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En tiempo de lucha
DOMINGO, 4 DE DICIEMBRE, 2022
Por Benjamin Thiel
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[Énfasis añadido en todo el texto.]
Desde el triste momento en que nuestros primeros padres dejaron su hogar en el jardín, la esperanza de todo creyente ha sido ver el día en que terminen el pecado, el sufrimiento y el dolor, y podamos regresar por fin a nuestro hogar celestial. La vida aquí en este mundo de pecado tiene muchas luchas, pruebas y tentaciones con las que cada persona debe luchar. Teniendo en cuenta esto, Job escribió: “El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores” (Job 14:1). Más adelante en la historia, cuando se enfrentó a muchos desafíos, David exclamó: “Porque mi alma está hastiada de males, y mi vida cercana al Seol” (Salmos 88:3).
A lo largo de la historia, los hombres y las mujeres han luchado contra las dificultades físicas, las cuestiones financieras, los problemas de relacionamiento, las batallas de la mente o las emociones, y las luchas por la salud o la supervivencia. Sin embargo, en todas estas luchas hay una bendita esperanza. Aunque a veces la mano de la fe sea débil, aunque a veces luchemos contra la desesperación, la duda o la depresión, de alguna manera, incluso en medio de las tinieblas, podemos aferrarnos a las maravillosas promesas de Dios.
“Las potestades de las tinieblas rodean el alma y ocultan a Jesús de nuestra vista, y a veces no podemos hacer otra cosa sino esperar entristecidos y asombrados hasta que pase la nube. A veces estos momentos son terribles. Parece faltar la esperanza, y la desesperación se apodera de nosotros. En estas horas angustiosas debemos aprender a confiar, a depender únicamente de los méritos de la expiación, y en toda nuestra impotente indignidad confiar enteramente en los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Nunca pereceremos mientras hagamos eso, nunca.” 1
¡Qué maravillosa promesa! Incluso en los más sombríos momentos de dificultades, aunque hayamos fracasado en nuestro camino cristiano, si acudimos a él con toda nuestra indignidad, entonces Jesús, el que nos defiende, nuestro Salvador, nuestro Intercesor, no nos rechazará. Él nos toma como somos, con toda nuestra indignidad indefensa. Nunca, jamás, te dejará perecer, porque él es el que perdona “todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmo 103:3), incluso la terrible enfermedad del pecado.
Ahora, en esta última hora de la historia de la tierra, con las nubes de tormenta acumulándose a nuestro alrededor, Jesús sigue en pie intercediendo por nosotros. Podemos llevarle nuestro caso y estar seguros de que si le confiamos todo a él, estará con nosotros hasta el final.
“Nuestra gran necesidad es en sí misma un argumento, y habla elocuentemente en nuestro favor. Pero se necesita buscar al Señor para que haga estas cosas por nosotros. Nos dice: ‘Pedid, y se os dará.’ Y ‘el que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también de pura gracia, todas las cosas juntamente con él?’ Mateo 7:7; Romanos 8:32.” 2
“La sangre de Jesús está rogando con poder y eficacia por los que están apostatando, por los que son rebeldes, por los que pecan contra la gran luz y el amor. Satanás está a nuestra diestra para acusarnos, y nuestro Abogado está a la diestra de Dios para rogar por nosotros. Él nunca ha perdido un caso que le ha sido entregado. Podemos confiar en nuestro Abogado porque presenta sus propios méritos en favor de nosotros. Oíd su oración antes de que fuera traicionado y juzgado. Escuchad su oración por nosotros, pues nos mantenía en su recuerdo.” 3
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19).
EL TIEMPO DE ANGUSTIA
Cuando se navega en alta mar puede haber muchas dificultades. A menudo, algunas de las mayores dificultades se presentan al acercarse a la orilla. A veces, al viajar en barcos grandes o pequeños, me he mareado mucho y he deseado volver a tierra firme. Pero cuando por fin se vislumbra la tierra, la última parte del viaje suele ser aún más turbulenta. El peligro de los rompientes, las corrientes y las rocas puede amenazar con la muerte o la destrucción en cualquier momento. Para desembarcar en el lugar adecuado y con seguridad, hay que fijar el rumbo y preparar el barco o la lancha mucho antes de desembarcar para evitar que se estrelle contra la orilla. Así, en el viaje de nuestra vida, podemos estar hartos de este mundo de pecado y sufrimiento y anhelar el llegar finalmente al cielo. Al mirar hacia delante, nos damos cuenta gozosamente de que nos acercamos a la orilla celestial. Pero la última parte del viaje tiene peligros para los que hay que prepararse con mucha antelación. Nuestro rumbo y preparación determinarán cómo nos desenvolveremos en el tiempo de lucha que se avecina. ¿Estamos preparados para el desembarco final con todas sus turbulencias? ¿Cómo nos preparamos?
ADVIRTIENDO A LOS DEMÁS
Hoy en día todavía hay oportunidad para que los seres humanos se acerquen a Jesús, el gran Sumo Sacerdote, y experimenten el perdón y la paz que él ofrece gratuitamente. Podemos prepararnos para el tiempo de lucha compartiendo el mensaje de salvación con el mundo que nos rodea mientras dure el último tiempo de gracia.
“Hay muchos que están tranquilos, que están como dormidos. Dicen: ‘Si la profecía ha predicho la imposición de la observancia del domingo, la ley seguramente será promulgada’, y habiendo llegado a esta conclusión se sientan en tranquila expectativa del evento, consolándose con el pensamiento de que Dios protegerá a su pueblo en el día de angustia. Pero Dios no nos salvará si no nos esforzamos por hacer la obra que nos ha confiado. Debemos ser hallados fielmente [cumpliendo nuestro deber como] soldados en guardia, no sea que Satanás obtenga una ventaja que es nuestro deber impedir.
“Debemos estudiar diligentemente la Palabra de Dios, y orar con fe para que Dios sujete los poderes de las tinieblas, porque hasta ahora el mensaje ha llegado comparativamente a pocos, y el mundo ha de ser iluminado con su gloria. La verdad presente —los mandamientos de Dios y la fe de Jesús— aún no ha sido difundida como debe serlo. Hay muchos casi a la sombra de nuestras propias puertas por cuya salvación no se ha hecho nunca ningún esfuerzo personal.
“No estamos preparados para el momento en que nuestra labor deba concluir… La controversia por el sábado abrirá el tema ante el pueblo, y se dará una oportunidad para que sean presentados los requerimientos del genuino sábado…
“Es momento de que el pueblo de Dios trabaje como nunca antes, debido al aumento de la maldad. El pueblo temeroso de Dios y observador de los mandamientos debe ser diligente, no sólo en la oración, sino en la acción; y esto llevará la verdad ante los que nunca la han oído. El mundo está sobrecargado de falsedad e iniquidad, y aquellos a quienes Dios ha hecho depositarios de su ley y de la religión pura de Jesús deben estar decididos a dejar brillar su luz.” 4
DEPENDIENDO HABITUALMENTE DE DIOS
Se ha dicho acertadamente que el carácter se revela en una crisis. Para mantenernos firmes en la crisis que se avecina, debemos acostumbrarnos cada día a depender de Dios mediante la fe. La reacción humana natural a los problemas es preocuparse, quejarse, luchar, esconderse o huir. En lugar de hacer cualquiera de estas cosas, nuestra acción o hábito repetido a menudo debería ser ponernos de rodillas y luchar con Dios en oración mediante la fe.
“Los tiempos de apuro y angustia que nos esperan requieren una fe capaz de soportar el cansancio, la demora y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos a fin de que se preparen para aquel momento. Jacob prevaleció porque fue perseverante y resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él. Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos, a luchar desesperadamente ante Dios y a orar mucho y con empeño para obtener su bendición, no lo conseguirán. ¡Cuán pocos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las facultades del alma! Cuando olas de indecible desesperación envuelven al suplicante, ¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebrantable a las promesas de Dios!
“Los que sólo ejercitan poca fe, están en mayor peligro de caer bajo el dominio de los engaños satánicos y del decreto que violentará las conciencias. Y aun en caso de soportar la prueba, en el tiempo de angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque no se habrán acostumbrado a confiar en Dios. Las lecciones de fe que hayan descuidado, tendrán que aprenderlas bajo el terrible peso del desaliento.” 5
¡TENIENDO NUESTROS PE- CADOS PERDONADOS!
Se acerca el momento en que Jesús arrojará el incensario en el santuario celestial y se pronunciarán las siguientes palabras: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Apocalipsis 22:11).
A fin de permanecer firme durante el tiempo de lucha, cuando Jesús ya no interceda por cada uno de nosotros en el santuario celestial, es esencial, por la gracia de Dios, que nuestros pecados sean borrados mediante la sangre del Cordero. “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4:7).
“Afligen sus almas ante Dios, recordándole cada uno de sus actos de arrepentimiento de sus numerosos pecados y la promesa del Salvador: ‘¿Forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí haga paz conmigo.’ Isaías 27:5. Su fe no decae si sus oraciones no reciben inmediata contestación. Aunque sufren la ansiedad, el terror y la angustia más desesperantes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se aferró al ángel; y de sus almas se exhala el grito: ‘No te soltaré hasta que me hayas bendecido.’
“Si Jacob no se hubiese arrepentido previamente del pecado que cometió al adueñarse fraudulentamente del derecho de primogenitura, Dios no habría escuchado su oración ni le hubiese salvado la vida misericordiosamente. Así, en el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún inconfesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado; la desesperación acabaría con su fe y no podría tener confianza para rogar a Dios que le librase. Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio; y no puede recordarlos.
“Todos los que tratan de excusar u ocultar sus pecados, dejándolos sin confesar y sin haber sido perdonados en los registros del cielo, serán vencidos por Satanás… Los que tardan en prepararse para el día del Señor, no podrán hacerlo en el tiempo de la angustia ni en ningún momento subsiguiente. El caso de los tales es sin esperanza. “Los cristianos profesos que llegarán sin preparación al último y terrible conflicto, confesarán sus pecados con palabras de angustia consumidora, mientras los impíos se reirán de esa angustia. Esas confesiones son del mismo carácter que las de Esaú o de Judas. Los que las hacen lamentan los resultados de la transgresión, pero no su culpa misma. No sienten verdadera contrición ni horror al mal. Reconocen sus pecados por temor al castigo; pero, lo mismo que Faraón, volverían a maldecir al cielo si se suspendiesen los juicios de Dios.” 6
“Jacob no se dejó apartar. Sabía que Dios era misericordioso y apeló a su misericordia. Se remontó a su dolor pasado y al arrepentimiento de sus errores, e insistió en su petición de ser librado de la mano de Esaú. Así continuó su insistencia durante toda la noche. Al repasar sus errores pasados, se sintió casi desesperado. Pero sabía que debía recibir ayuda de Dios o perecer. Se aferró al ángel, e insistió en su petición con clamores agonizantes y sinceros, hasta que prevaleció. Así sucederá con los justos. Al repasar los acontecimientos de su vida pasada, sus esperanzas casi se hundirán. Pero al darse cuenta de que se trata de un caso de vida o muerte, clamarán fervientemente a Dios, y apelarán a él en relación con su dolor pasado y su humilde arrepentimiento de sus muchos pecados… Así ofrecerán a Dios sus fervientes peticiones día y noche.” 7
Ahora es el momento de reconciliarse con Dios y pedir perdón por nuestros pecados. Ahora es el momento de abandonar las cosas que nos impiden hacer una entrega total a Dios.
PERDIENDO NUESTRA NATURALEZA TERRENAL
Durante el último tiempo de lucha, todo lo terrenal —cualquier apego a esta tierra— será consumido. En nuestro diario caminar cristiano cuando miramos a Jesús, nuestro Amigo, nuestro Hermano Mayor, nuestro Intercesor, nuestro todo, nosotros también perdemos nuestro apego a las cosas terrenales. Las cosas que tenemos aquí, son sólo herramientas para servir a nuestras necesidades, las necesidades de los demás y la causa de la verdad. Buscamos una ciudad que tiene fundamentos, cuyo constructor y hacedor es Dios. Aunque este debe ser nuestro enfoque de por vida durante el tiempo de lucha, cualquier último apego físico a este mundo debe desaparecer.
“Aquellos que son colaboradores con Dios, no participarán en actividades meramente por diversión. No estarán buscando su propio gozo y felicidad… La gran obra de la redención será su suprema consideración. La comida, la bebida y el vestido; las casas y tierras, serán de interés secundario.” 8
“En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de turbas enfurecidas, y en aquel entonces no podrán deshacerse de sus bienes para hacer progresar la causa de la verdad presente. Me fue mostrado que la voluntad de Dios es que, antes que venga el tiempo de angustia, los santos se libren de cuanto los estorbe y hagan pacto con Dios por medio de sacrificio. Si ponen sus propiedades sobre el altar y preguntan fervorosamente a Dios cuál es su deber, les enseñará cuándo habrán de deshacerse de aquellas cosas. Entonces estarán libres en el tiempo de angustia y no habrá trabas que los detengan.” 9
“Deberíamos aprender ahora a conocer a Dios, poniendo a prueba sus promesas. Los ángeles toman nota de cada oración ferviente y sincera. Sería mejor sacrificar nuestros propios gustos antes que descuidar la comunión con Dios.” 10
“La historia de Jacob nos da además la seguridad de que Dios no rechazará a los que han sido engañados, tentados y arrastrados al pecado, pero que hayan vuelto a él con verdadero arrepentimiento. Mientras Satanás trata de acabar con esta clase de personas, Dios enviará sus ángeles para consolarlas y protegerlas en el tiempo de peligro. Los asaltos de Satanás son feroces y resueltos, sus engaños terribles, pero el ojo de Dios descansa sobre su pueblo y su oído escucha su súplica. Su aflicción es grande, las llamas del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero el Refinador los sacará como oro purificado por el fuego. El amor de Dios para con sus hijos durante el período de su prueba más dura es tan grande y tan tierno como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad, para que la imagen de Cristo se refleje perfectamente.” 11
EL TIEMPO DE LA LUCHA TERMINÓ
Gracias a Dios que el tiempo de lucha llegará a su fin con una maravillosa seguridad de parte de Dios mismo. Entonces “los justos en su angustia mental…” claman “a Dios día y noche para verse libres de la mano de los impíos que los rodearán”. 12 Dios escucha su oración y sus súplicas, y la voz de Dios, como la de muchas aguas, estremece los cielos y la tierra. Los edificios son conmovidos y destruidos. “Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto. Cuando Dios señaló el tiempo, derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, y nuestros semblantes se iluminaron refulgentemente con la gloria de Dios, como le sucedió a Moisés al bajar del Sinaí.” 13
La mensajera del Señor describe además: “Entonces oí un grito triunfal de victoria, fuerte, musical y claro. Miré a la compañía que, poco antes, estaba en semejante angustia y esclavitud. Su cautiverio había cambiado. Una luz gloriosa brillaba sobre ellos. ¡Qué hermosos se veían entonces! Todas las marcas de preocupación y cansancio habían desaparecido, y la salud y la belleza se veían en todos los rostros. Sus enemigos, los idólatras que los rodeaban, cayeron como muertos; no pudieron soportar la luz que brillaba sobre los santos liberados. Esta luz y esta gloria permanecieron sobre ellos, hasta que Jesús fue visto en las nubes del cielo, y la fiel y probada compañía fue transformada en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, de gloria en gloria. Se abrieron los sepulcros, y los santos salieron, revestidos de inmortalidad, gritando: ‘Victoria sobre la muerte y el sepulcro’; y junto con los santos vivos fueron arrebatados para encontrarse con su Señor en el aire, mientras ricas y musicales exclamaciones de gloria y victoria se oían en cada lengua inmortal.” 14
Hermanos y hermanas, tenemos ante nosotros un futuro maravilloso, pero ya es hora de prepararnos para la tempestad y el tiempo de lucha antes del acercamiento final a la orilla celestial. Al examinar nuestra vida, ¿estamos preparados para afrontar este tiempo que nos espera? Con amor por las almas que nos rodean, ¿estamos dando con fervor la advertencia final a la gente como deberíamos? ¿Tenemos la costumbre de depender completamente de Dios o nos apoyamos en algún puntal terrenal? Podemos sentirnos totalmente indignos, pero no debemos quedarnos sin perdón; la sangre de Jesús borrará nuestros pecados. En este momento, ¿has acudido a Jesús? ¿Estás lavado en la sangre del Cordero? Sigamos al Cordero, y al fijar nuestros ojos en Jesús, nuestro apego a las cosas terrenales, a las cosas que pronto pasarán, se desvanecerá en la insignificancia. ¡Que Dios nos ayude a hacer esta preparación para el tiempo de lucha! ‰
Referencias:
1 Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. , 278.
2 El Camino a Cristo, p. 95.
3 Comentario Bíblico ASD [Comentarios de E. G. de White], tomo 7, p. 960.
4 The Ellen G. White 1888 Materials, pp. 502, 503.
5 El Conflicto de los Siglos, p. 679. [Edición de 1954.]
6 Ibíd., pp. 677, 678.
7 Spiritual Gifts, tomo 3, p. 133.
8 Hijas de Dios, p. 12.
9 Primeros Escritos, pp. 56, 57.
10 El Conflicto de los Siglos, p. 680. [Edición de 1954.]
11 Ibíd., p. 678.
12 La Historia de la Redención, p. 99.
13 Primeros Escritos, p. 14.
14 Christian Experience and Teachings of Ellen G. White, p. 178.