Adviento ciclo c domingo 3°

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Entremos en la Alianza de Dios por la conversión AMBIENTACIÓN Todo el ambiente que vivimos en la ciudad nos está hablando de la Navidad. La preparación de Navidad que se hace en la ciudad, incluso en nuestras familias no ayuda a preparar la «Navidad cristiana» que nosotros hemos de vivir. En el Adviento, camino de preparación, se nos van ofreciendo unas «metas a nuestra esperanza navideña»: - el primer domingo se nos afirmaba: «¡el Señor vendrá!». - el segundo domingo nos invitaba: «¡preparemos el camino para recibirlo!». - el tercer domingo, hoy, se nos dice: «¡estén alegres porque el Señor está cerca!». La proximidad del Señor trae alegría porque es portador de la paz. Nos preparamos a la celebración pidiendo perdón por todos nuestros pecados:

1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, llena y mueve nuestros corazones. Ayúdanos a acoger a Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. Que Jesucristo, luz del mundo, ilumine nuestra mente y nos haga testigos de la Verdad y defensores de la Vida, para que nuestra comunidad eclesial sea la morada de Dios entre nosotros, «Casa y escuela de comunión», por la escucha y puesta en práctica de la Palabra Que nosotros no rechacemos la invitación de Dios a acercarnos y escuchar su Palabra, y trabajar por el Reino, sino que con nuestras obras y palabras demos testimonio de nuestra fe y ejemplo de nuestra esperanza. Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad, para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra de Dios. Amén.


2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto? Sof. 3,14-18ª: «El Señor se alegrará en ti» En la 1ª lectura resuena el canto de júbilo del profeta Sofonías: «Regocíjate,

hija de Sión, grita de júbilo, Israel... El Señor será el rey de Israel en medio de tí...» (vv.14s). Esta llamada quiere despertar al pueblo de Dios del Viejo Testamento para que siga creyendo en la actualidad y el auxilio de la alianza divina tras tantos tropiezos y decepciones. Llega el tiempo en que el Señor expondrá su grandeza ante todo el mundo. Cada año, la profecía mesiánica de este tercer domingo de adviento habla del gozo de la proximidad del Señor. Pero en este ciclo C, la lectura de Sofonías está íntegramente dedicada al gozo y al entusiasmo. Es que el evangelista Lucas -que nos acompaña este año- habla con frecuencia de la alegría evangélica. Más aún: el anuncio del ángel a María está calcado sobre las palabras del profeta Sofonías. Ella es la "hija de Sión", la nueva Jerusalén, ciudad santa donde habita Dios. Y no nos alegramos solamente nosotros; puede decirse que el mismo Señor experimenta la alegría de su obra. «¡Alegría, alegría, lágrimas de alegría!», decía Pascal, para expresar su emoción religiosa.

Sal.: Is. 12: «Griten jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel» Como un eco de la profecía de Sofonías, el cántico de Isaías que ocupa hoy el lugar del salmo, insiste en las mismas ideas. Con este himno concluye la sección de Isaías titulada «Libro del Enmanuel» (capítulos 7-12). Su contexto es el de la guerra siroefraimita. Colocado en este punto del texto sagrado, el canto, que en su origen tal vez fuera una acción de gracias personal, sirve de epílogo a dos siglos de historia: un epílogo de alabanza. Israel y Judá han pagado, en efecto, duramente las consecuencias de la rebelión a la Palabra del Señor, de la confianza depositada en peligrosas alianzas extranjeras, de la relajación moral y religiosa. Pero ha llegado el tiempo de la consolación: los supervivientes se apoyarán en el Santo de Israel con lealtad La presencia del Señor en nuestra ciudad -en la Iglesia de Dios- es la que motiva nuestro canto de alegría. Ojalá esta fe se mantuviese siempre viva en nosotros, para no caer nunca en el miedo o en el desánimo, antes al contrario: para vivir siempre dando testimonio de la alegría que nadie podrá quitarnos.

Flp. 4, 4-7: «El Señor está cerca» La segunda lectura permite continuar escuchando el canto de alegría: «Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres» (Flp 4, 4). El apóstol


Pablo esclarece la frase del profeta Sofonías del Viejo Testamento, pues Dios se ha hecho visible en Cristo Jesús, de tal manera que no quede ya ningún fundamento para angustias o preocupaciones. Quien ha hallado a Cristo, ha hallado la paz. Este es el texto más clásico de este tercer domingo de Adviento, al que la tradición cristiana ha denominado «Gaudete» (Alégrense). La exhortación del Apóstol es una invitación a vivir cada día con el gozo que brota de la proximidad del Señor. No es solamente un gozo íntimo y escondido, sino una alegría testimonial, que distingue a los cristianos. Su ejemplo más perfecto es la Virgen María; ella es la que tuvo siempre más cerca al Señor.

Lc. 3, 10-18: «¿Qué debemos de hacer?» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. En aquel tiempo, 10 la gente preguntaba a Juan el Bautista: «Pues ¿qué debemos hacer?» 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo» 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 Él les dijo: «No exijan más de lo que les está fijado». 14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» Él les dijo: «No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas y contentense con su salario». 15

Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, 16 declaró Juan a todos: «Yo los bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el rastrillo para limpiar su cosecha: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga». 18

Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.


RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO:

a) Contexto: Capítulos 1-2 del Evangelio según San Lucas narran los nacimientos de Juan Bautista y Jesús (cfr. Lc. 1, 57-58 y 2, 1-7). Las historias de estos nacimientos están entrelazadas, con los anuncios, del nacimiento de Juan predicho primero (cfr. Lc. 1, 525) y del nacimiento de Jesús predicho después (cfr. Lc. 1, 26-38). Después sigue la historia de una visita de María, que pronto será madre de Jesús, a Elizabet, que pronto será madre de Juan Bautista (cfr. Lc. 1, 39-45). Aún a esa temprana edad, aprendemos de la superioridad de Jesús sobre Juan. Elizabet, una mujer mayor en una sociedad que honra edad, llama a María, una joven, «la madre de mi Señor» (cfr. Lc. 1, 43). Juan, el bebe de Elizabet aún sin nacer, salta de alegría en la presencia de Jesús, también aún sin nacer (cfr. Lc. 1, 44). En el capítulo 3 comienza con un largo relato de la predicación de Juan que propone el bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados (cfr. Lc. 3, 1-20) y un breve relato del Bautismo de Jesús (cfr Lc. 3, 21-22). El capítulo concluye con el comentario que «Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años» (Lc. 3, 23) y da el linaje desde Jesús hasta José (cfr. Lc. 3, 24-38). En el capítulo 4 comienza con la historia de la tentación de Jesús, que da comienzo a su obra (cfr. Lc. 4, 1-15). El contenido de la predicación de Juan (Lc 3,7-18) atrae muchedumbres, con su predicación de un bautismo de cambio y perdón de los pecados. Señal de que la gente quería cambiar y deseaba relacionarse con Dios de un modo nuevo. Juan denunciaba los errores y atacaba privilegios. Decía que el hecho de ser hijo de Abrahán no ofrecía ninguna garantía ni ventaja delante de Dios. Para Dios la piedra y el hijo de Abrahán es la misma cosa: «¡Porque yo os digo que Dios puede hacer nacer hijos de Abrahán de estas piedras!» (Lc 3,8). Lo que da valor a la persona delante de Dios no es el privilegio de ser hijo de Abrahán, sino la práctica que produce buenos frutos. En Lc. 3,1-18 del evangelio de Lucas, tenemos todo cuanto se refiere al ministerio y la misión de Juan Bautista. Él ha sido enviado para bautizar en señal de arrepentimiento y de predicar la conversión que lleva la salvación: «hagan, pues, obras dignas de conversión» (Lc. 3,7); «yo los bautizo con agua» (Lc. 3,16). Con su predicación, Juan «anunciaba la Buena Noticia» (Lc 3,18), que la salvación no estaba reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los publicanos y soldados (Lc 3, 10-14) y a todos los que obran con justicia y caridad. El texto que nos propone la liturgia dominical (Lc. 3, 10-18) es parte de la exposición lucana de la predicación del Bautista como preparación al ministerio de Jesús. Juan Bautista anuncia la venida inminente del día del Señor: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?» (Lc. 3,7).


Lucas nos ha contado que Juan estaba «predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados» (Lc. 3:3). Ahora encontramos tres ejemplos de su predicación: • El primer ejemplo (vv. 7-9) tiene énfasis escatológico, advirtiendo del posible juicio y clamando a la gente que haga “frutos dignos de arrepentimiento” (3:8). • El segundo ejemplo (vv. 10-14) tiene un énfasis ético que incluye instrucciones éticas muy específicas para las multitudes (vv. 10-11), los recaudadores (vv. 12-13), y los soldados (v. 14). • El tercer ejemplo (vv. 15-18) tiene un énfasis cristológico, con Juan señalando hacia el que bautizará «en Espíritu Santo y fuego» (v. 16).

b) Comentario: 10-11 Lucas señala tres categorías de personas que van a pedir a Juan: «¿Qué debemos hacer?»: la Gente (Lc 3,10), los publicanos (Lc. 3,12) y los soldados (Lc 3,14). La gente pregunta «¿Qué debemos hacer?»…Ésta es la misma pregunta que la multitud hará en Pentecostés (cfr. Hch. 2, 37), a la cual Pedro contestará, «Arrepiéntanse y y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo» (Hch. 2, 38). Nuestra lección del Evangelio, sin embargo, toma lugar antes de que Jesús comience su ministerio – no después de la resurrección – por eso, Juan no menciona el bautizo en el nombre de Jesús o el don del Espíritu Santo. Pero sí especifica las normas éticas que constituyen frutos genuinos y sirven de evidencia del arrepentimiento genuino. La repuesta para el pueblo es sencilla, clara: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo» (v. 11). Al principio, esto parece una respuesta pequeña para un problema más grande. Juan podría requerir cualquier otra respuesta más difícil – compartir comida y ropa parece demasiado fácil. Sin embargo, es muy parecido a lo que Jesús pedirá del hombre rico que quiere ganarse la vida eterna – «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres» (Lc. 18:22). Compartir los bienes es la condición para recibir la visita de Dios y pasar del Antiguo al Nuevo Testamento. Lo que encontramos en este versículo tiene obvias raíces en el Antiguo Testamento (cfr. Jb. 31,16-20; Is. 58, 7; Ez. 18, 7) y tiene un énfasis teológico que se encuentra por toda la tradición judío-cristiana. Cualquier fe apropiada debe incluir una preocupación social por los pobres y los menospreciados y, de todos los evangelistas,


Lucas en particular, buscan enfatizar este punto (cfr. Lc. 6, 30; 12, 33; 14, 12-14; 16, 9; 18, 22). Mientras que pocos de nosotros nos consideramos ricos, sucede que enormes armarios en casas nuevas rápidamente se llenan de ropa innecesaria, nos damos gustos exagerados con cosas innecesariasos, mientras mut cerca de nosotros (9n cluso en nuestra propia familia) mucha gente carece de lo indispensable… Juan clama que examinemos nuestras necesidades verdaderas y que compartamos con los que tienen menos. Esto no es pequeña cosa. Juan avisa que nuestro destino eterno está balanceándose.

12-13: También se presentaron publicanos («telonai») para preguntar lo mismo: «¿Qué debemos hacer?». Lo más probable es que sean judíos que han ganado el puesto de coleccionar peajes, tarifas e impuestos para Roma. Juan contesta simplemente: «No exijáis más de lo que os está fijado». En la respuesta para los publicanos (v. 13) y, más adelante, a los soldados (v. 14) Juan pide la misma cosa pero aplicada a su categoría. Los publicanos no pueden exigir más de lo permitido. El abuso por parte de los publicanos era la plaga de la sociedad de aquella época.

14: Finalmente, se presentaron unos soldados para hacer la misma pregunta: «Y nosotros, ¿Qué debemos hacer?».. Seguramente ellos también son judíos – quizá al servicio de Herodes – quizá asignados a proteger publícanos y a apoyar las recolecciones. Juan contesta, «No hagan extorsión a nadie, no hagan denuncias falsas y contentense con su salario». ¡La respuesta de Juan es asombrosa por su simpleza! Gente odia a los publícanos y a los soldados porque hacen víctimas de la gente. Uno hasta podría preguntarse si es posible que una persona de Dios sea publicano o soldado. La persona que gana el contrato para recaudar impuestos no tiene otra opción que mandar a uno de sus subordinados con cuotas que cumplir. Los subordinados deben coleccionar una cantidad extra para mantenerse a si mismos, y están gravemente tentados a estafar a la gente. Soldados proveen el músculo para asegurar que la gente paga lo que se le cobra. Es un sistema malo que atrae a gente mala. Juan, sin embargo, no les dice a los publícanos y a los soldados que se busquen una nueva ocupación, sino que traten a la gente justa y honestamente. Si la presión desde arriba hace imposible ser justo y honesto, quizá sí tendrán que buscar otro empleo. Sin embargo, primero deben tratar de traerle integridad a su ocupación. Una persona de Dios a menudo puede traer un cambio positivo desde dentro del sistema. ¡Quién sabe lo que una persona de Dios puede cumplir! En versículo 8, Juan Bautista había dicho: «Hagan, pues, frutos dignos de arrepentimiento». Su llamada subsiguiente para compartir y para hacer tratos honestos


nos proporcionan ejemplos concretos de frutos dignos de arrepentimiento. Para Juan, el arrepentimiento debe radicalizar el mandamiento de amar al prójimo como a si mismo (cfr. la parábola del Buen Samaritano, Lc. 10:25-37). El Precursor cumple maravillosamente su misión de heraldo del Mesías: Ante todo, el Mesías exige corazones bien dispuestos. De ahí que el Bautista predique a todos penitencia y conversión: A los Publícanos o recaudadores fiscales, que no cometan extorsiones ni injusticias. A los soldados, que eviten toda opresión y abuso de su fuerza. A todos, que se ejerciten en ser generosos. Desgraciadamente, faltan entre sus oyentes los escribas y fariseos. Estos no valorizan a Juan como «Profeta». Tampoco aceptarán a Jesús como Mesías.

v. 15: “Y estando el pueblo esperando” (v. 15). Ha pasado mucho tiempo desde que el pueblo judío ha visto un profeta de la estatura de Juan. Es natural que ellos se pregunten si él puede ser el que han estado esperando. Cada uno de los escritores del Evangelio, por lo tanto, hace un esfuerzo para aclarar que Juan es un subordinado de Jesús.

vv. 16: Cuando Lucas escribe, hacia los años ochenta, todavía había mucha gente que pensaba que Juan fuese el Mesías (cf. Hch.19,3; 13,15). Lucas cita las mismas palabras de Juan para ayudar a los lectores a colocar la persona de Juan en el conjunto de la historia de la Salvación. Juan reconoce que Jesús es el más fuerte. La diferencia

entre Jesús y Juan está en el don del Espíritu que será dado a través de Jesús. Juan, fiel a su misión, no atrae hacia sí mismo la mirada y expectación de las turbas, sino que las orienta a Jesús-Mesías. Este le sobrepasa infinitamente. Juan ni siquiera es digno de desatarle las sandalias. Con esto el Precursor da un ejemplo que deben imitar cuantos tienen la misión que él tuvo. No detener las personas en sí mismos, sino orientarlas a Cristo. «Yo los bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (v. 16a). A pesar de su dura evaluación de la multitud (los llamó «raza de víboras»), Juan no les niega el bautizo. Su propósito, como aquél de los profetas del Antiguo Testamento, no es condenar, sino salvar. Ha comunicado malas noticias a la multitud (vv. 7-9), pero solo para prepararles para las buenas noticias (v. 18). Juan rápidamente se diferencia del que viene: porque, el bautismo del que viene será más poderoso; porque Juan no es digno de desatar la correa de su calzado; y porque el que viene, vendrá a juzgar.


«El los bautizará en Espíritu Santo y fuego» (v. 16b). Esto también se puede traducir como «viento y fuego», que son sugestivas de la experiencia de Pentecostés (Hch. 2, 1-4 – también escrito por Lucas). Claramente, Lucas vio la plena actualización de la promesa de Juan al llegar la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés y, luego, en la misión cristiana. La cuestión es si el bautismo con fuego es diseñado para redimir o para destruir. Algunos eruditos unen el bautismo de fuego de v. 16 con el fuego insaciable de v. 17, y le dan un sentido de «juicio». Sin embargo, Dios también utiliza fuego para refinar y purificar, y para que un «resto» de Dios pueda ser salvado (Is. 1, 25; 4, 4-5; Zc. 13, 9; Mlq. 3:2), y parece probable que el «bautismo del Espíritu Santo y fuego» pretende salvar en vez de destruir.

v. 17: «En su mano tiene el restrillo para limpiar su cosecha: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la opaja con fuego que nio se apaga» (v. 17). El «rastrillo» («bieldo») es una herramienta parecida a una pala con la que el granjero tira el grano al aire. El viento se lleva la paja, y deja el grano más pesado. El granjero después quema la paja. La metáfora está clara. Ellos, que practican un arrepentimiento genuino, se recogerán en el granero, mientras que aquéllos que no lo hacen serán quemados con un fuego insaciable. Sin embargo, elprimer propósito es salvar el trigo, no quemar los desperdicios.

v.18: Juan anunciaba al Pueblo el «Evangelio». Esta palabra, que significa: «Buena Nueva», se aplica ya por siempre más a Cristo. El es la «Buena Nueva» por antonomasia. Y esta Buena Nueva debemos hoy anunciarla también a iodos los hombres. Y aun nosotros mismos debemos ser Evangelio.

3. MEDITACION: ¿QUE NOS DICE el texto? «¿Qué debemos hacer?» Subrayemos que el texto evangélico repite varias veces la pregunta: «¿Qué debemos e hacer?». Y Juan Bautista da respuestas adecuadas a cada situación. No contesta invitando a abandonar las tareas propias, sino indicando el modo de llevarlas a cabo como corresponde a personas realmente convertidas. La pregunta «qué debemos de hacer» indica que la conversión cristiana no implica únicamente una forma de pensar, sino también una forma de vivir. La respuesta de Juan n o es, en ningún momento, una invitación a dejar la situación en que cada uno se encuentra, sino a vivirla sin pecado. Ninguna invitación, pues, a quedarse


en el desierto, sino a continuar en plena historia con un espíritu de espera para cuando el Señor vuelva. ¿Hay ocupaciones que cristianos no deben ejercer? Es difícil ver como un cristiano podría, de buena conciencia, involucrarse en la venta de drogas o prostitución. Yo, de buena conciencia, no podría sembrar o vender tabaco, ni podría promover el juego o la pornografía. Otros cristianos tendrán su propia lista de ocupaciones proscritas. La respuesta de Juan para los publícanos y los soldados, sin embargo, sugiere que podemos actuar como agentes de transformación donde estamos. Si el ambiente en el trabajo es tal que no podemos tratar honesta y justamente con la gente, quizá deberíamos buscar un nuevo empleo. Una lección sobre las respuestas varias a las enseñanzas de Dios aparece en la respuesta de Herodes a la crítica de Juan en versículos 19-20: mientras la gente pregunta qué es lo que deben hacer para honrar a Dios, Herodes busca quitar al profeta del medio. Siempre nos encontramos con una decisión cuando se nos revela la voluntad de Dios. Podemos cumplir lo que Dios desea, o podemos rechazarlo e intentar quitar el mensaje (o al mensajero) del medio. En la misma línea, el mensaje de San Pablo a los Filipenses es una respuesta a esta misma pregunta: se trata de una exhortación a vivir en la alegría, por la presencia del Señor, a vivir en la paz y en la seguridad de Dios, a dar testimonio de ello en la vida y a orar con confianza.

«Ven, Señor Jesús» «El pueblo estaba expectante» (Lc. 3,15) Los primeros cristianos esperaban con ansia la segunda venida del Señor: El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven! Y aquel que escuche repita: ¡Ven!» (Ap. 22,17). ¿Atiendo yo a la venida del Señor o estoy del todo inmerso en la vida material, y por tanto, atraído desordenadamente por todo lo que pasa? En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara al pueblo a la primera venida del Señor Jesús, el Mesías. La Iglesia ha recibido la misma misión de preparar el camino del Señor que viene: «¡Sí, vendré pronto». Parte integrante del mensaje evangélico de Lucas es la necesidad de la conversión; «metanoia», o sea, el cambiar la propia mentalidad por el modo de pensar y obrar de Dios. Muchas veces encontramos en el Evangelio de Lucas escenas en la que la misericordia de Dios se manifiesta en Jesucristo para los pobres y los humildes de corazón (Lc. 1, 46-5; 2, 1-20; 5, 12-31; 6, 17-38). Estas escenas contrastan con el tratamiento severo reservado a los ricos y orgullosos que tienen el corazón duro y cerrado para Dios y para el prójimo necesitado (Lc. 16, 19-31; 17, 1-3).


4. ORACION: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Oh Verbo, esplendor del Padre, en la plenitud de los tiempos, Tú has bajado del cielo, para redimir al mundo. Tu evangelio de paz nos libre de toda culpa, infunda luz a la mentes, esperanza a nuestros corazones. Concédenos la gracia de vivir y obrar según tu Voluntad, para que, guiados e instruidos por tu Palabra, sepamos cómo proceder en nuestra vida diaria. Cuando vengas como Juez, entre los esplendores del cielo, acógenos a tu derecha en la asamblea de los bienaventurados. Alabanza al Cristo el Señor, al Padre y al Santo Espíritu, como era en el principio ahora y por siglos eternos. Amén. 5. CONTEMPLACION - ACCION: ¿QUE NOS PIDE HACER la PALABRA? Este es el texto del adviento de las preguntas concretas y de las respuestas ajustadas: «¿Qué hemos de hacer?» (Lc. 3,.10): Cada cual eche una ojeada a su situación, a su trabajo, a su entorno personal, a sus prójimos - próximos..... Miremos si nuestro prójimo se alegra de nuestra cercanía. Tanto en el plano social, como en el fiscal o como en el policial, la regla de oro consiste en un no al atropello, a la mentira, a la violencia....; un sí al Señor que se insinúa en el prójimo y un sí a la alegría de vivirle cercano, en el otro, entre nosotros. Digamos sí a la «comunión» con los hermanos que nos convierte en seres felices. Digamos sí a la «Buena Noticia» (Lc. 3,18) que se nos acerca en los hermanos. Abramos nuestra existencia a la expectativa, a las preguntas (Lc. 3,.15), para vivir


centrados en el futuro, en lo que nos aportan las esperanzas... Para Juan la persona se realiza cuando rechaza replegarse sobre sí misma y se abre al otro y a los otros. Desde el fondo del misterio de nuestra existencia «viene el fuerte» (Lc. 3,.16), «él los bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lc. 3,.16). Disponemos nuestras vidas para aceptar, para vivir y gozar de ese extraordinario don que Dios nos hace: renacer a la alegría, al gozo de compartir, a la Buena Noticia. Viene encarnando en ti y en mí una nueva vida. La salvación no está reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los que son considerados por nosotros «indigno» de la salvación de Dios. En el tiempo de Jesús en la categoría de «indignos» se incluían los publicanos y paganos. Hoy, ¿quiénes son esas personas que tantas veces vienen consideradas «indignas» de la salvación? El tema de la salvación está estrechamente unido a la venida del Reino de Dios, que tiene una implicación social de justicia: «He aquí que yo hago nuevas todas las cosas» (Ap. 21,5).

Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. ¿Qué capacidad tenemos de compartir? 2. ¿Acudimos frecuentemente al Evangelio para que sepamos qué debemos hacer? 3. ¿Qué puedo yo hacer para promover la justicia en un mundo que parece que gusta de caminar con estructuras de injusticia social?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

Libro virtual: http://www.flipsnack.com/carlospaboncardenascjm/adviento-ciclo-c-domingo-iii.html


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