Invitación a la confianza en Dios AMBIENTACION El tema litúrgico de hoy es la Providencia amorosa de Dios. El evangelio de hoy es realmente «provocador». En un mundo como el nuestro, a algunos les puede parecer hasta escandaloso hablar de los pájaros del cielo que encuentran comida y de las flores que se visten de colores y de la confianza que hay que tener en la bondad de Dios. Esta página debe resultar difícil de entender a los que están en el paro, a los que a duras penas logran hacer cuadrar sus cuentas a fin de mes, por lo que cuesta la comida y los vestidos y los libros de la escuela, y sobre todo a los millones de personas que pasan hambre en el mundo. Pero estamos leyendo la enseñanza central de Jesús en su sermón del monte. ¿Sigue siendo válida esa enseñanza? ¿cómo la tenemos que leer?
1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Espíritu Santo, ven a iluminarnos y disponernos para el acercamiento y escucha de la Palabra. El Señor Jesús nos dice: “Dichoso el que escucha la palabra y la pone en práctica”. Danos Tú, el deseo y el impulso suficiente para leer y conocer la Palabra y que podamos cumplir lo que nos pide. Que este camino de acercarnos y escuchar la Palabra Sea siempre camino de Verdad, Luz y Santidad, Con el propósito de buscar sólo dar gloria el Padre por Jesucristo. Amén.
2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto? Is. 49,14-15: “Yo no te olvidaré” Estos versos de Isa{ias recuerdan los mensajes de Oseas, de Jeremías y del Deuteronomio. Se trata del amor eterno de Dios por su pueblo, semejante al amor de un padre por su hijo y semejante al amor de un hombre por una mujer. Amor que, aquí, se expresa en toda su gratuidad, en su fidelidad indefectible, en su poder creador, (Is 1,2; 49,14-16; Jr. 31,20; Os. 2, 25; 1Jn. 4,10-19) «Sión decía: me ha abandonado el Señor»... Y así respondía el Señor: «¿Puede una madre olvidarse de su criatura?. Pues aunque ella lo hiciera, yo nunca de ti me olvidare».
Ya el Antiguo Testamento tiene una profunda conciencia de la cariñosa preocupación de Dios por sus hijos e hijas. El profeta Isaías la compara con la preocupación y cariño de una madre, pero va más allá: aun si una madre olvidara a su hijo, Dios jamás olvidará a ninguno de sus hijos. El breve pasaje de hoy, que es el final de uno de los "poemas del Siervo de Yahvé", está tomado de la segunda parte del libro de Isaías, atribuida a un "segundo Isaías" (cc. 40-55, llamados "el libro de la consolación"). Es breve pero intenso. Es un canto al amor que Dios tiene para con su pueblo, a pesar de sus extravíos. Podríamos suponer que una madre se olvidara de su hijo -cosa que el profeta presenta como muy improbable pero de lo que podemos estar seguros es de que Dios no lo hará: "pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré". ¡Dios no se olvida de nosotros! El texto de Isaías revela la experiencia del amor a Dios, con la imagen del amor de una madre por su hijo pequeño. En el fondo está el recuerdo cercano del destierro y por eso el pueblo reflexiona entre suplicante y desconfiado. Dios a pesar de todo es fiel.
Sal. 62(61): «Descansa sólo en Dios, alma mía» El salmo, naturalmente, hace eco a esa convicción: "descansa sólo en Dios, alma mía". Para el salmista Dios es roca y salvación, alcázar seguro, esperanza y refugio. El salmista invi9ta al Pueblo a desahogarse ante Dios. Al pie de la letra significa “derramar el corazón en Dios” como si el corazón fuese un recipiente de sentimientos. El salmista se siente fuerte con la meditación que ha hecho sobre Dios. Y desde la propia experiencia exhorta al pueblo a fiarse en Dios. Todos deben contar con Dios: “De Dios viene mi salvación y mi gloria, El es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo confía en El; desahoguen ante Él su corazón, que DFios es nuestro refugio” (Sal. 62(61), 8-9).
1Cor. 4, 1-5: «El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón» Es la última página que leemos este año de la carta de Pablo a los Corintios. En los ciclos B y C continuaremos proclamando capítulos sucesivos. En la comunidad de Corinto había, como veíamos ya en domingos pasados, divisiones y "partidos" eclesiales. Pero estaban también en ella los ministros ordenados, entre ellos, él, Pablo. Se ve que era un tema candente. El texto de San Pablo es un consejo para aquéllos que tienen un ministerio en la Iglesia: antes que nada tienen que ser fieles. ¿Por qué? Porque un ministro en la
Iglesia -sacerdote, religioso, religiosa, catequista o lo que sea- representa a Dios, y Dios es siempre fidelidad por amor. Es la última página que leemos este año de la carta de Pablo a los Corintios. En los ciclos B y C continuaremos proclamando capítulos sucesivos. En la comunidad de Corinto había, como veíamos ya en domingos pasados, divisiones y "partidos" eclesiales. Pero estaban también en ella los ministros ordenados, entre ellos, él, Pablo. Se ve que era un tema candente. Para él los ministros deben ser "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios", y por tanto fieles a esa misión que han recibido. Si alguien quiere juzgar a esos ministros, tendrá que ser con mucha discreción, sin precipitaciones. «Dejen que venga el Señor»: la vuelta inminente del Señor está al fondo de estas cartas primeras de Pablo, escritas desde Efeso, entre los años 55-57. Esta parusia permite juzgar el significado de las obras humanas, (v. 3ss), y estimar el peso y la solidez de este mundo cuya «figura pasa», (cfr. 1Co. 7, 31). Pablo juzga a su comunidad, pero el juez de Pablo es el Señor, (v. 4). Esto, hermanos, es lo importante: «Que la gente solo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios». Así nos dice, hoy, Pablo. Sí, somos administradores de los misterios de Dios. Ese misterio que Dios ha puesto en nuestras manos: su cielo, sus tesoros, su salvación, El. En un administrador lo que se busca es que sea fiel. La fidelidad, hermanos, brota de un corazón que ama, en el que, con el amor, se encuentra la dicha. La fidelidad es la expresión de este amor, de esta dicha. Así los esposos, así los amigos, así Dios con nosotros, así nosotros con Dios. Y Pablo apunta directamente a la fidelidad del apóstol, es decir, de todos nosotros por ser cristianos. Lo que se nos pide es que todos nos vean como servidores de Cristo. Y esto es bien distinto a que nosotros nos sirvamos de Cristo. Todos hemos recibido dones abundantes; Dios nos ha constituido administradores de los mismos. Todo es para darlo, pasarlo, trasvasarlo, comunicarlo. Son dones de Dios destinados a dar fruto y no sólo en ti, sino en los demás. Lo que se cierra se pudre; lo que no se da se pierde; sólo lo que damos, nos queda; las manos que dan, siempre están llenas. Él, Pablo, está tranquilo en conciencia delante de Dios, que es quien en definitiva nos juzgará a todos, y en particular a los ministros: «mi juez es el Señor». Los demás no tienen el juicio definitivo: «no juzguéis antes de tiempo... dejad que venga el Señor ... él pondrá al descubierto los designios del corazón»..
Mt. 6, 24-34: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia» (Lc. 16,13; 12,22-31) EVANGELIO DE JESUCRISTO
SEGÚN SAN MATEO R/. Gloria a Ti, Señor 24
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará auno y despreciará al otro. No
pueden servir a Dios y al dinero. 25
Por eso les digo que no anden preocupados por su propia
vida, qué comerán, ni por su propio cuerpo, con qué se vestirán.¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26
Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? 27 Por lo demás, ¿quién de ustedes puede, por más
que se preocupe, añadir una sola hora a la medida de su vida? 28
Y del vestido, ¿por qué se preocupan? Observen los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. 29 Pero yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe? 31
No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?,
¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. 33 Busquen primero su
Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura. 34 Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propia preocupación. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús
RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO
a) Contexto: Seguimos con el Sermón de la Montaña. Podemos notar que San Mateo no escribió a la topa tolondra, sino que organizaba cuidadosamente el contenido de su narración para que todo tenga un sentido claro. Jesús quiere, en el evangelio de Mateo, cerrar su primer discurso, el evangélico. Jesús comenzó su discurso con las Bienaventuranzas, con la dicha y con el modo de vivirla, y ahora lo quiere cerrar con la dicha hecha vida,. De los pobres y los mansos, de los que sufren y lloran, porque el Amor no es amado; de los misericordiosos, de los que se conmueven ante las desgracias ajenas; de los que tienen hambre y sed de justicia; de cuantos trabajan por la paz y la armonía de los corazones y de los pueblos; de los limpios y transparentes que ven a Dios en sus hermanos; si, de ellos es el Reino de los Cielos, es la dicha, ahora y por siempre. Ahora Jesús nos invita a no agobiarnos por lo material: la comida, el vestido, la duración de nuestra vida. Y a dar importancia a lo principal: el Reino de
Dios y su "justicia". b) Comentario: v. 24: Empieza diciendo que no podemos servir a dos señores: Dios y el dinero (Dios y Mammón). «Servir» es un verbo fuerte. Es como «pertenecer», obedecer en todo. La postura de Jesús frente a las riquezas y los ricos es bastante negativa, a lo largo de
todo el evangelio. Quiere enseñarnos que las riquezas no deben ser nuestra obsesión, que no son la meta fundamental, que hay otras cosas más importantes. La raíz del mensaje de Jesús en este pasaje está en la primera afirmación: no podemos «servir a dos señores, Dios y el dinero». «Guárdense diligentemente de toda codicia», (Lc. 12,15). Recordemos el proverbio: «la raíz de todos los males es el amor al dinero», (1Tm 5, 10). Este amor toma caracteres de tragedia, lleva a hacer del dinero un dios y del codicioso un esclavo. El codicioso se desconecta del único Dios verdadero y se condena a la perdición, como Judas el codicioso, «hijo de perdición», (Jn 17,12). Ya que todos vamos tras la felicidad y la dicha, jqué bueno que sólo con El daremos con ella! «Sólo», puesta nuestra confianza en El. porque nadie puede tener dos señores; porque no podemos servir a Dios y servir al dinero. Sólo Dios es nuestro tesoro; sólo El, nuestra Paz. Lo que no es eso, se traduce en angustias, miedos, frustraciones, desequilibrios, vacíos y, al final, la frustración eterna. Cada cual tendrá que elegir. Tendrá que preguntarse: «¿Quién ocupa el primer lugar en mi vida: Dios o el dinero?». De esto dependerá la comprensión de los consejos que siguen sobre la Providencia Divina (vv. ,25-34). No se trata de una opción hecha sólo con la cabeza, sino de una opción de vida bien concreta que envuelve las actitudes.
v. 25: Lo que sigue es consecuencia de lo anterior («por eso les digo»... ). Jesús nos invita a no agobiarnos ni por la comida ni por el vestido, dos de las cosas que más nos preocupan siempre. Jesús critica la excesiva preocupación con la comida y el vestido. Esta crítica de Jesús provoca hasta hoy mucho espanto entre la gente, pues la gran preocupación que tiene un padre, una madre de familia es la comida y el vestido para los hijos. El motivo de la crítica es que la vida vale más que la comida y el cuerpo vale más que la ropa. Para aclarar su crítica, Jesús cuenta dos parábolas: de los pajaritos y de las flores. Todos sabemos ya que nuestro tesoro, nuestro amor y nuestro todo es El. Y El nos basta. Y sabemos, porque lo experimentamos, - este es el mensaje de Mateo hoy - que El cuida de cada uno de nosotros con ternura entrañable. El es quien nos dice, nos pide que vivamos sosegados, sin miedos, sin sustos, sin sobresaltos, sin angustias por el mañana, que en sus manos están los días, las noches y los años.
v. 26-27: Jesús pone unas comparaciones que pudieran parecer demasiado poéticas: el ejemplo de los pájaros, que comen porque Dios les ha puesto el instinto de buscar y encontrar comida para sí y para sus polluelos, y el de las flores, que también saben sacar de la tierra la hermosura que les caracteriza, para vestirse mejor que los reyes.. Y todo, porque Dios lo ha dispuesto así. En la naturaleza misma se ve cómo Dios ha puesto en principio un equilibrio sano, que deberíamos saber imitar.
Jesús manda mirar a los pajaritos. No siembran, no almacenan, y sin embargo tienen siempre algo que comer, porque el Padre celestial los alimenta: «¿No valen ustedes más que ellos?» Lo que Jesús critica es cuando la
preocupación por la comida ocupa todo el horizonte de la vida de las personas, sin dejar espacio para experimentar y saborear la gratuidad de la fraternidad y de la pertenencia al Padre. Por eso, el sistema neoliberal es criminal porque obliga a la gran mayoría de las personas a vivir 24 horas al día preocupándose por la comida y por la ropa, y produce en otra pequeña minoría rica el ansia de comprar y consumir hasta el punto de no dejar espacio para otra cosa. Jesús dice que la vida vale más de los bienes de consumo. El sistema neoliberal impide la vivencia del Reino. El verbo que aquí más se repite y se subraya es el de «no se agobien» (hoy sería el equivalente del «no se estresen»). Naturalmente que hay que comer y vestirse, y buscar cómo dar de comer y de vestir a los nuestros. Pero sin agobio. Es como una explicitación de la primera bienaventuranza: "bienaventurados los pobres". vv. 28-30
La parábola de los lirios: el cuerpo vale más que el vestido. Jesús manda mirar las flores, los lirios del campo. ¡Con qué elegancia y belleza Dios los viste! “Si Dios los veste así, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? Jesús insiste en las cosas de la naturaleza, para que viendo las flores y el campo, la gente recuerde la misión que tenemos: luchar por el Reino y crear una convivencia que pueda garantizar comida y vestido para todos. Y si El cuida de los pájaros y de las flores, y bendice las mieses para que no falte pan, y hace brotar las fuentes para que no nos falte el agua, ¡cómo no vamos a estar seguros de que nosotros seremos por El cuidados, queridos, protegidos, amados! vv. 31-32:
No ser como los paganos. Jesús retoma la crítica contra una excesiva preocupación por la comida, la bebida y el vestido. Y concluye: «“¡Son los paganos que se preocupan con todo esto!» Debe de haber una diferencia en la vida de los que tienen fe en Jesús y de los que no la tienen. Los que tienen fe en Jesús comparten con él la experiencia de gratuidad de Dios como Padre, Abba. Esta experiencia de paternidad tiene que revolucionar la convivencia. Tiene que engendrar una vida comunitaria que sea fraterna, semilla de una nueva sociedad. Pues, somos hijos suyos y en su casa y su cielo vivimos. Su Reino es nuestro Reino. Su dicha es nuestra dicha. Y las demás cosas, El nos las va dando por añadidura: «Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura». ¡Cuánto más no hará con nosotros! v. 33-34:
El Reino en primer lugar. Jesús apunta dos criterios: «Buscar primero el Reino» y «No preocuparse por el día de mañana». Buscar en primer lugar el Reino y su justicia significa tratar de hacer la voluntad de Dios y permitir a Dios que reine en nuestra vida. La búsqueda de Dios se traduce concretamente en búsqueda de una convivencia fraterna y justa. Donde hay esta preocupación por el Reino, nace una vida comunitaria donde todos viven como hermanos y hermanas y nadie pasará más necesidad. Allí no habrá más preocupación con el día de mañana, esto es, no habrá más preocupación en acumular. Termina con una recomendación entre humana y religiosa: no tenemos que preocuparnos excesivamente del mañana, porque "a cada día le bastan sus propios disgustos".
3. MEDITACION: ¿QUE NOS DICE el texto? Amor «maternal» de Dios La comparación que hace Isaías de Dios con una madre, representa un vivo retrato de cómo es Dios ya en el AT. Se hizo famoso el papa Juan Pablo I cuando afirmó que Dios "más que Padre, es Madre". Con ello reflejaba las páginas en que en la Biblia aparece dibujado ese "rostro maternal de Dios", como cuando Jesús se compara a sí mismo a una gallina que cobija a sus polluelos. En el NT se acentúa más todavía el amor de Dios. Hasta la valiente afirmación que llega a hacer Juan en sus cartas, al decirnos con convicción que "Dios es Amor". Muchas veces no sabremos explicar cómo Dios puede permitir o no remediar tanto mal como hay en el mundo. Hoy, las lecturas, no pretenden darnos respuesta a estos interrogantes. Sí nos invitan a confiar en Dios. Y Cristo nos ofrece otros criterios de conducta que ciertamente darían más paz a nuestra vida.
¿Podemos confiar en Dios? Muchos cristianos han tenido y siguen teniendo dudas sobre la cercanía de Dios y su amor para con nosotros, sobre todo en tiempos de oscuridad en que se acumulan las desgracias personales o comunitarias. También ahora puede uno pensar, como en tiempos del destierro que sufrían los contemporáneos de Isaías: "me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado". Dios, a veces, parece ausente, callado, olvidadizo. La respuesta nos la ha dado ya Isaías: aunque una madre se pudiera olvidar del hijo de sus entrañas, Dios no se olvida nunca de los suyos. El salmo ha insistido: «confíen en Él, desahoguen ante Él su corazón». En la página del evangelio que hemos escuchado hoy Jesús llama dos veces a Dios «Padre» y nos asegura que si cuida con ese mimo a los pájaros y a las flores del campo, «¿no hará mucho más
por ustedes?»,
Primero el Reino de Dios... Buscar primero el Reino de Dios y su justicia. El Reino de Dios tiene que ser el centro de todas nuestras preocupaciones. El Reino pide una convivencia, donde no haya acumulación, y donde haya compartir, para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro. Esta manera de ver el Reino ayuda a entender mejor las parábolas de los pajaritos y de las flores, pues para Jesús la Providencia Divina pasa por la organización fraterna. Preocuparse por el Reino y su justicia es lo mismo que preocuparse por aceptar a Dios como Padre y ser hermanos y hermanas de otros. Ante el creciente empobrecimiento causado por el neoliberalismo económico, la salida concreta que el evangelio nos presenta y que los pobres encontrarán para su supervivencia es la solidaridad y la organización.
No es una invitación a la ociosidad Ciertamente no nos está aquí Jesús invitando a no hacer nada, fiándonos de que ya lo hará Dios todo. No está predicando una confianza pasiva en la providencia de Dios, olvidando el trabajo y la búsqueda de lo necesario en esta vida, pensando en que nos alimente la sociedad o que haga milagros la providencia de Dios. Baste recordar la parábola de los talentos, que hay que saber hacer fructificar. Ya desde el Génesis suena lo de que "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Pablo dijo que "el que no trabaja, que no coma". Sería una falta de responsabilidad descuidar la preocupación por el bienestar de la familia. Pero Jesús no ha dicho "no os preocupéis", sino "no os agobiéis". No es una invitación a la ociosidad, sino a evitar la angustia, el excesivo afán de tener y poseer.
Es una invitación a buscar lo principal en esta vida... Jesús nos dice que vivamos de una manera más serena y no hagamos de lo material la obsesión de nuestras vidas y que sepamos dar a cada cosa la importancia que le toca. Que sepamos sobreponernos a esa frenética carrera consumística a la que nos invita el mundo, despertando continuamente en nosotros necesidades superfinas. Hay cosas más importantes que la comida y el vestido, como nuestro propio cuerpo y nuestra vida. También la convivencia, la amistad, los "ratos perdidos" con los nuestros, y la capacidad de gozar de las cosas más sencillas y profundas que nos ofrecen la vida y la naturaleza. El dinero lo necesitamos. Pero debemos "servirnos" de él, no "servirle a él". Que no se convierta en un ídolo, en un dios al que levantamos altares y le servimos, como los israelitas, al pie del monte Sinaí, ante el becerro de oro que se fabricaron. Pablo llama varias veces "idolatría" a la codicia de dinero (cf. Ef 5,5 y Col 3,5).
Que el dinero no se convierta de medio en fin. Que no se nos pegue al corazón. Que el corazón quede libre. Porque el dinero puede ofuscar nuestra vista y bloquear nuestra libertad interior. Sería una pena que la excesiva obsesión por el dinero nos quitara el amor, el humor, los sentimientos más humanos. Que no tuviéramos tiempo para reírnos, para jugar, para pasear, para disfrutar el tiempo con la familia o la comunidad o los amigos.
... sobre todo el Reino de Dios y su justicia Dentro de esta jerarquía de valores que un creyente debe saber respetar, Jesús nos dice que debemos buscar con ahínco “el Reino de Dios y su justicia”. O sea, que demos prioridad a las cosas de Dios, a ese mundo nuevo que ha-venido a instaurar Jesús, ese orden de cosas en el que adoptamos la actitud justa ante Dios y también ante los hermanos: un mundo más justo y más amable, más respetuoso de Dios y del hermano. También aquí vale lo de "den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" y lo de "a Dios rogando y con el mazo dando".
4. ORACION: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Dios de la creación entera, con el corazón puesto en Ti, te damos gracias y te bendecimos porque de Ti viene nuestra salvación. Has hecho con amor todas las cosas y no te olvidas de ninguna creatura. Mientras buscamos pequeñas seguridades, agobiados, el universo descansa en tu regazo como una barca en el puerto. Tú haces salir el sol sobre los seres humanos y los prados, envías tu lluvia suave, para que los lirios se refresquen y los pájaros laven sus alas. Envíanos tu Espíritu Santo, que nos haga comprender estas cosas, tan sencillas y ocultas. Acepta nuestra intercesión por la Iglesia y el mundo; haznos a todos dignos de acoger cuanto Tú nos puedes dar. Amén-
5. CONTEMPLACION – ACCION: ¿QUE NOS PIDE HACER la PALABRA? La lectura del Evangelio de hoy sobre el sermón de la montaña es una conmovedora y poética presentación de la Providencia amorosa de Dios. Jesús está diciendo: no se preocupen por lo que necesiten para vivir. Dios se preocupa de ustedes. ¿Qué quiere decir realmente? ¿Está llamando a la irresponsabilidad o pasividad? ¿No son sus palabras ingenuas? ¿Nos aliena este Evangelio de nuestro esfuerzo por una vida mejor y por promover la justicia para los pobres? No, Jesús no está llamando a nada por el estilo. Más bien Jesús está colocando nuestros corazones en su justo lugar y nuestras responsabilidades y esfuerzos en su justa perspectiva. Lo que Jesús está diciendo es: no debemos estar abrumados o ansiosos sobre el futuro. Nunca debemos desanimarnos. La esperanza en Dios debería ser siempre un elemento importante en nuestro trabajo y planes. Pero debemos, igualmente, empeñarnos y trabajar.
Relación con la Eucaristía Toda celebración es una llamada eficaz a la fe, que nos saca de la seguridad ilusoria para hacernos penetrar en la interioridad desconcertante de la fe. La palabra nos lleva a absorver los acontecimientos y nos invita a la conversión y la mesa del pan nos abre a los horizontes universales del amor.
Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Tengo en cuenta la Providencia diaria y concreta de Dios al afrontar mis preocupaciones cuotidianas? 2. Piense en casos en que ha experimentado la Providencia de Dios. 3. ¿Cuáles son las opciones principales que hacemos a nivel personal y grupal? 4- Juzguemos tales opciones desde las exigencias de nuestra fe. 5. En mi oración personal ¿he experimentado a Dios como descanso? ¿Acudo a Él cuando me siento fatigado o agobiado? 6- Ante tanta inseguridad de la gente que me rodea, ¿sé ofrecerles seguridad desde mi fe arraigada en Dios?
P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.
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