4 minute read

EN LA COYUNTURA ACTUAL: ¿CÓMO DEBE PLANTEARSE UN ESPACIO CIUDADANODE LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN?

EN LA COYUNTURA ACTUAL: ¿CÓMO DEBE PLANTEARSE UN ESPACIO CIUDADANO DE LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN?

Un espacio articulador

Advertisement

De la misma manera en que la corrupción es un espacio articulador de poderes fácticos que persigue el mantenimiento de la impunidad, los esfuerzos anti corrupción tienen todo el potencial para seguir siendo el principal espacio de convocatoria-participaciónmovilización de la ciudadanía y de actores políticos que persigan objetivos de cambio y transparencia. Sin embargo, ese espacio ciudadano requiere un factor específico que la convoque y dinamice, y que generalmente forma parte del contexto externo.

La denuncia de la corrupción en el IHSS se conoció desde 2013 y se habló de ella a través de los medios de comunicación a lo largo del 2014, sin mayores reacciones de protesta de la ciudadanía, no obstante, esta situación empezó a cambiar cuando los medios de comunicación, especialmente uno de ellos, revelaron que recursos del desfalco del IHSS habían sido utilizados para financiar la campaña política electoral del Partido Nacional. Ese detalle encendió las marchas.

Las Marchas de las Antorchas confirmaron la capacidad convocante de la lucha contra la corrupción a partir de las siguientes condiciones:

Disponía de una estructura organizativa que si bien era mínima, alcanzó una relativa estabilidad interna.

Comunidad de objetivos, ideas e intereses entre sus miembros.

Disponía de una línea de acción coordinada y organizada;

La voluntad común de incidir en la política para gestionar un objetivo social.

Claridad en la convocatoria y convocados.

Un espacio de lucha no convencional

Los horarios de protesta (nocturnos), espacios (urbanos y rurales) y el uso de diversas narrativas de convocatoria y protesta (antorchas, música, redes sociales, etc.) ratificaron que la lucha anticorrupción demanda formas no convencionales de incidencia (sin ser excluyente de las convencionales) y de manejo de lo contencioso con el poder político. El entusiasmo que mostraron miles y miles de personas que acudían semanalmente a las marchas, compartiendo y creando nuevos registros culturales de protesta, mostró el ámbito simbólico que debe caracterizar la lucha anticorrupción, ofreciendo nuevas explicaciones y prescripciones de cómo determinados conflictos son expresados social y políticamente (Volver asequible la lucha contra la corrupción para la población).

Un espacio aglutinante de los no organizados.

Un elemento destacado de las marchas fue la incorporación a las mismas de familias enteras (padres, madres, hijos, novios, novias, amigos, etc), que llegaban por su propia cuenta y que no integraban ninguna organización social. ¿Cómo se llegó a ellas y se logró su movilización?, es un tema pendiente de análisis específicos, pero que llama a trascender el enfoque tradicional de “los mismos de siempre” y por los “medios de siempre”. Ese fenómeno ya se había observado en la llamada Huelga de los Fiscales (mayo 2008). Movilizaciones a partir de estructuras y redes cotidianas y también de personas vinculadas a organizaciones sociales y a partidos políticos que fueron convocadas por medios de comunicación comunitarios, de boca a boca, o a través de las distintas redes sociales. Las invitaciones a no ser indiferentes, a “no aguantar más”, a “despertar y reclamar lo que nos pertenece” se convirtieron por demás en consignas virales.

Uno de los aspectos menos identificados y, a la vez, más valiosos, de las movilizaciones del 2015 fue su capacidad de incidir tanto en las esferas gubernamentales (que reacciona con su propia estrategia) como al interior de la propia ciudadanía organizada (provocando cambios o tensionando instituciones y alianzas). Nadie quedó al margen de sus repercusiones. En muchas organizaciones ciudadanas se planteó la pregunta de ¿qué estamos haciendo para combatir la corrupción en el país? o ¿Cuáles son nuestros aportes a favor de la transparencia?

Un espacio de reflexión

A partir del IHSS, las “marchas de las antorchas” plantearon que la corrupción es un fenómeno institucional y de élites de poder, más que cultural, y de que el gran reto para desterrarla está en abatir la impunidad que la promueve. Asimismo, caracterizó a la corrupción como una cuestión de redes de poder y no producto de actos individuales. Con sus movilizaciones, los indignados definieron una agenda anticorrupción con cuatro ejes centrales: a) Investigación y combate a la corrupción con una intervención internacional; b) Esclarecimiento a fondo del caso IHSS y aplicación de la justicia a los implicados, sin importar la posición institucional o política que ocupe; c) Mejoramiento de la Transparencia y Rendición de Cuentas gubernamentales, como mecanismo trasversal y de control preventivo de la corrupción; y) d) Participación Ciudadana.

Un espacio de movilización y propuesta, de propuesta y movilización

La lucha anticorrupción, como se precisó anteriormente, genera un espacio articulador en el cual es fundamental la interacción entre movilización y propuesta, en un ciclo que se sustenta y fortalece recíprocamente. Una organización que movilice y no tenga una propuesta clara a incidir o que tenga una propuesta clara, pero no movilice, disminuye su capacidad de ser un actor político relevante y alcanzar los objetivos propuestos. De igual forma resulta clave mantener objetivos precisos de incidencia ciudadana, que conllevan una visión política pero no partidarista. Hacer proselitismo electoral y político a partir de la lucha anticorrupción es tan censurable como hacer proselitismo electoral y político a partir del aprovechamiento de la corrupción. En ambos casos la manipulación tiene un efecto destructivo sobre la ética y la transparencia de los procesos. No hay corrupción “buena” y “corrupción mala”. Para prevenir y combatir la corrupción de manera eficaz se necesita comprender cabalmente los riesgos que puede enfrentar una ciudadanía que permite la politización partidarista de sus acciones.

This article is from: