acudiendo a la imagen misma, sea esta metafórica o no. Dice, por ejemplo, cosas como: “Sopla el viendo frío del sur” o “Esta mañana me despertaron los teros”. Y lo dice explícitamente. Pero en esa escritura no hay viento. Y no hay teros. En eso es como la atmósfera de la luna. Y lo que es peor, no trae consigo ninguna imagen adjunta. 11.1 El problema que algunos encuentran en El Aleph de Katchadjian son sus imágenes adjuntas. La mayoría ve la primera imagen adjunta y omite revisar las otras. Leer, cuando no se es intuitivo, requiere cierto esfuerzo. Muchos creen que se trata de un plagio. Y creen eso porque no miran su racimo de “imágenes adjuntas”. Para muchos, la primera imagen adjunta que les viene a la cabeza es el plagio. Pero se me ocurre que afortunadamente también hay muchas otras imágenes. Y hay, como sabemos, muchos Alephs adentro de El Aleph. Pero claro, ver un Aleph no es para cualquiera. Acaso el mayor mérito del Aleph de Borges fue la cantidad infinita de imágenes adjuntas que incluyó en él. Entre las cuales, desde luego, había un Aleph en abismo, reescribiéndose a sí mismo, incesante. 11.2 Sin cuenta imágenes adjuntas tenía el Aleph de Borges. 25 imágenes más le agregó Katchadjian. 12 No fue Borges el primero en ver El Aleph. Ya Borges confesaba que antes que él lo había visto un dominicano: Pedro Henríquez Ureña. Podríamos decir incluso que Borges se inspira en las enumeraciones de la poesía de Walt Whitman y Neruda para componer El Aleph. Y también en Citizen Kane de Orson Welles. Pensemos en esa imagen de Kane mirando la casa de su infancia en una bola de cristal que tiene en la mano. De hecho, una de las fechas, la de la muerte de Beatriz Viterbo, coincide con la del pre-estreno de Citizen Kane en los Estados Unidos. Si de reescrituras se trata, muchas son las reescrituras de Borges. Entre colegas contemporáneos incluso, como la que Borges hace del capítulo IV de El juguete rabioso de Arlt. En “El indigno”, que está en El informe de Brodie. Ahí está esa reescritura. ¿Qué es eso? ¿Borges está plagiando a Arlt? ¿Lo está homenajeando? 12.1 Ver un Aleph es un momento luminoso.
13 El «ciberpunk» fue la «conciencia de clase» de los «proletarios informáticos». No es casualidad que la ciencia ficción se haya desplegado en países con un fuerte desarrollo industrial. En los países alejados de la carrera espacial, países como los nuestros, vimos muchas de esas cosas por televisión. Éramos niños mientras en otros rincones del mundo se estaban inventando los arsenales de tecnología que hoy nos atacan con sus pasos de lata y sus alas de barlight. 14 El «ciberpunk» fue la «conciencia de clase» de los «proletarios informáticos». Pero en los países como los nuestros, países con un alto índice de «subproletariado» y «lumpenproletariado», aquella conciencia nunca ancló. Y nunca pudo haberlo hecho. Hemos, a duras penas, pergeñado otras. Estamos inventando una “Ciencia Fricción”, una “Fábrica de Pasados”, un “Socialismo Fantástico”, un “Minimalismo Barroco”. En este momento estamos construyendo un vivero para las flores de metal. Practicamos el uso desviado de las tecnologías. Calibramos la potencia poética de la chatarra. No somos ni cínicos, ni despolitizados, ni planificamos una literatura de evasión. Sabemos que incluso, bien leído, nuestro trabajo puede ser acusado de basura. Para hacernos menos dramática la existencia, damos vuelta como una media todas las cosas que nos disgustan del mundo que nos rodea. Y, entonces, como si fuéramos los dueños de un momento único que acontece cada 100 años, adoptamos la Conciencia Spam. Somos la terminal de todos los deshechos, la turbina que licúa todas las esquirlas, el agujero negro que se traga todos los discursos. Jugamos con el cartón pintado. Recolectamos la potencia residual de las cosas que entran en desuso. Somos ingenuos. Y ensayamos los diferentes usos poéticos que tiene la basura. 14.1 Pese a todo lo anterior, también practicamos literaturas anacrónicas. Para los que quieran una literatura de la de verdad, yo les sugiero una fuerte dosis de esa poesía que practica Ezequiel Alemian. Hay allí un trabajo con la experiencia y una captura del tiempo, y... 15 Esto es sólo un borrador.
* Título alternativo1: ESCRITURAS JACKERS Título alternativo 2: NOSOTROS, LOS EX-LUDDITAS
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Cuento por encargo, E.E.DomĂnguez y Marcelo Damiani
13 BOCADESAPO ISSN 1514-8351