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Desde nuestra experiencia de vida, así vivimos y entendemos la violencia

Las mujeres consultadas para esta investigación dieron su testimonio sobre 5 tipos de violencia íntimamente ligadas entre sí: violencia social, violencia patrimonial, violencia física, violencia psicológica y violencia sexual.

La violencia social

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Realmente es muy común, va uno caminando y ya empiezan a silbarle y van desde silbidos hasta palabras más desagradables.

Yo durante casi 4 años caminé sola a las 10 de la noche cruzando dos colonias, me pasaron infinidad de incidentes, desde hombres que intentaron hacer cosas. Yo me ponía a pensar, “no quiero nunca que mi hija pase por esto”, pero es un riesgo que corremos las mujeres.

En febrero hubo una actividad de las jóvenes aquí en El Progreso, una muchacha contó que ella pensó mucho en venir a la actividad porque cada vez que va por la calle la acosan de diferentes formas y sueña con moverse en un lugar sin que la estén acosando.

La violencia social ocurre dentro de espacios públicos: trabajos, centros educativos, vías públicas, internet, medios de comunicación, o desde las instituciones del Estado y sus actores. La ejercen generalmente personas desconocidas o que comparten un vínculo social dentro de la comunidad, desde una posición que les otorga aparentemente cierto poder con respecto a las mujeres que acosan. Por ejemplo, más edad, una posición social “superior”, un poder mediático, un poder jerárquico, un poder que impone “respeto”.

Una de sus manifestaciones es el acoso callejero, con expresiones verbales y no verbales de sexismo, ofensas, insinuaciones sexuales e invasión a los límites del cuerpo femenino -sin un consenso- que provocan molestia, miedo y la percepción de inseguridad en los espacios públicos.

La respuesta común de las mujeres acosadas es buscar compañía cuando salen para evitar sentirse expuestas. O limitar su circulación en las comunidades.

La violencia social puede manifestarse también de forma impersonal, a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Acá la cosificación de la mujer es más evidente. Las imágenes y la narrativa la muestran como un objeto de deseo sexual.

Desde las experiencias y percepciones de las progreseñas consultadas, la violencia social también puede expresarse mediante la intimidación, como la que ejercen miembros del crimen organizado o las autoridades. En ambos casos lo que prevalece es el poder de las armas y de la fuerza.

Las progreseñas también advertimos que cuando no se reconocen nuestros derechos sociales se pone en práctica este tipo de violencia, de una manera más sutil, pero no menos grave. Por ejemplo: la falta de acceso a un empleo por ser mujeres; el desconocimiento de derechos laborales, como son los casos de despidos por embarazos o la negación de permisos por maternidad y lactancia.

La respuesta común de las mujeres acosadas es buscar compañía cuando salen para evitar sentirse expuestas. O limitar su circulación en las comunidades.

Los toques de queda durante situaciones de emergencia, como la actual pandemia o los provocados tras elecciones o el Golpe de Estado, han desatado también más violencia social contra las mujeres, a quienes se les impide su libre circulación y a buscar formas de sobrevivencia, y se les obliga a permanecer a tiempo completo en sus casas, conviviendo muchas veces con el enemigo.

Otro fenómeno común que violenta a las mujeres son las calumnias, o rumores sexistas sin evidencias. Son esgrimidas para dañar su integridad e imagen social. Se viralizan a través de los medios comunicación, en particular por las redes sociales, y sus autores pueden proceder del Estado, encubiertos en el anonimato, en el marco de un ambiente político altamente polarizado; o de parejas o ex parejas que manipulan o traman venganzas después de ser denunciados o porque sus compañeras ya no desean continuar la relación.

Además del daño que provocan directamente a las imputadas en su autoestima, este proceder ensancha las desigualdades de poder, pues les impide a ellas confrontarlos cara a cara y dentro de los espacios que corresponde. Si las acciones que se les imputa a las mujeres constituyen realmente faltas graves o delitos, los espacios para dirimirlas debieran ser otros, no las redes sociales. Al respecto, una participante relató: La influencia política ha sido bastante dura, hacen de todo para dividir a las organizaciones, incluidas campañas de desprestigio contra las mujeres, en mi caso las he vivido. Alguien de la municipalidad llamó a una muchacha para decirle que tuviera cuidado, que el alcalde le había aprobado 6 mil lempiras y yo le quería quitar 3 mil lempiras para favorecer a una sobrina…

En otra ocasión, cuando empezamos con los proyectos de la huerta, a dos de las compañeras les dijeron que seguramente yo andaba en esto porque tenía aspiraciones políticas. Otra vez hicimos una caminata para una campaña de nutrición, y se burlaron: “allá andan las de la Resistencia”, dijeron.

La violencia patrimonial

Aparte de la agresión física hay amenazas por el factor dinero, si la mujer no trabaja y tiene hijos está atada y se pregunta, “¿qué voy a hacer si lo dejo?”. Es una estira y encoge, ellos se estancan diciendo que están ahí por sus hijos y por todo lo que les dan para que puedan sostenerse.

Sé de casos donde el marido usa la fuerza y dice “si no quieres estar conmigo pues entonces esta semana no hay dinero para la comida y vas aguantar hambre vos y los cipotes”, usan esa táctica para mantener sometida a la mujer.

La mayoría de los bienes: casas, terrenos, carro están a nombre del hombre y si los quiere vender o hacer negocios con ellos, ni siquiera lo consulta a la mujer y no le comparte nada. Muchas veces se trata de bienes que ellas han heredado de sus padres.

Con el tema de derechos laborales y la maternidad hay casos en donde el hombre que embaraza a una mujer le pide el pago por la maternidad, ellos lo administran o reclaman la mitad. Ocurre con las obreras de las maquilas.

Como generalmente el proveedor de la casa es el hombre, aporta para la casa solo una parte del salario. Las mujeres, en cambio, lo entregan todo para sus familias.

La violencia patrimonial gira alrededor de la manipulación y el control del dinero y otros bienes, por parte del agresor.

Se le asocia con otros tipos de violencia, especialmente la psicológica, para el control y reproducción del sistema patriarcal.

Las mujeres consultadas consideran que en muchos casos los hombres destinan parte de los recursos que obtienen para consumir alcohol o sufragar otros gustos personales, y que los escasos ingresos disponibles que quedan, las mujeres los administran con celo, como amas de casa, en un trabajo que no se reconoce ni se valora.

La manipulación y el control de recursos monetarios y materiales se relaciona también con la falta de oportunidades y de acceso al trabajo para las mujeres y con la presión de suplir las necesidades de alimentación y sustento para sus hijas e hijos. Los factores sociales y la negligencia pública propician que este tipo de violencia se perpetúe.

Otra manifestación de la violencia patrimonial es el abandono de las obligaciones patrimoniales por parte de ex compañeros de hogar. Acá no se trata solamente del mal uso o apoderamiento de bienes y recursos, sino también de la negligencia por parte de las instituciones y autoridades que fiscalizan el cumplimiento de estas obligaciones. El incumplimiento de las responsabilidades parentales desemboca en un sufrimiento de las mujeres que se esfuerzan por satisfacer las necesidades mínimas de sus hijas e hijos.

Al normalizarse esta violencia, muchas mujeres renuncian a exigir sus derechos y optan por buscar generar ingresos por su propia cuenta, para distanciarse de los agresores.

La violencia física

Nuestro abuelo nos enseñó que se educa con violencia: con el golpe, con el grito, con el insulto.

Yo quería evitar que mi primo le pegara a la mujer porque le daba con lo que agarraba. Recuerdo que había un árbol de varas rectas, él cortaba una rama y le pegaba. Yo quería era evitar esa situación. Yo tenía como 7 años.

Entre el vínculo de la familia y los suegros y las suegras todos pueden ver que el hombre macanea a la mujer y aunque se sientan incómodos no es mucho lo que hacen, pero si ocurre a la inversa, ¡ay, agárrese la mujer porque la sacan de la casa!

Mi primera pareja pues, ¡uhmm! me trató peor que un perro. Hoy en día prefiero estar sola que con un hombre que me maltrate. Vivo sola con mis hijos. Se sufre siempre, pero ya no presencian golpes contra mi persona, no sufren maltratos ellos, a no ser que yo les regañe. Y sí, hoy vivo mejor de lo que he vivido.

La violencia física es toda acción de daño intencionado que se infringe contra el cuerpo de la otra persona, para mantenerla bajo su control.

Además de los riesgos propios que conlleva, genera una violencia psíquica que debilita la capacidad de respuesta de las mujeres y hace caer a agresores y agredidas en un ciclo que parece no agotarse o que se agota cuando avanza a su forma más brutal de expresión: el feminicidio. Se trata de una violencia visible. Las marcas físicas que deja provocan en las mujeres una alta carga de vergüenza y estigmatización.

Para evitar repercusiones penales o morales, los agresores la justifican por la forma como fueron educados, como un medio para mantener el orden en la familia, o como efecto del alcohol, entre otras excusas.

No es un fenómeno aislado. Es un fenómeno vinculado con los sistemas sociales y no responde únicamente a la violencia que ejerce un hombre contra una mujer, sino a poderes tiránicos que se replican en el seno de las familias: de padres hacia las hijas e hijos, de maestros hacia estudiantes, de jefes a personal subalterno, de policías a personas detenidas, de gobiernos a pueblos.

La violencia física provoca traumas en las mujeres, esto significa que después de los golpes, las mujeres quedan con lesiones emocionales que duran y las marcan y que perturban su conducta posterior. Son las cicatrices más difíciles de curar.

La violencia física es toda acción de daño intencionado que se infringe contra el cuerpo de la otra persona, para mantenerla bajo su control.

La violencia psicológica

Conozco el caso de un señor alcohólico, toma, pero no agrede a su esposa físicamente. Sin embargo, psicológicamente ella está muy mal. Siempre que pasa algo acude a mí.

“Si no vas a ser mía, no vas a ser de nadie más”, así me decía antes el marido. Pero no me dejé intimidar, a mí me daba risa.

Son comunes frases como: “esto no sale de aquí”, “te tienes que callar”, “nadie lo tiene que saber”, “sos una tal por cual”, “no servís para nada”, “basura”, “eres una tonta”, “no sirves para nada”, “qué gorda estás”.

Yo puedo decir que nunca tuve violencia en el hogar, pero sí con las actitudes y acciones que hacía el papá de mis hijos, nunca me insultó con una mala palabra, pero sí con lo que hacía en la práctica: tener una mujer por aquí y una mujer por allá.

La violencia psicológica presenta características diferentes a las anteriores por su naturaleza subjetiva y sutil, lo que incluso la vuelve difícil de identificar. La intimidación y las amenazas son sus manifestaciones más visibles y más fáciles de detectar. Tienen como objetivo provocar miedo y mantener un control en el comportamiento de las mujeres.

El miedo provoca un estado de indefensión que se traduce en silencio, en no denunciar lo que está pasando, ni siquiera a los parientes más cercanos o a las personas de más confianza. Otras de sus manifestaciones son los insultos y las ofensas, que dañan la autoestima de las mujeres. Estos patrones conductuales, al igual que el miedo, responden a un proceso elaborado, que consiste, primero, en destruir las defensas íntimas (factores de protección psicológicos) para facilitarle al agresor el control y en dominar a la víctima.

Generalmente son ataques a la apariencia física de las mujeres y no necesariamente se acompañan de amenazas o violencia física.

Otra manifestación de violencia psicológica es la manipulación. Es un manejo elaborado de las palabras que distorsionan la verdad y la justicia, con las que el agresor intenta favorecerse y controlar el comportamiento de la mujer.

Es muy común y efectivo para producir un cambio en las actitudes de las víctimas.

Los factores que determinan una manipulación exitosa son el uso de las emociones y de los bienes materiales como formas de control. Existe, por parte del agresor, una aparente preocupación hacia la víctima, vendiéndole la idea de que sus acciones son para el bien de ella.

Esto, unido a la baja autoestima, puede propiciar una dependencia emocional en las mujeres.

La violencia sexual

Una niña como de 8 a 9 años fue violada en su casa, la abuela denunció el caso, la mamá se fue, la dejó abandonada.

Las niñas adolescentes que salen embarazadas tienen una perspectiva de vida muy diferente a la esperada.

Sufrimos violencia en nuestra casa, luego en el trabajo porque el jefe acosa sexualmente y luego en la universidad porque el catedrático aprovecha su posición de docente. Esto provoca un sentimiento de frustración, de enojo.

Contaba alguien por ahí: “mi pareja cuando yo no quería me ponía la pistola aquí (en la cabeza) para que pudiera acceder”.

Algunos hombres amenazan a la mujer; “sino me das me voy a buscar otra”, la colocan entre la espada y la pared y para tenerlo contento acceden a una relación no deseada. Es violencia sexual.

“Como va ser violación, si es mi mujer”, piensan los hombres. Consideran a la mujer de su propiedad. No consideran que se ejerce violencia sexual porque creen que para eso estamos y que tenemos que estar dispuestas a la hora que a ellos les dé ganas.

La violencia sexual se caracteriza por el uso de la violencia psicológica o física para obtener un beneficio sexual en contra de la voluntad de la mujer. Pero no solo tiene como objetivo obtener placer sexual desde el punto de vista del agresor, sino ejercer una relación de poder y dominación.

Al igual que la violencia física, repercute de manera física y psicológica. La violencia sexual se manifiesta en hostigamientos que pueden avanzar a la violación a menores de edad, con consecuencias traumáticas permanentes, embarazos no deseados o el contagio de enfermedades venéreas.

De acuerdo con la narrativa de las mujeres, la violencia sexual la perpetran personas del círculo familiar más cercano, pero de manera escondida y validada. La tolerancia a estos casos explica también la ausencia de acciones punitivas por parte de las autoridades correspondientes.

No solo se presenta de la forma más explícita y violenta: la violación a menores de edad y el abuso sexual de los hombres hacia sus compañeras de hogar. Es también la manifestación simultánea de otros tipos de violencia. El más visible es la manipulación emocional y las amenazas a las parejas sexuales para mantener relaciones sexuales, aun cuando ellas no lo desean.

De forma sutil, esta violencia queda por fuera de la concepción de violencia en muchas mujeres y población en general, porque socialmente se asume que el cuerpo no le pertenece a la mujer, sino al hombre que la posee.

La falta de educación sexual normaliza muchas conductas de violencia sexual, cosifican a la mujer y la convierten en un objeto de placer.

Actuemos...

1. Un grupo o varios pueden presentar un sociodrama sobre algunos de los tipos de violencia (en él deben poner en evidencia una o varias de las manifestaciones de la violencia y las consecuencias que tienen para la mujer que es víctima). Pueden integrar a más de dos personas, evidenciando como actúan generalmente los testigos o las autoridades frente a estos casos (por ejemplo: el vecino indiferente, el juez o la jueza que culpa a la mujer, los miembros de la familia que justifican al hombre, etc.).

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