Introducción
A
lo largo de la historia siempre ha existido un anhelo de monumentalidad que “surge de la eterna necesidad del hombre de crear símbolos en los que se reflejen sus acciones y destino” (Sert, Léger & Giedion, 2015, p. 199), una manera que tenemos todos los seres humanos de evocar y preservar la memoria. Por otro lado, la RAE expresa que, el símbolo es “la representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada” afirmando con esto, que es la representación visible de una idea. Hasta aquí, se considera el símbolo como una expresión social que surge de la interpretación de un objeto o imagen determinada. Esa expresión social y representación mental, apoyada en elementos formales y de significación del mensaje gráfico, tiene como testigo para su consolidación, la ciudad colombiana, que entre las décadas de 1940 y el 1950 pretendía convertir el aspecto rural de estas en grandes centros urbanos modernos. Además, la llegada de la industrialización provocó la implantación de nuevas formas de habitar, trabajar y vivir; ciudades como Medellín se ven obligadas a recibir una idea de sociedad desconocida hasta el momento que obligó a reflexionar sobre los espacios arquitectónicos y las transformaciones urbanas que se ejecutarán en adelante; este hecho provocó un crecimiento demográfico desbordante que ocasiona entre muchas problemáticas la evolución del símbolo edilicio.
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Estructuras de Apariencia