RELATOS
Mi bici de carrera, mi deseo
Fotos: Ariel Sabatella 30 | BICICLUB
A los 15 años, su padre le regaló a Hernán Ballesteros una bici Hispano-France que usó por muchísimos años para pasear, para trasladarse y con la que también sufrió su primer infaltable golpe. Después la bici cayó en desuso, hasta que decidió restaurarla de la mano de Born in Garage.
% Por Hernán Ballesteros
C
uando en 1984 ingresé a la secundaria, con 12 años, era el menor del curso. Es que como como cumplo el 2 de julio, en su momento a la directora del jardín se le había ocurrido que, por dos días, no había problema en que pasara a primer grado. Consecuentemente, siempre me veían como el más chico y eso, en la secundaria, es casi un insulto. ¿Por qué cuento esto? Al ingresar al Nacional N° 19 de Villa Devoto, se puso de moda ir al colegio en bicicleta de carrera o de media carrera. A alguien tímido, que le gustaba (y le gusta) la música clásica, que tenía poco en común no ya con la mayoría sino con cualquiera del curso, la bicicleta era la oportunidad de integrarse al grupo. No le dije esto a mi viejo, pero sí le comenté que mis amigos iban en bicis y que estaban buenísimas. El tiempo hizo que me llevara cada vez peor con mis compañeros y terminé yéndome del Nacional 19, el “Nacho”, como se lo conoce en el barrio, y comencé, en 1986, a ir al ECEA (una escuela evangélica del barrio de Versailles), a pocas cuadras de mi casa. La “moda” ya había pasado. Yo tenía 15 años y nuevos compañeros con los que me llevaba muy bien. Un día mi viejo me sorprendió. Me dijo que lo acompañara en la camioneta a algún lugar. Yo intuía que algo me iba a dar, pero no sabía qué. Cuando bajamos me hizo pasar a una casa y me atendió un viejo ciclista (no más de cincuenta pirulos) y me mostró una bicicleta hermosa. Mi viejo preguntó si me gustaba. Le dije que era hermosa. Ahí nomás, el dueño me explicó que era una Hispano-France rutera (y decir Hispano-France era decir una bicicleta casi de elite en ese entonces), con stem de aluminio, llantas de aluminio y frenos Bértola. Esos fueron los datos que la pintaban como una bici de calidad. Y más si la había usado un ciclista. Aquel hombre me dio algunas pautas indispensables para andar por la calle en ese entonces: s Andar en empedrado sólo si no había otro remedio, pero siempre por el que estaba “en abanico”, nunca el otro empedrado, porque esos pequeños golpecitos, a la larga, iban a deteriorar a las llantas de aluminio. s Nunca andar en contramano. s Siempre esperar los semáforos, porque el ciclista no es como un vehículo. s Nunca andar pegado a los autos estacionados y siempre dejar un metro de distancia entre los autos estacionados y uno, para no correr el riesgo de estrellarme contra una puerta abierta de golpe.
s Tener cuidado al andar muy pegado al cordón, porque los
autos, en los días de lluvia, desplazan la mugre hacia los costados y en esa mugre puede haber algo que nos haga pinchar. s Mirar siempre y casi continuamente para atrás dando vuelta la cabeza y sin usar espejo, para no tener accidentes, y sí usar ojos de gato. s Llevar un pequeño bolsito debajo del asiento trasero con una cámara de repuesto, una llavecita inglesa y parches y solución. Lo material se arregla Seguí todas sus recomendaciones al pie de la letra. A pesar de ello, una vez, cruzando la calle Simbrón, viniendo por la Avenida Lope de Vega, alguien que venía por Simbrón no me vio y avanzó directamente. Yo tenía el semáforo en amarillo, que ya se iba a poner en rojo. Al ver venir al auto por la izquierda, por Simbrón, a pesar de ir relativamente lento, supe que me iba a atropellar. Como andaba con punteras, yo siempre “practicaba” sacar los pies en forma rápida, por si tenía un accidente o algún inconveniente. En esos pocos segundos, frené algo y doblé a la derecha. No podía frenar más porque no había tiempo ni espacio. La decisión de doblar a la derecha para evitar chocar de frente y directamente con el auto fue acertada. Y más lo fue la decisión de sacar los pies de las punteras y “montar” al auto para evitar estrellarme contra él. ¿Resultado? Mi bicicleta fue a parar debajo del vehículo. Yo no me hice ni un rasguño. El auto tampoco, pero… ¿mi bicicleta? La rueda delantera quedó doblada completamente, como una banana. BICICLUB | 31
Se puede llevar un oficio a la categoría de arte y hacer una obra artística con lo que aparentemente no lo es. Cada bici restaurada es única. Tiene su propia lógica interna, su propia historia, que es la historia de su construcción y de su uso y la historia de quien la posee.
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El bajón fue grande. Muy grande. Pero mi viejo me dijo que lo importante no era la bicicleta sino que yo estuviese bien. Eso se arregla, me dijo. Al tiempo llevó la Hispano-France a repintar y a cambiarle la llanta delantera. Pero el que la pintó se equivocó y pintó las pipas de blanco, que en realidad iban todas cromadas… Como soy un obsesivo (y mi viejo también tiene algo de eso), la mandó a repintar otra vez y mandó a cromar lo que debía ser cromado, tal cual estaba en la versión original. Se volvieron a equivocar, aunque no tanto… Volvieron a pintar de blanco partes que estaban cromadas, aunque otras partes las cromaron como correspondía. Decidimos que no valía la pena mandar a hacer el trabajo otra vez pero siempre me quedé con la bronca de que no la había dejado tal cual me la había regalado mi viejo.
PERFIL
Hernán, el ciclista
Edad: 44 años. Profesión: músico y docente. Lugar de residencia: Villa Devoto, Buenos Aires. Bici: Hispano France rutera. Usos: paseo, en la semana. Lugares preferidos para andar: Villa Devoto. Me gusta andar por las calles internas del barrio de Devoto, cerca de la zona residencial y de la estación. También, por las zonas menos paquetas de Devoto, siempre se descubren lugares muy bellos en pasajes desconocidos. Lugares que preferís evitar: las avenidas y calles de empedrado muy rústico. Lo mejor de rodar en Buenos Aires: los barrios menos transitados y populosos y las calles con muchos árboles. Cosas más complicadas de Buenos Aires: los autos estacionados en todos lados, los volquetes en las calles, el desorden del tránsito, los automovilistas esquizoides e imprudentes (la gran mayoría). Para andar, ¿Auriculares o sonido ambiente?: sonido ambiente, es muy peligroso andar con auriculares en la ciudad, pueden distraernos.
La decisión Los años pasaron. Dejé de usar la bici. Se oxidaron sus partes, estaba casi irreconocible. Pero nunca la quise vender. Jamás. Era un regalo de mi viejo, que hizo mucho sacrificio para comprarla y darme un regalo que valiera la pena. Y para mí, emocionalmente, tenía una importancia casi vital: mi viejo había tomado mi deseo de tener una bici de carrera y se lo había guardado adentro como un objetivo. Un día me había dado la sorpresa: la bici, hermosa, estaba en mis manos y la espera había valido la pena. En mis manos, entonces, mi bici, tiene casi 30 años. Un día decidí que la restauraría tal cual estaba originalmente. Yo sabía que la pintura debía ser al horno. Y según mi viejo, debía buscar un buen cromador, ya que hacer bien los cromados es muy difícil. Con esas pautas, se me metió en la cabeza la idea de restaurarla. No sé cómo, descubrí Born in Garage (BIG). A ellos les iba a llevar mi bicicleta. La decisión se demoró mucho por cuestiones económicas. Esperaba juntar el dinero y luego mandarla a restaurar. Pero siempre postergaba el ahorro. Entonces, me impuse el castigo de generarme una deuda con alguien ¿Cómo se entiende esto? Si mado. También les propuse que si no les no, la seguiría postergando, porque siem- molestaba, tuviesen ellos la bici, mientras pre se puede postergar. Se me ocurrió en- yo juntaba la plata para empezar el trabajo. tonces llevar la bici a Born In Garage (BIG) Eso me generaría la obligación de ahorrar y que me pasaran un presupuesto aproxi- el dinero necesario, por el peso moral que
tiene para mí tener una deuda. Allí, Santiago Oliver, de BIG, me propuso con inteligencia y con gran solidaridad que poco a poco fuera dándole el dinero para ir comprando cosas. Resultados únicos A partir de agosto de 2014 empecé a juntar “la mosca” y, como podía, amparado en la tolerancia y paciencia de Santiago, depositaba “puchitos” para completar todo el presupuesto. La ansiedad me comió la cabeza. Quería tener ya mismo el dinero para decirles a los chicos de BIG que la armaran. Durante todos estos meses me negué rotundamente a verla. Quería encontrarla como el primer día que llegó a mis manos cuando me la regaló mi viejo. Confiaba sin medias tintas en el buen gusto de la gente de BIG y en su excelencia de trabajo Debo decir, con orgullo, que no estaba equivocado. Miro hoy la Hispano-France que me regaló mi viejo y siento una emoción grande. Como si algo hubiera vuelto a vivir. La miro en mi pieza y la admiro. Veo el trabajo artístico que hicieron, el afecto puesto en esa bici y en su restauración y siento un gran agradecimiento. ¿Se puede llevar a la categoría de arte algo que suele calificarse como un oficio? Creo que sí. Y más cuando cada trabajo de ese oficio es único y tiene su propia impronta, su propia lógica interna. Eso es lo que solemos hacer los intérpretes de una obra musical. Indagamos en la esencia de esa obra y la destrozamos (como dice Martha Argerich que ella hace con las obras) para volverla a armar. Tratamos de encontrar su lógica interna, lo que nos pide la música, lo que nos pide el autor. Tratamos de no quedarnos con la superficie de la nota escrita sino de descubrir qué es lo que en realidad quiere decir el autor y qué es lo que pide la obra, más allá de los estereotipos. Entonces, sí se puede llevar un oficio a la categoría de arte y hacer una obra artística con lo que aparentemente no lo es. Cada bici restaurada es única. Tiene su propia lógica interna, su propia historia, que es la historia de su construcción y de su uso y la historia de quien la posee. Por eso los restauradores de Born In Garage son intérpretes de una obra, como pianistas que deciden estudiar una obra y luego tocarla en público. El resultado es incuestionablemente único, como toda obra de arte. 2 BICICLUB | 33