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La fe vence al temor
SÁBADO, 10 DE DICIEMBRE, 2022
Por Peter D. Lausevic
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[Énfasis añadido en todo el texto.]
Cuando pensamos en la tormenta que se avecina, a menudo la situamos en el contexto de la segunda venida de Cristo. Nuestros deseos, nuestras esperanzas, nuestras inspiraciones, se centran en esa bendita esperanza de la venida de nuestro Señor y Salvador. Pero, ¿qué pedimos cuando hablamos de la venida de Jesús? Cuando decimos que debemos apresurar la venida del verdadero Mesías por segunda vez, esto incluye algunos acontecimientos que no son tan gloriosos como el segundo advenimiento. La Biblia nos recuerda los tiempos dificultosos que suceden antes de ese día. “¡Ay de los que desean el día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no de luz; como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una culebra” (Amós 5:18, 19).
La tormenta final no es algo que deba tomarse a la ligera. Jesús describe cosas terribles que sucederán, algo que está más allá de nuestra comprensión hasta que esos eventos realmente ocurran. “Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre” (Lucas 21:10–12).
A pesar de la preparación más diligente, ¿qué sucederá cuando ocurran realmente estas escenas?
“Sucede muchas veces que los peligros que se esperan no resultan tan grandes como uno se los había imaginado; pero este no es el caso respecto de la crisis que nos espera. La imaginación más fecunda no alcanza a darse cuenta de la magnitud de tan dolorosa prueba.” 1 Hemos tenido una pequeña muestra de lo que será entonces durante esta época de Covid. Cuando estés leyendo esto, es posible que la crisis de Covid haya cesado. Por otro lado, ya lleva más de dos años y no muestra signos de disminuir, sino que muta constantemente. Es como huir de un león peligroso para toparse con un oso. Y justo cuando creemos escapar a tiempo, cerramos la puerta de una casa cercana y apoyamos las manos en la repisa de la chimenea para que nos muerda una serpiente.
Lo más inquietante es que, según los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos, el total de muertes ha ido aumentando de forma constante desde el año 2000, cuando empezó con unos 2,4 millones, y en 2019, antes de la llegada de Covid, estaba casi en 2,9 millones.
Es cierto que la población también ha crecido durante ese tiempo y de 2000 a 2009 el porcentaje de la población que moría en realidad ha ido disminuyendo desde cerca de 0,85% hasta cerca de 0,79%. Luego, algo sucedió en 2010 y ha ido aumentando nuevamente hasta que en 2019 alcanzó el 0,87%. Para el año 2020 el número total de muertes había alcanzado la asombrosa cifra de 3,4 millones o el 1% de la población.
A principios de febrero de este año, se han confirmado cerca de 390 millones de casos de Covid en todo el mundo y casi el 1,5% ha muerto a causa de la enfermedad (aunque personalmente conozco algunos casos en los que la persona ya se estaba muriendo y esperábamos su muerte en cualquier momento, y luego se contagió de Covid y se incluyó en esa estadística). Pero eso sigue mostrando la gravedad de esta enfermedad y se convierte en algo más personal cuando fallece uno de tus familiares o amigos directos.
Si vives en un lugar afectado por una enfermedad, te absorben las noticias que rodean a esa enfermedad. Si vives en un lugar desgarrado por la guerra —y en este momento hay muchos lugares así en el planeta— no te preocupan tanto las plagas como la acción militar. Si vives en un lugar donde acaba de producirse una catástrofe, te preocupa encontrar un refugio. Y si estás en un lugar afectado por la sequía, te preocupa qué comer. Así que la cuestión para nosotros es realmente: ¿Cómo vamos a tratar todos estos datos a nivel personal?
VIVIENDO EN UNA ÉPOCA DE TEMORES
¿Qué está ocurriendo verdaderamente a nuestro alrededor? ¿Qué está sucediendo con este mundo tal y como lo conocemos? “Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tierra.
Y acontecerá que el que huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y temblarán los cimientos de la tierra” (Isaías 24:17, 18).
La pregunta evidente desde un punto de vista profético no es por qué está sucediendo todo esto, sino por qué estos eventos son tan suaves en comparación con la destrucción que vemos retratada en la Biblia como vientos destructores y torbellinos traicioneros. Sabemos que todo esto debe suceder y aún peor, antes de la llegada del día del Señor. ¿Qué es lo que está reteniendo todo? “Diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:3). Lamentablemente, el profeso pueblo de Dios no está preparado y nuestro Creador, en su misericordia, nos está dando un poco más de tiempo para prepararnos mitigando los desastres de su plena furia.
Los científicos están haciendo todo lo posible para explicar lo que sucede y tratar de encontrar una solución a todos estos eventos, desde las pandemias hasta el cambio climático. Sin embargo, si Dios no está en el contexto, no pueden identificar la verdadera causa ni encontrar la verdadera solución. “El Espíritu refrenador de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los huracanes, las tormentas, las tempestades, los incendios y las inundaciones, los desastres por tierra y mar, se siguen en rápida sucesión. La ciencia procura explicar todo esto. Menudean en derredor nuestro las señales que nos dicen que se acerca el Hijo de Dios, pero son atribuidas a cualquier causa menos la verdadera. Los hombres no pueden discernir a los ángeles que como centinelas refrenan los cuatro vientos para que no soplen hasta que estén sellados los siervos de Dios; pero cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena de contienda que ninguna pluma podrá describir.” 2
Durante este temible tiempo, cada miembro de la iglesia va a ser probado personalmente como nunca antes. Nuestras creencias fundamentales serán puestas en duda tanto desde afuera como, tristemente, desde adentro. “La fe de los miembros de la iglesia será probada en forma individual, como si no hubiera otra persona en el mundo.” 3 No se trata sólo de la tormenta final que implica el decreto dominical universal. Está claro que hay temas previos. La prueba final es precisamente eso: la prueba final. La cuestión siempre ha sido y siempre será la voluntad de Dios contra la voluntad del hombre. “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Marcos 7:7).
¿Estamos realmente despiertos a los verdaderos problemas que se plantean? ¿O creemos que podemos transigir en todas las cuestiones y que cuando llegue el decreto del domingo seremos de repente fieles? “La crisis está ahora sobre nosotros. La batalla debe librarse entre el cristianismo de la Biblia y el cristianismo de la tradición humana. ¿No hay una negligencia criminal en nuestra actual condición de somnolencia?” 4
VICTORIA EN LA CRISIS
¿Qué está tratando de lograr Dios al darnos pruebas preliminares mientras vemos la tormenta que se avecina? El gran tema siempre ha sido la entrega de la voluntad humana a la bondadosa voluntad de nuestro Padre celestial. “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). La sumisión tiene que ver con la voluntad, con la mente. Por eso todo tiene que ver con el control de nuestros propios pensamientos. “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). El propósito de Satanás siempre ha sido controlar nuestra forma de pensar. “Aunque Satanás se regocijaba por los sufrimientos de los santos, no estaba satisfecho con esto. Quería dominar tanto la mente como el cuerpo.” 5
Cuando vemos guerras, pestes y catástrofes —tanto artificiales como naturales— mezcladas con persecución, ¿qué ha designado Dios para ayudarnos individualmente a resistir todo esto? “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). Ver que ese día se acerca, significa que mientras experimentamos el cumplimiento literal de todas estas profecías debemos encontrar la manera de seguir reuniéndonos para exhortarnos unos a otros de la misma forma que lo hacían nuestros antepasados cuando esas reuniones estaban prohibidas.
Esta es la razón por la que se establecieron los Estados Unidos, otorgando el derecho dado por Dios de reunirse en comunión unos con otros sin interferencia del gobierno. Sin este derecho, la Constitución de los Estados Unidos se habría desbaratado, por lo que tuvieron que adjuntar una Carta de Derechos que declaraba en parte al principio: “‘El Congreso no dictará leyes para establecer una religión ni para estorbar el libre ejercicio de ella’.” 6 Esa misma primera enmienda sigue dejando claro que la libertad de ejercer tu religión incluye “el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente”, lo que envuelve protestar por lo que hace el gobierno de forma pacífica. Mientras vivamos en relativa paz, debemos aprovechar el privilegio de reunirnos para exhortarnos unos a otros, porque se acerca un momento en el que lamentaremos haber perdido todas las oportunidades descuidadas que no hayamos sabido apreciar. En lugar de reunirnos, puede que hayamos optado por quedarnos en casa o hayamos intentado encontrar otras formas de omitir o descuidar la comunión entre nosotros. Entonces nos daremos cuenta, tristemente, de que esto se debió a menudo a razones simplemente menores.
¿QUIÉN TIENE TEMOR?
A medida que nos acercamos a la culminación de todas nuestras esperanzas, ¿qué podemos esperar por parte del mundo al ver cómo se desarrollan los acontecimientos profetizados ante nuestros propios ojos? “No salgas al campo, ni andes por el camino; porque espada de enemigo y temor hay por todas partes” (Jeremías 6:25). ¿Y quién exacerba este temor hasta un nivel alarmante? “Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle” (Jeremías 20:10). He leído titulares que hacen que una persona se aterrorice, pero luego cuando buscas la historia real no es tan mala como el titular. Y no se trata sólo de noticias. Hace poco, leyendo un artículo del British Medical Journal, vi un titular impactante. Pero al leer los detalles se veía una imagen diferente. Y mucha gente se limita a leer los titulares y vive con un miedo constante.
¿Qué está dispuesta a hacer la gente cuando tiene miedo? Benjamín Franklin, uno de los principales padres fundadores de Estados Unidos que ayudó a redactar la Declaración de Independencia, dijo cierta vez: “Aquellos que renuncian a la libertad esencial, para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad.” Una vez que una persona tiene miedo, está dispuesta a renunciar a todo. ¿Y cuál es la fuerza motriz del temor? “Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). En el momento en que tenemos miedo a morir, nos convertimos en esclavos y estamos dispuestos a renunciar a cualquier cosa con tal de tener cierta seguridad de estar vivos. Cuando una persona ya no tiene miedo a morir, ya no es un esclavo.
Si una persona continúa con este tipo de temor, ¿dónde terminará? “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8). Esto muestra claramente que los redimidos vencerán ese temor.
FE, NO TEMOR
¿Lucha el pueblo de Dios, a veces, con el temor? El patriarca Jacob suplicó a Dios: “Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos” (Génesis 32:11). Es cierto que gran parte de lo que estaba afrontando se lo había autoinfligido, pero, no obstante, le causaba miedo. La solución fue llevarlo al Señor en oración y cuando lo hizo, Jacob salió como un hombre diferente—un hombre sin ningún temor.
Cuando miramos las circunstancias que nos rodean y empezamos a tener miedo, ¿cuál es la mejor solución que brinda Dios? Cuando los hijos de Israel vieron que el ejército egipcio se acercaba, que un acantilado escarpado les impedía escapar por un lado y que tenían el mar frente a ellos, ¿qué mensaje le dio Dios a su pueblo? “Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen” (Éxodo 14:15). Sí, en medio de todo esto, es hora de avanzar y no retroceder. “Hay ocasiones cuando le parece imposible al siervo de Dios hacer la obra que necesita hacerse, por causa de la falta de medios para realizar un trabajo vigoroso y sólido. Algunos temen que con las facilidades puestas a su disposición no pueden hacer todo lo que sienten que es su deber hacer. Pero si avanzan por fe, se revelará la salvación de Dios, y la prosperidad acompañará sus esfuerzos.” 7 En otras palabras: “Si hacemos humildemente nuestra labor con fidelidad, el Señor se encargará de los resultados. Tengamos fe en Dios.” 8
Cuando observamos los acontecimientos mundiales —incluido Covid o cualquier otra plaga o desastre catastrófico—, ¿cómo debemos relacionarnos con ellos? “No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo” (Isaías 8:12). Si realmente creemos que cumplimos la voluntad de Dios, entonces no nos importará si vivimos o morimos. “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).
CÓMO VENCER EL TEMOR
Lo primero que debemos resolver es: ¿Qué estamos buscando? Nuestro Maestro nos ordena: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). ¿Está el reino celestial en el número 1 para nosotros? Si es así, entonces el tiempo que vivamos en este mundo pecaminoso no tiene ninguna importancia para nosotros mientras cumplamos el propósito para el cual Dios nos ha puesto en este mundo. La vida de Esteban fue truncada al principio de su obra y la de Juan se prolongó hasta una edad muy avanzada. Cada uno de ellos había realizado su labor y ninguno temía a la muerte. Pero su voluntad estaba completamente inmersa en la voluntad de Dios y confiaban plenamente en él para el cumplimiento de sus designios.
Lo que provoca en nosotros el miedo a morir es cuando no estamos haciendo la voluntad de Dios. “Si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás” (Job 11:13–15).
Esto sólo puede suceder una vez que nacemos de nuevo y tenemos una fuerza celestial que dirige nuestra vida. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:14, 15). Recuerda que fue el temor a la muerte lo que llevó a la gente a estar sujeta a la esclavitud toda su vida. Eso significa que una vez que nacemos de nuevo y nos convertimos en hijos de Dios, ya no tenemos miedo a la muerte. Sí, amamos tanto a nuestro Padre celestial que cambia por completo nuestra perspectiva de la vida. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).
El temor a la muerte es el motor de la esclavitud. El miedo a morir en la guerra, a una catástrofe, a una pandemia, al hambre, a la persecución... no son diferentes. Es cierto que no debemos entrar en una persecución sin necesidad. Se nos dice que huyamos cuando hay una guerra. Debemos utilizar todos los remedios disponibles —especialmente los naturales— cuando llega la enfermedad. Pero si de alguna manera nos vemos atrapados en una situación peligrosa, ¿cuál debe ser nuestra preocupación? “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (Lucas 12:4, 5).
¿Qué sucederá cuando estemos preparados? “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4). En la infinita sabiduría y misericordia de Dios, él puede permitirnos sufrir, pero nunca con temor. “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).
¿Cómo podemos vivir en tiempos de calamidades y no volver a tener miedo? “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:3, 4).
Esta fe es más que una simple creencia. “Puede existir una creencia sin confianza; pero la confianza no puede existir sin fe. Todo pecador traído al conocimiento del poder salvador de Cristo, manifestará esta confianza en grado creciente a medida que avanza en experiencia.” 9
¿Poseemos nosotros, individualmente y como pueblo, esta clase de fe que nos guiará a través de todos los tiempos difíciles que se avecinan? Que el Señor responda a la oración de los discípulos en nuestras vidas hoy: “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17:5).
Referencias:
1 El Conflicto de los Siglos, p. 607.
2 Testimonios para la Iglesia, tomo 6, p. 407.
3 Comentario Bíblico ASD [Comentarios de E. G. de White], tomo 7, p. 994.
4 The Review and Herald, 1 de enero, 1889.
5 Primeros Escritos, p. 210.
6 El Conflicto de los Siglos, pp. 297, 437.
7 Los Hechos de los Apóstoles, p. 287.
8 The Ellen G. White 1888 Materials, pp. 71.
9 Mensajes Selectos, tomo 3, p. 218.