DOMINGO 15º TIEMPO ORDINARIO - CICLO C El camino que encuentra al «otro» La parábola del Buen Samaritano «¿Quién es mi prójimo?»
Ambientación: El tema de esta liturgia es la esencia de la religión cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo. El tema de esta liturgia es la esencia de la religión cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo. Hoy, en el Evangelio, leemos la parábola del buen samaritano, en la cual aprendemos quién es nuestro hermano y cómo practicar la caridad. Estamos acostumbrados a oír que mandamiento fundamental para el Cristiano es «el amor a Dios sobre todas las coas y al próximo como a nosotros mismos». Tal vez por tenerlo tan oído y tan «sabido» nos olvidamos de cumplirlo. Por eso la Palabra de Dios nos lo recuerda hoy de modo claro y enfático.
1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ven a iluminar nuestra mente y a disponer nuestro corazón, para que nos acerquemos a escuchar la Palabra de vida que nos acerca a los hermanos y nos hace reconocer en ellos el rostro del Señor Jesús. Espíritu de unidad, continúa la llamada a la unidad de todos en Cristo. que Tú inauguraste en Pentecostés. Que busquemos juntos en la Palabra que nos une la fuerza divina que nos capacita para hacer de la Iglesia «casa y escuela de comunión» Amén.
2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Dt. 30,10-14: «El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo» El Deuteronomio es el último de los cinco libros del Pentateuco: su nombre significa «segunda ley» y es como el testamento de Moisés En el texto de hoy, Moisés recuerda a su pueblo el primer mandamiento de la ley: total conversión y amor a Dios, aquí y ahora; en la rutina de la vida diaria. Dios no es una evasión, que se busca más allá de cielos y mares. El Deuteronomio destaca especialmente el carácter «cordial» de la Ley. Eso quiere decir que, frente a la Ley de Dios, el hombre no debe sentirse como ante una fuerza impersonal que le ignora a él y a su individualidad, sino ante la expresión de una voluntad amorosa, la de Dios, que le muestra el camino de la vida. Por eso decimos que la presencia de Dios está en el corazón de la vida, y es en la vida donde encontramos la oportunidad de descubrirlo.
Salmo 69(68): «Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante» Este salmo está organizado en cuatro partes, así: 1. Grito de socorro y exposición de su situación (vv. 2-13) 2. Súplica (vv. 14-22) 3. Imprecaciones vv. 23-29) 4. Acción de gracias (vv. 30-37) «Probablemente en esta lamentación quedaron reunidos el llanto y la oración de dos afligidos: uno tal vez acusado de robo (v. 5); el otro, atormentado por su religiosidad y burlado por su fe (vv. 7b.8). El pantano en el que se hunde y las aguas que lo sumergen todo, son las imágenes del hombre al límite de la muerte» (Los salmos explicados para el pueblo). El P. Alonso Schökel se recrea describiendo la intensidad lírica y la capacidad imaginativa del salmo: El salmista se cansa de esperar, se indigna porque le exigen devolver lo que no ha robado, toma a Dios por testigo, se siente devorar por el celo, se le rompe el corazón, estalla en una invectiva contra los enemigos. El texto está sentido y formulado en caliente. Lo sentimos buscando compasión, casi como una limosna, y lo compadecemos. Por otra parte las descripciones son al vivo: La garganta le quema de gritar; para encarecer un número dice más que los pelos de la cabeza, mira cómo cuentan las heridas; nos habla de ojos nublados y espaldas vacilantes. Todo está contado con un gran realismo. No nos cuesta asistir a las escenas. El secreto para la paz y para el camino de la vida es que el hombre busque humildemente a Dios.
«Soy un extraño para mis hermanos» (Sal. 69(68), 9) Señor, Tú también has sentido, en tu propia carne, el golpe frío y seco de la ingratitud. Camino de la cruz todos los discípulos te han abandonado y te han dejado solo. Yo también, a veces me siento solo. Acudo a aquellos que llevan mi propio apellido; aquellas personas por las que corre mi misma sangre... y siento extraños. Y es precisamente en esos momentos cuando más necesidad siento de Ti, sólo de Ti y de nadie más. Te necesito. Necesito tu voz cercana, tu mano amiga, tu gesto acariciante. Señor, aunque todos me abandonen, Tú ¡no!.
Col. 1,15-20: «Todo fue creado por él y para él» Este texto es el primero de una breve serie que leeremos durante cuatro semanas; pertenece a una de las dos cartas gemelas de Pablo, Efesios y Colosenses y en el centro de su exposición está el misterio de Cristo. Esto es evidente en el texto que leemos hoy. Comparándola con la carta a los Gálatas, se nota, al mismo tiempo, una diferencia y un paralelismo. La diferencia es la situación de los destinatarios; los gálatas dudaban de si para ser cristiano era preciso ser antes judío, y los colosenses dudaban de si Jesús era algo más que un fenómeno religioso entre tantos. El paralelismo es la predicación de Pablo: lo que cuenta es Jesucristo mismo. No hay nada en la tierra como en el cielo que tenga, como Jesucristo, «la plenitud». En este himno cristológico de la Carta a los Colosenses, un texto corto, S. Pablo elabora una «teología» sobre Cristo. Es significativa su afirmación de Cristo como «plenitud de Dios», la verdadera imagen de Dios. Por lo tanto, el amor de Cristo es el amor de Dios, y el primer mandamiento de la ley recae en nuestra relación con Jesús.
Lc. 10, 25-37: «¿Quién es mi prójimo?» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. 25
Se levantó un jurista y dijo, para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» 26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» 27 Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo» 28 Le dijo entonces (Jesús) «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
29
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» 30 Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, dio un rodeo. 32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio lo vio y dio un rodeo. 33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verlo tuvo compasión. 34 Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y lo montó luego sobre su propia cabalgadura, loe llevó a una posada y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: `Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.' 36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» 37 Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Le dijo Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.
RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: A- Ubicación en el Año litúrgico
El Evangelio de este Domingo, en la lectura continuada de Lucas corresponde a la segunda parte del conjunto de perícopas que escoge la Liturgia dominical en el ciclo C. Esta segunda parte nos invita a seguir a Jesús en el camino hacia Jerusalén. En el cuadro anterior podemos ver la ubicación de este Domingo en el conjunto de los Domingos ordinarios.
B- Relación con el contexto Texto propio de Lucas. Ha sido llamado el evangelista de la misericordia. En Lc. 9, 51, una vez terminado el ministerio en Galilea, Jesús emprende, de una manera solemne,
su viaje mesiánico hacia Jerusalén. Va a la consumación de su misión: la muerte y la resurrección. Lo siguen sus discípulos. Ellos, al comprometerse en el seguimiento, corren la misma aventura. Jesús no lo ocultará y les dirá que es preciso arriesgarlo todo por él y con él: Lc. 9, 57-62 (Domingo 13º) Los discípulos deberán asumir lo que hace Jesús: evangelizar y hacer signos de liberación (Lc. 10, 1-20: Domingo 14º). Su predicación será recibida por los sencillos (Lc. 10, 21-24). Y «¿cuál es el contenido fundamental del Reino?» Lo pregunta un estudioso de la ley y Jesús responde con esta parábola (Lc. 10, 25-28. 29-37: Domingo 15º).
C- Re-lectura del texto 25
«Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» 26El (Jesús) le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?»
Lc. 10, 25-26:
Los versos 25-28 son la introducción, la «escenografía» de la parábola que sigue. El texto de la parábola se abre con un diálogo entre un doctor de la ley que se levanta para poner a prueba al Señor, quien no responde, sino que le hace otra pregunta, que es la que da lugar a la parábola como respuesta de Jesús. Este diálogo es, como se acostumbre en aquella época, una confrontación entre dos maestros. Este procedimiento era como un sistema para clarificar y profundizar algunos puntos de la ley. En los otros sinópticos encontramos un pasaje paralelo que contiene este diálogo de confrontación. En Mateo y Marcos la inquietud es ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?. Inquietud de tipo judío: entre los 613 preceptos de la ley antigua cuál es el mandamiento fundamental. Los destinatarios de Lucas, en cambio, tienen otras inquietudes. Lucas escribe para los gentiles convertidos y enuncia de forma propia el interrogante del escriba. Sólo en el texto de Lucas la pregunta no se hace sobre cuál sea el mandamiento más grande, sino cómo heredar la vida eterna, una pregunta que los otros sinópticos la ponen de nuevo en la boca de un joven rico (Mt. 19,16; Mc. 10,17; Lc 18,18). Lucas plantea lo definitivo. El final de la vida del hombre, allí donde se juega el todo: «la vida eterna». En Marcos (Mc. 12, 28-34) quien le hace la pregunta es un escriba que presenció la discusión de Jesús con unos Saduceos y escuchó la respuesta de Jesús. Este escriba se muestra bien dispuesto para escuchar a Jesús, de modo que el Señor termina el diálogo: «No estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34).
Sin embargo, Mateo, que tiene el otro pasaje paralelo, coloca esta pregunta en el contexto de una discusión entre Jesús y los saduceos en la que estaban presentes algunos fariseos, que «al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo y uno de ellos le preguntó, con ánimo de tentarlo...» (Mt. 22,34-35). En Mateo la respuesta la da el mismo Cristo. En Lucas, más pedagógicamente, Jesús provoca la respuesta del que lo interroga. Demuestra un interlocutor mejor dispuesto y además más comprometido. Lc. 10, 27-28:
27
Respondió (el jurista): «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo» 28 Le dijo entonces (Jesús) «Bien has
respondido. Haz eso y vivirás. El jurista responde enseguida citando el mandamiento del amor, que se encuentra en los libros del Deuteronomio (Dt. 6,5) y del Levítico (Lv. 19,18b). En cuanto a la cita del Deuteronomio, en el original no se habla de «toda la mente» (dianoia). Existe en un manuscrito de los LXX. El segundo término (amor al prójimo) viene de Lv. 19, 18b. La unión de los dos textos citados es probable que no venga de los maestros judíos sino de la esencia de la predicación de Cristo. Al ponerlos en boca del judío quiere dar a pensar que ellos deben aceptar esa doble dimensión del amor en el horizonte que Jesús abre. Como en Marcos, también aquí Jesús alaba al doctor de la ley: « Bien has respondido; haz esto y vivirás» (Lc. 10,28). La Palabra no es para ser recitada sino vivida y Jesús llama al escriba a vivirla (v. 28). Y con él a nosotros. Podemos ver una «inclusión» entre el versículo 28 (que cierra la discusión y nos prepara a la narración de la parábola) y el versículo 37 (que cierra definitivamente el diálogo y la parábola). Cuando el jurista le respondió «bien» cuál era en la Ley el principal mandamiento, Jesús le dijo: «Haz eso y vivirás» (v. 28). Luego, cuando, al escuchar la parábola, el jurista identificó al que actuó como «prójimo» porque « practicó la misericordia» (v. 36), Jesús le repitió las mismas palabras: «Vete y haz tú lo mismo» (v. 37). Esas palabras de Jesús nos recuerdan las que pronunció en la última cena, como nos la cuenta Juan, cuando, después de lavar los pies Jesús invitó a los discípulos a obrar según su ejemplo: «... ustedes hagan como Yo he hecho con ustedes» (Jn. 13,15). En esta última cena Jesús deja a los suyos el mandamiento del amor, entendido como la disponibilidad a «dar la vida» para amarnos mutuamente como el Señor nos ha amado (Jn. 15,12-14).
Parábola del buen samaritano Nos encontramos en el capítulo 10 del evangelio según San Lucas. Estamos en la sección central del relato lucano, que toma forma de viaje de Jesús hacia Jerusalén:
«Mientras se estaban cumpliendo los días de ser llevado al cielo, se afirmó, con valor, en su voluntad de ir a Jerusalén» (Lc. 9,.51). Lc. 10, 29:
29
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿quién es el prójimo?».
Pero el doctor no está todavía contento con la respuesta de Jesús y le hace la pregunta sobre «el prójimo». Esta segunda pregunta hace de introducción y enlaza la siguiente parábola con el diálogo anterior entre Jesús y el jurista. «Queriendo justificarse»... ¿Mostrar lo serio de su pregunta? O hacer claridad sobre su propia conducta: la justicia encierra la recta manera de vivir según la voluntad divina. ¿Estoy en el camino recto? La respuesta de Jesús lo va a clarificar y a comprometer. Para un judío la respuesta era clara. El «prójimo» es todo otro judío (cfr. Ex. 20, 16-17; 21, 14.18.35; Lv. 19, 11.13.15-18). Lucas, escribiendo en un contexto pagano, amplía el horizonte de la identificación del prójimo: todo hombre, así sea extranjero o enemigo. La parábola con que Jesús responde es obra maestra. Corta, concisa, con interés en el relato. Comprometedora. Todo lector se siente implicado. Como otras veces, Jesús responde con una parábola a una pregunta: Lc. 7, 40-43; 14, 16-24; 15, 3-32. Es la ilustración, con un ejemplo, de una actitud que se debe imitar. Para el legista judío es una invitación a romper el esquema estrecho de la concepción del prójimo. Descubramos en el relato de la parábola cinco escenas fundamentales y progresivas:
1ª escena (v. 30a): corta, gráfica. Sitúa el escenario primero. En este texto que narra la parábola del Buen Samaritano en el contexto de la discusión con un doctor de la ley sobre el qué hacer para entrar a la Vida Eterna, encontramos de nuevo el tema de un viaje, esta vez de Jerusalén hacia Jericó, unos 30 kms. a través del desierto de Judá, nido de asaltantes... donde todo posible. La parábola forma parte de esta sección central del evangelio, que comienza con Jesús peregrino hacia Jerusalén con sus discípulos. Sabemos que para Lucas, Jerusalén es la ciudad donde se realiza la salvación y el viaje de Jesús hacia Jerusalén es un tema central. El relato de Lucas comienza en la ciudad santa (Lc 1,5) y termina en la misma ciudad (Lc 24,52). En esta sección central, Lucas repetirá con insistencia el hecho de que Jesús se dirige a Jerusalén (por ejemplo en Lc. 13, 22; 17,11). El camino supone, para todos, inseguridad. Pero puede haber personas que no adviertan lo que sucede, por el camino... Son los que preguntan quién es «mi prójimo».
2ª escena (vv. 30b-33): El drama, el nudo del relato: un hombre (cualquiera que sea) robado, golpeado, a borde de morir: dos mundos pasan ante él. - El mundo judío, caracterizado por el culto: «...Un sacerdote y un levita pasaron de largo...» (vv. 31-32). El sacerdote y el levita han observado la ley, no
acercándose al pobre herido y dejado medio muerto, para no volverse impuros (cfr. Lv 21,1). Debemos suponer, sin embargo, que el sacerdote y levita, que van hacia Jerusalén, al Templo, a prestar sus servicios, que deben estar legalmente puros para ese servicio, no podían desconocer los deberes para con el prójimo. Los profetas reprocharon más de una vez el conflicto entre el cumplimiento de las leyes y la caridad: por salvar la ley desatender al hombre (cfr. Am. 8, 5ss; Os. 5, 6; Sal. 50, 7ss). El nuevo mandamiento, de la Nueva Alianza, va más allá de la observancia de la ley. Jesús va más allá de la ley y quiere que sus discípulos obren como Él: «Por esto sabrán que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Jn. 13, 35). Para el discípulo de Jesús, la mera filantropía no es suficiente. El cristiano está llamado a algo más que lo hace semejante a su Maestro, como dice el apóstol Pablo: «Nosotros tenemos la mente de Cristo» (1Co. 2,16) «Porque el amor de Cristo nos apremia, persuadidos como estamos de que uno murió por todos » (2 Co. 5,14). - El otro mundo: el extranjero, un samaritano. En el evangelio de San Juan (cfr. Jn. 4, 9) nos dice bien la no comunicación entre judíos y samaritanos. Toda una historia de origen espurio y de hostilidades se había dado entre los dos pueblos. Ya Lucas 9, 52-53 lo insinúa (cfr. Lc. 9, 52--55: Domingo 13º; cfr. Sir. 50, 25-26; 2Re. 17, 24-41). La Iglesia va a derribar ese muro: Hch. 8, 5-25. Esta parábola refleja la situación de los samaritanos frente a la Iglesia después de la Pascua.
3ª escena (v. 34): El punto alto del relato. La acción transformadora. El samaritano, sin averiguar la identidad del herido, simplemente porque es un ser humano, se acerca y cambia su situación: de un herido abandonado y condenado a la muerte, hace un hombre curado y rescatado. Los detalles son propios de su época: el aceite, el vino se usaban como medicamentos ordinarios: El aceite mitiga el dolor (cfr. Is. 1, 6), el vino desinfecta. Le cede su cabalgadura, lo lleva a la fonda, cuida de él. Esa acción transformadora es parte definitiva de toda evangelización.
4ª escena (v. 35): El desenlace. El samaritano se aleja y se pierde en la historia. Sólo queda su promesa de volver y saldar cuentas posibles. De el herido nada volvemos a saber. Lo inmediato es que ha sido salvado por la misericordia de un desconocido, incluso de un enemigo.
5ª escena (vv. 36-37): La situación nueva. Para todos, todo ha cambiado. De la miseria anterior no queda nada. Sólo el horizonte abierto. Jesús interroga a su interlocutor. Quiere que de él nazca la claridad. Eso compromete más. Por encima de prejuicios no hay nada que dudar en la respuesta. Una nueva definición de prójimo se abre: prójimo es todo aquel que se acerca a nosotros en la necesidad (hay tantas necesidades en el hombre), aunque sea desconocido, extranjero e incluso enemigo
La palabra de Jesús resuena en todo hombre. El último capítulo de este drama está por escribir. Lo vamos haciendo a diario. Ojalá. El verbo «hacer»: (vv. 25. 28. 37: bis) indica claramente que es una actitud para realizar. No se trata de un relato conmovedor sino de un compromiso al que hay que dar realidad.
3. MEDITEMOS la Palabra: ¿Qué NOS DICE el texto? Destacamos algunos puntos importantes: Primero: La fraternidad en la gente no es algo a dar por supuesto. Debe ser construida día tras día por la práctica de la misericordia. «Nos hacemos» hermanos y hermanas. Segundo: La caridad cristiana es universal. No discrimina. El samaritano y el judío en la parábola se suponían enemigos y distanciados. Pero la misericordia es más fuerte que el prejuicio del samaritano. Tercero: Amar a nuestros hermanos significa que estamos dispuestos a la reconciliación y el perdón, como era el caso del samaritano con respecto al judío herido. Cuarto: Practicar la caridad significa salir de nuestros planes y nuestro egoísmo, aceptar sacrificios por el bien de los demás. La caridad cristiana no se queda en buenos deseos, sino que se expresa con hechos.
Hacerse prójimo Es una novedad en el Evangelio de Jesús la sorprendente y revolucionaria concepción de «prójimo». El maestro de la Ley esperaba que Jesús le indicara los límites exactos de su deber. Porque no estaba claro, ni mucho menos, a quién se debía tratar como prójimo (o compañero) en Israel ¿A quién tenía que atender? ¿A los de su familia? ¿A los hermanos de raza? ¿A otros, tal vez? - Para Jesús, el prójimo se descubre, «se hace»: ¿«Quién se hizo prójimo del que fue asaltado por los bandidos»?... Es como si dijera: «No calcules para saber quién es tu prójimo, sino déjate llevar por la llamada que sientes en ti, y hazte prójimo, próximo a tu hermano que te necesita».... Mientras el amor se considere como una obligación, no será éste el amor que Dios quiere. - Hacerse prójimo es «actuar con misericordia» a favor del otro. La misericordia no es la lástima; es la capacidad de dar algo de lo nuestro -o, mejor, darnos a nosotros mismospara remediar la pobreza de! corazón de nuestros hermanos. - El rostro de Jesús torturado se nos revela en el rostro sufriente de cada persona que nos sale al encuentro en el camino de nuestra vida. Cristo se nos aparece en los pobres y en los que sufren: así nos hace a todos prójimos unos de otros.
Ejercer la misericordia La contraposición se hace entre las actitudes de los que «bajan» de Jerusalén -se diría que satisfechos de haber estado allí para celebrar el culto del templo, pero sin haber captado que «la misericordia es mejor que los sacrificios»- y la del samaritano que se encuentra «en camino» y es capaz de darse cuenta de lo que realmente hay en el camino: un hombre medio muerto. En definitiva, se trata de ser «próximo», y no distanciado. La parábola se convierte en una fuente de consideraciones sobre las actitudes fundamentales que «abren» o «cierran» el corazón del hombre, y sobre la peculiar relación que esto tiene con la Ley y el Evangelio: el cristiano, rodeado de la Palabra de Dios, de los sacramentos de Cristo, de la comunidad eclesial, ¡no tiene excusa si no ejerce la misericordia! Se trata del segundo mandamiento, inseparable del amor de Dios. Jesús explica la práctica de la caridad fraterna, no por medio de conceptos, sino por medio de hechos.
El buen samaritano Cristo es el buen samaritano que se compromete con el hombre medio muerto, lo atiende, lo cura, lo conduce a lugar seguro y le garantiza su retorno. El misterio de la encarnación y el misterio pascual hallarían una representación sugerente en esta parábola. Para el cristiano, la posibilidad y el mandamiento de amar se basan precisamente en la fuerza que viene del Espíritu de Jesucristo. Así, la obra de Cristo es una revelación de la misericordia de Dios para con el hombre, una «proximidad» decisiva de Dios al hombre, en el mismo camino de la historia de los hombres. (Nótese que san Pablo aplica el texto de la primera lectura de hoy a la fe en Cristo resucitado, en Ro. 10, 8-9: la palabra que está «muy cerca de nosotros»" es la fe que proclamamos).
Lectura alegórica de la parábola En el evangelio de Lucas Jerusalén tiene un especial simbolismo: representa a la Ciudad Santa que alberga la salvación. A partir de este simbolismo, los Padres de la Iglesia (como San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y otros) le dan a esta parábola del buen samaritano una interpretación alegórica, es decir, van interpretando cada elemento con un significado. Así sería la lectura alegórica de la parábola del buen samaritano: - El hombre que desciende de Jerusalén a Jericó representa a Adán, representante de toda la humanidad expulsada, por causa del pecado, del Edén, el paraíso, símbolo de la Jerusalén Celestial.
- Los ladrones, según la interpretación de los Padres de la Iglesia, estarían representando al tentador, que lo despoja de la amistad con Dios y hiere con sus asechanzas y tiene en la esclavitud a la humanidad herida por el pecado. - El sacerdote y el levita estarían representando la insuficiencia de la ley antigua para nuestra salvación, que será llevada a cumplimiento por el buen samaritano, Jesucristo nuestro Señor y Salvador: Él también sale de la Jerusalén celeste y viene al encuentro de nuestra condición de pecadores y nos cura con el aceite de la gracia y el vino del Espíritu. - La posada sería la imagen de la Iglesia y el posadero dejaría entrever a los pastores en cuyas manos Jesús confía el cuidado de su pueblo. - La partida del samaritano de la posada, según los Padres, significaría la Resurrección y Ascensión de Jesús a la derecha del Padre, pero que promete volver para dar a cada uno su merecido. - Los dos denarios dados al posadero (v. 35) representan los dones de la Sagrada Escritura y los Sacramentos, que nos ayudan en el camino hacia la santidad, encomendados a los pastores en la Iglesia. Esta interpretación alegórica y mística del texto nos ayuda a centrarnos bien en el mensaje de esta parábola.
4. OREMOS con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Te alabamos, Señor, Dios y Padre nuestro, por la misericordia manifestada en la gracia del amor con que tu Hijo se acerca a nosotros, malheridos, para levantarnos y salvarnos. Te damos gracias por tantos dones con que nos enriquece la bondad y comprensión de tu Hijo, el Buen Samaritano.
Te pedimos perdón por tantas in fidelidades que nos han impedido descubrirte presente en nuestros hermanos.
Nos entregamos a Ti para que, por tu Hijo Jesucristo, continúes tu acción misericordiosa en el mundo a través de nosotros. Ayúdanos a ser como el buen samaritano, con los que sufren, con los que lloran, con los que tienen hambre, a prestarles ayuda y dedicarles tiempo y hacerlo siempre con amor, sin herirlos. Señor y Padre de todos los seres humanos, haz que todos seamos compañeros en el mundo, amigos en la vida, hermanos en tu Reino. Amén.
5. CONTEMPLEMOS la Palabra y COMPROMETÁMONOS: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? La tarea cristiana: conversión a Dios y al prójimo Como cristianos, nuestra tarea más importante es amar. Pidamos al Señor un corazón grande para que en él quepan todos los hombres y mujeres del mundo, sín discriminación de ningún tipo. Si miramos nuestra realidad, encontramos luces y sombras:
- Con frecuencia somos indiferentes ante la necesidad de los demás. Los atracan, se enferman, los ofenden, pasan hambre... y hacemos nada «para no meternos en problemas», o porque «estamos de afán», o porque «no lo conozco», es «extraño», no es familiar nuestro...
+ Pero, sí hay ocasiones en que hacemos nuestro el dolor de los demás y acudimos en su ayuda. Por ejemplo, en las catástrofes, las inundaciones, o accidentes, o cuando un familiar o amigo está en dificultad... Esta realidad tiene que ver con el compromiso de nuestra fe como cristianos. Miremos el ejemplo de Jesús: El sale a nuestro encuentro con la «parábola del buen samaritano» (Lc. 10,25-37).
Cristo está en el Hacerse prójimo Relacionemos la parábola de Jesús con la gran verdad que nos enseña la escena del «juicio final» (cfr. Mt. 25,40.45): «Lo que hicieron con los demás, conmigo lo hicieron». Es necesario «hacerse prójimo». Jesús pide una actitud práctica, que hablen los hechos...
El problema fundamental del cristiano no está en saber quién es su prójimo: su prójimo son todos. Su problema está en hacerse él mismo prójimo de todos los que lo necesitan. No se trata de saber a quién tengo que amar, sino de darme cuenta de que todos tienen derecho a mi amor y vivir las consecuencias... Acortando distancias percibimos la necesidad, el dolor y los problemas.
Relación con la Eucaristia: Prepararnos para participar en la eucaristía es interesarnos por la injusta situación de tantas personas en nuestro alrededor... No son los bandidos los que hacen temible el camino, sino la indiferencia de /os buenos. La Eucaristía como la gran «proximidad» de Dios a nosotros que, a pesar de ello, no puede quedar sin consecuencias para la vida cotidiana. Desgraciadamente es posible que, a pesar de la participación en el memorial del sacrificio de Cristo «por todos los hombres», los cristianos pasemos por el mundo sin darnos cuenta de los hombres... La Eucaristía es la actualización de la acción única y definitiva del «buen samaritano-Jesucristo» ofrecida constantemente a la Iglesia para que cada cristiano aprenda y al mismo tiempo se fortalezca en el ejercicio de la misericordia.
Una vida de oración es lo único que nos permite descubrir en el rostro de los demás la presencia viva de Jesús. Pidámosle a Dios que abra nuestros corazones para entender y poner en práctica su Palabra. Regresemos a nuestros hogares con la conciencia de haber descubierto que haciéndonos prójimos unos de otros vamos juntos al «encuentro con Jesucristo en una Comunidad viva».
Nuestro compromiso hoy Asumamos el papel de cada uno. Somos el herido abandonado a la vera del camino: la humanidad lo es, cada uno de nosotros lo es, lo ha sido. Somos el sacerdote, el levita que pasan de largo, ajenos al drama de la humanidad, de los enfermos, de los necesitados. Somos el samaritano: es la misión nuestra de cristianos en el mundo. “Vete, y haz tú lo mismo”. Somos el posadero, anónimo que abre su casa para recibir al herido sin reparar en las dificultades. Es el lenguaje de la hospitalidad. La puerta siempre abierta. Silenciosamente gustemos los dones divinos: la misericordia del Señor que tantas veces se ha manifestado. Las veces que a través de un «prójimo» el Señor se ha hecho visible en nuestra vida. Recojamos el desafío que Jesús nos hace al decirnos: «Vete, y Descubramos a un «prójimo» concreto en nuestra vida.
haz tú lo mismo».
Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. ¿Qué novedad presenta la parábola sobre el significado de «prójimo»? 2. En nuestra realidad ¿qué hechos actualizan la parábola? 3. ¿De quiénes -en nuestro sector- conocemos sus nombres, sus necesidades, su lugar de trabajo?... 4. ¿Has pensado alguna vez en Jesús como el Buen Samaritano? 5. ¿Puedes decir con el apóstol Pablo que tienes el pensamiento de Cristo? 6. ¿Qué cosa te constriñe al ofrecer amor al prójimo? ¿La necesidad de amar y ser amado o la compasión y el amor de Cristo? 7. ¿Quién es tu prójimo?
P. Carlos Pabón Cárdenas, C JM.
P. Carlos Pab贸n C谩rdenas, C JM.