Ryoji Ikeda

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www.eltiempo.com - LUNES 17 DE OCTUBRE DE 2011 - EL TIEMPO

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Ryoji Ikeda: un universo escrito en unos y ceros Carlos Solano Cultura y Entretenimiento

El primer público al que Ryoji Ikeda le muestra sus nuevas composiciones musicales es uno muy selecto, conformado por su perro y su gato, porque ninguno de los dos tiene conciencia de qué es música o qué es belleza. Reaccionan de la misma forma que cuando les pone a oír la Octava sinfonía de Gustav Mahler: “Ellos apenas se quedan mirando como si nada, porque no es que la naturaleza tenga música, sino una lógica matemática, que es más sublime. La música es algo artificial, una invención humana”, concluye. Esa inquietud por desenmarañar los patrones matemáticos del universo y proyectarlos sobre una pantalla conduce la apuesta del artista japonés, que ilustra audiovisualmente las complejas ecuaciones que rigen desde la formación de los estambres de una flor hasta las constelaciones de estrellas y sus movimientos cíclicos. Una lógica de la que los humanos somos apenas testigos. Así es cada exposición de Ikeda, quien se encuentra en Colombia para realizar en el Museo de Arte de la Universidad Nacional el último montaje de su serie Datamatics. A diferencia de su anterior visita, en el 2009, en la que hizo una gran proyección en el auditorio León de Greiff, esta vez adaptará todo un espacio en tres dimensiones, que reúne casi todas las piezas de esta serie –generalmente, eran por aparte–. “Lo único que espero de la gente es que venga sin conocimientos detrás. Porque cuando vas a un concierto, es muy así. Escuchas la música y la disfrutas. Tienes que ir como un bebé. En esto, funciona igual. Hay otras exhibiciones que buscan la intelectualidad, y yo básicamente siento que eso está un poco mal. Primero debes sentir”, explica el artista. Esa ha sido su fórmula en trabajos destacados como Spectra o Test Pattern. En The Transfinite, una muestra que presentó este año en Nueva York, el espacio físico de un gran salón se convirtió en una inmensa caja de líneas blancas y negras –sin horizonte ni profundidad– que se movían de manera cíclica y que marcaban el ritmo en el que se reproducían ruidos similares a los de una interferencia telefónica. Miles de ellos. El resultado

El artista japonés concluye en Bogotá su serie ‘Datamatics’: una experiencia sensorial de la naturaleza.

Miles de números se proyectan a toda velocidad, sincronizados con audio. Archivo particular

Los museos le encargan a Ikeda piezas de gran tamaño.

transformó la idea de una exhibición: la estimulación sensorial llevó a los asistentes al éxtasis, y algunos bailaban entre las proyecciones de luz; los que se sentían desorientados se acostaban en el suelo, buscando auxilio en la fuerza de gravedad.

El arte de decodificar Ikeda busca ser reservado en extremo. Llegar a él no es fácil. Ya es famosa su renuencia a las entrevistas y no permite que se le hagan retratos. Cuando llega a una ciudad para preparar una muestra, se sumerge en el montaje y rara vez sale del espacio en el que está sincronizando números, luces, pantallas y plataformas con una exactitud milimétrica. En medio de un receso casi forzoso, accedió a hablar con EL

TIEMPO, pero lo hizo lejos del museo, que mantiene a puerta cerrada, para que nadie vea lo que está ocurriendo allí. Los técnicos que trabajan con él no entienden cómo logra supervisar inmensos murales de números desde un pequeño monitor en el que sigue las secuencias. Resulta inevitable la comparación trivial de esta imagen con la de aquellos expertos en leer código en la cinta The Matrix. Pero Ikeda es, en sí, un decodificador. “Nunca trato de imitar la naturaleza. Lo que hago es simple, con operaciones matemáticas. Para mí, la música es matemática”, explica. Afirma que no pretende transmitir una reflexión: “No hago arte para decir algo. No tengo realmente un mensaje claro. Solo amo hacer este tipo de cosas. Amo ver los resultados porque hasta el final no sé lo que pasa. Tengo unos destinos, pero mientras no llego al final, no tengo idea”. Así como su paleta de colores es minimalista (negro y blanco, y eventualmente el rojo), lo es su manera de componer: “Mahler usa 100 sonidos diferentes, un rango muy dinámico y rico; yo

tomo dos, tres o cuatro. Somos lo opuesto. Pero están presentes los sonidos intermedios, complicadas formas de ondas. ¿Por qué? Cuando hago música, la estructura está más enfatizada”. Otro sonido es el silencio: “A veces uso cámaras artificiales de silencio en las que escuchas todo cuando entras. El cuerpo es el que genera el sonido y por eso lo sientes siempre. Nunca puedes escapar del sonido. Sientes los latidos de tu corazón. Cuando entras a ese cuarto, a los 5 o 10 segundos descubres el verdadero silencio y es tan tenebroso que te das cuenta de que tú eres el ruido, a menos que estés muerto. El silencio es una invención humana que no existe en este mundo”. El artista creció en Gifu, una pequeña ciudad en medio de Japón, que “estaba muy rodeada de naturaleza. Era muy silenciosa. De hecho, de niño no ponía atención a los sonidos, era como cualquier otro que jugaba con las ranas. Creo que mi impresión de las altas frecuencias llegó con el feedback de la

guitarra eléctrica de Jimi Hendrix, es loco, hermoso y genial (…), era distorsionada, era horrible y hermosa a la vez”. La primera vez que Ikeda vino a Colombia fue como productor general de un espectáculo teatral llamado Dumb Type, que se presentó en el Festival Iberoamericano de Teatro. Repitió en el 2009, y esta será su muestra más significativa. “No es común, es la primera vez que pongo todo junto. Ya es de por sí difícil poner una sola pieza. Esta es una buena oportunidad para que la gente joven –refiriéndose a la que no ha visto nada de él antes– lo conozca. De hecho, no me interesa la gente vieja”, afirma el artista acerca de esta muestra, con la curaduría de María Belén Sáez, con quien hará una visita guiada el 20 de octubre. El artista audiovisual, hoy de 45 años, se ha presentado en el Centro Pompidou de París, en el Reina Sofía, de Madrid, y en el Tate Modern, de Londres. En el 2009, el Museo de Arte Contemporáneo de Tokio le dedicó una retrospectiva con

“El silencio es una invención humana que no existe en este mundo (...). Nunca puedes escapar del sonido”.

obras de gran escala. Su producción discográfica comenzó en 1995, con 1.000 fragments. La inauguración de la muestra, que organiza el departamento de Divulgación de la Universidad Nacional, será el 19 de octubre, a las 6 p.m., y la exhibición estará abierta hasta el 17 de diciembre, de martes a sábado, de 10 a.m. a 7 p.m. Los próximos proyectos de Ikeda lo llevarán a Río de Janeiro y Buenos Aires. En su renuencia, da puntadas: “Voy a hacer ‘algo’ en la playa de Copacabana”.

La proyección es en alta definición. Abajo, ‘The Transfinite’.


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