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Luis Amigó: Episodios de su vida
30. OBISPO
POR FR. JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ, T.C.
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Era el padre Luis guardián del convento de Orihuela en mil novecientos siete y en marzo, por más señas. Llega el cartero en la tarde con extraordinarias nuevas. El padre guardián las lee y la color se le altera.
– Guárdeme el secreto, padre – al vicario le confiesa-, pero me nombran obispo lo quiera yo o no lo quiera. Por la mañana en el pueblo misa tiene de la fiesta y el portero del convento va a avisarle con urgencia:
– Que está el padre General en el convento, y le espera. Que todos sabemos ya lo de vuestra reverencia. Y se lo grita a las gentes Para que todos lo sepan:
– ¡Que nos han nombrado obispo al es guardián de Orihuela! Las campanas del convento alegres repiquetean, los frailes alborozados vivas alegres vocean, la gente se va enterando y sumándose a la fiesta, los balcones aparecen con adornos y banderas, en alegre pasacalle la banda del pueblo suena, el camino hasta el convento es de cariño una muestra… Y, cuando ya anochecido, al obispo homenajean con nocturna serenata de las canciones de fiesta.
Ni esperaba ni sabía nada de la cosa esta: en principio el padre Luis no constaba en la propuesta. Santa Rita tiene fama adquirida como escuela, y son con el Presidente las relaciones muy buenas. Al director, pues, proponen para que él obispo sea; mas éste renuncia al puesto y el padre General entra (que bien pudo ser así o ser a la viceversa). Ambos se ponen de acuerdo y al Presidente le ruegan y también al Nuncio piden que es mejor que en la propuesta sólo en padre Luis figure y el obispo nuevo sea. Y el Presidente y el Nuncio Aceptaron la propuesta. Los méritos de sus hijos de Santa Rita la escuela, consiguen que el padre Luis lleve mitra en su cabeza.
Y el padre General quiere que diga sí a la primera, que para eso le mandan autoridades supremas:
– Si rechaza el nombramiento, el Papa por obediencia le mandará que lo acepte. Y Luis Amigó lo acepta.
En el convento y el pueblo hubo alegría de fiesta. Sólo el padre Luis tenía una profunda tristeza: el sueño se le había ido, el comer se le rebela, la confusión y el temor por dentro se le apoderan, su mal estado se ve y el médico le aconseja:
– Si usted no se cuida un poco, A ser obispo no llega…
Dos religiosos terciarios desde entonces por él velan y le acompañan y sirven en todo lo que desea.
Ha de viajar a Madrid y va en señalada fecha.
– Es abril y día doce, De los Dolores la fiesta. – le dice quien le acompaña-. Cumple Vuestra Reverencia treinta y tres años de fraile. ¡Qué estupenda coincidencia! El barullo de estos días ni pensar le dejó apenas. Da gracias el pare Luis a Dios y a su Providencia jue acoge y marca los días y hace coincidir las fechas. Llegado a la capital, ante el Nuncio se presenta.
– ¿Por qué se ha fijado en mí?
– ¿He pecado de imprudencia? Pues mire usted ni lo siento Ni creo que me arrepienta. Además, el consagrarle yo mismo hacerlo quisiera. Y de fechas y detalles hablan y pronto lo acuerdan.
Para poder ser obispo se necesita una cuenta si no muy grande, sí al menos que no sea muy pequeña: permisos, bulas, papeles, viajes y ropas nuevas, ornamentos y el anillo e invitar a los que vengan. El padre Luis, capuchino, no tiene bienes ni herencias, mas Dios que sí es providente le provee en esta empresa: un bienhechor del convento paga parte por su cuenta; una señora a su hermana le había dado su herencia, para que, llegado a obispo, pudiera disponer de ella; y hubo también personajes y sencillas gentes buenas, y Terciarios y Terciarias y de la Orden Tercera que también contribuyeron según su forma y manera. No faltó al padre Luis nada de cuanto le fuera necesario para obispo con la franciscana pobreza. Arreglados sus asuntos como guardián de Orihuela, para su consagración de nuevo a Madrid regresa. En Santa Rita quería el señor Nuncio que fuera, mas la iglesia de la casa era en exceso pequeña, y eligieron la de Inválidos, en Vista Alegre, muy cerca. En mil novecientos siete, nueve de junio es la fecha, al padre Luis consagraron como obispo de la Iglesia. La ceremonia, solemne; con el Nuncio, concelebran el obispo de Madrid y el que de Solsona fuera; el padrino es don Gabriel, hijo de Maura que era de San Rita patrono y ejerce la presidencia del Consejo de Ministros; honraron con su presencia personajes importantes de la vida madrileña; sus hermanos capuchinos con alegría señera; representantes del clero, congregaciones diversas, e Hijas de la Caridad porque la casa regentan; los Terciarios y Terciarias, sus hijos de preferencia; y miembros de su familia, de contento y gozo llena. Y, además, el pueblo fiel porque le estima y le aprecia. Resultó la ceremonia Solemne, sencilla, austera. Terminada la liturgia, el padrino es quien obsequia a todos los asistentes según la costumbre reza. Y después en Santa Rita, el banquete se celebra, concluyendo de esta forma aquel gran día de fiesta. En los tres días siguientes, a personas cumplimenta: a palacio y a los reyes en la visita primera. Luego a gentes del gobierno y a los de más influencia, pues el título de obispo esos deberes conlleva. Y después regresa presto al convento de Orihuela, porque están los oriolanos esperándole que vuelva para con todo el cariño organizarle una fiesta