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Reflexiones desde un nuevo concurso de obras realizadas en Uruguay
Arq. Pablo Canén - Arq. Juan Montans
Juan Montans es arquitecto egresado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República (FADU-UDELAR/Uruguay) y maestrando en arquitectura con especialización en Vivienda y Hábitat en la misma institución. Ejerce la docencia en la asignatura de Historia de la arquitectura en Uruguay en FADU. Actualmente es director y socio fundador del estudio Montans Fagúndez Arquitectos dedicado fundamentalmente al desarrollo de proyectos de vivienda en Uruguay y Seúl, Corea del Sur.
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Pablo Canén es egresado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República (FADU-UDELAR/Uruguay). Máster en Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano (FADU-UDELAR). Profesor Adjunto (subrogante) de Proyecto Urbano Avanzado del Taller Apolo y del Instituto de Historia (IH) de FADU. Miembro del grupo CSIC nº 1082 Arquitectura y producción. Estudios sobre Arquitectura Moderna en Uruguay. Es coautor de Vivienda colectiva en Uruguay 1933-2020 (2020), 100 años de la Liga de la Construcción del Uruguay (2019) y coeditor de El Libro del Centenario (2015), entre otros. Ha integrado el Equipo Docente Director de los Grupos de Viaje en varias instancias. Se ha desempeñado como técnico en equipos de proyecto del ámbito público (DGA-UDELAR) y privado -participando de algunos concursos-. Representa a la UdelaR ante la Comisión Especial Permanente Ciudad Vieja desde el año 2020 y mantiene una columna de radio quincenal en la Uniradio sobre Arquitectura y Ciudad.
El Concurso de Obra Realizada de la SAU es una instancia que permite detenernos a observar aquellas arquitecturas de la actualidad que, mediante el juicio entre pares, se entiende merecen ser destacadas. Esta selección de la arquitectura contemporánea del Uruguay podría ser vista desde dos miradas: en primer lugar, como exposición de la producción arquitectónica del país y en segundo lugar, como una muestra de lo que el statu quo de la cultura arquitectónica considera “buena arquitectura”; en resumidas cuentas, ejemplos a destacar y a analizar como referentes disciplinares. Esta segunda observación —quizá un tanto obvia— resulta importante para no examinar estos casos como una muestra representativa del hacer arquitectónico general, que en la última década ha implicado una enorme masa de proyectos construidos, muy especialmente en Montevideo.
Reflexionar sobre el hacer arquitectónico contemporáneo siempre implica un reto difícil dada su poca —casi nula— distancia histórica. En los últimos años, quienes escribimos estas líneas, junto a otros colegas, hemos indagado a nivel de cursos de grado de la FADU sobre este tema. Por tanto, entendemos esta oportunidad como una instancia — no exhaustiva— para compartir al- gunas de esas observaciones con el pretexto del concurso que nos convoca. Estas líneas son consideraciones generales fruto de un recorrido “aéreo” por las obras seleccionadas. Para guiarnos en este trayecto recurrimos a una serie de ejes programáticos que nos permiten ordenar las apreciaciones y casos: vivienda, trabajo, ocio y servicios, conmemoración, infraestructuras y espacio público y patrimonio.
Vivienda
Cuando nos acercamos a las obras de vivienda —ya sea colectiva o unifamiliar— surgen algunas observaciones. En primer lugar, destacan las búsquedas proyectuales y la destreza con que el programa es resuelto: formalizaciones de vivienda colectiva con un cuidado estudio volumétrico y con implantaciones en barrios de fuerte carácter histórico. Se aprecia una exploración en el diseño de fachadas utilizando el recurso de los cuerpos cerrados salientes y pieles metálicas que pueden implicar aportes a la ciudad, donde cada pieza constituye un elemento conformante de los frentes urbanos que todos habitamos.
En el caso de viviendas unifamiliares se apela a exploraciones a nivel del uso de técnicas prefabricadas, que no solían aplicarse tan habitualmente en escalas pequeñas. Se notan cuidadas volumetrías —articuladas con gran habilidad— combinando liviandad con solidez en un diálogo con el entorno circundante, e intervenciones en tipologías tradicionales de la trama urbana central. También es curioso y motivante descubrir que los sistemas de representación empiezan a aminorar el imperio del render y aflora la ilustración hermanada con el diseño gráfico, para reivindicar el proyecto de la casa como una artesanía pausada que aún resiste a la estandarización —y no lo decimos en una cruzada romántica, sino que esa renuencia se deja entrever—.
A nivel de cerramientos, varias de las casas que nos encontramos en el concurso, juegan en la dualidad del cierre total o la apertura extrema, resignificando una “vieja” consigna moderna de los vínculos fluidos entre el adentro y el afuera. En este sentido, las áreas de cocina parecen adquirir una fuerte jerarquía de conexión y articulación. El ascendente cosmopolitismo cultural de las capas medias de la sociedad solicita en ese ámbito utilitario una zona de celebración. Más que de la función mínima se trata de la fruición máxima, aunque podamos comprender que estos ejemplos son casos puntuales de nuestro circuito académico-profesional.
La segunda observación responde a la escasa cantidad de obras presentadas al concurso en relación a la cantidad de metros cuadrados construidos en la última década, en especial en el programa de vivienda. En los últimos años hemos asistido a una gran producción de proyectos residenciales. A nivel general podemos arriesgar tres grandes fuentes de proyectos de viviendas en la última década: una de ellas, para el caso de viviendas unifamiliares, ha sido el desarrollo de los barrios privados o “controlados” —suburbios jardín dirigidos a las clases de elevado poder adquisitivo en Montevideo, que por normativa mantienen sus calles de acceso público y que hoy tienden a empatar a las áreas de asentamientos informales—. Luego, otras dos, pero para el caso de la vivienda colectiva: el Estado como cogestor de una enorme cantidad de unidades, en especial mediante el sistema cooperativo; y a nivel privado la ley N° 18.795, bajo la cual se han construido una enorme cantidad de conjuntos — para el año 2021 habían ingresado 1.000 proyectos, que implican unas 25.000 viviendas—.
Entre las obras seleccionadas y presentadas al concurso, resulta llamativa la poca cantidad de obras enmarcadas en las fuentes de proyectos antes mencionadas. En especial, la falta de la vivienda social producida por el propio Estado, que en otras décadas supo ser referente de la arquitectura en nuestro medio, siendo hoy estudiada en los diversos cursos de arquitectura. Tal ausencia puede ser un síntoma que nos permita analizar y seguir indagando sobre estas formas de producción, tanto desde el ámbito académico como profesional.
La ley N° 18.795 de Vivienda Promovida ha sido un gran motor de producción de proyectos de vivienda colectiva. Muchos de ellos se han alineado con exploraciones que se tallan desde la morfología de acordamientos del Plan Montevideo (1998) para desarrollos en altura carentes de las acéticas medianeras uruguayas y, a la vez, definen nuevas posibilidades morfológicas que se reflejan en tipologías con más metros lineales de fachadas a la calle. Esta indagación viene acompañada de un mercado inmobiliario cada vez más exigente y exiguo en las rentabilidades de base. El decrecimiento del promedio del núcleo familiar también acompaña la proliferación de unidades de un dormitorio y monoambientes, resultando así en la construcción de nuevas reglas tipológicas. Por su parte, las estrategias del confort accesible a la clase media producen y obligan a la aparición de amenities, y más incipientemente a la reconversión de otros edificios en colivings, colectivizando en parte las tareas que eventualmente pueden tener un carácter comunitario. Incluso en edificios de “vivienda promovida” ubicados en áreas tradicionales y de gran densidad, como Cordón o Barrio Sur, se puede observar el incremento de áreas de uso colectivo en altura como parte de una nueva oferta de bienestar urbano.
En cualquier caso, la crítica ideológica a lo que tradicionalmente concebimos como una unidad de vivienda familiar se da, en términos generales, de forma lenta. Por momentos los discursos tienen más ansiedad que los cambios materiales, y, naturalmente, el margen de acción de los colegas está acotado a las condiciones de la dinámica inmobiliaria. Aun así, en una instancia de concurso de obra construida, los emergentes permiten entrever una vocación que no acepta un juicio simple o vínculo lineal entre ideas y formas. Finalmente, estos programas vienen recuperando participa- ción en algunas áreas centrales de la ciudad en las que habían perdido terreno. Tal aspecto no está exento de debates, por un lado, el de la sustitución tipológica y por otro el de la apreciación del valor del suelo, y por tanto del precio de la vivienda en sí. En este punto también es preciso reconocer que esta disputa debe discurrir al más alto nivel del diseño de las políticas públicas.
Acercándonos a otra escala y formato de vivienda, en el caso de la vivienda balnearia, de la segunda residencia, y en ocasiones de la vivienda asociada a la nueva ruralidad hablan de un fenómeno que, si bien acarrea algunas décadas de historia en nuestro medio, conlleva hoy un nuevo desarrollo.
En algunos casos refleja dinámicas y procesos territoriales que trascienden a la escala edificatoria, pero a la vez ofrecen un campo de exploración proyectual renovado para vínculos más radicales con el paisaje. Objetos que se posan y encuadran, geometrías paralelas, muy depuradas, le han ganado la puja al acoplamiento volumétrico de tono complejo; cajas limpias, cuya resolución constructiva exterior las emparenta, en ocasiones, con el mundo de las maquetas.
Esta simplicidad requiere, incluso, la apuesta a complejos detalles constructivos que velen en sus mecanismos lo desafiante del montaje. Observamos también áreas de intercambio mayoradas en sus dimensiones, que claramente no responden a una demanda utilitaria. Aumentando el análisis en escala se leen entre líneas modos más sofisticados del turismo interno y la posibilidad telemática, potenciada hoy por la pandemia, en donde la desterritorialización de los vínculos laborales ha dado un salto cualitativo, cuyas aristas políticas están lejos de ser resueltas —y torpemente comprendidas por nosotros tal vez—.
Trabajo
Saliendo del ámbito de la vivienda, la arquitectura para el trabajo, la producción y los servicios presentan claras innovaciones programáticas: parkings robotizados o mecanizados, coworks y oficinas con áreas lúdicas y de recreación. Todo esto nos habla de una nueva agenda que viene desdibujando los límites de los dispositivos disciplinarios tradicionales a nuevas mutaciones del sistema de acumulación económica. Nuestro bagaje proyectual parece hacer un esfuerzo por adecuar sus herramientas a estas nuevas prácticas. Es posible que estemos ante manifestaciones incipientes de lo que en algunos años será un cambio radical en los modos de concebir las relaciones sociales y de movilidad en la arquitectura y la ciudad. Quién sabe en cuánto esta desestabilización afecte, lateralmente, al programa de la vivienda colectiva, del espacio público o de la movilidad en treinta años. No sabemos con precisión hacia dónde se puede dirigir esta transformación vista a gran escala, pero la rectificación de las ya obsoletas fronteras entre habitar, trabajo, recreación y movimiento, parecen problematizar más profundamente con el paso de los años (aunque más allá de la calidad de los proyectos citados —hay que reconocerlo— no sabemos si se trata aun de un espejismo interpretativo o de una inexorable visión de futuro).
Nuevos edificios corporativos, como la CAF o el Anexo de Torre Ejecutiva, motivan a pensar, no solo en la compleja resolución de programas híbridos (trabajo, cultura, ocio) sino también en la integración con el espacio público. Varias obras nacidas de concursos de la década del 2010 consolidaron en sus bases la idea de un vínculo con la ciudad existente a través de la capacidad de apropiación de los habitantes más allá de los usuarios finales. La aparición de plazas secas y espacios auxiliares que se vinculan con la trama urbana, como en la histórica Ciudad Vieja, parecen puntos a potenciar en la agenda de estas arquitecturas. Asimismo, lo elemental de la expresión física de estos artefactos, a diferencia de lo ocurrido con los repertorios formales “posmodernos”, prometen brindar mayor vigencia en el tiempo a su manifestación urbana.
Ocio y servicios
Programas de servicios como la residencia hotelera también parecen ganar cabida, con más refinamiento. Pero lo interesante es que no se trata sólo de la hotelería en sí, sino de la hotelización de otros programas, como el hospitalario, el laboral o el institucional.
Cabe destacar que nos encontramos con la buena noticia de que las obras públicas de gran escala y escala media asociadas a infraestructuras de ocio, así como a diversos servicios públicos, han sido realizadas mediante concurso. Que estas obras se encuentren en esta selección confirma una vez más que es un método eficaz para obtener arquitecturas de buena calidad —más allá que siempre se pueda profundizar en un debate sobre los mecanismos concretos—.
Incipientemente, matizadas con el mobiliario o a través de intervenciones ad hoc, aparecen elementos de fabricación digital. A nivel de la industria de la construcción la cuarta revolución industrial parece no haber arribado. Sin embargo, hay señales portadoras de futuro, nuevas posibilidades latentes. Seguramente se va a requerir de algunos años de acumulación académica en la formación para que la digitalización “tome el mando”, no ya de la representación, sino también de la producción material a través de la coordinación de sistemas ciber físicos.
Conmemoración / memoria
Por su parte, las arquitecturas construidas para la memoria, los nuevos monumentos conmemorativos, juegan su papel en el campo de la escultura abstracta, y en ocasiones de un land art de pequeña escala. Materiales como el acero corten, a influencia quizá de autores como Richard Serra, tienen una aparición frecuente. La figuración de inscripciones, pero en una proporción cortés, invitan al recuerdo o a la reflexión sin estridencias. Su mensaje parece no ofrecerse de modo frontal. Aunque exista la palabra escrita, esta se posiciona por detrás de la manifestación ambigua de la forma. Ambigua no en un sentido despreciativo, por el contrario, estratégicamente ambigua, en la medida en que su aparición habilita la interpretación múltiple y abierta.
Infraestructuras y espacio público
A otro nivel, infraestructuras como la UAM nos devuelven a la necesidad de conectar la gran escala arquitectónica con la infraestructura territorial. El traslado de las viejas funciones del Mercado Modelo (hoy un espacio público experimental y performativo) dio lugar a un sistema integrado de gestión de productos agrícolas a escala metropolitana. En este caso, la aparición edilicia se da a partir de grandes naves seriadas, cuyo foco pasa por la organización de flujos más allá de un discurso formal específico. De cualquier manera, la posición concreta en una periferia cada vez más compleja desafía al campo del proyecto en cruce con lo logístico y con la posibilidad de producir equipamientos de nueva generación para tender a la construcción del tan mentado reequilibrio urbano.
Patrimonio
El patrimonio arquitectónico presente en la ciudad es un tópico recurrente en las preocupaciones de la disciplina, que ha encontrado variadas respuestas a lo largo de los años, y sigue siendo un tema central de debate en la arquitectura contemporánea uruguaya. En este concurso nos encontramos con la aparición de intervenciones patrimoniales que consideran, en ocasiones de modo implícito, los criterios consensuados de distinguibilidad constructiva del restauro moderno, que empiezan a dejar paso al planteo crítico de la necesaria unidad potencial de la obra. Estos esfuerzos no siempre son conscientes, amén de ello la sensibilidad plástica en el contraste material, la inspiración de mobiliario sobrio y de calidad, juegan un rol fundamental en las nuevas espacialidades. Como lo expresa Aurelli, no se trata de entronizar el “menos es más”, sino de entender que “menos es suficiente”.
Reflexiones finales
En el apartado anterior planteamos algunas reflexiones sobre la valoración e intervención del patrimonio, y vale la justa pregunta sobre cuánta de la nueva obra aquí expuesta dentro de poco será colocada en el anaquel de la protección institucionalizada. Posiblemente asistimos a unos años de un alto nivel performativo en términos de nuevos proyectos de arquitectura. A la vez, los problemas del campo urbano y territorial nos desafían a un ritmo cada vez más intenso, y por momentos parecemos perder el tren de la planificación de nuestros territorios deseados. Y por eso, a la vez que celebramos la producción de un conjunto talentoso de colegas no podemos dejar de preguntarnos por esas masas que constituyen la transformación cotidiana de lo urbano, por los diversos resultados de nuestras políticas de vivienda y por los crecientes niveles de especialización que nuestra disciplina demanda. ¿Serán los concursos territoriales y urbanos un asunto que gane potencia en los próximos lustros? ¿Tendremos una capacidad de incidencia creciente en ese marco para operar desde el pensamiento analítico-proyectual?
A su vez, este concurso nos deja ver una serie de ausencias que vale la pena indagar sin ánimos de calificarlas valorativamente, sino como constataciones que abren puertas de análisis sobre nuestra profesión. Con “ausencias” nos referimos a grandes porciones de la producción arquitectónica que no se ven reflejadas en la selección que nos presenta el concurso de obra realizada. Cabe preguntarse por qué sucede esto. Podemos ver el caso ya citado en el apartado de vivienda, sobre la producción de vivienda colectiva social, de vivienda promovida y unifamiliares de clases de alto poder adquisitivo. Insistimos, este pasaje no tiene un afán celebrativo o de “alivianamiento” ideológico, sino de un breve “juicio suspendido” para comprender los procesos del presente. Pero también podemos observar cómo los proyectos aquí presentados provienen de estudios de pequeña o mediana escala, y no de gran escala, que, si bien son escasos, cuentan con una enorme producción arquitectónica. Por su parte, ¿cómo aprehendemos la obra de colegas en el extranjero por vía del outsourcing?
Otra ausencia que se puede percibir es la de quiénes están produciendo esa arquitectura. Es que la producción de estas obras proviene, en su mayoría, de profesionales formados en la Facultad de Arquitectura de la UdelaR, que desde hace 23 años no es el único centro de formación en arquitectura. La “observación” de estos huecos, no pretende ser conclusiva ni buscar un posicionamiento a priori. Pero las bases sobre las cuales nos movemos, o nos movíamos, están en desplazamiento —y quizá sea saludable ser conscientes de ello—.
Una última pregunta que nos hacemos es sobre el mecanismo de selección de estas obras: ¿será el concurso el mejor medio para destacar obras contemporáneas de excelencia? Quizá podemos imaginarnos a futuro la posibilidad complementaria de un “observatorio” de arquitecturas construidas desde la propia Sociedad de Arquitectos, que esté en constante funcionamiento, y que cada un período de tiempo pautado emita una publicación señalando obras contemporáneas que se consideren de relevancia, más allá de la iniciativa de presentarlas a un concurso de su autor.
Concurso de Obra Realizada 2021
Acta del Jurado, integrado por:
Arq. Humberto Eliash, Arq. Bernardo Martín, Arq. Alma Varela
Asesor: Arq. Salvador Schelotto
Categoría 1
Vivienda unifamiliar, vivienda multifamiliar y edificios híbridos
Categoría 2 Arquitectura mínima
Categoría 3 Edificios de infraestructura cultural, social y equipamientos