Domingo 25º t o ciclo c

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La parábola del administrador infiel La fidelidad a Dios como único Señor

Ambientación: El tema de la Palabra en la Liturgia de este Domingo es la

responsabilidad en

la administración y uso del dinero. Ante Dios somos responsables de la totalidad de nuestra vida. Cuando juzgamos que hay espacios de nuestra actividad que no tienen que ver con nuestra fe activa estamos equivocados. La dimensión política, social, laboral de nuestras responsabilidades debe estar iluminada por la Palabra de Dios.

1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ven a iluminar nuestra mente y nuestro corazón, para que nos acerquemos a escuchar la Palabra con un corazón humilde para que seamos capaces de buscar la verdadera riqueza en el fondo del corazón, allí donde Tú, Espíritu de amor, has sido derramado. Amén.

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Am. 8, 4-7: «Compran al pobre por un par de sandalias» El profeta Amós tiene palabras duras para aquéllos ue explotan a los pobres y se aprovechan de los débiles. La Biblia, en general, es muy fuerte en contra de los pecados sociales y toda forma de injusticia y revela a Dios como un Dios de justicia y defensor de los pobres. Cuando el profeta Amós, un poco más de 700 años antes de Cristo, nos presenta un cuadro de injusticia social que nos parece sacado de nuestras mismas realidades de hoy, no lo hace por razones ideológicas, que no existían entonces, ni por ideales sociológicos, sino como profeta que deja oír la voz de Dios en medio de un reinado que gozaba de prosperidad. Los más vulnerables y desprotegidos de la sociedad, entre los israelitas y en tiempos de Jesús, eran los huérfanos, las viudas y los forasteros. Los profetas, al reivindicar justicia en nombre de Dios, defienden, ante todo, los derechos de estas personas desprotegidas. Es que Dios es verdadero defensor de ellos. Dios defiende los derechos de los pobres y condena toda violencia. La injusticia contra los desprotegidos –y en general contra todo ser humano- es una afrenta contra Dios: «… a Mí me lo hiciste…» (Mt. 25, 40). Un grave falta contra la Alianza y, por tanto, contra Dios, es «llegar a comprar al mísero por un par de


sandalias»: eso es degradar la dignidad humana, cualquiera que sea la persona ultrajada de esa manera. El profeta hace la denuncia por su fidelidad a la Alianza y no en nombre de ninguna ideología No se trataba de un funcionario «defensor del consumidor», sino de un profeta que en nombre de Dios denuncia injusticias. No revela leyes tantas veces inoperantes sino el amor comprometido de Dios.

Sal. 113(112): «Alaben al Señor que ensalza al pobre» Entre la última frase de la primera lectura y la respuesta al salmo se da una perfecta coherencia. El Señor, por medio del profeta, se proclama abogado de los desvalidos. El pueblo lo alaba precisamente por eso. Esta alabanza sólo pueden hacerla sinceramente los que poseen un corazón pobre. De lo contrario, ¿qué sentido tendrían estas palabras em labios de los que el cántico de María llama «soberbios de corazón»?

1Tm. 2,1-8: «Pidan por todos los hombres a Dios que quiere que todos se salven» San Pablo nos da una enseñanza importante: Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. La idea no descarta el papel de María y de los santos en el cristianismo: son como ayudantes de Jesús y nuestros amigos en nuestra relación con Cristo. Cualquier rol o poder espiritual que puedan tener proviene del mismo Cristo. Dentro del conjunto de las recomendaciones que San Pablo hace a Timoteo, en vistas a organizar la vida de la Comunidad Cristianen Efeso, hay algo que debe hacerse «lo primero de todo»: la plegaria universal. Esta primacía de la oración no es algo arbitrario, sino el resultado de una coherencia interna de la fe cristiana. Si rogar es entrar y mantenerse en comunión con Dios, ¿cómo podríamos tener por objeto algo distinto a lo que Dios quiere: la salvación de todos los hombres?

Lc. 16,1-13: «No pueden servir a Dios y al dinero»

Evangelio de Jesucristo según San Lucas R/. Gloria a Ti, Señor. 1

Decía también a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda. 2 Le llamó y le dijo: `¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no seguirás en el cargo.' 3 Se dijo entre sí


el administrador: `¿Qué haré ahora que mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea destituido del cargo me reciban en sus casas". 5 «Y llamando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: `¿Cuánto debes a mi señor?' 6 Respondió: `Cien medidas de aceite.' Él le dijo: `Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.' 7 Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo". Dícele: "Toma tu recibo y escribe ochenta". 8 «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad, pues los hijos de este mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz. 9 «Yo os digo: Háganse amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, Los reciban en las eternas moradas. 10 El que es fiel en lo insignificante, lo es también en lo importante; y el que es injusto en lo insignificante, también lo es en lo importante. 11 Si, pues, no fueron fieles en el dinero injusto, ¿quién les confiará lo verdadero? 12 Y si no fueron fieles con lo ajeno, ¿quién leos dará lo de ustedes? 13 «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y desdeñará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero». Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.

RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: a) Ubicación en el Ciclo C


b) Contexto: El viaje a Jerusalén: Lc. 9, 51 - 19,27 Nos encontramos en la segunda parte del viaje a Jerusalén, que va desde Lc.13, 22 a 17,10 y que se compone de diversas enseñanzas, que Jesús ofrece a sus interlocutores: la gente, los fariseos, los escribas, los discípulos. En esta unidad, Jesús está dialogando con sus discípulos y les propone una parábola, para indicar cual debe ser el correcto uso de los bienes de este mundo y cómo debe ser la administración concreta de la propia vida, sumergida en una relación filial con Dios. Siguen tres aplicaciones secundarias de la misma parábola en situaciones diversas, que ayudan al discípulo a dejar espacio a la vida nueva en el Espíritu, que el Padre ofrece. El viaje hacia Jerusalén está organziado en tres etapas, cada una de las cuales se introduce con una anotación casi de repetición: - «Jesús se dirigió decididamente hacia Jerusalén» (Lc. 9, 51); - «pasaba por ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén» (Lc. 13,22); - «durante el viaje hacia Jerusalén, Jesús atravesó la Samaría y la Galilea» (Lc. 17,11); - para llegar a la conclusión del Lc. 19,28: «Dichas estas cosas Jesús siguió adelante subiendo hacia Jerusalén», cuando Jesús entra en la Ciudad. En este Domingo 25º la Palabra del evangelio de Lucas, en el cap. 16, nos ofrece dos parábolas de Jesús sacada de la realidad de la vida social del hombre de todos los tiempos. Ambas ns hablan de la responsabilidad en el manejo de los bienes ajenos para llegar a la conclusión de que, por nuestras ambiciones desmedidas, no podemos hacer del dinero un dios, ídolo falso, a quien podemos llegar a sacrificar la vida. En este Evangelio Jesús nos enseña el sentido cristiano del uso del dinero.

Lucas las coloca en ete contexto para formar una pequeña unidad alrededor del uso correcto de los bienes de esta vida y para ayudar a entender mejor el sentido de la parábola del administrador deshonesto (Lc 16,1-8).

c) Comentario: vv. 1-2: Los personajes de la parábola son bien identificables: - Un hombre rico que en último término es el mismo Señor, rico en misericordia, que tiene un proyecto de vida y felicidad para el hombre. Esa es la riqueza que nos entrega para que la administremos.


- Un administrador, que en definitiva somos cada uno de nosotros. El Señor nos ha confiado una misión. Nos quiere compartir lo invaluable: su amor y su vida. Podemos leer la realidad de nuestra existencia a partir de esta parábola para encontrar el sentido que ella tiene. ¿Defraudó el administrador a su amo o renunció a lo que a él le correspondía de sus ganancias cuando rebajó las deudas de los acreedores para congraciarse con ellos y abrirse un camino para un futuro digno para él? Es posible entenderlo también así. Jesús expone la parábola del administrador sabio y sagaz: un hombre, acusado por su excesiva avidez, de alguna manera ya insostenible, se encuentra en un momento decisivo y difícil de su vida, pero consigue utilizar todos sus recursos humanos para convertir en bien su clamoroso fallo. El administrador es amenazado de despido. El ejemplo, sacado del mundo del comercio y del trabajo, habla por sí solo. Alude a la corrupción que existía. El dueño descubrió la corrupción y decidió despedir al administrador deshonesto. Este, de repente, se ve en una situación de emergencia y obligado por las circunstancias imprevistas a encontrar una salida para poder sobrevivir. Cuando Dios se hace presente en la vida de una persona, allí, de repente, todo cambia y la persona entra en una situación de emergencia. Tendrá que tomar una decisión y encontrar una salida. Como este hijo del mundo ha sabido discernir sus intereses, así también lo hijos de la luz deben aprender a discernir la voluntad de amor y de don del Padre a ellos para vivir como Él.

vv. 3-4: ¿Qué hacer? ¿Qué salida tomar? “Se dijo entre sí el administrador: ¿Qué haré ahora que mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza”. Y empieza a reflexionar para descubrir una salida. Analiza, una por una, las posibles alternativas: cavar o trabajar la piedra para sobrevivir, pero para esto no tiene fuerzas. Mendigar le da vergüenza. Analiza las cosas. Calcula bien las posibles alternativas. “Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea destituido del cargo me reciban en sus casas”. Se trata de garantizar su futuro. El administrador deshonesto es coherente con su modo de pensar y de vivir.

vv. 5-7: Realización de la solución encontrada. “Y llamando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ` ¿Cuánto debes a mi señor?' Respondió: `Cien medidas de aceite.' Él le dijo: `Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.' Después dijo a otro: `Tú, ¿cuánto debes?' Contestó: `Cien cargas de trigo.' Dícele: `Toma tu recibo y escribe ochenta. ". Dentro de su total falta de ética el administrador fue coherente. El criterio de su acción no es la honestidad y la justicia, ni el bien del dueño de quien va a depender para vivir y sobrevivir, sino su propio interés. El quiere la garantía de tener a alguien que lo reciba en su casa.

v. 8: El Señor elogió al administrador deshonesto. Y ahora viene la conclusión desconcertante: «El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad, pues los hijos de este mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz». Hay una contraposición que debemos tener presente. Los de


este mundo son más astutos que los hijos de la luz. ¿Qué los hace diversos? La manera como enfrentan sus compromisos en la vida. Unos, los mundanos, actúan con cuidado y responsabilidad, incluso parecen vivir en la frontera de lo permitido. Los otros, los hijos de Dios, que es el Padre de las luces, no siempre dan primacía a los compromisos que su relación vital con Dios les pide. Y ya nos podemos plantear el interrogante: ¿A qué grupo pertenecemos? ¿Qué nos guía? ¿La simple razón o la luz divina de la fe? Jesús no alaba el robo, sino la presencia de espíritu del administrador. Sabe calcular bien las cosas y sabe encontrar una salida, cuando de repente se ve sin trabajo. Así, como los hijos de este mundo saben ser expertos en sus cosas, así los hijos de la luz deben aprender de ellos a ser expertos en la solución de sus problemas, usando los criterios del Reino y lo los criterios de este mundo. «Sean expertos como las serpientes y simples como las palomas» (Mt 10,16).

v. 9: Usar bien el dinero injusto «Yo les digo: Háganse amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, los reciban en las eternas moradas». Otros traducen «riqueza inicua». Jesús quiere hacer comprender que también la riqueza deshonesta e injusta, que es la de este mundo, si se utiliza para el bien conduce a la salvación. Háganse amigos sirviéndose de los bienes de este mundo. Así puede expresarse lo que el Señor dice. En comparación con Dios todos los bienes del mundo pueden recibir un calificativo pesimista. Pero también pueden ser fuente de bien cuando son usados a favor de los necesitados. Es la invitación que nos hace el Señor: un recto uso de los bienes terrenos.

Para Lucas, el dinero no es algo neutral, es injusto, es inicuo. En el Antiguo Testamento, la palabra más antigua para indicar al pobre ( ani) significa empobrecido. Viene del verbo ana, oprimir, rebajar. Esta afirmación, evoca la parábola del administrador deshonesto, cuya riqueza era inicua, injusta. Aquí se hace patente el contexto de las comunidades del tiempo de Lucas, esto es, de los años 80 después de Cristo. Inicialmente, las comunidades cristianas surgieron entre los pobres (cf. 1Co. 1,26; Gál 2,10). Poco tiempo después fueron entrando personas más ricas. La entrada de los ricos trajo consigo problemas que están evidenciados en los consejos dados en la carta de Santiago (St. 2,1-6;5,1-6), en la carta de Pablo a los Corintios (1Cor 11,20-21) y en evangelio de Lucas (Lc 6,24). Estos problemas se fueron agravando al final del siglo primero, como atestigua el Apocalipsis en su carta a la comunidad de (Ap 3,17-18). Las frases de Jesús que Lucas conserva son una ayuda para aclarar y resolver este problema.

vv. 10-12: Ser fiel en lo pequeño y en lo grande. «El que es fiel en lo insignificante, lo es también en lo importante; y el que es injusto en lo insignificante, también lo es en lo


importante. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién les confiará lo verdadero? Y si no fueron fieles con lo ajeno, ¿quién les dará lo de utedes?». Esta frase aclara la parábola del administrador deshonesto. El no fue fiel. Por esto fue sacado de la administración. Hoy ocurre algo similar. Hay personas que dicen palabras muy lindas sobre la liberación, pero que en casa oprimen a la mujer y a los hijos. Son infieles en las cosas pequeñas. La liberación en lo macro empieza en lo micro, en el pequeño mundo de la familia, de la relación diaria entre las personas. Jesús explica que los bienes de este mundo no están condenados, sino que hay que estimarlos por el valor que tienen. Se llaman «mínimos», son «el poco» de nuestra vida, pero estamos llamados a administrarlos con fidelidad y atención, porque son medios para entrar en comunión con los hermanos y por tanto con el Padre.

v. 13: No pueden servir a Dios y al dinero. Y hay otra oposición en la lectura del evangelio: Dios y el dinero. No se trata del dinero en cuanto tal. La parábola lo califica como dinero injusto, en el sentido de falsas riquezas, y le da el nombre de un ídolo, de un dios falso. Es el dinero cuando se hace primario en la vida y se convierte en un dios, en un ídolo al que hay que servir y al cual se sacrifica la tranquilidad e incluso la existencia. Se torna entonces en un opositor de Dios, en una fuerza que puede oprimir y causar mal a los hermanos. Nuestro Dios y ese dinero son incompatibles entre sí: Ninguno puede servir a dos amos… No pueden servir a Dios y al dinero injusto. Servir a Dios trae la plena realización de la vida y hace encontrar la libertad en su verdadero sentido. Servir al dinero injusto vuelve esclavo al hombre hecho para ser libre. La primera lectura, tomada del profeta Amós, nos lo muestra de forma dolorosa: Escuchen los que exprimen al pobre, despojan a los menesterosos, los que hacen trampa en las medidas, aumentan los precios, compran por dinero al pobre y al mísero por un par de sandalias… Son palabras de Dios que parecen subversivas pero nos revelan del dolor de Dios ante la condición del rico que oprime y del pobre que sufre.

Jesús es muy claro en su afirmación: «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y desdeñará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero». Cada uno tendrá que optar. Tendrá que preguntarse: «¿A quién, o qué, pongo en el primer lugar en mi vida: a Dios o al dinero?» En lugar de la palabra «dinero» cada cual puede colocar otra palabra: carro, empleo, prestigio, hacienda, bienes, casa, imagen, De esta opción dependerá la comprensión de los consejos que siguen sobre la Providencia Divina (cfr. Mt. 6,25-34). No se trata de una opción


hecha sólo con la cabeza, sino de una opción bien concreta de la vida que abarca también actitudes.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? No servir a las riquezas El Evangelio nos muestra el peligro que tiene la riqueza y cómo fácilmente se convierte en un instrumento de poder y, y tarde o temprano, de opresión. En definitiva, la riqueza tiende a esclavizar a quien la posee, porque lo convierte en servidor de la propia riqueza.

Algunos puntos

de la enseñanza de este pasaje del evangelio según San

Lucas:

Primero:

Lo que está en cuestión no es tener o no tener dinero, sino cómo

usamos el dinero. De acuerdo con el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia, el dinero

está para ser compartido con los necesitados.

El dinero está para servir a causas buenas. Este es el sentido de «hacerse amigos con el dinero en las moradas eternas».

Segundo:

El dinero es el signo y la expresión del trabajo humano. El trabajo

humano es más importante que el dinero. Poner el dinero en primer lugar y el trabajo en segundo, en cualquier sistema económico, es deshumanizar el trabajo y corromper el verdadero sentido del dinero.

Tercero: En el fondo, la cuestión fundamental sobre el dinero es la cuestión del sentido de la vida y sobre dónde está nuestro corazón. En el mundo sin ser del mundo Pero el cristiano vive inserto en un mundo donde los criterios de su fe no son seguidos y, por el contrario, son quebrantados. Está en un mundo caracterizado por la violencia del más fuerte o del más astuto, un mundo como el que describe Amós en su época. El Señor nos invita a buscar con audacia los mejores caminos, teniendo

siempre como norte la obra salvadora del mundo en que vivimos y donde somos testigos de su amor por todos, en especial por los más desprotegidos. Nos habla de la responsabilidad en el manejo de los bienes ajenos para llegar a la conclusión de que, por nuestras ambiciones desmedidas, no podemos hacer del dinero un dios, ídolo falso, a quien podemos llegar a sacrificar la vida. Nos quejamos de la corrupción de los encargados de administrar los bienes de la nación. ¿Tiene esa actitud una


dimensión solamente social o tiene que ver con la responsabilidad cristiana del creyente en Jesús? La enseñanza del Señor acentúa la manera como el discípulo debe actuar en el mundo, consciente de sus responsabilidades de creyente, apelando incluso a la sagacidad en el vivir. Respecto de la riqueza (dinero, talentos, capacidades), somos simples administradores de bienes recibidos de Dios, para la perfección propia y de los demás en sus necesidades materiales y culturales.

El administrador fiel... En la parábola de Lucas se repite por siete veces el término «administrador» o «administración», que viene a ser así la palabra clave del pasaje y del mensaje que el Señor quiere dejarme. Trato ahora de buscar en las Escrituras algunas huellas, o una luz que me ayude a entender mejor y a verificar mi vida, mi administración que el Señor me ha confiado. En el Antiguo Testamento se encuentra varias veces esta realidad, sobre todo referida a las riquezas de los reyes o a las riquezas de las ciudades o imperios: en los libros de las Crónicas (o Paralipómenos), por ejemplo, se habla de administradores del rey David (1Cr. 27,31; 28,1) y así también en los libros de Ester (Est. 3,9), Daniel (Dn. 2,49; 6,4) y Tobías (Tb. 1,22) encontramos administradores de reyes y príncipes. Es una administración del todo mundana, ligada a las posesiones, al dinero, a la riqueza, al poder; o sea, ligada a una realidad negativa, como la acumulación, la usurpación, la violencia. Es, en resumen, una administración que acaba, caduca y engañosa, aun cuando se reconozca que ella sea, en cierta medida, necesaria para el desarrollo de la sociedad. El Nuevo Testamento, al contrario, nos introduce de pronto en una dimensión diversa, más elevada, porque mira a las cosas del espíritu, del alma, cosas que no terminan, que no se cambian con el mudar de los tiempos y de las personas. San Pablo dice: «Cada uno se considere como ministro de Cristo y administrador de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere en los administradores es que cada uno resulte fiel» (1Co. 4, 1s) y Pedro: «Cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1Pe. 4,10). Por tanto comprendemos que nosotros somos unos administradores de los misterios y de la gracia de Dios, a través del instrumento pobre y miserable que es nuestra misma vida; en ella nosotros estamos llamados a ser fieles y buenos. Pero este adjetivo «bueno»” es igual al que Juan usa refiriéndose al pastor, a Jesús: «kalós», a saber, bello y bueno. Y ¿por qué? Simplemente porque ofrece su vida al Padre por las ovejas. Esta es la única verdadera administración que se me confía en este mundo, para el mundo futuro.

El administrador «sagaz» Es posible que la lectura del evangelio de este domingo nos haya causado un poco de extrañeza y malestar. Vivimos en un mundo de corrupción y nos puede quedar la sensación


de que el administrador corrupto sea tratado con cierta benevolencia. No olvidemos que estamos ante una parábola y no ante un hecho histórico que lleve nombres propios. Lo importante en el texto es por tanto la lección que el Señor nos quiere dar en lo que concierne a nuestra responsabilidad y nuestro papel en la salvación del mundo. Cuando Jesús dirige esta parábola a sus discípulos va camino de Jerusalén. No es una marcha de ángeles sino de hombres y mujeres sujetos a necesidades cotidianas: alimentarse, alojarse, descansar. Vivimos entonces en una tensión ante dos realidades que nos tocan íntimamente en nuestra condición de habitantes del mundo en el discurrir del tiempo, y nuestra fundamental vocación a trascender la vida y llegar a Dios. Mucho discernimiento y buen juicio necesitamos para no equivocarnos en las opciones que debemos hacer: ni descuidar nuestro compromiso de construcción del mundo en que vivimos, ni olvido y negligencia ante nuestra vocación de hijos de Dios y de testigos de su presencia en el mundo.

4. ORACIÓN con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Señor, Dios nuestro, Tú eres el verdadero tesoro, el único capaz de llenar el corazón humano. Tú levantas del polvo al desvalido y por Ti puede sentarse el pobre en la asamblea de los santos. Tú estás en todo lugar donde hay fidelidad y honradez, donde no han puesto su trono el poder aplastante y el dinero. No podemos olvidar que tus pobres no han alcanzado justicia todavía, que se siguen aumentando los precios y disminuyendo las medidas; que el rico sigue comprando al pobre por dinero y vendiendo para amontonar tesoros. Pero Tú nos invitas, por tu Apóstol, a orar con manos limpias de ira y divisiones, por todos, para que todos reaccionemos y nos decidamos a ser libres para servirte a Ti. Amén.


5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? Jerarquía de valores.

no era admisible un sistema económico que se despreocupa de los más necesitados, que deja sin trabajo a una parte de la población o les da un trabajo con un salario que ni llega al mínimo indispensable. Y un dirigente empresarial respondió Cuando Juan Pablo II estuvo en el Brasil dijo que

diciendo que las palabras del Papa eran muy hermosas pero irrealizables, porque las leyes de la economía obligan a preocuparse más del dinero que de los hombres. A la luz de la Palabra que hemos proclamado y meditado, ¿qué podemos decir nosotros? Es preciso para el cristiano tener claridad en lo fundamental. Para el Señor en la parábola es claro: «Ningún siervo puede servir a dos amos». Más de una vez tendrá que agradar a uno con desagrado del otro. Por eso: «ustedes no pueden servir a Dios y al dinero». No hay un rechazo al valor de los bienes temporales pero hay una jerarquía de valores.

Relación con la Eucaristía Celebramos el gran don de Dios: la salvación que exige libertad interior. Que nada nos ate, para estar libres en los planes de Dios y sepamos compartir, como en esta mesa de hermanos.

Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. ¿Cuál es el lugar del dinero en mi vida; un lugar relativo o absoluto? 2. ¿Considero la práctica de la justicia social como parte de la práctica religiosa? 3. Si Jesús dice que n o se puede servir a Dios y al dinero, ¿qué opciones políticas y sociales tendremos que hacer los cristianos? 4. ¿De qué modo nos inquietan las alternativas económicas? 5. ¿Qué es lo que rige mi pensamiento y por consiguiente, mis elecciones, mis acciones de cada día y mis relaciones? 6. ¿sé que la verdadera sabiduría está escondida en la misericordia? 7. ¿De quién quiero ser siervo? ¿En casa de quién quiero vivir? ¿Junto a quién quiero vivir mi vida?

Carlos Pabón Cárdenas, CJM. Libro virtual: O:


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