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Fray Recaredo María de Torrent
AGRIPINO GONZÁLEZ, T.C.
Biografía
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El Siervo de Dios fray Recaredo, en el siglo José María Llópez Mora, nace en Torrent, diócesis y provincia de Valencia –España–, el 22 de agosto de 1874. Y al día siguiente recibe las aguas bautismales en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de su pueblo natal de manos de don Vicente Giner, cura coadjutor de la misma. Son sus padres Luis Llópez Barberá y Constantina Mora Ricart, asimismo hijos del pueblo.
Realizó sus primeros estudios en la escuela de la población y, junto a don José Méndez Perpiñá, coadjutor de la parroquia, hizo sus primeras armas en el apostolado, actuando en distintas obras fundadas por éste.
Cuando, en el mes de mayo de 1889, don José Méndez decide ir a la cartuja del Puig de Santa María (Valencia) y vestir el hábito del terciario capuchino, el Siervo de Dios José María Llópez es uno de los cuarenta jóvenes que se presentan en la cartuja con el fin de convencer a su querido coadjutor para que regrese a Torrent. Vueltos al pueblo sin conseguir su propósito, José María descubre bien pronto que también a él le llama el Señor.
A los pocos días volvió a la cartuja de nuevo, pero esta vez para quedarse definitivamente con los nuevos religiosos terciarios capuchinos que la habitaban. El 21 de junio de 1889 hace su ingreso al noviciado trocando su nombre de pila por el de fray Recaredo Mª de Torrent, con el que se le conocerá en lo sucesivo.
El día de la Inmaculada del siguiente año, el 8 de diciembre de 1890, hace su primera profesión en el convento de Nuestra Señora de Monte Sión de su pueblo natal. El 8 de diciembre de 1893 renueva sus votos trienales y el 8 de diciembre de 1896 profesa perpetuamente en la Escuela de Reforma de Santa Rita, en Carabanchel Bajo, Madrid.
De 1896 a 1903 desarrolla su apostolado en la Escuela de Reforma de Santa Rita entre jóvenes díscolos, hasta que es trasladado a la Colonia de San Hermenegildo, en Dos Hermanas (Sevilla), el 23 de junio de 1903.
También en la Escuela de Reforma de Dos Hermanas desarrolla su actividad apostólica durante un trienio, 1903-1906, siendo su estancia más prolongada en la casa Reformatorio del Salvador, de Amurrio –Álava–, donde reside de 1920 a 1932.
Durante los años en que ejerce su apostolado misericordioso y redentor con los jóvenes extraviados acogidos en las diversas escuelas de reforma demuestra poseer dotes naturales para la educación de la juventud desadaptada. Con su cordialidad y entusiasmo se ganaba el afecto de sus educandos, primer paso para ganar también sus almas para el Señor.
Los cuatro últimos años de su vida los pasó en el Convento de Nuestra Señora de Monte Sión, de su pueblo natal, dedicado incansablemente a su ministerio de impartir el catecismo a los niños, fundar escuelitas nocturnas gratuitas para ellos y a obras de caridad. Su figura pequeña, viejecito pero ágil, rodeado siempre de niños, visitando a los enfermos y encarcelados y llevando alimentos a escuelas pobres y humildes, hacían su figura sumamente atractiva. Expulsado, juntamente con toda la fraternidad del Convent el 20 de julio de 1936, consigue piadoso refugio en casa de su sobrina María Llópez Alejos. En casa de su sobrina al atardecer se rezaba el Santo Rosario, que él desgranaba despacio. Y, cuando sentía que habían matado a alguno, decía: – “¡Ay, qué suerte! Mueren por Dios. Yo no tendré esa suerte”.
El día 4 de agosto del mismo año de 1936 se presentaron dos milicianos en su casa y le dijeron, sin dar más importancia a la cosa:
– “Vamos, que te van a hacer unas preguntas”.
Y fue conducido a la cárcel del pueblo, conocida como La Torre , en la que la prisión, el martirio y la inhumación de sus restos mortales todo fue en común con los terciarios capuchinos en ella recluidos y arriba mencionados.
Semblanza
Quienes mejor conocieron al Siervo de Dios nos lo describen como hombre sencillo, cordial, amable y muy franciscano, que estaba dotado de un gran espíritu de minoridad y que era observante al máximo. Y aseguran que Fray Recaredo era sencillo, humilde y muy buen religioso, que brilló por su humildad y caridad. Era un gran trabajador en su apostolado con los jóvenes.
Fray Recaredo vivió en sus fuentes el espíritu fundacional recibido con intensidad del Venerable P. Fundador. En esto se caracterizaron todos los primeros religiosos. Tenían un gran espíritu de minoridad y eran observantes al máximo.
Eran piadosos y muy rezadores, en el mejor sentido de la palabra.
“Cuando recordamos a este religioso –asegura un su discípulo torrentino–, nos parece aún verle por las calles de la población con su figura pequeña, viejo, pero ágil, rodeado siempre de niños, al igual que el Divino Maestro, visitando a los enfermos, a los encarcelados y llevando a los hogares pobres y humildes no solamente los medios para mantener su vida, sino también los consejos espirituales de la religión, que la mayoría de las veces son más necesarios que el dinero o el pan para que haya paz entre las familias”.
Doña Concepción Silla, asimismo hija de Torrent, asegura que el Siervo de Dios fray Recaredo vivía entregado a la formación, especialmente religiosa, de la juventud y empleaba todos los medios a su alcance para atraerla, así como también para formarla en una vida auténticamente religiosa.
Otro hijo de Torrent afirma que fray Recaredo fue notable por su apostolado en el Convento de Nuestra Señora de Monte Sión, especialmente al frente de la Real Pía Unión de San Antonio de Padua. Sobresalió como educador. Era maestro de escuela, incansable en el hacer el bien a los jóvenes. Recurría a toda clase de personas a favor de ellos. Era muy estimado, entre otros, por el señor arzobispo de Valencia, Cardenal Guisasola, para quien siempre tuvo abiertas las puertas de palacio y las de su tesoro para sostenimiento de la obra social del Siervo de Dios.
Recurría a toda clase de personas, pidiendo incluso limosna a sus mismos parientes, con tal de atender a sus muchachos. Para ellos funda escuelitas nocturnas, impulsa el perfeccionamiento del teatro de aficionados y dedica especial atención a la organización del llamado “pan de los pobres”. Sigfrido Blasco, hijo del novelista Vicente Blasco Ibáñez, le pagaba la pensión de diez niños, para que pudiesen asistir al centro. También el señor Castells, director del periódico El Mercantil, le pagaba otras pensiones para los niños pobres y le daba limosnas para el convento. Téngase en cuenta que estos señores no eran demasiado clericales. Y fray Recaredo les visitaba asiduamente.
Entre quienes, sin duda, mejor conocieron a fray Recaredo se cuentan sus hermanos de hábito. Pues bien, uno de ellos asegura que fray Recaredo Mª de Torrent era bajo, muy atractivo y simpático, atraía mucho a los jóvenes que acudían gustosos a escuchar sus lecciones de catecismo y las funciones de teatro. Les daba rosquilletas y chocolate para atraerles, organizaba funciones de teatro, siendo muy numeroso el grupo de jóvenes que se beneficiaba de su trabajo al que estaba dedicado. Eran célebres las representaciones navideñas del Belén y otros autos sacramentales que tenían mucho éxito.
Fray Recaredo tenía un carisma especial con la juventud y consiguió reunir a muchos jóvenes en la Pía Unión de San Antonio de Padua de Torrent. La gran fe que él tenía la transmitía a los jóvenes. Por su espiritualidad franciscana, fray Recaredo Mª de Torrent sobresalió en su amor y preocupación por los niños y por la juventud.
Fr. Agripino G.
Oración para alcanzar gracias por mediación del beato Vicente Cabanes y compañeros Terciarios Capuchinos
Mártires
Récese un Padrenuestro, tres Avemarías y la siguiente oración final
Oh, Jesús, Buen Pastor, que concediste al beato Vicente y Compañeros Mártires, zagales de tu rebaño, vivir las parábolas de la misericordia en la recuperación de la juventud extraviada; concédeme, por su intercesión, seguir sus ejemplos y alcanzar la gracia que solicito de tu gran bondad, si es para mayor gloria tuya y bien de mi alma.
Lo que te pido también por mediación de la Reina de los Mártires, tu Santísima Madre Dolorosa y madre mía. Amén.
Oración para obtener gracias por intercesión de la beata Rosario de Soano y compañeras Terciarias
Capuchinas Mártires
Récese un Padrenuestro, tres Avemarías y la siguiente oración final
Padre todopoderoso, Pastor eterno, te damos gracias por la fortaleza que otorgaste a tus siervas Rosario, Serafina y Francisca para entregar generosamente su sangre en fidelidad a Cristo y a su vocación religiosa; tú que te has dignado glorificar a tus siervas en tierra, si es para mayor gloria tuya, por su intercesión otórgame la gracia que te suplico con fe.
Lo que os pido también por mediación de la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José. Amén.