Santa maria madre de dios 1° enero a

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María y la paz del mundo AMBIENTACION Estamos reunidos para celebrar la Eucaristía como lo hacemos en otras muchas ocasiones. Pero no cabe duda que hoy es un día muy especial. Es el día primero de un nuevo año. No se distinguirá mucho del resto de los 365 días de cualquier año. Pero tiene un significado especial. El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz. ¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130(129) encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Abramos el año 2017 con dicha actitud de confianza.

1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, a despertar el corazón de la Iglesia, para que el Pueblo de Dios, atento a la Palabra, celebre con gozo la presencia salvadora de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Revive en nosotros la actitud con que la Iglesia, a lo largo de su vida, bajo la guía del Magisterio, ha escuchado la Palabra que la invita a recibir al Señor que viene a visitar a su Pueblo. Prepáranos para encontrar en la Palabra la paz que necesitamos para apagar los odios y las discordias y poner fin a la violencia. Amén.

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Nm. 6, 22-27: «El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestre su rostro radiante» La Liturgia inicia el primer día del año, Octava de Navidad, con esta solemne bendición, con la que el Pontífice de Israel despedía al Pueblo congregado para el sacrificio


vespertino. La breve lectura que hacemos hoy, es un bello texto de los primeros libros de la Biblia. Los sacerdotes ofrecían incienso en el llamado "altar de los perfumes", por la mañana y por la tarde. Y, al salir, bendecían al pueblo. Es una bendición muy apropiada para nosotros en el día primero del nuevo año. La fórmula de bendición no pide a Dios bienes materiales, sino que se pide la gracia de Dios, la benevolencia y la paz. El nombre de Dios ha de ser invocado, no como un talismán mágico en caso de necesidad, sino como símbolo de las buenas relaciones de Dios con el pueblo y con cada uno de nosotros. Pedir que «brille sobre nosotros la luz del rostro de Dios» es pedir su amor y benevolencia: «¡Alza sobre nosotros la luz de tu Rostro!» (Sal 5, 7). «Haz que alumbre a tu siervo tu Rostro. jSálvame por tu amor!» (Sal 31, 17). Esta fórmula de bendición sacerdotal, se cumplió plenamente en María, verdadera «Hija de Sión»: El Señor estuvo con ella, desde el principio, le dio su paz, fue la «llena de gracia». La mirada dulce, amorosa y paternal de nuestro Padre-Dios, nos traerá la paz y la bendición. El rito de la bendición se fundamenta en la eficacia de la Palabra de Dios. Al bendecir en nombre de Dios, se actualizan sus promesas de ayuda y presencia en nosotros. Iniciar el año con esta bendición sacerdotal constituye un compromiso de fidelidad a Dios y, a la vez, nos coloca bajo el amor misericordioso del Señor. Nuestra Madre, la Virgen Maria, fue bendecida por Dios y por eso le llamamos la «llena de gracia».

Sal. 67(66): «El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros» Este salmo es difícilmente clasificable. Se trataría de una oración de la comunidad que implora la bendición de Dios. El salmo quiere unir a otros pueblos a esta tarea de la alabanza que Israel ha asumido como consecuencia de su fe, o sea, quiere asociar a los pueblos a la misma fe. Un soplo de universalidad atraviesa todo el salmo. Si es verdad que el salmista no se cansa de proclamar que la bendición de Dios descansa sobre Israel, es también verdad que la bendición israelita es como una semilla plantada en el mismo corazón de la historia y está llamada a convertirse en un árbol enorme y universal. «El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros» (v. 2): El salmista tiene presente la poderosa actividad vital de Dios en la famosa bendición del libro de los Números: «Que el Señor te bendiga y te proteja; que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad; que el Señor te mire con amor y te conceda la paz» (Nm. 6, 24-26). Preguntémonos:¿Qué Dios estamos presentando a la gente? ¿El Dios del miedo? ¿El Dios de la tristeza? ¿El Dios de la lejanía?


Ga. 4, 4-7: «Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo, nacido de mujer» En su mensaje de la Carta a los Gálatas San Pablo nos da uno de los mejores fundamentos bíblicos de la Maternidad espiritual y universal de María: Cristo, Hijo de Dios, nace súbdito de la Ley, inserto en la Historia de la Salvación (solidaridad con los judíos); nace de Mujer (solidaridad con toda la raza humana). La Mujer de quien es Hijo este Hermano nuestro es también Madre nuestra. Si somos hijos de Dios en Cristo, somos a la vez hijos de María en Cristo. Orígenes (escritor cristiano alejandrino del siglo II dC. ) nos lo dice en unas palabras muy expresivas: «No teniendo María otro hijo que Jesús, cuando el Maestro dice: “He ahí a tu hijo” y no dice “Este es también tu hijo”, es como si dijese: he ahí el Jesús que has engendrado; porque todo perfecto cristiano no vive ya su vida natural, sino que Cristo vive en él. Y porque Cristo vive en él se dice de él a María: «Este es tu Hijo, Cristo» (Rv. 14, 31). El Concilio de Efeso (año 431 dC) meditó profundamente este antiguo texto paulino, que se refiere a María sin nombrarla: «Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su hijo, nacido de mujer». S. Pablo señala que «el nacido de mujer» era el hijo de Dios. En este texto paulino se señala también la gracia, el don que nos trae a los hombres la Encarnación: «el ser hijos por adopción». Hijos con todos los derechos. Y es la «gracia litúrgica» que debe lograrse en estas celebraciones de la Navidad. Como dice San Pablo, en el capitulo siguiente al que leemos en la misa de hoy, los frutos de quienes se dejan guiar por el Espíritu serán: el amor, la alegría, la paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de si mismo. Si vivimos gracias al Espíritu, procedamos, también, según el Espíritu (Ga. 5, 22-25). Es un buen programa para comprometernos a realizarlo en el transcurso de los días del nuevo año.

Lc. 2, 16-21: «María conservaba y meditaba todo en su corazón»

Proclamación del Evangelio de Jesucristo Según San Lucas 16

Fueron [los pastores] a toda prisa y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño. 18 Y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. 19 María, por


su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. 20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se les había dicho. 21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús, el que le dio el antes de que fuera concebido.

Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Re-leamos el texto para interiorizarlo: a) Contexto: En el Evangelio de hoy, tres puntos se destacan como fundamentales: * vv. 16-18: los pastores, que acogen el anuncio que se les hace y, una vez confirmada su realidad, la proclaman a todos, * v. 19: la madre María, que guarda todas estas cosas en su corazón, signo de una fe reflexiva y que va madurando en su interior, * v. 21: y el nombre que se le pone a Jesús, que significa «Dios salva» En el evangelio de Lucas notamos una diferencia significativa entre el nacimiento de Jesús y el nacimiento de Juan Bautista. Juan nace en su casa, en su tierra, en medio de sus parientes y vecinos y es acogido por todos. (Lc 1,57-58). Jesús nace desconocido, fuera del ambiente familiar y de los vecinos, fuera de su tierra. “ No había puesto para ellos en el mesón”. Debió ser dejado en un pesebre (Lc 2,7). Colocamos nuestro texto (Lc 2,16-21) en el amplio contexto de la visita de los pastores (Lc 2,8-21). Ciertamente que todo esto es el resumen del misterio y acontecimiento de la Navidad: Jesús nace como Salvador; su mensaje se va proclamando a todos; y es un mensaje que hay que conservarlo en el corazón. Quien acepta este mensaje se hace colaborador de Dios en la construcción de un mundo más justo y pacifico. La salvación de Dios entraña armonía y paz, por eso al «enviado de Dios» se lo llama «Principe de la Paz».

b) Una organización del texto:


vv. 16-18: Los pastores van a Belén y cuentan la visión de los ángeles vv. 19-20: Comportamiento de María y de los pastores ante los hechos v. 21: La circuncisión del pequeño Jesús y el nombre

b) Comentario: vv. 16-18: En la narración evangélica notemos: Los Pastores de Belén adoran al Mesías. Son las «primicias» de los infinitos adoradores. La humildad, la sencillez, la pobreza, la austeridad son disposiciones que preparan el corazón a la fe. Ellos no se escandalizan por la pobreza del Mesias pobre. Se cuenta que los pastores, al regresar, «manifestaron lo que se les había dicho acerca de este niño» (v. 17: ἐγνώρισαν περὶ τοῦ ῥήματος (peri tou rematos) = informaron acerca de la palabra). Es interesante notar que los pastores no manifestaron lo que habían visto, sino «la palabra». v. 19-20: El versículo 19 es una fina indicación. María oye atenta cuanto dicen los pastores y capta atenta todos los signos y acontecimientos. El Corazón de la Madre es el mejor archivo y la mejor biblioteca de los recuerdos y de los misterios del Hijo. Lucas ha bebido en buena fuente. Los devotos de la Virgen crecen en el conocimiento y amor de Cristo. ¡Y cuanto nos revelara María en el cielo! =>: Además, se dice que María, por su parte, «guardaba todas estas cosas»; pero el texto griego dice: «María guardaba todas estas palabras» (τὰ ῥήματα = ta remata). Esto, y lo que ijimos ede los pastores, nos muestra que este acontecimiento de la Navidad de Jesucristo se nos presenta como una palabra que hay que ver, una palabra que hay que proclamar, manifestar; una palabra que hay que meditar y guardar, conservar. Lo cual quiere decir que la Navidad es una palabra, un acontecimiento que habla, un hecho con significado, cuyo sentido hay que interpretar y entender, más allá de lo que vemos o de lo que nuestros sentimientos vagamente perciben en sí mismos, repercutiendo impresiones del pasado. ¡La Navidad nos habla! María cobra un particular relieve en este texto lucano. En el contexto anterior de la presentación en el templo, ella aparece como Madre carnal de Jesús. Es lo que señala S. Pablo también en la lectura anterior. Pero aquí se señala otra relación entre Jesús y María: la de la fe. «María conservaba y meditaba todo en su corazón ». Es una actitud de fe adulta. Una fe reflexiva está muy cerca de ser eficaz. Lo fue en María. En efecto, ¿no fue esta fe reflexiva-activa la que alabó Jesús en su Madre?: «Más bien, dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc. 11, 28).


Así comentó San Agustín, en sentido mariológico, estas citas evangélicas: «Más feliz es María por la fe en Cristo que por la concepción de su humanidad. Ni siquiera su parentesco le hubiera servido de nada si no hubiera llevado a Jesús con más alegría en su corazón que en su vientre». Los pastores se levantan y van para ver los hechos y verificar en ellos la señal que se les había dado por el ángel, y después, vuelven a sus rebaños glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído. v. 21: De acuerdo con una norma de la Ley, el pequeño Jesús es circuncidado el octavo día después de su nacimiento (cf Gén 17,12). La circuncisión era una señal de pertenencia al pueblo. Daba identidad a la persona. En esta ocasión cada niño recibía su nombre (cf Lc 1,59-63). El niño recibe el nombre de Jesús que le había sido dado por el ángel, antes de ser concebido. El ángel había dicho a José que el nombre del niño debía ser Jesús «él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21). El nombre de Jesús es Cristo, que significa Ungido o Mesías. Jesús es el Mesías esperado. Un tercer nombre es Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt 1,23). ¡El nombre completo es Jesús Cristo Emmanuel! Por la circuncisión, Jesús, hijo de Abaham, se solidariza con una raza pecadora. Es entonces cuando se le impone el nombre de Jesús revelado por el cielo a María y a José. Jesús significa Dios Salva; va a tener el sentido más pleno en el desarrollo de la obra de Cristo.

3. MEDITACION: ¿QUÉ NOS DICE el texto? Comencemos nuestra meditación de la Palabra con una reflexión que nos ilumina el sentido de esta fiesta: «La tierra ha dado su fruto: La tierra es la Santa Madre de Dios, María, que viene de nuestra tierra, de nuestra semilla, de este barro, de este terreno, de Adán... Ella ha dado su fruto… ¿Quién sabe qué fruto?. El Señor desde una esclava; un Dios desde el hombre; el Hijo desde la Madre, el fruto de la tierra, el grano de trigo caído en la tierra y resucitado en muchos hermanos» (San Jerónimo). Maria, aparece en esta prerrogativa de Madre de Dios, como lugar de encuentro del hombre con Dios y de Dios con el hombre. Un mundo sin Dios, seria pronto un mundo sin hombres. Estaría la humanidad a merced del más fuerte, de la ley de la selva, de la violencia y la destrucción. En María, los hombres deben encontrar a Dios y sentirse hermanos los unos de los otros en Cristo Jesús.


María es el signo de la presencia de Dios en medio de los hombres. Un Dios con el que la humanidad debe contar para construir el mundo, en la verdad, la justicia y la paz. No se puede emplear el nombre de Dios para destruir a los hombres. Se ha dicho que si el mundo fuera gobernado por las mujeres, sería un mundo sin armas, sin guerras, sin violencia, porque la mujer encarna todo lo que es amor, ternura, calor fraternal y de hogar. Es cierto, además, que son muchas las mujeres, en la actualidad, que tienen en sus manos la responsabilidad de gobierno de sus pueblos, y, si n embargo, los enfrentamientos sangrientos no cesan. Es que no basta ser hombre o mujer para hacer la paz. Hace falta capacitarse, como factor activo de paz, por la transformación interior, que está exigiendo la fe cristiana y por el compromiso y la lucha externa, que exigen las injustas situaciones. Esa fe que brilla en esa actitud reflexiva de María, según comenta el evangelio de hoy nos ilumina y nos hace ver a qué compromisos por la paz y el bien común nos debe llevar nuestra fe cristiana. Desde luego, vistos los fracasos de la diplomacia humana, la paz no puede lograrse sin tener en cuenta a Cristo y su mensaje. Y María, en esta Jornada mundial por la paz, nos lleva a Jesús. El es el Salvador, de las personas y del mundo. Hagámonos más permeables a su influencia, sobre todo a las exigencias del Mandamiento Nuevo del amor.

La «No violencia» El Papa Francisco propuso la no violencia como «un típico ejemplo de valor universal que se encuentra en el Evangelio de Cristo», que es el camino que debe convertirse en el estilo de vida a seguir «en el presente y el futuro» para lograr la paz. «Mientras los traficantes de armas hacen su trabajo, hay pobres constructores de paz que dan la vida sólo por ayudar a una persona, a otra, a otra»; para estos constructores de la paz, Madre Teresa es «un símbolo, un icono de nuestros tiempos... Si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia. Es parte de aquella alegría que presenté, en marzo pasado, en la Exhortación apostólica Amoris laetitia, como conclusión de los dos años de reflexión de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.. ... Con urgencia suplico que se detenga la violencia doméstica y los abusos a mujeres y niños. El Jubileo de la Misericordia, concluido el pasado mes de noviembre, nos ha invitado a mirar dentro de nuestro corazón y a dejar que entre en él la misericordia de Dios. ... La construcción de la paz mediante la no violencia activa es un elemento necesario y

coherente del continuo esfuerzo de la Iglesia para limitar el uso de la fuerza por medio de las normas morales, a través de su participación en las instituciones internacionales y gracias también a la aportación competente de tantos cristianos en la elaboración de normativas a todos los niveles.


Jesús mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña...

Todos podemos ser artesanos de la paz»

(Papa FRANCISCO: Mensaje para Jornada mundial de la Paz 1 enero 2017

4. ORACION: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Te bendecimos, creador del universo, y te damos gracias por el nuevo año amanecido. Un tiempo viejo ha pasado y hoy estrenamos un año nuevo. Sentimos el envejecimiento y deseamos todos la renovación. Tu eres «el que es, el que era, el que vendrá» y tu Hijo Jesús es «el mismo ayer, hoy y por la eternidad». Gracias porque Tú no envejeces, ni sufres las acometidas del tiempo. Ante Ti «un día es como mil años, y mil años como un día». Nos alegra el año nuevo, porque se renueva la esperanza. Hoy deseamos regocijarnos en Ti. Te damos gracias, porque nos deparas un año de posibilidades, de proyectos, de deseos renovados. Constantemente queremos pasar de lo viejo a lo nuevo, de lo caduco a lo estable, de lo falso a lo verdadero. Nuestra vida es una continua tensión entre el presente ya pasado y el futuro ya presente. Te damos gracias por aquel momento, año primero de la historia, en el que «se cumplió el tiempo» y enviaste a tu Hijo, «nacido de una mujer», para rescatar a quienes estaban en la opresión. Te damos gracias por los primeros testigos, los pastores de Belén,


para quienes la noche se convirtió en aurora y el año viejo en nueva vida. Bendito seas por la Virgen, mujer nueva, portadora del Salvador, «bendita entre las mujeres». Ella nos introdujo secretamente a Jesús y estuvo al pie de la cruz. Envíanos en el año nuevo tu Espíritu renovador, el mismo Espíritu que a María cubrió con su sombra, el mismo Espíritu que desea recrear todas las cosas, inaugurando siempre un tiempo nuevo. Acuérdate de quienes en el pasado año vinieron a este mundo, de quienes pasaron al «siglo futuro», de quienes se comprometieron en tu nombre a quererse mutuamente sin condiciones. Padre de misericordia, concédenos la salvación de nuestros pecados, particulares y colectivos, contra la paz. Te pedimos perdón por los pecados de soberbia, de opresión al débil, de explotación al trabajador. Imploramos tu misericordia por los pecados de violencia, por la crueldad de las guerras, por los enfrentamientos étnicos, por la intransigencia religiosa. Perdónanos por tantas vidas suprimidas, por el aborto voluntario, por la pasión política, por el uso de las armas. Tú, que nos ha hecho hijos de adopción, escucha nuestras oraciones por la paz, para que cesen las guerras, para que la paz sea un hecho en nuestro mundo perturbado.


Concede que los responsables de las naciones, especialmente nuestros dirigentes que asumen en este primer día del año la responsabilidad de regir los destinos de nuestros departamentos y ciudades, promuevan el diálogo fraterno, la justicia, y respeten el derecho a la vida de todos los ciudadanos y ciudadanas. Te pedimos que nunca la religión sirva de bandera a la guerra, ya que Tú, Dios vivo y verdadero, quieres la paz con justicia social. Haz que la Iglesia y los cristianos seamos signo de amor y solidaridad entre los hombres. Por tu Hijo, el Señor Jesús, Salvador de los hombres, que vino a traer la paz a «todos los hombres de buena voluntad», danos la paz, que sólo nosotros no podemos lograr. Amén 5.

CONTEMPLACION-ACCION: PALABRA?

¿QUÉ

NOS

PIDE

HACER

la

El primer día del año se abre a la luz de esta solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Y con un anhelo en el mundo: la paz. Por eso, como un saludo de felicitación, trasmitámonos este deseo: Que el Señor nos bendiga, y nos proteja, que El conceda su favor a todas nuestras empresas que buscan el bien común y da la paz a nuestro mundo. Pero hace falta que examinemos nuestra vida y veamos si realmente vivimos comprometidos en la construcción activa de la paz. Bendecidos en el nombre divino de Jesús tendremos la paz. Que así sea en este nuevo año «cristiano» que comenzamos: «Que invoquen mi Nombre sobre los hijos de Israel y Yo les bendeciré» (Nm. 6, 27). Acaso, en el día primero del nuevo año, podamos hacernos muchas preguntas sobre los deseos y aspiraciones que viven en nosotros.


¿Aumentaremos nuestro nivel de vida y nuestro confort, pero seguirá empequeñeciéndose nuestro corazón? Tendremos tiempo para trabajar, para poseer, para disfrutar, ¿lo tendremos también para crecer como personas? ¿Tendremos tiempo para Dios? Y, sin embargo, ese Dios al que arrinconamos día tras día entre tantas preocupaciones y distracciones, es el que puede infundir una existencia nueva a nuestra vida. ¿Cristo es, para nosotros, la verdadera bendición que se nos anunciaba en la 1ª. lectura de hoy. Que su presencia en nosotros nos impulse a «conservar su mensaje en nuestro corazón» como María, y a proclamarlo con alegría y sin miedo, como lo hicieron los pastores. Una bendición y una proclamación que serán semilla de paz.

Relación con la Eucaristía En la Eucaristía del primer día del nuevo año, damos gracias al Señor por el año que hemos cerrado, y pedimos su bendición para el año que ahora empezamos a vivir. A lo largo del año que hemos terminado se habrán ido acumulando en nosotros muchas cosas que ahora sería bueno tirar por la ventana para comenzar el nuevo año más limpios y despejados. Seria bueno desprendernos de: rencores, rencillas, injusticias, odios, falta de fraternidad, de amistad, de generosidad, excesivo afán por nuestras cosas con olvido de las de Dios, de las de los demás. Comenzamos la 1ª. Eucaristía del nuevo año pidiendo perdón a Dios por todas nuestras infidelidades y pidiendo a la Virgen María, Madre de Dios, que nos ayude a responder al Señor con la misma actitud de fe que ella tuvo. Así seremos constructores de la Paz a lo largo del nuevo año.

Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Sé agradecer a Dios los frutos de la tierra que, con tanta generosidad me regala? 2. ¿Me gusta bendecir a Dios cuando me pongo a la mesa para comer los alimentos? 3. ¿Simpatizo con el espíritu abierto y universal del salmo? 4. ¿Vivo a gusto en el grupo o comunidad que Dios me ha asignado? 5. ¿Me dejo iluminar la vida por Dios para transmitir luz, serenidad, confianza y alegría al mundo que me rodea?

P. Carlos Pabón Cárdenas,eudista

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