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ENCUENTRO CON EL PAPA FRANCISCO: “Una enseñanza del santo padre“

Patricio Lombardo Instituto de Filosofía

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Una de las características que he podido observar del Papa Francisco es que cada vez que tiene un encuentro con las personas, presta toda su atención y cuidado. Es lo que lo define, pienso yo. Conversar con él unos breves minutos, intercambiar un saludo y algunas palabras constituyen una bendición de Dios. Yo he vivido esa experiencia y quiero compartirla con ustedes. Estando en Italia, en la ciudad de Matera, en el contexto del “Congreso Internacional de la Cátedra Jacques Maritain”, tuve que presentar una ponencia sobre la comprensión del “Ethos de la ciudad a partir del Personalismo Cristiano”. En esa ocasión se encontraba un alto dignatario del Estado del Vaticano, Revdo. Monsignore Antoine Camilleri, de la Secretaría de Estado del Vaticano, con quien pude intercambiar unas palabras. Conversé de nuestra universidad, y para mi sorpresa me dijo: “¿Le gustaría asistir a la Audiencia General con el Santo Padre Francisco?” Fue algo inesperado y una bendición del Señor, ya que no esperaba esta posibilidad de estar con él, aunque fuera unos minutos.

Llegó el día esperado. A las siete de la mañana me dirigí a la audiencia y una lluvia que parecía un diluvio caía sobre Roma. Pasé por todos los accesos de seguridad, hasta que un señor vestido de frac, con todo el protocolo de la Santa Sede, me solicitó el pase y me acompañó hasta el lugar donde debería estar ubicado. El Santo Padre fue saludando a las personas convocadas para ese día. Me encontré con el Papa Francisco y mi primera impresión fue estar en proximidad con el Vicario de Cristo. Su cercanía y atención me impresionaron. Con una mirada fija en mi persona, lo saludé y procedió a tomar mi mano, sintiendo yo el contacto del sucesor de Cristo. Lo primero que le dije: “Mis saludos desde Chile Su Santidad, y lo saludo a nombre de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Soy profesor de la Universidad y es una bendición poder encontrarme con usted”. Sonrió y me dijo: “Ah, de Chile”, y al Papa le vinieron sus recuerdos de haber estado en el país. “He estado en Chile y en Valparaíso”, prosiguió. Tiene vivos recuerdos de cuando era estudiante, por los años 60’ al 61’, en el Centro de Espiritualidad Ignaciana, que se encuentra ubicado en la localidad Padre Hurtado de Santiago. Compartió brevemente sus recuerdos y luego, en un gesto de recordar, me dijo que al igual que yo, también ejerció como profesor. “Fui profesor de psicología”, precisó. Durante la reunión, nunca dejó mi mano, en un gesto de cercanía y de atención. Allí entendí que era el Papa de la gente. Y concluí que Chile está en la memoria y en la vida del Papa Francisco.

Debo señalar que su referencia a Valparaíso me llevó a indagar en la Revista Mensaje, en alguna bibliografía, pero fue el diario La Tercera el que me entregó una pista importante de su estadía en Valparaíso: “(…) la generación de estudiantes se dividió: en enero de 1961, 15 de ellos se dirigieron ‘al sur’, específicamente Puerto Montt, mientras que 16 fueron a Valparaíso, a un curso de literatura que se realizó en la Universidad Católica, a cargo de Ernesto Rodríguez. El futuro Papa se anotó en este último y Bresciani iba en el mismo grupo: ‘Siempre contabas con él, además de ser muy inteligente, por sobre la media. Cuando alguno tenía dificultad con lo que pasaban en el curso, tú hablabas con él y te destrababa el problema’, recuerda. Ese mes, fuera del horario de clases, se iban a bañar a la playa de Ventanas, en la V Región. Al finalizar los estudios, en febrero, Bergoglio volvió a Argentina”.

Será tarea para futuros investigadores estudiar sobre esa estadía en Valparaíso y en particular en nuestra casa de estudios.

El Papa me dio su bendición y saludo. Su gesto, su mirada y proximidad hablan de un Papa cercano a las personas, en un mundo donde el gesto y la mirada han desaparecido de la vida cotidiana, ya que al parecer no hay un tiempo para el otro. Una enseñanza del Santo Padre.

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