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Diáologos de bienestar: un café de resiliencia con Malca Goldenberg

Diálogos de bienestar Un café de resiliencia con Malca Goldberg

Bienestar estudiantil organizó esta charla-conversatorio con la conducción de la Psic. Malca Goldenberg y la participación de la Lcda. María Victoria Vásquez Cedeño de Murrieta, orientadora familiar, y el Mgtr. Juan de Althaus Guarderas, psicoanalista practicante, asociado a la sede de Guayaquil de la Nueva Escuela Lacaniana, director de Publicaciones y docente de humanidades de la UCG.

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Malca: ¿qué es y por qué aparece la resiliencia en este tiempo de crisis?

M. V. V.: La resiliencia es la capacidad que tenemos los humanos, cuando hay una crisis grave, de activar mecanismos para readaptarnos a una nueva situación, volviendo a nuestro estado original de control y equilibrio. Puede ser una oportunidad para aprender y posibilita revelar lo que estaba tapado y confrontarlo. La adaptación es aceptar y sacar lo mejor de uno sin resistirse.

J. A.: El psicoanálisis no usa ese concepto, más bien considera que el sujeto responde frente a las contingencias azarosas, incluso traumáticas, tomando decisiones. Traumáticamente, significa que se produce un agujero sin sentido, una contradicción entre el dicho y el hecho, y de ahí deviene el desconcierto y la angustia, que puede ser abordada como una señal de peligro, ante lo cual puede producir nuevos arreglos inventivos de sus propios síntomas. No se retorna a la situación anterior.

Es como una especie de duelo, algo se perdió y hay que procesar. El lenguaje no alcanza para adaptarse a la realidad, que es un imaginario que funciona o no. Siempre hay algo que vuelve a fallar. M.: ¿Qué factores afectan más la salud mental de los niños, jóvenes y la familia en este momento? ¿Qué aporta la familia?

M. V. V.: Afecta la no comprensión de que el otro es diferente. Hay que comunicar los acuerdos de convivencia, crear vínculos emocionales de forma adecuada. En la familia aprendemos a vincularnos emocionalmente y a estructurar una organización, para lo cual se necesita lograr nuestra autonomía. Realizar terapia familiar, en compañía de un miembro de la familia que entiende lo que está sucediendo, modifica la dinámica en el hogar y se reacomoda. En la pandemia, se acelera ese aprendizaje.

Los adolescentes están en doble crisis de transición: la normativa, que corresponde a la edad y el ciclo evolutivo; y la otra, que debe que integrar la realidad de la situación externa. Los padres deben entender que los chicos necesitan que se cambien las reglas para ser tratados. Hay que llegar a acuerdos e ir responsabilizando al hijo. El adulto debe serenarse, y explicarle al niño que todo se puede resolver, dándole un mensaje esperanzador.

J. A.: Cada uno tiene una forma distinta de abordar las nuevas dificultades en sus vínculos sociales. Hoy hay una multiplicidad de

estructuras familiares cambiantes, porque un hogar se constituye como una invención social ante el hecho que no hay nada escrito ni complementario en la relación entre un hombre y una mujer.

Para que la lógica familiar opere, la madre, la mujer, debe constituirse en el objeto de deseo y de amor del hombre, y que ella lo consienta. Como consecuencia, el hombre se encarga de los objetos de deseo de la mujer, que son sus hijos. De este modo, los hijos también querrán y respetarán a los padres. Si la mujer y sus hijos son los objetos de goce perverso, no de deseo, entran en escena los maltratos, y el síntoma del niño corresponde al síntoma de la pareja parental.

Los niños toman decisiones. La cuestión es que no sean invadidos por las exigencias delirantes de los padres, que ahogan al niño. Los niños y adolescentes son irreverentes, y eso divide la subjetividad de los padres. Las ‘cabezas del hogar’ tienen que inventar, porque su responsabilidad es regular un goce excesivo y disperso de los hijos. El aprendizaje se subordina a esta regulación.

En la pubertad, el sujeto se encuentra con su propio goce y el del otro. Las identificaciones tomadas de la familia y la escuela ya no le sirven, se rebelan y buscan nuevas identificaciones. Es un momento privilegiado de invención subjetiva.

¿Hay el consentimiento del deseo de cada uno en la familia, o no? Si es inexistente, irrumpe el goce agresivo, no tramitado por el lenguaje. Si se tolera el goce de cada uno, se puede conversar y llegar a acuerdos, que siempre van a ser a medias.

El asunto es que siempre quedará fuera un resto de goce que agujerea las relaciones familiares, produciéndose impases. La singularidad de cada niño y joven está por delante. Buscar regresar a una etapa anterior es iluso. No ha habido normalidad ni equilibrio, y no lo habrá.

M.: ¿Cómo manejar la ansiedad de los niños y ayudarlos a comprender la enfermedad y el aislamiento?

M. V. V.: La ansiedad es un resultado de la anticipación, cuando uno se imagina que sucederá algo muy grave. Entonces, hay que darles situaciones concretas de cómo se resolverá. Lo que realmente daña es cuando se deja sin cerrar. Los adultos deben serenarse. J. A.: Los padres deben inventar el modo de hacerlos hablar, introduciendo el juego, para que ellos construyan sus historias, que calman la angustia. Los niños son los mejores investigadores, preferible escucharlos y responderles con un lenguaje accesible. Hay que darles su tiempo para que comprendan. Los niños tienen sus miedos, pero la angustia está más del lado de los padres. Recordemos los cuentos de hadas y otros infantiles, como Caperucita Roja y el lobo feroz, que se come a la abuelita; narran situaciones terribles que ayudan a los niños a manejar el horror humano.

Conclusiones

M. V. V.: Dependiendo de cómo enfoquemos esta situación, puede hacernos crecer o asustarnos, deprimirnos y justificar las quejas, echando la responsabilidad afuera. Cuando se comienza a trabajar consigo mismo, es una oportunidad increíble; nos invita a reflexionar y poner más atención sobre lo que pasa dentro de cada individuo, en el sistema familiar.

J. A.: Creo que la pandemia muestra la fragilidad de la existencia humana, no hay nada garantizado. Situaciones catastróficas han sucedido varias veces en la historia de la humanidad. Ante los impactos de esta pandemia, sugiero que cado uno se cuestione: si se queja de algo, ¿qué tengo que ver yo con eso que me quejo?

Las oportunidades de interrogarse sobre sus propias maneras de satisfacción, que ahora están enfrentadas a la posibilidad de la muerte, pueden producir nuevas invenciones vivificantes. Es la responsabilidad de cada uno lo que está en juego, y asumir sus consecuencias. se queja de algo, ¿qué tengo que ver yo con eso que me quejo? Las oportunidades de interrogarse sobre sus propias maneras de satisfacción, que ahora están enfrentadas a la posibilidad de la muerte, pueden producir nuevas invenciones vivificantes. Es la responsabilidad de cada uno lo que está en juego, y asumir sus consecuencias.

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