Domingo 1° cuaresma ciclo a

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La lucha contra el mal AMBIENTACION: Damos comienzo al tiempo de la cuaresma. Llevados de la mano por la Palabra de Dios proclamada en este día, penetremos en el sentido que este tiempo tiene para nuestra vida de cristianos. Cuando leemos o escuchamos con interés la Palabra de Dios, se nos brinda la oportunidad de entrar en un diálogo grato con el Señor: lo escuchamos y le hablamos. Es el ejemplo que nos ofrece Jesús en este primer domingo de Cuaresma. Para muchos cristianos empieza hoy prácticamente la Cuaresma, mientras que otros han vivido ya los días de introducción desde el miércoles de ceniza, con el gesto simbólico de la ceniza y los ricos programas de vida cuaresmal-pascual que nos proponen las misas de estos días de las semanas de Cuaresma. Ayudados por los recursos pedagógicos de la Cuaresma -ambientación más austera, cantos propios de este tiempo, el silencio del aleluya y del Gloria- y sobre todo por los textos de oración y las lecturas bíblicas, nos disponemos a emprender, en

compañía de Jesús, su «subida a la Cruz», para pasar juntamente con él, este año con mayor decisión que en los anteriores, a la vida nueva de la Pascua. Es lo que el Ceremonial de los Obispos llama «el tiempo de preparación por el que se

asciende al monte santo de la Pascua». Las tres lecturas de hoy tienen un mensaje bastante unitario: su tono está en la tentación, en la presencia del mal en nuestra existencia y en la lucha que pide para que lleguemos preparados a la Pascua.

1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, ábrenos los oídos de la FE para acoger la PALABRA que sale de la boca de DIOS, para que EL actúe en nosotros y nos haga vencer el mal con el BIEN. Anima a los servidores de la Palabra del Padre, como inspiraste a los profetas y a los mensajeros de la Buena Nueva. Amén


2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Gn. 2,7-9; 3, 1-7: "Serán como dioses" La primera lectura nos ofrece una imagen inicial del hombre en el plan de Dios. Nos preguntamos quién es el hombre y buscamos respuestas en filosofías o ideologías. Dejémonos adoctrinar por la Palabra de Dios que nos presenta un cuadro ideal que no debemos tomar demasiado literalmente sino descubrir la enseñanza que se encierra en las imágenes que nos brinda. Dios, como si fuera un artista alfarero, modela al hombre del barro de la tierra. El nombre mismo que esa obra de Dios llevará, Adán, significa precisamente, hecho de tierra, con toda la fragilidad que esa imagen supone y con una raigambre en el mundo creado, Pero ese hombre lleva algo de Dios. Precisamente lo que le hace vivir, ser persona, razonar, amar, querer, decidir. Dios al comunicarle su respiración soplando en su nariz se quiere compenetrar con él. Imagen bella que simplemente significa el amor y el cariño con que Dios trata al hombre, y su designio de hacerlo imagen y semejanza suya. Ese hombre es libre. Al crearlo así Dios mismo se ha jugado mucho de su poder sobre él. Ese hombre se puede escapar de sus manos, tomar otros rumbos, incluso enfrentarse a él con insolencia. Dios somete esa libertad a una prueba sencilla. Es una imagen significativa. Lo más importante de ella no es la fruta no comestible sino la capacidad del hombre de hacer suya la voluntad de Dios y dejarse guiar por ella. Una fuerza extraña entra en ese drama por la puerta de la libertad. Hace dudar al hombre del poder de Dios, incluso de su misma bondad. ¿Al pedirle al hombre obediencia, Dios busca el bien del hombre o cerrarle el paso a un posible rival? ¿Es capaz cumplir su amenaza de hacer entrar la muerte en el mundo? Sabemos lo que pasó en esa narración. Tenemos aquí una teología sobre el plan de amor de Dios para con el hombre, sobre el pecado como poder opositor a Dios, realidad histórica en la vida humana.

Salmo 51(50):"Misericordia, Señor…hemos pecado" En el salmo hacemos nuestras las palabras del «Miserere»: « Misericordia, Señor, hemos pecado… crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro…» Palabras que retratan la actitud de David, o del salmista, y deberían también coincidir con nuestros sentimientos, porque todos somos débiles y pecadores.

Ro. 5, 12-19: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» Siglos más tarde san Pablo hace una teología sobre ese hecho: el Adán de que habla él somos todos nosotros; el pecado como realidad histórica en la vida de todo hombre; la oposición entre obediencia y desobediencia; el poder mayor de la obediencia sobre la desobediencia: «Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia». Es el drama de la historia de la humanidad que se mueve entre luz y sombras, entre amor y


violencia, entre fidelidad e infidelidad, entre justicia e injusticia. Una carga grande de bien hay en esa historia, y también una presencia terrible del mal. San Pablo elabora una teología sobre ese hecho de la respuesta negativa del hombre a Dios : hay una trágica solidaridad en el pecado, agravada por nuestros pecados personales. Sin embargo, también estamos, y de un modo más decisivo, en solidaridad con Cristo, que por su obediencia hasta la cruz venció al pecado a nombre nuestro. Escoger a través de la conversión la solidaridad con Cristo es lo que trata la Cuaresma. Si la segunda lectura de los domingos comenta a veces lo que ha dicho la 1a y otras adelanta el tema del evangelio, hoy se puede decir que el pasaje de Romanos conecta perfectamente a los dos protagonistas de las otras lecturas: Adán y Cristo. Lo que acarreó el pecado del primer Adán, la muerte, ha quedado ampliamente superado por lo que nos ha conseguido el segundo y definitivo Adán, Cristo Jesús: la vida. Los contrastes son elocuentes. Por Adán entró el pecado y, con el pecado, la muerte y la condena. Por Cristo conseguimos el perdón, la gracia, la vida, la salvación. Sin proporción, porque lo positivo de Jesús supera inmensamente a lo negativo de Adán.

Mt. 4, 1-11: «No pondrás a prueba al Señor, tu Dios» EVANGELIO DE JESUCRISTO, SEGÚN SAN MATEO R/. Gloria a Ti, Señor 1 Entonces Jesús fue llevado del Espíritu al desierto, para ser tentado del diablo. 2 Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan panes». 4 Mas Él respondiendo, dijo: «Escrito está: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"». 5

Entonces el diablo lo llevó consigo a la santa ciudad, lo pone sobre el alero del Templo, 6 Y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguina"». 7 Jesús le dijo: «También está scrito: "No tentarás al Señor tu Dios"». 8

Otra vez lo lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9 y le dice: «Todo esto te daré, si postrándote me adoras». 10 Entonces Jesús le dice: «Apártate,


Satanás, porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él darás culto"». 11

El diablo entonces lo dejó: y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían. Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Re-leamos el texto: - ¿Qué personajes aparecen en el texto que hemos leído? - ¿Qué preguntas le hacen a Jesús? - ¿Qué les responde Jesús? El relato de las tentaciones -que este año escuchamos según el evangelista Mateosigue inmediatamente al del Bautismo de Jesús. Y esto, seguramente no sólo por un motivo cronológico, sino temático, porque en el Bautismo se declara la mesianidad de Jesús y aquí el diablo le intenta desviar del verdadero concepto del mesianismo.

b) Comentario: vv. 1-2 El evangelio nos trae el punto clave de esta historia. Es el contraste entre Cristo y Adán. Después del Bautismo, Jesús «es llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo», a quien en este mismo pasaje se le dan los nombres de «tentador», «diablo» y «Satanás». Mateo describe el episodio de la tentación de Jesús en el desierto como anticipo de su camino mesiánico. En el desierto está Jesús en ayunas cuarenta días... La desobediencia de Adán abrió el camino del pecado como oposición radical al plan de Dios sobre el hombre, y Cristo con su obediencia recondujo la humanidad al camino recto en su relación con Dios. Ya el hombre no está en el paraíso sino en la realidad de la tierra, en el duro desierto. Lo que está en juego no es una prohibición pequeña sino la suerte de la humanidad. Dios Padre envía a su Hijo, encarnado y hecho hombre verdadero, para restablecer la armonía radical entre el hombre y Dios, rota por el pecado. Una vez más se presenta la fuerza opositora caracterizada por el tentador.


El desierto nos recuerda también la larga marcha del pueblo elegido hacia la libertad, con sus continuas tentaciones y caídas. Cuarenta años de éxodo para Israel y cuarenta días de ayuno para Jesús. En ese momento le vienen de parte del demonio las famosas tentaciones, que le quieren hacer interpretar en provecho propio su condición mesiánica y de filiación divina: Dios había señalado un camino para la reconciliación entre él y el hombre: la pasión y la muerte en cruz de su Enviado para darle paso a la gloria de la resurrección. El tentador ofrece a Cristo otros caminos que no impliquen el cumplimiento de lo que Dios había propuesto. En el momento en que Cristo asume su misión redentora debe optar o por el designio del Padre o por otros caminos.

vv. 3-4: La tentación del tener. Podemos imaginar un diálogo entre el tentador y Jesús. Aquel le dice: para realizar la misión de llevar al hombre a la plenitud de su vocación humana y religiosa no tienes por qué entregarte a una pasión dolorosa y a una muerte ignominiosa. Puedes escoger uno de estos tres caminos: Uno de los caminos propuestos por el tentador consiste en hacer uso de su poder divino para remediar su necesidad inmediata, el hambre, no sólo suya sino también del mundo, sin pasar por el afanoso trabajo de la vida. La eficacia inmediata: tienes el poder de realizar obras grandes. Tu palabra es eficaz como la palabra creadora de Dios. Si tú dices que estas piedras se conviertan en pan, así se hará. Tienes en tu mano la clave para hacer maravillosamente la salvación del hombre. Jesús no cae en la trampa y acudiendo a la misma palabra de Dios recuerda al demonio que «no sólo de pan vive el hombre». Su vocación de hombre lo lleva más allá de soluciones inmediatas, hacia una vida que Dios le comparte. Jesús recuerda que lo que Dios quiere está en su Palabra que debe iluminar y conducir la vida del hombre. Es una Palabra que como decía el profeta Jeremías hay que devorar. Es la tentación del placer... «Si eres Hijo de Dios...» (cfr. Mt. 27,40.43; Lc. 23,35.37.39): el tentador quiere desviar a Jesús del camino, hacerlo dudar de su ser y de su Misión. No se trata de inclinarlo al mal (como sucede en la tentación a ser humano), sino de hacerle cambiar el rumbo... Será la constante tentación para hasta el final... El demonio usará la Biblia para tentar a Jesús. ¡Jesús usa la misma Biblia para vencer la tentación! La Biblia, ¿sirve para todo? ¿Cómo y con qué fin uso yo la Biblia? ¿Cómo hablar de Dios al que tiene abundancia de todo? ¿Cómo hablar de Dios al que siente hambre?


vv. 5-7: La tentación del placer. Otro camino es el recurrir a lo espectacular. Llamar la atención con algo fuera de lo común para atraer la adhesión del hombre a la palabra predicada, sin pasar por el trabajo de la asimilación diaria y lenta, ardua y exigente de la Palabra evangélica. Es otro intento del tentador para desviar a Jesús de su camino: buscar lo espectacular. Arrojarse de lo alto del templo, dejarse contemplar del pueblo en ese momento y no sufrir daño sostenido por los mismos ángeles. Todos aplaudirían y se le entregarían. Sin necesidad de pasar por la muerte dolorosa tendría en sus manos a su pueblo. Pero lo espectacular no es el camino escogido por el Padre. Por eso recuerda al demonio «No tentarás al Señor tu Dios». Es la tentación del placer, del prestigio, del goce desenfrenado a cualquier precio ¿Aparecen en mi vida? Prestigio de la ciencia, del dinero, de la conducta moral irreprensible, del nombre, del figurar, del honor. del libertinaje

vv. 8-10: La tentación del poder. Y finalmente la tentación mayor del hombre: abandonar al Dios vivo y levantar otro dios para consagrarle la vida. El demonio entonces se torna en rival de Dios mismo. Su pretensión es verdaderamente diabólica. Ofrece a Jesús todo el poder del mundo a cambio de que lo reconozca como su Dios. El poder se hace divino, se cree capaz de salvar. Jesús es la presencia de Dios en el mundo. Le recuerda al tentador: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él dará culto. El poder del mundo es tan caduco y débil como el mismo mundo. Sólo Dios es el poderoso al servicio de la felicidad final del hombre. Es la tentación de dominio sobre los demás, de imponerse e imponer sus ideas, pensamientos, opiniones; de someter a los demás a su servicio. La ambición de ser «dueño» de todo: «te daré todos los reinos del mundo y su gloria». Allí donde dos personas se encuentran surge una relación de poder. ¿Cómo uso el poder que me toca en la vida: en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en mi barrio? ¿Sucumbo a la tentación? ¿Me aferro a un cargo, aunque ya ha pasado «mi cuarto de hora»? ¿Acepto, con humildad y con lealtad, que es bueno, provecho y conveniente ceder el liderazgo a otro, con despego honesto del poder? La ambición de poder perjudica a la Comunidad, porque la divide y la corrompe.

3. MEDITEMOS la Palabra: ¿Qué NOS DICE el texto? «Conviértete y cree...» Jesús sale vencedor de esta prueba. Va a abordar el plan del Padre cueste lo que cueste. En vísperas de su pasión volverá a enfrentar ese momento y allí dirá la Palabra


que todo lo esclarece y que Adán no quiso pronunciar en la primera hora: Padre, que no se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres. En la marcha de la vida debemos interrogarnos siempre si vamos por el buen camino (Jr. 6, 16). En este tiempo de cuaresma oiremos hablar incesantemente de conversión. Es posible que pensemos que lo que debe cambiar en la vida es algo desordenado que hay en ella, un vicio, un defecto, una ocasión que hace tropezar y caer. Olvidamos que lo que debe cambiar radicalmente es el corazón, la honda capacidad de amar y decidir. Convertirse es encontrar ante todo al Dios vivo que nos ha llamado al mundo, que nos señala un camino pero que nos deja en libertad. Adherir a él, dejarse atraer incesantemente por su amor como por un imán poderoso que nos lleva por el camino de Dios es convertirse. Luchamos en contra de actitudes equivocadas en la vida, que nos perjudican y perjudican a nuestro prójimo y poco logramos porque no alcanzamos a descubrir que lo más importante de este proceso es la adhesión incondicional y fuerte a Dios mismo, a su plan de salvación, en una experiencia comprometida que nos transforme y nos lleve a ser testigos de él en el mundo en que nos toca vivir. Digamos al Señor: Conviértenos, Dios nuestro, y nos convertiremos.

Una historia en cuatro actos Podemos establecer un sencillo cuadro comparativo con las lecturas de hoy: A- 1a lectura: en aquel tiempo / Adán / conducido al jardín / fue tentado por la serpiente /no escuchó la Palabra / comió de lo prohibido / se dio cuenta que estaba desnudo /y fue arrojado del paraíso; B- 2a lectura: la muerte reinó desde Adán / pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia / y si por culpa de uno todos fueron pecadores / por la obediencia de uno todos son justos;

C- El Evangelio: en aquel tiempo / Cristo /conducido al desierto /fue tentado por el demonio /escuchó a Dios /no comió, ayunó /y venció /y los ángeles le servían; D- Nosotros, hoy: conducidos al desierto de la Cuaresma, somos tentados. ¿Escucharemos la Palabra? / ¿Ayunaremos, nos convertiremos en la Pascua de este año? Si es así, venceremos y donde abundó el pecado /sobreabundará la gracia de la Pascua.

Pruebas de Jesús


El Evangelio nos ha recordado el relato de las pruebas de Jesús, en su aspecto divino-mesiánico, ante la tentación polítíco-temporalista. Hay que ver el texto en su relación con las pruebas del desierto del pueblo elegido. =>: tentación de alimentos, frente a un pan nuevo, que es la voluntad Dios;

de

=> de signos, frente a la confianza absoluta en el Padre; =>: de dioses del mundo, frente al Solo Señor, el único adorable. Cuando leemos o escuchamos con interés la Palabra de Dios, se nos brinda la oportunidad de entrar en un diálogo grato con el Señor: lo escuchamos y le hablamos. Es el ejemplo que nos ofrece Jesús en este primer domingo de Cuaresma. El Señor se retira a la soledad del desierto durante 40 días para: - intensificar su trato con Dios-Padre en diálogo amistoso y confiado, - tensar su ánimo para hacer frente a las tentaciones, - ofrecernos ejemplo de lealtad a la dura y costosa misión que ha de cumplir. Las tentaciones de Jesús, nos están diciendo la dura oposición que Jesús ha de sufrir en el cumplimiento de su misión y la victoria alcanzada por su fidelidad y lealtad a Dios-Padre: ¡SI ERES EL HIJO DE DIOS!... Nuestra Cuaresma, igual que la de Jesús, no es para vivir sacrificados pasando hambre, sino para vivir moderados pensando que «no sólo de pan vive el hombre». El Señor confirma esta afirmación con el hecho de poner la adoración a Dios por encima de la adoración: al poder, a la riqueza, al aplauso humano, como le propone Satanás:

Al señor tu dios adoraras y sólo a el darás culto Al enfrentar el Maligno, Jesús experimenta la presencia del Espíritu, que actúa para hacer presente el Reino de Dios y eliminar todo aquello que no hace parte de este Reino. La acción del Maligno cede ante el comportamiento firme de Jesús De ahora en adelante, donde Jesús está presente cesa la acción del Maligno para iniciar un nuevo tiempo, que es el tiempo del Espíritu. Cristo nos enseña el camino de la Pascua y nos anima a vencer las tentaciones. La tentación de convertir las piedras en pan, como si lo material fuera lo principal. La tentación de pedir milagros a Dios, manipulando a nuestro favor la vida religiosa. La tentación de adorar al diablo, o a los valores que no son los últimos, olvidando que Dios es el único absoluto a quien tenemos que adorar.


Tal vez se puede resumir todo en la tentación de evitar el propio destino, la misión encomendada por Dios, la cruz. Para Jesús, la tentación de desviar el mesianismo en su favor. Para nosotros, la de desviar la fe también a nuestro favor, evitando sus exigencias. A todos nos cuesta vencer las tentaciones de nuestro camino. Pero es la condición para poder llegar también nosotros a la Pascua y su vida nueva: desierto, tentaciones, cansancio, sed, soledad, lucha, victoria, vida plena... Con la ayuda de Dios y el ejemplo estimulante de Cristo podemos y debemos vencer. En la Vigilia Pascual se nos preguntará si renunciamos al demonio y a sus obras. Contestaremos que sí. Pero antes habremos de demostrarlo en las «obras de la Cuaresma», pasando del hombre viejo al nuevo. En el camino cuaresmal nos ayuda eficazmente la Palabra siempre viva e interpelante de Dios. El ministerio de Jesús se inicia bajo el signo del Espíritu (Mt. 4,1) pero también bajo la nefasta sombra satánica (Mt. 4,3). Es solamente al final de la actividad y de la vida de Jesús que el primer signo tiene el dominio sobre el segundo. Mateo quiere mostrar a Jesús, vencedor de las seducciones del Maligno, como el modelo en quien los bautizados, hombres y mujeres, deben inspirarse en la lucha por la fidelidad al compromiso bautismal. También quiere dejar claro que la victoria decisiva sobre el Maligno es conquistada por el «dedo de Dios» o el Espíritu de Dios. Jesús vence, al no aprovecharse de sus poderes divinos, sino al someterse al orden de la fe y la voluntad del Padre. No acude a recursos humanos para establecer la fidelidad de la Alianza, ni se liga al destino eterno del hombre con una pura realización humana.

Las pruebas de la iglesia El poder, la gloria y avaricia personal; el doblegarse y venderse en el orden político social engendra la idolatría, el endiosamiento, los mitos corruptores. Sólo UNO es el Señor. El orgullo y la soberbia personal o los grupos predominantes, frente a la apertura y sencillez humilde de la fe. Pruebas eclesiales: la eficacia temporal, el triunfalismo y dominio; contar sólo con medios humanos. La Victoria vendrá por la Palabra que la precede en el triunfo de Jesús, a pesar de las debilidades humanas. Victoria del cristianismo que se siente juzgado por esa Palabra. Victoria santa como fuente de reforma en la fidelidad a la Palabra.

Las pruebas del cristiano Esas tres tentaciones están siempre al asecho en nuestro corazón. Soñamos con tener la capacidad de la acción inmediata y eficaz para solucionar los problemas del mundo. Dios ha querido que sólo el trabajo paciente y comprometido a través de la vida nos pueda ofrecer posibilidades. Dios nos ha dado un mundo para construir y eso supone empeño. El está presente en nuestra lucha pero no nos sustituye.


Acudimos irreflexivamente donde se nos dice que algo extraordinario acontece. Comprometemos allí incluso nuestra fe. La vida de Dios en nosotros y su obra se reviste de servicio humilde e incluso desconocido. Es el camino humilde Jesús en Nazaret, de María, la humilde sierva del Señor. Dios quiere revelarse al hombre de hoy a través de la humildad y debilidad de su Iglesia. Conscientes de nuestra debilidad acudimos por caminos incluso ilícitos al uso del poder para afianzarnos en la vida. Queremos conquistar por esa vía la felicidad soñada. La historia nos demuestra a diario cuán equivocado es ese camino. Y también gustamos de lo espectacular incluso en la vida cristiana. Soñamos con ver milagros. Empecemos el camino que nos va a llevar a la Pascua. Ella es el término de este ejercicio cuaresmal que implica un proceso de conversión, de cambio en la vida que llevamos. Nos convertimos al Señor y esa mirada nuestra que sin cesar busca encontrar su voluntad dura toda nuestra vida. Cambiamos no por meras conveniencias humanas o por necesidad de corregir un vicio. Cambiamos porque el Señor que muere y resucita por nosotros, en plena obediencia a la voluntad del Padre, nos urge con amor a encontrar en él toda nuestra esperanza.

4. OREMOS con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Padre, somos conscientes de nuestra debilidad... Necesitamos que tu vengas en nuestro auxilio, para que podamos conocer y hacer tu voluntad y regresar al camino de la fidelidad a la alianza… Escucha nuestra oracion y ten piedad de nosotros... «Que unos pocos tengan menos para que otros muchos Tengan algo... y todos seamos más...» PADRE... NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION. Amén.

5. CONTEMPLEMOS la Palabra y COMPROMETÁMONOS. - ¿Cuál es mi idea de Dios? ¿Creo en un Dios misericordioso y cariñoso? - ¿Mis motivos para evitar el mal y hacer el bien, incluyen mi respuesta al amor y misericordia de Dios? ¿Hasta dónde? - ¿Qué puedo hacer concretamente en mi vida para que estos pasajes se cumplan?


Actuemos la Palabra La palabra no nos puede dejaron indiferentes: «¡dichosos los que escuchan la Palabra y la practican!». Empecemos el camino que nos va a llevar a la Pascua. Ella es el término de este ejercicio cuaresmal que implica un proceso de conversión, de cambio en la vida que llevamos. Nos convertimos al Señor y esa mirada nuestra que sin cesar busca encontrar su voluntad dura toda nuestra vida. Cambiamos no por meras conveniencias humanas o por necesidad de corregir un vicio. Cambiamos porque el Señor que muere y resucita por nosotros, en plena obediencia a la voluntad del Padre, nos urge con amor a encontrar en él toda nuestra esperanza. La palabra nos compromete a un reajuste continuo de la misión de la Iglesia y situar a los cristianos en una purificación de todo engaño espiritual. Al celebrar la muerte de Cristo, todos debemos morir a una vida de mediocridad, de placer, de tener, de poder...reconociendo que hemos sucumbido a veces a la tentación y la prueba. - Pero desde la victoria de Jesús en las pruebas y nuestro recurso a la Palabra de fe, también saldremos a flote de nuestras pruebas.

Relacion con la Eucaristia Jesús, respondiendo a la primera tentación, cita el Deuteronomio con la afirmación de «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Para nosotros, esa Palabra que vamos escuchando en cada Eucaristía, es, junto con el alimento eucarístico que le sigue, nuestra fuerza para el camino de la vida y para la lucha contra el mal. Es esa Palabra y esa Eucaristía las que nos permiten «avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud» (oración colecta). ¡TODO LO PODEMOS EN AQUEL QUE NOS CONFORTA!

Para meditar durante la semana: 1. ¿Qué hacemos para superar las dificultades? 2. ¿Tenemos una táctica frente a nuestras tentaciones más comunes? 3. Ante la tentación del consumismo sin sentido e inútil, ¿qué hacemos?.

P. Carlos Pabón Cárdenas,CJM. Libro virtual: O:


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