CHISPAZOS DE ETERNIDAD
12 VALE LA PENA VIVIR ASÍ
Santiago Di Siervi, Posnovicio Salesiano.
“Quiero compartir la alegría que siento con todas las personas con las que me cruzo”
25 SABOR A BUENAS NOCHES
Un laboratorio para el amor
16 CON NOMBRE Y APELLIDO
Marcos Agüero: ser testigo de su amor
26 DEL ÁRBOL SALESIANO
P. José Luis Morillo sdb
Acompañamiento espiritual: el “arte” de descubrir la presencia de Dios
04 ¡SÍ, HAY ALGO NUEVO BAJO
EL SOL!
Del Dios de las “pequeñas cosas” y de jóvenes que optan por el Espíritu Santo
CRECER DESDE ADENTRO
Cecilia Campanela y Lucía Serrón
20 AQUÍ Y AHORA
Religión a la carta
07 SINTONIZANDO CON DON BOSCO Soy salesiano y también soy “bororo”
10 DE PUÑO Y LETRA
Ismael Reyes Vivir para los demás
24 DE OTROS LARES
Hoy es el tiempo del Espíritu Santo
28 UNA MANO AMIGA
Picapiedras, casa de puertas abiertas
31 GALERÍA DE INSTAGRAM
Boletín Salesiano
Revista de información sobre la Familia Salesiana y de cultura religiosa
Director: P. Sebastián Ferreyra sdb
Editor Jefe: Lic. Gonzalo Martínez
Columnistas: Juan Manuel Fernández sdb e Ismael Reyes.
Equipo de redacción de este mes Nahuel Durand, Elisa Juambletz y Delfina Sosa. : Fotografía: ANS, Sofía Cayota, Pixabay, Shutterstock y archivo del BS.
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CARTA DIRECTORDEL
Hace unos días me preguntaron por qué a la gente buena le pasan cosas malas. “Qué tema”, pensé. Rompe la lógica de la justicia y la retribución con la que creemos que funciona la vida.
Las “leyes de la vida”, esas que son del acontecer cotidiano y de lo que ocurre en nuestra existencia, no están reguladas por un acuerdo social, ni por reglas de distribución o de merecimiento. Esta experiencia rompe con la “ilusión de la vida justa” porque no tiene, en rigor, una lógica. No es racional. Simplemente es la vida, así como viene.
Tenemos algunos aprendizajes fuera de control. Quizás no estamos preparados para la incertidumbre, porque hemos creído que las cosas funcionan como si controláramos las condiciones para que se den determinados resultados. Quizás también hemos aprendido a vincularnos con un “dios milagrero” que interviene descaradamente en la historia si hacemos tal o cual cosa. No sé si esta experiencia es la primera causa de “muerte espiritual”, pero sin duda contribuye y mucho para desilusionarse de Dios, porque “Dios no es justo”
La vida espiritual es delicada, como toda vida, y está amenazada por muchos factores como la superficialidad, el materialismo, el individualismo y tantos otros rasgos de nuestra cultura. Pero en definitiva lo importante pasa por la experiencia que cada uno y cada una hace de Dios.
¿Qué Dios experimentas, con qué Dios te estás vinculando, en qué Dios crees? A veces me da la sensación que parecemos politeístas. En muchos encuentros con los demás confirmo que creemos en cosas distintas. El problema no es simplemente una cuestión de experiencia y perspectiva, sino que estamos “adorando” ídolos, creyendo en ellos y no en el Dios de nuestra fe revelado en Jesús.
Nuestro Dios no interviene en la historia arbitrariamente o negociando con sus hijos. Nuestro Dios no es justo según la medida humana. La justicia de Dios es la misericordia, el amor sobreabundante con el que viene al encuentro de cada persona, no para cambiar los acontecimientos de su historia, sino para acompañarnos en cada paso.
El desafío espiritual más importante es, en definitiva, descubrir al Dios auténtico, no el cómodo o el de bolsillo y entrar en relación con él.
Que este Boletín nos ayude a conectar con las experiencias de tantas y tantos que están en la misma búsqueda espiritual de encontrar y seguir al Dios de nuestra fe.
Del Dios de las “pequeñas cosas” y de jóvenes que optan por el Espíritu Santo
Prepararse para el sacramento de la Confirmación es un camino intenso y removedor; y hacerlo en comunidad lo hace inolvidable. Al menos esa es la experiencia de Romina Mesa, Emilia Strauch y Diego Dubourdieu, tres jóvenes del Centro Monseñor Lasagna (CML) que se confirmarán en los próximos días, luego de un proceso que los ayudó a encontrarse con el Dios de las cosas simples.
Cada persona que elige transitar este camino tiene su recorrido y cada grupo, sus propias características Los testimonios de quienes se preparan para este sacramento son la muestra más clara de esa singularidad.
Emilia tiene 21 años, es exalumna del Instituto Juan XXIII y estudia la Licenciatura en Diseño en la Universidad ORT. Hace poco más de dos
años que comenzó su preparación para la Confirmación y, en estos días, le avisaron –a ella y a su grupo– que la fecha ya está pautada: será el domingo 16 de junio. Comparte el grupo con Romina (20), también exalumna del Juan, estudiante de Medicina en la Universidad de la República (Udelar).
Diego (26) hace Veterinaria en la Udelar y el año pasado, buscando un espacio para compartir y desarrollar su fe, conoció el CML y se integró a una incipiente comunidad de personas que tenían ganas de compartir la vida y la fe en grupo.
Un camino lleno de sorpresas Cuando comienza el proceso, cada uno trae consigo un montón de expectativas y anhelos de lo que va a vivir. Emilia, Romina y Diego no son la excepción. Los tres coinciden en que, cuando decidieron sumarse a una comunidad, buscaban fortalecer su relación con Dios, encontrarlo en el día a día y generar, junto a sus compañeros, un espacio para compartir el camino de la fe. Al pasar raya, los tres dicen haber encontrado lo que estaban buscando. Y mucho más.
Los tres se sorprendieron con lo que se fue generando en sus respectivos grupos. “Yo siempre fui retraída, y sentirme tan cómoda para hablar, compartir de Dios y de la vida, hizo que todo fuera mucho más lindo”, recuerda Romina. Emilia, en tanto, asegura que “no esperaba llegar al nivel de conexión” que tienen hoy. Y aunque lo vivido tiene mucho que ver con lo que generaron cotidianamente, también coinciden que los retiros en comunidad fueron instancias bien importantes. Para Diego, ese fue el “momento máximo”, mientras que Emilia y Romina agregan que fue “un antes y un después” porque les permitió ganar confianza con sus compañeros y compartir con aquellos con quienes, aún, no tenían tanta cercanía.
Lo que el Espíritu ha ido guiando Concebir a Dios como un compañero de ruta, que acompaña cada uno de nuestros momentos no siempre es sencillo. A veces, las vicisitudes de la vida nos generan inseguridades y encontrarse con Él se torna un verdadero desafío. Por eso, para los tres jóvenes, los momentos más simples han sido la clave.
“Pude ver que Dios no es lejano, que está en cada momento y que es cuestión de abrir los ojos y encontrarlo en las pequeñas cosas”, dice Emilia. “Siento que hoy soy mucho más capaz de ver a Dios en el día a día y de tomarme tiempo para reflexionar, que es fundamental”, agrega Romina. Diego, por su parte, asegura que hoy tiene a Dios más presente: “Antes no buscaba tantos momentos para rezar, para compartir o simplemente para dedicarle algunos minutos y ahora sí”, explica. Además, reconocen como un espacio valioso el ejercicio que hacen seguido en sus comunidades de conversar sobre la semana y reconocer allí la presencia de Dios.
Según el Catecismo de la Iglesia, el sacramento de la Confirmación “concede una fuerza especial para difundir y defender la fe”, pero esa fuerza se manifiesta de distintas maneras. “Yo identifico el Espíritu Santo como eso que me anima a hacer cosas que me acercan a Dios”, dice Emilia. A modo de ejemplo, cuenta que su primera experiencia en un oratorio no fue la mejor, pero que luego se encontró con Tacurú y ese se transformó en uno de sus lugares más importantes. Romina, por su parte, cree que el Espíritu Santo la fue guiando a tomar decisiones y elegir caminos en la vida que le permitieron salir de la zona de confort. “Dios va poniendo en nuestro camino aquello que necesi
tamos”, concluye. Para Diego, el Espíritu Santo es “una llama que hay que alimentar día a día” porque “cuando encontramos esa llama que nos permite comunicarnos con Jesús y aumentar nuestro entendimiento de la fe” es fundamental “hacerla crecer”.
Definir este proceso, una misión desafiante
Poner en palabras las grandes experiencias de la vida generalmente es complejo. Esto le pasa a Romina, Diego y Emilia, que tienen un sinfín de emociones ligadas a este proceso. La primera dice que “crecimiento” es el concepto que podría englobar de mejor manera todo lo vivido junto a su comunidad. Emilia hace foco en lo compartido y cree que la forma más adecuada de resumirlo es “acompañamiento” y “herman
dad”. Diego, por su parte, asegura que la Confirmación se resume en “dar un paso para asegurar que este es el camino que quiero” y que, si tiene que elegir una palabra, opta por “fortaleza”
Sin embargo, los tres insisten en que para ellos el recorrido no terminará el 16 de junio. Su intención es seguir compartiendo la fe y la vida con sus comunidades una vez recibido el sacramento, porque creen que el proceso “no termina nunca” y que el desafío de crecer en la fe seguirá vigente.
En ese sentido, el CML, que es el espacio que ha acogido los procesos de Romina, Diego y Emilia, continuará teniendo un papel preponderante, como lo ha tenido hasta ahora. “A mí me encantó vivir este proceso en el CML porque hay muchas oportunidades de conocer otras comunidades y eso es enriquecedor”, dice Romina. Diego, en tanto, recuerda que desde el primer día que visitó el Centro sintió una energía única y descubrió que allí “las puertas siempre están abiertas”.
Los tres están orgullosos de sus comunidades y de lo alcanzado hasta ahora y no tienen dudas de que Dios los seguirá sorprendiendo.
Mayor Cardenal Ángel Fernández Artime SDB
SOY SALESIANO Y TAMBIÉN SOY “BORORO”
Mis queridos amigos y amigas del Boletín Salesiano: les saludo desde Meruri, en el estado de Mato Grosso do Sul. Estoy escribiendo este saludo casi como si fuera una crónica periodística, porque hace 24 horas que llegué a este pueblo, aunque mis hermanos salesianos llegaron hace 122 años y desde entonces han acompañado la vida de este pueblo indígena.
Fue en estas mismas latitudes, en 1976, cuando les fue robada la vida al salesiano Rodolfo Lunkenbein y al indio Simao Bororo a manos de “facendeiros” o grandes propietarios, porque creían que los salesianos de la misión estaban siendo un problema para que ellos pudieran hacerse con más propiedades en estas tierras que pertenecen al pueblo BoiBororo.
Y ayer mismo, aquí, pudimos vivir muchos momentos sencillos: fuimos recibidos por la comunidad indígena a nuestra llegada. Saludamos sin prisa —pues aquí todo es tranquilo—, celebramos la eucaristía, compartimos el arroz y la 'feijoada' y conversamos de varios temas.
En uno de esos momentos, un joven salesiano boi bororo tomó la palabra.
Él es el primer bororo que llega a ser salesiano después de 122 años juntos. Y esto nos habla de la necesidad de dar tiempo a todo: las cosas no son como nosotros pensamos y queremos en nuestro mundo eficientista y pragmático de hoy. Ese joven habló así ante su gente: “Yo soy salesiano, pero también soy bororo; yo soy bororo, pero también soy salesiano, gracias a que mi pueblo caminó junto con la misión salesiana y la misión caminó junto con mi pueblo”
Pensé qué orgulloso y feliz se sentiría Don Bosco al escuchar a uno de sus hijos miembro de este pueblo. Por eso en mi intervención les aseguré que queremos seguir a su lado, que hacer camino juntos sigue siendo lo más importante, que deseamos que hagan todo lo que puedan para seguir cuidando y salvando su cultura. Les dije que estaba convencido de que nuestra presencia les ayudaba, pero que también nos hace mucho bien a nosotros estar con ellos. Desde el inicio somos una congregación y una familia muy misionera y nuestra presencia sigue teniendo pleno sentido en este pueblo indígena. Ellos están en la periferia de un mundo que a veces no entiende que tiene que respetar lo que son.
Hablé también con la matriarca, la más anciana de todas ellas, que vino a saludarme y a hablarme de su pueblo. Después de una buena tormenta de lluvia torrencial, en el lugar del martirio, con mucha serenidad, nos sentamos a rezar el rosario en una bella noche de domingo. Éramos muchos que representamos distintas realidades de la misión: abuelos, adultos, mamás jóvenes, bebés, niños pequeños, religiosos consagrados, laicos… Toda una riqueza en la simplicidad de esta pequeña partecita del mundo que no tiene ninguna fuerza, pero que son también elegidos del Señor, como nos dice en el evangelio.
Y sé que así seguiremos, si Dios lo permite, por muchos años, puesto que se puede ser bororo e hijo de Don Bosco, y ser hijo de Don Bosco y bororo que ama y cuida a su pueblo y a su gente. En la sencillez de este encuentro, hoy es un gran día para la vida compartida con los pueblos indígenas. Un gran día misionero.
Tiene 40 años. Vive en Montevideo, es salesiana cooperadora y docente de Física. Su familia se compone de su madre, su hija, su compañero y su hijo. Tiene tres hermanas, siete sobrinos y siete sobrinos nietos.
Si tus amigos te definieran en tres palabras, ¿qué crees que dirían de vos?
Creo que dirían que soy incondicional, frontal y decidida.
Tu lugar en el mundo…
Allí donde pueda realizarme junto con otros.
Una persona que te marcó…
Mi madre. De ella he aprendido muchas cosas y sin lugar a dudas es un ejemplo para mí.
Un aprendizaje…
Los tiempos de Dios no son los míos y Él se va encargando de hacérmelo saber cada vez que es necesario; a veces lo difícil es tener la mirada atenta a sus señales. Cuando la vorágine y la ansiedad me ganan, en esos momentos me digo “pará un poco y mirá en qué andás…”. Esos parates son fundamentales para mí y es lo que me ha servido para descubrir qué es lo que Dios me está queriendo decir
¿Qué cosas te hacen feliz?
Compartir con las personas que amo. Dar clase y estar entre mis alumnos. El cine y estudiar
¿Por qué tu opción por ser salesiana cooperadora?
Porque es elegir el estilo de vida salesiano como propio. Es una respuesta libre y comprometida a una vocación que puedo vivir con total felicidad desde mi ser laical. El 27 de noviembre del 2017 fue mi promesa, que celebramos en la iglesia de Maturana. Me llamaron por mi nombre y contesté “Aquí estoy Señor porque tú me has llamado”. Y es eso, responder al llamado que Dios me hizo.
¿Qué te dejó el retiro de la familia salesiana?
Espero que sea el primero de muchos. Fue una experiencia muy significativa y creo que llegó en el momento justo. Como familia necesitamos dialogar más, encontrarnos más. En definitiva, nos anima algo tan importante y maravilloso como el carisma salesiano que nos llama a todos a una misma misión, estar donde los jóvenes más vulnerables nos necesiten. Pero se dejó ver una realidad que creo debemos poner foco: no participaron muchos jóvenes, eso es un llamado de atención al que tenemos que responder. Y pronto.
Un momento de tu vida donde reconociste al Espíritu actuando…
Podría decir varios, pero si eligiera uno diría que fue mi primera confesión con el P. Carlos Techera, que gracias a Dios fue la primera de muchas. Los detalles me los guardo en el corazón.
¿Dónde te encontrás con Dios?
En las charlas con mi hija, en los encuentros con mis estudiantes, en la eucaristía.
La espiritualidad para vos…
Es lo que me abarca por completo. Alimento mi espiritualidad con cada encuentro personal con Dios. Te puedo decir que tengo una espiritualidad muy mariana, soy muy devota, a ella recurro siempre y mis encuentros con Dios comienzan siempre a través de ella. Es mi imagen de madre y maestra. Sin dudas que esta espiritualidad es signo de lo que el carisma salesiano ha hecho en mí. Como diría Madre Mazzarello, “ten confianza en la Virgen, ella te ayudará en todas las cosas”
Tiene 27 años. Es médica general y la más chica de seis hermanos. Tiene diez sobrinos y uno en camino. Vive en Mercedes y es exalumna del Colegio San Miguel. En marzo volvió a Uruguay luego de nueve meses de misión en Angola.
Si tus amigos te definieran en tres palabras, ¿qué crees que dirían de vos?
Divertida, espontánea y dispuesta. Tu lugar en el mundo…
Angola es uno. Al encontrarme como médica en el puesto de salud durante el tiempo de misión conocí la amabilidad de las mamás; la dulzura, las risas y las picardías de mis pacientes más pequeños; la calidad y la cercanía de las personas. Una persona que te marcó durante el tiempo de misión…
Todos dejaron una huella en mí. Las mamás cocineras que me mimaban con comidas especiales cuando llegaba tarde de trabajar; Estefanía e Irma Delma que hicieron del puesto de salud, una segunda casa más que un trabajo; Paulo que me acompañó desde el primer día con una gran amistad; el P Manolo y el P. Vicente que fueron figuras paternales y mis hermanos y hermanas que vivieron conmigo. Ahí no solo era misionera, sino que era parte de una comunidad, de una familia que me hizo sentir en casa. Y no podría dejar de mencionar a Laurindo, un hombre que vive fuertemente la fe y trabaja muchas horas en el colegio como chofer para poder sustentar a su familia. Lo veía siempre con una gran sonrisa, pero detrás de sus bromas constantes también había muchas preocupaciones. Me enseñó muchísimo el valor de la familia y del sacrificio.
Un aprendizaje… Siempre agradecer a Dios.
¿Qué te dejó Angola?
Fue una experiencia verdaderamente transformadora. Me interpeló la realidad del país a través de mis recursos internos, enfrentándome a mis vulnerabilidades, a la diferencia del idioma y lo que me dificultaba comunicarme al inicio; y también con los recursos externos que iban más allá de lo que podía o no tener control. Tuve que ir adaptándome y moldeándome, por ejemplo, a la falta de medicación, al seguimiento con los pacientes... Fueron cosas que hicieron, de esta, una vivencia donde me sentí verdaderamente barro en manos de Dios, dejándome transformar por Él y por la realidad que me interpelaba.
¿Qué fue lo que te movió a irte de misión?
Al terminar mis estudios, sentía que tenía muchos conocimientos para compartir con otras personas y quería llevar todo lo aprendido desde lo profesional a algún lugar más vulnerable. Y también quería vivir la misión a través del carisma salesiano. Es decir, no quería solamente ir a trabajar
a un hospital, sino a misionar, a evangelizar, a compartir mis tardes en las casas de los niños y niñas, en la escuela, en el patio…
Un momento en Angola donde reconociste al Espíritu actuando…
Más que un momento, diría un lugar: la casa de los meninos, donde compartía las tardes con niños que por diferentes motivos habían decidido irse de sus hogares, lejos de sus familias. El día a día con ellos, acompañándolos, haciendo los deberes, bailando, jugando, me hizo darme cuenta que, a través de todas esas sonrisas, Jesús estaba ahí. ¿Cómo va siendo volver a tu tierra?
No puedo negar que es un poco difícil, porque es una realidad totalmente diferente a lo que estuve viviendo durante nueve meses. Es comenzar con una nueva rutina, volver a estudiar y a trabajar cuando yo no soy la misma. Gracias a Dios tengo un gran sostén atrás, mi familia y mis amigos.
Vivirpara losdemás
En el “Sale”, como le llamamos con cariño al Colegio Salesiano de la Costa, transcurrió más de la mitad de mi vida y la formación que recibí es gran parte de lo que soy. Traer al corazón mi pasaje como alumno me trae muchos recuerdos, pero, en especial, me une a todas las personas que conocí y con las que formé vínculos fundamentales para mi camino.
Hace un tiempo que ya no estoy en el colegio, pero esta casa me sigue abriendo sus puertas y me sigue haciendo sentir parte de una familia en el grupo de exalumnos, en la animación o en el oratorio Campito Alegre.
En abril tuve la suerte de participar de la misión de Semana Santa, que llevamos a cabo exalumnos del “Sale” en el barrio Capra, en la que se reunieron alrededor de cien niños a jugar, encontrarse y compartir la merienda.
La misión me permitió vivir la primera parte de esta semana tan especial con una disposición muy fuerte de estar para servir al otro en todo lo que pudiera y de poder ahondar en mi autoconocimiento y en mi relación con Jesús. En el grupo de la misión sentí que existía una especie de energía especial, unas ganas tremendas de querer salir al encuentro con el otro y de generar una conexión profunda con el que cada uno tenía al lado. Fue un sentir que fui teniendo en cada momento,
en cada charla, en cada tarea comunitaria, en cada recorrida, en cada comida, en cada momento vivido en el oratorio.
Además, durante los momentos de formación, pude profundizar tanto en mí, como en la relación que tengo con Dios. Me ayudó también a seguir descubriendo cuál es la manera en la que vivo mi fe más intensamente; y tanto el diálogo profundo con Él en estos días como la convivencia con los demás misioneros fue lo que me dieron la fuerza necesaria y las ganas para seguir saliendo, pese al cansancio, a transmitir esa alegría y esas ganas de compartir con los demás y de entregar todo por el otro
Con esta energía y estas ganas es que salimos todos, día tras día, a compartir con los niños y niñas que fueron al oratorio y que nos estuvieron regalando constantemente la alegría propia de su edad. Las danzas, los juegos, la merienda compartida, la charla personal con los gurises, el agradecimiento de los padres y tantas otras cosas simples fui apreciando, y encontrándome claramente a Dios. Cuando logro bajar todo a tierra me doy cuenta que él estuvo en cada momento y en cada pequeña acción. Estas experiencias de misión son las que van fortaleciendo mi fe y me invitan a seguir insistiendo en la manera que quiero vivir… para los demás.
“Quiero compartir la alegría que siento con todas las personas con las que me cruzo”
Con 22 años, Santiago Di Siervi transita el segundo año de posnoviciado en Córdoba, Argentina. Cada una de sus palabras está impregnada del carisma salesiano. Está disfrutando de su camino, valora el encuentro cotidiano, sueña en grande y recuerda con una sonrisa sus tiempos en el Colegio Pío y Centro Bosco La Tablada.
Con mucha madurez y una espiritualidad que se deja a entrever profunda, Santiago charló con el BS y repasó su historia, los momentos claves en su discernimiento vocacional y su vínculo con el Espíritu Santo.
¿De qué manera te empezaste a vincular con la congregación salesiana?
En el Colegio Pío tuve la experiencia de casa salesiana y fue fundamental en mi historia. Después, a los 13 años, participé en la capilla del Centro Bosco La Tablada, por recomendación de la bibliotecóloga del liceo. Luego empecé a animar en el oratorio de La Tablada y esa experiencia fue matriz trascendental.
¿En qué etapa de tu formación te encontrás?
En el segundo año de posnoviciado. Estoy en Córdoba en una comunidad con 31 personas donde 21 somos posnovicios y el resto, salesianos perpetuos de todas las inspectorías del Cono Sur. Hay paraguayos, chilenos, argentinos y uruguayos.
¿De qué se trata esta etapa?
Es la tercera etapa formal del proceso. El posnoviciado es una profundización con una pata importante de estudio en filosofía. Además hay un apostolado intenso donde acompañamos comunidades de forma fija y atravesamos varias dimensiones que alimentan el discernimiento. Si bien hago una opción, este tiempo es clave para seguir preguntándose. Los primeros años de formación son de votos temporales y cada año se renuevan por determinado tiempo. Hay mucha apertura y libertad para mirarnos a nosotros mismos y lo que Dios va queriendo para cada uno.
¿Cómo la vas llevando?
Muy contento. Es un segundo año distinto, porque el primero vino con mucha novedad y me costó saber
cómo ubicarme y entender de qué forma vivirlo. Estoy con los pies en la tierra, disfrutando la etapa y lo que viene pasando, afianzado esta opción de vida. Es un momento de serenidad donde disfruto el regalo de estar acá, viviendo así.
¿Dónde comenzaste a ver los primeros signos de Dios en tu vida?
Sobre los últimos años del liceo. Fui muy acompañado por la comunidad del Pío, la figura de los animadores fue muy importante para mí. A su vez, la experiencia de oratorio fue tierra sagrada, me hizo abrir los ojos y ver de otra forma la presencia de Dios. También recuerdo a salesianos que empezaron a vincularse más a mi historia y eso me ayudó a darle nombre, a ponerle un rostro y a decir, “esto es Jesús”. Lo que voy leyendo
de mi historia de fe no es que en ese momento identifiqué que inició algo, sino que me di cuenta que empezó antes. Pude rastrear la presencia de Dios en mi trayecto.
¿Cuánto te viste llamado por el Espíritu Santo para iniciar el aspirantado?
Durante el último año de liceo pensé bastante sobre mí, sacudido sobre qué iba a pasar después. Me pregunté cuál era el lugar que ocupaba Dios en mi vida y esa interrogante se hizo muy insistente. Era una cuestión que tenía que ser atendida y que logré reflexionar con mucho acompañamiento.
¿Hubo algún momento puntual que te marcó especialmente para dar el paso?
Sí, varios. Creo que cuando uno está movilizado sirve escuchar todo. Incluso personas que no sabían que me estaban ayudando, lo hacían. Hice esa experiencia sobre todo en la comunidad de animadores del oratorio; ellos me iluminaron en mi búsqueda. A su vez, en un momento, una
amiga y compañera de animación, Vicky, me confrontó. Vino a preguntarme sobre mí y eso generó un acompañamiento cercano. Ella, además, me animó a acercarme a algún salesiano, como el P. Jorge Pérez, con el que también conversé mucho. Hablar en serio de lo que me atravesaba me costó, pero dar el paso fue clave. Sin las personas con las que compartí mi vida, estaría perdido.
¿Dónde ves actuando al Espíritu Santo?
Dios sale al encuentro de forma
diaria, en lo sencillo e inesperado. Lo siento reflejado en la experiencia de compartir con los gurises y conocer sus historias. También en todo lo que tiene que ver con la vida de mis hermanos salesianos con los que estoy compartiendo esta etapa de mi vida: en el discernimiento, en las búsquedas, en la vida doméstica, en las risas y en lo que es más difícil… Toda esa vivencia comunitaria, donde en el fondo lo que nos une es Dios, es una experiencia de fraternidad en la que el Espíritu Santo se hace presente constantemente.
¿Cuáles son tus sueños?
Quiero compartir la alegría que siento con todas las personas con las que me cruzo. Sueño con poder estar donde no hay esperanza y transmitirla. Anhelo eso. Es algo sencillo, que tiene que ver con palabras que parecen muy lavadas, pero creo que es lo que más se necesita, sobre todo en esos lugares en donde más incomoda estar. Esa aspiración me atraviesa y no es mía, me viene como regalo, entonces lo mejor que puedo hacer es compartirla. Quiero tener que ver con la búsqueda de la alegría de los gurises y aunque suena a una idea abstracta, es algo que me entusiasma y me significa un desafío cotidiano.
Era inevitable que la música, la pasión de su vida, no se conectara con su espiritualidad. A través de su arte, Marcos Agüero ha representado a la juventud católica en el país y para el resto del mundo. Con sus canciones quiere seguir siendo testimonio del amor de Dios y de cómo el Espíritu lo ha acompañado en su carrera musical y su camino de fe.
Estudia Artes Escénicas en la Universidad
Católica del Uruguay, compone su propia música y asegura que Dios lo ha conducido a lugares a los que no hubiera “imaginado nunca”
¿Cuándo empezaste a transitar tu camino de fe?
Nací en una familia católica practicante. Entonces, desde chiquito, mis padres siempre me llevaban a misa. En ese momento había un grupo muy grande de niños de mi edad en la Parroquia de Belén de Malvín Norte y fuimos creciendo juntos en la fe. Hasta el día de hoy somos todos amigos. Seguí yendo con mis padres hasta el momento en que uno ya se empieza a cuestionar, a entrar en ese mundo de dudas y de querer sacarlas. Empecé a armar mi camino de fe y me confirmé. Ahí es cuando verdaderamente empieza toda esta aventura de seguir a Jesús. Gracias a Dios siempre tuve muy claro lo que es mi don, para lo que siento que fui llamado. Mi servicio para la Iglesia, para la gente y para Dios es la música.
¿Qué te acercó a ella?
De chiquito, en casa, siempre estuve rodeado de mucha música. Por el lado de mi padre tenía muchos parientes que cantaban o tocaban instrumentos. Pero en mi casa era mi madre la que todo el tiempo me estimulaba. Me ponía música desde que estaba en la panza, me llevaba a las Llamadas del barrio, me despertaba en casa y me revoleaba para todos lados bailando juntos… A los 10 años se me ocurrió pedirle una guitarra a mi padre, me dio una que tenía y empecé a tomar clases. Aprendí lo básico y después seguí por mi cuenta. A los 15 empecé a estudiar canto y realmente me ayudó muchísimo porque ahí es cuando decidí tomar el coraje de dedicarme en serio a esto. He sentido la compañía de Dios en todo este camino; me ha llevado a lugares que no me hubiera imaginado nunca, así que estoy muy agradecido.
¿En qué momento encontraste que tu pasión y la fe se vinculaban?
Toda la vida me imaginé cantando para el mundo. Siempre tuve como referentes a Abel Pintos y Carlos Rivera, que no son cantantes religiosos, pero cantan letras lindas con valores que también le pueden llegar a todo el mundo, no solamente a los cristianos, porque podés cantárselas a Dios, a un amigo, a una novia. La primera canción que yo saqué hablándole directamente a Él se llama: “No me sueltes”. Fue en un momento complicado de mi vida y eso me llevó a querer expresarle todo lo que me estaba pasando internamente, así que lo volqué en una canción y entendí lo lindo de entregarle a Dios el
regalo que me dio. Entendí la importancia de poder descubrir e identificar nuestros talentos y ponerlos al servicio. Así entré en este mundo nuevo de poder ayudar al otro a rezar. Mucha gente me ha dicho: “me sentí identificado con tu canción” Con que uno me diga eso, o que con mi canto ayude a alguien a crecer en su relación con Dios, ya me parece suficiente. Seguiremos así, hasta que Dios mande
¿Cuáles fueron las primeras experiencias en las que fusionaste la música y la fe?
Hace unos años me llamaron de la Iglesia Católica de Montevideo para grabar villancicos de Navidad que fueron un éxito y a la gente le encantó. Y el año pasado fue un año de muchas cosas lindas. En mayo participé con mi banda, que formé para ese momento, en la beatificación de Jacinto Vera. Fue una fiesta, con el Estadio Centenario lleno, una locura. En agosto, la frutilla de la torta fue la gracia de cantarle al Papa frente a un millón y medio de jóvenes en el escenario de la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Se suponía que íbamos a cantar la canción mientras el Papa llegaba y que el foco iba a estar en él, no en nosotros, pero la canción empezó cuando Francisco ya estaba en el escenario. Fue un momento único que guardaré en mi corazón toda mi vida.
¿Qué experimentaste en ese momento? Soy una persona que se pone muy nerviosa por todo, pero en la JMJ, frente a un millón y medio de personas, entre ellas el Papa, increíblemente me sentí muy tranquilo. Se ve que era el Espíritu rondando porque me sentí totalmente en paz. También estaba un poco deslumbrado con todo lo que estaba viendo, entonces no me daba el tiempo ni de ponerme nervioso. Tener tantas personas enfrente con banderas de todos los colores, de países de todo el mundo, fue increíble. Yo realmente sentía que estaba, por un lado, cantando y, por el otro, disfrutando al cien por ciento todo ese momento que estaba viviendo. Era como si fuera dos personas distintas. Fue mi primera vez participando de una JMJ y, si bien me habían hecho muchos cuentos de lo lindo que era, no hay comparación con vivirlo y compartirlo con gente de tantos lados. Te sentís en familia, sin duda.
Esa experiencia se puede relacionar con tu canción “Testigo de Tu amor”. ¿Cómo surgió esa canción? Esa canción nace en una adoración al Santísimo y justa
mente estaba haciéndole la pregunta en ese momento: “¿qué quieres de mí?” (como la letra: “Oh, Señor, ¿qué quieres Tú de mí?). Pensé que capaz éramos muchos que internamente nos estábamos cuestionando lo mismo, y que podía ser lindo tener una canción para cantar en este momento Hace unos días me llegó una foto de una amiga que estaba en una adoración y estaban con las letras impresas, y me han llegado audios también de cantos durante la misa Esa es la idea
¿Qué sueños tenés para tu vida profesional y para tu camino de fe?
El objetivo principal es dejarme guiar por Dios y hacer lo que me pida. Mi sueño es vivir de la música, cantando canciones para todo el mundo y para Él. Quisiera ser auténtico siempre hablando de Dios y como dice la última canción: “Aunque me duela quiero ser testigo de Tu amor”. Ser, en toda circunstancia, testimonio, aunque duela y tenga que hacer sacrificios, no dejar de hablar de Él y que allí esté el foco.
Personas que construyen “su propio itinerario religioso” e “individuación” de la fe: cómo son las creencias de los uruguayos, qué sucede en la región y cuáles son los desafíos que esto representa para la Iglesia
En el país donde la Navidad se llama “Día de la familia” y la Semana Santa es, en realidad, la de Turismo, ser católico es más la excepción que la regla. Así lo confirman diversas encuestas que han analizado la religiosidad de los uruguayos en los últimos años, aunque para los expertos es necesario analizar el tema en profundidad más allá de lo que dicen los números.
Según la encuesta del Latinobarómetro en su versión 2023, los católicos representan el 37% del total de la población, un porcentaje que ha descendido casi 25 puntos respecto a apenas dos décadas atrás. En tanto, el 47% asegura no pertenecer a ninguna religión.
El caso del Uruguay, laico y secularizado por definición, no es diferente a la tendencia que presentan la mayoría de los países de América Latina, salvo por el hecho de que en estas tierras la caída de los que se identifican como católicos no ha significado un ascenso de otras ramas del cristianismo, como sí ha
sucedido en otros territorios. Lo que se comparte con la región, no obstante, es una tendencia al alza de los que se denominan “creyentes sin religión”. Hay entonces una nueva forma de experimentar lo religioso: más difusa, menos institucional.
Según el doctor en filosofía y profesor del Departamento de Humanidades y Comunicación de la Universidad Católica del Uruguay, Miguel Pastorino, este fenómeno tiene que ver con la “individuación”, propia de la modernidad, donde las instituciones pierden pie frente al individuo en la gran mayoría de los ámbitos de la vida. En diálogo con el BS, Pastorino explicó que, cada vez más, las personas construyen “su propio itinerario religioso tomando de aquí y de allá lo que mejor les convence”, algo que sociólogos franceses bautizaron hace varios años una “religión a la carta”, como si se tratara de la elección de un plato de un restaurante con tal o cual ingrediente. En este nuevo escenario, los sujetos no necesariamente están
interesados en la compatibilidad de sus propias creencias porque cada uno “construye su propio combo”, atravesados por una mirada que se podría describir como más “consumista” y que se manifiesta también en el plano espiritual.
En ese sentido, el jesuita y doctorado en Ciencias Sociales, Gustavo Morello, explicó que particularmente en Montevideo, se da un fenómeno donde cada persona es su propia autoridad religiosa. “Eso no significa que cada uno hace lo que se le canta, sino que las tradiciones siguen siendo relevantes, pero se mezclan con los nuevos estilos de vida”, comentó, según publicó El Observador.
No se trata, entonces, de que haya un descenso de la vivencia religiosa o de que, tal como se confunde muchas veces, la mitad de la población del Uruguay sea atea –el porcentaje de quienes así se consideran es de apenas 2%, según el Latinobarómetro–. Más bien refiere a que se asiste a un tiempo de mutación en la manera en que se concretan esas búsquedas espirituales, con nuevas expresiones en las formas de creer, algo que se da en concordancia con otras transformaciones socioculturales producto de la modernidad.
Pastorino agregó al BS que la caída de los indicadores se corresponde, además, con el descenso del “catolicismo social”, es decir, de aquellas personas que se reconocen católicos “por herencia cultural”, porque fueron bautizados, o asistieron alguna vez a un colegio o una parroquia, pero que paulatinamente se han ido alejando y “no necesariamente están comprometidos con su fe”
Sin embargo, explicó el experto, el porcentaje de los católicos practicantes, que celebran y vive la fe aun en la variedad de carismas y experiencias eclesiales, se mantiene estable en el entorno del 5% desde hace muchos años.
Desafíos de la “pequeña comunidad de creyentes” Hace más de 50 años, un joven teólogo habló en una radio alemana en una conferencia que tituló “¿Bajo qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000?”
En esa oportunidad, apenas unos años después del Concilio Vaticano II, aquel sacerdote alemán vaticinó que la Iglesia se haría “pequeña” y que tendría que empezar “todo desde el principio”. “Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que solo se puede acceder a través de una decisión”. Ese joven teólogo era Joseph Ratzinger, que años más tarde se convirtió en Obispo y después en el Papa Benedicto XVI.
Ratzinger decía también que, en estos cambios, la Iglesia encontraría “con toda determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre” y que en esta nueva era surgiría una Iglesia con una gran fuerza “porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado”. “Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas”, remataba.
Con el pasar de los años, aquellas palabras de Ratzinger tienen ribetes de profecía, y son iluminadoras para Pastorino a la hora de observar los números y preguntarse por el futuro. En palabras del experto, la conferencia es “profundamente esperanzadora” para pensar “la forma de ser cristiano en un mundo nuevo” Según el filósofo, el porvenir “no tendrá que ver tanto con la cantidad de gente, sino con una nueva fuerza interior, con los fundamentos de la esperanza cristiana” que, agregó, muchas veces “ha quedado reducida a una ética social sin fundamento”.
Para Pastorino este nuevo escenario tendrá un doble desafío en el quehacer pastoral: por un lado, el de “una renovación espiritual interna” y, por otro, el de “una recuperación mística del cristianismo, centrada en Jesús y no tanto en valores o ideales”.
HOY ES EL TIEMPO DEL ESPÍRITU SANTO
Queridos amigos de la familia salesiana de Uruguay:
Jesús resucitado que se aparece varias veces a los discípulos asegurándoles su presencia real y diciéndoles: "¡La paz esté con ustedes!". Esta invitación también nos la repite a nosotros. ¡Cuán similares somos a los discípulos asustados y dudosos en esta hora de la historia atormentada por la guerra, la violencia, la injusticia y la persecución! Pero sabemos que en los momentos en que tenemos la impresión de que el mal vence al bien, el anuncio pascual nos devuelve la alegría y el coraje del camino.
La espiritualidad salesiana es una espiritualidad pascual. El mismo Don Bosco, consciente de la cruz que todo cristiano está llamado a acoger con fe en la propia existencia, se deja iluminar por la luz de la Resurrección, poniendo su confianza en Cristo y encontrando en Él su esperanza. Todos los acontecimientos encuentran respuesta en la fórmula más utilizada por nuestro fundador: "Un pedazo de Paraíso lo arregla todo".
En la misión educativa necesitamos personas que sepan ver lo que otros no ven, que crean en lo que otros niegan, que aún luchen cuando otros ya se han rendido. Es la fe de los Apóstoles que anuncian con gozo la Resurrección de Jesús como un acontecimiento que, tras las tinieblas del Viernes Santo, prepara la aurora de un futuro lleno de esperanza.
La obra del Espíritu Santo es invisible, pero sus efectos anulan todas las predicciones humanas, especialmente cuando logramos ser dóciles a su voz y elegirlo como guía.
Pienso en mi reciente visita a Mozambique. Estuve en la provincia de Cabo Delgado, golpeada por el terrorismo y donde la seguridad está en riesgo. Aquí trabajan tres comunidades de Hijas de María Auxiliadora y lo hacen con generosidad, con soltura, con amor y sacrificio, sin apariencias ni publicidad. Viven en el Espíritu Santo, como personas resucitadas con gestos concretos de gran humanidad. Y quienes viven en Él traen paz donde hay discordia, concordia donde hay conflicto. Las personas espirituales devuelven bien por mal; responden a la arrogancia con mansedumbre, a la malicia con bondad, al ruido con silencio, a la charla con oración, al derrotismo con una sonrisa. Para ser personas espirituales necesitamos hacer lugar en nuestro corazón al Espíritu Santo y poner su mirada ante la nuestra. Solo así la misión vivida en el nombre de Cristo traerá fecundidad y generará novedad.
La Iglesia necesita evangelizadores que se abran sin miedo a la acción del Espíritu Santo, personas conscientes de que nuestra misión consiste en ser apasionados por Jesús y, al mismo tiempo, apasionados con el pueblo.
Si lo pensamos bien, Don Bosco y Madre Mazzarello nos enseñaron que buscando el bien de los jóvenes y su salvación, realizamos la misión más hermosa y verdadera que Él nos puede confiar. Pedimos a María Auxiliadora, que fue su maestra y guía, que nos enseñe a escucharlo y acogerlo en los caminos de nuestra vida cotidiana porque incluso, ¡hoy es el tiempo del Espíritu Santo!
DE LARESOTROS
“Una opción misionera” para “transformarlo todo”: ordenación episcopal del Rector Mayor
El Rector Mayor de los salesianos, Ángel Fernández Artime, recibió junto a monseñor Giordano Piccinotti la ordenación episcopal, de manos del cardenal Emil Paul Tscherrig, nuncio apostólico emérito en Italia y en la República de San Marino.
La celebración tuvo lugar el pasado 20 de abril en la Basílica Papal de Santa María la Mayor y contó con importantes personalidades, a los que se unieron los seres queridos de los recién consagrados, además de bienhechores y amigos de la familia salesiana, entre ellas el arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla.
Citando al Papa Francisco, el consagrador principal, cardenal Tscherrig dijo que “convertirse en obispo implica una opción misionera capaz de transformarlo todo" y subrayó que quienes aceptan el papel de pastores en el rebaño de Cristo deben aprender a ver a las personas con sus ojos, a pensar como Él y a amar como Él.
Antes de su ordenación, el cardenal Fernández Artime comunicó a la familia salesiana que el Santo Padre lo autorizó a continuar unos meses más en su función de Rector Mayor, a pesar de haber recibido la consagración episcopal. Seguirá animando a la congregación hasta el próximo 16 de agosto. Fuente: ANS
Unparalaboratorio el amor
Hace poco más de un año que acompaño Casa Valdocco, un hogar 24 horas para niños, niñas y adolescentes que lleva dos años funcionando en nuestra Inspectoría Salesiana de Uruguay. Diría que el hogar es como un laboratorio para el amor: es la prueba de que el Espíritu Santo transforma corazones cuando se ama sin condición. Habría mucho para narrarles, pero hoy les quiero compartir algunas experiencias, bien concretas, de cómo estoy siendo testigo de la acción del Espíritu en la vida de los chiquilines que allí viven. Los nombres de los gurises, que son los protagonistas de estas historias, los he cambiado para preservar su identidad.
Un domingo fui a ver a Cinthia a su partido de baby fútbol. La había acompañado una educadora, a la que le correspondía ir y algunos gurises más. Yo caí de sorpresa, como suelo hacer, ya que a veces no sé si puedo ir hasta último momento. Cuando llegué estaba calentando con sus compañeras en la cancha. En un momento se acerca al tejido a
pedirle agua a la educadora y cuando me ve me dice: “Juancho, ¿por qué viniste?”... como desconcertada, ya que a mí “no me correspondía ir”. “Porque sí, porque me gusta venir a verte”, le dije. Sonrió y volvió al calentamiento con sus compañeras. La sonrisa de Cinthia fue, sin duda, la de alguien agradecida por saberse querida.
Hace poco, Agustina me contó que en la escuela le preguntaron qué quería ser de grande y que ella dijo querer ser presidenta del Uruguay. “¿Y qué harías como presidenta?”, le pregunté. Su respuesta me desconcertó: “Haría que todos los niños tuvieran un lugar donde vivir”. Solo alguien que ha recibido mucho bien y una segunda oportunidad en su vida es capaz de soñar y desear que otros tengan las mismas oportunidades.
En una cena del campamento que tuvimos en febrero, había chocolate de postre. Un par de cuadraditos para cada uno, así daba para todos. Bruno, que estaba sentado a mi lado,
casi sin pensarlo, se puso de pie y fue a compartirle un poco del suyo a una educadora que había llegado tarde y se había quedado sin chocolate. “Es porque soy humilde”, me dijo cuando volvió. Esa es la generosidad que se contagia y que brota de un corazón que se sabe amado.
Don Bosco decía que de un joven agradecido se pueden esperar grandes cosas. Cuando uno se siente amado, de verdad, por otra persona, brota espontáneo el agradecimiento a ese otro, a la vida y a Dios, a través de tantos gestos concretos y sencillos de amor. “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Dios, a través de su Espíritu en nosotros, es la fuente de la que brota todo agradecimiento, toda sonrisa, todo el amor
EL “ARTE” DE ACOMPAÑAR Y AYUDAR
A DESCUBRIR LA PRESENCIA DE DIOS
Para el P. José Luis Morillo sdb, la “profunda experiencia espiritual” es “el encuentro con Jesucristo, él te hace sentir amado desde la profundidad de tu ser y abre a la comunión fraterna con el mundo”.
En diálogo con el BS, el director de Maturana conversó sobre la espiritualidad, el encuentro con Dios y el “arte” de acompañar. A sus 63 años, “Joselo” recordó cómo fue acompañado por el P. Mario Piaggio sdb, habló sobre el rol del sacerdote y los factores que están en juego en el acompañamiento espiritual.
¿Cómo explicarías qué es el acompañamiento espiritual?
Es un encuentro, que es fuente de riqueza para el acompañante y el acompañado, porque ambos descubren y aprenden con el otro. La espiritualidad se expresa en los distintos caminos que la persona va haciendo. Lo maravilloso es cuando el acompañante va descubriendo la presencia de Dios en la vida del acompañado. Es una alegría, porque ver los signos de Dios en la vida de quien acompañas es realmente precioso.
¿Cuáles son los factores que están en juego en el acompañamiento? Una persona que quiere crecer en la vida espiritual acude a alguien que tiene más experiencia y que está dispuesto a acompañarlo en el proceso de crecimiento humano, cristiano y espiritual de su vida. El acompañante coopera para que el otro descubra la presencia y los signos de Dios, orientándolo en sus decisiones y discernimientos. Tiene que haber una gran confianza y un gran respeto para no acelerar procesos, para que el acompañado no haga la voluntad del acompañante, sino que descubra la voluntad de Dios.
¿Qué es lo que busca una persona que quiere acompañarse espiritualmente?
Creo que la respuesta es múltiple. Es importante para el acompañante tratar de descubrir el motivo por el cual la otra persona viene y no dar por supuesto nada. El punto de partida es tan diverso como las situaciones que existen, desde un problema afectivo hasta una crisis existencial. Se puede categorizar, pero no conviene encasillar.
¿Cuál es el rol del sacerdote en el acompañamiento espiritual?
Ayudar al otro a descubrir la presencia y la voluntad de Dios. Para eso, es imprescindible tener y transmitir una
profunda experiencia espiritual personal, conocer quién es el Espíritu Santo, además de dotarse de una gran ductilidad y respeto. El acompañante tiene que tener mucha claridad para pensar que es simplemente un instrumento, que actúa en el tiempo que el destinatario entienda conveniente. Hay que ser muy humilde y tener mucho cuidado para no manipular al acompañado.
¿Qué importancia tiene que los jóvenes sean acompañados espiritualmente?
Te diría que es muy trascendente tanto para los jóvenes como para los adultos, porque actualmente creo que hay una gran desorientación. Gran parte de lo que les está pasando a los jóvenes es a causa de la desorientación del mundo adulto, y la juventud refleja las debilidades de las generaciones más grandes.
¿Hay alguna experiencia que te haya marcado como acompañante?
Muchas experiencias, de todo tipo; dolorosas y reconfortantes. Una experiencia difícil de acompañar fue con una persona joven con hijos que padeció una enfermedad terminal. Recuerdo un día que me llamó e invitó a su casa para que les enseñe a sus amigas a rezar el Rosario. Acto seguido, me explicó que le habían diagnosticado seis meses de vida. Acompañar esa situación y a esa persona me marcó mucho. Recuerdo su fortaleza admirable.
¿Cómo te has visto acompañado espiritualmente en tu proceso personal?
En mis años de formación tuve muchos salesianos que me acompañaron y que amo muchísimo. Varios de ellos estaban en la duda de hasta dónde intervenir y hasta dónde no. De hecho, me hubiese gustado que en algunos casos fueran más propositivos. Tuve grandes acompañantes,
amigos, pero el salesiano que más me marcó y con quien compartí más tiempo fue el P. Mario Piaggio. Él era un hombre de Dios, que es lo que un o una acompañante espiritual tendría que ser. Me ayudó mucho a encontrarme con Jesús. Recuerdo que a Mario le recriminé, en un momento, que había cosas que él sabía y no me decía, por respeto. Acompañar es un arte y una sabiduría donde está en juego el equilibrio de saber hasta dónde respetar y hasta dónde tener una intervención para ayudar a que la persona pueda elegir un rumbo distinto.
¿De qué forma te acompañas en la actualidad?
En este momento no tengo acompañante, lo busco. Creo que hay una crisis de maestros del espíritu con otro nivel de profundidad. Vía digital me he encontrado, en los últimos años, con maestros espirituales que escucho, que me han empujado a ir a fuentes de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos. Estoy trabajando en eso.
¿Qué le dirías a una persona que quiere ser acompañada espiritualmente y no se anima a dar el paso? No es fácil. Pedir ayuda en la sociedad actual significa un signo de debilidad. La profunda experiencia espiritual es el encuentro con Jesucristo, él te hace sentir amado desde la profundidad de tu ser, y abre a la comunión fraterna con el mundo, allá donde no te animas a decirle a nadie tu mal, por miedo al rechazo. Dios ama incondicionalmente, rescata y te hace formar parte de una comunidad. Muchas veces, hablando de jóvenes, es necesario de intermediarios que impulsen al acompañamiento. Ellos, como los y las animadoras, juegan un papel muy importante para que las personas se animen a dar el paso.
PICAPIEDRAS, casa de puertas abiertas
A las afueras de la ciudad de Melo, en Cerro Largo, la obra social Picapiedras lleva adelante una variedad de proyectos socioeducativos en convenio con INAU, en la que se trabaja con unos 300 niños, adolescentes y jóvenes que viven en situaciones de alta vulnerabilidad social.
En diálogo con BS, la directora de la obra, Ana Rosano, reflexiona sobre la marcha de esta propuesta que lleva más de 25 años trabajando por la juventud arachana y los “signos del Espíritu” que se van encontrando cotidianamente, entre los que destaca “la fuerza de seguir a pesar de las dificultades”.
¿Cómo es un día típico en Picapiedras?
Es un día de recibimiento, de encuentro y de saber cómo pasó el otro. Hay mucha alegría, entusiasmo, expectativas y, sobre todo, apertura al desafío que implica acompañar a los niños, a los adolescentes, a sus familias y a la comunidad barrial.
¿Qué realidad atiende la obra?
Una muy diversa, porque Picapiedras abarca una amplia zona de la
ciudad de Melo y algunos sectores, en especial, dejan ver una mayor vulnerabilidad. En esta pluralidad, tenemos madres o padres solos que se encargan de la crianza de sus hijos y, para ellos, la obra es una gran referencia. También madres jóvenes que proyectan continuar sus estudios o trabajos. O familias emprendedoras que inician sus negocios con gran esmero y dedicación. Tenemos situaciones judicializadas, que acompañamos y orientamos en la medida de lo posible y nos encontramos, también, con jóvenes que tienen consumo problemático de sustancias; o adultos mayores, que desde la época de pandemia han quedado muy solos. Con el equipo de referentes comunitarios buscamos brindarles espacios de encuentro y socialización.
¿Cuál es el diferencial de la obra social, qué los identifica?
La salesianidad. Ser una casa de puertas abiertas al barrio, a las necesidades e inquietudes que los vecinos plantean; el brindar también un patio que recibe y habilita
el encuentro y la alegría; el ser iglesia que hace camino en el acompañamiento sereno de los proyectos de vida de los gurises, descubriendo al Jesús amigo que nos acompaña en la marcha; nos identifica ser escuela que educa en la formación para la vida, en el cuidado y valoración de nuestra casa común. Tenemos un interés continuo de pensar cómo encontrar mejores estrategias de atención a los chiquilines y en esto no me refiero solo a la infraestructura, aunque también ha sido un paso fundamental crecer en ese sentido con espacios iluminados, cálidos y adecuados a los niños, a los jóvenes y a la comunidad. Otra de las cosas que marcan la diferencia es el proceso que pueden tener los chiquilines desde que ingresan al CAIF, luego en el Club de Niños y hasta Centro Juvenil. Esto permite reafirmar la identidad de Picapiedras y reforzar el carisma salesiano, a partir de la metodología del Sistema Preventivo de Don Bosco. Con todo esto conformamos diversos grupos de trabajo en donde
participan educadores de los tres proyectos, en el área de la comunicación, la ecología integral, el grupo de misioneros, los referentes comunitarios. Ahora estamos viviendo la experiencia de acompañar a los gurises que egresan del Centro Juvenil y no han encontrado un sentido de vida, y que al caer la contención institucional refuerzan sus vulnerabilidades por un contexto que, muchas veces, determina su destino y potencia las desigualdades.
Desde que la comunidad salesiana se retiró de Melo han surgido nuevos desafíos. ¿Cómo ha sido ese proceso?
Ese momento fue vivido con mucho dolor para varios de nosotros, pero también nos ha permitido hacer un proceso de maduración y de asumir
desafíos para buscar el bien de nuestros gurises. Sin dudas los más importantes son mantener vivo el carisma en estos tiempos y la gestión laical con características de horizontalidad, lo cual implica una participación de todos los equipos de la obra. De los salesianos aprendimos la presencia activa y cercana en el barrio, y el ofrecer nuestra casa para que sea de puertas abiertas.
¿Con qué desafíos se encuentran los educadores a la hora de evangelizar?
Ante una sociedad muy dinámica e indiferente en algunos aspectos, es complejo mantener viva la llama de la fe. Los desafíos aparecen constantemente. Quizás lo principal es motivar y encantar, desde los pequeños del CAIF hasta los educa
dores, y acompañar desde la cercanía con la convicción esperanzadora de que Jesús amigo nos conduce en cada paso, con la confianza que aprendimos de Don Bosco en nuestra Madre Auxiliadora.
¿Qué signos del Espíritu se han ido encontrando en la obra?
El primero que me viene es el que mencionaba el P. Francisco Furtado, quien acompañó pastoralmente la obra en sus inicios. Recuerdo que contaba que, una tarde, soñó con la capillita de Picapiedras y pudo escuchar cómo la voz de Don Bosco le hablaba y le decía que, si la obra era una propuesta de Dios, permanecería en el tiempo e iría muy alto. Creo que el signo fundamental es sentir cada día la motivación y la fuerza de seguir a pesar de las dificultades.
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