Casquivana - 1 - ¿Quién está detrás?

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Sumario

Revista

Casquivana / Direcci贸n: Carlos Calvo 2171 1掳 9, C1230AAG, CABA, Argentina.


Editorial

Escribir una primera editorial es complicado. Por un lado, porque hay cierta presión: la editorial puede ser la bajada de línea directa, la explicación, la explicitación de por qué el proyecto que estamos haciendo es este, y no cualquier otro; de por qué decidimos parirlo en este momento, y no en cualquier otro. O no. Puede ser cualquier otra cosa, y es difícil conciliar qué. Por otro lado, las editoriales suelen ser como las introducciones y los prólogos, que se escriben cuando ya está todo cocinado. Uno tiene que luchar contra la tentación de decirlo todo y conformarse con algunos trazos un poco borrosos. Un director que hace una primera editorial quiere contar cómo trabajó con su gente, a quiénes citó para escribir e ilustrar, las anécdotas que se fueron sumando desde la primera idea hasta la salida de la revista. Un editorialista entusiasta quiere contarlo todo, todo, todo. Y no se puede. Notodo se puede. Pero algo sí. Un poquito, una puntita, un cachito sí. Casquivana es una revista que espera ser mutante, y eso queremos reflejarlo desde la tapa misma, con una frase, unas palabras, una pequeña referencia literaria con la que nos identifiquemos. Pensamos en llamarla una revista de cultura, o literaria, o contingente, o distendida, o heterónima. Todos esos adjetivos la representan un poco, pero nos quedaban como etiquetas o rótulos sobredeterminados, y tuvimos miedo de tener que adecuarnos a un subtítulo, y que esa adecuación fuera la que nos diera identidad, y no el “vamos viendo”, como esperamos que suceda. Tal vez un poco por eso, tal vez por otras cosas, optamos por citar un fragmento incompleto de una frase que encontramos por ahí, que habla de nuestro proyecto, de nuestras ganas, del deseo siempre latente. Es necesario ser inconclusos, porque eso nos permite hacernos, crearnos, construirnos. Porque nos abre la posibilidad de que el nosotros se convierta en una invención cotidiana. Porque nos licencia para jugar a ser casquivanos, en un día a día que tantas veces ya tiene su destino estructurado. Casquivanos para hacer una revista, pero también para compartirla y saber que el ida y vuelta que esperamos es el paso que sigue para crecer, transformarnos y poder ser y hacer un poco más. Inconclusos, y deseosos de abrirnos a la incertidumbre de generar un proyecto como este, que no sabemos dónde puede llegar a desembocar.

El director

Staff Director:

Nicolás Hochman hochmanicolas@yahoo.com.ar

Editora:

Clara Anich clara.anich@gmail.com

Diseñadora:

Paula Gerena

Coordinadora de ilustradores:

Leticia Paolantonio leticiapaolantonio@hotmail.com

Asesoramiento legal: Renata Cardarelli

Escriben:

Ariel Bermani Pablo Besarón Luis Castro Oliverio Coelho Esther Cross Ginés Cutillas

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Lucía Etchecopare Abimael Ferré Roberto Follari Juan Guinot Nahuel Haupt Eleonora Kortzartz Joaquín Ludovicic Marian Lutzky Lucas Misseri Julio Parissi Jimena Repetto Diego Rodríguez Leonardo Saguerela Edgardo Scott Ana María Shua Patricia Suárez Valeria Tentoni Santiago Varela

Ilustran:

Carlos Autieri Mariana Baizán Gustavo Jeneverito Deveze Gonzalo Jourdan (imagen de tapa) Pablo Martín Alberto Montt Daniel Roldán Alexis Stamboulis

Lucila Paula Valentini María Villanueva Fabián Zaccaría Hernán Zaccaría

Agradecimientos:

Laura Campagna Mariana Casullo Carlos del Valle Andrea Feiguin Celeste González Grupo Alejandría Julia Hacker Guillermo Halpern Romina Hochman Natalia Kiako Deborah Lapidus Adrián Lastra Daniela Morel Marcos Mutuverría Teodora Scoufalos Mariela Wladimirsky ISSN 1853-2799 Noviembre 2010 revista.casquivana@gmail.com www.casquivana.com.ar


nota de tapa

¿Quién está detrás?

Ilustrador: Gustavo Deveze Jeneverito

La historia está llena de complots, alianzas oscuras, pactos misteriosos. Reales o imaginarios, concretados, sólo tramados, o mencionados; los complots son parte de la cultura popular desde todos los tiempos, y van de la mano de un selecto grupo que ve o cree ver lo que nadie más puede notar: aquellos que adhieren a la Teoría Universal de la Conspiración. De los templarios a la conspiración judeo-comunista. De la construcción de las pirámides a la llegada del hombre a la Luna. De Pearl Harbour a las Torres Gemelas. De Elvis a los mensajes diabólicos en el rock. De la Gripe A a “Lost” y “Los expedientes secretos X”. ¿Quién está detrás?

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nota de tapa

Génesis de una idea:

Literatura y complot en Argentina Pablo Besarón / Ilustra: Hernán Zaccaría

L

En esta nota, Pablo Besarón habla de cuáles fueron sus preguntas, respuestas y métodos para encarar la investigación y escritura de su libro La conspiración. Ensayos sobre el complot en la literatura argentina (Simurg, 2009).

a idea de escribir un libro sobre la conspiración en la literatura argentina surge tras verificar una mancha temática que se repite: Sarmiento como lector paranoico que acusa a Rosas de conspirador, Martel como precursor de una literatura de “atribución de culpa colectiva” hacia los judíos, Arlt y la sociedad secreta del Astrólogo para tomar el poder financiándose con una cadena de prostíbulos, los conjurados de las sectas en Borges, Ricardo Piglia y el complot como modalidad actual de la noción de héroe que sustituye al héroe trágico. La serie parece iterativa; donde se mire, hay conspiración. Entonces, uno se pregunta: ¿hay algo llamado literatura argentina cuya especificidad, entre otros aspectos, hace a un modo de ver conspirativo? Un segundo problema: ¿cómo hacer el recorte, qué textos entran, y cuáles no? Hay una decisión: no elaborar una diacronía del complot. Corría el riesgo de plantear un determinismo de la serie histórica sobre la serie literaria. El criterio de selección del corpus fue analizar diferentes modos de enfocar la cuestión. Empecé con un texto emblemático, de 1810, atribuido nada menos que a Mariano Moreno. El Plan de operaciones que se le encarga como secretario de la Primera Junta. La historia de ese texto en sí parece una trama conspirativa: Eduardo Madero lo encuentra en Sevilla en el Archivo de Indias buscando información para su historia del Puerto de Buenos Aires, se lo

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entrega a Bartolomé Mitre, quien reconoce que es de Moreno, luego pierde el manuscrito, unos años después se encuentra otro ejemplar, y se genera una apasionante discusión entre Paul Groussac, Norberto Piñero o Ricardo Levene entre otros, acerca de la autoría o no de Mariano Moreno. Luego me volqué por la

Generación del 37. El contexto de Rosas, ineludible para pensar el complot. Tres clásicos: El Facundo de Sarmiento, Amalia de Mármol y “El matadero” de Echeverría. Una constante: Rosas instaura una sociedad total. En “El matadero”, ese Estado sin disidentes se equipara con el manejo de un matadero; en el Facundo, Rosas es un


nota de tapa conspirador en el poder que obra como disparador en la maquinaria paranoica de Sarmiento para “descifrar el enigma” del país; en Amalia, se describe la gramática conspirativa del poder con espías, falsos acólitos y el Estado policíaco de la sospecha permanente, y como contrapartida, los disidentes que en secreto aspiran a tomar el poder.

“¿Hay algo llamado literatura argentina cuya especificidad, entre otros aspectos, hace a un modo de ver conspirativo?”

Yendo a 1890 me centré en La bolsa de Julián Martel. Aquí el eje –un tópico donde se mezcla la xenofobia, la paranoia y la teoría del complot- es el antisemitismo. En un momento donde la ola inmigratoria hace “peligrar” la supuesta esencia de la identidad nacional, los culpables tienen que ser los otros, alguien fácilmente reconocible como un otro que corrompe el tejido social. Ya en el siglo XX, otro ineludible: Los siete locos y su segunda parte, Los lanzallamas, de Roberto Arlt. Dos aspectos me interesaron en Arlt: su reinscripción de toda una tradición de literatura de sociedades secretas centrada en el anarquismo, pero reubicada en las figuras de Lenin y Mussolini, le permite a Arlt ver una era de totalitarismos donde no importa cuál es la ideología: la voluntad de poder las equipara. Segunda cuestión: la visión de un mundo donde Dios ha muerto, y por consiguiente la conspiración de la sociedad secreta vuelve a traer una creencia en una totalidad. Luego Borges, otro inevitable. La conspiración es un tema permanente de sus cuentos, útil para hacer meta ficción sobre cómo se construye un relato. Hay una motivación oculta (una venganza, usar la imagen de un traidor como si fuese un héroe), y otro plano visi-

ble donde lo que se muestra encubre la intención del narrador de esa ficción. Borges ve a los conjurados como a una confraternidad de hombres leales que se agrupan “olvidando sus diferencias”, frente a lo que sería el individualismo reinante. En este punto hay una utopía social en Borges. Borges me llevó a Macedonio, particularmente al Museo de la novela de la eterna; es decir, la conspiración desde la vanguardia: un complot del arte para desbaratar el status de la obra de arte burguesa. Conspirar contra la novela compuesta por un autor individual que se centra en contar la psicología de los personajes. No hay psicología, no hay representación de lo social, no hay autor individual, todo es un juego de lenguaje, donde la paradoja y el pliegue de la escritura es lo que se cuenta. En lugar de escribir sobre peronismo y complot, opté por los textos de non fiction de Rodolfo Walsh. Su visión divide a la sociedad entre el poder y la resistencia. El drama que su narrador investigador constata es que el Estado es un conspirador que oculta la verdad que lo determina (propagar el capitalismo), sin importar las consecuencias. Sus aliados son la prensa, los sindicatos, los empresarios, la policía y el sistema judicial. Este relato en Walsh es una caída que ocurrió tras el derrocamiento de Perón. Llegado a este punto, me pareció interesante pensar la conspiración desde lo religioso, ya que la creencia de un mundo con sentido es algo próximo a una mirada conspirativa. Elegí a Gustavo Perednik. Sus novelas (En lo de Santander, Ajitofel, Lémej, El silencio de Darwin) desarrollan el desciframiento de enigmas cuya verdad última está en la Biblia Hebrea principalmente. El nazismo, la Guerra de Malvinas, una secta de suicidas o una familia tradicional argentina con raíces antisemitas se enmarcan en tramas complejas con raíces bíblicas. En los orígenes del mal hay una lucha ancestral con las fuerzas del bien que forma parte

de la trama secreta ideada por Dios, y que sólo una mirada atenta y algo paranoica puede develar. Finalmente, llegué a Ricardo Piglia. Me interesó centrarme en La ciudad ausente por su abordaje posmoderno de la conspiración. Los personajes de la novela prácticamente no pueden escapar a la microfísica del poder. Hay algunos disidentes aislados, outsiders que apenas pueden sobrevivir en una ciudad pánico casi sin externalización. La utopía de escapar a esa sobredeterminación está puesta en la literatura, en la Máquina Elena, ese dispositivo que crea relatos sobre relatos, puntos de fuga casi sin esperanza de continuar propagándose hacia el final de la novela.

“Literatura argentina es una constante que tiene que ver con una visión del poder como una fuente ilegítima tomada por conspiradores.”

Para terminar, la pregunta inicial seguía pendiente: ¿hay algo llamado literatura argentina cuya especificidad, entre otros aspectos, hace a un modo de ver conspirativo? Las dos respuestas son posibles. La conspiración forma parte de un tópico de la literatura y de un modo de construir sentido de todos los tiempos, y a su vez, en la literatura argentina es una constante que tiene que ver con una visión del poder como una fuente ilegítima tomada por conspiradores, pero la cuestión no se reduce a contextos antidemocráticos, sino que también se nutre de un modo de ver donde la realidad tiene un sentido, y en este punto, la lógica del sentido ocupa un campo limítrofe con el modo de ver paranoico y conspirativo.

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Ejército facial

Apuntes sobre panoptismo y Facebook

Valeria Tentoni / Ilustra: Leticia Paolantonio

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Para los lectores de Foucault, para los amantes de las teorías conspirativas, para todos los usuarios registrados en Facebook, algunas reflexiones que los harán dudar de sus propios clicks.

l modelo arquitectónico de Jeremy Bentham para fines carcelarios, llamado “panóptico” fue diseñado de modo tal que permitiese la economía de recursos y la sensación de estar siendo controlado para los reclusos, aún cuando en efecto esto no fuese físicamente cierto. Las ideas foucaultianas de las relaciones de poder, de normalidad y normalización, de castigo, punición y control, fueron consideradas bajo esta óptica. La “sociedad de control” surge como nuevo paradigma. Originalmente, Facebook fue creado como una red social para estudiantes de la Universidad de Harvard. Se estima que actualmente cuenta con 400 millones de clientes en todo el mundo. Cualquier usuario de mail puede abrir una cuenta en el sistema, de modo gratuito. Al hacerlo, se ingresan datos personales. El usuario, unicidad en perfecta delimitación, crea a su vez un Otro entero y macizo. Se hace inconfundible, se convierte en un Aquél. Adquiere relevancia individual. Inclusive, se convierte en un Otro con los otros, con su gens. Por medio de su apellido puede relacionárselo con sus familiares. Continuar con la labor de hacerse usuario de Facebook requiere el ingreso de una imagen personal. El Otro, que ya tiene nombre, y ya tiene historia, ahora tiene corporeidad, una nueva dimensión. La “foto de perfil” nos hace cuerpo (dócil), instrumenta una identificación de tipo gestual. Tenemos, también, la carta de “grupos” a los que pertenece el Otro.

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Sus afinidades, gustos, fanatismos, intereses. Así, si comulga con cierto partido político, si gusta de tal o cual grupo de fútbol, disfruta de Chopin o de Xul Solar. Si es parte del grupo que prefiere “dormir con el sonido de la lluvia”, o “comer

milanesas con puré”, o que odia “el sonido del zumbido de los mosquitos al oído”. Completados estos datos, el usuario adquiere capacidad ejecutiva de la herramienta. Puede ya, entonces, vincularse con los Otros.


nota de tapa Es curioso advertir que la relación se establece en términos de “amistad”. Dos personas que se cuentan como “amigos” –aunque quizás nunca se hayan visto– pueden acceder al “cara-libro” del otro. Para ello, debe realizarse primero una petición. Una oferta de vínculo. El usuario puede ya aceptarla o ignorarla –nótese que no negarla, sino ignorarla. No es rechazo, no es nunca, es “por ahora no”, o “no en este momento”. El usuario, que ya es sujeto-en-vínculo con los otros, se nos devela como un plano de afinidades y amistades, en su fase puramente positiva. No existe en Facebook la categoría del disgusto o enemistad. No hay odios, no hay rechazos. Inclusive, cuando se es “fan” de un grupo de odio, –en el ejemplo, los que odian el zumbido de los mosquitos– se lo es en su modo positivo. Se es positivamente parte de la negativa. Se es fan del odio. Se dice que sí al no.

“El usuario se convierte en un voyeur sin necesidad de salir de su propia casa.”

Pero a Facebook no le alcanza con esto. Nos pregunta qué estamos pensando. Qué estamos pensando en este momento. El usuario, pareciera, debe estar expulsando consideraciones y cavilaciones incesantemente, todo el tiempo en este momento. Cuenta con un margen de escuetos caracteres, por lo que es preciso sea sintético. Decir: hacia el afuera. Transformar la idea en discurso, en mensaje. Hacer del pensamiento una declaración. Luego de que el pensamiento privado es hecho público, se pueden emitir comentarios. Los Otros, además, pueden intervenir nuestro “muro”, nuestro muestrario privado-público, dejándonos mensajes que no se propulsan ya únicamente para el (supuesto o pretendido) destinatario, sino que pueden ser leídos por el resto de universo de Otros. El mensaje se dispara en incontables direcciones. La lineali-

dad se difumina y se bifurca, incesantemente. La bilateralidad es burlada: el interlocutor se aparece, potencialmente, en todos los usuarios de Facebook. El usuario se convierte en un voyeur sin necesidad de salir de su propia casa. La información que Facebook recaba y con la que atesta el espacio intangible de la web, es el coste. Nuestros datos privados son el precio real del servicio. Nuestros movimientos, nuestros gustos, nuestras indiferencias. Siguiendo en la lógica de Foucault, puede constituirse un saber sobre los seres a quienes se vigila. Es apasionante: los usuarios de Facebook no desconocen esta condición. Se le someten sin demasiado reparo. No ignoran que sus datos son utilizados de este modo, no puede predicarse de ellos que sean víctimas en un sentido literal. Pero, y aquí reside el quid, se mueven como si lo hicieran en un ámbito privado. En este como si, en esta ficción, se desenvuelve el poder real del Facebook. ¿Qué es lo que nos permite arrojar una similitud entre los soldados de Foucault, y los usuarios de Facebook, a los que llamaré “ejército facial”? El control que se ejerce sobre ellos. ¿Pero quién? Debe determinarse entonces el puesto del veedor, del centinela. El empleador, en primer término, puede considerarse como una posibilidad. Accediendo a los movimientos virtuales de su empleado, puede constatar si está utilizando su tiempo en trabajar o no. Inclusive, en caso de un empleado potencial, puede investigarlo antes de contratarlo. La automaticidad estará condensada en el acto de clickear. El mouse es el arma del soldado facial, su calibre. Disparará con ella, hacia el enemigo, de un modo extraño: la belicosidad está expresada, en este sentido, en su viceversa. El método para agredir al enemigo –la indiferencia– es la ignorancia, el no-click. El soldado corre el riesgo de morir en batalla, quedándose sin “amigos”. Abandonar el ejército es igual a perder vinculación. Del mismo

modo que vestiría un uniforme, se camufla en una masa de gustos y preferencias, de fanatismos y pertenencias. Es parte de una caterva de rumiantes, que clickean con mansedumbre vacuna. Es automático, simple, veloz. El gusto se decide en una fracción de segundo. La lógica del raiting, concepto de raigambre televisivo, se inmiscuye en la web. A mayor cantidad de “me gusta”, mayor raiting. La empatía compone una cifra. La elocuencia del clic: el gusto como un ejercicio constantemente puesto en ejecución, un gesto repetido. Foucault explicará que esta vigilancia se apoya en un sistema de registro permanente. ¿No nos estamos registrando, reportando, cada vez que nos conectamos? O bien, cuando respondemos tests. El soldado facial vive respondiendo, declarando. Existe por esa inercia declarativa del tipo automático instantánea. Su ser es la composición mosaical del cúmulo de declaraciones que haya hecho hasta el momento.

“El soldado facial es, a su vez, convicto: cuidador y cuidado. Observa a los demás, y es observado.” El soldado facial es, a su vez, convicto: cuidador y cuidado. Observa a los demás, y es observado. El control se perfecciona al punto tal que ni siquiera es necesario, como en el modelo original de Bentham, el centinela, o la posibilidad del centinela. Basta con las celdas, con los espacios compartimentados –el muro de cada quien–. Los reclusos-soldados se encargan, por sí solos, del control. La economía deviene total y absoluta.

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Paranoias argentinas Roberto Follari / Ilustra: Carlos Autieri Las paranoias argentinas como una creación socio-política de los ’90. Una crítica visceral a la proyección masiva de la inseguridad, los medios de comunicación, la argentinidad y la izquierda inoxidable.

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mpecemos con una paranoia que compartimos con casi cualquier otra sociedad contemporánea: la cuestión seguridad, en tiempos de delitos violentos. No es que el peligro no exista; existe, y en Argentina no estábamos acostumbrados, pues salvo en tiempos de dictadura (que, de cualquier modo, nunca faltaron) éste era hasta hace veinte años un país seguro. Entonces éramos una excepción latinoamericana. Dejamos de serlo: Menem lo hizo. Lo cierto es que nadie, entre los que hoy despotrican, reconoce la relación entre la situación actual y sus preferencias políticas de los años noventas. Y la exageración mediática llega a tanto, que hemos podido asistir al raro show de la modelo Nicole Neumann, por el cual no sabemos si alguna vez fue asaltada o fue todo un invento para zafar. El bochorno de periodistas que vociferaban que había que irse a vivir a otros países basándose en el quizá inexistente caso Neumann, deja

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claro hasta qué punto se habla con liviandad del tema. Nadie pareció reparar en que la Sra. Neumann vivió con su pareja Cubero en la ciudad mexicana de Monterrey, cercana a la frontera méxico-estadounidense, frontera en que se decapita veinte o treinta personas en un solo día por cuestiones de narcotráfico. Y la señora decía estar aterrada en Buenos Aires. Esto permite conectar con otra paranoia de los últimos años. En viejos tiempos hacíamos el ridículo preguntando a los visitantes a nuestro país "qué piensan en su país sobre la Argentina", como si cada francés o alemán se despertara cada mañana lamentando no haber nacido argentino. Ahora hemos invertido el sentido de la paranoia; ya no somos los mejores sino los peores, de modo que siempre "en los países serios no ocurren estas cosas". Generalmente, quienes apelan a este remanido lugar común no tienen la más mínima idea de cómo se vive en los países llamados serios, ni saben en

“No es que el peligro no exista; existe, y en Argentina no estábamos acostumbrados, pues salvo en tiempos de dictadura éste era hasta hace veinte años un país seguro.”

verdad en qué aspectos son serios o no, pues no los conocen ni personalmente ni por estudios. Pero poco les importa, opinan igual, ceñudos e inexorables. Incluso en los últimos tiempos un periodismo no desprovisto de intereses políticos mezquinos ha impuesto la idea de que Brasil, Chile o casi cualquier otro país son mejores que el nuestro. Hasta la derecha ideológica argentina concibe grandioso al Uruguay porque tiene a un ex-guerrillero de presidente, siempre -claro- que no sea aquí, porque aquí cualquier cosa parecida es brutalmente denosta-


nota de tapa da. Brasil, país con racismo, inseguridad y desigualdades sociales mucho mayores que los nuestros, es enfáticamente envidiado en los discursos, aunque pocos argentinos estarían dispuestos a irse a vivir efectivamente allí. Por último, ésta sí es una paranoia compartida con otros países y latitudes: la de las izquierdas impolutas. Por cierto que creo saludable el pensamiento social crítico, habitualmente manifestado en las izquierdas. Pero suele acompañar a éstas un raro sentido sacerdotal por el cual se sienten salvíficas, redentoras absolutas del mundo. Lo cual no sería desastroso si no se asociara a la idea de que ese mundo está poblado por una formidable conspiración en contra de "los buenos". Según ella los otros actúan siempre por mala fe, tienen mezquinos y callados intereses. Sólo los otros los tienen. Y, por ello, "los buenos" pueden obrar impunemente; muchas veces, sin advertir sus propios intereses en juego, o disfrazándolos de acciones salvadoras (para no repetir los mismos términos, que se sobreentienden). Lo típico de la paranoia: proyección masiva, por la cual el sujeto deposita en los demás lo propio insoportable e impresentable, en una maniquea división donde todo lo bueno está en el propio sujeto. En fin, difícil será quitarnos estas paranoias, algunas sutilmente promovidas desde los poderes hegemónicos. Y peor sería perseguirnos con la idea de acabar con ellas, con lo que agregaríamos una paranoia irresuelta más.

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Paranoias de bolsillo

Diego Rodríguez / Ilustra: Pablo Martín

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na brisa sutil, como las brisas. Reflejos solares y un mundo que funciona. Gente que camina, que sueña. El universo es una búsqueda. ¿Nosotros? Cómplices. ¿De qué? Hay un exacerbado elogio de la voluntad. De creer que todos los efectos del mundo son causados por el cálculo voluntario de alguien en particular, o de un organismo o institución, o de un Dios, o su paralelo místico. Modo torpe de intelección de lo humano. Negación categórica del azar, del caos, de lo imposible. Negación ante la angustia que produce el abismo. Abismo que implica la inexistencia de recetas, de secretos o de fórmulas para garantizar la supervivencia, la suerte, el éxito. Negación del otro humano como incompleto, falible, cachuso. Dolor insaldable ante la imposibilidad: nadie puede completarnos. Nadie sabe con exactitud lo que necesitamos, ni siquiera nosotros mismos. Nadie conoce lo que queremos, es intransmisible, está per-

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dido. Tan perdido como entender de qué modo alguien sufre o siente placer. Pero si negamos esta condición intolerable, ¿qué pasa? Se construyen creencias: "el otro no quiere hacerlo" suprimiendo la posibilidad de que no puede. La imposibilidad es estructural. Se cree en la hiperpotencia. Modo de sostener al otro en un altar. Modos de suplicas de rodillas. Nueva dimensión: esperar que el otro cambie el destino. Esperar. Pasividad indigna. Abandonarse a esos brazos en vez de arremeter a la vida. No hay modo de evitar la muerte. ¡Vaya advertencia! Paradigma del inconciente que no cesa de producir efectos. Acaso unos pocos miran al azar a los ojos, y viven, un pacífico presente. El resto: atrapados en los avatares del accidente temporal: vivir en el pasado y el futuro, en la búsqueda de la “solución”, de la conjura que arme tal o cual destino planificado, que evite el destino temido. Pero ¿qué consecuencias tiene, universalizando, esta negación a la base más carnal del hombre? Generalmente, los síntomas. Particularmente, el rasgo para-

noide. Rasgo entre los considerados gente "común" (no hablamos de ninguna patología puntual, no hablamos de psicosis.) La lógica se articula: si todo es en tanto alguna voluntad, todo lo que nos pasa es a condición de haber sido pensado por alguien. Entonces nada es casualidad. Hubo una tendenciosa decisión para el destino. Y las disquisiciones y dudas más comunes, insisten, irrumpen en el pensamiento - ¿Por qué a mí? ¿Qué le hice?- ¿Es el castigo por tal o cual hecho?- ¿Una venganza?- ¿Un aprendizaje?¿Qué quiere de mí?- ¿Por qué me hace eso? Intentos desde la decepción. Avatares de la explicación necia de lo eventual. Creencia de raigambre infantil, narcisista. Creer que todos piensan en uno. Que el otro todo lo sabe y todo lo puede. Las variaciones de la intensidad de esta paranoia “doméstica” radica en la magnitud y cualidad con que esté impreso en nuestro existir la condición de amor y de odio. En qué proporción. Quien anticipe la hostilidad en los demás carga acaso con la marca indeleble de la desprotec-


nota de tapa ción primaria, de alguien rechazado, "el otro me odia", o "no me ama", y eso hace metonimia en el mundo. Absurda comedia que repite la misma escena desentendida del aburrimiento. Si el otro no me ama, si no siente lo que yo siento, no hay semejante, entonces él me odia. Supresión del amor primordial. Lógica ancestral. La diferencia se vuelve amenaza, acecho. El otro puede destruirme. Afirmación desesperada que lleva a huir o enfrentar. Una posibilidad: romperse en la pregunta acerca del otro, de su voluntad, para, simplemente, ser. Recrearse. Existir con los demás más allá de ellos. La soledad es el apellido del hombre. La ética abriga la condición de amar. El pensamiento invita al laberinto o a la creación. Sometimiento o libertad. Libertad que se define necesariamente por fuera del miedo, de los cálculos, de la paranoia. Paradigma de una estética posible: la producción del presente. De asumir el limite, lo incompleto, la muerte. Y desde ahí, simplemente reír.

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Parados: Enrique Symms y Aníbal Litvin. Sentados en sillas: Matilde Sánchez, Cristina Civale, Eduardo Villar, Fidel Chiatto, Rubén Ríos y Irene Vaamonde. Sentados en el suelo: Julio Parissi, Tuqui, Carlos Guarnerio y Miguel Gruskoin.

Paranoia versus amor Julio Parissi

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l amor suele ser uno de los sentimientos más frágiles, y no es el odio su principal enemigo; muchas veces el miedo es su gran adversario. Lo supe hace ya tiempo, cuando pertenecía a la redacción de la revista Satiricón, por el lejano 1984. Hacía un año que Alfonsín estaba en el gobierno y la dictadura había quedado atrás, pero los años

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oscuros nos seguían respirando en la nuca. Los atentados continuaban y, en ocasiones, sentíamos los mismos temores que antaño. Un día, en el correo que llegaba a la redacción, vino un paquete voluminoso, cuadrado, con un remitente desconocido. Era raro. A las redacciones llegaban sobres con cartas y algunas publicaciones. Paquetes de ese tipo, no. Oskar Blotta lo vio y pensó lo que se podía especular en esos años: adentro debe haber un dispositivo que explotará al abrirlo. Tuvo la audacia de estar cerca de ese paquete, pero no le alcanzó el valor para desatarlo, y quedó ahí, como una amenaza oscura pero sofocada. Al pasar los días, la angustia de no saber pudo más que el temor, y alguien abrió el paquete. Adentro, con la inocencia de una princesa dormida, había una enorme cartulina plegada que tenía, de punta a punta, dos palabras: “Los amo”. Un lector, vaya a saber quién, nos brin-

daba una amor tan grande que necesitaba una cartulina de cuatro metros para expresarse. Y nuestra paranoia casi había malogrado ese bello gesto. Haber vivido años de terror nos había dejado un poco imbéciles, y sentimos vergüenza: el mundo real era esa cartulina. De contentos, pegamos el cartel en una pared y nos juntamos todos para sacamos una foto. Todavía la conservo.


nota de tapa

Piojos Ana María Shua Madres en la puerta de la escuela. Años 90. Mis hijas tienen piojos. Todos los demás chicos también. La escuela instauró el Día del Piojo, para que todos los chicos sean despiojados simultáneamente. Una señora habla de la reciente prohibición del hexaclorofenol para uso humano. Suspiros apenados. ¡Era tan efectivo! Comentamos los pobres resultados de la permetrina: al menos los atonta y es más fácil atraparlos con el peine. Se nos acerca una mamá intensa, vegetariana, cuyo hijo ataca con desesperación los restos de carne y fiambre en las heladeras de sus compañeros. Bajando la voz, nos revela la verdad: - Son los laboratorios –dice. - ¿Son qué? –le preguntamos, desconcertadas. - Los laboratorios que producen piojicidas –nos explica. Los piojos son su gran negocio. Ellos mismos los producen, los crían, y los distribuyen en las cabezas de los chicos. - ¿Los crían dónde? –pregunto. - ¿En las cabezas de sus empleados? - Donde los crían siempre para probar los piojicidas, tienen que tener algún lugar, ¿no? Touché. Y sin embargo... ¿cómo los distribuyen? - Los tiran desde los aviones –propone una mamá, ya convencida. - Los ponen en los areneros de las plazas –ayuda otra. - Les pagan a algunos padres para que sus hijos se dejen infestar y así propagan la peste en las escuelas –dice la vegetariana, mirándome con desconfianza. Me voy de allí con ganas de llorar de tanto escuchar disparates. Pero me aguanto, porque, como todos saben, los fabricantes ponen virus de gripe y de resfrío en los pañuelitos de papel.

Metástasis Ginés Cutillas - ¿Cómo lo haremos esta vez, mi general? - Como siempre, teniente. No es la primera vez que lo hacemos. - Entiendo, señor. ¿Seguimos entonces el manual? - Exacto, teniente, el sistema está más que probado. - Déjeme consultar entonces el primer paso: crear un cuerpo de espías que vigilen a los ciudadanos. - Eso es, teniente. Y como siempre, algunos de estos espías dudarán de su cometido y se mostrarán clementes con algunos de los vigilados. - Crearemos entonces el cuerpo de élite que vigilará a los que duden. Ya veo, pero mi general... ¿quién vigilará al cuerpo de élite? - ¿No recuerda qué hicimos en el último país invadido? - Mi general... - Cuando el estado de terror se haya extendido –nunca antes–, expenderemos salvoconductos a los ciudadanos que mantengan los ojos abiertos, aquellos que de forma voluntaria nos informen periódicamente acerca de las personas que nosotros les digamos. - Muy inteligente, mi general. Así tendremos a todos controlados. - Así es, teniente. El sistema está más que probado. Viene todo en el manual.

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Test sobre teorías conspirativas Joaquín Ludovicic / Ilustra: Alexis Stamboulis 1. Llega a su Facebook una invitación de amistad de un tal “Sabemos quién sos”, que no posee foto, publicaciones de muro, amigos en común ni información de perfil. ¿Qué hace? a) Lo acepta, le sugiere amigos y le manda un mensaje privado invitándolo a tomar una Pepsi Light. b) Piensa que alguien se está burlando de usted, se borra de Facebook y no se lo cuenta a nadie. c) Sabe que lo persiguen, así que prende fuego el modem y se atrinchera en su casa, con la única compañía de un gato, un Winchester y los videos de Zeitgeist. d) Tal como lo suponía, Al Qaeda anda tras sus pasos. Por eso hackea Facebook y le manda virus a sus millones de usuarios. Luego se exilia en Costa de Marfil, y desde allí organiza una revolución telepática contra el Sistema.

2. Cuando su pareja se está duchando, llega un SMS a su celular. Es un número desconocido, y el texto dice: “¿Cómo va?”. ¿Qué imagina? a) Que es su amante, y usted fue engañado todo este tiempo. b) Que se trata de un mensaje en código, que debe significar “es hora de matarlo”, “robale todo ya” o “ya podés proceder según el plan acordado”. c) Que es un número equivocado, o bien alguien del jardín de infantes que sabe que ella estaba resfriada. d) Que su pareja tiene un amante, que es de la época del jardín de infantes, que le escribe en código, y que él/ella lo dejó ahí a propósito, para que usted sufra y se paranoiquee porque lo leyó y sabe que está por pasar algo terrible.

3. Estando en su casa suena el teléfono. Cuando atiende, nadie habla del otro lado; tras unos segundos de silencio se escucha una risa, y el otro corta. ¿Cómo procede?

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a) Corta el teléfono y manda sus memorias póstumas a todas las editoriales, contando que la CIA lo persiguió durante años, porque usted sabía del complot de La NASA, Elvis Presley y Vergara Leumann. b) Rastrea el llamado y esa misma noche acude al lugar. Dinamita el edificio, libera gases químicos en el barrio y organiza un ataque aéreo con Napalm para no dejar rastros. c) Cuelga y sigue comiendo pizza con la puerta abierta y la clave de la cuenta del banco escrita en la ventana. d) Se encierra en su caja fuerte para evitar el próximo ataque, de seguro inminente.

4. Caminando por la calle, descubre que una señora con un changuito lo sigue hace dos cuadras. ¿Cómo reacciona?

a) Se trepa a un edificio y salta sobre la vieja. La rapta. La tortura. Le saca toda la información necesaria. Le hace una lobotomía para que no recuerde nada. Después, se cambia la identidad y se construye una choza en el Amazonas. b) Se esconde a la vuelta de la esquina y tira miguelitos para que le pinchen las ruedas del carrito, o bien sus pies. Inmediatamente se disfraza de ratón Mickey y sale caminando como si nada, por donde vino. c) Comienza a correr desesperadamente, mientras piensa por qué lo seguirá. d) La espera y la ayuda a cruzar la calle. Luego le da un abrazo, una estampita de la Virgen, y le manda saludos a sus nietos.


nota de tapa

¿ Qué tan paranoico es usted ?

Puntajes: 1. 2. 3. 4.

a-0 / b-1 / c-2 / d-3 a-1 / b-2 / c-0 / d-3 a-2 / b-3 / c-0 / d-1 a-3 / b-2 / c-1 / d-0

De 0 a 3 puntos:

Usted es un ser ingenuo e inocente como Heidi, Mr. Magoo o el Inspector Gadget. La sociedad le pasa por encima y hace de su persona un ser miserable, discriminado, desdichado, aunque usted no llegue a percibirlo. Gracias a usted existen los robos en los countries, las violaciones, el hambre, la indigencia, la violencia en las calles y los programas de chimentos.

De 4 a 6 puntos:

Un paranoico de salón, más asustadizo que otra cosa. Seguramente su padre lo fajaba con el cinto de chiquito, y por eso ahora es un cobarde consumado, pobre tipo que no puede enfrentar la realidad y hacer algo con todo eso que lo amenaza. Haga algo por la vida: desaparezca, o bien compre un libro de autoayuda que le sirva para superar sus miedos.

De 7 a 9 puntos:

Paranoico exacerbado, extremista, psicótico en permanente desarrollo. Usted no es normal. Usted no es sano. Usted no es una buena perso-

na. Es de los que van al analista para angustiarlo, para hacerle ver con prepotencia que su enfermedad es incurable, que usted está loco, que usted sabe todo. No está mal, pero trate de no tener familia, olvidarse de sus amigos y no salir demasiado seguido a la calle. El mundo se lo agradecerá.

De 10 a 12 puntos:

Saboteador Desquiciado. Es la categoría más alta de los paranoicos. Se crió viendo “Los expedientes secretos X”, y se dispuso a comprenderlo todo, todo. No sólo conoce el final de “Lost” desde la primera temporada, sino que lo publica en cuanto foro encuentra por ahí. ¿Cómo lo sabe? Porque amenazó a los productores con develar el secreto de dónde vive Hitler, el enigma de los nietos de Jesús y por qué tiene tanto éxito una porquería como Twitter. Usted lo sabe todo. Usted es el Otro. Usted es Dios.

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rapiditas

Hipatia de Alejandría (355-416) Lucas Misseri / Ilustra: Lucila Paula Valentini

H

ay un mito que reza “en la Antigüedad no hubo filósofas”. Sería ilógico pensar que los intelectos femeninos se mantuvieran adormecidos por milenios. Las mujeres tuvieron distinta presencia en las principales escuelas filosóficas griegas (platónicas, epicúreas, etc.), tal es el caso de Hipatia de Alejandría, quien llegó a ser la cabeza de la escuela neoplatónica de su ciudad, una de las más importantes de la época. Se podrá objetar, “pero ¿qué mérito tiene dirigir una escuela neoplatónica?” Entre las paparruchadas de Plotino con sus emanaciones, las mezcolanzas gnósticas, la teoría que une estética con ética y muchos otros tantos aportes de los lectores de Platón, se gestó la ciencia moderna. De todo ese bagaje colado con instrumental musulmán (Ibn Rushd e Ibn Sina, dos que hoy tendrían problemas para cruzar algunos aeropuertos) abrevaron los renacentistas que forjaron la ciencia que hoy desprecia al hermetismo, a lo espiritualoide tan asociados al neoplatonismo. Es que, ¿qué no es más espiritua-

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loide que una fuerza actuando a distancia? Salteémonos las inercias y gravedades porque me quedan pocas palabras y aún no dije nada de la bella Hipatia. Hija del astrónomo Teón, fue más allá que él en el estudio de las ciencias y por ello reunió en torno suyo a un selecto grupo de alumnos de la alta sociedad de lo que hoy es Egipto, en ese momento provincia romana. Como suele ocurrir muchas veces, los juegos de poder ensalzan o destruyen y en este caso Hipatia quedó atrapada entre los conflictos político-religiosos. Decir que quedó atrapada quizá la pinte como ingenua, y si era tan inteligente como las tempranas enciclopedias bizantinas y sus discípulos acreditan, seguramente tomó una postura activa en lo político dado que un polites (ciudadano de su polis) que se precie de tal, debía desarrollar una activa vida pública. Pero digo “atrapada” como quien cae en una cruel y cobarde trampa. Su muerte fue equivalente a la de Héctor, maltratada y arrastrada por bestias por el suelo, y luego quemada. Tanta ale-

vosía para deshacerse de una mujer implica que la misma tenía una mente poderosísima, o que los cristianos que la mataron eran muy estúpidos y/o cobardes. Hipatia escribió sobre astronomía, geometría, se le atribuye el perfeccionamiento de instrumentales como el astrolabio y el hidrómetro, explicó las obras de Platón, Aristóteles, Plotino y Porfirio. Algunos la quieren virgen, otros dicen que estaba casada con un filósofo llamado Isidoro. Los que la querían bien decían de ella que era “madre, hermana y benefactora”.

Más info: • Wikipedia: “Hipatia de Alejandría”. • Libro: M. Dzielska. Hypatia of Alexandria. • Film: “Agora”, de A. Amenábar


impertinentes A lo lejos, el faro

Jimena Repetto / Ilustra: Hernán Zaccaría

L

a vida de playa siempre me dio ganas de vomitar. Gritos de vendedores, jugadores de tejo entusiastas, niños perdidos, anunciantes que promocionan sus locales por altoparlante. Gente inmunda que ensucia la arena y se tira al sol como si nada. Fui porque me obligaron. No quería. No me parecía nada estimulante un pueblo atestado de visitantes que, cuando no se bronceaban, se pasaban el día comprando recuerdos de caracoles para tías y jefes. En el departamento de la playa que habíamos alquilado entraban cómodas dos personas y éramos seis: dos en el dormitorio y cuatro en el comedor. Nosotros, que no

“No me parecía nada estimulante un pueblo atestado de visitantes que, cuando no se bronceaban, se pasaban el día comprando recuerdos de caracoles para tías y jefes.”

nos cruzábamos más de unos minutos por día, de pronto éramos una familia conviviendo: mi mujer, mis tres hijos, la novia de uno de ellos. Cuando los nombraba por el parentesco que nos unía, me extrañaba que yo hubiera elegido ese destino, armado esas redes de las que no me podía separar, salvo cuando me encerraba en el baño. Disfrutaba el silencio y la oscuridad, incluso el olor a humedad que me daba la sensación de estar protegido. Dejaba la llave puesta del lado de adentro para que nadie pudiera entrar. Así y todo, a los pocos minutos, alguien le daba golpes a la puerta y me pedía, con alguna excusa, que saliera. Faltaba una semana para que nos volviéramos. Apenas me desperté vi las nubes grises a través de la ventana. Dije que estaba descompuesto y no salí de la cama. Mi mujer le gritaba a mi hijo mayor que no se olvidara de poner las gaseosas en la heladerita. El del medio, discutía con la novia en el balcón sobre los planes para la noche. La manta de rombos con la que me cubría tenía olor a naftalina y pensé en la infinita cantidad de inquilinos que se había tapado con ella verano tras verano. Mi mujer

me gritó desde la puerta que no comiera nada y prometió volver temprano. Cuando se habían ido todos, me vestí, saqué del cajón parte de la plata que quedaba para

“Tenía la piel curtida, negra por el sol. Me pregunté si a mi mujer le hubiera gustado acostarse con un hombre así.”

el resto de las vacaciones y salí. El viento refrescaba. Por eso, en el colectivo, decidí sentarme al lado de la ventanilla. Por el camino de la costa miré a la gente bañándose en el agua turbia. De lejos, parecía imposible que el mar no se los tragara. El movimiento de las olas contrastaba con la quietud de las sombrillas. Mujeres y hombres se escondían tras sus lecturas y algunos perros dormían la primera siesta de la tarde. Lo único que hubiera querido hacer en esos días era un castillo, pero me imaginaba la cara de mis hijos adolescentes si me dedicaba a juntar arena con una palita y armaba una alta torre que no derribara la marea.

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impertinentes Supongo que me quedé dormido después de pasar el faro. Me desperté y el cielo estaba rosa por la tarde. El colectivo se detuvo y era el último pasajero. La playa desierta se rompía en el horizonte de barcos abandonados. No había turistas por esos médanos. Respiré. El oleaje se extendía y en el cielo había una estrella. Caminé descalzo. Sentí la arena caliente humedecerse con el agua fría y la brisa de enero. Un pescador me silbó a lo lejos. Me acerqué. Desde lo alto de un barco naranja sacaba peces todavía aleteando atrapados en las redes. Su fortaleza al levantar esos tejidos en los que se juntaban algas, caracoles y desperdicios me conmovió. Me preguntó qué hacía por allá con desconfianza. Le respondí que andaba curioseando. Me preguntó si quería subir y accedí. Él siguió con su trabajo y yo lo miraba. Imaginé que de ese modo pasaba sus días, en esa serenidad. Tenía la piel curtida, negra por el sol. Me pregunté si a mi mujer le hubiera gustado acostarse con un hombre así. El olor de los peces en sus manos me daba envidia. Sentí profundas ganas de ser yo el que los tomaba con soltura y les clavaba el cuchillo para sacarles las entrañas. El hombre no me miraba ni me hacía más preguntas. Yo tampoco quería hablar por miedo a interrumpirlo en su tarea. El barco se balanceaba. Para una fiesta de disfraces mi mujer se había vestido de sirena. Pese a sus críticas, yo fui con mi ropa de siempre. No tomé porque tenía que manejar. Me senté en un sillón y la vi bailar. Pensaba, en esa época todavía, que era atractiva. Y sabía, también, que había hecho poco para conquistarla. Si nos habíamos casado, en parte, había sido porque ella había quedado embarazada y yo le había prometido cuidarla para siempre. Pasaron las horas y me quedé dormido a pesar del volumen de la música. Cuando me desperté, pregunté por el baño. Como estaba ocupado, la dueña de casa me sugirió que fuera al de la planta

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alta. Al pasar por el pasillo que daba a las habitaciones escuché gemidos y vi, por una rendija de la puerta, a mi mujer con otro. La esperé abajo, en el sillón, y nos volvimos en auto. En un semáforo me dijo que no la había pasado tan bien en la fiesta porque la música era demasiado moderna. Sin embargo, después de más de diez años, cada tanto me recordaba lo linda que se había sentido esa noche. En el bar, iluminado sólo por velas, la oscuridad era tal que se hacía imposible distinguir la cara de los presentes. Cuando el marinero se me acercó, ya habíamos tomado juntos una botella que yo había invitado. En la mesa de al lado, aseguraban que no iba a llover hasta el mes siguiente. Salimos y caminamos por la arena. Me costó subir al barco, mucho más que la primera vez. Sentí mis pies pesados y no colaboraba el mareo. Por la luna, brillaba el reflejo del cuchillo al lado de las redes. Me desnudó, me sacudió, me indicó todo lo que quería que hiciera y obedecí. Le obedecí con admiración y dejé que me mostrara cómo era. Viví la vida de ese hombre, sus manos, su piel, su olor, su cuerpo. Viví su fuerza en mí. A lo lejos, el faro, preciso, erguido, rotundo en la noche abierta. Abrí la puerta y el departamento, a oscuras. Mi mujer me había dejado una nota: se había ido al casino, los chicos se iban a bailar y, tal vez, esa noche, no volvieran. No me quise bañar. Me acosté en la cama y esperé ansioso el sueño, como quien se jacta en secreto de una hazaña. Soñé que nadaba y eso que yo le tenía miedo al agua. Me despertó mi mujer y me contó que había ganado. Me preguntó si la quería acompañar a caminar un rato por la playa. Le dije que todavía no me sentía del todo bien y me preguntó, al sentir mi aliento, si había estado tomando. No le respondí. La abracé y le dije que la quería. Y era cierto. Nos dormimos. Al día siguiente, el cielo amaneció nublado.


impertinentes La yegua de Lewis Carroll Marian Lutzky / Ilustra: Mariana Baizán Y se enamoró de sus rufianes, cuya lujuria es como el ardor carnal de los asnos, y cuyo flujo como flujo de caballos. Ezequiel 23:18-20

P

or la ventana un caballo relincha y olfatea el aire con énfasis, muestra sus cuellos largos, su primera hombría. Da vueltas a la yegua en un baile principiante, busca la satisfacción de septiembre cuando el sol agranda su boca. Se debate entre la euforia y el miedo al primer rechazo. La hembra da coces con sus patas traseras inmediatamente, no conforme lo retira de su celo. El caballo se va, la yegua espera y esparce su aroma en el prado una vez más, por un nuevo competidor. Suena el teléfono en la casa, deja el pollo con las piernas abiertas y el cuchillo enclavado en las achuras para atender. -¿Cómo anda mi yegua, Emily? -Señor Lewis, lo lamento, Lady ha rechazado a Black. -¡Pero si es un Pura sangre inglés! - Estaba yo en la cocina desplumando el almuerzo cuando lo escuché. Sus relinchos eran graves y enérgicos, rápidamente dejé mis quehaceres y me asomé. Tenía preparada la cámara como usted me encomendó tan sabiamente. El pobre se relamía el labio superior y saltaba alrededor de ella desesperado. No es lo que pensábamos señor, aún no tiene experiencia. La yegua lo rechazó con una patada terrible. -¿Pudo sacar su miembro? ¿Mostrar lo prometido? Debo asegurarme. Me han dicho que su padre medía un metro y medio y que tenía el tiempo más largo de satisfacción. Eso es importante a la hora de la competencia mi querida Emily, ¿qué haremos si Black no está a la altura? No podré presentarme y siempre he querido ganar. -No lo sé señor Lewis, no se ponga

“Lewis comienza a tartamudear, se escucha el sonido de un lápiz trazando líneas fuertes y Emily se saca la blusa sin comentarlo.”

mal, usted no deja de ser un gran hombre, diácono, profesor de matemáticas, escritor. Señor Lewis, no dejarán de admirarlo por perder la competencia de copulación equina. El señor tartamudea, intenta decir algo pero la vergüenza de sus ideas lo comienza a retraer. -Yo yo yo...yo... escúchame Emily, tendrás que ayudarlo, debo saber. La competencia es en unos días. - Señor, ay señor, ¿qué me está diciendo? - Tienes las manos perfectas, te he visto ordeñar con fiereza las vacas, exprimir con nervio hasta la última gota de leche desde chiquita. Sabes que he estado observándote desde siempre Emily. He visto cómo preparas la carne, cómo te

acercas al corral y eliges la comida. Cómo sacudes el árbol. Deberás ayudarlo. -Señor, ¿pero qué me pide? Mientras Lewis hablaba un relincho sonó tras el teléfono. -¡Señor! ¡El caballo está intentándolo de nuevo! -Le pido que me relate paso a paso lo que ocurra Emily, con detalles. - Están bajo el árbol, la yegua lo mira de reojo. Lewis dibuja un enano con un conejo gigante mientras ella relata, y una escoba gruesa, y una reina gorda. -Se lo ve más esbelto, señor, con las extremidades largas y fibrosas, parece que ha hecho ejercicio ¿pero cómo? ¿En tan poco tiempo? Está transpirando, se nota en el brillo de su pelaje. Ha cambiado de actitud, señor Lewis, ¿escucha cómo relincha? ¡Qué grave es el sonido de su voz! ¿No lo estremece señor? Lewis comienza a tartamudear, se escucha el sonido de un lápiz trazando líneas fuertes y Emily se saca la blusa sin comentarlo.

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impertinentes -Sigue, por favor, sigue. -Hace mucho calor Lewis, no se detiene, el sonido no se detiene. -¡Sigue! -Es un semental, la está encerrando en su danza, corre alrededor de ella. La yegua está asustada y no se detiene, ¡los relinchos no se detienen! - ¡No se detiene! -La yegua señor Lewis, vierte un líquido entre sus piernas. Se escucha el asombro de Lewis en una respiración agitada, tras un relincho descomunal. -Le frota su cuerpo a la yegua con fiereza, ¡la está lastimando! La torea, ¡la patea! ¿Qué hago? -¡Sigue, sigue! Se escucha el sonido de un lápiz partiéndose. -¡La yegua se abre de piernas! Le gusta, ¡relincha también!, agacha su cabeza y estira sus extremidades. ¡Dios mío! -¡Dios mío! -Es enorme, Lewis, es enorme. -¡Si! ¡Es enorme! -¡Su miembro es enorme! Emily pone en automático la cámara de fotos. Se escucha una canción vocálica: A-A, I-I, como si un mono estuviera en la habitación de Lewis. -¡Sigue! -Lo introduce. ¡Entra y sale como una bomba! - Es violento, a la yegua le tiemblan las piernas. -No para Lewis, ¡la yegua está cayendo! -¡Es muy grande! -¡Es enorme! -Le da vueltas con su sexo Lewis. - ¡Increíble! ¡No le saca su miembro! -Ya van diez minutos de sexo. -¡Sigue! -La yegua agacha su cabeza y pone el trasero. -¡Sigue! ¡Sigue! ¡El Pura sangre sigue! - Ya van treinta minutos, va decayendo. -¡No! -La yegua grita su último aliento. -¡No! ¡Sigue! ¡Sigue!

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impertinentes La hiedra

Edgardo Scott / Ilustra: Fabián Zaccaría

L

a hiedra sube, trepa por un costado, por un ángulo del edificio, y está por llegar a la ventana del piso anterior a mi departamento. Ha subido, entonces, casi cuatro pisos. Yo no había advertido antes su progreso y recorrido, que ahora sí contemplo, asombrado de su magnitud. Me acerco a la ventana, y al asomarme apenas, veo cómo ha recubierto toda la medianera del vecino de planta baja (el que alguna vez plantó y dejó crecer la hiedra), y cómo después de completar, de adueñarse sin resquicios de toda aquella pared, de toda aquella superficie abajo, comenzó a alargarse, a estirarse hacia arriba sin otro fin que su multiplicación. Hay algo en ella que me recuerda la llegada de la niebla a la ciudad. Pero la niebla del cine. O la llegada del vampiro, cuando entre sus variadas amenazas y posibilidades, sabe mutar en niebla, en esa especie de humo denso y blanco, que se desliza con lentitud por las calles. La hiedra persigue un camino de sombra. Ocupa un ángulo del edificio que sólo durante un rato por la mañana recibe la luz del sol. Está, por lo tanto, a resguardo de

los rayos más fuertes del mediodía, o de la tarde. Comprendo que el sol, y eventualmente los vecinos del edificio, son sus únicos predadores. La observo al detalle y se me ocurre tan ágil y ambiciosa como frágil y delicada. Sus límites son infranqueables: no puede extenderse más allá de su cono de sombra porque se marchitaría con facilidad. Parece no tener origen, no tener tronco ni raíz. Miro sus hojas y se me ocurren no tan distintas a las de una parra. Los vecinos de los pisos anteriores no deben haber registrado su crecimiento. Conozco a mis vecinos y, si lo hubieran hecho, sé que no se habrían ahorrado el reclamo a la administración del consorcio (o directamente al dueño, al vecino de la planta baja) y la instrumentación de una poda inmediata. Surge en mí la maldad, el impulso malo de ser yo mismo quien avise al resto (no quien reclame, sino sólo quien avise al resto: el agitador). Sin embargo, elijo no hacerlo. Tal vez es la misma maldad, sólo con otra forma; una forma replegada en la posesión del secreto. La vuelvo a mirar y veo en la hiedra mil brazos largos y verdes,

un gran y hermoso cableado, una madeja extendida de cables y hojas. No me disgustaría en verdad que cubra todo el edificio, pero supongo que antes, mucho antes de que eso pueda suceder, la ilusión de ausencia se va a quebrar. La hiedra va a dejar de ser invisible (y por el contrario, será excesiva) y los vecinos van a proceder a cortarla. Me vienen imágenes de otras casas, de palacios breves, europeos, de dos o tres pisos, recubiertos por enredaderas; siempre me parecieron muy bellos y singulares, a pesar de los comentarios acerca de la humedad, o de los trastornos que causa en todos los conductos y cañerías. La hiedra, sin ningún freno ni control, tiende a asfixiar, a devorarlo todo, a extenderse por donde pueda, o la dejen. Me alejo de la ventana. Pongo agua para hacerme un té. La hiedra, más allá de mis fantasías y conjeturas ociosas, quedará encerrada un tiempo más en aquel ángulo de sombra; fijada ahí, artificial casi, sin poder desplegarse del todo ni tampoco extinguirse, perdurando indiferente, o sin existencia para los ojos del resto.

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blasfemas

Qué hubiera pasado si Oliverio Coelho

S

i en el año 1982 los planes de la Junta Militar hubieran resultado exitosos y Argentina hubiera recuperado las Islas Malvinas, existiría una mínima probabilidad de que hubiéramos padecido, como Chile, una dictadura hasta el año 1989. En tal caso el entusiasmo mundialista del 86, bajo la (de)presión dictatorial, habría sido casi nulo. Para eso, desde luego debería haber existido un tipo de impunidad colectiva que una parte de la población podría haber adoptado, como en los setenta y los noventa, a cambio de bonanza económica, cuotas, vacaciones en Cancún y crédito ficticio. En esas condiciones de negación histórica, hipocresía y falsa prosperidad, el fracaso de la selección argentina en el mundial de México habría sido congruente con el de la selección en España 82. Sin la ayudita que catapultó a la selección al podio en el año 78, el combinado nacional, con Maradona a la cabeza, se habría ubicado en la primera fila del panteón de los grandes equipos sin gloria –la Hungría de Puskas, la Holanda de Cruyff. No habría habido juicio a las juntas, y Videla, como un Pinochet estilizado, junto a sus secuaces habría encausado una transición –senadores vitalicios, reformas constitucionales– para asegurar la impunidad de todo el arco político-militar. Si la historia en Malvinas hubiera tenido otro desenlace, podemos barajar alguna idea disparatada. He aquí una: para borrar rastros de la colonización, los kelpers habrían sido trasladados masivamente a Ushuaia, donde habrían sido obligados a estudiar castellano, so pena de trabajos forzados en la mítica colonia penitenciaria reinaugurada a tal efecto, con Cayetano Santos Godino, alias el petizo orejudo, como santo protector.

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Teorías cotidianas Juan Guinot

E

l aceite de la fritada se puede volver a usar. Primero lo deja enfriar, me lo pone en un frasco (sirve uno de mermelada, pero bien limpito) y enrosca la tapa. No utilice como reservorio de aceite la sartén de la fritada. El enlozado de la sartén impregnará de un sabor metálico a sus futuras comidas. Al reutilizar el aceite, vea de no tirar el sedimento de micro cuerpos de comida apostados en la base del frasco. Tampoco se le ocurra freír lo dulce con un aceite antes usado en lo salado y viceversa. Y, por Dios, mucho menos utilizar el aceite de los cornalitos para hacer luego buñuelos con pasas de uva. Otro beneficio tiene el aceite reutilizado: adquiere un carácter de tintura que bien sirve para subir la paleta de tonos de su comida. Si la comida entra por los ojos, acá bien sirve el consejo para quienes tienen un grupo de comensales exigentes con comer todo bien cocido. El aceite reutilizado no tiene colesterol, el colesterol lo tiene usted y ya es hora de que se haga cargo y no ponga en el afuera lo del adentro. El aceite reutilizado ayuda a proteger al medioambiente. Piense en la cantidad de girasoles que saludarán al sol, seducirán a las abejas e inspirarán a los pintores. Al reutilizar aceite, usted también arma un microclima hogareño, de perfume nutricio que acompañará a su familia por donde ande, un rastro indeleble del vínculo familiar. Por último, la reutilización es económica, no solo por no salir a comprar una botella por semana, sino porque evitará los taponamientos de cloacas y gastos de plomero. Reutilice, vamos, anímese, su aceite se lo agradecerá.


liberaditas Leonardo Saguerela / Ilustra: Daniel Roldán la pareja extranjera se protege del clima de la carne sin gestos como detrás del idioma gringo la mujer es práctica y poco singular en el contexto una andanada de pájaros prehistóricos se adueña del paisaje yo que tengo tiempo sin usar soy joven y descuidado e indiferente a quienes observan me masturbo con ese hombre y con esa mujer carentes de todo lo que es sano

todavía existe esa hora en que vibran los ecos y la piel se deshace en racimos de uva existen las paredes que absorben el golpe de esos días en que prefiero nada son la arena madre de todo lo que en mí ama por darme por perdido dentro de esa sabiduría de repetir certezas como si fueran propias sediento huérfano

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liberaditas Clara Anich / Ilustra: Leticia Paolantonio Ojos de gata y feria de pueblo lengua pérfida en un camino desencuentro, el azul empaña mi tarde de incesto policíaco mientras yo extraño mandarinas. Qué ambigüedad el sentido tibio de la espera.

Trepar colchón al suelo convocarte el que decide no tiene derecho a sufrir popular dixit, no alcanzar a camuflarse no es excusa, sólo una verdad silenciada sin derecho a revelarse una verdad que se escurre por mi bombacha, le huye a tu mano a tu violencia de mártir.

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heterodoxas Dublinesca, de Enrique Vila-Matas Seix Barral, Buenos Aires, 2010

Hay fanatismos y fanatismos. El de Vila-Matas es del tipo productivo, de esos que no se quedan en la observación pasiva de las cosas. Fiel lector de Joyce, miembro de la Orden de Caballeros de Finnegans, le regaló algo de su vida y su experiencia a Riba, un editor ¿imaginario?, que ya está viejo y caído en desgracia. Con demasiado tiempo libre, una mujer que ahora es budista y algunos conflictos paternos, decide emprender un viaje a Irlanda para celebrar el Bloomsday, día en que transcurre el Ulises. Ya en Dublín, acompañado de un grupúsculo de escritores amigos, lleva a cabo un funeral por la era de la Galaxia Gutermberg, fallecida ante tanta cultura on line. Si Joyce trazó un paralelo con La Odisea de Homero, Dublinesca busca una analogía similar con los Leopold Bloom y Stephen Dedalus, de comienzos del siglo XX.

El bienestar, de Carolina Sborovksy El fin de la noche, Buenos Aires, 2010

Tu novio de muchos años te dejó. ¿Cómo sigue tu vida? Te deprimís, salís, conocés chongos y PAV (Posible Amor Verdadero), te deprimís más, cogés con alguno, reincidís con tu ex, no sabés qué hacer. Comés mucho, estás más sensible cuando te indisponés, no querés ver a los amigos criticones, hacés un curso de fotografía, te cogés a otro, rompés algún corazón, tu perro toma un rol central en tu vida. Un diario íntimo que cuenta experiencias que atraviesa cualquier persona, entre la ternura, el humor y el no saber qué hacer. Un excelente libro para reírte y mirarte en el espejo, que puede entrar en la misma categoría de “La loca de mierda” (de Malena Pichot), “El diario de Bridget Jones” y las comedias de stand up.

El secreto del calígrafo, de Rafik Schami Salamandra, Barcelona, 2010

Una muestra paisajística de la sociedad siria de mediados del siglo XX, en la que un prestigioso calígrafo mantiene en vilo a la sociedad damascena con sus acciones, cuando su hermosa mujer escapa de su hogar sin dejar rastros. A diferencia de la mayoría de sus compatriotas, Schami no relata las catástrofes políticas, ideológicas o religiosas de Damasco, sino que se remite, con humor y distensión, a contar historias que le dan vida a un puñado de personajes que se hacen querer y odiar. Una narración simple, sin chicanas ni recovecos oscuros, para que el lector se siente a disfrutar de las palabras.

Historias extraordinarias, de Mariano Llinás. Mondadori, Buenos Aires, 2010

Señora, ¿ya vio la película “Historias extraordinarias”? ¿No? ¿Qué espera? ¿No le contaron que es un cine argentino muy diferente a todo el que salió hasta ahora a recorrer las pantallas? ¿Sí la vio? ¿Qué espera entonces para encontrarse con el guión original del film? Mondadori presenta con este libro la palabra impresa de lo que ya se dijo con imágenes, sonido y movimiento. Una obra brillante, de esas que el espectador argentino no está acostumbrado a presenciar, que hacen que uno salga del cine reflexionando, cambiado, obligado a convertirse en un espectador activo, que debe adentrarse en la historia y ser parte de ella. Indefectiblemente, ser parte de ella.

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heterodoxas Las palabras andantes, de Eduardo Galeano Siglo XXI, Buenos Aires, 2010

Probablemente el libro más brasileño de este autor uruguayo que tiene un vínculo tan cercano con Argentina, y se caracteriza por ser parte (y hacer parte) de la cultura latinoamericana. Con grabados del genial José Borges, epígrafe preliminar de Caetano Veloso (“Visto de cerca, nadie es normal”) y Brasil como punto de partida, Galeano le da forma a sus historias, anécdotas, cuentos, ideas, pensamientos, aforismos disfrazados y muestras de cómo viven los que viven fuera de los ejes que atraviesan los centros de poder. En Las palabras andantes se cruzan dictadores y cafés, ciudades y ventanas, Jesús y las mujeres, el arte y la pobreza, el tiempo y la utopía, los mosquitos y las telenovelas.

Manual de antiayuda, de Peto Menahem Planeta, Buenos Aires, 2010

Desopilante, divertido, grosero, de un mal gusto con pocos precedentes, el manual de antiayuda será de suma utilidad para todos aquellos que: a) quieran desayudarse a sí mismos desaforadamente; b) busquen reírse solos en el colectivo, mientras todos los miran mal; c) son del fan club de Peto Menahem en sus columnas de los martes en “Metro y Medio”, programa que conduce Sebastián Wainraich. Algunos de los temas más importantes para antiayudarse: ejercicios para NO ser uno mismo, cómo construir una personalidad con fisuras, momentos propicios para anunciarle a tu pareja la separación, consejos para elegir un analista y recomendaciones para mudarse.

La función del orgasmo, de Wilhelm Reich Paidós, Buenos Aires, 2010

Provocador, exiliado permanente, innovador en sus teorías y en el modo de formularlas, Wilhelm Reich fue una figura central del psicoanálisis. Central, no por el hecho de que sus hipótesis tuvieran tantos seguidores como Freud o Lacan, sino porque fue, probablemente, el más hereje de los seguidores de Freud. Incómodo para los ghettos psi, militó en las filas del marxismo, sin contar tampoco con la simpatía de sus compañeros de vanguardia revolucionaria. Así como en La lucha sexual de los jóvenes sugería que la liberación sexual era la única manera posible de acceder a la revolución comunista, en La función del orgasmo continúa esa misma línea de pensamiento, en la que sexo, psicoanálisis, sociedad y subversión se ven inexorablemente unidos.

La gran conversión digital, de Milad Doueihi FCE, Buenos Aires, 2010

La era de la galaxia Gutenberg está llegando a su fin. La tecnología se come a la tecnología y lo virtual avanza a pasos agigantados, demostrando que las imprentas ya no tienen el monopolio de la información escrita. En este libro, el filólogo e historiador de las ideas, Milad Doueihi propone un manifiesto de la nueva alfabetización digital, aceptando ese avasallante devenir cotidiano del software sobre el papel. El ensayo cuenta con capítulos que hablan acerca de los derechos digitales, la globalización, las identidades polifónicas, los vericuetos de la palabra en la Web (de los blogs a Wikipedia), la noción de una nueva patria hospedada en el hosting, las bibliotecas de Internet y esa gran Babel que es toda la red. Las conclusiones del libro, para cerrar, tienen un conocido aire de estas pampas: “Los herederos de Pierre Ménard”.

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heterodoxas Hélice, de Gonzalo Castro Entropía, Buenos Aires, 2010

Fiel reflejo de la literatura urbana de Buenos Aires en el comienzo de siglo, Castro narra una historia simple y llena de vericuetos, en los que el lector entra y sale como por túneles intercomunicados. “Nada se puede hacer cuando el amor se manifiesta así porque sí, asintótico al eje de lo normal”, se dice el autor a sí mismo, queriendo compartir con el mundo algo, un poquito de toda esa soledad que lo agobia y que le da forma a los síntomas de su existencia. Síntomas que son detalles, pequeñas manifestaciones de grandes emociones que buscan no diluirse en el ritmo frenético de la calle. Un zigzag de percepciones, citas al pie, ínfimas representaciones de la vida que le toca vivir.

Los himnos de Hölderlin “Germania y “El Rin”, de Martin Heidegger Biblos, Buenos Aires, 2010

Discutido, rechazado por su adhesión al nazismo, amante de Hannah Arendt, Heidegger fue, sin ninguna duda, uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Su contribución al pensamiento contemporáneo es imposible de obviar para todos aquellos que decidan estudiar conceptos (tan diferentes y estrechamente ligados) como el existencialismo, el dasein, el tiempo, la estética, el arte o la filosofía griega. En este libro, Biblos presenta el curso que el filósofo alemán dictó en la Universidad de Friburgo, en 1934-1935, y que forma parte de sus obras completas, siendo el tomo número 39. Concentrado en Hölderlin, Heidegger analiza su obra como punto de partida para discutir ideas que, surgiendo de la poesía, desembocan en un pensamiento complejo que desafía las leyes de la traducción.

Diccionario de Psicología, de Béla Székely y otros Claridad, Buenos Aires, 2010

Béla Székely nació en Hungría en 1899 y murió en Argentina en 1955, luego de emigrar de su país natal en busca de la libertad intelectual que los totalitarismos europeos habían cercenado. Autor de numerosos libros sobre psicología, de los que se destacan numerosos test que él mismo ideó, organizó sus saberes en torno a un voluminoso diccionario, en el que expuso su concepción de los términos empleados por la psicología, entendiéndola como una ciencia que posee un lugar central en la sociedad. En esta nueva y muy cuidada edición que presente Claridad, Ricardo Bruno actualizó el diccionario, contando con la colaboración de muchos especialistas, que representan distintas corrientes de la psicología y que tienen un objetivo común: desacralizar los conceptos, acercar la teoría a todo aquel que quiera acceder a ella de manera rápida, concisa y concreta.

Patrones migratorios internacionales en América Latina, de Enrique Oteiza (compilador) EUDEBA, Buenos Aires, 2010

Los estudios sobre migraciones no son novedad en Argentina. En este caso, el prestigioso investigador Enrique Oteiza, quien desde hace mucho tiempo está involucrado en este tipo de trabajos, reunió a un gran número de cientistas sociales que analizan las migraciones desde distintas ópticas. El libro está dividido en siete partes, en las que se trabaja la migración en América Latina a través de la historia, de las colectividades y asociaciones de inmigrantes, de las características de los migrantes y los procesos migratorios, de las consecuencias económicas de esos desplazamientos, de la complejidad cultural y la integración, y de las políticas migratorias y los derechos de los migrantes.

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blasfemas

Lo malo del sexo es que Ariel Bermani

De cada amor que tuve tengo un compact”, canta Sebastián Monk. Me dejo llevar por esa especie de consigna o estribillo y me acuerdo de una buena cantidad de fracasos. Uno recuerda, sobre todo, los fracasos, ¿por qué será? Si no fuera por mi relación con las mujeres, el 85% de mis problemas jamás hubieran existido. A veces pienso que lo mejor sería el celibato. O la poligamia, que es casi lo mismo, al menos en un sentido simbólico: nada de compromisos. Pero la poligamia aventaja al celibato en un aspecto que no hace falta mencionar, es fácil entender a qué me refiero. Hace muchos años, cuando yo todavía era casi un niño, sufrí tanto por amor que, todavía, cada vez que lo recuerdo, el calorcito de la tristeza se enciende un poco y quema. Ella y yo íbamos al mismo colegio, pero no éramos compañeros de grado. Nos mirábamos mucho en los recreos. Al menos yo la miraba mucho. Una sola vez estuvimos cerca, en el patio, sentados en el mismo cantero y solos. El resto de los chicos y chicas jugaban por ahí. Los chicos, a patear hojas secas y a patearse entre ellos. Las chicas, a saltar la soga y a decirse cosas en secreto. Me acerqué más, hasta rozarla y giré la cabeza, pero no hacia ella, sino hacia el lado contrario. Sentí su mirada en mi nuca. Desde esa posición le dije que me gustaba. No la llamé por su nombre porque no lo sabía, tampoco lo sé ahora. Su respuesta fue clara: y a mi qué, me dijo. Qué me importa, completó. Y se quedó sentada. El que se paró fui yo. Metí las manos en los bolsillos y caminé rápido, casi al trote. Lejos.

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SiEstheryoCross fuera superhéroe

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reo que quiero ser Victiman. Con ese nombre aunque siga siendo mujer. Conocí un hombre que se llamaba Inés, y otro que era Rosa de apellido, ¿por qué no puedo llamarme Victiman? Cuando un tipo no se anime a decirle al jefe, que lo mira como si nada, que le corresponde un aumento, allí estaré, para inspirarlo. Ayudando a que el tímido reclame lo suyo. A que la señora sepa qué decir cuando llega a la comisaría con la cara golpeada y a que en la comisaría entiendan el mensaje. Voy a tratar de que los traidores no se exculpen fácilmente. Iré en socorro de los chicos que se quedan encerrados con un cura perverso en un cuarto. Y al cura voy a dejarlo encerrado en el cuarto con uno de sus colegas. Voy a bajarle el sonido a los que quieren asustar a la gente. Voy a explicarle un par de cosas a los que hacen tours por las villas. Voy a encontrar los archivos perdidos que no tendrían que haberse perdido. También los que quemaron. Voy a descubrir la cura del cáncer. Para hacer todo eso, voy a necesitar un par de atribuciones. Tendré una inteligencia superior a la mía y a la de mis enemigos. También mejor carácter. Contaré con un radar agudo para detectar a los malos aunque no siempre haga falta. Voy a volar, voy a ser invisible cuando quiera y no cuando me obliguen. Voy a salvarme de mis terribles incapacidades. Y cuando no esté en funciones no voy a ser la torpe de la historia. Por último, como una prerrogativa, voy a tener dotes elásticas increíbles y unas largas vacaciones sostenidas en una mecedora con buena vista al mar.


impúdicas La joven afgana posa para una fotografía Patricia Suárez / Ilustra: María Villanueva NIÑA Aquí no se llora, dice la maestra, porque las lágrimas tapan las letras. Primero las letras, después las lágrimas. A todos se nos murieron todos, pero eso no es motivo para no aprender, dice la maestra que es sabia. A mí, el padre y la madre. Una bomba confundida en la montaña. Bajamos de la montaña, el hermanito, la abuela y yo. Y otras gentes más. Descalzos en la nieve, escondiéndonos en las cuevas. Hasta el campamento, donde nos dieron sopa caliente. Y después, escuela con la maestra. Todos lloran, la maestra grita: no lloren, no hay motivo para no aprender. Aprender, es más importante que llorar, dice. No entendemos por qué; pero parece que si uno aprende se convierte en otra persona, distinta, mejor. Yo ya no seré Sharbat Gula, seré otra de Occidente: estaré siempre echada en el diván, comiendo frutas frescas y dátiles ¡cómo me gusta la ciruela! y también tendré ropas de todos los colores y pieles de oveja para cuando haga frío. ¡Todo esto si los niños aprenden las letras y los números, en lugar de llorar! De pronto, la maestra me saca de la clase. ¿Por qué? ¿Acaso estaba llorando yo? Noooo: yo aprendo para ser la Sharbat distinta de Occidente. Me dice: Ahí, fotógrafo americano. Parece que una fotografía es como un dibujo de la persona, pero con la cara que sale en el espejo; no con lo que se le antoja al que hace el dibujo. Aquí vi fotografías de personas en los documentos para pasar la frontera y para que los lleven presos. Los malos que van presos nunca tienen documentos, los inocentes que van preso a veces tienen y a veces no tienen. ¿Para qué quiero yo una fotografía, maestra? Me estaban enseñando justo la lengua; el farsi no es nada fácil: ni la gaf ni la pe; la gaf, dice la maestra, es una cobra con la cabecita alzada que el

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impúdicas encantador está encantando. Para mí la gaf es un problema. Bien; el fotógrafo me pone delante de la cosa. Es blanco, rubio él: tiene cara de estúpido. Me hace señas con la mano, para que me corra aquí, allá. Que lo mire. Chasquea los dedos para que lo mire. ¿No podría decir el nombre? ¿Sharbat Gula? ¿Sharbat solo? Este es un hombre de Occidente; en Occidente la gente no es amable como acá, porque no llora debe ser, y aprende mucho. Y tanto conocimiento hace que a las personas le importen un pimiento las otras personas. Eso está muy bien; porque si cae de pronto una bomba confundida y mata a casi toda la familia, los que sobreviven se matan de risa y siguen aprendiendo o trabajando. Que dice la maestra que después de honrar a Alá, después de aprender, lo tercero más importante es trabajar. Aquí en el campamento, todos lloran y no trabaja nadie. El fotógrafo hace con la mano: Costado, costado. Y viene Mustafá y me quita del medio y después la ponen a Tayika con una cabra en brazos. Es una niña muy estúpida; la cabra se escapa, corre debajo de la cosa del fotógrafo, que se le cae. El americano se enoja y dice cosas en las letras de su país; la cosa hace un ruido chis chis. Se le rompió la cosa. La maestra dice: ¿Qué pasó, Sharbat? Sharbat no sabe qué pasó; a la cabra la agarraron en el camino; después Mustafá y otro se pelearon por la cabra. El americano se sentó a un costado y se puso a jugar con la cosa, la abría, la cerraba, ajustaba la correa de cuero… La maestra le pregunta algo en americano. Él contesta. Le cuenta cosas; tiene la voz finita, debe estar triste porque se le rompió la cosa. Estar triste, se puede, dice la maestra, pero no mucho. Porque si un niño está mucho triste empieza a prestar atención a la tristeza y no a lo que debe aprender. El aprendo es lo más importante que venimos a hacer al campamento. La maestra dice que los niños tenemos que agradecer venir

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al campamento. Casi hay que dar gracias a la desgracia. Porque sino nos pasamos la vida haciendo leche y queso. El americano se va; acá nadie lo saluda, porque no somos amables con los que no son amables. La maestra dice que el americano hace fotos para las revistas americanas y dice los nombres de muchos países de Occidente que no sabemos. América sabemos, Unión Soviética sabemos. Los demás, no. La maestra dice que pondrá en la revista las fotos de todos nosotros. Una revista es como un libro, pero más finito, menos importante. La niña de Tayikistán a la que se le escapó la cabra, llora. Llora porque el americano a ella no le sacó la foto. Qué motivo más estúpido para llorar. Pero ella llora, yo lloro. La clase entera llora. La abuela llora. El hermanito llora, todos lloran. El campamento entero llora. La maestra no; la maestra dice: con lágrimas en los ojos no van a aprender nunca. Y se enoja y nos grita cuatro palabras que Alá no quiere oír. Pero Alá la deja vivir porque allá en lo Alto, Alá llora.


impúdicas “Postales de vuelo”, de Víctor Winer (dirección: Rubén Santagada)

Ambientada en un aeropuerto abandonado, que hace acordar mucho al espacio de “La terminal” (de Steven Spielberg, con Tom Hanks), Winer hace jugar a sus personajes en un no-lugar (categoría del antropólogo francés Marc Augé). Cuatro personas (Alejandra Brol, Jorge Capussotti, Santiago María Ojea y Alenjandro Rivarola) se reúnen cada vienes a jugar al póker y escapar de lo mediocre de sus vidas: un hombre que vive en el aeropuerto y está al borde de la locura y la muerte, un dandy en bajada, un jugador profesional con aire arrabalero y una seductora señora que quiere algo más que una velada de cartas. Una melange entre filosofía del póker aplicada a la vida, miserias humanas consumadas y neurosis al por mayor, que ganó el Casa de las Américas en 2005.

“Kermesse”, de Babel Orkesta

Una fusión de músicas y culturas que atraviesa estilos como el paso doble, klezmer, gipsy, vals, swing, tango o la tarantela. No es un recital, sino un espectáculo integral, diferente, impactante, que comienza cuando el desprevenido transeúnte ingresa a la sala (o galpón, o plaza, o vaya a saber uno dónde) y se encuentra con actores, malabaristas y enajenados personajes que pululan por ahí. Luego la música, el baile, el trencito humano, las danzas desenfrenadas, el ritmo, los chistes, el guitarrista hablando en un dudoso ruso ininteligible, la escenografía que va y viene, los juegos de luces, los gritos, más baile, más música, más ritmo, correr de acá para allá, los aplausos y las ganas de volver y comprarse un CD de Babel.

“New York”, de Daniel Dalmaroni

En la película “Belleza Americana”, de Sam Mendes, se escucha una frase lanzada como al descuido: “nunca subestimes el poder de la negación”. En “New York”, una familia muy argentina se enreda en un grotesco de medidas inimaginables, que surge a partir de la falta de comunicación, y de la simple imposibilidad de poder aceptar las cosas y hacer algo a partir de eso. Un tío (Mariano Bicain) que comienza confesando que violó a su sobrina. Ella (Ana Luz Kallsten), que sólo puede hablar abiertamente en inglés. El padre (Jorge Brambati), empecinado en no escuchar lo que se dice. La madre (Viviana Suraniti), girando en círculos en una histeria provinciana. Un goce de lo cotidiano en el patio de una casa, con asado, pelopincho y lo terrible de la condición humana.

“By pass”, de Jimena Repetto

La historia puede pasarle a cualquiera: después de años de distancia, la tecnología web reúne a un grupo de amigas del secundario, que están crecidas y con vidas no menos conflictivas que cuando eran adolescentes. La excusa: una despedida de soltera, porque una de ellas está por casarse. Bomberos stripper, bibliotecarias reprimidas que resultan amazonas, reinas de Bariloche, viajes de egresados, amores prohibidos, traiciones e infidelidades, sueños surrealistas que rozan lo psicodélico y mucho, mucho color. Eso es lo que el espectador encontrará en esta obra divertida, empática y tan cercana que dirigen Jimena Repetto y Melisa Freund, con actuaciones de Andrés García Dietze, Celeste Morchio, Juan Santiago Privitera, Julieta Sánchez, María Soledad Manes y Natalia Ávila.

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blasfemas

Así empecé yo Santiago Varela

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uando era un adolescente envié un cuento a un concurso que organizaba la revista Tía Vicente… ¡Y me lo premiaron! Ese podría haber sido mi comienzo. Pero no… o sí y no… Si bien escribir era lo que me gustaba, tenía, antes del psicoanálisis, algunos mandatos familiares que fui cumpliendo puntualmente. Estudiar, terminar la secundaria, terminar la facultad, recibirme, trabajar, militar, casarme, tener hijos. Hice todo eso. Ahora sí podía pensar en seguir escribiendo. El hecho de que ya hubiesen pasado 22 años, era un mero detalle, casi sin importancia. Así fue que en 1980 envié una carta de los lectores a la revista Humor. En realidad no era una carta, sino un nota de humor. Días después, Aquiles Fábregat, el Secretario de Redacción, me citó y sin vueltas me dijo que la nota la iban a publicar, pero que él quería saber si lo que yo había hecho era un “zapatazo”, suerte de principiante o si realmente tenía condiciones para poder seguir escribiendo textos similares. Obviamente llegué a mi casa y envié otros artículos… que también fueron publicados. Así me convertí en columnista de Humor. Luego vendrían otras publicaciones, diarios y revistas varias. Años más tarde llegarían los libretos para Tato Bores en televisión, algo de teatro, más guiones para televisión, varios libros (ya van diez), documentales e, incluso, radio y periodismo. Lo que comenzó muy tímidamente con una carta a los lectores firmada como “S. Varela” transcurre hoy como mi principal tarea profesional, de la cual vivo, y en la cual aún tengo, por suerte, unos cuan-

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Nalgadas al vacío Nahuel Haupt

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ocas cosas me ponen tan nervioso como ir a un bar, a relajarme o trabajar, y luchar contra los avatares conspirativos de estos lugares. Soy de los obsesivos que no soportan que el mesero tarde en aparecer, no traiga la carta y tampoco recuerde el pedido. Que venga a la mesa a preguntarme cómo era que quería las medialunas, y que al final sean las que a él mejor le parecieron. No me gusta que me miren con cara de culo cuando les pido un vaso de agua para acompañar lo que sea que haya encargado, y que a cambio me alcancen soda. Que la cuenta sea de un importe diferente al de la simple suma que uno realiza al mirar el menú, y que para recibir el vuelto haya que esperar otros diez minutos. Inentendible que los mozos nunca tengan monedas, y se enojen si uno le sugiere que las necesita por el bien de su propina. A veces la cosa se pone todavía peor, y no necesariamente por el trato con los camareros, esos sujetos que se creen genios incomprendidos atrapados en un trabajo que detestan y que viven del poder que representa el hecho de que, si un comensal los trata mal, le pueden escupir el café. No. A veces es peor. Por ejemplo, como me pasó el fin de semana, cuando elijo un bar tranquilo, sin gente, y atrás mío se sienta una señora con un bebé que llora desaforado, y que por algún enigmático y metafísico poder de atracción, hace que en cuestión de minutos el bar se convierta en un Kindergarten. Tengo que hablarlo con mi analista. No lo de los mozos y el café que a veces viene frío, sino por qué elijo terminar una nota hablando de mi poca tolerancia con los niños.


ambivalentes


ambivalentes


casquivanos Clara Anich.

(Buenos Aires, 1981) Psicologa, integra el Grupo Alejandría. Publicó Juego de Señora (El Suri Porfiado, 2008), y participó en antologías con cuentos, poesías y monólogos teatrales. También tiene obras de teatro breve, un libro de cuentos una novela en proceso. Hoy, es editora de Casquivana. www.descalzaenlanoche.blogspot.com

Carlos Autieri.

(1979) Artista Plástico. Fundador 3/3 de la Asociación de Poetas Petisos. www.carlosautieri.blogspot.com; www.asociaciondepoetaspetisos.bl ogspot.com

Mariana Baizán.

Artista plástica, ilustradora y Licenciada en Artes Visuales. Ilustra y escribe en la Revista Zero desde el año 2002. Ex-miembro del “Círculo del Cuadrito”, y actual del “Foro de Ilustradores”. En 2005 recibe una mención del Salón Regional “Lola Mora”, de la Fundación Avon. Recientemente lanzó su línea de tarjetería ilustrada “Con mi Huella Siempre”. www.marianadibuja.blogspot.com ; www.tarjeteria-ilustrada.blogspot.com

Ariel Bermani.

(Buenos Aires, 1967) Narrador y poeta. Publicó: Leer y escribir, Buenos Aires, Interzona, 2006 (Segunda Mención en el Premio Clarín, en 2003; traducida al hebreo y publicada en Israel en 2009); Veneno, Buenos Aires, Emecé, 2006 (Premio Emecé, de ese mismo año) y El amor es la más barata de las religiones, HUM, Montevideo, 2009. Durante 2010, Malón Editorial publicará su novela Furgón.

Pablo Besarón.

(Buenos Aires, 1974) Licenciado en Letras (UBA). Publicó ensayos sobre Homero, Maquiavelo, Stendhal, Lascano Tegui, Cortázar y Borges, entre otros. Es asesor educativo en emprendimientos universitarios vía

Internet. Está por publicar un libro de cuentos.

Luis Castro.

Realizador audiovisual, se perfeccionó en el estudio y desarrollo del guión, tanto en cine como en cómics, nutriendo a estos de una visión diferente desde su perspectiva cinematográfica. Publicó sus trabajos en España y diversos sitios web. www.masdudasquecertezascastro.blogspot.com

Oliverio Coelho.

(Buenos Aires, 1977) Publicó las novelas Tierra de vigilia (2000), Los invertebrables (2003), Borneo (2004), Promesas naturales (2006), Ida (2008) y Parte doméstico (2009). Realizó residencias para escritores en México y en Corea del Sur. Producto de esta última es Ji-do (2009), una Antología de narrativa coreana contemporánea. Actualmente escribe sobre novedades editoriales en la revista Inrockuptibles.

Esther Cross.

(Buenos Aires, 1961) Escritora y traductora. Su última novela, La señorita Porcel, fue publicada en el 2009 por la editorial Siglo XXI. Tradujo Once tipos de soledad, de Richard Yates y La misma sangre y otros cuentos y Ángeles y hombres, de William Goyen. Coordina talleres de escritura y colabora en distintos medios.

Ginés Cutillas.

(Valencia, 1973) Autor de La biblioteca de la vida (Fundación Drac, 2007) y de Un koala en el armario (Cuadernos del Vigía, 2010). Su obra aparece en varías antologías: Ficción sur (Traspiés, 2008), A contrarreloj II (Hipálage, 2008), Por favor, sea breve 2 (Páginas de espuma, 2009), Sólo cuento (UNAM, 2010) y Velas al Viento (Cuadernos del Vigía, 2010).

Roberto Follari.

(Mendoza, 1951) Licenciado y Doctor en Psicología

por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor de universidades en diversos países latinoamericanos. Autor de diversos libros, el último (La alternativa neopopulista, Homo Sapiens) en proceso de publicación.

Juan Guinot.

(Mercedes, 1969) Escritor de género, se formó junto a Alberto Laiseca. Comparte el colectivo de arte La Compañía. Recibió distinciones literarias y ha sido editado en Argentina, España, Cuba y Brasil. El libro Timbre2Velada Gallarda presenta crónicas y un cuento de su autoría. Para leerlo: www.juanguinot.blogspot.com

Nahuel Haupt.

(Buenos Aires, 1972) Estudió Comunicación en la UBA y en la Universidad de Yale. Participó en seminarios sobre PNL en California, Venezuela, París y Nueva Zelanda. Editorial Longseller está pronta a publicar su primer libro: ¿Qué es la PNL? Fue redactor de la revista Prometheus y actualmente se desempeña como periodista en diversos medios.

Nicolás Hochman.

(Buenos Aires, 1982) Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata, doctorando en Ciencia Sociales por la UBA, investigador del CONICET. Guionista y periodista, editó la revista Prometheus y dirige Casquivana. Escribió algunas novelas, poemarios y libros de historia para escuelas secundarias. www.casquivanos.blogspot.com

Gustavo Deveze Jeneverito.

(Buenos Aires, 1964) Es dibujante. Se desempeña como ilustrador editorial y en áreas de la animación. Para conocer más: www.deveze.com.ar

Gonzalo Jourdan.

(Montevideo, 1985) Técnico Audiovisual, cursa un diplomado de postproducción y motion graphics en Santiago de Chile, donde reside desde hace

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casquivanos años. Trabaja tiempo completo como diseñador en el Instituto Nacional de la Juventud y como postproductor freelance. En su tiempo libre es ilustrador, fotógrafo y tatuador amateur.

Eleonora Kortsarz.

Publicó sus dibujos en cómics de Brasil, España, Inglaterra y en diversos sitios webs. Ilustró los libros Juego de Señora de Clara Anich, El aire estaba quieto de Carlos Aldazábal y colaboró en las revistas La costurerita y Ábreme. Participó del Festival Internacional do Quadrinho en Belo Horizonte y de la Bristol Comic Expo, entre otros. www.eleonorakortsarz.blogspot.com

Joaquín Ludovicic.

(Mar del Plata, 1984) Autodidacta, expulsado de dos universidades, ghost writer y casi Profesor de Letras, escribe columnas de humor, guiones y discursos para empresas, políticos y medios de comunicación. En estos momentos está trabajando en su primer libro (poco) serio: Instrucciones para ser un intelectual.

Marian Lutzky.

(Buenos Aires, 1984) Es Licenciada en Psicopedagogía y cursa estudios de Literatura. Realizó el taller de escritura con Alberto Laiseca en el 2007. Actualmente es redactora de la revista independiente La Quetrófila, y es monitora de talleres para la revista infantil “Calcetín con papas” en chile. También participa de un taller de poesía en La Sebastiana, casa de Pablo Neruda.

Pablo Martín.

(Buenos Aires, 1974) Artista visual, ilustrador y diseñador web: soypablomartin.tumblr.com. Participa en muestras individuales y colectivas. Junto a la artista Florencia Fernandez Frank desarrolla el proyecto Periódica Venta de Arte (periodica.com.ar). Dirije el estudio 240674 (240674.com.ar).

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Lucas Misseri.

(La Plata, 1983) Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Doctorando en Filosofía por la Universidad de Lanús. Becario doctoral de CONICET y becado por el gobierno eslovaco para una estadía en la Universidad de Presov. Especialista en Filosofía del Renacimiento e Historia del Pensamiento Utópico. Fundador de la revista Prometheus y de Prometeica. Revista de Filosofía y Ciencias.

Alberto Montt.

Nació en Chile pero vivió gran parte de su vida en Ecuador, donde estudió Diseño Gráfico. Ilustra para los principales medios gráficos de Chile, especializándose en ilustración infantil para varias editoriales. Todas las semanas sube algunos de sus trabajos a su blog, Dosis Diarias: www.dosisdiarias.com

Leticia Paolantonio.

(San Fernando, 1981) Profesora Universitaria en Artes Visuales, por la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” y el IUNA. Docente en diferentes instituciones educativas, coordina talleres de arte en distintos espacios culturales. Artista plástica, expuso en diversos salones y obtuvo premios en certámenes de pintura, grabado y fotografía. www.leticiapaolantonio.blogspot.com

Julio César Parissi.

(Montevideo, 1945) Se radicó en Buenos Aires en 1969. Ha publicado más de 30 libros en Planeta, Sudamericana, El Ateneo y otras editoriales En 2003, recibió el segundo premio del concurso de cuentos “Juan Rulfo”, París, y en 2007 fue finalista del mismo.

Jimena Repetto.

Es Licenciada en Letras por la UBA, donde cursa su Doctorado. En el 2005 fue becada para estudiar Dirección de Cine en el CIEVYC. Desde el 2007, dirige la Revista Siamesa. Organizó el ciclo

de poesía y música “Ah Um dijo un sapito”. Escribió y co-dirige la obra teatral “Bypass: que las cosas sean como siempre debieron ser”. jimenarepetto@gmail.com

Diego Rodríguez.

(Buenos Aires, 1973) Es psicoanalista (UBA). Fue miembro de NOUS, miembro de la Fundación Estilos, Director académico de Anclaje, Director de Dasein, actual miembro del grupo de investigación coordinado por J. C. Cosentino. Publicó La tragedia fluye (Zama, 2005) y diversos artículos y ensayos en publicaciones y revistas del medio.

Daniel Roldán.

(San Fernando, 1967) Diseñador Gráfico por la UBA, comenzó trabajando para el Equipo de Comunicación visual del Correo Argentino. Es coeditor de la Colección Orbital – Arte editorial y participó en el programa de comunicación visual de la ciudad de Buenos Aires. Sus trabajos fueron publicados por Clarín (de que es colaborador permanente), Barco de Vapor, Sudamericana, A-Z y Longseller, entre otros.

Leonardo Saguerela.

(Buenos Aires, 1980) Es licenciado en Psicología (UBA), periodista y escritor. En 2006, publicó su primera novela: El Diablo Desnudo (Yammal Contenidos). Como periodista fue corresponsal en la argentina y luego director de la Revista Latinoamericana Señales. A finales de 2008, se editó El sur tiene un día (Gárgola), su primer libro de poemas. Tiene escrito un libro de cuentos que espera su publicación.

Edgardo Scott.

(Lanús, 1978) En 2004 ganó el premio Lebensohn de “Cuento breve”. En 2005 fundó junto a otros escritores Alejandría. Gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes, en 2007 participó en la antología El impulso nocturno. En 2008 publicó Tres mundos, junto a Clara Anich y Juan


casquivanos José Burzi. En 2008 publicó la novela breve No basta que mires, no basta que creas (edulp). En 2010 salió Los refugios, su primer volumen de cuentos.

Alexis Stamboulis.

(San Isidro, 1978) Artista plástico. Estudió Diseño Gráfico en el Institutito de tecnología ORT, y Licenciatura en Artes Visuales en el IUNA. Esta última carrera no la terminó porque se aburrió de la institución. Actualmente trabaja de forma independiente, en artes plásticas, comunicación visual, y restauración. www.alexisstamboulis.blogspot.com

Ana María Shua.

(Buenos Aires, 1951) Escribe cuento, novela, minificción, literatura infantil. En 2009 se publicaron en Buenos Aires sus cuentos completos con el título de Que tengas una vida interesante y en Madrid sus minificciones completas, con el título de Cazadores de Letras.

Patricia Suárez.

(Rosario, 1969) Es dramaturga y narradora. Publicó los libros Perdida en el momento (Premio Clarín de Novela 2003) y Esta no es mi noche (Alfaguara, 2005). Escribió la trilogía Las polacas. Junto a María Rosa Pfeiffer recibió el 1º Premio de Obras de Teatro 2007 del INT por La Bámbola actualmente en escena en el Teatro Espacio Abierto, Buenos Aires.

Valeria Tentoni.

(Bahía Blanca, 1985) Está terminando Abogacía en la Universidad de Buenos Aires, donde es ayudante de cátedra e investigadora. Trabaja para el suplemento cultural del Periódico Ático. Dirigió la revista literaria La Quetrófila , y actualmente co-dirige El Monstruo de la Ría. Publicó Batalla Sonora, Manual Ediciones, Chile, 2009.

Lucila Paula Valentini.

(Buenos Aires, 1975) Profesora Nacional de Artes Visuales por la Escuela Superior de Bellas Artes "Regina Pacis". Realizó la Licenciatura en Arte en el IUNA. Estudió en distintos talleres particulares de dibujo y pintura (Liana Lestard, Lula Mari, Fabiana Barreda) y actualmente asiste al taller de Héctor Maranesi. Trabaja en la Dirección de Arte y Diseño de la Marca Velvet y en su taller de particular.

Hernán Zaccaría.

(Buenos Aires, 1980) Ilustrador y caricaturista. Estudió durante un año y medio en la escuela "Sótano Blanco", dirigida por José Sanabria, en el taller de Procesos Creativos. Trabaja a partir de una gran variedad de técnicas, ya sean manuales o digitales. Es el caricaturista de las noches del ciclo literario Alejandría.

Santiago Varela.

(Pergamino, 1940) Criado y crecido en la ciudad de Buenos Aires. Arquitecto (UBA). Colaborador en Revistas y periódicos. En TV: autor de los Monólogos de Tato Bores (6 ciclos). Asesor de contenidos en varios países. Guionista de documentales. Autor de teatro. Columnista de radio. Once libros publicados.

María Villanueva.

(1984) Estudiante de artes visuales IUNA y Diseño de imagen y sonido UBA. Actualmente asistente de las artistas Nadine Youssefian y Zina Katz. Participo en diferentes muestras individuales y grupales en espacios independientes en los años 2007 al 2010. Participa del grupo Circo y toupet en sus espectáculos siguientes proyectos en la parte de arte (Escenografía, vestuario, luces y grafica).

Fabián Zaccaría.

(Buenos Aires, 1977) Caricaturista e ilustrador. Cursó Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires. En el área de la ilustración se considera autodidacta. Colaboró en la realización de ilustraciones para diferentes editoriales, incluyendo dos libros editados en México de la Editorial LESA, colaboraciones en varios libros de estudio de la editorial Richmond de México y un libro de inglés de Editorial Pearson Education.

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disidente

Ilustrador: Eduardo Montt

www.casquivana.com.ar

revista.casquivana@gmail.com


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