Catártica: Marzo'23

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Marzo '23

CARTA EDITORIAL

Catártica dedica un mes a la devoción tenebrosa. Lo incierto, lo escondido y lo reprimido.

Lo que duele, lo que aterra, lo que apena. El feitiço, el hechizo.

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Mónica Bonvicini

AGC La Vela

Victor Rivera

Todo lo que resta

San Idelfonso 55

Andarín

Me queda tu voz

Fernando Salas

El Gran Masturbador: Falos, hormigas y olivos

M.I. Flores Nachón

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Mónica Bonvicini

La obra de la artista italiana Monica Bonvicini (1965 Venecia, Italia) se centra en torno a la construcción, lo urbano y la arquitectura con la que se articulan los espacios sociales donde se ejerce el poder. A partir de instalaciones arquitectónicas, performance, videos, escultura, pintura y dibujo, casi siempre ocupando materiales industriales o provenientes del capo de la construcción intercalado con telas, cueros y pintura, logra producir obra que invita a la reflexión.

Bonvicini nos presenta con espacios que cuestionan las expresiones de poder, espacios que pretenden chocar con los lugares comunes que articulan la desigualdad social y de género, por ello es que une conceptos del psicoanálisis con estereotipos de género y objetos que aluden al fetichismo para exponer cómo los espacios institucionales o privados dictan las formas de conducta que deberían tener los grupos sociales. Por esto mismo su trabajo también discute el origen de comportamientos sexuales y la construcción de la identidad sexual a partir de la arquitectura, que podemos ver en obras como Never Again, (2005) instalación que se presentó en el museo de arte de Aarhus, en Dinamarca.

Bonvicini, M. (2022), Love is blind, cristal, aluminio, cadenas y esposas, 150 x 100 x 4,5 cm
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Su trabajo es un diálogo continuo con el espectador, busca provocar emociones disruptivas, irreverentes, de protesta e incluso graciosas, su trabajo parece ser jugar con el entorno y más importante hacer que el espectador cuestione las estructuras de poder que lo rodean Por ello es que su obra desafía al mundo museal, pues la mayoría de sus piezas no están hechas para albergarse en espacios consagrados, silenciosos o donde no se pueda interactuar.

En esta ocasión la pieza Love is blind (El amor es ciego) protagoniza la portada de la revista que, con tres simples objetos, las esposas, cadenas y el espejo, logra de una manera muy elegante desafiar y exponer los deseos de sus espectadores.

“El arte es el fetiche por excelencia. Lo que hago y lo que hacen todos los artistas es producir objetos de deseo que casi nadie puede poseer y aunque lo hagas, no eres dueño de la mente del artista. Entonces, en ese sentido, incluso podrías pensar en los museos como grandes clubes o casas de sexo, lugares de orgías, molestias y placer.”

Monica Bonvicini en una entrevista para Nasty Magazine

Bonvicini, M. (2022), Never Again, tubos de acero galvanizado, cuero negro, cinturones de cuero negro para hombres, cadenas galvanizadas, abrazaderas 350 x 1600 x 1100 cm

AGC
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LA VELA

Aquella noche, durante la madrugada, se dio cuenta de que se había quedado dormido sobre la cama tendida. La luz de una vela puesta sobre el bureau, que portaba la imagen de San Juan Bautista, iluminaba tenuemente la recámara, mientras que la cera languidecía casi al ras del vaso. Del mismo modo, yacía sobre los pies de la cama un libro a medio cerrar que había dejado “ a medias”, antes de rendirse a sus sueños. Su vista ya no le permitía leer a altas horas de la noche, mientras que su cansancio corporal durante tantos años de trabajo no le dejaban erguirse para tener una posición cómoda durante la noche. .

Anciano leyendo a la luz de una vela SCHALCKEN, GODFRIED Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado 6
Víctor Rivera

Aún así leía lo que podía. Como todo mal comerciante, era un sentimentalista, lo que le permitió conservar durante décadas infinidad de piezas antiguas de relojería, de cuando su padre y el padre de su padre aún vivían. Del mismo modo, tenía algunos artilugios convenientes que utilizaba para reparar ejemplares en su puesto en el mercado. Sin embargo, año con año, debido a la “modernización”, fue testigo de cómo los clientes perdían el interés en sus servicios; gradualmente, comenzó a chocarle la conjunción de adjetivos como “digital” o “inteligente” puestos delante de sustantivos como “reloj” y “teléfono”.

Fruncía el ceño cada vez que sus nietos le intentaban enseñar a usar la tecnología. Su rechazo hacia lo nuevo evitaba que estuviera al tanto de las noticias recientes, y como uno de aquellos pocos que aún compraban el periódico, constantemente se irritaba al notar que los filtros ortográficos ya no eran tan rigurosos como antes. Cuando terminaba de leerlos, utilizaba las páginas que le parecían menos interesantes o las que consideraba insultantes, según su ideología política, y cubría objetos valiosos y delicados que le habían heredado. Las ocultaba como un tesoro dentro de unas cajas que ocultaba en el interior de los cajones inferiores del mueble con vitrinas, aquel que permanecía intacto en una casa más vieja que él. Especialmente, pensó en aquellas nimiedades durante su posterior trayecto hacia la cocina. Como un selvático recorrido, se sintió vulnerable ante la oscuridad del pasillo, el cual siempre permanecía de esta manera, al carecer de bombillas en las habitaciones.

Al llegar, se sirvió un vaso de agua y colocó la vela en el centro de la mesa de la sala. Se sentó en silencio durante algunos minutos y al recargarse en el respaldo, se acordó de la vez que visitó a su hijo en su departamento de la capital, cuando tuvo que estirar sus piernas para comer debido a la altura de la barra. Allí, pensó en cómo la arquitectura de los nuevos espacios ha desplazado a la gente vieja: “ ya no están pensados para la familia”, dijo en voz alta, a sabiendas de que nadie más que él escuchaba sus palabras. Cuando regresó a su cuarto, destendió la cama y se acostó. Postrado, apagó la vela y la colocó, quizá sin darse cuenta, la imagen del santo de cara hacia la pared. Luego de esto, se persignó y suspiró con los ojos abiertos, y sostuvo el techo con la mirada durante algunos minutos hasta quedarse completamente dormido, sin saber que aquella había sido la última noche de su vida.

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Todo lo que resta

Desarrollé una devoción al color de tus ojos y al sol que se pinta alrededor de tu pupila. Un miedo a tus palabras y un gusto por el sabor de tu bigote.

Desarrollé un temor al perderte y al tiempo que se va. Antes de que quede nada, quiero probar todo lo que resta.

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San Ildefonso 55 por ANDARÍN/

Presentando a Miguel Casco ANDARÍN

San Ildefonso 55 es un ejercicio en el que se explora la intimidad como parte de las dimensiones del habitar a través del proyecto de Send Nudes de Miguel Casco.

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Este diálogo entre el habitar y la intimidad se construye a partir de lo físico -espacial, sociocultural y político La intimidad implica que cada persona se construye en medio de 3 dimensiones: físico-espacial, socio-cultural y político-institucional. Como resultado cada individuo habita el mundo a su manera y al mismo tiempo dentro del contexto que le tocó vivir.

En San Ildefonso 55 se pueden observar varias dimensiones del habitar. Cuando los participantes de Send Nudes envían sus nudes a Miguel Casco ellos no solo comparten su cuerpo el cual habitan, también el espacio físico que están habitando al momento de la foto, ambos formas de intimidad. Otra dimensión se encuentra cuando Casco convierte las fotografías en pintura, proceso que ocurre en la intimidad del taller que el artista habita mientras trabaja. Una más se da cuando el público visita y se halla habitando el espacio de San Ildefonso 55.

¿Y quien es Miguel Casco?

Miguel Casco (Puebla, 1991). El artista estudió la licenciatura en Artes Plásticas y la maestría en Diseño de la Información Visual en la Universidad de las Américas Puebla. Su línea de investigación parte de la referencialidad corporal en el ilusionismo pictórico (o visual); aborda la desnudez, la convivencia y la censura como ejes temáticos en su producción actual. Su obra ha sido expuesta en México, Estados Unidos y Alemania.

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tengo una herida que nunca toco que no ha sanado y a cada tanto llora

una carpeta y en ella decenas de programas voces y entre ellas tu voz, tierna, tímida tu voz y su fuerza

tomé cada uno lo corté, lo limpié, lo puse a secar lo dejé como nuevo

los miré, les puse un nombre les hice preguntas y me contestaron ahora están cantando y entre sus voces la tuya, serena

tu voz, que es como un cuchillo de cocina siempre me corta fino me dejas sonriendo mientras me desangro

ahí están y cantan aunque nadie puede escucharlos no he abierto sus jaulas ni los he sacado a la calle

tengo miedo que vuelen y se vayan vayan al sur se paren a cantar en tu ventana

ME QUEDA TU VOZ

y en cuanto los escuches sepas de dónde viene y cómo llegaron ahí quién los dejó salir y cuando lo sepas no hagas nada

por eso los tengo conmigo de vez en cuando cantan y mientras lloro tiemblo y no entiendo los acaricio, escucho tu voz como el borde de un vaso roto y no entiendo

Solo una vez me hiciste promesas vacías porque yo te lo pedí aún así no entiendo pero los escucho cantar

y un día abriré sus jaulas y la puerta de la calle y voy a romper las ventanas y los vasos y los espejos y las hojas que llevan tu letra que es todo lo que me queda

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ElGranMasturbador:

Falos, Hormigas y Olivos

M. I. Flores Nachón

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Al iniciarme como estudiante de Historia del Arte y Curaduría me declaré ferviente fanática de Salvador Dalí. Según iba descubriendo, poco a poco, ambos teníamos una fijación por el tictac del reloj y el dolor en la pérdida. Sin embargo, tras lecturas, análisis y desencuentros, me topé con la idea de que Salvador Dalí y yo somos bastante diferentes, y nuestras coincidencias son más parte del sistema de pensamiento del mundo y el espiritú del tiempo, compartidas de forma universal, y no necesariamente una conexión interespacial-atemporal.

El psicoanalizar a Salvador Dalí es probablemente una práctica común, y bastante aventurera, sobre todo para una historiadora del arte que apenas se siente con la virtud suficiente para hablar de los hechos concretos y no de suposiciones.

Sin embargo su obra, como la de cada mano artista, es la forma más elevada de un mensaje, cómo bien lo explica Arnold Hauser:

En su forma más elevada, la obra de arte es un mensaje, y si bien tienen razón, sin duda quienes afirman que una correcta, sugestiva y enérgica es condición indispensable para la transmisión efectiva del mensaje, no menos la tienen también quienes afirman que una forma, por perfecta que sea, carece de sentido si no está animada por un mensaje determinado. (Hauser, 1968, p.24)

Así es como uniendo a grandes como Hauser, Freud y Jung, puedo atreverme a tirar un anzuelo en las obras de Salvador Dalí y pescar un poco sobre su mente detrás de su pincel. Es bien sabido que sus obras denotan una parte de su inconsciente. Un miedo, un desencuentro, un fetiche. En cada una de ellas vemos figuras alargadas, contrastantes entre sí. Entre sus carácteres flácidos y endurecidos, erectos y derrumbados. Reminiscencias arqueológicas que nos recuerdan a las primeras figuras referentes a la fertilidad y lo acorde a las lágrimas de Eros. Salvador Dalí tenía almas escondidas detrás de sus obras.

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En Freud, lo inconsciente, aunque aparece como sujeto actuante, no es sino el lugar de reunión de esos contenidos olvidados y reprimidos, y solo a causa de estos tiene una significación práctica.

(C. Jung, 1997)

Olivos, relojes, hormigas, leones, elefantes, saltamontes, narices y bigotes. Obsesionado con cada uno de estos elementos, el mantuvo presente el desencuentro que describe Freud, lo olvidado, lo reprimido, que a altos gritos pinta. Tomemos cómo ejemplo El Gran Masturbador (1929). En él, vemos un rostro narizón y bigotón, efectivamente autorretrato del autor que se encuentra de boca hacia el piso, enfrentándose a un saltamontes siendo comido por un grupo de hormigas. Tanto el saltamontes, como las hormigas significan un temor latente en la vida de Dalí, uno siendo una fobia y otro siendo parte de los terrores compartidos hacia la muerte.

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Sobre el mismo rostro, se funda piel con piel a forma de busto, una mujer que se acerca tentadoramente al área genital de una escultura clásica. Delicada, con sus ojos cerrados al lado de un alcatráz que cubre su pecho. Debajo de ella vemos un rostro monstruoso que busca devorar sin piedad alguna. Dalí comentó en distintas ocasiones abiertamente sobre su sexualidad y su temor hacia el coito. Si bien, sentía un gran complejo por el tamaño de su falo, el temor se incrementó por una mala experiencia dada a través de la lectura de un libro de sexual en el cual se describían a profundidad las enfermedades veneras, cosa que impactó demasiado al autor.

Las ramas de olivo se extienden desde la esquina inferior izquierda, y parecieran alcanzar las venas de la mujer delicada. Es bien sabido que Gala, esposa y eterna amante de Salvador fue su musa en diversas obras, está no siendo la excepción. Su piel, según la describe Dalí, era pálida y color olivo. De ahí las ramas y su extensión. Detrás de la escena, la sombra de una pareja, unida debajo de la tensión sexual que se desarrolla en el primer plano de la pintura.

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Salvador Dalí habló de si mismo como si fuera un mito, permitiéndose convertirse en la marca que es hoy. Su autorretrato, El Gran Masturbador, nos permite clavarnos en los desencuentros más potentes de su inconsciente. Dalí y yo compartimos más que el temor al paso del tiempo y el sueño de que las hormigas nos coman. Compartimos un temor sexual que nos reprime y nos aprisiona en un cuerpo. Salvador me invitó a conocer su obra el lugar que alberga lo reprimido. Lo temeroso, lo que hace daño.

Jacques Rancière (2005) El inconsciente estético Editorial Del Estante Editorial, Argentina

Carl Gustav Jung (1997) Arquetipos e Inconsciente Colectivo Paidós, España

Hauser, A. (1968) Introducción a la historia del arte. Guadarrama.

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Instrucciones para autores

Si te interesa participar en la revista deberás tomar en cuenta los siguientes lineamientos :

Todos los manuscritos u obras deberán ser enviadas al correo oficial de Catártica, con su traducción correspondiente al inglés o al español.

Todos los trabajos recibidos serán sometidos a revisión por parte de los miembros de Catártica para su selección y publicación.

Si el editor lo cree pertinente podrá realizar cambios y correcciones en la redacción y el estilo de los manuscritos.

El archivo deberá seguir el siguiente formato:

Microsoft Word

Tipo de letra Arial

Tamaño de letra en doce puntos

Los márgenes superior e inferior deberán ser 2.5 centímetros y 3 centímetros el izquierdo y el derecho.

El interlineado deberá ser de 1.5

Las imágenes e ilustraciones deberán estar citadas en formato APA y además de enviarlas en el archivo, adjuntarlas en formato JPG, PNG o PDF

1. 2. 3.
@catarticarevista catarticarevista@outlook.com catarticarevista@gmail.com
4.

Dirección General

María Inés Flores Nachón @notae stethicallypleasing maines flores@live com

Subdirección y Diseño de Portada

Antonella Guagnelli Cuspinera @antonella gc

antonella guagnelli@gmail com

Edición y Corrección de estilo Fernanda Loutfe Orozco @ferorozco ferlorozco@hotmail com

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