El testimonio de los cristianos AMBIENTACION Si el domingo pasado el Señor nos decía que seríamos felices siguiendo el camino de las bienaventuranzas, hoy nos ofrece una misión a realizar: ser como la sal y como la luz en medio del mundo. Un cristiano: en su familia, en su trabajo, en su ambiente, tiene que dar «gusto y sabor» a la existencia humana y a la vida. Al mismo tiempo, tenemos que ser como «una Luz» que ilumine y oriente el camino hacia Dios.
1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Espíritu Santo, ven a animarnos para que sepamos escuchar la Palabra como palabra de vida para que ella sea la norma constante en nuestro vivir diario. ¿A quién vamos a acudir? Sólo Jesús tiene palabras de vida eterna: enséñanos, oh Santo Espíritu, a estar siempre atentos a su llamada. Queremos trabajar a la luz de la Palabra; concédenos prudencia, valor, solidaridad y sabiduría, para ser testigos de la Luz entre nuestros hermanos y quienes nos rodean. Amén.
2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto? Is. 58,7-10. «Romperá tu luz como la aurora» La primera lectura es una llamada a cumplir los preceptos fundamentales de convivencia y armonía dentro del pueblo de Dios El sufrimiento compartido y la solidaridad entre los hombres son la señal de la presencia de Dios en medio del pueblo. La justicia y la solidaridad serán como «la luz de Dios» en el mundo. La voz del profeta para proclamar que la culpa del fracaso y decadencia del pueblo no es de Dios sino del mismo pueblo. Los ayunos y los sacrificios que el pueblo hace no son los que Dios quiere. Es preciso partir el pan con el
hambriento, desterrar la opresión y abrir el camino a la justicia de Dios.
Entonces el Señor estará con el pueblo y ese pueblo «brillará como la aurora del amanecer». Y solamente entonces será agradable a Dios el culto que se le ofrece. Esta lectura es muy importante para entender qué significa el testimonio o ejemplo del cristiano. El profeta subraya la importancia de compartir con los necesitados; la importancia de la misericordia que evita el egoísmo, la injusticia, o simplemente el hecho de ignorar a nuestro prójimo en necesidad. Y cuando damos testimonio de los valores cristianos, nos hacemos luz para los demás. El profeta entiende de un modo muy concreto y vivencial el simbolismo de la «luz»: seremos luz para los demás si compartimos el pan con ellos, si hospedamos al que no tiene techo, si vestimos al desnudo, si evitamos toda opresión o amenaza o maledicencia. Esto lo dice en la sección en que habla del ayuno, que no tiene que ser ritualismo vacío, sino ir acompañado de las obras. Además, asegura que entonces sí nos escuchará Dios si le suplicamos, y nos dirá «aquí estoy».
Sal. 112(111): «El justo brilla como una luz» El salmo refleja la misma perspectiva: «el que es justo, clemente y compasivo, en las tinieblas brilla como una luz», pero sólo si «reparte limosna a los pobres y su caridad es constante, sin falta». En un mundo egoísta, en que cada uno mira por lo suyo, la misión que tiene un creyente es salir un poco de sí mismo y ayudar a los demás, con una palabra oportuna, con el ejemplo de coherencia y entrega. Además, empezando por casa. Jesús dirá en el evangelio que esa luz debe alumbrar a todos los de casa
1Cor. 2,1-5. «Les anuncié el misterio de Cristo crucificado» Ante quienes buscan un hablar deslumbrante o una sabiduría humana desbordante, San Pablo ofrece el anuncio de la salvación mediante la humilde y desconcertante figura de Cristo crucificado. La fe arraiga en las personas y en los pueblos por la fuerza del Espíritu y no por la fuerza de la palabra de quien la expone o por la sabiduría de quien la predica. No le resultó nada fácil a Pablo evangelizar a los habitantes de aquella sociedad pagana de Corinto. Pero apoyado, no en sabidurías humanas ni en cualidades personales, sino en «el poder del Espíritu», «el poder de Dios», anunció valientemente a Cristo Crucificado. El Apóstol explica aquí cómo el testimonio cristiano -que es el tema central de la liturgia de hoy- no viene tanto de nuestro empeño, inteligencia, o posición social, sino del poder amoroso de Dios que actúa y dirige nuestras vidas. Pablo hace una confesión de humildad. Cuando fue a Corinto y se quedó allí evangelizando a los que iban a formar la comunidad cristiana de aquella ciudad
pagana, se presentó ante los griegos "débil y temeroso", y no se apoyó en elocuencias y sabidurías humanas, sino en "el poder del Espíritu" o "el poder de Dios". Toda la carta a los Corintios está llena de una fina ironía (no olvidemos que Corinto era ciudad griega, y los griegos eran los "sabios" y los "prudentes" en el conjunto de los pueblos de entonces). Para Pablo no es la ciencia la que salva, sino la caridad. Por eso se presenta él mismo como "no sabio" según las medidas humanas griegas. Él sólo sabe, y lo afirma valientemente ante los sabios griegos, "a Jesucristo, y a este crucificado".
Mateo 5,13-16. «Ustedes son la sal de la tierra.. la luz del mundo»
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO (Mc. 9,50; Lc. 14,34-35) R/. Gloria a Ti, Señor. 13
«Ustedes son la sal de la tierra. Mas si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la salará?» Ya no sirve para nada más que para ser tirada fuera y pisoteada por los hombres... (Mc. 4,21; Lc. 8,16; 11,33; cfr. Jn. 8,12) 14
Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. 15 Tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre ue está en los cielos. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús
Secuencia de los Domingos del Tiempo Ordinario - A
RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO a) El Contexto: Sermón del Monte = Mt. 5 - 7 Los cuatro versículos del evangelio de este domingo (Mt 5,13-16) se encuentran entre las ocho bienaventuranzas (Mt 5,1-12) y la explicación de cómo hace falta entender la Ley transmitida por Moisés (Mt 5,17-19). Después viene la nueva lectura que Jesús hace de los mandamientos de la Ley de Dios (Mt. 5,20-48). Jesús pide considerar la finalidad de la ley que según Él se contiene en estas palabras: «Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial» (Mt. 5,48) ¡Jesús nos pide imitar a Dios! A la raíz de esta nueva enseñanza de Jesús, se encuentra la nueva experiencia que Él tiene del Padre. Observando así la ley, seremos Sal de la tierra y Luz del mundo. El evangelio de Jesús es un mensaje que el mundo de hoy tampoco tiene muchas ganas de escuchar. Más bien quieren palabras bonitas y con sabidurías más o menos persuasivas desde el punto de vista humano. Después de las bienaventuranzas, Jesús sigue enseñando qué debe aportar un seguidor suyo en este mundo. Ciertamente no podemos interpretar las bienaventuranzas como una invitación a una actitud resignada y pasiva. Las dos afirmaciones que hoy leemos son muy concretas: un cristiano debe ser sal y luz en su ambiente, testigo y profeta en medio del mundo. Esta perícopa está íntimamente unida a lo anterior: sólo quien asuma en su vida el compromiso de las bienaventuranzas podrá ser sal y luz del mundo. Ellas, a través del cristiano, darán al mundo el sabor cristiano («sal») y lo iluminarán («luz»).
b) Comentario: v. 13: La sal La «sal» se refiere al sabor cristiano inconfundible: el de Jesucristo. Y lo protege de la corrupción (cfr. Jb. 6, 6). Además en la Biblia la sal se usaba en los pactos para hacerlos duraderos: Nm. 18, 19; 2Cr. 13, 5. El discípulo que no da el sabor de Jesucristo al mundo, como la sal, merece ser echado fuera (Lc. 14, 34-35). Ahora es el mismo Jesús que habla sobre nuestro deber de dar testimonio como cristianos. El Señor, en el Evangelio de hoy nos ofrece una imagen de lo que debe ser el cristiano en su ambiente. Todos sabemos lo que significa la sal para los alimentos y la luz para la vida. Jesús nos dice: ustedes tienen que ser como la sal y como la luz. El cristiano debe «condimentar» el ambiente en el que vive: ha de ser sal. Y la sal a veces consistirá en sembrar paz, alegría, compañía, consuelo, esperanza. Otras veces tendrá que dar sentido a situaciones especiales, acontecimientos peculiares, a sacar de dudas o tambaleos, porque debe ser luz.
En aquel ambiente, con el calor que hacía, la gente y los animales necesitaban consumir mucha sal. La gente iba consumiendo la sal que el abastecedor dejaba en grandes bloques en la plaza pública. Al final lo que sobraba quedaba esparcido como polvo en tierra, y había perdido el gusto. «Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres». Jesús evoca esta costumbre para aclarar a los discípulos y discípulas la misión que deben realizar. Los cristianos como personas, como familias, como grupos o comunidades. Pueden ser una pequeña porción de una mayoría, pero unos pocos buenos cristianos pueden hacer las cosas mejor para esa mayoría. Unas pocas buenas familias cristianas pueden mejorar la vida familiar en su medio. Unos pocos trabajadores cristianos pueden cambiar el ambiente en una fábrica. Y así sucesivamente. Pero si los cristianos no viven de acuerdo con su fe, su ambiente se hace cada vez más corrupto.
vv. 14-16: La luz El tema de la «luz» pasa por toda la Biblia: desde Gn 1, 3-4 hasta Ap 22, 5. El Señor es «mi luz» (Sal. 27, 1; 1Jn. 1, 5); Cristo es la luz (Jn. 8, 12) y el cristiano es luz. Su oficio es iluminar, dar al mundo la luz que es salvación, gozo eterno, vida, fecundidad, dones venidos de Dios y de Cristo. La comparación de la luz va acompañada de otra comparación: la ciudad que se halla situada en un lugar visible, para orientar a los viajeros. La comparación es obvia. Nadie enciende un candelabro para colocarlo bajo un celemín. Una ciudad puesta en lo alto de un monte no consigue permanecer oculta. La comunidad debe
ser luz, debe iluminar. No debe tener miedo de mostrar el bien que hace. No lo hace para ser vista, pero lo que hace, puede y debe ser visto. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Así debe ser una comunidad: no puede encerrase en sí misma.
«Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos»
3. MEDITACION: ¿QUE NOS DICE el texto? El Testimonio cristiano A- LA SAL «Ustedes son la sal de la tierra» ¿Qué significa? Se supone que la sal da un mejor sabor a la comida, que la mejora. Pero la sal es sólo unos pequeños granos; con todo, se puede mezclar con toda la comida y hacerla mejor. Pero si por alguna razón la sal pierde sabor, no sirve para nada. La tiramos, y la comida, por su parte, sufre: no hay manera de mejorar su sabor. La sal condimenta y da sabor a las comidas. Una comida sin un poco de sal sin exagerar, que los médicos nos recomiendan cuidar la tensión- no apetece. Una comida sin sal es como un día sin sol, reza el dicho popular. La sal también preserva de la corrupción. Lo que ahora hace la cámara frigorífica para conservar los alimentos, lo ha hecho desde siempre la sal. Desde siempre se ha visto en la sal una dimensión simbólica respecto a la vida, a la sabiduría, al gusto, a la purificación. En el AT se prescribía que las víctimas ofrecidas corno signo de alianza tuvieran sal: «sazonarás con sal toda oblación que ofrezcas... no permitas nunca que falte la sal de la alianza de tu Dios» (Lv. 2,13). También ha sido siempre la sal símbolo de la hospitalidad y acogida: ofrecer el pan y la sal es acoger amablemente en casa al forastero. Otras veces se interpreta en la Biblia la sal como ese sabor o gracia que debe existir en nuestra convivencia fraterna: «tengan sal en ustedes y tengan paz unos con otros» (Mc. 9,50); «que su conversación sea siempre
amena, sazonada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene» (Co.l 4,6). Por todo ello no nos extraña que Jesús, en el pasaje de hoy, nos diga que tenemos que ser «sal de la tierra». Estos simbolismos han hecho que la sal encontrara un lugar en el lenguaje sacramental del bautizo cristiano.
Desde antiguo, en bastantes culturas, a los recién nacidos se les daba sal, tal vez como signo de la sabiduría, o de la incorrupción que se les deseaba. Lo mismo ha pasado en la celebración del Bautismo: la sal en la boca se ha conservado hasta la última reforma, y podría muy bien continuar usando su lenguaje expresivo en las culturas que lo crean conveniente. Toda la Iglesia en medio del mundo, y cada comunidad local y cada cristiano en su propio ambiente, debemos ser «sal de la tierra». Sal de sabiduría humana y cristiana, de amabilidad y de humor. Sal que contagia sabor y gracia a la vida. Sal que es un poco de alegría y humor y amor e ilusión en la convivencia humana. El cristiano puede contribuir calladamente (la sal no se impone ni usa violencia) a dar a una familia o una comunidad un gusto de evangelio, que en el fondo es un valor cristiano y radicalmente también humano. También puede ser que, a veces, tengamos que ser sal que denuncia los males, recordando a la sociedad que debe preservar de la corrupción los valores fundamentales.
B- LA LUZ a) Cristo, Luz del mundo En la Biblia la luz ha sido siempre símbolo del bien, del amor, de la verdad, de la felicidad. Es a Dios mismo a quien radicalmente se aplica este simbolismo, ese Dios «que habita en una luz inaccesible», ese Dios «que es luz, y en él no hay tiniebla alguna». De una manera especial se aplica este lenguaje a Cristo, que es «la luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn. 1,9), como dice Juan en el prólogo de su evangelio. O como afirmó el anciano Simeón, presentando al Niño como «luz para iluminar a las naciones» (Lc. 2,32). Lo dijo el mismo Jesús: «yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Frase que repetimos hoy como antífona del aleluya antes del evangelio. El Credo llama a Cristo «luz de luz». Y uno de los himnos más conocidos de las primeras generaciones le canta así: «Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste».
b) Los cristianos, luz del mundo Estamos muy acostumbrados al simbolismo cristológico de la luz, porque el mismo Jesús se presenta como luz del mundo. También en nuestras celebraciones hacemos uso simbólico -y no sólo práctico- de la luz: las velas encendidas sobre el altar, la lámpara del sagrario, el Cirio pascual que se enciende en «la noche de la luz», la Vigilia Pascual, y luego en los bautizos y exequias. En las lecturas de hoy se dirige este simbolismo a la vida misma del cristiano: es la persona del creyente la que tiene que ser luz para los demás. Esto nos lo dicen
el profeta en la primera lectura y Jesús en el evangelio. El mismo que dijo «yo soy la luz del mundo», dice también «ustedes son la luz del mundo... alumbre así su luz a los hombres para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre». «Ustedes son la luz del mundo». ¿Qué quiere decir? La luz en un lugar tiene dos funciones, por lo menos. Disipar la obscuridad; en un cuarto obscuro no podemos orientarnos, cometemos errores y nos sentimos solos. Con luz sentimos la compañía de otros, podemos funcionar y es más fácil evitar errores. El testimonio cristiano juega este papel en su ambiente, en un sentido espiritual, por supuesto. La luz también inspira, da brillo a las cosas y a la gente, irradia alegría. De la misma manera los cristianos, aun sin darse cuenta, deben irradiar esas cualidades morales y espirituales. Iluminados por Cristo, nos convertimos en iluminadores de los demás. Algo así como pasa con la luna, nuestro satélite, que, iluminada por el sol, se convierte en luz para nuestras noches. Jesús completa esta metáfora de la luz con dos comparaciones más. Una ciudad debe ser visible, en lo alto de una colina, para orientar a los peregrinos. Y una lámpara no debe esconderse, sino que pueda iluminar todos los rincones de casa. Los cristianos somos invitados a ser luz para los demás. No se trata de encender una vela, o regalar lámparas o pilas eléctricas. Se trata de que «seamos luz» nosotros mismos, con nuestra vida, para los que nos rodean y nos ven, testigos de esperanza y del verdadero sentido de la vida, en medio de una sociedad secularizada en la que se está perdiendo el sentido de Dios. Que seamos luz para tantas personas desorientadas, que viven en crisis, en la oscuridad o en la penumbra.
Signos de luz ¿Cómo será luz para el mundo el pequeño grupo de discípulos, gente sencilla, sin pretensiones y sin mucha esperanza para el propio futuro? Con su modo de vivir la espera del Reino: pobres, puros de corazón, operadores de paz, perseguidos. Así los discípulos se convierten en fuente de la nueva moralidad, hacen comprender qué quiere decir hombre moral hoy. El pueblo de Dios y cada uno de nosotros debe ser consciente de su función de levadura moral en el mundo, de tener que iluminar el camino a otros hombres como la estrella de Belén de la que Mateo dice que produce una grande alegría. He aquí la responsabilidad confiada a cada uno de nosotros, he aquí la misión de la Iglesia hoy. La Iglesia, en su humildad, pobreza y mansedumbre, en su predilección para con los pobres y los humildes, en su amor por la paz, es signo luminoso para el mundo.
Decía Pablo VI: «Nosotros debemos gustar este estupendo fenómeno, esta luminosidad déla Iglesia en el mundo de hoy. Debemos descubrir su aspecto mesiánico».
4. ORACION: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Dios que habitas en la luz eterna, creador de la luz-vida y de la luz-amor, benditos seas por todas las luces que iluminan nuestras vidas en el conocimiento, la verdad y la vida. Te damos gracias porque has hecho que nosotros seamos, a través de Jesucristo, sal de la tierra y luz del mundo. A pesar de que con frecuencia desnaturalizamos la sal de la conversión y escondemos la luz de la misión, aquí estamos, Padre, en tu presencia. Nuestra confianza y esperanza están puestas en tu Hijo y Señor nuestro, Jesús, porque partió su pan, el pan de su cuerpo, con el hambriento. El es nuestra Luz, nuestra aurora. Apareció en medio de la noche, Proclamó la Buena Nueva a la luz del día, Y en una noche fue traicionado. Permítenos irradiar la Luz de CristoHijo, y que se refleje siempre en el nuestro para los demás. Amén. 5. CONTEMPLACION – ACCION: ¿QUE NOS PIDE HACER la PALABRA? Luz para los demás Todos necesitamos a alguien que nos ilumine, que nos aconseje, que responda a nuestras dudas. El día del Bautismo se encendió una vela, tomando la luz del Cirio pascual de Cristo. Cada año, en la Vigilia Pascual, entramos en la iglesia con una vela encendida en la mano. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa.
Aparte de las comparaciones, que podrían parecer un poco poéticas, ¿qué significa que un creyente debe ser luz para los demás? Las lecturas de hoy orientan este lenguaje hacia la vida concreta, hacia el efecto que produce en los demás nuestro estilo de actuación. En el evangelio el mismo Jesús habla de que los demás «vean sus buenas obras». Pero es en la lectura profética donde se nos concreta más qué significa ser luz para los demás, y por eso la han elegido, porque viene a darnos la clave para interpretar lo que dice Jesús: seremos luz para los demás, no tanto por lo que sabemos y decimos, sino por lo que hacemos. Uno esperaría que se nos invitara a ser «sabios» y así ayudar con nuestra ciencia a los demás, o bien, que se nos recordara la obligación del culto o de la oración. No es por ahí por donde Isaías orienta su mensaje. Su aplicación es existencial, no intelectual. Los ejemplos que enumera él no se refugian en la poesía, son bien concretos y valen exactamente igual ahora que hace dos mil quinientos años: partir el pan con el que no tiene, no oprimir a nadie, no hablar mal de nadie, sobre todo de nuestro hermano, no cerrarse a nadie, hospedar a los sin techo, no adoptar nunca un gesto amenazador... Parece una versión antigua de lo que siempre hemos llamado «obras de misericordia». Sólo entonces seremos luz. Sólo el que ama es luz para los demás. Sólo entonces podremos pedir que Dios nos escuche también a nosotros. El profeta nos ha dicho: «no te cierres a tu propia carne». La caridad empieza por la propia familia o comunidad. No se trata de que todos seamos «lumbreras» que suscitan la admiración y el aplauso de todos. No se trata de «deslumbrar» con nuestros talentos a los demás. Se trata de «alumbrar», de
ayudar con nuestra luz a que otros también tengan luz. Nuestro compromiso hoy También hoy, la comunidad cristiana -desde el Papa hasta los misioneros y los catequistas y todo cristiano que quiere dar testimonio de su fe- se podría decir que se presenta ante la sociedad, como Pablo, «débil y temerosa», sin grandes ilusiones. Eso sí, también como Pablo, apoyada en la fuerza de Dios. No tuvo grandes éxitos Pablo en Grecia. No tiene muchos éxitos la Iglesia de hoy en muchas ocasiones. Pero la fuerza de Dios se manifiesta en lo débil y en lo humilde, en la fragilidad de nuestras personas. Pablo fue en verdad luz y sal para Corinto. Evangelizador, constructor de una comunidad, anunciador incansable de Cristo Jesús, crucificado y resucitado. Cada cristiano es llamado, no sólo a vivir él en la luz, a ser «hijo de la luz», sino también a ser luz para los demás. Una familia cristiana puede ser luz y sal para otras familias de la misma escalera o para los compañeros de trabajo. Que sea
conocida porque «siempre van a Misa», pero también, porque
«siempre están
dispuestos a ayudar a los demás». A veces, dice el Señor, la sal se vuelve «sosa». Cuando escondo mi fe, cuando tengo miedo de mostrar mi criterio cristiano, cuando no doy testimonio de mi esperanza, estoy siendo «sal sosa, sin sustancia, simple y pura apariencia». Cuando no solamente buscamos «nuestro bien» o «nuestra salvación» sino que ofrecemos nuestra búsqueda a los demás o presentamos el gozo de estar viviendo el Evangelio de Jesús, estamos siendo luz para los demás.No olvidemos lo que nos dice el Señor: que la sal no se vuelva sosa en nosotros, y que la
luz no se encienda para esconderla.
Relación con la Eucaristía La Eucaristía es motor de nuestra vida. Sí, un cristiano es sal y luz. Pero corre el peligro que corren la sal y la luz, según Jesús. La sal a veces se desvirtúa, se echa a perder y ella misma se vuelve «insípida» (el término griego indica «necia») y entonces ¿para qué sirve? Y si la luz o la lámpara se esconde, ¿a quién aprovecha? En la Eucaristía tenemos la mejor fuente de la sabiduría, de la luz y de la sal, para que después, en la vida, podamos ser eso mismo para los demás .
Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. Piense en ejemplos que conozca de cristianos que hayan tenido una buena influencia en su medio. 2. Piense en situaciones que son muy malas por falta de presencia cristiana. 3. ¿Llevamos alegría a nuestro alrededor o prefer¬mos causar nerviosismos, tristezas, y descargar sobre los demás nuestros malhumores y nuestros temores? 4. ¿Nos damos cuenta que se nos pide, a nosotros bautizados y confirmados, ser estrella del Señor, difusores de la verdadera alegría? 5. ¿Sabemos ser signo de luz aun para los hombres venidos de lejos, para la gente de cultura, de extracción, de mentalidad distinta? 6. ¿Sabemos ser luz irrefragable con la claridad de nuestras obras que proclaman la verdad del Evangelio?
P. Carlos Pabón Cárdenas,CJM.
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